Hacer el bien con las ganancias

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    La gente empezó a creer que la burguesía y sus actividades económicas de comercio e innovación eran virtuosas, o al menos tolerables. En cada intento exitoso de alcanzar la riqueza moderna, desde Holanda en 1650 hasta Estados Unidos en 1900 y China en 2000, se observa una sorprendente revaluación de la manera en que la gente pensaba sobre el intercambio y la innovación.

    “Cómo el acuerdo burgués enriqueció al mundo”, Art Carden y Deirdre Nansen McCloskey

    Tal vez sea hora de una nueva reevaluación igualmente positiva del intercambio y la innovación. Dios sabe que la necesitamos. Nuestra época se caracteriza por una clara falta de apreciación del comercio a través de la división global del trabajo, la innovación y la prosperidad que produce, y los signos del éxito empresarial –a saber, la riqueza de los innovadores. Hemos sido testigos de un aumento de los buenos sentimientos hacia el socialismo y hacia varios socialismos light, a pesar de su ininterrumpido historial de muerte, opresión y estancamiento.

    ¿Podrían los diversos oponentes del liberalismo de mercado –el libertarismo en su forma más pura– sufrir una alergia a lo que Adam Smith identificó como una característica clave del “sistema de libertad natural”? En La riqueza de las naciones, Smith observó célebremente:

    No es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero de lo que esperamos nuestra cena, sino de su preocupación por su propio interés.

    Al parecer, para las personas a las que les desagrada la economía de mercado, producir beneficios asombrosos –incluso para los demás– no cuenta si uno lo hace con las ganancias. Eso es extraño.

    En 1900, cerca de 80% de la población mundial vivía en extrema pobreza. Hoy es menos de 10%. La reducción desde la década de 1980 ha sido fenomenal. Y durante ese tiempo la población mundial ha crecido drásticamente –de menos de 2.000 millones en 1900, ¡a 8.000 millones hoy!

    Deirdre McCloskey y Art Carden escriben que desde 1800 la riqueza per capita ha aumentado 3.000%. ¡Per cápita! (explican cómo y por qué, en Déjame en paz y te haré rico: cómo el acuerdo burgués enriqueció al mundo. Véase también este link).

    Malthus y Marx deben estar revolviéndose en sus tumbas. Paul R. Ehrlich declaró a fines de la década de 1960 que “la batalla para alimentar a toda la humanidad ha terminado”. Sobre esa predicción, Maxwell Smart habría dicho: “Me equivoqué por un pelito” (los medios de comunicación siguen tratando a Ehrlich como un oráculo).

    ¿La gente sabe de este progreso impulsado por el mercado? ¿Lo informaron el establishment y los medios alternativos? Debo haberlo pasado por alto.

    La erradicación de la pobreza tiene muchas razones relacionadas con la libertad. La liberalización económica, es decir, la liberación del espíritu emprendedor y del comercio, merece mucho crédito. Pero también se requirió algo más. La historiadora económica Deirdre McCloskey atribuye principalmente el mérito a un cambio de actitud hacia las “virtudes burguesas”, como la innovación. “En cada paso exitoso hacia la riqueza moderna, desde Holanda en 1650 a Estados Unidos en 1900 y China en 2000”, escriben McCloskey y Art Carden, “se ve una revaluación sorprendente respecto de cómo pensaba la gente sobre el intercambio y la innovación”. La envidia y el resentimiento por el éxito disminuyeron, liberando a la gente para innovar, comerciar y enriquecerse, al tiempo que mejoraba la situación de los consumidores. Surgió la producción en masa por primera vez en la historia. Los productores no trabajaban sólo para la élite política. ¿Qué tan grandioso fue eso?

    Digámoslo de otra manera: ¡la pobreza ha sido erradicada con las ganancias! ¿Fue eso virtuoso? ¿Habría sido más virtuoso si lo hubieran hecho las organizaciones sin fines de lucro? El historial de la lucha contra la pobreza de las organizaciones sin fines de lucro, especialmente los gobiernos, es desalentador.

    ¿Dónde están los elogios al mercado de todas las voces antipobreza habituales? Sólo puedo encontrar una voz, aunque sea a regañadientes: la estrella de rock Bono, quien en 2022 dijo:

    Hay un momento divertido en el que, como activista, te das cuenta de que la salida de la pobreza extrema es, uf, el comercio, es el capitalismo empresarial. Paso mucho tiempo en países de toda África y dicen: “Eh, en realidad no nos importaría un poco más de globalización. Yo señalaría que ha habido mucho progreso a lo largo de los años” … El capitalismo es una bestia salvaje. Necesitamos domarlo. Pero la globalización ha sacado a más personas de la pobreza que cualquier otro -ismo. Si alguien viene con una idea mejor, me apunto. No crecí con la idea de que hemos convertido a los empresarios en héroes, pero si estás generando empleos en una comunidad y tratando bien a la gente, entonces eres un héroe.

    Como dije, a regañadientes, pero mejor que nada. Pero ¿acaso los amigos y fans de Bono se volvieron pro-mercado? No lo veo.

    Podría esperarse que en un mundo de escasez, un sistema de economía política que armoniza intereses diversos y crea riqueza generalizada a partir de esas diferencias, se ganara elogios entusiastas. Pero no. Los entusiastas de los mercados y el éxito económico han sido escasos a lo largo de la historia, porque unos pocos tienen un éxito fabuloso como innovadores, mientras que la mayoría de los demás simplemente tienen éxito como consumidores –más allá de los sueños más descabellados de sus antepasados ​​recientes.

    “¡La gente antes que las ganancias!”, gritan los ignorantes envidiosos, que no se molestan en darse cuenta de que las empresas que no logran complacer a la gente, registran pérdidas, no ganancias, y se declaran en quiebra. Es un sistema de ganancias y pérdidas –a menos que el gobierno viole el sistema al intervenir.

    Por cierto, la ganancia empresarial pura surge cuando una empresa puede vender sus bienes por un precio superior a sus costos, incluidos los salarios. Es decir, un empresario se encuentra con un arbitraje entre el precio (valuación) de los insumos, y el precio que los compradores están dispuestos a pagar por el producto.

    El grito de batalla: ¡Explotad las diferencias de precios, no a las personas!

    Sin embargo, a algunos les resulta más satisfactorio buscar la explotación en cualquier encuentro, ya sea que exista o no. Los vendedores explotan a los compradores; los empleadores explotan a los empleados. No se necesita ninguna prueba porque es un sagrado artículo de fe. Los fieles son ciegos a la profunda armonía de intereses de vendedores y compradores, de empleadores y empleados. Se necesitan mutuamente, porque el sistema de libertad natural, incluso cuando está lastrado por la intervención estatal, hace que todas las partes sean más ricas que lo que podrían ser sin el mercado, sus prerrequisitos (respeto por los demás y por su propiedad) y sus consecuencias (la división global del trabajo).

    Volviendo al punto de Adam Smith, ¿cuál podría ser la objeción al comercio basado en el beneficio mutuo? ¿Por qué alguien debería esperar que el carnicero, el panadero y el cervecero vivan para sus clientes? Al igual que sus clientes, ellos también tienen vidas y familias. ¿Están equivocados los vendedores porque no regalan sus mercancías? ¿Regalan sus clientes sus productos y servicios? Entonces, ¿qué hay de malo en cobrar lo que “el mercado pueda soportar”, es decir, lo que la gente esté dispuesta a pagar?

    Todos estamos de acuerdo en que nadie puede poseer a otras personas. Si quieres algo que pertenece a otra persona, ofreces intercambiarlo. Así como no eres dueño de otras personas –eso se llama esclavitud–, tampoco eres dueño de sus pertenencias hasta que acepten los términos del intercambio. Los gobiernos a menudo intentan establecer los términos del intercambio, pero no tienen poder legítimo para hacerlo. Los gobiernos son usurpadores. Los términos dependen de las partes, porque las partes están intercambiando su propiedad –si violan los derechos de terceros que no consienten, eso es un asunto que corresponde a los tribunales.

    Smith no quería decir que los compradores y vendedores no pueden ser amistosos o preocuparse por los demás. Su argumento era que la benevolencia no es necesaria para los intercambios mutuamente beneficiosos. Se produciría de todos modos. Todo lo que se requiere es la comprensión de que el comercio es de suma positiva. Cada uno intercambia algo menos preferido por algo más preferido. La persona A obtiene de la persona B lo que quiere, al ofrecerle a B lo que B quiere, y viceversa. Uno sirve a sus propios intereses al averiguar qué es lo que conviene a los demás. La búsqueda del interés propio sirve a los intereses de todos. Ese es un buen acuerdo.

    Alguien dijo una vez que si vale la pena salvar a Estados Unidos, vale la pena salvarlo con las ganancias. Eso se aplica a todo el mundo.

     

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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