El ascenso del conformismo global

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    En una ceremonia formal para los profesores jubilados de mi universidad, cada uno tuvo la oportunidad de pronunciar un breve discurso. En mi propio discurso, mencioné que mis últimos años coincidieron con el pánico por el covid. Mucho más que la enfermedad en sí, lo que me sorprendió fue la mentalidad mundial de masas que aparentemente surgió de la noche a la mañana.

    De repente, en todo el mundo la gente se vio sometida a propaganda y presiones generalizadas para que se ajustaran a las mismas políticas de covid. Sostuve que, por el contrario, una universidad debería ser un lugar para proteger y alentar el pensamiento individual.

    Aparte del fenómeno del covid, en los últimos años he observado a menudo la tendencia de las ideas novedosas a difundirse rápidamente por todo el mundo, y rápidamente convertirse en una ortodoxia establecida que impide el debate y la crítica. Ésto equivale a una especie de conformismo global tóxico.

    El “conformismo tóxico” puede ser definido como la adhesión agresiva a un comportamiento malvado y/o dañino, a fin de permanecer en buena posición ante los demás. En respuesta al covid, la implementación universal y rápida del conformismo tóxico puede que sea única en la historia.

    No hay nada malo en el conformismo en sí, siempre que represente la adhesión a las expectativas razonables de una sociedad sana. Por ejemplo, la conformidad con las normas de cortesía tiene un gran mérito en la mayoría de las circunstancias, como puede apreciar cualquiera que participe en una sociedad civil, como la de Japón. Sólo los inmaduros e inadaptados creen que desafiar las normas razonables de comportamiento es siempre, de algún modo, loable.

    Sin embargo, el tipo de conformidad que observamos actualmente a escala internacional no es orgánica ni razonable. Es impuesta por decreto de quienes tienen poder e influencia, a pesar de las dudas y objeciones de muchos. No es el producto del desarrollo social sano, ni de la aceptación racional y voluntaria.

    En la actualidad, un gran problema para los japoneses –así como para los ciudadanos de otras naciones– no es la conformidad con su propia sociedad y cultura, sino la conformidad obligatoria con organizaciones internacionales poderosas como la ONU y el Foro Económico Mundial. Como sus agendas son a menudo tontas e irrazonables, la conformidad con sus expectativas ocasiona a menudo gran daño.

    Siempre que oigo hablar de una nueva idea que esté extendiéndose rápidamente en los medios de comunicación y los círculos culturales occidentales –por ejemplo: “La gente debería comer bichos”–, sé que en cuestión de semanas o meses oiré la misma idea en los medios japoneses y en otros lugares. Pronto habrá noticias sobre granjas de insectos, recetas para preparar comidas con insectos, y propaganda que explica que los insectos no son repulsivos, sino sabrosos y nutritivos. De hecho, ésto es precisamente lo que está ocurriendo en la actualidad.

    La mayoría de los japoneses pensará y hará obedientemente lo que se le diga, o al menos aceptará la sabiduría y la virtud superiores de comer insectos, aunque tal vez no se sientan personalmente inclinados a adoptar una dieta de insectos.

    Unos años más tarde (o incluso antes), el evangelio de comer insectos probablemente también será difundido en el mundo religioso, especialmente entre los expertos académicos y los líderes de las megaiglesias y las organizaciones paraeclesiásticas. Revisarán la Biblia y la historia de la iglesia con una lupa en busca de textos y tradiciones que apoyen el consumo de insectos. Como Juan el Bautista subsistía a base de langostas y miel (Evangelio según Marcos Apóstol 1:6), incluso él será forzado a subirse al carro de los insectos –más adelante hablaremos más sobre este fenómeno.

    El ritmo del conformismo global se ha visto inconmensurablemente amplificado por el poder de las redes sociales e Internet. Por ello, organismos internacionales como el Foro Económico Mundial [WEF] y la ONU, junto con los gobiernos nacionales, están muy ansiosos por controlar la comunicación en línea. Como dijera el pensador francés Jacques Ellul: “La propaganda debe ser total”, o fracasará en su objetivo de hacer que la gente esté “psicológicamente unificada”.

    Mucho antes de Internet, Ellul analizó en sus libros Propaganda y La sociedad tecnológica las poderosas influencias modernas que tienden a crear la mentalidad de masas. En lugar de la lectura seria, que desarrolla el pensamiento racional, en los tiempos modernos la gente suele dejarse llevar por imágenes visuales cargadas de emoción (pero a menudo engañosas) y slogans verbales de películas y televisión. Las innovaciones tecnológicas más recientes han hecho que las observaciones y advertencias de Ellul sean aún más pertinentes.

    En gran medida como resultado de las redes sociales, de alguna manera se volvió “cool” ser un conformista global a los ojos de muchos. Durante la manía de las inyecciones experimentales de covid, muchos publicaron “Me puse mi vacuna covid 19” en Facebook, incluso en sus fotos de perfil.

    De manera similar, las palabras de moda provenientes del extranjero, como diversidad y sostenibilidad, fueron rápidamente adoptadas en los círculos empresariales y educativos de Japón, a pesar de que muchos parlantes nativos de inglés han hallado a esos términos vagos e irracionales. Respecto de la moda de la “sostenibilidad”, un consultor de un grupo de expertos japonés me comentó recientemente sobre sus asociados del mundo empresarial: “Estas personas realmente creen que ponerse pines de los ODS en la solapa de sus trajes es algo genial –yo creo que es vergonzoso”.

    La adopción en el exterior por parte de Japón del término diversidad parece especialmente extraña a la luz de la evidente monoculturalidad de la sociedad japonesa. En realidad, la uniformidad ha sido a menudo su punto fuerte, para bien o para mal. Además, la fijación con la diversidad ha sido un pretexto para discriminar a los japoneses y a otros asiáticos en las admisiones universitarias estadounidenses.

    En otros lugares insospechados, uno se encuentra con ejemplos sorprendentes del nuevo conformismo global, como el mundo religioso tradicional. Como revela Meghan Basham en su libro Pastores a la Venta, el nuevo globalismo ha capturado incluso a muchas élites cristianas evangélicas. Aunque el apóstol Pablo instó en una de sus cartas a “no conformarse a este mundo” (Carta a los Romanos 12:2), muchos líderes evangélicos ahora se alinean con entusiasmo con varias causas globalistas.

    Por ejemplo Rick Warren, autor de best-sellers y líder de una megaiglesia, se jacta de sus vínculos con el Foro Económico Mundial [WEF] y la ONU. Un incentivo para estos líderes ha sido obtener financiamiento de instituciones globalistas seculares y personas influyentes adineradas, como George Söros y la Fundación Rockefeller.

    Del mismo modo, en colaboración con los CDC y los NIH, el Centro Billy Graham del Wheaton College creó el sitio web “Coronavirus y la Iglesia” para promover las inoculacicones y otras políticas gubernamentales contra el covid. En particular, Franklin Graham declaró que ciertamente Jesús se inocularía contra el covid.

    En mi opinión, esas declaraciones de figuras y organizaciones religiosas prominentes no son sólo ignorantes y tontas, sino también abominables. Nadie tiene la obligación moral de dejarse inocular con sustancias experimentales. No es de extrañar que algunos ingeniosos se burlaran de declaraciones como la de Graham con memes de “Jesús woke”, en los que lo mostraban insistiendo en que sus seguidores usaran mascarillas y se inocularan contra el covid.

    Sin embargo, la oposición al conformismo global no significa replegarse en una actitud de sospecha y hostilidad hacia todo lo extranjero, nuevo o desconocido. Incluso sin la presión de los poderosos para implementar los deseos de las élites internacionales, los diversos pueblos del mundo a menudo se influyen entre sí por los atractivos y los logros de sus respectivas sociedades.

    Por ejemplo, el drama coreano y el anime japonés tienen ahora una multitud de fanáticos en todo el mundo. Además, muchos médicos coreanos y japoneses han adoptado prácticas médicas innovadoras y beneficiosas en Occidente. Sin embargo, hoy en día el conformismo global agresivo propaga a menudo prácticas e ideas perjudiciales en todo el mundo.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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