Un impuesto fijo no es más “eficiente” que un sistema tributario con lagunas

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    La falacia con frecuencia repetida es que las lagunas en el código tributario son “ineficientes”. Un impuesto más eficiente, dicen los economistas, es un impuesto fijo y global del que no se puede escapar, ya que ésto significa que nadie desperdiciará recursos en planificación fiscal y, por lo tanto, en evasión fiscal. En otras palabras, serán utilizados más recursos en la producción, lo que es mejor para la “economía”.

    Dejando de lado el argumento moral y ético sobre la evasión fiscal, el argumento de la eficiencia es también completamente erróneo. Muestra cuánto se han desviado los economistas de la comprensión de lo que supuestamente intentan aprender: el mercado.

    El argumento de la ineficiencia de las lagunas fiscales se basa en la opinión de que los usos aparentemente improductivos de los recursos son un desperdicio porque no contribuyen a la economía en general. Pero éste es un argumento retrógrado y, de hecho, es el mismo argumento contra el “acaparamiento” de fondos. Y supone que las personas (o, más específicamente, sus propios recursos) están para la economía, en lugar de que la economía esté para las personas.

    Sin embargo, parece intuitivo que los recursos que no son utilizados para producir o comprar bienes y servicios, contribuirían poco a la máquina económica. Después de todo, si alguien utiliza una parte de sus ingresos para pagar a contadores y abogados tributarios para que descubran cómo pagar menos impuestos (elusión fiscal), entonces ese dinero podría haber sido utilizado productivamente para aumentar la oferta de bienes (mediante la inversión/producción), o aumentar la demanda de los mismos (mediante la compra y el gasto). En cambio, ese dinero es redirigido para convertirse en ingresos para personas que manipulan los números y crean estructuras legales artificiales que explotan las lagunas fiscales.

    Esta intuición es errónea porque no entiende de qué se trata la economía, y elimina por completo el funcionamiento del proceso de mercado.

    Al igual que el acaparamiento supuestamente mantiene el dinero alejado de la sociedad al mantenerlo “inactivo” en lugar de ser aplicado a la producción, “invertir” en encontrar y explotar lagunas fiscales no crea nada útil. Excepto que sí lo hace. La intuición de que los recursos que no son utilizados en la producción son de alguna manera un desperdicio, es errónea. El propietario de los recursos necesariamente eligió (lo que parecía ser) el curso de acción más valioso disponible, lo que difícilmente es un desperdicio. Más bien, por definición, maximiza el valor desde el punto de vista de su legítimo propietario.

    La economía funciona exactamente de esta manera: los propietarios de recursos los invierten para satisfacer sus deseos y necesidades percibidos. Todos lo hacemos, todo el tiempo. Ya sea directamente a través del consumo, o indirectamente a través de la producción que satisface nuestros propios deseos en el futuro o los deseos de otros (lo que luego genera ingresos que podemos utilizar para satisfacer los nuestros). El mercado consiste simplemente en los intercambios involucrados en hacer que ésto suceda, y con el mecanismo de precios podemos dirigir los recursos hacia sus usos más valiosos, con el fin de crear una mayor satisfacción de nuestros propios deseos.

    Si la explotación de las lagunas fiscales fuera realmente económicamente ineficiente, entonces nadie elegiría voluntariamente dirigir sus recursos de esa manera. Dado que lo hacen, ésto significa que valoran el poco dinero que pueden evitar que la agencia recaudatoria les sustraiga (a pesar del gasto que implica hacerlo) más que las alternativas disponibles para ellos.

    Por lo tanto, cerrar las lagunas fiscales tiene sólo un efecto: despoja a los legítimos propietarios de esos recursos, quienes los aplicarían a su uso más valioso. En otras palabras, empeora su situación, y ésto es supuestamente “eficiente” para la nueva generación de economistas.

    La única manera de entender esta afirmación es pensar en la economía como una máquina, no como un organismo; y como una máquina con un propósito específico: crear empleos. Que esos empleos creen valor real no viene aparentemente al caso, porque lo que importa es el gasto total dentro de la economía que, a su vez, crea la capacidad de emplear. Es un argumento keynesiano de cabo a rabo, que pasa por alto por completo si la economía crea valor, siempre que el dinero fluya a través del sistema y la gente tenga empleo y, por lo tanto, reciba un pago por hacer cosas (como cavar pozos para volver a taparlos).

    En otras palabras, la “eficiencia” es aquí exactamente lo opuesto a la creación de valor, por lo que destruir alternativas valiosas para los actores es una “mejora” del sistema económico. No es extraño que la teoría keynesiana no incluya ni sea compatible con el concepto de espíritu emprendedor.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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