A menudo he sugerido que nuestros medios de comunicación funcionan como una poderosa herramienta de control mental, no muy diferente de lo que se puede encontrar en las tramas de la ciencia ficción clásica. Después de pasar semanas o meses inmersos en una narrativa tan invasiva, hilar pensamientos independientes –y mucho menos liberarse por completo– se convierte en una tarea muy difícil. Para la mayoría de las personas, el susurro en la parte posterior de sus cráneos abruma su razonamiento lógico, mientras que sus reacciones emocionales se activan o desactivan como si se tratara de un interruptor.
Un ejemplo perfecto de ésto fue el infame incidente del USS Liberty de 1967. Mientras navegaba pacíficamente en aguas internacionales, nuestro buque de guerra fue atacado por los israelíes, cuyas fuerzas aéreas y marítimas mataron o hirieron a más de 200 militares estadounidenses, y sólo por casualidad fracasaron en su esfuerzo por hundir el barco sin sobrevivientes. Ésto constituyó la peor pérdida de vidas navales de Estados Unidos desde las enormes batallas de la Segunda Guerra Mundial, y seguramente si cualquier otra nación del mundo hubiera sido responsable, nuestra rápida y abrumadora represalia militar habría bombardeado sus principales ciudades hasta dejarlas en ruinas y habría matado a muchos miles de sus ciudadanos, mientras que tal vez también habría perseguido y ejecutado a todos los líderes enemigos que habían ordenado ese ataque no provocado.
Pero en lugar de eso, nuestro gobierno encubrió completamente ese incidente en el momento en que ocurrió, y la única consecuencia fue que el tributo financiero anual que pagamos al estado judío aumentó constantemente. Incluso cuando los hechos finalmente salieron a la luz una docena de años después, cualquier indignación se limitó a sólo una pequeña porción de nuestra población, mientras que la mayoría que escuchó la historia asumió vagamente que, dado que los medios les dijeron “no hay nada que ver aquí”, debían seguir adelante y no prestar atención. Algo que en circunstancias normales podría haberse esperado que provocara una gran guerra punitiva, simplemente produjo algunos incómodos encogimientos de hombros.
Debido a su gran tamaño y armamento avanzado, Estados Unidos se erigió como un coloso físico en el escenario mundial de la década de 1960, sin que ningún otro país pudiera desafiar directamente nuestro poder. Pero todavía estábamos indefensos ante la nación que nos había atacado, porque la pequeña minoría judía pro-Israel desplegó sus herramientas de control mental mediático para transformarnos en marionetas indefensas, sacudidas por hilos invisibles. Hablé de ese extraño episodio histórico hace varios años.
American Pravda: Recordando la libertad
Ron Unz • The Unz Review • 18 de Octubre de 2021 • 11.400 palabras
Ha pasado más de medio siglo desde ese incidente, y durante la mayor parte de esas décadas, el poder de ese control mental mediático sobre nuestra población ha seguido siendo enorme; incluso ha ido creciendo de forma constante.
Hace apenas unas semanas, el Mossad israelí detonó de repente miles de buscapersonas con trampas explosivas en el Líbano, cuyas explosiones simultáneas mataron o mutilaron gravemente a unos 500 civiles, incluidos algunos niños, e hirieron a muchos más. No sólo fue un evidente crimen de guerra, sino que, dada la escala del ataque y el aterrador impacto público de convertir dispositivos electrónicos comunes en bombas mortales en todo un país, probablemente constituyó uno de los peores ataques terroristas de la historia del mundo, al tiempo que sentó precedentes extremadamente peligrosos para futuros ataques contra otros países, incluido el nuestro. Si nuestros medios de comunicación hubieran reflejado el incidente de cierta manera, los estadounidenses indignados seguramente habrían exigido que el estado terrorista responsable fuera borrado de la faz de la tierra. Pero en lugar de eso, los medios presentaron una narrativa diferente, por lo que nuestros ciudadanos o bien se encogieron de hombros, o bien a veces incluso aplaudieron.
En un artículo reciente, uno de nuestros colaboradores describió la reacción que encontró en una cena con algunos de sus amigos católicos conservadores, y creo que vale la pena citar su experiencia en detalle:
Poco después de los ahora infames ataques israelíes de los buscapersonas, la radio y los paneles solares en el sur del Líbano, me reuní para cenar con un grupo de amigos y conocidos en la casa de un sacerdote católico local. Después de comer y de charlar un poco, la conversación naturalmente giró hacia la política y la creciente situación en Oriente Medio. Como ya me había reunido con el grupo un puñado de veces durante el año pasado, estaba familiarizado con la posición que sostenían la mayoría de los hombres presentes en relación con las cuestiones de Israel/Palestina y el poder judío internacional. Todos ellos opinan que Israel es un aliado indispensable de Estados Unidos, y un defensor de esos sagrados valores “judeocristianos” en un Oriente Medio por lo demás incivilizado y bestial (quizá, algún día, se realice un estudio que examine las razones por las que los cristianos apoyan con tanta vehemencia a las personas que rechazan a su Señor y Salvador, y han construido todo un edificio teológico basado en ese rechazo, al mismo tiempo que asesinan y mutilan a sus correligionarios en Oriente Medio).
En cuanto a este último punto, esos cristianos probablemente no sepan que el judaísmo tradicional abomina de su religión, y que muchos líderes judíos han jurado erradicar el cristianismo de la Tierra Santa, como se sugiere en este breve fragmento de la larga entrevista que Tucker Carlson le efectuara a un pastor cristiano de Belén a principios de este año:
https://x.com/CensoredMen/status/1777810791254638877
Esa misma conversación durante la cena giró luego hacia el actual conflicto de Gaza y el uso de esos dispositivos electrónicos explosivos.
La conversación comenzó con una oleada de los habituales tópicos vacíos sobre el derecho de Israel a defenderse y responder en consecuencia al ataque de Hamas del 7 de Octubre de 2023. La respuesta totalmente asimétrica de Israel que, según la prestigiosa revista médica británica The Lancet, ya ha exterminado a cerca de 200.000 palestinos, no ha sido lo suficientemente contundente, al menos en opinión de uno de los fieles asistentes a la cena. Cuando surgió el tema de los ataques con buscapersonas en el Líbano, algunos de los hombres, incluido el sacerdote, comenzaron a abuchear y a gritar su aprobación por la flagrante violación del derecho internacional por parte de los judíos. Comencé a hablar sobre la inmoralidad y las consecuencias de largo alcance de un ataque de esa magnitud, pero mis interlocutores, voluntariamente obtusos, me denunciaron rápidamente y me informaron que, en realidad, se trataba de un ataque brillante y, después de todo, bastante proporcionado, teniendo en cuenta las violaciones en masa y otras atrocidades perpetradas por Hamas el 7 de Octubre. Dejando de lado la evidente irracionalidad de su argumento, decidí plantear el argumento de que lo más probable es que la inteligencia israelí hubiera planeado la operación con años de antelación y se hubiera basado en su profunda infiltración en las industrias tecnológicas para manipular los dispositivos para que detonasen a nivel de fabricación. Les informé que esa penetración en industrias clave plantea un gran riesgo para todos los pueblos del mundo, y que este novedoso ataque puede muy bien haber sentado un precedente peligroso. Mi sugerencia de que la inteligencia israelí posee la capacidad de colocar explosivos con antelación en productos de consumo provocó bufidos de burla y, tras un breve pero igualmente notable discurso sobre el llamado Holocausto, la conversación pasó a cuestiones más mundanas.
Esas reacciones tan sesgadas de los estadounidenses no son un fenómeno nuevo. El 7 de Diciembre de 1941, las fuerzas militares de Japón lanzaron un ataque sorpresa contra las fuerzas de nuestro país, y estoy seguro de que los padres o abuelos de los conservadores que asistían a esa cena lo consideraron uno de los golpes más traicioneros jamás asestados en una guerra, lo que demostró de forma permanente la villanía japonesa. Muchos estadounidenses consideraron después que nuestra aniquilación nuclear de las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki fue una justa retribución por ese inesperado golpe militar de 1941.
Pero una generación después, Israel hizo prácticamente lo mismo, utilizando un ataque sorpresa en 1967 para destruir las fuerzas aéreas de Egipto y Siria sobre el terreno, lo que permitió a las FDI ganar fácilmente la guerra y apoderarse de territorio de ambos países. Sin embargo, debido a su presentación en los medios, casi todos los estadounidenses de la época aplaudieron al valiente Israel por su brillante éxito militar.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y sus aliados establecieron las Naciones Unidas para hacer cumplir el derecho internacional y mantener la paz. Nuestros medios de comunicación, fervientemente pro-israelíes, han descrito a menudo la creación del estado de Israel en 1948 como uno de los primeros momentos de mayor orgullo de la ONU, cuando ese organismo internacional dio una patria nacional al sufrido pueblo judío.
Luego, a principios de este año, la Asamblea General de la ONU votó a favor de admitir a Palestina como estado miembro, proporcionando así una patria nacional similar al sufrido pueblo palestino y, como consecuencia, Israel se volvió contra su creador con una venganza feroz. En un discurso fulminante, el embajador de Israel ante la ONU hizo públicamente (¡y literalmente!) trizas la Carta de la ONU ante los demás miembros, denunciando a ese organismo como ilegítimo y “antisemita”, con lo que parecía declarar la amarga hostilidad de su país hacia el mundo entero. No estoy seguro de que alguna vez se haya producido una escena similar en la tribuna de la ONU, y mucho menos viniendo de un país que debe toda su existencia a la ONU.
En otro hecho sin precedentes ocurrido a principios de este mes, Israel prohibió al Secretario General de las Naciones Unidas entrar en ese país. Luego, durante la última semana o dos, el ataque israelí contra las Naciones Unidas pasó de lo simbólico a lo militar, con las fuerzas de las FDI disparando repetidamente proyectiles contra las tropas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas en el Líbano, y exigiéndoles que abandonaran ese país soberano, a pesar de la antigua resolución del Consejo de Seguridad que autoriza su presencia. Un par de soldados de las Naciones Unidas resultaron heridos en esos incidentes y otros 15 resultaron heridos con lo que parecíó ser algún tipo de ataque químico israelí.
En los últimos doce meses, los israelíes han matado a más de 200 trabajadores humanitarios de las Naciones Unidas en Gaza, y algunas figuras prominentes desearían que las fuerzas de paz de las Naciones Unidas en el Líbano sufrieran un destino similar. Matthew Brodsky, ex asesor judío de la Casa Blanca que vivió y estudió en Israel, pasó años informando a miembros del Congreso y del poder ejecutivo sobre cuestiones de Oriente Medio, y recientemente declaró que “Israel debería bombardear con gran cantidad de explosivos la zona irlandesa y luego arrojar napalm sobre ella”, instando a Israel a aniquilar esos contingentes de la ONU, lo que no parece la actitud esperada de un ex funcionario estadounidense.
Aunque la ONU creó a Israel, algunos aspectos sorprendentes de esa relación legal fueron abordados en una larga entrevista hace una semana o dos con el coronel Jacques Baud, un ex oficial militar suizo muy respetado con amplia experiencia en Oriente Medio.
Como explicó Baud, justo después de la creación de Israel, sus militantes asesinaron al negociador de paz de la ONU, el conde Folke Bernadotte, que había sido enviado para resolver la disputa con los palestinos; asesinato que provocó una votación de condena por parte del Consejo de Seguridad de la ONU. En vista de ese legado de terrorismo, la admisión original de Israel en las Naciones Unidas estuvo supeditada a tres condiciones: que Israel estableciera sus fronteras, que otorgara el derecho de retorno a los palestinos que habían huido o habían sido expulsados, y que Jerusalén fuera internacionalizada. Pero como ningún gobierno israelí ha cumplido jamás ninguna de esas condiciones, Baud señaló que, desde una perspectiva estrictamente legal, Israel debería ser expulsado de la ONU y declarado un estado bandido.
Baud subrayó que desde sus primeros días, los dirigentes de Israel siempre habían soñado con una expansión territorial a gran escala mediante la anexión de tierras vecinas, y que esa era la razón por la que ningún gobierno israelí había estado dispuesto a fijar sus fronteras, como habían exigido las Naciones Unidas.
Un documental estrenado hace unos días por Arte, canal de servicio público europeo, parecía confirmar las afirmaciones de Baud, y también indicaba que tales ideas de engrandecimiento territorial no habían sido abandonadas. En una de las entrevistas, el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, declaró que las fronteras de su país debían avanzar gradualmente hasta incluir los territorios de Jordania, Líbano, Egipto, Siria, Irak y Arabia Saudita, todos los cuales constituyen las tierras otorgadas por Dios al pueblo judío. Obviamente, ese discurso agresivo no es propicio para un Oriente Medio estable y pacífico.
En una entrevista reciente, el ministro de Finanzas israelí de extrema derecha, Bezalel Smotrich, afirmó que Israel se expandiría “poco a poco”, y eventualmente abarcaría todos los territorios palestinos, así como Jordania, Líbano, Egipto, Siria, Irak y Arabia Saudita.
https://x.com/MiddleEastEye/status/1844788710971220068
De hecho, a lo largo de las últimas generaciones, nunca he oído hablar de ningún otro líder político de alto nivel que anunciara casualmente su intención de conquistar a todos sus vecinos y anexarse sus territorios.
Estoy seguro de que muchos occidentales con el cerebro lavado atribuirían esas declaraciones a Adolf Hitler, creyendo que esos tan audaces planes públicos de conquista habían justificado la formación de la alianza global que derrotó y destruyó a la Alemania nazi. Pero eso es una tontería total. Durante el período de debilidad de Alemania, Polonia había obtenido ilegalmente el control de la ciudad de Danzig, 95% de propiedad alemana, y después de que Hitler resolviera pacíficamente todas las demás disputas fronterizas de Alemania, su única exigencia restante era que la ciudad fuera devuelta a Alemania, y esa pequeña chispa encendió la Segunda Guerra Mundial. Esta importante historia fue analizada en profundidad en 1939 – The War That Had Many Fathers, publicado en 2011 por Gerd Schultze-Rhonhof, muy conocido experto militar e historiador alemán.
Pero incluso si nuestros ignorantes ciudadanos han aceptado una narrativa histórica tan totalmente equivocada de la Segunda Guerra Mundial, la creación de una alianza global para destruir a la Alemania nazi seguramente parecería el precedente perfecto para una alianza similar para destruir al Israel sionista. Sin embargo, el poder del control mental de los medios de comunicación impide a sus víctimas mantener esa coherencia lógica en sus pensamientos.
Aunque los planes declarados de Smotrich de crear un Gran Israel conquistando la mayor parte de Oriente Medio pueden parecer extremos, parece más inusual por su franqueza pública que por sus creencias reales. De hecho, como documentó el profesor Shlomo Sand en su excelente libro de 2012 La invención de la tierra de Israel, tales nociones siempre han representado los verdaderos objetivos del movimiento sionista.
De manera similar, Smotrich fue igualmente sincero cuando declaró públicamente hace un par de meses que sería “justo y moral” que Israel exterminara totalmente a los dos millones de palestinos, pero que la opinión pública mundial impedía actualmente que su gobierno diera ese importante paso. Una vez más, su posición probablemente representaba las opiniones privadas de la mayoría de sus compañeros miembros del gobierno israelí.
https://x.com/PalHighlight/status/1821406015155224723
A lo largo de los años, algunos israelíes destacados se han hecho famosos por sus periódicas declaraciones públicas en las que afirman que pretenden masacrar a millones de no judíos en todo el mundo. En 2018 señalé las dramáticas declaraciones que el futuro primer ministro Ariel Sharon había efectuado a principios de los años 1980 cuando fue entrevistado extensamente por Amos Oz, una de las figuras literarias más importantes de Israel. Oz luego publicó estas declaraciones bajo un manto de anonimato, como un capítulo de su colección de ensayos de 1983 En la tierra de Israel. Como expliqué en 2018, Sharon se había proclamado orgullosamente “judeo-nazi”.
El hecho de que se describiera a sí mismo en esos términos no era una exageración, ya que abogaba con bastante regocijo por la matanza de millones de enemigos de Israel y la vasta expansión del territorio israelí mediante la conquista de tierras vecinas y la expulsión de sus poblaciones, junto con el libre uso de armas nucleares si ellos o cualquier otro se resistían demasiado a tales esfuerzos. En su audaz opinión, los israelíes y los judíos en general eran demasiado blandos y mansos, y necesitaban recuperar su lugar en el mundo, convirtiéndose una vez más en un pueblo conquistador, posiblemente odiado pero definitivamente temido. Para él, la reciente masacre de mujeres y niños palestinos en Sabra y Chatila no tiene ninguna importancia, y el aspecto más desafortunado del incidente era que los asesinos habían sido aliados falangistas cristianos de Israel, en lugar de los propios soldados israelíes.
Ahora bien, el exceso retórico es bastante común entre los políticos, y un prometido velo de anonimato obviamente aflojará muchas lenguas. Pero ¿puede alguien imaginarse a un personaje público estadounidense o de otro país occidental hablando en esos términos, y mucho menos a alguien que se mueve en círculos políticos superiores? En estos días, Donald Trump a veces tuitea un insulto mal escrito a las dos de la mañana, y los medios estadounidenses quedan horrorizados. Pero dado que su administración filtra información como un colador, si se jactara rutinariamente ante sus confidentes de que posiblemente haya asesinado a millones, seguramente nos habríamos enterado. De hecho, no parece haber la más mínima evidencia de que los nazis alemanes originales alguna vez hablaran de esa manera en privado, y mucho menos mientras un periodista tomaba notas cuidadosamente. Pero los “judeo-nazis” de Israel son otra historia.
American Pravda: judíos y nazis
Ron Unz • The Unz Review • 6 de agosto de 2018 • 6.800 palabras
Aunque esas declaraciones sanguinarias de Smotrich y Sharon estaban dirigidas en general a los musulmanes y cristianos de Oriente Próximo, los europeos también han sido sin duda el objetivo de esa destrucción, especialmente de tipo nuclear. Por ejemplo, durante la Segunda Intifada de principios de los años 2000, los atentados suicidas generalizados llevados a cabo por militantes palestinos que buscaban la libertad para su Cisjordania ocupada, pusieron a la sociedad israelí bajo una gran tensión, y el profesor Martin van Creveld, uno de los historiadores militares más respetados del país, declaró que si Israel estuviera al borde de la caída, destruiría todas las ciudades de Europa como un acto de puro rencor y venganza:
Poseemos varios cientos de ojivas nucleares y cohetes y podemos lanzarlos contra objetivos en todas direcciones, tal vez incluso contra Roma. La mayoría de las capitales europeas son objetivos de nuestra fuerza aérea. Permítanme citar al general Moshe Dayan: “Israel debe ser como un perro rabioso, demasiado peligroso para molestarlo”. Considero que todo es inútil en este momento. Tendremos que tratar de evitar que las cosas lleguen a eso, si es posible. Nuestras fuerzas armadas, sin embargo, no son las trigésimas más fuertes del mundo, sino más bien las segundas o terceras. Tenemos la capacidad de arrastrar al mundo con nosotros. Y puedo asegurarles que eso sucederá antes de que Israel se hunda.
Esta doctrina, según la cual un Israel en decadencia utilizaría su arsenal nuclear para destruir la mayor parte del mundo, es denominada “opción Sansón”, y fue ampliamente publicitada en un best seller con ese título, publicado en 1991 por el reconocido periodista de investigación Seymour Hersh. Pero, aunque ese libro recibió mucha atención tanto en el momento de su publicación como en las décadas posteriores, cuando lo leí hace unos años, descubrí que uno de sus elementos más sorprendentes nunca había sido mencionado en ninguna de las diversas reseñas y resúmenes que había leído en los medios de comunicación.
Como la mayoría de los observadores, siempre había asumido que Israel había desarrollado su arsenal nuclear como una carta de triunfo que podría utilizar contra los estados árabes vecinos, si alguna vez éstos últimos parecían estar a punto de obtener la ventaja en términos militares convencionales. De hecho, durante los graves reveses militares de la guerra de 1973, Israel hizo exactamente eso, y su amenaza de aniquilación nuclear de El Cairo y Damasco ayudó a obligar a la administración Nixon a proporcionar el flujo sin precedentes de equipo militar que permitió a Tel Aviv cambiar el curso de la batalla y salir victoriosa.
Pero el libro de Hersh dedicó casi veinte páginas al hecho notable de que durante la década de 1980, el objetivo principal del arsenal termonuclear de Israel era en realidad la Unión Soviética. Explicó que los israelíes obtuvieron acceso subrepticiamente a la información de reconocimiento estadounidense que les permitió apuntar con eficacia a Moscú, Leningrado, y las otras ciudades soviéticas más importantes, para su aniquilación. Esta capacidad de ataque nuclear tenía por objeto disuadir poderosamente a la URSS de proporcionar demasiado apoyo a sus aliados árabes, que eran los adversarios inmediatos de Israel. En aquellos años, los soviéticos estaban en la cúspide de su poderío militar, poseían el mayor arsenal nuclear del mundo, y dado que Israel es tan pequeño geográficamente, me pareció bastante chocante que hubiera desarrollado un plan de batalla serio para atacar y destruir al país más grande del mundo.
Además, según Hersh, los israelíes también estaban haciendo grandes esfuerzos para desarrollar armas nucleares miniaturizadas, que pudieran ser empacadas en una maleta común y corriente, que el Mossad podría luego contrabandear fácilmente a la URSS o a cualquier otro país considerado potencialmente hostil, sin ningún medio posible de defensa contra un método tan discreto. A lo largo de los años, muchos comentaristas agitados en Internet han afirmado a menudo que las embajadas israelíes en todo el mundo probablemente contienen armas nucleares que podrían ser detonadas en una crisis, destruyendo así las capitales de todos los países importantes. Yo siempre había descartado tales nociones como paranoia irrazonable. Pero después de releer partes del libro de Hersh de 1991 y considerar los recientes ataques con buscapersonas explosivos, ahora no estoy tan seguro de eso.
Este tipo de actitudes extremadamente audaces o extremadamente insensatas, parecen subsistir aún entre los actuales dirigentes israelíes. El año pasado, un alto funcionario político israelí, enfurecido por lo que consideró un apoyo ruso insuficiente tras el ataque a Hamas, declaró en RT que, después de que Israel destruyera a Hamas, tomaría represalias severas contra Rusia, una amenaza asombrosa contra el país que posee el arsenal nuclear más grande del mundo.
Aunque Estados Unidos ha tenido a menudo malas relaciones con varios países latinoamericanos, nunca he oído a los dirigentes de Cuba, Venezuela o Nicaragua aparecer en la TV estadounidense y amenazar a Estados Unidos con una furia tan llena de saña.
En circunstancias normales, los países cuyos dirigentes proclaman públicamente su intención de conquistar a todos sus vecinos, exterminar a millones de civiles a los que consideran hostiles, y tal vez acabar utilizando su arsenal nuclear para destruir todas las ciudades de Europa, serían vistos con enorme preocupación internacional. Obviamente, esas preocupaciones se magnificarían si esas palabras temibles hubieran ido acompañadas regularmente de hechos igualmente temibles, incluida una historia sin igual de asesinatos a lo largo de las generaciones, dirigidos contra dirigentes tanto de Oriente Próximo como de Occidente. Más recientemente, los israelíes utilizaron ochenta y tantos explosivos antibunker de 2.000 libras para arrasar una manzana entera de la capital libanesa, Beirut, en un intento exitoso por asesinar a un dirigente enemigo, y en mis numerosos artículos del año pasado he resumido regularmente algunos de sus horrendos crímenes de guerra.
De hecho, los israelíes siguieron generando una avalancha de contenido cautivador para esos videos. Multitudes de activistas israelíes bloquearon regularmente el paso de camiones de comida y, en pocas semanas, altos funcionarios de la ONU declararon que más de un millón de habitantes de Gaza estaban al borde de una hambruna mortal. Cuando los desesperados y hambrientos habitantes de Gaza invadieron uno de esos pocos convoyes de entrega de alimentos a los que se les permitió pasar, el ejército israelí disparó y mató a más de 100 de ellos en la “Masacre de la Harina”, que luego se repitió. Todas estas escenas horribles de muerte y hambruna deliberada, fueron transmitidas a todo el mundo en las redes sociales, y algunos de los peores ejemplos vinieron de los relatos de alegres soldados israelíes, como su video del cadáver de un niño palestino devorado por un perro hambriento. Otra imagen mostraba los restos de un prisionero palestino atado, que había sido aplastado por un tanque israelí mientras aún estaba vivo. Según una organización europea de derechos humanos, los israelíes habían utilizado regularmente excavadoras para enterrar vivos a un gran número de palestinos. Los funcionarios de la ONU informaron que encontraron fosas comunes cerca de varios hospitales, en las que las víctimas fueron halladas atadas y desnudas, como si hubieran sido asesinadas a balazos. Como ha señalado el provocador de Internet Andrew Anglin, el comportamiento de los judíos israelíes no parece simplemente malvado, sino “caricaturescamente malvado”, ya que todos sus crímenes flagrantes parecen estar basados en el guión de alguna película de propaganda exagerada, pero están sucediendo en la realidad, en la vida real.
Sin embargo, a pesar de estos hechos extremos, hasta hace muy poco el control mental casi total de los medios de comunicación que Israel y sus aliados políticos locales desplegaron, fue suficiente para mantener a una gran mayoría de ciudadanos occidentales en el bando de Israel, apoyando firmemente sus acciones.
Sin embargo, ese control mental por los medios requiere un cuasi monopolio de las fuentes de información. Durante dos o tres generaciones, ese fue en gran medida el caso, con enérgicos guardianes pro-israelíes que se aseguraban de que poca o ninguna información contraria llegara a los ojos y oídos del público estadounidense. Pero el auge de Internet ha erosionado drásticamente el poder de los medios electrónicos tradicionales, que se ha visto especialmente desafiado por el canal de distribución eficaz de las redes sociales. Se han hecho grandes esfuerzos para alinearlas, pero plataformas relativamente libres de censura como TikTok y X (ex Twitter) de Elon Musk todavía permiten la difusión generalizada de las horribles imágenes de la destruida Gaza, que han transformado tanto las opiniones de los estadounidenses más jóvenes.
Aunque la censura en YouTube es mucho más estricta, también proporciona un canal de distribución para contenido importante que habría sido impensable hace un par de décadas.
Pensemos, por ejemplo, en Al Jazeera, la cadena mundial de noticias fundada por Qatar, que se hizo famosa internacionalmente durante la guerra de Irak. Una lista negra concertada por todas las principales compañías de cable le negó más tarde el acceso a los hogares estadounidenses, con lo que la cadena se convirtió en una oscura nota al pie de página en el paisaje informativo de Estados Unidos. Sin embargo, todo eso cambió con el auge de Internet, que acabó permitiendo que el potente contenido de Al Jazeera, producido profesionalmente, compitiera en igualdad de condiciones con producciones similares de CBS o FoxNews.
Mientras tanto, medios de comunicación de bajo presupuesto como Grayzone también han utilizado YouTube para distribuir su contenido de vídeo y, aunque a veces han sido censurados en esa plataforma, hace quince o veinte años nadie se habría enterado siquiera de su trabajo.
Hace un par de semanas fue recordado el primer aniversario de los atentados del 7 de Octubre, y Al Jazeera y Grayzone lanzaron cada uno un potente documental sobre aspectos cruciales de los últimos doce meses. Eran algo diferentes en su enfoque, pero proporcionaban aspectos totalmente complementarios de esa historia, y nuestros medios tradicionales ignoraron casi todo ese material. En conjunto, estos documentales duran más de dos horas, y creo que verlos tendría un impacto considerable en la opinión de cualquier persona cuya información previa se hubiera limitado a nuestras fuentes convencionales, ya sean de radio o de prensa escrita.
El documental de 80 minutos de Al Jazeera se centró en los crímenes de guerra israelíes, y ya ha atraído más de un millón de visitas en YouTube en menos de dos semanas, y posiblemente cientos de miles de visitas más en X y otras plataformas, por lo que parece un comienzo muy sólido.
Aunque los ejércitos han cometido crímenes de guerra desde tiempos inmemoriales, nunca antes habían sido documentados de forma tan exhaustiva, y gran parte de las pruebas fueron obtenidas de las cuentas en las redes sociales de las tropas israelíes, que filmaron y subieron alegremente los videos, presumiblemente para impresionar a sus amigos. Dudo que ningún otro ejército del mundo haya estado tan ansioso por alardear de sus crímenes como el de Israel, posiblemente porque décadas de impunidad política y mediática casi total han elevado la arrogancia de su gobierno, sus militares y sus ciudadanos a niveles sin precedentes.
Al Jazeera había reclutado a varias personas conocedoras para evaluar las imágenes, incluidos funcionarios experimentados de derechos humanos y un general retirado del ejército británico, y en sus entrevistas ante la cámara, se mostraron totalmente consternados por todas las violaciones obvias del derecho internacional que estaban presenciando ante sus ojos.
Los palestinos cautivos, la mayoría de ellos civiles aparentemente inocentes, fueron severamente abusados y maltratados, utilizados ilegalmente como escudos humanos, o incluso asesinados sin motivo. Fueron saqueadas o destruidas viviendas y propiedades privadas, junto con todos los hospitales locales y otras instalaciones civiles. Un experto militar expresó su asombro por el hecho de que las fuerzas armadas de cualquier nación desarrollada pudieran comportarse de una manera tan totalmente indisciplinada, que casi parecía más lo que se esperaría de una milicia tribal o de una banda de forajidos, que de un moderno ejército regular.
Hacia el final, el documental también incluía cierta cobertura de la violación y el abuso sexual sistemáticos de prisioneros palestinos, aparentemente tolerados por los principales líderes de Israel y una política firmemente apoyada por una gran mayoría de su población judía. También fueron brevemente mencionados los informes de numerosos médicos occidentales, de que un gran número de niños y bebés palestinos estaban siendo asesinados por francotiradores israelíes, con disparos precisos en la cabeza y el pecho.
A pesar del contenido muy sombrío de este documental, sentí una sensación de absurdo al escuchar a esos expertos occidentales catalogar con seriedad la larguísima lista de ilegalidades y crímenes de guerra israelíes que estaban viendo. Me imaginé un sketch de Monty Python en el que Tamerlán y sus compañeros tribales de Asia Central estaban construyendo alegremente enormes montañas de cráneos humanos después de saquear una ciudad, sólo para ser criticados por varios expertos legales internacionales, quienes señalaron que tales actividades representaban claras violaciones de las diversas secciones numeradas de varios estatutos internacionales. Sospecho que el impacto de esta crítica occidental sobre esos soldados israelíes o sus principales amos políticos tendría más o menos el mismo efecto. Por ejemplo, el cabecilla de los violadores en grupo de las FDI pronto se convirtió en un héroe nacional, después de que lo amenazaran con ser procesado y se revelara su identidad.
El documental de Al Jazeera dedicó ochenta minutos a la evidencia profusamente documentada de los crímenes de guerra y las atrocidades israelíes contra civiles palestinos indefensos, y casi todo este material había sido totalmente ignorado por nuestros medios de comunicación dominantes. Mientras tanto, el documental de cuarenta minutos de Grayzone cubrió la otra cara de la historia; a saber, la cobertura masiva y abrumadora de los medios occidentales de las atrocidades y los crímenes de guerra cometidos por Hamas, casi todos los cuales parecen haber sido patrañas propagandísticas, o al menos carecían de cualquier evidencia sólida que los respaldara. Lamentablemente, el video está restringido en YouTube y no puede ser incrustado.
Días después de la incursión de Hamas, periodistas occidentales crédulos comenzaron a informar que Hamas había decapitado a cuarenta bebés israelíes y, después de que esa historia fuera desacreditada y retractada, pronto aparecieron historias igualmente inventadas de bebés asados, seguidas más tarde por relatos de brutales mutilaciones sexuales y violaciones en grupo. Aunque ninguna de estas afirmaciones tenía base probatoria, importantes figuras occidentales, desde el presidente Joseph Biden en adelante, dieron credibilidad a estas absurdas invenciones.
Lamentablemente, las retractaciones de las diversas historias de atrocidades de Hamas apenas atrajeron la atención de aquellos titulares escabrosos originales, y estoy seguro de que estos últimos se han grabado profundamente en la memoria de gran parte de la población de Estados Unidos y Occidente. La gente informada puede considerar que “cuarenta bebés decapitados” es una forma abreviada de ridícula ficción de atrocidades, pero sospecho que cinco o diez veces más estadounidenses todavía creen que esas historias fueron reales. Y ésto es probablemente aún más cierto en la sociedad israelí, cargada de emociones.
Basándome en algunos de los comentarios casuales hechos en esos documentales en video, creo que una gran mayoría de israelíes comunes todavía creen esas historias de atrocidades, considerando a los combatientes de Hamas como demonios en forma de hombres, que decapitaron y asaron bebés, y violaron y mutilaron en grupo a niñas, y que los civiles palestinos que supuestamente los apoyan caen en la misma categoría. Así, las violaciones en grupo aparentemente ficticias de niñas y mujeres israelíes se convirtieron posiblemente en un factor crucial que llevó a los israelíes a cometer violaciones en grupo muy reales contra sus cautivas palestinas como actos de venganza, así como todas las demás brutalidades, torturas y asesinatos presentados en el documental de Al Jazeera.
Estas grotescas afirmaciones judías de atrocidades ficticias de Hamas tuvieron horribles consecuencias en la vida real, y éste es un patrón que he observado en algunos otros eventos históricos importantes. En un artículo de 2018, me basé en el extenso estudio del antisemitismo histórico realizado por el profesor Albert Lindemann, para señalar la existencia de ciertas tendencias culturales y sus resultados a veces desafortunados.
Lindemann describe con franqueza la tensión entre la población judía de Rusia, que crece muy rápidamente, y sus autoridades gobernantes, y no puede evitar mencionar la notoria reputación judía de soborno, corrupción y deshonestidad en general, y numerosas figuras de todos los orígenes políticos señalan que la notable propensión judía a cometer perjurio en los tribunales condujo a graves problemas en la administración eficaz de la justicia. El eminente sociólogo estadounidense E. A. Ross, escribiendo en 1913, caracterizó el comportamiento habitual de los judíos de Europa del Este en términos muy similares … La notoria tendencia judía a mentir descaradamente o a exagerar descaradamente, ha tenido a veces consecuencias humanas horribles.
American Pravda: La naturaleza del antisemitismo
Ron Unz • The Unz Review • 30 de Julio de 2018 • 5500 palabras
Los medios occidentales siguen bajo un férreo control pro-israelí, pero Occidente representa una pequeña y menguante porción de la población mundial y de su economía.
Uno de los pocos canales occidentales importantes de YouTube que ofrece una perspectiva diferente sobre estos acontecimientos es el del juez Andrew Napolitano, el que reúne a destacados académicos estadounidenses, expertos en seguridad nacional y periodistas cuyas opiniones están totalmente excluidas de nuestros medios tradicionales. Aunque representan una amplia variedad de perspectivas ideológicas y profesionales diferentes, todos coinciden en la misma realidad básica de los acontecimientos, una realidad muy divergente de lo que se presenta en nuestros medios.
Entre esos invitados habituales se encuentra el profesor John Mearsheimer, eminente politólogo, que acaba de regresar de un viaje al extranjero a China y a otros varios países. En una entrevista la semana pasada, destacó que aunque Estados Unidos y Occidente siguen bajo ese control mediático, los medios del resto del mundo ofrecen una narrativa muy diferente de los acontecimientos, mucho más cercana a la que él y sus compañeros de viaje defendieron.
Hace un par de décadas, los medios de comunicación globales estadounidenses y su poderoso sistema de control mental dominaban el planeta, pero ahora su zona de influencia es una porción de territorio que se reduce rápidamente, y su descripción extremadamente deshonesta del conflicto entre Israel y Gaza daña severamente la credibilidad que le queda.
Por último, debo señalar que una empresa de medios de comunicación turca publicó un breve video, pero poderosamente conmovedor, que describe el año 2040 y la conmemoración del 16º aniversario de la masacre genocida de la población civil de Gaza, que ocurrió mientras casi todo el mundo observaba y no hacía nada.
Como jefe de gabinete del secretario de Estado Colin Powell durante mucho tiempo, el coronel Lawrence Wilkerson había pasado muchos años cerca de la cima del gobierno estadounidense, pero cuando le mostraron ese fragmento en una entrevista, se quedó sin palabras y necesitó unos minutos para recuperar la compostura antes de poder continuar.
Lectura relacionada:
- Bibliography
- American Pravda: Remembering the Liberty
- The State of Israel as “Cartoonishly Evil”?
- American Pravda: Hamas, Nazis, and the Right to Rape
- Israel/Gaza: The Masks Come Off in American Society
- American Pravda: Jews and Nazis
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko