Es hora de rechazar la “justicia social” y reemplazarla con justicia real

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    Uno de las expresiones más familiares leen hoy en día es “justicia social”. Irónicamente, la “justicia social” es cualquier cosa menos justicia. Básicamente representa doble rasero, desigualdad, parcialidad, prejuicio, racismo, selectividad, discriminación y subjetividad. Debe ser una de las más sutiles e inteligentes paradojas de la modernidad.

    Quizás la mejor manera de exponerlo como una paradoja sea revelando lo que exige la justicia genuina y verdadera cuando es aplicada de manera equitativa y honesta a todas las personas. La verdadera justicia exige igualdad, equidad, honestidad, imparcialidad, objetividad, y no ser prejuicioso, ni racista, ni selectivo, ni discriminar y, lo más importante, aplicar un único standard para todos.

    Consideremos los rasgos pronunciados que representan la “justicia social” hoy. Sin embargo, debe reconocerse que las palabras utilizadas para definir o describir la “justicia social” representan sutilmente lo opuesto a los significados originales y verdaderos de esas palabras. Las palabras más comunes utilizadas para definir la “justicia social” son diversidad, equidad e inclusión [DEI].

    Es cierto que el esfuerzo principal aparenta corregir intencionalmente injusticias pasadas. Si tan sólo se lograra esa corrección. Un logro así significaría que ningún grupo de personas quedaría afuera, ni sería excluido o tratado con prejuicio, ni se le aplicaría trato desigual. Corregir injusticias pasadas hacia algunos grupos de personas nunca debería incluir crear injusticias hacia otros grupos de personas.

    Cuando se trata de diversidad, los casos de raza y género no son tratados con justicia porque los requisitos para la selección no son iguales ni objetivos. En algunas situaciones que involucran instituciones, se otorga favor en función de la raza o del género. Se ignoran las calificaciones objetivas dando un impulso parcial, perjudicial, racista, selectivo, subjetivo y desigual a algunos. Eso incluye favorecer una raza por sobre otras, como la negra sobre la asiática o la caucásica, y la mujer sobre el hombre. En cuanto al género, también puede incluir la orientación sexual.

    En materia de inclusión es aplicado el innecesario y mal llamado principio de “espacio seguro” en algunas organizaciones, clubes o dormitorios. Ésto no tiene nada que ver con la protección o la seguridad del cuerpo, sino con motivos psicológicos autoindulgentes, como la raza. Esta anomalía, en efecto, crea exclusión y segregación. Fomenta actividades y lugares de estar únicamente con el propio grupo racial, y fomenta la desunión y el racismo.

    Luego está ese término omnipresente: equidad. Por la apariencia entendemos que se relaciona con la igualdad. Sin embargo, se ha convertido en todo lo contrario de su definición prevista. Aquí también se ignora la igualdad.

    No hay mejor descripción de ésto que la citada por el escritor Christopher F. Rufo, periodista conservador estadounidense:

    “La equidad exige lo contrario: categorizar a los individuos en identidades grupales y asignar un trato desigual a los miembros de esos grupos, buscando ‘igualar’ lo que de otro modo sería considerado resultado injusto. En la práctica ésto significa que los miembros de ciertos grupos resultan favorecidos y otros desfavorecidos: en resumen, bajo la ideología de la “equidad” es justificada la desigualdad.

     

     

    La creación de nuevas injusticias como medio para corregir viejas injusticias perjudica a quienes se ven favorecidos, al reducir los standards de excelencia, y daña a grupos o personas inocentes. El propósito de la justicia es proteger al inocente del mal o del daño indebido. La “justicia social” protege sólo a algunos, incluso a los no calificados, mientras perjudica a personas inocentes, inofensivas y altamente calificadas. Se erradica la norma única más importante. Estas nuevas injusticias son básicamente un doble rasero por excelencia.

    Volvamos a las exigencias de la verdadera justicia, como igualdad, equidad, honestidad, imparcialidad, objetividad, y no ser prejuicioso, ni racista, ni selectivo, ni discriminar y, lo más importante, aplicar un único standard para todos. En esta lista, ¿qué podría ser considerado injusto o inmerecido? De hecho, ¿no garantizan la genuina diversidad, la total inclusión y la incondicional equidad?

    Cuando se trata de “justicia verdadera”, nuestro objetivo y búsqueda deben ser lograr lo que es correcto para todos, y no repetir errores e injusticias anteriores hacia nadie.

    ¡Es hora de rechazar la “justicia social” tal como se la practica, para ser reemplazada por una “justicia verdadera” honesta para todos!

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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