La verdad sobre las mascarillas y los niños

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    Estamos a finales de 2024, y el uso de mascarillas ha seguido siendo un asunto polémico. Años de desinformación por parte de supuestos “expertos”, como Anthony Fauci y Deborah Birx, y organizaciones como los CDC [Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU.], han convencido a millones de personas muy inteligentes de que las mascarillas son una herramienta eficaz para reducir la transmisión de virus respiratorios. Ésto también es aplicable a la gripe, a pesar de que esos mismos expertos y organizaciones de alguna manera descuidaron la recomendación de usar mascarillas durante las décadas de temporadas de gripe anteriores a 2020.

    Dada la base de evidencia sustancial y sólida que demuestra de manera concluyente que las mascarillas no funcionan, obligar a cualquier persona a usar mascarilla fue una decisión política indefendible. Pero obligar específicamente a los niños a usar mascarillas, fue decididamente mucho, mucho peor.

    Y no sólo porque fuera un ejercicio inútil y estéril de teatro pandémico, sin ninguna evidencia de eficacia. Sino porque también causa daño activamente, como muestra un nuevo estudio.

    Un nuevo estudio confirma los daños de usar mascarillas en niños

    Un nuevo estudio coescrito por Tracy Beth Høeg analiza los efectos secundarios de las mascarillas, asunto completamente ignorado por expertos y políticos desesperados por ejercer control sobre el comportamiento individual.

    En su análisis, resulta inmediatamente obvio por qué su investigación y conclusiones serán completamente ignoradas por los medios de comunicación de la corriente dominante.

    “No hay evidencia sólida de los beneficios de usar mascarillas en niños para reducir la transmisión del SARS-CoV-2 u otros virus respiratorios”. Yo no podría haberlo dicho mejor.

    La mayor calidad disponible en el uso de mascarillas en niños para el covid-19 u otras infecciones respiratorias virales, no ha logrado encontrar un impacto beneficioso contra la transmisión. Los estudios mecanicistas que muestran transmisión viral reducida por el uso de mascarillas y respiradores, no se han traducido en su efectividad en el mundo real. Los daños identificados del uso de mascarillas incluyen efectos negativos sobre la comunicación y sobre los componentes del habla y del lenguaje, sobre la capacidad de aprender y comprender, sobre el desarrollo emocional y de confianza, sobre el malestar físico, y sobre la reducción del tiempo y la intensidad del ejercicio.

    Es una obra maestra. Sin notas.

    Como explicó la revisión de la Cochrane Library; como muestran los datos; como lo confirman décadas de evidencia acumulada: las mascarillas no funcionan. Para nadie, pero especialmente para los niños –que no podrían usarlas ni llevarlas correctamente, incluso si se hubiera demostrado que funcionaban. Lo que no fue así.

    Los “expertos” exigieron, y los políticos ordenaron, que las usaran de todos modos, basándose en especulaciones, esperanzas y estudios mecanicistas que fueron refutados de manera concluyente. Y los daños y perjuicios fueron notables.

    “Efectos negativos sobre la comunicación y sobre los componentes del habla y del lenguaje, sobre la capacidad de aprender y comprender, sobre el desarrollo emocional y de confianza, sobre el malestar físico, y sobre la reducción del tiempo y la intensidad del ejercicio”.

    Sencillamente, los componentes básicos del desarrollo humano que los niños necesitan para crecer como adolescentes y adultos bien adaptados, física y mentalmente saludables.

    Como explican Høeg et. al., ésto significa necesariamente que obligar a los niños a usar mascarillas, no cumple con ningún criterio objetivo de daños y beneficios.

    No ha sido demostrada la eficacia del uso de mascarillas en niños, mientras que los daños documentados del uso de mascarillas en niños son diversos y no desdeñables, y deberían dar lugar a una cuidadosa reflexión. Las recomendaciones para el uso de mascarillas en niños no superan los análisis básicos de daño-beneficio.

    Su siguiente sección es un desmantelamiento completo de los CDC y la burocracia de salud pública de los EE. UU., cómo manejaron el covid, y cuán mal ejemplo sienta ésto para futuras pandemias.

    En muchos lugares de América del Norte, se exigió que niños de tan solo dos años usaran mascarillas faciales diariamente durante varias horas consecutivas, tanto en espacios interiores como exteriores, en entornos escolares y de guarderías. Ésto contrastaba marcadamente con los países europeos donde nunca se recomendó el uso de mascarillas para niños menores de seis años y, en muchos países, nunca para menores de doce años. Las recomendaciones de los CDC de los Estados Unidos sobre el uso de mascarillas para niños, se desviaron sustancialmente de las pautas internacionales. Los CDC continúan recomendando mascarillas para niños de hasta dos años en ciertos entornos, y ésto en ausencia de estrategias de salida para estas restricciones. En caso de futura amenaza para la salud pública, la comunicación clara y consistente de los funcionarios de salud pública sobre los criterios que serán utilizados para retirar las recomendaciones temporales de salud pública, mientras se recopilan datos, podría servir para aliviar la ansiedad pública, disminuir la desconfianza, y facilitar el regreso a una vida más normal, en la que las recomendaciones ineficaces sean rápidamente descartadas.

    Es una demolición tranquila y completa de la incompetencia y el autoritarismo del establecimiento de salud pública de los EE.UU.

    Reiteran que no hay evidencia que respalde el uso obligatorio de mascarillas para niños; explican que no hay evidencia real que demuestre la efectividad de las órdenes de uso obligatorio de mascarillas para niños, y que no se han realizado ensayos controlados aleatorios para determinar si el uso obligatorio de mascarillas para niños evitaría la propagación del covid-19. Es inexcusable imponer una política sin evidencia, pero es aún peor si se tienen en cuenta los daños demostrables.

    Habla, lenguaje y aprendizaje: los seres humanos dependen de la información visual que proporciona el rostro de un hablante para decodificar el habla. Ver los movimientos de la boca y los gestos faciales acelera el reconocimiento de palabras y mejora la comprensión del habla. La integración de la información auditiva y facial es crucial para la percepción y el desarrollo del habla. Los niños con discapacidad visual suelen tener retrasos en el desarrollo del habla y el lenguaje, lo que puede deberse, al menos en parte, a una capacidad reducida para percibir”.

    Las mascarillas impiden que los niños aprendan, que vean los movimientos de la boca y los gestos faciales. Disminuyen fundamentalmente la capacidad del niño para desarrollar el habla y el lenguaje, entre muchos otros problemas que son tratados en el estudio completo.

    Estos daños eran bien conocidos antes del covid-19. No se trata de información nueva, y es obvio que es sentido común. Entonces, ¿por qué las autoridades de salud pública lo ignoraron y favorecieron la promoción de políticas y mandatos sin evidencia?

    Hay pocas explicaciones razonables: pánico, miedo o incompetencia. Probablemente una combinación de las tres.

    Imponer su absurda y fatalista hiperseguridad a los adultos, fue y es una cosa. Imponerlo a los niños, es otra. Y su negativa a admitir que se equivocaron, significó que el crecimiento y el desarrollo de los niños fueron perjudicados y atrofiados durante años, al tiempo que garantizaron que hubiera padres aterrorizados y mal informados que seguirían obligando a sus hijos a usar mascarillas indefinidamente.

    Cuando se consideran esas consecuencias, la racionalidad se desvanece y una probabilidad inquietante de intención maliciosa se vuelve mucho más realista.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

     

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