El gran misterio del holocausto: reconsiderando las evidencias

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    Introducción por el traductor

    “La historia la escriben los vencedores”. Esta frase se ha vuelto omnipresente, pronunciada con naturalidad e irreflexión por la gran mayoría de los intelectuales quienes, en su mayoría, a pesar de pronunciarla (a menudo con tono arrogante y condescendiente), no cuestionan la versión de los vencedores y de los que gobiernan, especialmente si éstos se sitúan en el espectro ideológico que ellos favorecen.

    La historia oficial/institucionalizada, por desgracia, contiene innumerables falsedades (“hechos” falsos y/o inexactos) e innumerables interpretaciones sesgadas y distorsionadas. La tarea de los historiadores revisionistas, por lo tanto, reside ‒en consonancia con el significado del propio adjetivo “revisionista”‒ en la revisión de la llamada historia oficial: en la búsqueda objetiva e imparcial de los hechos, y en la búsqueda ‒igualmente objetiva e imparcial‒ de interpretaciones adecuadas y apropiadas de estos mismos hechos.

    De hecho, la idea de revisarlo todo constantemente es un llamado a cultivar la humildad para dejar de lado la absurda ilusión (autoengaño) de la perfección, y reconocer la naturaleza imperfecta y limitada de nosotros como seres humanos. Es necesario tener presente (1) la realidad de que el conocimiento humano tiene limitaciones (es decir, no es omnisciente; si lo fuera, no sería humano, sino divino) y, además, (2) la realidad de que este conocimiento humano puede verse distorsionado por sesgos e intereses personales. Siempre debemos considerar los defectos y limitaciones humanas, tanto en la capacidad cognitiva como en la imparcialidad, e incluso en la integridad de carácter.

    Por ejemplo, en mi trabajo como escritor/traductor, veo que siempre hay algo que revisar: una frase que mejorar; un error tipográfico que corregir; una palabra ‒incluso en mi propo idioma‒ que aprender y asimilar.

    Volviendo al asunto de la historia oficial/institucionalizada: es común ver a los vencedores y a las potencias establecidas presentarse como campeones y figuras de la justicia, la honestidad, la decencia, la virtud, la ética, la conducta perfecta e impecable, la ciencia y la sabiduría. Y es común que presenten a sus enemigos y oponentes como la encarnación absoluta del mal, la ignorancia, la crueldad y la falta de escrúpulos; una presentación que justifica cualquier crimen y exceso criminal que hayan perpetrado y continúen perpetrando contra sus enemigos y oponentes y, sobre todo, contra la población civil de los territorios de éstos (así como contra cualquier persona inocente que esté, o parezca estar, relacionada con ellos).

    La actitud de fomentar el escepticismo y la postura crítica es siempre necesario ante todas las manifestaciones intelectuales de los seres humanos; y esta actitud resulta aún más necesaria ante las ideas y la información provenientes del poder político institucionalizado. La mayoría de la gente dice no creer en los políticos; dicen que son inútiles, que sólo mienten y roban. Pero a pesar de ello, la mayoría cree en prácticamente todo lo que proviene de la institución del poder político: el estado. Creen en las autoridades estatales ‒entre las que se incluyen los políticos‒, en la legislación estatal (considerada la encarnación perfecta y absoluta de la ética y de la justicia), en la historia oficial, en las estadísticas oficiales, en las narrativas oficiales, en la “ciencia” oficial. Y, en tiempos de crisis, creen aún más en todo ésto.

    Al enfrentarse a asuntos considerados oficiales, pocas personas buscan reflexionar profundamente, sin superficialidad; pocos buscan profundizar; pocos no se conforman con razonamientos superficiales e información superficial; pocos ejercen lo que Stephen Kanitz denomina “vigilancia epistémica”.

    Desafortunadamente, en los establecimientos educativos oficiales (escuelas y universidades), y en los medios de comunicación oficiales, ocurre lo que yo llamo la institucionalización de la mentira y de la estupidez. “Una mentira dicha mil veces se convierte en verdad”. Al repetir una mentira con tanta frecuencia, pasa a ser considerada como verdad: la mentira es institucionalizada como verdad. Al repetir con tanta frecuencia un razonamiento defectuoso, erróneo, incompleto y superficial, se percibe como digno de aceptación e imitación: es institucionalizado como inteligente.

    Se ha dicho que la primera víctima de la guerra es la verdad. Se ha dicho que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Y a menudo se observa que la política es el terreno más fértil para la propaganda y la manipulación.

    La Segunda Guerra Mundial es considerada el mayor conflicto armado de la historia de la humanidad. Aún se siente con bastante claridad la influencia de este conflicto en el panorama político mundial. Por lo tanto, es natural que la literatura revisionista profundice en el asunto en sus diversos detalles. En particular: (a) las verdaderas causas de este conflicto; (b) las supuestas atrocidades perpetradas por los Estados del Eje (entre ellas, la presunta atrocidad conocida como el “Holocausto judío”); y (c) los acontecimientos que realmente ocurrieron durante la ocupación militar aliada de los Estados del Eje.

    En realidad, el estado alemán, por ejemplo, actuó en defensa del pueblo alemán y de sí mismo contra los estados de Polonia, Gran Bretaña, Francia (guerra que comenzó en 1939) y la URSS (guerra que comenzó en 1941). El estado polaco, al que Gran Bretaña le aseguró que recibiría apoyo británico en caso de guerra contra el estado alemán, cometió enormes atrocidades contra la minoría étnica alemana que residía en su territorio. Tan pronto como el estado alemán invadió territorio polaco, los estados británico y francés le declararon la guerra. La invasión del territorio soviético por parte del estado alemán fue un ataque preventivo. El estado stalinista se preparaba a gran escala para invadir Europa.

    Los crímenes perpetrados por los Aliados contra la población civil alemana durante y después de la Segunda Guerra Mundial ‒bombardeos aéreos genocidas; violaciones masivas y esclavitud sexual; expulsión (y posterior muerte) de millones de personas de etnia alemana, principalmente mujeres y niños, de sus hogares ancestrales en Europa del Este; esclavización masiva de millones de alemanes; y hambruna generalizada‒ son gigantescos, colosales e indescriptibles en su horror y escala.

    Por supuesto, no se puede negar la posibilidad de que el estado alemán cometiera crímenes y excesos criminales antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Lo que se critica es el objetivo de las hostilidades contra la población civil alemana. La propaganda aliada afirma que las potencias aliadas lograron la “liberación” de Alemania respecto del Tercer Reich; pero en realidad esta “liberación” significó el sometimiento del pueblo alemán a inmensas crueldades.

    Durante y después de la Gran Guerra de 1914-1918, se produjo una transición de un estado de propiedad privada (monarquías y principados) a un estado de propiedad pública (repúblicas democráticas y dictaduras socialistas/populares). Esta transición dio lugar a que la población civil fuera considerada parte del aparato estatal enemigo, incluso como fuente de recursos humanos (soldados) y económicos. La guerra del estado de propiedad pública ‒que alcanzó su punto álgido en la Segunda Guerra Mundial‒ es una guerra total de maldad ilimitada, de absoluto desprecio por la humanidad y los derechos humanos de la población civil del estado enemigo, considerada un colectivo monolítico e indiferenciado.

    El problema del colectivismo, del enfoque colectivista, es que “ve” algo inexistente: los colectivos. Lo que existe son los individuos; sólo hay seres humanos individuales. El individualismo metodológico de la Escuela Austriaca de Economía es correcto en su perspectiva analítica. Los individuos que actúan juntos, como grupos, no constituyen una entidad colectiva que piense y actúe por sí misma. Categorizaciones como “hombres”, “mujeres”, “negros”, “blancos”, “capitalistas”, “poetas”, “futbolistas”, “abogados”, “judíos”, “alemanes”, “árabes”, “musulmanes”, “brasileños”, “argentinos”, “colorados”, etc., no reconocen a cada individuo concreto; son meros estereotipos, meros arquetipos, cosas que, en realidad, sólo existen en la imaginación.

    Por ejemplo, cuando un extranjero piensa en “brasileños”, posiblemente se imagina específicamente a los habitantes de la ciudad de Río de Janeiro, con sus playas, escuelas de samba y favelas plagadas de narcotráfico. No piensa en las personas de ascendencia europea que viven en el sur (de hecho, ni siquiera saben que existen); en la gente del noreste; en la gente de la Amazonia. Cuando alguien piensa en “capitalistas”, posiblemente imagina a un hombre con obesidad mórbida con smoking, fumando un puro, con los pies sobre un escritorio y tramando maneras de explotar al proletariado (otra entidad colectiva imaginaria).

    Al abordar a un ser humano específico, debemos analizar a cada persona, a cada individuo; el estereotipo/arquetipo quizá sea correcto en su categorización, en su descripción de comportamientos típicos; pero, por otro lado, puede ser completamente erróneo. La generalización a menudo resulta ser profundamente errónea. Ahí radica el error del colectivismo. Al enmarcar a una masa amorfa de millones de “judíos” como el enemigo, el enfoque colectivista (y polilogista) del nacionalsocialismo alemán, es un ejemplo perfecto de este modo de razonamiento extremadamente rudimentario. Ludwig von Mises y Murray Newton Rothbard, figuras destacadas de la Escuela Austriaca de Economía, tenían ascendencia judía; ésto, sin embargo, no invalida sus enseñanzas, descubrimientos y logros intelectuales.

    El siguiente texto aborda desde una perspectiva revisionista los principales problemas en torno del supuesto Holocausto judío. Considero que el mapa a continuación es muy importante para que los lectores comprendan la ubicación de los lugares a los que se refiere el autor, Thomas Dalton.

    El supuesto Holocausto judío es asociado con horrendas imágenes de cadáveres desnudos y esqueléticos en fosas comunes. Estas imágenes fueron tomadas en campos de concentración (Konzentrationlager, KL) ubicados en el oeste de Alemania; en particular, en el Bergen-Belsen KL. Sin embargo, esta asociación de imágenes no tiene en cuenta que tanto historiadores tradicionales como revisionistas afirman que los judíos fueron enviados o deportados a campos en el este. Estos cadáveres desnudos y esqueléticos en fosas comunes, además de posiblemente no ser judíos, son el resultado del colapso de la infraestructura que abastecía a los campos de concentración con artículos de primera necesidad (alimentos, medicinas) y la propagación de enfermedades infecciosas, principalmente el tifus. Este colapso de la infraestructura se debe a los constantes bombardeos aéreos aliados sobre estructuras civiles (ferrocarriles, sistemas de agua, alcantarillado y electricidad, etc.) en Alemania.

    Se afirma que el supuesto Holocausto judío ocurrió en “fábricas de la muerte”, utilizando cámaras de gas homicidas. Sin embargo, desde una perspectiva técnico-práctica, esta afirmación carece de sentido. El siguiente texto centra su análisis en este enfoque técnico-práctico, en cómo habría funcionado este sistema industrial de asesinato y posterior eliminación de cadáveres. De hecho, lo más extraño del supuesto Holocausto judío es la ausencia de restos mortales. Incluso si los supuestos cadáveres hubieran sido incinerados, la cantidad de combustible utilizado (madera y carbón bituminoso/hulla) y la ceniza resultante habrían sido descomunales. Sencillamente, no habría sido posible ocultarlo.

    En mi opinión, es muy posible que existiera un destino distinto al asesinato en cámaras de gas homicidas. Según la teoría revisionista, todos estos millones de judíos ‒hombres, mujeres y niños‒ sí fueron asesinados. Si, de hecho, familias enteras fueron deportadas a regiones del este de Polonia (regiones que formaban parte del territorio soviético), es posible inferir que sufrieron, tras la reconquista de estas regiones por el Ejército Rojo, una esclavización masiva por parte del régimen stalinista, posiblemente enviadas a campos de trabajos forzados en Siberia.

    En Camboya, a partir de 1975, el régimen del Khmer Rouge de Pol Pot masacró, desde abajo, a más de 20% de la población. Los restos de sus víctimas fueron encontrados en innumerables fosas comunes. Estos restos están ahí para demostrar el horroroso e indescriptible democidio.

    La búsqueda de la “verdad real de las cosas” es lo que debería guiar la investigación de cualquier persona sobre cualquier tema. Considero excelente el siguiente y extenso artículo de Thomas Dalton, texto que abordé por primera vez en 2016, según este criterio.

    —El Traductor.

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    Publicado el 29/08/2014 en el periódico “Inconvenient History”.

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    El Holocausto constituye el mayor misterio de asesinato del siglo XX. Según nos cuentan, seis millones de judíos perecieron a manos de los nazis en cámaras de gas, ghettos y campos de concentración. Fueron muertos de hambre, asfixiados y fusilados. Sus cuerpos fueron enterrados en fosas comunes, incinerados en los hornos de Auschwitz, o en hogueras al aire libre. Y todo simplemente por ser judíos. Fue la encarnación del mal, el mayor crimen jamás perpetrado.

    Los historiadores tradicionales afirman conocer este crimen con gran detalle. Poseen documentos, fotografías y pruebas sólidas, pruebas concretas. Cuentan con testimonios incriminatorios de nazis prominentes. Algunas de las cámaras de gas sobrevivieron. Y cuentan con numerosos testigos oculares judíos. Según una parte de estos historiadores, es el “acontecimiento mejor documentado de la historia”.[[1]] Y, sin embargo, cuando hacemos preguntas detalladas y específicas, nuestros historiadores se quedan cortos. No saben realmente cuándo, dónde ni cómo murieron los judíos. No tienen una explicación técnica sobre cómo era posible, por ejemplo, gasear a miles de personas al día en una sola habitación, y luego deshacerse de sus cuerpos, sin dejar rastro. No pueden encontrar las fosas comunes que supuestamente contenían miles de cuerpos. No pueden explicar las fotografías aéreas de la guerra que muestran un campo de Auschwitz inquietantemente tranquilo. Y se niegan siquiera a considerar una multitud de pruebas contradictorias. De hecho, muchos aspectos de la historia tradicional simplemente carecen de sentido. Cuanto más profundizamos, más intrigante se vuelve la imagen y, por lo tanto, el gran misterio.

    Como en cualquier caso de asesinato, nosotros, como investigadores, querríamos examinar varios aspectos del crimen; estos aspectos incluirían el motivo, los medios por los cuales se cometió el crimen, y los cuerpos de las víctimas. Además, querríamos considerar todas las pruebas auxiliares y relacionadas que pudieran respaldar ‒o refutar‒ la versión tradicional. Como veremos, desde una perspectiva convencional todas estas áreas son problemáticas.

    La Historia reexaminada

    En las últimas décadas, ha surgido un grupo de intrépidos investigadores que desafían la visión convencional de la historia. Quienes se dedican a ésto son generalmente conocidos como revisionistas. Estos investigadores buscan revisar el relato ortodoxo y tradicional de algún acontecimiento pasado. Sin embargo, los revisionistas del Holocausto constituyen una raza especial. Desafían no sólo a los historiadores, sino también a toda una infraestructura dedicada a mantener y promover la visión standard. La historia convencional del Holocausto está sustentada en cientos, si no miles, de personas: escritores, académicos, cineastas y productores cinematográficos, editores, académicos universitarios, así como en los sistemas de procesamiento penal de varios países importantes. Estos historiadores ortodoxos están bien remunerados; algunos disponen de un gran equipo y presupuestos sustanciales, y muchos gozan del patrocinio de los medios de comunicación, los gobiernos y el mundo empresarial.

    En cambio, los revisionistas del Holocausto son pocos: no más de dos o tres docenas en todo el mundo. Estos revisionistas cuentan con reducidos presupuestos y pocos patrocinadores, la mayoría de los cuales los financian de forma encubierta y secreta. No reciben ninguna compensación por su trabajo. En cambio, son continuamente amenazados, difamados, demandados y acosados de otras maneras. Sus libros son confiscados; incluso, ocasionalmente, encarcelados. Y, sin embargo, en las circunstancias más difíciles, estos revisionistas perseveran en la tarea de exponer las deficiencias de la visión tradicional, y arrojar luz sobre algunos aspectos incómodas de la historia del Holocausto. Los revisionistas lo hacen no por despecho ni malicia; y ciertamente no por lucro, sino simplemente en busca de la verdad. Los revisionistas buscan la verdad sobre el mayor crimen del siglo pasado.

    La disputa entre la ortodoxia y el revisionismo del Holocausto no es una mera frivolidad histórica. Es un asunto de enorme importancia. La historia convencional del Holocausto es tan ampliamente aceptada como evidentemente cierta y como el epítome del mal, que la mayoría de la gente no puede concebir que esta historia sea errónea en un grado sustancial. Por lo tanto, si es demostrado que es errónea ‒o al menos profundamente defectuosa‒, entonces un pilar central de nuestra comprensión de la historia se ve amenazado. Nuestras nociones simplistas del bien y del mal tendrían que ser reexaminadas. Quienes actualmente defienden y promueven la historia tradicional ‒incluidos muchos judíos prominentes y adinerados, sus asistentes a sueldo, y el cada vez menor número de supervivientes judíos‒ sufrirían una grave pérdida de credibilidad. Y podríamos empezar a cuestionar otras verdades aceptadas, promovidas por los que ostentan el poder. Estos hechos tienen amplias implicancias para muchos ámbitos de la vida contemporánea.

    Un hecho sorprendente es éste: la mayoría de la gente ni siquiera tiene idea de que existe un misterio del Holocausto. Ésto, en sí mismo, da testimonio del poder y la influencia de la ortodoxia. Quienes se asocian con la ortodoxia se esfuerzan por garantizar que la mayoría del público nunca escuche a la otra parte, para asegurarse de que ni siquiera sepan que existe otra parte. Cuando el asunto es descuidado, como ocurre de vez en cuando, siempre es abordado con los términos más despectivos y ofensivos. A los revisionistas se les llama invariablemente “negacionistas del Holocausto”, “neonazis” o “antisemitas”. Desde el principio, son calumniados e impugnados. Pero sus argumentos nunca son discutidos, cuestionados ni refutados. Éstoes la clásica falacia ad hominem: atacar el carácter o las motivaciones del oponente, en lugar de abordar la esencia de sus argumentos. Ésta es una táctica habitual de quienes tienen contraargumentos débiles, o desean evitar discutir el asunto.

    Consideremos la expresión “negacionista del Holocausto”. Es, en realidad, una frase casi sin sentido. Después de todo, ¿qué podría significar el acto de “negar” el Holocausto? Para negar algo, primero debemos saber qué es. Por consenso, tal evento tiene tres elementos centrales: (1) aproximadamente 6 millones de judíos asesinados; (2) cámaras de gas homicidas; y (3) intencionalidad sistemática por parte de los nazis. Por lo tanto, si queremos que haya un “Holocausto”, necesitamos que sean cumplidas las tres condiciones. En teoría, si alguien refuta cualquiera de estos tres puntos, sería un “negacionista del Holocausto”.

    Pero ¿qué significa negar, por ejemplo, 6 millones de muertes judías? ¿Es una afirmación de 5 millones de muertes una “negación”? Difícilmente, ya que esa cifra ha sido sostenida durante mucho tiempo por Raul Hilberg, destacado historiador del Holocausto. ¿Y qué hay de 4 millones de muertes? Es dudoso; Gerald Reitlinger (1987) argumentó que hubo 4,2 millones de muertes judías, y nadie lo calificó como negacionista. ¿3 millones? ¿1 millón? Vemos la dificultad.

    ¿Y qué hay de las cámaras de gas homicidas? Nota: cualquier habitación sin ventanas, en cualquier edificio, en cualquier lugar, podría, en teoría, servir como una cámara de gas homicida. Basta con obligar a la gente a entrar en esa habitación, arrojar unas pastillas de Zyklon-B (cianuro granulado utilizado por los alemanes y muchos otros países para desinfectar ropa y objetos personales) y esperar 20 o 30 minutos. Por supuesto, ésto sería extremadamente impráctico por muchas razones obvias: (a) es muy difícil obligar a las personas a entrar en un espacio confinado contra su voluntad y mantenerlas allí; (b) es difícil colocar las pastillas en la habitación sin envenenarse; y (c) es muy peligroso extraer los cadáveres sin volver a envenenarse; después de todo, los cuerpos están impregnados con gas cianuro, y las propias pastillas seguirían liberando lentamente el gas durante horas. Habría que airear cuidadosamente toda la habitación durante varias horas y luego retirar con cuidado los cadáveres y las pastillas. Y luego, si se fuera “sistemático” con el proceso, habría que limpiar meticulosamente toda la habitación, de arriba abajo, para prepararla para el siguiente grupo de víctimas.

    Ésta no es una mera descripción hipotética. Es, en realidad, como supuestamente funcionaban la mayoría de las cámaras de Auschwitz. Si alguien, entonces, adopta la postura obvia ‒de que tal procedimiento es completamente impráctico y ridículo‒, ¿es esa persona un negacionista? Quizás sí; ¡pero sin duda un negacionista racional! Negar lo ridículo o lo absurdo es simplemente cuestión de realidad. Sería beneficioso que hubiera más “negacionistas” así en el mundo hoy en día, no menos.

    El Zyklon-B consistía en tierra de diatomeas (o yeso) impregnada con ácido cianhídrico líquido. En EE.UU. fue ampliamente utilizado durante la década de 1930 para fumigar buques. —Por Bubamara [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html) o CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/)], vía Wikimedia Commons
    — por Bubamara (feito por mim) [GFDL ( http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html ) ou CC-BY-SA-3.0 ( http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/ )], via Wikimedia Commons
    ¿Y qué pasa con la intencionalidad? Según la visión tradicional, Hitler y los principales nazis querían desesperadamente matar a todos los judíos que pudieran atrapar. Aronsfeld (1985: 49), por ejemplo, afirma que “el plan nazi alemán de asesinar a todos los judíos que pudieran matar está fuera de toda duda”. De hecho, a menudo es afirmado que los alemanes colocaron este objetivo por encima de todos los demás, incluso en detrimento de la defensa de su país contra una invasión. Como prueba, los fundamentalistas del Holocausto citan numerosas declaraciones antijudías de Hitler, Goebbels y otros alemanes. Pero como veremos, la mayoría de estas declaraciones ‒incluidas casi todas las de los principales nazis‒ son muy ambiguas. La verdad es que Hitler y los demás querían expulsar a los judíos de Alemania y del Reich. Pero es mucho menos claro que quisiesen que los judíos murieran.

    Entonces, si alguien afirma que miles de judíos murieron ‒no en cámaras de gas, sino de otras formas incidentales y auxiliares‒ ¿es eso “negación”? Todo revisionista está de acuerdo en que los nazis querían que los judíos se fueran, y que ésta era una política deliberada e intencional ‒e incluso central‒ del nacionalsocialismo. Sin duda, muchos judíos murieron en el proceso de limpieza étnica del Reich. Y es cierto que a Hitler y a los demás no les preocupó mucho este hecho. Pero ¿significa eso negar la intencionalidad del Holocausto?

    Podemos ver, entonces, lo difícil y lo carente de sentido que es declarar a alguien “negacionista del Holocausto”. Hacer una acusación de este tipo requeriría una elaboración mucho más completa de los términos. Sin embargo, los fundamentalistas nunca proporcionan estos hechos. Prefieren calumniar a sus oponentes y dejarlo así.

    Por lo tanto, investiguemos nosotros mismos este gran crimen. Examinemos los elementos centrales de la historia del Holocausto. Formulemos las preguntas difíciles. Y veamos adónde nos lleva la evidencia.

    El panorama general

    Con el Holocausto, como con cualquier otro asunto, conviene tener siempre presente el panorama general, el contexto amplio. Formulemos, pues, algunas preguntas “globales”, preguntas que pueden contribuir a la plausibilidad inherente de la narrativa convencional.

    Primero: ¿Por qué sabemos tan poco sobre la tan citada cifra de “6 millones”? Esta cifra aparece en todas partes donde oímos hablar del Holocausto. El sitio web del Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos (USHMM) escribe: “El Holocausto consistió en la persecución y el asesinato sistemáticos, burocráticos y patrocinados por el estado, de aproximadamente 6 millones de judíos”.[[2]] El instituto oficial israelí Yad Vashem afirma: “El Holocausto fue el asesinato de unos 6 millones de judíos por los nazis y sus colaboradores”.[[3]] Los historiadores tradicionales confían en esta cifra; como señala Robinson (1976: 281): “No cabe duda de la precisión, la exactitud, de la cifra estimada de unos 6 millones de víctimas”. La Enciclopedia del Holocausto coincide: “La cifra aproximada de 6 millones no admite ninguna duda seria”.[[4]]

    ¿Pero es real? Consideremos este hecho: la Segunda Guerra Mundial en Europa duró desde Septiembre de 1939 hasta Mayo de 1945, un período de 5 años y 8 meses; o poco más de 2.000 días. Si los alemanes asesinaron a 6 millones de judíos en el transcurso de esos 2.000 días, debieron haber asesinado a un promedio de 3.000 judíos al día, todos los días, durante toda la guerra. Esta es una estadística realmente asombrosa: 3.000 judíos asesinados cada día, mediante una combinación de gaseo, fusilamiento y privaciones, durante casi seis años consecutivos. ¿Es ésto plausible?

    Pero la cuestión más amplia es la eliminación de los cuerpos. Asesinar es relativamente fácil; hacer desaparecer cuerpos es muchísimo más difícil. Según la opinión general, los alemanes quemaron, enterraron o eliminaron por completo un promedio de 3.000 cadáveres al día durante casi seis años. Esto habría sido una tarea monumental en tiempos de paz; fue una tarea titánica en medio de una guerra masiva. Por sí sólo, ésto debería hacernos cuestionar la cifra convencional de muertos.

    “¿Y qué?”, podrían decir algunos. “Unos 50 millones de personas murieron durante la guerra, lo cual es una cifra aún más asombrosa: 25.000 al día. ¿Por qué no 3.000 judíos?” Sí, pero la cifra mayor incluye a todas las víctimas de todos los conflictos, a nivel mundial. Había 58 fuerzas armadas nacionales en guerra, con millones de soldados involucrados, muchos de los cuales disparaban a todo lo que veían. Por lo tanto, podemos entender fácilmente cómo pudieron morir 50 millones de personas en todo el mundo; y el mundo, de hecho, está plagado de sus tumbas, de forma bastante notoria. Pero los judíos fueron el objetivo de una sola nación, una nación ocupada en librar batallas en muchos frentes. Además, y de manera crucial, ninguno de los 50 millones de cadáveres fue eliminado, a diferencia de los 6 millones de cuerpos desafortunados.

    Segundo: A veces es necesario decir lo obvio. La gente muere constantemente. Muere de vejez, enfermedades, lesiones y accidentes. Muere por homicidio; y muere por suicidio. En cualquier grupo de población suficientemente grande, alrededor de 1% de las personas muere por estas causas cada año.[[5]] En las zonas que quedarían bajo control alemán, según fuentes standard, vivían aproximadamente 9 millones de judíos. Por lo tanto, esta población judía habría experimentado unas 90.000 muertes al año, incluso si Hitler nunca hubiera nacido. Durante la guerra, alrededor de 520.000 judíos habrían muerto, incluso si los alemanes los hubieran ignorado por completo. Y si contamos el tiempo transcurrido desde la llegada al poder de los nazis en 1933, aproximadamente 1,3 millones de judíos habrían muerto. Dado que los expertos nos dan tan pocos detalles, debemos asumir que cualquier judío, ya sea de un país ocupado por Alemania o de uno de aquellos países, que murió por cualquier motivo durante la era nazi, es considerado “víctima del Holocausto”. Así pues, tenemos más de un millón de víctimas incluso antes de contabilizar un sólo asesinato nazi. Cualquier cálculo preciso de la mortalidad judía restaría alrededor de un millón de muertes naturales del total estimado. Pero ésto rara vez ocurre.

    Lo que también ayuda a explicar a quienes dicen: “Mi(s) pariente(s) fulano(s) murió(n) en el Holocausto’. Lo más probable es que quieran decir que estos familiares murieron o desaparecieron durante la era nazi, por causas no especificadas, ni siquiera conocidas. La culpa recae, por defecto, en Hitler, y la compasión, en los “dolientes”. ¿Es ésto razonable? Claramente no. Sin embargo, hasta que tengamos detalles sobre quién murió, cuándo y cómo, no podremos determinar la realidad de la situación.

    Para que el lector no dude de que estos vagos relatos son tomados en serio, considere la definición extremadamente laxa de “víctima del Holocausto” dada por Sergio DellaPergola, “la principal autoridad en demografía judía mundial”. En un informe de 2003, afirmó que una víctima es cualquier persona “que, al menos durante un breve período de tiempo, fue sometida, en la localidad donde se encontraba, a un régimen de coerción y/o limitación de sus plenos derechos civiles”.[[6]] Esta es una definición absurdamente amplia, obviamente diseñada para maximizar el número de víctimas y supervivientes. Claramente, entonces, cualquier persona que murió, por cualquier razón, sufrió incluso coerción potencial, y por lo tanto puede ser considerada una “víctima del Holocausto”. Sus familiares ciertamente también sufrieron coerción; y, si vivieron después del final de la guerra, podrían ser contados como “sobrevivientes del Holocausto”. De hecho, prácticamente cualquier persona, cualquier judío europeo, que sobreviviera al final de la guerra, podría ser declarado “sobreviviente del Holocausto” y, por lo tanto, tendría derecho a una compensación vitalicia de Alemania, así como a ser invitado a dar numerosas conferencias, y quizás a ser el protagonista de un libro sobre su vida o una película que la dramatice.

    Tercero: Si la cifra de 6 millones está tan bien documentada, ¿por qué entonces nunca vemos ni siquiera un análisis básico de esta cifra? Es decir, ¿por qué nunca hemos encontrado ni siquiera el conjunto más básico de cifras, basadas en la causa de muerte, que sumen 6 millones?[[7]] Ésto no es trivial. Según se informa, los expertos saben, más o menos, cómo y dónde fueron asesinados los judíos. Saben de los seis campos de exterminio (más sobre estos campos en breve en este texto). Saben de los Einsatzgruppen, supuestos escuadrones de la muerte alemanes que operaban tras el Frente Oriental. Saben de los numerosos ghettos judíos: dónde se ubicaban, cuándo operaban y cuándo fueron evacuados. El Holocausto es, después de todo, el “acontecimiento mejor documentado de la historia”. ¿Por qué no tenemos ni siquiera una idea aproximada de cómo, en cifras, murieron los judíos, de modo que el total asciende a 6 millones? Se invita al lector a buscar cualquier fuente fiable, impresa o en línea, que pretenda proporcionar dicha lista; será una búsqueda larga.[[8]]

    A falta de datos de expertos, propondremos nuestras propias cifras. He aquí un posible análisis:

    • 6 campos de exterminio: 3 millones
    • Otros campos: 0,4 millones
    • Ghettos: 1 millón
    • Ejecuciones: 1,6 millones
    • Total: 6 millones

    ¿Es correcto? Es difícil decirlo. Esta tabla proporciona el total deseado; identifica las principales categorías de muertes. Según los expertos, estas cifras parecen plausiblemente cercanas. Pero deberíamos poder hacerlo mejor. En teoría, deberíamos poder investigar cada una de estas áreas en detalle, cada una con su propio grupo de expertos, y luego justificar las cifras individuales. Y si descubrimos que una categoría se queda corta, deberíamos aumentar otra si queremos mantener el total general de 6 millones. Ésto es lógica elemental, lógica primaria. Entonces, ¿por qué este análisis básico escapa a los cientos de expertos y miles de artículos publicados sobre este evento? No es una petición descabellada: dennos las cifras que suman 6 millones. Si no pueden, tenemos aún más motivos para sospechar.[[9]]

    Por supuesto, incluso si nos dieran una lista así, no podríamos aceptarla como una verdad absoluta. Tenemos que hacernos más preguntas, profundizar un poco más. ¿Cuál es el número de muertos en cada uno de los seis campos de exterminio para justificar un total de 3 millones? ¿Cuál de los “otros campos” principales tuvo las tasas de mortalidad más altas, y cuáles fueron esas cifras, para que podamos contar plausiblemente otros 400.000? ¿Cuáles eran los ghettos principales, y cuántas personas murieron en cada uno, para que podamos contar 1 millón? (Nota: Para que sean consideradas “muertes en el ghetto”, estas muertes deben haber ocurrido en los ghettos; una persona expulsada de un ghetto y enviada a Auschwitz, obviamente no debe ser contada como “muerte en el ghetto” tanto como muerte en Auschwitz, en ambos a la vez). Había cuatro unidades principales de Einsatzgruppen. Sabemos cuándo y dónde operaban. ¿A cuántas personas mató cada unidad, para que podamos explicar la gran mayoría de los 1,6 millones?

    Estas son preguntas elementales. No pedimos precisión ni exactitud; basta con estimaciones aproximadas. Tenemos derecho a exigir respuestas. ¿Por qué no son proporcionadas?

    Para los fines de esta investigación, supongamos que las cifras anteriores representan la opinión general. Estas cifras guiarán nuestra búsqueda de la verdad.

    Los orígenes de “los 6 millones”

    Una de las preguntas más importantes a nivel global es la siguiente: ¿de dónde salió la infame cifra de 6 millones? Naturalmente, asumiríamos que era imposible calcular el número de muertos en medio de una guerra mundial en pleno apogeo. Incluso inmediatamente después de su finalización, sabríamos muy poco. Por ejemplo, no confiaríamos en la palabra de los nazis; tenderían a minimizar el número de muertos o, si se les obligaba, a exagerarlo. Los numerosos sobrevivientes de los campos ‒y hubo muchos, incluso sin contar a los ventajeros que nunca se acercaron a un campo‒ claramente no serían de mucha ayuda; como prisioneros, estos sobrevivientes no estarían en condiciones de conocer información como el número total de muertos. Por lo tanto, cabría esperar que una respuesta fiable proviniese sólo de una investigación detallada de todos los lugares de las muertes, incluyendo datos forenses, exhumaciones de fosas comunes, autopsias, etc. Ésto sería comparado con la documentación, fotografías y otras pruebas nazis que se conservan. Una investigación adecuada, apropiada llevaría, sin duda, meses, si no años. Sólo entonces podríamos confiar en una estimación de 6 millones de muertos.

    Curiosamente, no fue eso lo que se hizo. Ni mucho menos. De hecho, ocurrió casi lo contrario de lo anteriormente descrito. Los estadounidenses victoriosos se basaron en gran medida en fuentes judías y soviéticas sesgadas y distorsionadas, así como en nazis capturados y torturados. No realizaron investigaciones forenses, autopsias ni excavaciones de fosas comunes. Por lo tanto, para establecer la importantísima cifra de judíos muertos, los estadounidenses se basaron estrictamente en rumores. Y nunca dieron un solo paso para confirmar la cifra. Su postura parecía ser: si los judíos dicen 6 millones, entonces son 6 millones.

    Todo ésto ya sería lo suficientemente malo, pero la historia se vuelve aún más extraña. Resulta que el mundo fue informado de 6 millones de víctimas judías no sólo inmediatamente después de la guerra, sino también durante la guerra, al comienzo de la guerra e incluso antes de la guerra; de hecho, décadas antes de la guerra. La historia, aparentemente imposible, de los “6.000.000” constituye un subtexto fascinante para la narrativa general del Holocausto.

    Quizás la primera conexión publicada entre los judíos y los “6.000.000” se remonta a 1850. The Christian Spectator (16 de Enero de 1850, pág. 496) publicó un breve artículo sobre “Estadísticas espirituales del mundo”. El periódico citó la población mundial en 1.000 millones, de los cuales “6.000.000 son judíos”. Dos décadas después, The New York Times (en adelante, NYT) informó algo similar:[[10]] “Actualmente hay alrededor de 6.000.000 de israelitas, casi la mitad de los cuales viven en Europa” (12 de Septiembre de 1869; pág. 8).[[11]] Se podría especular que fue en esta época cuando el número “6.000.000” pasó a representar a “todos los judíos”. A partir de entonces y como veremos, siempre que se amenazaba a “todos los judíos”, surgía la cifra standard.

    Sólo unos años después, ya había indicios de problemas. El NYT informó en 1872 sobre la “Persecución de los judíos en Rumania” (23 de Marzo; p. 4). Multitudes de gentiles los atacaron, y parecía que “los sanguinarios atacantes no se detendrían ante nada más que el exterminio judío”, un precursor de las afirmaciones de exterminio alemán que vendrían unos 70 años después.

    O quizás sólo ocho años después. En 1880, leímos un informe histórico sobre “Llamamientos a favor del judaísmo alemán” (20 de Diciembre; p. 2). El artículo analiza un discurso del filósofo alemán Eugen Dühring y su “audacia al exigir el exterminio de toda la raza [judía], en nombre de la humanidad”. El autor habla entonces de peticiones ante el parlamento alemán, cuyo objetivo es el “exterminio: la aniquilación de la raza judía”.

    Pero volvamos al tema en cuestión. La primera mención de 6 millones de judíos sufrientes se remonta a 1889. En un breve artículo, el NYT pregunta: “¿Cuántos judíos hay?” La estimación mínima de la “raza omnipresente y ubicua” es de 6.000.000. “Con la excepción de medio millón”, añade, “todos se encuentran en estado de servidumbre política”. Dos años después, en 1891, leemos sobre la lamentable situación de “los 5.000.000 a 6.000.000 de judíos en Rusia”, y sobre “el hecho de que unos 6 millones de desdichados y perseguidos” aún se aferran a su religión, contra todo pronóstico. Así comenzó una serie de historias que duraron años sobre los “6.000.000” de judíos sufrientes de Rusia.

    Tales historias resultarían útiles para el naciente movimiento sionista, que había surgido recientemente. Su misión era (y es) animar a los judíos del mundo a establecerse en Palestina. Por lo tanto, los primeros sionistas se esforzaron por enfatizar el sufrimiento judío para promover la emigración masiva desde Europa. Refiriéndose a los judíos de Rusia, el reconocido activista Stephen Wise declaró en 1900: “Para el sionismo, existen 6.000.000 de argumentos que viven, se desangran y sufren” (11 de Junio; p. 7). En 1901, el Chicago Daily Tribune informó sobre la “condición desesperada e indefensa” de “6 millones de judíos en Rusia” (22 de Diciembre; p. 13). En 1905, los sionistas comenzaron a expresar su preocupación por el hecho de que “Rusia, con sus 6.000.000 de judíos”, no estuviera promoviendo la emigración (29 de Enero; p. 2). Las periódicas acciones antijudías, y a menudo a pequeña escala, siempre eran descriptas de la forma más dramática; el NYT se desesperaba por “nuestros 6.000.000 de hermanos serviles en Rusia” (23 de Marzo; p. 7). Más tarde, en 1905, surgió una polémica contra un líder ruso que “provocó la expulsión de 6.000.000 de familias judías” (1 de Noviembre; p. 2); lo que, dicho sea de paso, es imposible, ya que eso implicaría a unos 25 millones de judíos. En 1906, leemos “informes alarmantes sobre la condición y el futuro de los 6.000.000 de judíos de Rusia”; es un “panorama horroroso” de “nuevas masacres” y “exterminio sistemático y asesino” (25 de Marzo; p. SM6). Es tentador preguntarse: ¿Qué tienen de especial los judíos para que los sometan a constantes amenazas de exterminio? En 1910, encontramos a los judíos rusos en una situación lamentable; y nos entristece la opresión sistemática, implacable y silenciosa de un pueblo que supera los 6.000.000 de almas (11 de Abril; p. 18). En 1911, el NYT informó que los 6.000.000 de judíos de Rusia eran objeto de opresión y persecución sistemáticas mediante el debido proceso legal (31 de Octubre; p. 5). “6 millones”; “sistemático”; “exterminio”: estaba siendo construida una clara tendencia.

    Poco después comenzó la Primera Guerra Mundial. Leemos entonces sobre la lamentable situación de los más de 6.000.000 de judíos que vivían en la zona de guerra (2 de Diciembre de 1914). El mes siguiente trajo más informes sobre los eternos condenados, “más de 6.000.000 de los cuales se encuentran en el corazón mismo de la zona de guerra”; como resultado, están “sometidos a todo tipo de sufrimiento y tristeza”, y se insta a todos los estadounidenses a ayudar (14 de Enero; p. 3). En 1916, leemos que “el mundo guarda silencio” a pesar de que “casi 6 millones de judíos están arruinados en la más abyecta miseria moral y material” (28 de Febrero; p. 8). Un año después, el rabino Samuel Schulman exclama que “6 millones de judíos viven en tierras donde son oprimidos, explotados, aplastados y privados de todos sus derechos humanos inalienables” (22 de Enero; p. 6). En Mayo de 1917, escuchamos que “6 millones de judíos ‒la mitad del judaísmo mundial‒ claman por ayuda” (21 de Mayo; p. 1). Para Septiembre, la situación era descripta con la mayor contundencia posible: se nos decía que las mujeres y los niños judíos debían ser salvados, ‘si la raza judía quería sobrevivir al terrible holocausto de la guerra mundial” (24 de Septiembre; p. 20). Pocos parecen darse cuenta de que nos dicen que hubo un “holocausto” judío en ambas guerras mundiales.

    A finales de 1918, la guerra estaba llegando a su fin. ¿Había habido 6 millones de judíos muertos? No. De alguna manera, todos lograron sobrevivir. En lugar de ser llamados a asistir a sus funerales, se nos instó a ayudar en su recuperación: “6 millones de almas necesitarán ayuda para reanudar una vida normal cuando termine la guerra”, escribe el NYT (18 de Octubre; p. 12).

    Uno podría pensar que éste habría sido el final de las historias sobre los 6 millones. Desafortunadamente, no. La famosa cifra fue simplemente trasladada a una nueva región. En Septiembre de 1919, supimos que ahora eran los judíos ucranianos y polacos los que se encontraban sometidos a la miseria; “6.000.000 están en peligro” (8 de Septiembre, pág. 6). Nos horroriza aún más leer que “la población de 6.000.000 de almas en Ucrania y Polonia (…) será completamente exterminada”. Naturalmente, éste es “el problema más urgente del momento”. Una vez más, 6 millones de judíos bajo amenaza de exterminio.

    Este artículo de Martin Glynn, de 1919, se refiere a una catástrofe en la que “6 millones de seres humanos son arrastrados en un remolino hacia la tumba”. También menciona una “amenaza de holocausto de vidas humanas”. Para el texto completo, véase: http://codoh.com/library/document/871 / The American Hebrew, 31 de Octubre de 1919, página 582.

    La tendencia continuó durante años, y es demasiado numerosa como para detallarla. Entre las referencias se incluyen las siguientes:

     

    • “Pobreza, hambre y enfermedades inimaginables para unos 6.000.000 de almas, o la mitad de la población judía de la Tierra” (12 de Noviembre de 1919).
    • “El tifus amenazó a 6.000.000 de judíos de Europa” (12 de Abril de 1920).
    • “Hambre, frío, desolación, enfermedades, muerte: 6 millones de seres humanos sin alimento, techo ni ropa” (2 de Mayo de 1920).
    • “Los 6.000.000 de judíos de Rusia se enfrentan al exterminio por masacre”, ¡una vez más! (20 de Julio de 1921)
    • “Más de 6.000.000” de judíos rusos “desatendidos” (16 de Septiembre de 1924)

    Ésto nos lleva a la era nazi, cuando la mención de los “6 millones” reaparece,mucho antes de la Segunda Guerra Mundial. La primera referencia ocurre apenas dos meses después de la toma del poder por parte de Hitler, en Enero de 1933. El NYT informa sobre una votación de “protesta contra Hitler” por parte de algunos funcionarios del gobierno de la ciudad de New York. El rabino Stephen Wise hizo un llamamiento: “En Estados Unidos hemos liderado la lucha por la preservación del judaísmo alemán”, y añadió que su grupo “participa activamente en labores de socorro y reconstrucción en Europa del Este, una región donde participan 6.000.000 de judíos” (29 de Marzo, pág. 9).

    Tres años después, leímos en el London Times sobre “6 millones de judíos infelices e indeseados”, y sobre “estos 6 millones de personas sin futuro” (26 de Noviembre de 1936, p. 15). Ese mismo día, el NYT informó sobre un discurso del sionista británico Chaim Weizmann, quien “se centró primero en la tragedia de al menos 6 millones de judíos ‘superfluos’ en Polonia, Alemania y Austria”. En Febrero de 1937, supimos que “entre 5 y 6 millones de judíos en Europa se enfrentan a la expulsión o a la pobreza extrema” (26 de Febrero; p. 12).

    En 1938, el NYT publicó un artículo titulado “Aumenta el número de judíos perseguidos” (9 de Enero; p. 12). “Se registraron 6.000.000 de víctimas”, decía, refiriéndose al total combinado en Alemania, Polonia y Rumania. Al mes siguiente, nos enteramos de “un panorama deprimente de 6.000.000 de judíos en Europa Central, desprovistos de protección y oportunidades económicas, muriendo lentamente de hambre, con toda esperanza agotada …” (23 de Febrero; p. 23). En Mayo, fue la “creciente ola de antisemitismo en la Europa moderna la que ha despojado a más de 6.000.000 de judíos y no arios de su derecho de nacimiento” (2 de Mayo; p. 18). Más tarde ese mismo año, el London Times publicó un informe sobre ”el trato a los judíos alemanes”; “el problema ahora afecta a unos 6.000.000 de judíos”, escribió (22 de Noviembre; p. 11). Recordemos: el estallido de la Segunda Guerra Mundial aún estaba a casi un año en el futuro.

    A principios de 1939, el London Times continuó reportando la opinión de Weizmann de que “el destino de 6.000.000 de personas pende de un hilo” (14 de Febrero; p. 9). La guerra comenzó en Septiembre de 1939, y la propaganda antinazi fue intensificada. A mediados de 1940, el NYT citó a Nahum Goldmann: “6 millones de judíos están condenados a la destrucción si la victoria nazi es definitiva” (25 de Junio; p. 4). Esta declaración fue efectuada al menos un año antes de que Hitler supuestamente decidiera comenzar su programa de asesinato masivo de judíos, según nuestros expertos.[[12]] ¿Cómo podría saber Goldmann lo que se avecinaba en el futuro?

    En enero de 1942, leemos que Heinrich Himmler “desarraigó a aproximadamente 6.000.000 de seres humanos” y los envió a la Polonia ocupada, “donde necesariamente mueren de hambre y frío y padecen enfermedades” (18 de Enero; p. SM10). A mediados de 1942, Europa era un vasto matadero de judíos; un millón de personas fueron declaradas muertas, y el resto de los entre 6 y 7 millones de judíos estaban en peligro (30 de Junio; pág. 7). Para Diciembre, el número de judíos muertos era de 2 millones, lo que representaba un tercio de los 6 millones de judíos en poder de Hitler. Fue, según el NYT, un holocausto sin precedentes (13 de Diciembre; pág. 21).

    A lo largo de los años de guerra, continuó el sombrío relato:

    • Hitler pretende “el exterminio de unos 6.000.000 de judíos en los territorios sobre los que se ha extendido su dominio” (London Times, 25 de Enero de 1943).
    • “Salven a los judíos condenados”, dice el rabino Hertz; el mundo “ha hecho muy poco para garantizar siquiera la libertad de vida a 6.000.000 de sus compatriotas judíos” (2 de Marzo, pág. 1).
    • 2 millones han muerto, “y los 4 millones restantes están siendo asesinados, según lo planeado” (10 de Marzo, pág. 12).
    • “Se informa que 5 millones y medio de judíos en Europa han sido ejecutados” (10 de Mayo de 1944, pág. 5); aún faltaba un año para el final del conflicto europeo. Y más adelante, de nuevo: “El Dr. A. Leon Kubowitzki (…) informó que 5.500.000 judíos han sido asesinados en países controlados por los nazis” (27 de Noviembre; p. 14).

    Luego, la primera declaración definitiva ‒Enero de 1945, cuatro meses antes del final de la guerra: “6.000.000 de judíos asesinados”, anuncia contundentemente el titular (8 de Enero; p. 17). Jacob Lestchinsky afirmó que la población de 9,5 millones de judíos antes de la guerra se había reducido a 3,5 millones. No menciona en absoluto cómo Lestchinsky llegó a esta cifra, en medio del caos de una guerra en curso. En Abril, el NYT tituló: “5.000.000 de personas masacradas en Oswiecim [Auschwitz]”, un increíble error de cálculo, incluso suponiendo que la cifra actual de 1 millón sea correcta. En Mayo, leímos algo parecido a una declaración oficial de Lord Wright, de la Comisión de Crímenes de Guerra de la ONU: “Sin embargo, se ha calculado que, en total, unos 6 millones de judíos fueron masacrados deliberadamente en [cámaras de gas] y de otras maneras” (13 de Mayo; p. SM4). ¿Calculado? ¿Calculado por quién? ¿Con base en qué? ¿Y utilizando qué pruebas concretas? No lo dice.

    Ésta es la historia de los “6 millones”. Tiene un legado asombroso. Los historiadores tradicionales suelen enfatizar que la cifra provino de los alemanes en los juicios de Nüremberg, que comenzaron en Noviembre de 1945, lo cual es cierto. Un funcionario de menor rango, Wilhelm Höttl, testificó sobre esta cifra al principio del proceso.[[13]] A los historiadores les gusta presentar ésto como una especie de revelación dramática y “confirmación oficial” de la cifra, lo cual constituye una afirmación ridícula. Como hemos visto, la cifra era conocida, discutida y anticipada desde hacía décadas. E incluso entonces, a finales de 1945, nadie había dado el más mínimo paso para confirmar tal estimación. Era puro rumor, basado en décadas de propaganda.

    Increíblemente, incluso hoy no estamos mejor. Seguimos sin datos concretos que confirmen la cifra de “6 millones”, y tenemos pruebas sólidas para dudarla, como veremos.

    El misterio se profundiza

    Volviendo a nuestra trama principal, si queremos examinar el supuesto asesinato de los 6 millones, debemos plantearnos algunas preguntas adicionales: (1) ¿Cuál era la intención de Hitler y los demás líderes nazis? (2) ¿Tenían los medios y la capacidad para cometer semejante crimen? (3) ¿Lo cometieron realmente?

    Desde la perspectiva convencional, las respuestas son claras: Hitler pretendió desde el principio, y en secreto, asesinar a los judíos de Europa. Los nazis diseñaron y construyeron los medios para hacerlo, principalmente en su sistema de ghettos y escuadrones de la muerte (Einsatzgruppen) y en los seis campos de exterminio, cada uno equipado con las infames cámaras de gas. Y sí, estamos seguros; 6 millones fueron, de hecho, asesinados. “La cifra redonda de 6 millones no admite ninguna duda seria”.

    Examinemos cada una de estas preguntas por separado, desde una perspectiva objetiva. ¿Qué hay de las intenciones de Hitler y los demás líderes nazis? Consideremos la “primera carta sobre los judíos” de Hitler, fechada el 16 de Septiembre de 1919. Escrita cuando tenía tan sólo 30 años, esta breve carta constituye un estudio fundamentado de la cuestión judía en Alemania:

    Si la amenaza que los judíos plantean a nuestro pueblo ha generado una hostilidad innegable en gran parte del mismo, la causa de esta hostilidad debe ser buscada en el claro reconocimiento de que los judíos, como tales, ejercen, deliberada o inconscientemente, un efecto pernicioso sobre nuestra nación. (…) Todo ésto resulta en esa actitud mental y esa búsqueda de dinero, así como en el poder para conseguirlo, que permite al judío volverse tan inescrupuloso en la elección de sus medios. (…) Su poder es el poder del dinero, el que se multiplica en sus manos sin esfuerzo e infinitamente mediante el interés, y con el cual impone un yugo sobre la nación, tanto más pernicioso cuanto más el brillo de ese yugo disimula las trágicas consecuencias finales que de él se derivan. (…) El resultado de las obras del judío es la tuberculosis racial de la nación.[[14]]

    Al perseguir implacablemente sus propios intereses, los judíos infligen una enfermedad casi mortal a las naciones. El remedio para este grave problema, dijo Hitler, era el “antisemitismo racional”, un antisemitismo basado no en el odio ni la emoción, sino en el deseo directo de mantener la salud de la nación. El “objetivo final” de esta visión, añade Hitler, es “la eliminación total de todos los judíos de entre nosotros”. [[15]] Nota: no sus muertes ni sus asesinatos, sino su eliminación [Entfernung; expulsión] de la sociedad alemana.

    A principios de la década de 1920, la prensa en inglés comenzó a cubrir a los nacionalsocialistas. En discursos posteriores, Hitler utilizó una terminología ligeramente diferente, pero con el mismo propósito. Sin embargo, la versión periodística de los hechos fue decididamente parcial. Por ejemplo, en el número del 8 de Febrero de 1923 del NYT, se informó que “parte del programa del señor Hitler … es el exterminio de los judíos en Alemania”. Suena ominoso. Sin embargo, ahora conocemos la historia de décadas de supuestos intentos de “exterminio”, ninguno de los cuales se materializó.

    Más precisamente, debemos considerar exactamente lo que dijo Hitler. La palabra que la prensa inglesa traduce con mayor frecuencia como “exterminio” es Ausrottung; o, en su forma verbal, Ausrotten. Pero no es tan sencillo. Ausrotten deriva de aus+rotten, que literalmente significa “arrancar” o “desarraigar”. Y, de hecho, el diccionario Oxford inglés-alemán traduce la expresión “arrancar” como ausrotten.

    Recíprocamente, este diccionario traduce ausrotten como “exterminar” y “erradicar”. Ambas palabras son reveladoras. “Exterminar” deriva del latín ex+terminare, que significa “fuera del (ex)límite (término)”. En otras palabras, exterminar algo es expulsarlo, más allá de la frontera, y así deshacerse de él. No requiere la muerte del objeto en cuestión. El diccionario Webster lo confirma, definiendo el exterminio como “eliminar por completo” o “llevar a cabo la destrucción o abolición de”.

    ¿Y qué hay de “erradicar”? Esta palabra deriva del latín e(x)+radix, que significa “arrancar”; por lo tanto, “arrancar” o “eliminar por completo”. Claramente, era posible “arrancar” a los judíos, por ejemplo, sin matar a ninguno. Y ésto parece ser lo que Hitler realmente pretendía: que los judíos fueran desarraigados (erradicados) y expulsados (exterminados). Estos significados se combinan en el término “ausrotten“.

    Si ésto sucediera en Alemania, la presencia judía allí sería destruida; no a los judíos en sí, sino a su presencia y su papel económico en la vida alemana. Ésto nos lleva a otra palabra que Hitler y otros usaban frecuentemente en relación con los judíos: Vernichtung. La raíz de esta palabra es nichts, “nada”. El verbo vernichten, por lo tanto, significa “reducir a la nada”. La traducción común al español es “destruir”. “Destruir”, a su vez, significa literalmente deconstruir algo o “eliminar los cimientos” de algo. Esto, de nuevo, era exactamente lo que querían los nazis: deconstruir el poder financiero judío en Alemania, eliminar sus cimientos. Como antes, nada de ésto exigía la muerte de los individuos involucrados.

    Hermann Göring defendió claramente esta perspectiva. A mediados de 1936, un destacado diplomático estadounidense lo citó diciendo que “los judíos deben ser eliminados de la vida económica alemana”.[[16]] No había ningún sentido (significado; significación) de animosidad u odio, sino simplemente una sensación de conveniencia económica; los judíos habían dominado durante mucho tiempo la economía alemana, y los nazis creían que era hora de devolverla a los propios alemanes.

    Encontramos más evidencia de este significado relativamente benigno de los términos alemanes en el propio NYT. En Marzo de 1933, el periódico informó sobre un discurso del rabino Schulman en el que denunciaba la “persecución económica de Hitler, [que] tiene como objetivo el exterminio del pueblo judío” (13 de Marzo, p. 15). Al mes siguiente, volvimos a leer sobre el “plan deliberadamente calculado de los nazis para llevar a cabo el exterminio económico de los judíos” (6 de Abril, p. 10). Estos informes eran correctos; se basaban en el uso severo, pero no letal, de las palabras “ausrotten” y “vernichten“. Sin embargo, ya en Junio de 1933, el NYT comenzó a abandonar el aspecto económico del panorama. Así, leemos, simplemente, que “el programa de Hitler es de exterminio” (29 de Junio; p. 4). Y en Agosto, el ominoso mensaje final es claro: “600.000 [judíos alemanes] se enfrentan a un exterminio seguro” (16 de Agosto, pág. 11). Así podemos ver la rápida evolución desde un plan de desmantelamiento económico y de eliminación económica (realidad), hacia una visión distorsionada que implica el asesinato puro y duro (ficción).

    Sin embargo, el extenso diario de Joseph Goebbels ofrece más pruebas. Entre Mayo de 1937 y el final de la guerra, Goebbels escribió 123 entradas sobre los judíos y la cuestión judía.[[17]] Al describir la política nazi hacia los judíos, las palabras más utilizadas son: evakuieren (evacuar); abgeschoben/abschieben (expulsar o deportar); aus-heraus (irse); liquidieren (liquidar, deshacerse de); ausrotten y vernichten. Notablemente, faltan palabras vívidas y explícitas como töten (matar), ermorden (asesinar), erschiessen (disparar; disparar) y vergasen (gasear). Y no se trata sólo de las palabras individuales; el contexto completo de sus pasajes sobre los judíos no implica más que una extensa discusión sobre su expulsión, deportación, evacuación, etc. ¿Se mintió Goebbels a sí mismo en su diario privado, o utilizó palabras clave o eufemismos? Obviamente no. Cuando dijo “evacuación” o “deportación”, claramente eso era lo que quería decir. Tampoco se refería a la deportación a cámaras de gas homicidas; nada de eso es mencionado en sus extensos escritos.[[18]] La intención nazi era clara: los judíos serían acorralados y enviados al este, a las zonas recién conquistadas de Rusia Occidental, y allí serían arrojados para que sobrevivieran como pudiesen.

    Finalmente, y lo más revelador, ¿qué hay de las propias palabras de Hitler? Desde 1941 hasta finales de 1944, mantuvo extensas sesiones privadas con amigos y allegados del partido. Estas conversaciones ‒monólogos, de hecho‒ fueron publicadas como “Las Charlas de Sobremesa de Hitler” (véase Hitler 2000). Entre una amplia gama de asuntos, efectúa unas dieciséis referencias a los judíos y a la cuestión judía a lo largo de un período de aproximadamente tres años.[[19]] Cada uno de estos pasajes se refiere, en el alemán original, a la evacuación y el desplazamiento; ninguno se refiere a masacres, gaseamientos ni asesinatos en masa. Por ejemplo:

    • “Si algún pueblo tiene derecho a realizar evacuaciones, somos nosotros. (…) Consideramos el colmo de la brutalidad haber liberado a nuestro país de 600.000 judíos. ¡Y aun así aceptamos (…) la evacuación de nuestros propios compatriotas!” (8–11 de Agosto de 1941, seis meses antes de la apertura del primer supuesto campo de exterminio).
    • “Al judío, este destructor [de la cultura], debemos expulsarlo (setzen wir ganz hinaus)”. (17 de Octubre de 1941)
    • “Les profeticé a los judíos que, si la guerra se volvía inevitable, los judíos desaparecerían de Europa (aus Europa verschwinden). (…) ¡Que nadie me diga que, aun así, no podemos enviarlos al pantano [ruso]!” (25 de Octubre de 1941)
    • “Estas quejas que cierta burguesía [alemana] se entrega hoy, con el pretexto de que los judíos tuvieron que emigrar (auswandern müssten) de Alemania, son típicas de estos ‘santos’. ¿Acaso se lamentaban cuando, cada año, cientos de miles de alemanes tenían que emigrar…?” (19 de Noviembre de 1941)
    • “Es necesario actuar radicalmente. Cuando se extrae una muela, se hace de un solo tirón y el dolor pasa rápidamente. El judío debe abandonar Europa (Der Jude muss aus Europa heraus). (…) Por mi parte, me limito a decirles que deben irse (Ich sage nur, er muss weg). (…) Pero si se niegan a irse voluntariamente, no veo otra solución que el exterminio absoluto (die absolute Ausrottung)”. (25 de Enero de 1942)
    • “¡Los judíos deben hacer las maletas y desaparecer de Europa (Der Jude muss aus Europa hinaus)!” (27 de Enero de 1942)
    • “[El judío] tiene en mente que si sus víctimas se dieran cuenta de repente [del daño que causa a la sociedad], todos los judíos serían exterminados (erschlagen werden).[[20]] Pero esta vez, los judíos desaparecerán de Europa (aus Europa verschwinden)”. (3 de Febrero de 1942)
    • “Sólo recuperaremos nuestra salud eliminando al judío”. (22 de Febrero de 1942)
    • “Hasta que los judíos (…) no sean exterminados (ausrottet), no habremos cumplido nuestra tarea”. (30 de Agosto de 1942)
    • “Ya he expulsado a los judíos de Viena (Der Juden habe ich aus Wien schon heraus)…” (25 de Junio de 1943)

    Obviamente, Hitler no tenía motivos para moderar su lenguaje al dirigirse a sus allegados. Si realmente hubiera querido matar a los judíos, lo habría dicho; lo habría dicho más de una vez, y lo habría dicho sin ambages. Sin embargo, no hemos encontrado ni un sólo ejemplo de tal discurso. Quizás por eso tan pocos de nuestros historiadores tradicionales citan tales monólogos de Hitler; estos pasajes son, según la opinión general, imposibles de ser explicados.

    La lección aquí es clara. Las traducciones simplistas son muy engañosas, al igual que todas las referencias implícitas a asesinatos en masa. Es necesario buscar el texto original en alemán; encontrar las palabras que Hitler, Goebbels y otros usaron realmente; y situarlas en el contexto adecuado. Nuestros historiadores tradicionales nunca se molestan en proceder de esta manera; parece no servir a sus propósitos más amplios.

    La preparación para la guerra

    Para comprender mejor las circunstancias del Gran Crimen, es necesario examinar con mayor detenimiento las acciones alemanas hacia los judíos, tanto antes como durante la guerra. Vimos anteriormente que, en 1923, el NYT declaró que el programa de Hitler incluía el “exterminio” de los judíos, aunque se cuidó de no entrar en detalles. El año anterior fue aún más explícito; escribió sobre sus “excesos contra la ley y el orden, así como sus discursos que incitaban al público a matar judíos y socialistas” (20 de Diciembre de 1922; p. 2), nuevamente basándose en traducciones sesgadas y distorsionadas. El London Times demostró una comprensión más precisa. Informó que Hitler quería que “todos los judíos residentes en Baviera (…) fueran conducidos a campos de concentración. (…) En zonas remotas del campo, se formarían colonias judías (…), que estarían estrictamente aisladas de todos los demás sectores de la población” (6 de Noviembre de 1923; p. 14). Cuando los nacionalsocialistas llegaron al poder a principios de 1933, comenzaron de inmediato a destituir a los judíos de puestos de influencia y a fomentar su emigración. Hubo abusos menores, pero no pogromos ni, desde luego, matanzas a gran escala. Incluso la terrible Noche de los Cristales Rotos (Kristallnacht) del 9 al 10 de Noviembre de 1938 causó la muerte de unos 90 judíos; algo lamentable, pero claramente no una masacre desde la perspectiva de toda Alemania. La cuestión es ésta: incluso hasta finales de la década de 1930, los nacionalsocialistas no hicieron más que expulsar a los judíos de puestos de poder, intimidarlos y acosarlos, e hicieron todo lo posible para que abandonaran el país. Incluso nuestros académicos tradicionales coinciden: no se produjo ningún asesinato en masa antes de la guerra, que comenzó en Septiembre de 1939. En la década de 1970, Erich Fromm escribió que “la masacre sistemática comenzó sólo con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. No hay pruebas convincentes de que Hitler contemplara la aniquilación de los judíos hasta poco antes” (1973: 398). Más recientemente, Peter Longerich (2010: 132) confirma esta opinión: “El comienzo de la Segunda Guerra Mundial presenció la inauguración de la política sistemática de aniquilación racial del régimen nacionalsocialista”. Sin embargo, queda por ver si realmente hubo alguna “aniquilación sistemática” o “masacre”.

    La guerra comenzó con la invasión alemana de Polonia, tras muchas provocaciones por parte de los polacos. Gran Bretaña y Francia declararon inmediatamente la guerra a Alemania, la que respondió. La Unión Soviética invadió Polonia desde el este dos semanas después. A finales de mes, Polonia estaba dividida en dos partes: Alemania consolidó la mitad occidental, y los soviéticos la oriental.

    Con la victoria en Polonia, Alemania tomó repentinamente el control de unos 1,7 millones de judíos.[[21]] ¿Iniciaron los nazis el asesinato en masa? No. En cambio, idearon un plan para deportarlos y confinarlos en una “reserva judía” en el extremo oriental del territorio controlado por Alemania; éste fue denominado Plan Nisko. A los pocos meses, este plan fue reemplazado por un objetivo más general: transportar a todos los judíos al “Gobierno General”, un amplio distrito en el este de Polonia que incluía Varsovia, Cracovia y Lublin.

    A mediados de 1940, con el ejército alemán avanzando hacia el oeste, rumbo a los Países Bajos y Francia, se hizo evidente que ni siquiera el Gobierno General sería una solución de largo plazo. Así nació el Plan Madagascar: todos los judíos serían enviados a la isla colonial francesa. Ésto, dijo Himmler, era mucho mejor que matarlos, algo “antigermánico e imposible”.[[22]] Aunque el plan nunca se materializó, fue considerado como una posibilidad al menos hasta Marzo de 1942. En aquel entonces, Goebbels escribió: “Todavía quedan 11 millones de judíos en Europa. Habrá que concentrarlos más tarde; para empezar, en el este; posiblemente se les podría asignar una isla, como Madagascar, después de la guerra”.[[23]] ¡Claramente, no hubo planes de asesinato en masa hasta Marzo de 1942!

    Ésto nos lleva al asesinato en sí, a la escena del crimen, por así decirlo. Según se nos informa, los nacionalsocialistas tenían tres métodos principales para exterminar judíos: ghettos; escuadrones de la muerte (Einsatzgruppen); y los seis campos de exterminio. Analicemos cada uno de estos métodos para evaluar el crimen en su conjunto.

    El mecanismo del asesinato en masa (1) Ghettos

    La primera categoría importante de exterminio masivo es el sistema de ghettos. Los ghettos solían ser pequeñas secciones de las ciudades, designadas como zonas exclusivamente judías. Los ghettos comenzaron a formarse a principios de 1940; el ghetto de Lodz (Polonia) fue uno de los primeros. La mayoría fue establecida a finales de 1941; se dice que había más de 1.000 en total. A partir de principios de 1943, los ghettos comenzaron a ser desmantelados; la vida media de un ghetto era de aproximadamente dos años.

    Al contrario de la creencia popular, los ghettos no eran prisiones. Muchos eran completamente abiertos, y los judíos podían entrar y salir a su antojo; sólo tenían limitada su capacidad para vivir y operar allí. A menudo, el ghetto sólo era identificado con un cartel. Claramente, los ghettos nunca fueron concebidos como medio de exterminio masivo. Evidentemente, Longerich coincide: “La creación de los ghettos fue llevada a cabo de forma tan aleatoria y lenta, que sería erróneo considerarla como política sistemática cuyo objetivo final fuese la aniquilación física de los judíos” (2010: 166).

    Sin embargo, los ghettos fueron el primer paso lógico de un programa de exclusión, remoción y expulsión (“exterminio”). Si los nacionalsocialistas realmente hubieran deseado llevar a cabo una limpieza étnica en el Reich, habrían comenzado por acorralar a los judíos, confinarlos en zonas específicas y, finalmente, expulsarlos metódicamente del territorio. Y eso fue precisamente lo que ocurrió. Los dos ghettos más grandes ‒Lodz (200.000 judíos) y Varsovia (400.000–590.000 judíos)[[24]]‒ fueron establecidos en Febrero y Noviembre de 1940, respectivamente. Los judíos fueron confinados allí (de la manera descrita) hasta que fueron abiertas nuevas zonas en el este, cuando comenzaron las deportaciones.

    Grupo de agentes de policía del ghetto judío, alineados con bicicletas en el ghetto de Varsovia, Polonia, Mayo de 1941.
    Bundesarchiv, Bild 101I–134–0792–28 / Knobloch, Ludwig / CC-BY-SA [CC-BY-SA-3.0-de (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/de/deed.en)], a través de Wikimedia Commons
    Bundesarchiv , Bild 101I–134–0792–28 / Knobloch, Ludwig / CC-BY-SA [CC-BY-SA-3.0-de ( https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/de/deed.en )], via Wikimedia Commons
    Una vez más, resulta instructivo tener presente el panorama general. Desde la perspectiva del Holocausto, surge una pregunta clave: ¿cuántos judíos murieron en los ghettos? Dados los años de estudio, debería haber algo parecido a un consenso sobre cuál es esa cifra y cómo fue obtenida. Esa cifra debería ser la guía, el eje central de todo debate sobre los ghettos. Debería estar presente en todas partes donde se examinen los ghettos. Y, sin embargo, no la encontramos en ninguna parte.

    Esta cifra no aparece en fuentes antiguas ni recientes, impresas ni en línea. El estudio detallado de Friedman (1954), por ejemplo, no enumera cifras de muertos, ni para ghettos individuales ni para el ghetto en su conjunto. Fuentes más recientes son algo mejores. El capítulo de Corni (2003) sobre “Vida y muerte” en los ghettos ofrece un diagrama de dispersión de las estadísticas de mortalidad, pero no es en absoluto exhaustivo. Corni presenta un detalle mensual de las muertes ‒hasta el ghetto individual‒ en los dos ghettos más grandes (Varsovia y Lodz), pero sólo durante 10 y 18 meses, respectivamente (páginas 205-206). Sin embargo, el autor no extrae conclusiones generales de estas estadísticas. Concluye el capítulo citando al estadístico nacionalsocialista R. Korherr, quien, según informa, afirmó que 760.000 judíos polacos murieron en ghettos para Diciembre de 1942 (p. 218), aunque Korherr define claramente esta cifra como la suma de “emigración, exceso de mortalidad y evacuación”.

    En su estudio “definitivo”, Longerich (2010: 167) atribuye sólo una vaga estimación a estas muertes. Citando a Hilberg (2003), escribe que “el número total de judíos polacos asesinados antes y durante el período de ghettización, antes del inicio de las expulsiones violentas de los ghettos, fue de aproximadamente 500.000”. ¿Sólo judíos polacos? Muchos países tenían ghettos. ¿Y qué significa “antes”? ¿Y por qué excluir las “expulsiones violentas”? ¿Y en qué se basó la cifra de Hilberg, quien sólo pudo encontrar 5,1 millones de muertes en total?

    O consideremos a Dean (2010); ofrece exactamente el tipo de resumen conciso que debería incluir una cifra general de muertes; y, sin embargo, sólo encontramos dos cifras de mortalidad, ambas correspondientes al ghetto de Varsovia (más sobre ésto más adelante). Quizás apropiadamente, uno de los estudios más recientes dedicados al tema, Michman (2011), ni siquiera proporciona estadísticas de mortalidad.

    Las fuentes en línea son igualmente deficientes. Wikipedia (“Ghettos Judíos en la Polonia ocupada por Alemania”) ofrece una buena lista de 272 ghettos, incluyendo un “número de judíos confinados” (¿máximo? ¿promedio? ¿número final?), pero no hay estadísticas de muertes, ni siquiera referencias a ninguna. Esta página enumera el supuesto destino de los residentes del ghetto; prácticamente todos fueron enviados a uno de los seis campos de exterminio, directa o indirectamente. Estos campos serán analizados en breve en este texto. El sitio web del USHMM (“Ghettos”) no proporciona cifras, y sólo afirma que “los alemanes y sus auxiliares fusilaron a los residentes del ghetto en fosas comunes cercanas o los deportaron, generalmente en tren, a centros de exterminio donde fueron asesinados”. ¿Cuántas fosas comunes? ¿Dónde están? ¿Han sido examinadas? No hay respuestas. Yad Vashem simplemente afirma: “Muchos judíos murieron en los ghettos”.[[25]]

    Debemos tener en cuenta lo simple que es nuestra solicitud. La ecuación esencial es ésta: los judíos fueron a los ghettos; algunos murieron allí; el resto fueron expulsados del territorio. Más explícitamente:

    (# judíos en ghettos) = (# judíos asesinados en ghettos) + (# judíos deportados)

    De nuevo, ésto es lógica elemental, pero aún así parece estar fuera del alcance de nuestros historiadores tradicionales. ¿Por qué no podemos obtener ni siquiera estimaciones aproximadas para esta igualdad básica?

    Dado que solicitar estadísticas generales de mortalidad es claramente un requisito muy exigente, hagámoslo más sencillo. Analicemos el ghetto más grande y más investigado: el de Varsovia. Aquí, teóricamente, lo sabemos todo, y con gran detalle. Ya en 1954, Friedman escribió: “La bibliografía de publicaciones sobre el ghetto de Varsovia es tan extensa que resulta imposible enumerar incluso los estudios más importantes” (p. 79, n. 76). ¿Cuánto más detallado es nuestro conocimiento hoy, 60 años después?

    Una vez más, nos planteamos la pregunta fundamental: ¿cuántos judíos murieron en el ghetto de Varsovia? Una vez más, nos quedamos con las manos vacías. Ninguna fuente proporciona siquiera una estimación plausible de esta cifra esencial.

    De hecho, nuestros expertos ni siquiera pueden responder con claridad a la pregunta más sencilla: ¿Cuántos judíos había en el ghetto de Varsovia? Friedman (1954: 79) afirma que entre 420.000 y 500.000. Corni (2003: 195) afirma que 400.000. Dean (2010: 342) afirma que “unos 450.000”. Longerich (2010: 167) afirma que entre 410.000 y 590.000. Si, al iniciar la investigación, desconocemos cuántas personas había en los ghettos, ciertamente no podremos responder a las preguntas posteriores sobre muertes y deportaciones. Y si no podemos responder a esas preguntas, pues bien, nuestra visión completa del Holocausto queda en el aire.

    A diferencia de cientos de otros ghettos, disponemos de algunas estadísticas parciales de muertes para el ghetto de Varsovia. Corni (2003: 206), por ejemplo, nos presenta una tabla con el número de muertes mensuales desde Enero de 1941 hasta Junio de 1942. El promedio es de 3.853 muertes al mes. Pero ¿por qué detenerse ahí? El ghetto existió durante un año más. ¿Podemos extrapolar esta cifra mensual a toda la duración? Ésto implicaría aproximadamente 120.000 muertes en total. De no ser así, ¿por qué no?

    En tal caso, ¿cómo conciliamos esta cifra con los siguientes datos presentados por el USHMM?

    • “83.000 judíos [en el ghetto] murieron de hambre y enfermedades” entre 1940 y mediados de 1942.
    • Entre Julio y Septiembre de 1942, “los alemanes deportaron a unos 265.000 judíos de Varsovia a Treblinka”.
    • Tras el cierre del ghetto a mediados de Mayo de 1943, 42.000 personas fueron deportadas a tres campos, 7.000 murieron combatiendo, y otras 7.000 fueron enviadas a Treblinka.
    • 500 judíos de Varsovia sobrevivieron en la ciudad hasta su captura por los soviéticos en 1945.[[26]]

    A pesar de todo, no se conoce el número total de muertos en el ghetto más conocido y estudiado de todos.

    Por cierto, ¿cuál fue la fuente de Corni para sus cifras? Como buenos detectives, siempre deberíamos plantearnos estas preguntas. Este caso es particularmente revelador. Cita un texto alemán oscuro y sin fecha (presumiblemente de 1960), Faschismus‒Getto‒Massenmord. Este texto, a su vez, es una traducción de una fuente polaca aún más oscura y también sin fecha (presumiblemente de 1957). La página 138 de este texto contiene una tabla con las cifras que utilizó Corni. Pero incluso aquí hay problemas. No hay explicación que acompañe a estas cifras: ninguna explicación, ningún contexto, nada. Además, la entrada para Diciembre de 1941 es 43.239, cifra ridículamente alta y obviamente incorrecta; por lo tanto, Corni utiliza la cifra (4.366) del gráfico adjunto. Pero si existen errores tan groseros y flagrantes, ¿cómo podemos confiar en ninguna de las cifras?

    Una razón para la reticencia a establecer una cifra total de muertos puede ser la evidente falta de pruebas; es decir, la ausencia de los cuerpos de las víctimas. Según los datos de Corni, el ghetto de Varsovia produjo cerca de 130 cadáveres al día, en promedio, durante dos o más años. ¿Qué hacían los habitantes con los cuerpos? No podían enterrarlos, ya que estaban en medio de una gran ciudad. No tenían crematorios ni madera para construir piras. Entonces, ¿qué pasó con los cuerpos? ¿Hay restos que podamos examinar hoy para confirmar la información?

    No es de extrañar que ninguno de nuestros expertos en ghettos aborde este espinoso asunto. En el mejor de los casos, encontramos meros comentarios superficiales en otras fuentes. Por ejemplo, en un artículo del NYT de 1942, leemos que los judíos de Varsovia “no tienen medios para los funerales, así que los muertos son abandonados en la calle, donde son recogidos por la policía” (7 de Enero, pág. 8). El mismo artículo, por cierto, afirma que morían 300 al día, la mayoría de tifus, la misma enfermedad que los alemanes se esforzaban tanto por prevenir. Si la policía recogía los cadáveres (4.000 o 5.000 al mes), ¿qué hacían con ellos? ¿Los enterraban? De ser así, ¿dónde? ¿Los contaban siquiera? Más preguntas sin respuesta.

    Sin estas respuestas, no podemos confiar en la información aquí presentada. Por lo que sabemos, las cifras reales podrían haber sido mucho menores. Si había 400.000 judíos en el ghetto de Varsovia, eso implicaría 4.000 muertes naturales al año, o unas 11 muertes naturales al día. Con esta cifra menor, podemos entender cómo los cuerpos pudieron haber “desaparecido” sin registro. Pero Corni y otros nos dicen que aproximadamente 130 judíos morían cada día, diez veces la tasa natural. El NYT dijo 300 al día, o 30 veces la tasa natural. Estas cifras son mucho más difíciles de ser explicadas.

    O quizás era incluso peor que lo que suponemos. En un impactante informe del NYT de 1943, leemos que “unas 10.000 personas son asesinadas diariamente sólo en Varsovia por diversos medios; son empleados los instrumentos más crueles e inhumanos, que sólo el espíritu satánico y negro del hitlerismo puede inventar” (7 de Febrero; p. SM16). Piénsenlo: ¡10.000 al día! ¡En un área de ghetto de poco más de un kilómetro cuadrado! Quizás el reportero, el “famoso novelista” Sholem Asch, se excedió un poco. En ficción, todo vale.

    Hay que tener presente la simplicidad del análisis que buscamos. Los puntos principales podrían resumirse en un solo párrafo. Sería así:

    “El ghetto de Varsovia albergaba a 350.000 judíos en su inauguración, cifra que alcanzó un máximo de 450.000 a mediados de 1942, y descendió a 80.000 cuando fue clausurado en Mayo de 1943. En total, 500.000 judíos pasaron por el ghetto. De éstos, 40.000 murieron en el ghetto por causas naturales, y 10.000 fueron fusilados allí por los nazis. Los 50.000 cuerpos fueron depositados en tres fosas comunes en un bosque cercano, los que fueron exhumadas y analizados en 1942. Las 450.000 personas restantes fueron finalmente trasladadas fuera del ghetto: 300.000 a Treblinka; 100.000 a Majdanek; y 50.000 a otros campos de concentración”.

    Así es: muy simple, muy conciso, y todo tiene sentido. Por supuesto, estas cifras son puramente ficticias. Recurrimos a expertos para obtener estadísticas reales. Pero no hay respuestas. Y si el infame ghetto de Varsovia encierra tantos misterios, sólo podemos imaginar la turbia situación de los ghettos en su conjunto.

    Al final, nos quedamos con las manos vacías. Necesitamos explicar de alguna manera aproximadamente un millón de muertes en los ghettos. Sin embargo, no disponemos de datos útiles ni siquiera sobre los ghettos más grandes y mejor estudiados. Además, siempre debemos tener presente la tasa de mortalidad natural. Si, por ejemplo, 3 millones de judíos (una estimación aproximada, pero sin duda un límite superior) estuvieran confinados en nuestros “1.000 ghettos”, esperaríamos unas 30 000 muertes al año, o casi 100 muertes al día, por causas estrictamente naturales. Cien muertes diarias, repartidas en varios países y aproximadamente 1.000 lugares diferentes, podrían ser fácilmente pasadas por alto en medio de una gran guerra. Pero, siendo más precisos, ésto resultaría en sólo unas 100.000 muertes en total, apenas 10% de la cifra presunta.

    Al concentrar a los judíos, los nazis sin duda contribuyeron a las enfermedades infecciosas, la desnutrición y otras dolencias, y por lo tanto deberían ser considerados responsables de estas muertes “excesivas”, junto con cualquier tiroteo aislado u otras acciones directas que perpetraron. Pero desconocemos cuántas de estas muertes ocurrieron.

    Resumamos nuestro problema. El sistema de ghettos funcionó esencialmente durante tres años: 1941-1943. Durante este período, se nos dice, se produjeron un millón de muertes en los ghettos, es decir, casi 28.000 al mes en promedio, o unas 925 al día. Cada día, en algún lugar del sistema, eran enterrados o incinerados 925 cuerpos. En algún lugar, en total, se encuentran los restos de un millón de personas. O eso nos dicen.

    Y, sin embargo, no hay registro de tales cuerpos: ni fosas comunes, ni crematorios, ni piras al aire libre, ni historias de “arrojados al río”. Nada. Ni siquiera se contabilizan las muertes naturales, lo que nos lleva a sospechar que el número total de judíos confinados pudo haber sido mucho menor que el que se afirma. Y si no podemos encontrar a las víctimas, ¿cómo podemos esperar resolver el crimen?

    El mecanismo del asesinato en masa (2) Einsatzgruppen

    Desde la perspectiva ortodoxa, la ghettización de los judíos fue sólo la primera fase de su exterminio. Sin embargo, por razones obvias, este sistema jamás podría servir como medio de asesinato en masa. Por lo tanto, se nos dice que los nacionalsocialistas buscaron métodos más rápidos. Uno de ellos fueron los fusilamientos masivos.

    Alemania atacó la Unión Soviética en Junio de 1941, capturando rápidamente vastas extensiones de territorio. A medida que el ejército principal avanzaba hacia el este, existía el peligro constante de ataques insurgentes por la retaguardia. Por lo tanto, la Wehrmacht estableció Einsatzgruppen (grupos de trabajo) para proteger a los soldados. Los Einsatzgruppen fueron organizados en cuatro unidades principales (A, B, C y D), compuestas por aproximadamente 3.000 hombres,[[27]] complementadas por un quinto grupo de “propósito especial”. Estos grupos de trabajo contaban con el apoyo en su misión de batallones de policía, brigadas de las SS (conocidas como HSSPL), y quizás uno o dos grupos más. Además de su función principal, se informó que a estos grupos también se les otorgó “autoridad para asesinar a miembros de la intelectualidad, el clero y la nobleza, así como a judíos y enfermos mentales”[[28]], una tarea formidable.

    El método de asesinato era simple y directo: disparos a quemarropa, con los cuerpos arrojados a zanjas. Existen algunos informes vagos sobre el uso de “seis furgonetas de gas”, pero los detalles son tan confusos que no podemos concluir nada al respecto.[[29]] Según la opinión general, los Einsatzgruppen y sus afiliados son responsables de la gran mayoría de los 1,6 millones de fusilamientos de judíos, quizás 1,3 millones o un poco más, según la fuente.[[30]] Evidentemente, los Einsatzgruppen no perdieron el tiempo; la mayor parte de las matanzas ya habían cesado a finales de 1942.

    Como siempre, debemos centrarnos en el panorama general. Si asumimos que la mayoría de los fusilamientos tuvo lugar durante aproximadamente 18 meses (desde mediados de 1941 hasta Diciembre de 1942), ésto significa que los cuatro Einsatzgruppen y sus grupos auxiliares lograron asesinar, en conjunto, a casi 65.000 judíos al mes, o unos 2.200 judíos al día. Aún más impresionante, lograron enterrar los cuerpos al mismo ritmo; más adelante en este texto se hablará de ésto.

    Para comprender esta magnitud de asesinatos, necesitamos más detalles. Longerich y la mayoría de los demás no lo hacen; basta con citar una serie de supuestos eventos individuales ‒450 fusilados aquí; 2.400 fusilados allá; etc.‒ y dejarlo ahí. Estas estadísticas, por supuesto, nos dicen poco sobre lo que realmente ocurrió; y, lo que es más importante, están muy lejos de alcanzar el millón o más.

    Entre los investigadores recientes, sólo Headland (1992) intenta proporcionar detalles reales. Citando informes de la Wehrmacht, calcula los totales hasta Diciembre de 1942 para cada uno de los principales Einsatzgruppen y brigadas de las SS (nada para batallones de policía ni otros). Sus cifras son las siguientes (pág. 105):

    Gruppe A                                       364.000

    Gruppe B                                        134.000

    Gruppe C                                       118.000

    Gruppe D                                         92.000

    HSSPF                                              445.000

    Total                                             1.153.000

    Pero, como reconoce Headland, surgen problemas inmediatos. En primer lugar, supuestamente se trata de todas las víctimas, tanto judías como no judías. Los fundamentalistas asumen que los judíos eran la gran mayoría, quizás 90%, aunque ésto podría ser drásticamente erróneo. Además, el número de las HSSPF (brigadas de las SS; Höhere SS- und Polizeiführer) representa “ciertamente sólo una parte de sus operaciones” (p. 106); tal vaguedad es una estratagema común, y deja abierta la posibilidad de cifras finales arbitrariamente altas.

    Pero existen problemas más fundamentales. “No es fácil”, admite Headland (p. 92), “obtener una imagen clara de las características distintivas” a partir de los informes de los Einsatzgruppen; “la irregularidad de los informes nos frustra constantemente”. Continúa:

    También hay pruebas que sugieren que algunos líderes de los Einsatzkommandos y Einsatzgruppen exageraron deliberadamente, para su propio ensalzamiento, el número de personas fusiladas (…). Si tales exageraciones existieron, no hay forma de determinar en qué medida ni dónde fueron exageradas las cifras. (páginas 97-102)

    Y lo que es peor: “La imposibilidad de determinar un total exacto se hace aún más evidente al examinar detenidamente las cifras presentadas en las tablas … Cualquier cosa que se acerque a un total final para todo el período de la guerra, es imposible”. Pero un momento: ésto forma parte del “evento mejor documentado de la historia”. ¿Por qué es un misterio esta enorme parte del Holocausto?

    Headland afirma que “es improbable que los historiadores lleguen jamás a estimaciones más informadas y precisas del número de personas asesinadas en los territorios orientales …” (p. 106). “Podemos concluir”, dice con seguridad, “que la estimación de Raul Hilberg de que más de 1.300.000 judíos fueron asesinados en el este por los Einsatzgruppen y otras agencias y colaboradores de las SS, es probablemente lo más cercano a la verdad que podemos encontrar”. Lo que Headland quiere decir es ésto: Hilberg es famoso; y, por lo tanto, debemos simplemente aceptar su cifra ‒a pesar de la falta de pruebas‒ porque no tenemos base para nada mejor, y es necesario algo de esa magnitud para siquiera empezar a acercarnos a la cifra de “6 millones”. Eso no inspira mucha confianza.

    Pero también hay un asunto delicado, el que Headland, Hilberg, Longerich y todos los demás evitan cuidadosamente: la ausencia de cadáveres.

    Para los cálculos, supongamos que las cifras de Headland (citadas anteriormente) corresponden 100% a judíos. Además, supongamos que el total aumenta lentamente a lo largo de 1943, de 1,15 millones a un máximo final de 1,3 millones a finales de ese año. Para entonces, las acciones de los Einsatzgruppen habían concluido casi con certeza. Bajo tales supuestos, la tasa diaria de asesinatos era muy alta: de 500 a 2.500 personas al día durante la mayor parte del período de dos años y medio. Sin embargo, durante tres meses espectaculares ‒de Septiembre a Noviembre de 1942‒, esta tasa se disparó a casi 4.000 asesinatos diarios, gracias a algunas feroces matanzas perpetradas por las brigadas de las SS.[[31]]

    Dejemos de lado las innumerables dificultades que supone cazar, acorralar y fusilar a un promedio de 4.000 personas al día, durante 120 días consecutivos. Supongamos que ésto hubiera sido hecho. Cada día, los cinco grupos tenían un total de unos 4.000 cadáveres. ¿Y ahora qué? La respuesta obvia era enterrarlos en fosas comunes profundas y rudimentarias. En una fosa de este tipo, cabían un máximo de seis a ocho cuerpos por metro cúbico.[[32]] En consecuencia, la cifra diaria de 4.000 asesinatos requeriría un espacio de aproximadamente 600 metros cúbicos: una fosa de, por ejemplo, 10 m x 12 m x 5 m de profundidad.[[33]] En otras palabras, un agujero bastante grande … un nuevo agujero, cada día … durante 120 días consecutivos. Incluso un día de descanso, con sólo 1.000 fusilamientos, requeriría un agujero de 5 m x 6 m de superficie, y 5 m de profundidad para albergar los cuerpos.

    ¿Y qué decir de un día “terrible”? La peor masacre que supuestamente ocurrió fue en Babi Yar, Ucrania. El 29 de Septiembre de 1941, el Einsatzgruppe C supuestamente masacró a 33.771 judíos en un sólo día. Para acomodar estos cuerpos, habrían tenido que cavar una zanja colosal de 10 m de ancho por 100 m de largo y 5 m de profundidad. Sólo ésto ya habría sido un esfuerzo de construcción masivo, todo para un sólo día de masacre.

    Así que, algunas preguntas obvias: ¿Quién estaba llevando a cabo toda esta excavación? ¿Todos los días, todo el año, durante dos años y medio? ¿Sobre hielo y nieve? ¿Cada equipo llevaba consigo una excavadora diesel? Y además: ¿Dónde están todos estos agujeros? Si 1,3 millones de judíos fueron fusilados y enterrados, se necesitarían, por ejemplo, 1.000 agujeros de este tipo, cada uno con un promedio de 1.300 cuerpos. O quizás 2.000 agujeros con un promedio de 650, y así sucesivamente. Ésto da una idea de la magnitud del problema.

    Y luego, las preguntas cruciales: ¿Cuántos de estos agujeros encontramos? ¿Y cuántos cuerpos yacían en ellos?

    Los fundamentalistas ya tienen sus respuestas preparadas. A finales de 1942, los nazis supuestamente se dieron cuenta de que habían cometido un grave error. Tantas fosas comunes, con tantos cadáveres, dejaron una enorme cantidad de pruebas incriminatorias. Nunca se explica por qué a los nazis les importó ésto. Por lo tanto, iniciaron la “Acción 1005”, un programa para destruir las pruebas de sus fusilamientos masivos. Longerich (2010: 410) explica: “En Junio de 1943, los comandos comenzaron a abrir fosas comunes en los territorios soviéticos ocupados, primero en Ucrania, luego en la Rusia Blanca, y finalmente en los países bálticos”. Estos equipos fueron “extraordinariamente minuciosos”, afirma.

    Cavaban fosas comunes, incineraban los cadáveres sobre pilas de leña o en rejillas de acero, y examinaban las cenizas en busca de objetos valiosos, especialmente dientes de oro, antes de triturar los huesos y esparcir o enterrar las cenizas. Posteriormente, eran eliminados todos los demás rastros que pudieran indicar los lugares de ejecución, y las escenas del crimen eran niveladas y se implantaban vegetales.

    Bueno, eso zanja el asunto.

    Uno se pregunta: ¿cuán ingenuos cree Longerich que son sus lectores? ¿Debemos aceptar, sin cuestionar, esta extraña e imposible historia? Más de un millón de cadáveres, enterrados en más de 1.000 fosas comunes, repartidas por cientos de miles de kilómetros cuadrados, fueron localizados, exhumados y reducidos a cenizas en enormes hogueras. Las toneladas de ceniza resultantes ‒cenizas de cuerpos humanos más cenizas de madera‒ fueron tamizadas en busca de dientes, huesos y otros “objetos valiosos”; los huesos fueron molidos, triturados (¿cómo?), y todo el conjunto fue “esparcido” o enterrado para que no quedara ningún rastro. Los asesinos contaban también con sus propios paisajistas, quienes aparecieron al final, alisaron la tierra sobre esas 1.000 fosas comunes, y plantaron algunos árboles o arbustos para ocultar su maldad. Y quizás también algunas flores, en memoria de los asesinados.

    Ésta es una historia ridícula, pero convenientemente ridícula. Intenta explicar la evidente laguna: el hecho de que no hayamos encontrado ninguna prueba que se acerque siquiera a los 1,3 millones de presuntas víctimas. De hecho, por una lógica perversa, la ausencia de cadáveres confirma la visión tradicional: “Por supuesto que no hay cadáveres; era parte del plan”. Por supuesto.

    Incluso si los nazis hubieran intentado tal cosa, existen problemas sustanciales:

    1. ¿Fueron los nazis tan estúpidos como para no pensar en este problema desde el principio? Y, sin embargo, ¿fueron tan brillantes como para eliminar por completo las pruebas?
    2. Simplemente encontrar todas las fosas comunes después de uno o dos años habría sido una tarea ardua en sí misma. Los nazis no contaban con sistemas GPS ni satélites. Habrían necesitado un extenso y extremadamente detallado conjunto de mapas dibujados a mano y descripciones escritas. ¿Por qué no tenemos pruebas de tales cosas?
    3. Desenterrar cientos de miles de cadáveres en descomposición habría sido una tarea sucia, torpe y repugnante, incluso en las mejores condiciones, e imposible durante los gélidos meses de invierno.
    4. La cantidad de madera necesaria para quemar cadáveres en descomposición habría sido astronómica. Nota: Los nazis no sólo “cocinaban” los cuerpos, sino que los reducían a cenizas. Hacer ésto en una hoguera al aire libre requiere una cantidad inmensa de combustible, al menos 160 kilogramos de madera por cuerpo.[[34]] Por lo tanto, una fosa común para 1.000 personas requeriría al menos 160.000 kilogramos (160 toneladas) de madera. Y el fuego se habría apagado con frío, lluvia, viento u otras condiciones adversas.
    5. ¿Sobre qué base pueden nuestros expertos afirmar que los Einsatzgruppen utilizaron “rejillas de acero”? ¿Tienen algún registro de las mismas? ¿Existen ejemplos, fotografías, algo?
    6. La cantidad de ceniza habría sido abrumadora. Cada cuerpo, más la madera para quemarlo, produciría unos 9 kilogramos de ceniza; 1.000 cuerpos producen 9 toneladas de ceniza. ¿Podemos imaginarnos a los alemanes “cribando” montañas de ceniza, bajo el frío y la lluvia, extrayendo dientes y huesos, inspeccionando cada diente individualmente en busca de oro, y arrojando cada hueso a la “trituradora”, la pila de la “trituradora”?
    7. Moler y triturar materiales duros como los huesos requiere grandes máquinas motorizadas. ¿Tenemos alguna evidencia de que tales máquinas existieran y fuesen utilizadas en toda Europa del Este?
    8. Las cenizas enterradas siguen siendo cenizas durante años, décadas, incluso siglos. Si las enterraron, siguen ahí. ¿Por qué no las hemos encontrado?
    9. La tierra removida, como en el caso de las enormes fosas, no se puede simplemente borrar. Rellenarlas con limo no resuelve el problema. La tecnología moderna puede detectar fácilmente tales perturbaciones, incluso desde arriba, desde el aire. ¿Por qué no hemos encontrado estos enormes pozos?[[35]]

    Los problemas se agravan hasta un punto vergonzoso. Como detectives en esta gran historia criminal, debemos saber cuándo descartar la ficción obvia. Es una lástima que Longerich y los demás se vean obligados a promover semejante disparate. Saben, o deberían haber sabido, que es un disparate. Y, sin embargo, lo promueven de todos modos.

    Una explicación más racional es ésta: los Einsatzgruppen y grupos afiliados dispararon a muchas menos personas, y a muchos menos judíos, que lo que se alega. Nadie duda de que estos escuadrones mataron a muchas personas, quizás miles, de todo tipo. Después de todo, había una guerra en curso. Nadie duda de que los cuerpos eran arrojados con frecuencia y sin contemplaciones a zanjas. Pero matar a más de un millón de judíos, enterrarlos a todos, desenterrar sus cuerpos un año o dos después, quemarlos en hogueras hasta convertirlos en cenizas, cribar todas las cenizas y luego ocultarlos, eso es imposible. El hecho de que no tengamos evidencia de ni siquiera una fracción de esta historia, es revelador. Es una clara señal de que nuestros historiadores tradicionales nos están engañando seriamente. No sería exagerado llamarlos mentirosos descarados. La pregunta, entonces, es: ¿por qué?

    El mecanismo del asesinato en masa (3) Cámaras de gas

    Hasta ahora, hemos analizado los ghettos y los fusilamientos masivos en el Este como medios ineficaces para asesinar a 6 millones de judíos y deshacerse de sus cuerpos. Como mucho, podemos imaginar que estas dos situaciones estuvieron asociadas con la muerte de quizás doscientos o trescientos mil judíos a lo largo de los cinco años de guerra, muchas de las cuales se produjeron por causas naturales.

    A pesar de los numerosos problemas y enigmas insolubles anteriormente mencionados, hagamos una concesión temporal. Supongamos que Hitler y los demás líderes nazis realmente querían asesinar a todos los judíos de Europa. Y, sin embargo, ¿lo lograron? Los ghettos y el puñado de escuadrones de la muerte claramente no fueron suficientes. Habría sido necesario algo más.

    Si realmente hubieran pretendido asesinar a grandes cantidades de judíos, los alemanes tenían claramente muchas opciones a su disposición. El fusilamiento quizás habría sido el último método elegido; es un proceso tedioso, lento e incierto, que consiste en tomar a grandes cantidades de personas, alinearlas individualmente o en grupos y ejecutarlas. Claramente, existían alternativas mejores. Por ejemplo, el valle del Ruhr albergaba numerosas minas de carbón abandonadas, la mayoría con fácil acceso a las vías férreas. Los nazis simplemente necesitaban enviar trenes llenos de judíos, hacerlos circular por los túneles vacíos y demoler las minas. O podrían haber ahogado a los judíos; habría sido sencillo colocarlos en contenedores de carga rudimentarios y arrojarlos al mar. Ésto, de un solo golpe, habría consumado la malvada acción y eliminado las pruebas.

    Si, por alguna extraña razón, los alemanes se sintieron obligados a gasear a los judíos, también tenían opciones. Como señala Fritz Berg, existían grandes “cámaras de gas” del tamaño de trenes; eran utilizadas para fumigar con el mortal gas cianuro, vagones que contenían ropa de cama, ropa y objetos personales.[[36]] El tifus, como sabemos, fue un grave problema durante la guerra, y los alemanes tomaron grandes precauciones. Sin embargo, en lugar de fumigar la ropa, los nazis podrían haber simplemente procesado vagones llenos de judíos. Podrían haber matado a cientos de personas en minutos, sin riesgo alguno para ellos. Y los cadáveres habrían estado convenientemente empaquetados, listos para su eliminación.

    Si, por alguna extraña razón, los alemanes preferían utilizar “cámaras”, también tenían opciones. Consideren este hecho obvio: una vez que se toma la molestia de reunir a los judíos y hacinarlos en espacios pequeños y herméticos, no es necesario gasearlos. Si el espacio es siquiera cercano a ser hermético, basta con esperar 30 minutos o una hora, y todos mueren. Sin químicos tóxicos, sin aireación prolongada, sin limpieza complicada; basta con abrir las puertas y retirar los cuerpos asfixiados.

    Y había alternativas aún más sencillas: reunir a los judíos; confinarlos en el campo en estructuras rudimentarias, similares a prisiones; y dejarlos morir de hambre. O aún más rápido: obligarlos a vivir en grandes corrales al aire libre durante el invierno, sin ningún tipo de refugio en grandes predios cercados. Una noche fría, y todos mueren de frío. Las variaciones son infinitas.

    Pero se nos dice que los nazis no adoptaron ninguna de estas alternativas obvias. En su lugar, optaron por un proceso complejo, técnico y peligroso, de asesinato en masa en cámaras de gas.

    Para comprender mejor este aspecto crucial de la historia del Holocausto, necesitamos información contextual. Antes y durante la guerra, los nacionalsocialistas establecieron una vasta red de prisiones improvisadas ‒campos de concentración‒ en todo el Reich. Para 1943, había unos 20 campos principales con 25.000 o más reclusos, además de al menos 65 campos auxiliares con aproximadamente 1.500 personas cada uno.[[37]] Muchos asumen que todos estos lugares eran “campos de exterminio”; es decir, lugares de asesinato en masa. Pero no es así. Según la visión ortodoxa, sólo seis campos fueron dedicados al asesinato de judíos: Auschwitz, Treblinka, Belzec, Sobibor, Majdanek y Chelmno.

    Estos seis supuestos campos de exterminio ‒o campos de la muerte‒ nunca fueron etiquetados como tales por los alemanes. Estos seis campos tenían diferentes propósitos, funcionaron durante periodos distintos, y tuvieron distintas tasas de mortalidad. De hecho, los únicos puntos en común, según el tradicionalismo, son: (a) todos albergaban a un gran número de judíos; y (b) todos contenían homicidas cámaras de gas.

    Una vez más, incluso la simple tarea de determinar el número de muertos es problemática. Cada experto ‒y cada fuente‒ parece tener una cifra diferente para cada campo. Y la variación no es insignificante; las estimaciones más altas pueden ser cinco o incluso diez veces mayores que las más bajas. Incluso si analizamos las dos fuentes más fiables ‒la USHMM y Yad Vashem‒, encontramos grandes diferencias.[[38]] Para este propósito, utilizaremos un promedio aproximado de las cifras de estas dos organizaciones.

    La siguiente tabla enumera los seis campos, ordenados por fecha de creación, y las estimaciones promedio aproximadas de muertes judías:

    Campo                     Inicio de la operación        Fin de la operación     Judíos asesinados

    Chelmno                       Diciembre de 1941       Septiembre de 1942                      250.000

    Auschwitz                             Enero de 1942        Noviembre de 1944                   1.000.000

    Belzec                                  Marzo de 1942         Diciembre de 1942                      550.000

    Sobibor                                   Abril de 1942       Septiembre de 1943                      225.000

    Treblinka                                 Julio de 1942                Mayo de 1943                      900.000

    Majdanek                    Septiembre de 1942        Noviembre de 1943                       75.000

    Total de judíos asesinados:                                                                                  3.000.000

    Estos seis campos, por lo tanto, representan un total nominal de 3 millones de muertes judías, como supusimos inicialmente. Estas muertes representan la mitad del Holocausto.

    Analicemos ahora la descripción general de cada campo para determinar mejor si fueron asesinados judíos en cada uno de estos lugares, y cómo. La lista de lugares que serán analizados a continuación sigue un patrón aproximadamente lineal, desde el menos letal hasta el más letal.

    Este campo, que en su día fue insuperable en horror, ha caído drásticamente en la clasificación. El NYT informó por primera vez sobre Majdanek en Julio de 1943. Escribió que “el número de asesinatos perpetrados por los alemanes en Polonia está alcanzando un nuevo record (…), incluyendo 1,8 millones de judíos [en todos los campos]”, según el ministro del Interior polaco.[[40]] El ministro informa que hombres, mujeres y niños fueron “deportados al campo de exterminio de Majdanek, en el distrito de Lublin, donde fueron masacrados masivamente en cámaras de la muerte”. En dos días de Julio, “más de 3.000 personas fueron asesinadas en cámaras de gas. Este tipo de ejecuciones es llevada a cabo a diario”.

    Pero la situación empeoró. Un año después, el NYT publicó detalles precisos. “Se estima 1.500.000 víctimas en una enorme fábrica de la muerte con cámaras de gas y crematorios”, proclamaba el titular.[[41]] El campo había sido recientemente “liberado” por los rusos, quienes invitaron a reporteros occidentales a presenciar el horror de primera mano. El periodista Bill Lawrence escribió:

    Acabo de visitar el lugar más horrible del mundo: el campo de concentración alemán de Maidanek, donde cerca de 1.500.000 personas de prácticamente todos los países de Europa fueron asesinadas en los últimos tres años. Recorrí todo el campo, inspeccionando sus cámaras de gas herméticamente selladas, donde las víctimas eran asfixiadas, y los cinco hornos donde los cuerpos era incinerados.

    El reportero fue a un bosque cercano, donde vio 10 fosas comunes abiertas, pero sólo 368 cuerpos. “En este bosque”, dice, “las autoridades estiman que hay más de 300.000 cuerpos”. Las víctimas eran de diversas nacionalidades: “judíos, polacos, rusos” y otros.

    No hace falta decir que el meme de “1,5 millones de víctimas de Majdanek” no resistió el escrutinio. Dado que el campo estaba tan bien conservado, merecía una investigación exhaustiva. Resulta que “las autoridades” nunca encontraron más que una pequeña fracción de los supuestos cuerpos. Con el paso de los años, las historias sobre las cámaras de gas disminuyeron, y las “estimaciones oficiales” comenzaron a descender: primero, a 1,38 millones en 1986; y luego a 360.000 en 1990. Luego aún más: a 235.000 personas, de las cuales sólo 110.000 eran judías (1992); a 60.000 judíos (2000); a “más de 50.000” judíos (2003).[[42]] Desde una perspectiva revisionista, Graf y Mattogno (2012) calcularon que el número de judíos asesinados fue ligeramente inferior a 28.000.[[43]]

    “¿Y qué?”, podrían decir algunos. “Esta reducción en el número de muertos es positiva. Demuestra que los historiadores tradicionales están dispuestos a modificar sus puntos de vista con el tiempo, a medida que surgen nuevas investigaciones”. Sería positivo que (a) reconocieran la importante contribución de los escritores revisionistas y, más significativamente, que (b) ésto condujera a una reducción correspondiente en los “6 millones”. Pero ninguna de estas cosas ocurre jamás.

    Consideremos la estimación de 59.000 víctimas judías, cifra proporcionada por el director del Museo Majdanek, Tomasz Kranz (2007). Para aceptar esta cifra, necesitamos saber cómo y cuándo murieron estas personas. Pero incluso este director nos ofrece una historia que cambia rápidamente. En 2003, Kranz escribió: “60% de las víctimas de Majdanek murieron por inanición, trabajos forzados, malos tratos y enfermedades” (2003: 230). Si ésto es aplicable a los judíos, significa que unos 35.000 murieron por causas “naturales”, mientras que los 24.000 restantes murieron por gaseo o fusilamiento. Pero también tenemos la historia de la masacre de la “Fiesta de la Cosecha” (Erntefest), en la que 18.000 judíos fueron presuntamente fusilados en Majdanek en un sólo día, el 3 de Noviembre de 1943. De ser cierto, eso deja como máximo sólo 6.000 judíos que fueron gaseados o fusilados antes de esa fecha.

    Sin embargo, Kranz comprendió claramente que ésto planteaba un problema para la perspectiva convencional, que exige un número amplio de judíos gaseados en cada uno de los seis campos de exterminio. Si sólo 6.000 personas fueron “fusiladas o gaseadas” y si, digamos, 1.000 o 2.000 de ellas fueron fusiladas, eso deja soóo quizás 4.000 personas gaseadas, cifra inaceptablemente baja para nuestros historiadores convencionales. Probablemente por esta razón, en 2007 Kranz dio marcha atrás. Ahora no hace afirmaciones sobre gaseamientos versus fusilamientos u otras causas. No menciona el recuento de víctimas de la “Fiesta de la Cosecha”. Simplemente dice: “Después de todo, no tenemos a nuestra disposición ningún dato que documente muertes clasificadas bajo diversas formas de asesinato” (2007: 104). En una nota a pie de página, Kranz añade que “las estimaciones sobre el número de fusilamientos masivos y gaseamientos de prisioneros (…) son estimaciones muy generales, y no están respaldadas por la investigación de fuentes”. Por lo tanto, tales cifras “deberían ser consideradas de poca utilidad”. En otras palabras, no sabemos casi nada sobre cómo murieron los judíos; todo es especulación. Sin embargo, si ésto es cierto, ¿cómo puede Kranz estar tan seguro de su cifra de 59.000?

    La esencia de la historia del campo de Majdanek, así como la esencia de la historia de los seis campos de exterminio, reside en las cámaras de gas. El relato standard, fechado en 1944, afirma que el campo contaba con siete de estas cámaras. Eran únicas, singulares, y supuestamente utilizaban tanto Zyklon-B (pastillas de cianuro) como monóxido de carbono de cilindros presurizados.

    Pero estas afirmaciones perdieron validez tras un análisis crítico. Una cámara del “nuevo crematorio” era simplemente una habitación cerrada y sin ventanas; sin embargo, al carecer de sistema de ventilación, no pudo haber sido utilizada para gasear a personas. Se alegaba la existencia de otras dos cámaras en el “Cuartel 28”, que nadie ha podido localizar hasta hoy en día, y que probablemente fueron producto de la imaginación soviética.

    Ésto nos lleva al edificio conocido como “Unidad de Baño y Desinfección I”, el que supuestamente albergaba las otras cuatro cámaras. Afortunadamente, este edificio sigue en pie hasta nuestros días, por lo que puede ser fácilmente examinado.

    Las cuatro cámaras de baño y desinfección (B&D) están designadas de la siguiente manera:

    • Ambiente C: El más grande de los cuatro ambientes, supuestamente sólo usaba Zyklon-B. Sin embargo, tiene una gran ventana de vidrio, fácilmente rompible, y carece de sistema de ventilación. Hoy en día, incluso los historiadores tradicionales coinciden en que la habitación era únicamente utilizada para despiojar ropa de cama y vestimenta.

    La atención se centra ahora en los tres últimos ambientes:

    • Ambiente A: Habitación mediana sin ventanas y con dos puertas con cerradura.
    • Ambiente B1: Habitación pequeña con una ventana pequeña y una puerta con cerradura.
    • Ambiente B2: Habitación pequeña sin ventanas y con una puerta con cerradura.

    Pero el uso de Zyklon-B parece descartado en las tres salas. Las salas B1 y B2 carecen de ventilación y sólo contienen agujeros rudimentarios en el techo (probablemente de construcción de posguerra) para la eliminación del venenoso Zyklon-B. No hay una forma evidente de acceder al techo para acceder a estos agujeros, y existe el problema habitual de cómo retirar los cadáveres una vez mezclados con las letales pastillas. La sala A tenía dos puertas, que podrían haber servido como un sistema de ventilación rudimentario, suficiente para la ropa de cama y la vestimenta, pero no para las personas. Pero esta sala carece incluso de agujeros improvisados en el techo, por lo que no hay un plan evidente para introducir Zyklon-B.

    En conclusión: si los alemanes gasearon a alguien con pastillas de cianuro en Majdanek, fue un procedimiento extremadamente burdo, peligroso y, francamente, absurdo, difícilmente digno de consideración.

    En cuanto a las acusaciones de intoxicación por monóxido de carbono, se basan en que dos de las habitaciones (A y B1) tienen tuberías metálicas perforadas que recorren las paredes. Estas tuberías conducen a una pequeña cabaña exterior que contiene dos grandes contenedores de gas comprimido. Suena mal, hasta que se leen las etiquetas de los contenedores: CO₂ o dióxido de carbono.[[44]] El monóxido de carbono es mortal, pero el dióxido de carbono no lo es. Lo utilizamos en nuestra respiración a diario. ¿Por qué los alemanes introducirían dióxido de carbono en espacios cerrados? Hay una respuesta obvia: para ralentizar la descomposición de los cadáveres. Si las habitaciones fuesen utilizadas como morgues temporales, al desplazar al oxígeno el CO₂ permitiría un almacenamiento más prolongado de los cadáveres. De hecho, los fruticultores utilizan esta técnica constantemente cuando quieren almacenar fruta fresca durante el invierno: utilizan grandes refrigeradores de dióxido de carbono.

    Esto también ayuda a explicar los relatos de los testigos. Las habitaciones contenían cadáveres (cierto); los cuerpos fueron “gaseados” (cierto, cuando ya estaban sin vida); ý los cadáveres finalmente fueron incinerados en crematorios (cierto). Los hechos individuales son ciertos, pero no encajan en la descripción de “cámaras homicidas de gas”.

    La cuestión fundamental es que Majdanek ha caído en la irrelevancia en la historia general del Holocausto. Incluso si aceptamos que 60.000 judíos murieran allí, estas personas representan apenas 1% del supuesto total. Como resultado, actualmente de nuestros historiadores tradicionales escuchamos muy poco sobre este campo.

    La “cámara de gas” de Majdanek, donde supuestamente los prisioneros eran asesinados con monóxido de carbono y Zyklon-B. Tomasz Kranz, director del Museo de Majdanek, redujo el número estimado de víctimas judías a 59.000, cifra que previamente ascendía a 1,5 millones. — Por Roland Geider (“Ogro”) (Trabajo propio) [Dominio público], vía Wikimedia Commons
    — por Roland Geider (“Ogre”) (Obra própria) [Domínio público], via Wikimedia Commons
    • Chelmno

    Incluso más que los demás, Chelmno es un campo verdaderamente misterioso. Ni siquiera era un campo fijo propiamente dicho, sino más bien una estación de procesamiento y, por separado, un cementerio. Las víctimas llegaban en camión al pequeño pueblo de Chelmno, a orillas del río Ner, a 60 kilómetros al noroeste de Lodz, Polonia. Allí, encontraban una gran mansión rural –llamada, según la fuente, “mansión”, “palacio” o “Schloss” (o “castillo”)–, donde los descargaban.[[45]] Luego se les informaba de que serían enviados más al este, a campos de trabajo. En cambio, según los historiadores, los conducían por una rampa hasta furgonetas que los esperaban; vehículos modificados para gasearlos. De ahí el arma homicida en Chelmno: furgonetas de gas.[[46]]

    Una vez cometido el crimen, la furgoneta se dirigía al “campamento forestal”, un terreno a unos 5 kilómetros del pueblo. Los cuerpos eran enterrados y posteriormente exhumados e incinerados. El lector no debería sorprenderse si la trama le resulta familiar.

    Chelmno fue un misterio tal que, durante décadas, prácticamente no fueron publicados estudios detallados sobre el mismo. Lo máximo que se podía esperar era una breve entrada enciclopédica, o referencias a documentos desconocidos en un idioma extranjero. Sólo en los últimos años han surgido obras dedicadas a Chelmno. Hasta la fecha, contamos con tres libros: dos relatos ortodoxos, de Krakowski (2009) y Montague (2012); y un análisis revisionista, de Mattogno (2011).

    Nuestra mejor fuente de información sobre cualquier campo es la documentación de la guerra; sin embargo, según Mattogno (2011: 7), lamentablemente “la documentación sobre [Chelmno] es casi inexistente”. Montague (2012: 2) coincide; lamenta la “poca evidencia física restante”, la “ausencia de registros del campo y otros documentos nazis relevantes”, y el hecho de que “las fotografías [del campo] permanezcan trágicamente perdidas para la historia”. Los relatos actuales sobre el campo se basan casi en su totalidad en testimonios poco fiables de testigos de diversos juicios de posguerra, y en datos dispersos derivados de excavaciones incompletas. Ésto explica en parte la gran disparidad en las estimaciones de muertes, desde las “más de 156.000” del USHMM, hasta las “320.000” de Yad Vashem. Para nuestros fines, asumimos una mediana de 250.000 muertes.

    Chelmno, el primer campo de exterminio masivo que existió, fue supuestamente el campo “experimental”, el que sentaría las bases para los demás campos que vendrían después. Supuestamente, fue en el verano de 1941, tras los éxitos iniciales contra los soviéticos, cuando los alemanes comenzaron a idear su “solución final” para los judíos: el exterminio masivo, según la visión tradicional; o la evacuación al este, según los revisionistas. Presumiblemente siguiendo órdenes (no escritas) de Hitler, Himmler consultó a sus expertos técnicos sobre la mejor manera de exterminar a grandes cantidades de personas. Basándose en su experiencia hasta el momento, sabían que los fusilamientos y la ghettización no funcionarían. Ernst Grawitz, uno de los hombres de Himmler, supuestamente propuso el uso de “un gas de acción rápida y altamente volátil”.[[47]] Como demuestra Mattogno, tenían muchas alternativas, incluyendo los gases altamente tóxicos fosgeno y difosgeno. Incluso el temido Zyklon-B (cianuro de hidrógeno o HCN) resultó ser sólo moderadamente tóxico entre las sustancias estudiadas. El monóxido de carbono fue el gas menos tóxico. Y aun así, inexplicablemente los nazis optaron por usar monóxido de carbono en su prototipo de campo de exterminio.

    Los alemanes tenían dos fuentes inmediatas de monóxido de carbono. Una era el gas comprimido, transportado en grandes cilindros metálicos, del tipo (erróneamente) atribuido a Majdanek. La otra fuente de monóxido de carbono provenía de los motores de combustión interna. El gas comprimido era supuestamente caro de producir y difícil de transportar; pero los motores estaban por todas partes. Los motores de todos los vehículos producían monóxido de carbono como gas de escape, de forma gratuita. La elección era obvia.

    Según testigos, las furgonetas de gas eran vehículos similares a furgonetas de muebles, cada una con capacidad para entre 25 y 50 personas en la cabina trasera. Estaban equipadas con tubos de escape flexibles, fácilmente desviables a un agujero en el piso de la cabina trasera. Según esta imagen, los gases de escape ingresaban en la cabina trasera, matando rápidamente a todos los ocupantes. Los cadáveres pudieron entonces ser transportados cómodamente en camión a un vertedero en la zona forestal.

    Pero ¿qué tipo de motor utilizar? En aquel entonces, los alemanes tenían tres alternativas. Una era un motor de standard de nafta, que emitía gas CO en concentraciones de entre 1% y 6%. Ésto resultó suficiente; en niveles superiores a 1%, el CO suele ser mortal después de 30 minutos. Sin embargo, una segunda opción era mucho mejor: los llamados motores de “gas de producción”, los que generaban gas CO para su uso como combustible. Estos motores generaban CO en niveles de 18% a 35%, lo que habría matado rápidamente a todas las personas expuestas.

    Pero se nos dice que los nacionalsocialistas ignoraron ambas opciones y prefirieron la tercera: un motor diesel. Y resulta que –y este hecho es desconocido para prácticamente todos los testigos e historiadores– los motores diesel producen muy poco monóxido de carbono: sólo alrededor de 0,1% en la mayor parte de su rango operativo.[[48]] Increíblemente, tras elegir el gas menos tóxico, inexplicablemente los alemanes eligieron el método menos eficaz para producirlo. Se nos puede perdonar el escepticismo ante este supuesto plan.

    Sin embargo, incluso hoy en día este hecho parece no preocupar a nuestros fundamentalistas, quienes siguen insistiendo en la historia del diesel. En el estudio oficial de Oxford, por ejemplo, Karen Orth (2010: 370) escribe: “El campo de Chelmno y los campos de Reinhard [es decir, Treblinka, Sobibor y Belzec] asesinaron con monóxido de carbono generado por motores de camiones diesel…”.

    El hecho de que los nacionalsocialistas evitaran gases más letales y luego optaran por usar un motor diesel para matar con CO, es suficiente para que un investigador racional descarte por completo la historia del camión de gas. Pero ésto presenta otros problemas. Por ejemplo, es físicamente imposible bombear los gases de escape a una cabina herméticamente sellada. O el motor se para, o la cabina explota. Tendría que haber un sistema complejo de válvulas de presión para liberar oxígeno mientras ingresaba el CO. Pero nadie ha descrito jamás un plan así. Si aún existiera una furgoneta de gas real, podríamos responder fácilmente a estas preguntas; desafortunadamente, no queda ninguna de estas furgonetas (más problemas de “desaparición de pruebas”).

    También tenemos una explicación mucho más plausible para los relatos de la guerra sobre las furgonetas de gas. Los camiones propulsados por sistemas de gas de producción eran en realidad llamados Gaswagen (vehículos de gas). Además, los alemanes tenían furgonetas especialmente equipadas para usar Zyklon-B para descontaminar (despiojar) ropa y objetos personales; estos vehículos también eran denominados “furgonetas de gas”. Sin embargo, cuando fue difundida la noticia de la existencia (real) de las furgonetas de gas, sumada al hecho (real) de que la gente moría y era enterrada o incinerada, y al mismo tiempo que amigos y familiares eran expulsados de los ghettos para no ser vistos jamás, es fácil imaginar cómo podrían surgir historias de gaseamientos homicidas en furgonetas.

    ¿Cómo abordan estos temas los dos autores ortodoxos? Sobre la crucial cuestión de la confrontación entre motores diesel y de nafta, y la subsiguiente producción del letal gas CO, Krakowski y Montague guardan un silencio absoluto. La palabra “diesel” no aparece ni una sola vez en el libro de Krakowski. Montague nunca especifica el tipo de motor ni informa al lector sobre la crucial diferencia. Dedica un párrafo más adelante en el libro a “la cuestión del tipo de combustible que utilizaban estos vehículos” (p. 208), pero luego no responde a la pregunta. Es evidente que Montague utiliza el término “nafta” como término genérico para el combustible de motor, omitiendo la distinción crucial entre nafta regular y diesel.

    Podrían existir pruebas potencialmente decisivas en las fosas comunes, que supuestamente contenían unos 250.000 cuerpos antes de ser exhumados e incinerados. Sabemos dónde están las zanjas y las fosas; de hecho, hoy en día hay un “monumento a las víctimas”. Montague analiza las fosas en detalle y proporciona un mapa útil. Actualmente, vemos evidencia en el suelo de tres perturbaciones largas (de aproximadamente 200 m) y delgadas (de 8 m); evidencia de una perturbación más pequeña, de unos 60 m de longitud; y evidencia de aproximadamente una docena de fosas aisladas. En total, estas perturbaciones podrían haber contenido unos 250.000 cuerpos.

    ¿Caso probado? No exactamente. Como explica Mattogno (páginas 95-105), fueron realizadas cuatro excavaciones en las fosas comunes de Chelmno: en 1945; en 1951; en 1986; y en 2003. Las tres primeras excavaciones fueron tan deficientes que no se pudo llegar a ningún resultado concluyente. El examen de 1986, por ejemplo, halló “una enorme cantidad de huesos humanos triturados” en el presunto lugar de cremación, pero no fueron proporcionados detalles mensurables. Fueron analizadas cuatro bolsas de tierra de muestra, de las cuales sólo “un pequeño porcentaje” consistía en fragmentos de hueso o ceniza (p. 97). La última investigación, en 2003, tampoco proporcionó datos objetivos ni cuantificables. Lo que queda hoy en día en estas fosas claramente no respalda la visión ortodoxa. Quizás por eso Krakowski y Montague ignoran por completo las excavaciones.

    Sin embargo, como explica Mattogno, aún existen más problemas. Si, por ejemplo, hubieran sido incinerados 250.000 cuerpos en el lugar, habrían sido requeridas enormes cantidades de leña: alrededor de 43.000 toneladas.[[49]] Ésto necesariamente habría deforestado vastas áreas alrededor del campo, y sin embargo, los bosques y selvas están prácticamente intactos, datando de mucho antes de la guerra. Si toda esta madera hubiera sido transportada en camiones, habría habido un desfile de testigos observando el flujo constante de vehículos que llegaban; pero no tenemos testigos.

    Una vez quemada, la pila de cenizas habría sido monumental: aproximadamente 2.500 toneladas. Al igual que con los Einsatzgruppen, los nazis habrían cribado toda la masa en busca de dientes y huesos, y luego habrían utilizado una o más trituradoras mecánicas. Sin embargo, dados los oscuros detalles de las cuatro excavaciones, debemos asumir que en realidad encontraron muy poca ceniza.

    En resumen: el “campo misterioso” sigue siendo en gran medida un misterio. Las furgonetas, los cuerpos, el combustible y las cenizas prácticamente han desaparecido, al igual que toda la evidencia documental y fotográfica. Este supuesto método de gaseo es literalmente absurdo. Y podemos entender fácilmente cómo surgieron estas historias de “furgonetas de gas homicidas”. Sin duda, muchos judíos pasaron por la estación de Chelmno durante su evacuación del ghetto de Lodz. Sin duda, muchos de estos individuos murieron en el ghetto y sus alrededores. Quizás los cuerpos fueron llevados a Chelmno para su eliminación. Quizás algunos de estos cuerpos fueron enterrados y otros quemados en rudimentarias piras. Pero la evidencia sugiere que esta cifra fue mucho menor que 250.000, quizás unos pocos miles de cuerpos como máximo.

    • Belzec, Sobibor, Treblinka

    Los tres campos siguientes –Belzec, Sobibor y Treblinka– comparten muchas características; por lo tanto, a menudo son analizados en conjunto. Haremos lo mismo. Estos campos suelen ser considerados parte de la “Operación Reinhardt” (o Reinhard), la que implicó la confiscación de bienes judíos y el posterior asesinato (según la perspectiva ortodoxa) o la deportación al Este (la perspectiva revisionista).

    Estos campos son únicos y singulares, ya que estaban ubicados en lugares fijos del este de Polonia, y supuestamente estaban dedicados exclusivamente al asesinato en masa de judíos. Conocemos sus ubicaciones; pero, lamentablemente, como antes, queda muy poco de ellos. Hoy en día, consisten esencialmente en claros de bosque designados y varios elementos reconstruidos –y, por lo tanto, hipotéticos– de los antiguos campos.

    Los puntos en común son sorprendentes y reveladores. Según la perspectiva tradicional, respecto de los tres campos:

    • Fueron abiertos con tres cámaras de gas; posteriormente, fueron añadidas más.
    • Estaban ubicados en vías férreas, en zonas remotas del este de Polonia.
    • Había dos zonas distintas ‒una de entrada, y una de “exterminio”‒, conectadas por una pasarela llamada “el Tubo”.
    • Gaseaban a los judíos con gases de escape de motores diesel.
    • Inicialmente, enterraban a sus víctimas y luego las exhumaban y quemaban allí mismo.
    • Enterraban sus cenizas allí mismo.
    • Ni siquiera contaban con un solo crematorio.
    • Fueron demolidos, plantados y entregados a un ucraniano local para que cultivara la tierra.

    Tanto los fundamentalistas como los revisionistas consideran los campos como parte de un plan común; por lo tanto, cabría esperar similitudes entre ellos. Sin embargo, en última instancia ésto contradice la visión standard, ya que los absurdos y las dificultades de un campo son comunes a los tres.

    Ya conocemos la mayoría de estos problemas. Uno de éstos es el uso de motores diesel para el gaseo homicida; es simplemente imprudente pensar que, con la ciencia y la tecnología avanzadas de la Alemania nazi, los motores diesel eran lo máximo que podían hacer. Y, sin embargo, la ortodoxia insiste en la historia del diesel. Anteriormente vimos la cita de Karen Orth sobre Chelmno y los campos de Reinhardt. Hilberg, por supuesto, coincide: “Se dice que Belzec estaba equipado con un motor diesel; se dice que Treblinka contaba con uno desde el principio” (2003: 936). Según el USHMM: “En 1942, comenzaron los asesinatos masivos sistemáticos en cámaras de gas estacionarias (utilizando monóxido de carbono generado por motores diesel) en Belzec, Sobibor y Treblinka, todas en Polonia”.[[50]] Yad Vashem afirma: “El área de exterminio [de Treblinka] incluía un edificio de ladrillo que albergaba tres cámaras de gas. En un cobertizo adyacente se alojaba un motor diesel; este motor producía el monóxido de carbono que alimentaba las cámaras”.[[51]] En otra entrada, escriben:

    Belzec, que inició sus operaciones en marzo [1942], contaba con tres cámaras de gas ubicadas en barracones de madera; Sobibor, donde comenzaron las matanzas en Mayo, albergaba sus cámaras de gas en un edificio de ladrillo; y Treblinka, establecido en Julio, contaba con tres cámaras de gas que podían ser herméticamente selladas. En cada uno de los tres campos, cientos de miles de judíos fueron asesinados por los gases de escape de los motores diesel.[[52]]

    Podemos comprender su dilema. Han dedicado tanto tiempo y energía a la historia del gaseo con combustible diesel, que estas personas y organizaciones no pueden retractarse sin una enorme pérdida de credibilidad. Así que repiten la misma historia una y otra vez, sin informar al lector sobre las graves improbabilidades técnicas implicadas.

    Sin embargo, existe un problema relacionado. Las personas que mueren por intoxicación con monóxido de carbono suelen presentar una coloración rosada o roja brillante en la piel. Ésta es una reacción química de la sangre al gas; es un marcador único y distintivo.[[53]] Por lo tanto, los testigos que afirmaron haber visto los cadáveres en los campos de Reinhardt deberían haber observado una cantidad abrumadora de cadáveres con una coloración rosada o roja. Ésto habría sido una señal inequívoca y muy clara de gaseo con CO. Resulta que nadie ha hecho esta observación. Algunos informan haber visto una coloración azul o amarilla, pero nunca rosada o roja. Y, sin embargo, esta habría sido la característica dominante, fácilmente evidente para todos. Se invita al lector a buscar testigos que afirmen haber visto cadáveres rojos; será una búsqueda larga.

    Pero continuemos nuestra investigación. Los historiadores tradicionales nos ofrecen un recuento nominal de muertes en los campos de Reinhardt a lo largo del tiempo. Los presentaremos en un sólo resumen para una mejor visualización. Basándonos en diversas fuentes, la siguiente tabla muestra la estimación de muertes mensuales (en miles) para cada uno de los tres campos durante sus dos años de funcionamiento.[[54]]

    Muertes en los campos de Reinhardt Visión tradicional (en miles: 000)

    1942

      Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic Anual
    Sobibor 0 0 0 27 27 27 0 0 7 7 7 7 109
    Belzec 0 0 44 42 4 18 54 156 96 66 60 10 550
    Treblinka 0 0 0 0 0 0 191 128 180 202 100 32 833
    Mensual 0 0 44 69 31 45 245 284 283 275 167 49 1.492

     

    1943

      Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic Anual
    Sobibor 8 11 11 11 15 15 15 15 15 0 0 0 116
    Belzec 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
    Treblinka 32 19 4 6 6 0 0 0 0 0 0 0 67
    Mensual 40 30 15 17 21 15 15 15 15 0 0 0 183

     

    Como podemos ver, los números totales de cada campo coinciden con los números que supusimos previamente: Sobibor = 225.000; Belzec = 550.000; y Treblinka = 900.000. Las cifras mensuales son conjeturales, pero obviamente debe haber ocurrido alguna combinación de muertes para que se alcancen los totales requeridos. Si los expertos no están de acuerdo con estas cifras, pueden proponer cifras mejores y justificarlas.

    Algunas cosas captan nuestra atención. Cualquier número en un campo que supere los 30 (es decir, los 30.000) significa que supuestamente más de 1.000 personas fueron gaseadas por día durante ese mes. Dadas las muchas dificultades anteriormente mencionadas de este proceso, ésto habría sido una tarea bastante grande. Pero los números van mucho más allá. En siete de los meses, las cifras igualan o superan las 100.000 por mes, o alrededor de 3.300 por día. El mes de mayor afluencia (Treblinka, Octubre de 1942) fue de más de 200.000, es decir, más de 6.700 al día. Una vez más, nos enfrentamos con una afirmación sorprendente y francamente increíble: que los alemanes lograron, utilizando únicamente los gases de escape del diesel, matar a casi 7.000 judíos por día, todos los días, durante un mes entero.

    Al igual que antes, la secuencia “enterrado-exhumado-incinerado” también habría sido un gran problema. Aquí se repiten todas las preguntas relativas a los Einsatzgruppen, aunque con mayores niveles de absurdo. Según los informes de nuestros expertos, Chelmno fue el primer campo en el que fueron exhumados y quemados cadáveres al aire libre con fuego de leña (Agosto-Septiembre de 1942). Si éste hubiese sido el “éxito” que nos dicen que fue, estas órdenes deberían haber sido enviadas inmediatamente a los otros campos: dejen de enterrar a sus muertos, simplemente quémenlos (cabe destacar que en ese momento estaban en funcionamiento los tres campos de Reinhardt.) Pero resulta que sólo el campo de Sobibor inició inmediatamente el proceso de exhumación e incineración. El campo de Belzec continuó enterrando a sus muertos durante tres meses más. El campo de Treblinka, durante siete meses más. Y los Einsatzgruppen seguían cavando fosas comunes nueve meses después del “éxito” de Chelmno.

    A propósito, ¿por qué los campos de Reinhardt necesitaban enterrar cuerpos? Si estos lugares realmente hubieran sido diseñados y erigidos como “puros campos de exterminio”, los alemanes seguramente habrían construido crematorios básicos en cada sitio: crematorios de alta velocidad y alta eficiencia para eliminar por completo la evidencia del crimen. En cambio, no podían hacer nada mejor (supuestamente) que arrojar los cuerpos en un gran agujero en el suelo y, más tarde, al darse cuenta de su estupidez, desenterrar y quemar los cuerpos en descomposición en hogueras de leña. Y luego, en otro acto de monumental estupidez, decidieron enterrar las cenizas en los mismos agujeros de donde salieron los cuerpos: cenizas que permanecerían allí durante décadas, esperando ser analizadas.

    Pero incluso ésto presenta una imagen subestimada de la situación. De hecho, quemaban tantos cadáveres a un ritmo tan alto, que sus “fuegos de leña” se habrían convertido en infiernos muy calientes. La tasa de incineración en Sobibor en los últimos tres meses de 1942 habría sido de aproximadamente 900 por día: 900 cadáveres en descomposición quemados hasta convertirse en cenizas cada día, durante tres fríos meses de invierno. Toneladas de ceniza, tamizadas en busca de dientes y huesos, todos los días durante tres meses.

    Y ese era el campo “fácil”. Se dice que Belzec incineró sus 550.000 cuerpos durante cinco meses de invierno y primavera[[55]], un promedio de casi 3.700 por día. Pero el de Treblinka fue realmente impresionante. Allí, nos dicen, quemaron 900.000 cadáveres en sólo cuatro meses[[56]], un ritmo asombroso de 7.500 al día. Tal incineración habría requerido alrededor de 1.200 toneladas de madera por día, todos los días. Y produciría unas 67 toneladas de ceniza al día, todos los días. ¿Es ésto razonable? En absoluto. Ésto cae dentro del ámbito de la ficción, del ideario fantástico. Y, sin embargo, eso es exactamente lo que nuestros expertos esperan que creamos.

    ¿Qué dicen, en realidad, los expertos sobre todo ésto? Martin Gilbert, el famoso investigador del Holocausto, dijo lo siguiente: “El intento deliberado de destruir sistemáticamente a todos los judíos de Europa [alcanzó su punto máximo en 1942], durante el cual cientos de miles de judíos fueron gaseados a diario en Belzec, Chelmno, Sobibor y Treblinka”. (1981: 26) Un momento, ¿es correcto? ¿Cientos de miles de personas gaseadas a diario? Sir Martin es un hombre inteligente. Ciertamente no hace declaraciones frívolas ni improvisadas. Sin duda sabe que es imposible; imposible gasear y quemar a “cientos de miles” en cuatro campos cada día. ¿Por qué, entonces, publicaría una falsedad tan obvia? ¿Por qué mentiría? Sir Martin se declara judío sionista. Sin duda, conoce la locura, la insensatez y el sinsentido de mentir sobre el Holocausto judío. Entonces, ¿por qué mentiría? ¿Quién tiene interés en exagerar tales acusaciones? (o quién tenía interés: las efectuó antes de recibir el título de caballero).

    La única esperanza de llegar al fondo de estas preguntas es realizar excavaciones en los yacimientos. Dicho trabajo nos permitiría: determinar el número y el tamaño de las fosas comunes; cuantificar los cuerpos, huesos o cenizas restantes; y encontrar cualquier rastro de las cámaras de gas. En mayor o menor medida, este esfuerzo fue llevado a cabo en los tres campos de Reinhardt. ¿Qué nos dicen, entonces, los registros de las excavaciones sobre cada uno de éstos? He aquí un resumen.

    Belzec: 550.000 cuerpos enterrados antes de que comenzaran las exhumaciones y cremaciones en Diciembre de 1942. Dos excavaciones desde la guerra.

    1. Durante una investigación polaca realizada en 1945, fueron excavadas nueve grandes fosas, de hasta 10 metros de ancho y 8 metros de profundidad. Los hallazgos incluyeron arena mezclada con cenizas humanas intermitentes, junto con huesos dispersos. No se pueden extraer conclusiones firmes y definitivas, pero la redacción –”algunos restos carbonizados”; “parte de un cuerpo humano”; “un cráneo humano”; “dos tibias y una costilla”; “un espécimen parcialmente quemado”; etc.– sugiere algo así como cientos de cuerpos, pero no cientos de miles.[[57]]
    2. Durante una investigación realizada entre 1997 y 1999, dirigida por Andrzej Kola, fueron excavadas 2.227 muestras de núcleos en una cuadrícula. Esta investigación afirmó haber encontrado “33 fosas comunes”; sin embargo, basándose en el tamaño reportado, estas fosas podrían haber albergado menos de una cuarta parte de los supuestos 550.000 cuerpos enterrados allí. Además, el contenido de cenizas de estas fosas era esporádico, inconsistente y “absolutamente incompatible” (Mattogno 2004: 87) con cualquier incineración masiva.

    Los descubrimientos de Kola fueon publicados en el breve libro Belzec: El Campo Nazi para Judíos a la Luz de las Fuentes Arqueológicas (2000). Resulta revelador que este libro sea rara vez citado, sea poco discutido y sea prácticamente inaccesible. Parece que este trabajo no proporciona la esperada prueba definitiva.

    Sobibor: Solo 81.000 cuerpos enterrados antes de que comenzaran las cremaciones en octubre de 1942. Varias excavaciones, divididas en tres fases. Hallazgos resumidos en M. Bem y Mazurek (2012).

    1. (2000-2001). Al excavar 3.805 núcleos de muestra en nueve hectáreas, Kola “esperaba localizar con precisión las cámaras de gas” (p. 98). Afirma haber encontrado siete fosas comunes y cinco restos de estructuras de edificios (“Objetos A–E”). Todas las fosas comunes contenían restos óseos –es decir, de cuerpos no incinerados–, lo que contradice la tesis de enterrar-exhumar-quemar. El volumen total de las seis fosas principales era de aproximadamente 14.700 metros cúbicos, suficiente para albergar más de 100.000 cuerpos. Sin embargo, como señalan Graf, Kues y Mattogno (2010: 123), el hecho de que estas fosas fueran simplemente lo suficientemente grandes “no significa que fueron enterrados [tantos] cadáveres en las mismas”. Además, debido a las excavaciones aleatorias y sin control en el sitio después de la guerra, existe una “alta probabilidad” de que las fosas fueran originalmente “considerablemente más pequeñas” en comparación con la actualidad. En cualquier caso, los datos de la muestra de núcleos no permitieron determinar el número de víctimas.

    En cuanto a los restos de edificios, Kola sugirió que una gran estructura (“Objeto E”) era la cámara de gas. Lamentablemente, afirma, “es imposible dar una respuesta sencilla [a esta pregunta]”. Graf et al. (págs. 159-160) explican por qué: (a) los testigos afirmaron que el edificio de la cámara de gas estaba hecho de ladrillo, mientras que la estructura de Kola era completamente de madera; (b) en la presunta ubicación del motor diesel de gas, Kola solo encontró vainas servidas de munición ya utilizada; y (c) ningún testigo mencionó el enorme tamaño del objeto –de aproximadamente 80 a 100 metros de largo. Sorprendentemente, el informe de Kola nunca ha sido traducido al inglés ni a ningún otro idioma occidental.

    1. Bem (2004). En la segunda fase, M. Bem y sus colegas esperaban encontrar tanto las cámaras de gas como el “tubo” o camino –también llamado Schlauch [manguera] o Himmelfahrtstrasse [calle de la ascensión]– que conducía a las cámaras. Persistiendo en la tesis de que el Objeto E era el edificio de las cámaras de gas, encontraron un pequeño espacio rectangular “el que fue tentativamente interpretado como la sala del motor de combustión [¿no ‘diesel’?] que producía los gases de escape que eran bombeados a las cámaras de gas” (p. 105). En cuanto al tubo, su investigación “no produjo los resultados esperados”. Es decir, no encontraron nada.
    2. Haimi (2007-presente). En este punto, un equipo liderado por israelíes se hizo cargo de las excavaciones. Continuando con sus esfuerzos previos, este equipo también buscó las cámaras y el tubo. En cuanto a las importantísimas cámaras, las esperanzas depositadas en el Objeto E resultaron en vano: “podemos afirmar, con un alto grado de certeza, que el Objeto E no son los restos de las cámaras de gas” (p. 113). Por lo tanto, el propósito y la función del Objeto E siguen siendo desconocidos, y la búsqueda de las cámaras continúa.

    En cuanto al tubo, Haimi y su equipo encontraron un largo patrón de agujeros de postes paralelos. “Este patrón de dos hileras (…) es interpretado como los restos del tramo final de la Himmelfahrtstrasse, que habría conducido a las cámaras de gas” (p. 126). Desafortunadamente para el equipo, este patrón conduce a lo que ahora es un gran sitio conmemorativo (de aproximadamente 30 m x 30 m) pavimentado con asfalto; excavar allí significaría destruir el sagrado sitio conmemorativo.

    Para agravar las dificultades, en Marzo de 2014 fue anunciado que los polacos construirían un nuevo centro de visitantes y un “muro conmemorativo” de casi un kilómetro de longitud; ésto tendría el efecto de cerrar, o al menos inhibir gravemente, la exploración futura en estas zonas.[[58]] También observamos que el foco parece haber sido desviado por completo de las fosas comunes y su contenido. Claramente, ésta no era un área productiva para la investigación, ya que no estaba produciendo los “resultados esperados”.

    Sin embargo, Haimi y su equipo se muestran optimistas. Como fue informado en el artículo de prensa mencionado, están a la espera de autorización para excavar bajo el terreno pavimentado. “Bajo este cuadrado, casi del tamaño de un campo de fútbol, esperan encontrar restos de las cámaras de gas”. Con gran expectación, esperamos este avance.

    Mientras tanto, continúa la controversia sobre el número de víctimas de Sobibor. Una nota a pie de página[[59]] en el informe de 2012 de M. Bem y Mazurek afirma que “los alemanes cometieron 300.000 asesinatos aquí”, cifra que supera con creces las cifras de USHMM y Yad Vashem. Por otro lado, revisionistas escépticos como Graf, Mattogno y Kues afirman lo siguiente: “Cabe destacar que esta es sólo una estimación aproximada, pero consideramos posible que el número de muertos en Sobibor rondara los 10.000 muertos” (2010: 169). En la historia del Holocausto, una cifra de 10.000 muertos –aunque sigue siendo trágica– reduciría a Sobibor a la casi insignificancia y a la virtual irrelevancia en la tragedia más amplia de la Segunda Guerra Mundial. Basta decir que la evidencia actual apoya decididamente a los revisionistas.

    Treblinka: Prácticamente todas las 900.000 víctimas fueron enterradas antes de que comenzaran las cremaciones en Abril de 1943. Tres excavaciones.

    1. Investigación soviético-polaca (1944). Realizada poco después de que los rusos capturaran el campo en Agosto de 1944, este equipo encontró tres fosas comunes con un total de unos 300 cadáveres. Basándose en esta escasa evidencia, el equipo declaró el campo “una enorme fábrica de muerte”, un “matadero”, y anunció que “aproximadamente tres millones” murieron allí.[[60]] Por razones suficientemente obvias, este estudio tiene poca credibilidad.
    2. Investigación polaca (1945). Un año después, otro equipo polaco examinó el sitio durante cinco días. Sólo fueron encontrados restos humanos durante un día de excavación, desenterrando “una gran cantidad de cenizas, así como restos humanos [sin quemar]”. De nuevo, prácticamente inútil como investigación cuantitativa.
    3. Sturdy Colls (2007-presente). Recientemente, una arqueóloga británica de veintipocos años, Caroline Sturdy Colls, fue reclutada para realizar la primera investigación del campo de Treblinka desde la guerra. Su trabajo, denominado la “primera excavación” del campo, ha avanzado lentamente durante unos siete años, con muy pocos análisis concretos que demostrar. No ha publicado libros sobre el campo, ni monografías que cuantifiquen los resultados y, en la práctica, nada sustancial.[[61]] Su principal objetivo parece ser producir informes y “documentales” que promuevan el punto de vista tradicional sobre el campo.

    Sturdy Colls ha demostrado ser capaz de presentar resultados insignificantes e incluso vergonzosos. Por ejemplo, en lugar de excavar en el lugar de las fosas comunes –lugar convenientemente cubierto de hormigón–, realizó una pequeña excavación cercana, en el lugar de un cementerio de antes de la guerra. Encontró … restos humanos. Un descubrimiento aún más vergonzoso fue el fragmento de una baldosa naranja “con una estrella de David”. Estos azulejos, dice, “concuerdan con la idea de que nos encontramos en la zona de las cámaras de gas”. Sturdy Colls añade que ésto le recuerda las acusaciones de que fueron colocadas estrellas de David fuera de las cámaras de gas para llevar la paz a las víctimas judías e inculcarles un sentimiento de complacencia. En realidad, el azulejo era producto de la empresa polaca de cerámica Dziewulski i Lange, de larga trayectoria. El logotipo de su marca era una estrella de seis puntas, que se asemeja a la estrella judía, aunque no guarda ninguna relación con ésta. Esta estrella estaba impresa en el reverso de los azulejos de la empresa.

    Y, sin embargo, los medios de comunicación siguen pregonando los descubrimientos de la arqueóloga como si fueran de gran importancia. Por ejemplo, el medio digital LiveScience publicó este artículo el 27 de Marzo de 2014: “La primera excavación del campo de exterminio nazi de Treblinka revela horrores”. El párrafo inicial dice: “Las primeras excavaciones arqueológicas en el campo de exterminio nazi de Treblinka han revelado nuevas fosas comunes, así como la primera evidencia física de que el campo contenía cámaras de gas donde murieron miles de judíos”. Todo falso. El artículo continúa promocionando el nuevo documental de Sturdy Colls, Treblinka: La máquina de matar de Hitler. Como antes, el artículo no aporta información concreta alguna. La sección final de este artículo, “Encontrando la cámara de gas”, incluye esta declaración:

    Sin embargo, las dos segundas trincheras [sitios de excavación] revelaron un muro y cimientos de ladrillo. Las cámaras de gas eran los únicos edificios de ladrillo del campo, dijo Colls. Las excavaciones también revelaron baldosas naranjas que coincidían con las descripciones de testigos presenciales sobre los suelos de las cámaras de asesinato. Escalofriantemente, cada baldosa tenía estampada una estrella de David, probablemente parte del subterfugio nazi de que el edificio era una casa de baños de estilo judío.

    Del asombroso descubrimiento de los cimientos de la cámara de gas, no sabemos nada: ni el tamaño, ni la ubicación, ni la estructura, ni mapas, ni fotos, ni los artefactos circundantes. Nada. En cuanto a los azulejos naranjas, no menciona la empresa cerámica polaca que los creó mucho antes de la guerra. En resumen, es una pseudoarqueología aterradora, impactante y espantosa. Y un informe ridículo. Pero esto es típico y normal en el Holocausto.

    Una explicación más precisa

    A pesar de todo ésto, algo ocurrió en los campos de concentración de Reinhardt. Pero parece que no fue un asesinato en masa. Si tomamos las palabras de Hitler al pie de la letra, quería expulsar a los judíos de las regiones controladas por Alemania. Si este fuera realmente su plan, Hitler primero crearía ghettos para confinar a los judíos; y posteriormente implementaría un sistema mediante el cual los judíos serían sistemáticamente deportados a los confines más remotos de Europa del Este. Tal plan de deportación masiva ciertamente no consistiría en envíos aleatorios en tren; dicho plan requeriría dirigir a todos los judíos a través de puntos de entrada designados –o campos de tránsito– para (a) desinfectarlos de cualquier piojo que propagara el virus del tifus y luego (b) canalizarlos hacia el este.

    La ubicación ideal para estos campos de tránsito habría sido el límite oriental del territorio alemán, según las demarcaciones vigentes a finales de 1941. De hecho, los tres campos de Reinhardt estaban ubicados en, o cerca de, la frontera oriental de una región de la Polonia ocupada, llamada el Gobierno General, el lugar perfecto para los traslados al recién capturado territorio ruso. Los judíos habrían tenido que desembarcar allí de todos modos para hacer transbordo a nuevos trenes de distinta trocha que operaban en el sistema ferroviario soviético de mayor ancho de vía. Canalizar a los judíos a través de estos campos, desinfectarlos y luego enviarlos hacia el este, habría sido un procedimiento lógico para una deportación masiva como esa.

    Curiosamente, cabría esperar que los tres campos tuvieran cámaras de gas, pero cámaras que gaseaban la ropa y los objetos personales contra piojos portadores de enfermedades. Asimismo, cabría esperar que los tres campos tuvieran duchas, baños reales, donde se lavaba a los recién llegados, a menudo sucios. Por lo tanto, no debería sorprendernos que personas como Kola, Haimi o Sturdy Colls encontraran evidencia de tales cosas. De hecho, deberíamos esperarlo.

    Desde la perspectiva revisionista, el “tubo” también tiene más sentido. Las personas que llegaban al campo sucias y posiblemente infectadas de piojos debían ser puestas en cuarentena primero. Luego, eran llevadas en grupos por un camino aislado –un tubo– hasta la zona de desinfección, donde las bañaban y sus pertenencias eran “gaseadas” con cianuro. Estas personas eran enviadas a una zona “limpia” del campo, aislada de la zona de cuarentena de llegadas, a la espera de ser trasladadas al este.

    Imaginen cómo se sentirían los recién llegados, cansados, asustados y enfermos: sus amigos y familiares son separados de ellos, enviados “a donde están las cámaras de gas”, para no regresar jamás. Por separado, escuchan historias (reales) de cadáveres enterrados o incinerados; el humo y el olor impregnan el campo. ¿Qué deberían concluir? Es perfectamente comprensible, pero completamente erróneo.

    Debemos tener en cuenta que, sin duda, muchos judíos murieron en estos campos. Algunos perecieron en el camino. Otros llegaron enfermos de tifus y fallecieron poco después de su llegada. Algunos, sin duda, fueron asesinados. Dada la falta de crematorios en los tres campos, los nazis claramente sólo esperaban un número pequeño y disperso de muertos; posiblemente razonaron partiendo de la base de que los entierros improvisados in situ serían suficientes. Podemos imaginar fácilmente que, a medida que se aceleraba el ritmo de las deportaciones, también aumentaba el número de muertos. Por lo tanto, los entierros se habrían vuelto insuficientes en algún momento, en diferentes momentos para cada uno de los tres campos. Por lo tanto, podemos entender el cambio a incineraciones limitadas en hogueras al aire libre (al no haber otra alternativa).

    ¿Cuántos murieron (o llegaron muertos), según la tesis revisionista? Ya hemos visto una estimación para el campo de Sobibor: 10.000. Respecto del campo de Belzec, Mattogno (2004: 91) afirma: “Es posible inferir (…) un orden de magnitud de varios miles, quizás incluso algunas decenas de miles”. De forma un tanto arbitraria, supongamos una cifra de 50.000 como estimación creíble. Ésto parece coherente con la tesis revisionista general de que las muertes reales rondan 10% de las estimaciones convencionales. Respecto del campo de Treblinka, los revisionistas no hacen afirmaciones explícitas. Por lo tanto, supongamos de nuevo 10% de nuestra cifra tradicional, o 90.000. En cada uno de los tres grupos, podemos afirmar con seguridad que los datos reales de las excavaciones y los estudios arqueológicos, tal como están hoy en día, se acercan mucho más a las cifras revisionistas que a las cifras standard. Si los historiadores expertos fueran honestos con su trabajo, reducirían sus estimaciones para ajustarlas mejor a los datos reales. Esperamos este desarrollo.

    Esta búsqueda de la verdad ha sido un largo camino. Nos estamos cansando; nuestra capacidad de atención se deteriora. Pero debemos avanzar: el destino (retrospectivo) de 6 millones de personas está en juego. Sólo queda un paso más, el último y más grande: Auschwitz.

    • Auschwitz

    Finalmente llegamos a Auschwitz, el mayor campo de exterminio del Holocausto y el eje central de todo este misterio. Según la ortodoxia, aproximadamente un millón de judíos murieron allí, la gran mayoría en las cámaras de gas. Curiosamente, a diferencia de los demás campos, éste no “desapareció”; hay abundantes restos materiales. Curiosamente, si hubiera habido un campo que los nazis hubieran querido hacer desaparecer, seguramente habría sido éste. Además, a diferencia de los otros campos, tenemos testigos, sobrevivientes, documentos, fotografías: casi todo lo necesario para resolver el crimen.

    Pero primero, establezcamos los datos básicos sobre el campo. El complejo de Auschwitz constaba de tres zonas distintas: (1) Auschwitz-I, también llamado Stammlager (o campamento principal); (2) Auschwitz-II, más conocido como Birkenau; (3) y Auschwitz-III, también llamado Monowitz, que fue campo de trabajo y planta de procesamiento químico. Birkenau estaba a sólo una 1,5 kms del campamento principal, y Monowitz, a unos 5 kms. Del millón de muertes estimadas en Auschwitz, aproximadamente 98% ocurrió en Birkenau, y el  restante 2% en el campamento principal.[[62]]

    El campamento principal albergaba un crematorio; el campo más grande, Birkenau, tenía cuatro. Ahora bien, en este punto, debemos ser claros: no hay nada siniestro en que un campo de prisioneros tenga crematorios. Cualquier instalación de este tipo, diseñada para albergar a miles de personas, experimentará muchas muertes, por causas naturales, al menos. Los alemanes lo sabían y construyeron los campos en consecuencia. Un crematorio requiere hornos para incinerar los cadáveres, y salas que sirvan como morgues temporales; estas salas almacenarían los cuerpos antes de la cremación. Cuando fuera posible, las salas de la morgue serían subterráneas (más frías), pero luego serían conectardas con la instalación del horno mediante algún medio para transportar los cuerpos. A falta de morgues subterráneas, bastarían cámaras abiertas adyacentes a la sala del horno.

    Sin embargo, los historiadores expertos tienen una visión diferente. Para ellos, los crematorios nacionalsocialistas eran cadenas de montaje satánicas de la muerte, diseñadas estrictamente para la aniquilación masiva de judíos. Los judíos entraban vivos en los edificios y emergían convertidos en cenizas. Las morgues eran, para los historiadores expertos, “vestuarios” y “cámaras de gas”.

    Analicemos las cifras con más detenimiento. Según la perspectiva ortodoxa, el campo comenzó a gasear judíos en Febrero de 1942. En ese momento, había dos lugares de gaseamiento: el crematorio principal del campo (“Krema 1”) y, en Birkenau, una pequeña granja reconvertida, o “bunker”. Después de unos meses, fue añadido un segundo bunker, más grande, en Birkenau. Estos tres lugares fueron suficientes para todo el año 1942.

    Se nos dice que, hacia finales de ese año, los alemanes decidieron intensificar su rutina de gaseamiento. Decidieron construir cuatro nuevos crematorios en Birkenau: los Kremas 2 a 5. Todos estaban operativos en Junio de 1943, y continuaron sus operaciones hasta el cierre del campo.

    En total, los gaseos duraron unos 34 meses (de Febrero de 1942 a Noviembre de 1944). Basándonos en diversas fuentes habituales, podemos estimar cuántos judíos fueron gaseados cada mes. El siguiente gráfico presenta un escenario que coincide aproximadamente con las afirmaciones de nuestros expertos, aunque nunca lo expresaron con tanta claridad. Una presentación tan clara, al parecer, plantea preguntas difíciles. Como siempre, si nuestros expertos tienen cifras más precisas, agradecemos sus aportes.

    Muertes en Auschwitz Visión tradicional (en miles: 000)

    1942

      Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic Anual
    Principal 0 1 2 2 2 2 2 2 2 2 1 0 18
    Birkenau                          
    bunkers 0 1 5 5 5 6 20 20 20 20 20 20 142
    cremat. 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
    Mensual 0 2 7 7 7 8 22 22 22 22 21 20 160

     

    1943

      Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic Anual
    Principal 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
    Birkenau                          
    bunkers 20 20 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 40
    cremat. 0 0 3 10 11 14 15 15 15 14 14 14 125
    Mensual 20 20 3 10 11 14 15 15 15 14 14 14 154

     

    1944

      Ene Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Sep Oct Nov Dic Anual
    Principal 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
    Birkenau                          
    bunkers 0 0 0 0 25 30 25 0 0 0 0 0 80
    cremat. 17 20 25 25 110 220 110 20 20 16 12 0 595
    Mensual 17 20 25 25 135 250 135 20 20 16 12 0 675

     

    Una vez más, algunos problemas saltan a la vista de inmediato. Como fue mencionado, los gaseamientos en el campo principal son prácticamente insignificantes: representan 18.000 del millón de muertes (o alrededor de 2%). Por otro lado, los bunkers adquieren una importancia inesperada, siendo responsables de 262.000 (26%) de las muertes.

    Los cuatro crematorios de Birkenau, sin embargo, constituyen la pieza central de la historia de Auschwitz. Durante su primer año de funcionamiento (1943), supuestamente mataron a 125.000 judíos. Ésto supone un promedio de 12.500 personas al mes, o 416 personas al día, distribuidas en cuatro crematorios. En cada crematorio eran gaseadas, por término medio, unas 100 personas al día. Ésto suena mal, pero no es nada comparado con las afirmaciones ortodoxas de que las cámaras de gas mataban a “2.000 personas a la vez”. [[63]] Pero para alcanzar esa cifra, los alemanes habrían tenido que acumular el equivalente a 20 días de judíos y luego gasearlos a todos a la vez. En este caso, sólo se habría producido un gaseamiento al mes en cada crematorio. No se parece en nada a la cadena de montaje de alta velocidad de la muerte que ha sido retratada.

    Aún más impresionante es la comparación entre los números “reales” y las capacidades. Teniendo en cuenta las siete estructuras de gaseamiento juntas (cinco Kremas y dos bunkers) –y suponiendo un número razonable de cinco ciclos de gaseamiento por día– los alemanes tenían la capacidad de matar al menos 65.000 personas por día. “Monstruoso”, decimos. De hecho, pensemos en ésto por un momento. Una capacidad de 65.000 personas al día equivale a casi 2 millones al mes. Ni siquiera en sus sueños más locos los alemanes podrían haber esperado matar a 2 millones de judíos en un mes en un solo campo. Es inconcebible que hubieran planeado y ejecutado semejante proceso. Este hecho por sí sólo contradice firmemente la visión convencional de Auschwitz como un campo de exterminio específico y construido específicamente para ese fin.

    A pesar de esta monstruosa capacidad de gaseamiento, a lo largo de 1943 los alemanes “en realidad” gasearon un promedio de sólo 416 personas por día: apenas 0,64% de su capacidad. ¿Por qué habrían construido un campo de gas con aproximadamente 156 veces la capacidad requerida?

    La situación cambió poco en los primeros cuatro meses de 1944. Las cifras han aumentado a alrededor de 720 por día, un patético 1,1% de la capacidad. Y lo mismo se mantuvo en los últimos cuatro meses de funcionamiento, que se redujo a alrededor de 560 por día (0,86%), siendo necesarias sólo dos gasificaciones por mes en cada Krema.

    De hecho, la única vez que las cosas se desviaron de este programa de gaseamiento sorprendentemente bajo fue durante dos fatídicos meses a mediados de 1944: la “Operación Húngara”. Se nos dice que desde mediados de Mayo de 1944 hasta mediados de Julio de ese mismo año, los alemanes enviaron a unos 400.000 judíos húngaros a Auschwitz para ser gaseados inmediatamente.[[64]] Si añadimos a ésto el número actual de judíos no húngaros, vemos que durante este período de ocho semanas, los alemanes supuestamente mataron a unos 450.000 judíos. Sólo durante estas ocho semanas se produjo 45% del total de muertes en Auschwitz. El restante 55% de asesinatos fue distribuido a lo largo de las otras 128 semanas; una cifra asombrosa, sin duda.

    Pensemos en el peor mes: Junio de 1944. En ese mes ocurrieron alrededor de 250.000 gaseamientos en 30 días, o un promedio de 8.300 por día. Con cuatro Kremas y un bunker a su disposición, los alemanes no habrían tenido ningún problema. Al fin y al cabo, esa cifra representaba tan sólo 12% de su capacidad total. De hecho, el diminuto Bunker Nº 2, con su única cámara de 90 metros cuadrados, podría haber albergado (900 x 5 =) 4.500 personas por día, o la mayor parte de la carga. Una sola cámara adicional, en cualquier otro Krema, habría sido suficiente incluso para la sorprendente y portentosa operación húngara.

    De hecho, los alemanes tenían un problema, un problema enorme: la eliminación de cadáveres. En los dos años previos a la invasión húngara, Auschwitz registró un promedio de 16.000 muertes al mes. Inicialmente, sólo contaban con el pequeño Krema 1 para incinerar los cuerpos. Este crematorio no podía satisfacer la demanda, por lo que los cuerpos sobrantes eran enterrados y posteriormente exhumados y quemados en hogueras al aire libre, una historia ya demasiado familiar, con todas sus inherentes dificultades. Cuando los cuatro nuevos Kremas entraron en funcionamiento, los alemanes lograron cumplir con la tarea.[[65]]

    Sin embargo, curiosamente, la capacidad de cremación de los Kremas era muy superior a su capacidad de gasificación. Los cinco Kremas contenían un total de 52 “muflas” (o aberturas para introducir los cuerpos). Cada mufla podía incinerar, en promedio, un cuerpo adulto por hora.[[66]] Considerando 20% de niños, podemos asumir un promedio práctico de 1,2 cuerpos por hora. Por lo tanto, todo el campo podía incinerar aproximadamente (52 x 1,2 x 20 =) 1.248 cuerpos al día.[[67]] Comparemos esta cifra con la capacidad de gasificación de 65.000 personas al día. Si el campo hubiera sido diseñado como un campo de exterminio de gran volumen, ambas cifras se aproximarían. Sin embargo, encontramos demasiadas “cámaras de gas” y muy pocas cámaras de crematorio. Otro revés para la creencia popular.

    La situación cambió durante las ocho semanas de la operación húngara. Los Kremas ya estaban a plena capacidad, procesando en conjunto unos 1.000 cuerpos al día. Pero se producían 8.300 cadáveres al día. Ésto dejaba la asombrosa cifra de 7.300 cadáveres al día para ser quemados en hogueras en fosas al aire libre.[[68]] Huelga decir que la logística de una operación así habría sido insuperable:

    • Sólo podían ser apilados e incinerados unos pocos cientos de cuerpos a la vez. Habrían sido requeridas de 15 a 20 fosas simultáneas, funcionando las 24 horas del día.
    • Enormes necesidades de madera: más de 1.200 toneladas de madera al día.
    • Enormes cantidades de ceniza producidas: más de 67 toneladas al día –aproximadamente 160 metros cúbicos–, para ser tamizadas en busca de dientes y huesos.
    • Eliminación de ceniza: toda esta ceniza, según nuestros expertos, era eliminada en las inmediaciones del campo. Sin embargo, hoy en día no tenemos evidencia de cenizas restantes.
    • Se producían enormes cantidades de humo. Esto habría sido muy problemático, ya que no sólo indicaba lo que estaba sucediendo en el campo, sino que también era claramente visible para los aviones aliados que sobrevolaban.

    Este último punto merece un debate más profundo. Con todos los crematorios funcionando a plena capacidad, y con unas 15 o 20 hogueras a cielo abierto ardiendo las 24 horas, el campo habría estado inundado de humo, fácilmente visible desde el aire. Y aquí tenemos suerte: los Aliados tomaron dos fotografías aéreas de Auschwitz durante la operación húngara, y los alemanes tomaron otra. Así que tenemos tres fotos de alta calidad para analizar.[[69]] ¿Qué muestran?

    Fotografía N° 1 (31 de Mayo de 1944): Esta fotografía aliada muestra los cuatro crematorios de Birkenau, sin señales de humo en ninguno de ellos. Vemos una fina columna de humo originada detrás del Krema 5. Evidentemente provino de un único y pequeño incendio en el suelo.

    Fotografía N° 2 (8 de Julio de 1944): Esta foto alemana muestra nuevamente una sola nube de humo elevándose desde el mismo lugar. No sale humo de los crematorios; ni de ningún otro lugar del campo.

    Foto N° 3 (26 de Junio de 1944): La más contundente: Esta foto aliada, tomada en el punto álgido de la Operación Húngara, no muestra humo de los Kremas ni de las fosas. De hecho, no hay humo en absoluto. Esta foto no muestra hordas de judíos llegando, ni desfiles de víctimas hacia las cámaras de gas, ni siquiera señales de asesinato en masa … nada más que un campo de prisioneros tranquilo y silencioso en un claro día de verano.

    Parece que cuanta más información obtenemos y más pistas acumulamos, más tenue se vuelve la historia tradicionalista.

    Hay muchas otras deficiencias en la historia de Auschwitz, que sólo podemos mencionar de pasada aquí:

    • El Krema 1, en el campo principal –el crematorio mostrado a todos los turistas–, ha sido significativamente “reconstruido”. Un fundamentalista francés exasperado exclamó: “¡Allí todo es falso!” Este crematorio presenta una imagen muy engañosa para los visitantes.
    • Las “cámaras de gas” subterráneas de los Kremas 2 y 3 requerían que los cadáveres fueran elevados al nivel del suelo, donde se ubicaban los hornos de mufla. Para ello, los alemanes diseñaron un pequeño montacargas capaz de transportar de 10 a 15 cuerpos a la vez. Por lo tanto, se habrían necesitado más de 200 viajes en ascensor para vaciar la cámara. Si se lo concibe como un proceso rápido de asesinato en masa, ésto es completamente impráctico.
    • Los juicios de Nüremberg no contienen ni un solo documento alemán sobre las cámaras de gas de Auschwitz.
    • No fue realizada ni una sola autopsia a un solo cadáver de Auschwitz que confirmara la muerte por gas cianuro. Los supervivientes judíos de Auschwitz han hecho numerosas afirmaciones escandalosas, imposibles y contradictorias sobre el campo; tales afirmaciones podrían llenar un libro por sí solas.
    • Los supuestos métodos de gaseamiento son de mala calidad y ridículos: pastillas/tabletas esparcidos sobre las cabezas de las víctimas (Krema 1); esparcidos a través de una abertura en una pared lateral (Kremas 4 y 5, así como en ambos bunkers); o introducidos en una pequeña jaula metálica a través del techo (Kremas 2 y 3). Existían medios mucho más profesionales, como el dispositivo que los alemanes instalaron en sus cámaras de despiojado con Zyklon-B en Dachau.
    • Los Kremas 4 y 5, así como ambos bunkers, carecían de sistemas de ventilación. Sin estos sistemas, no habría sido posible extraer el gas letal de las cámaras antes de que fuesen retirados los cuerpos. En las ruinas de los Kremas 2 y 3 no hay evidencia de los agujeros en el techo ni de las jaulas metálicas para el Zyklon-B. Dos experimentados investigadores revisionistas, Fred Leuchter y el químico Germar Rudolf, examinaron por separado muestras de las paredes de la cámara del Krema 2 en busca de residuos de cianuro. Ambos encontraron niveles extremadamente bajos, muy por debajo de lo esperado para una cámara de gas homicida.[[70]]
    • Los registros muestran que las cantidades de coque (combustible derivado del carbón bituminoso, también conocido como hulla) entregadas a los crematorios del campo fueron suficientes para sólo aproximadamente 10 % del recuento de las presuntas víctimas.

    Finalmente, nos encontramos de nuevo con la siguiente pregunta: desde la perspectiva revisionista, ¿cuántos judíos murieron en Auschwitz? Robert Faurisson ha sugerido una cifra de 150.000. Mattogno y Graf defienden una cifra menor: 136.000. Consideremos 140.000 como la estimación revisionista media. De nuevo, ésto parece mucho más acorde con la evidencia real descubierta hasta la fecha.

    Ruinas del Krema 2 en Auschwitz-Birkenau. —Por Thomas Dalton
    — por Thomas Dalton
    Los diagramas existentes muestran que la supuesta cámara de gas era en realidad una morgue, la que posteriormente fue convertida en refugio antiaéreo. —Por Thomas Dalton
    — por Thomas Dalton

    ¿Quién fue culpado?

    Quizás ahora estemos listos para sacar algunas conclusiones sobre este gran misterio del asesinato llamado Holocausto. Construyamos un relato racional y plausible de lo que les sucedió a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Toda la evidencia sugiere que Hitler cumplió su palabra: su política hacia los judíos fue de “exterminio” (Ausrottung); es decir, expulsar por la fuerza a millones de judíos de los territorios que Alemania deseaba habitar. Si muchos murieron en el proceso, fue su desgracia. Como pueblo, fueron culpables de incitar ambas guerras mundiales y, especialmente, la traicionera Revolución Alemana de Noviembre de 1918.[[71]] Mediante su dominio del gobierno de Weimar, su incesante promoción de valores crudos, decadentes y materialistas, su sobrerrepresentación en los medios de comunicación, el mundo legal y las finanzas y, quizás sobre todo, mediante su control malévolo de la Rusia bolchevique, los judíos representaban una amenaza mortal para el bienestar alemán. Cualquier desgracia que les sobreviniera mientras soportaban la deportación era, en opinión de Hitler, bien merecida. Pero él nunca deseó, ni ordenó, su asesinato en masa.

    La primera fase de este proceso, la ghettización masiva, duró casi dos años. Durante este período, murieron aproximadamente 100.000 judíos, la mayoría por causas naturales. La concentración finalmente provocó un aumento del tifus y otras enfermedades contagiosas, por lo que los alemanes implementaron un riguroso sistema de desinfección: afeitar y bañar a los individuos confinados, así como gasear sus pertenencias con cianuro. Ésto no siempre tuvo éxito; muchos miles más murieron en tránsito o en los diversos campos de concentración donde fueron confinados temporalmente.

    La segunda fase fue el proceso de expulsión propiamente dicho, en trenes con destino al este. Chelmno, Belzec, Sobibor y Treblinka eran estrictamente campos de tránsito, diseñados para servir como puntos de transferencia en la expulsión sistemática de judíos del Reich, y su envío al esfuerzo bélico. Con el tiempo, estos campos acumularon varios miles de cadáveres. En conjunto, los cuatro campos albergaron quizás 150.000 muertes de judíos, quienes perecieron por diversas causas, pero ninguna, según la perspectiva revisionista, por gas. Majdanek y Auschwitz eran campos de tránsito y de trabajo. El primer campo, Majdanek, sufrió cerca de 30.000 muertes, y el segundo, Auschwitz, quizás 140.000; en ambos casos, la mayoría por tifus y otras enfermedades.

    No hemos explorado los “otros campos” que, según la perspectiva ortodoxa, fueron responsables de unas 400.000 muertes de judíos. Estos campos presumiblemente incluían lugares infames como Dachau y Buchenwald, así como campos menos conocidos como Mauthausen, Sachsenhausen y Stutthof. Estos cinco campos, que registraron algunas de las tasas de mortalidad más altas, aparte de los seis campos de “exterminio”/tránsito, registraron un total de 194.000 muertes.[[72]] Sin embargo, el porcentaje de judíos en estos campos fue relativamente bajo. Por lo tanto, su contribución a la cifra total de muertes judías fue escasa.

    En su avance hacia el este, el ejército alemán tuvo que hacer frente a una insurgencia implacable en las zonas conquistadas, principalmente por parte de combatientes judíos. Al mismo tiempo, numerosas poblaciones locales de Europa del Este aprovecharon la oportunidad de la invasión alemana para iniciar pogromos antijudíos por iniciativa propia, que a menudo involucraron, lamentablemente, a civiles inocentes. En total, quizás otros 150.000 judíos murieron durante este proceso de aproximadamente dos años y medio. Sin embargo, la evidencia física de tales asesinatos es tan escasa que incluso esta estimación podría parecer excesiva.

    En total, por lo tanto, parece probable que alrededor de 570.000 judíos murieran durante la Segunda Guerra Mundial. Podemos llamar a ésto “holocausto” si lo deseamos, aunque tal designación implica un status especial para las víctimas judías, y la consiguiente humillación de los más de 50 millones de víctimas no judías. La cifra de “6 millones” ha sido siempre simbólica y nunca ha sido fundamentada en la realidad. Quizás esta cantidad de judíos fueron desplazados durante la guerra y obligados a abandonar sus países de origen para no regresar jamás. “6 millones” de refugiados, quizás; “6 millones” de muertos, nunca.

    Por lo tanto, la cifra tradicional de 6 millones de muertes parece haber sido una sobreestimación drástica e infundada. La cifra más probable –unas 570.000– es menos de 10 % de esa cifra. Ésta es una conclusión impactante. ¿Es realmente posible que nuestros historiadores expertos estuvieran tan equivocados? Sin duda, sí. Ya hemos visto un ejemplo de ésto en Majdanek. Este campo atrajo la atención mundial con las afirmaciones “oficiales” de 1,5 millones de muertos. Incluso en 1986 los expertos estimaban que 1,38 millones de judíos fueron asesinados allí. Hoy, el conservador del museo del campo afirma 59.000 muertes, una reducción de 96%.

    Un segundo ejemplo proviene del propio campo de Auschwitz. Antes de 1990, todas las fuentes oficiales sostenían que el campo había sido testigo de 4 millones de muertes en total (judíos y no judíos). El 17 de Julio de 1990, el Washington Times anunció: “Polonia reduce la estimación del número de muertos en Auschwitz a un millón”.[[73]] Prácticamente de la noche a la mañana, y sin mucha fanfarria, el más infame de los campos de exterminio experimentó una reducción de 75% en las muertes. Sin embargo, resultó que la reducción se produjo casi exclusivamente en el número de no judíos, la que se desplomó en más de 90%. Fue otro dramático ejemplo de cómo los expertos se equivocaron significativamente durante décadas.

    Como tercer ejemplo, consideremos otro grupo presuntamente perseguido por Hitler: los homosexuales. En 1975, el NYT informó que “casi un cuarto de millón de homosexuales fueron ejecutados por los nazis entre 1937 y 1945” (10 de Septiembre, pág. 45). Seis años después, Rector (1981: 116) escribió: “Parece razonable concluir que al menos 500.000 homosexuales murieron en el Holocausto debido al prejuicio antihomosexual, lo que consecuentemente condujo a una política nazi de genocidio homosexual … De hecho, 500.000 puede ser una cifra demasiado conservadora”. Hoy, sin embargo, Grau (1998: 140) admite ésto: “Un análisis de las estadísticas de los juicios del Tercer Reich (…) revela que estas cifras son enormemente exageradas”. Presentando cifras concretas, Novick (1999: 223) dice: “El número real de homosexuales que murieron o fueron asesinados en los campos parece ser de alrededor de 5.000, posiblemente tan alto como 10.000”. Otro desarrollo sorprendente. Aquí vemos una caída de la cifra “conservadora” de 500.000 muertos a quizás 5.000; las cifras reales ahora ascienden al mero 1% de las estimaciones anteriores. Por lo tanto, no debería sorprendernos que el número total de muertes judías finalmente disminuya en 90% o más. Dados los hechos, parece inevitable.

    Los especialistas responden

    El caso está prácticamente cerrado. Los hechos son claros, y cualquier observador racional e imparcial probablemente llegaría a las siguientes conclusiones: (1) la cifra de “6 millones” es una sobreestimación enorme, diez veces mayor; (2) las supuestas cámaras homicidas de gas fueron utilizadas con mucha menos frecuencia que lo descripto, o quizás nunca; (3) los datos son mucho más compatibles con la tesis de la deportación que con la del asesinato en masa; (4) ha habido un esfuerzo concertado por parte de historiadores profesionales y otros para encubrir hechos inconvenientes, mentir y evitar discutir los numerosos aspectos problemáticos de la historia del Holocausto; y (5) el público ha sido engañado y manipulado repetidamente por una falsa imagen del sufrimiento judío.[[74]]

    Al menos, así es como, objetivamente, parecen las cosas. Aun así, los fundamentalistas son obstinados. Defienden tenazmente la versión convencional. Quizás confiamos demasiado en nuestros resultados. ¿Tienen una buena respuesta a las preguntas planteadas hasta ahora en este texto?

    De nuevo, es difícil afirmarlo con certeza, ya que nuestros historiadores expertos generalmente evitan siquiera abordar estas cuestiones. Sin embargo, en ocasiones se sienten motivados a responder. Analicemos dos intentos recientes.

    En primer lugar, tenemos el libro de Richard Evans “Mentir sobre Hitler” (2002). Historiador de la Universidad de Cambridge, ha publicado más de una docena de libros sobre Alemania y el Tercer Reich. El motivo de este libro en particular fue el juicio de David Irving, en el que Evans prestó testimonio pericial en nombre de la acusada, Deborah Lipstadt, una firme defensora de la ortodoxia.[[75]]

    En el capítulo 4 del libro, “Irving y la negación del Holocausto”, Evans intenta resumir y refutar la perspectiva revisionista, con el objetivo final de demostrar que Irving era un negacionista. Para ello, Evans necesita definir la “negación del Holocausto”, demostrar que es errónea y demostrar que Irving la apoyaba.

    En cuanto al primer punto, Evans hace un buen trabajo. Propone cuatro pilares de negación: (1) menos de 6 millones de judíos fueron asesinados; (2) las cámaras de gas no fueron utilizadas a gran escala; (3) la intención de los nacionalsocialistas era la deportación, no el asesinato en masa; (4) la historia del Holocausto es “un mito inventado por la propaganda aliada”, y “las supuestas pruebas (…) fueron fabricadas después de la guerra” (páginas 118-119). Podemos estar de acuerdo con los tres primeros pilares, pero el último no ha sido sostenido por ningún revisionista en los últimos veinte años aproximadamente.[[76]]

    Evans analiza entonces el movimiento revisionista, empleando las engañosas tácticas habituales. Primero, adereza su texto con abundantes ataques ad hominem y calumnias, comenzando con el excesivo uso del calificativo “negacionista”. Estos negacionistas, dice, “habitan un mundo intelectual muy alejado de la cautelosa racionalidad de la investigación histórica académica. Lo que los motivó parecía ser una extraña mezcla de prejuicios políticos y amarga experiencia personal” (p. 114), aunque uno se pregunta cómo Evans sabe estas cosas. Dichos negacionistas ofrecen “una especie de entretenimiento perverso”, algo que pertenece “a lo que algunos han llamado el estilo paranoico de la escritura histórica” (p. 117). Los negacionistas viven en una especie de país de fantasía; afirman “que prácticamente nada de lo que [los sobrevivientes] sufrieron jamás sucedió” (pp. 117-118). Otra hipérbole de Evans; ningún revisionista serio ha afirmado que “nunca les sucedió nada” a los judíos, o que los judíos no sufrieron mucho. Pero Evans continúa: “Gran parte [de la escritura revisionista] parecía estar vinculada con el odio racial y la animosidad antisemita de la manera más directa posible”. Otra afirmación falsa, y, de manera reveladora, Evans no proporciona citas ni ninguna prueba que respalde esta acusación. En resumen, dice Evans, debemos tener cuidado con el “extraño e irracional mundo de la negación del Holocausto” (p. 119).

    Evans enumera brevemente a revisionistas prominentes. Pero, fiel a su estilo, ofrece una visión completamente engañosa del campo. Evans menciona a cinco personas: Paul Rassinier; Austin App; Wilhelm Stäglich; Arthur Butz; y Robert Faurisson. Estos hombres fueron sin duda importantes en el desarrollo temprano de las ideas revisionistas, pero hoy solo Butz y Faurisson siguen activos; Faurisson, sorprendentemente, a sus 85 años. Los demás, en su mayoría, son figuras históricas. Rassinier falleció en 1967; App en 1984; y Stäglich en 2006. Butz está vivo y coleando –y sigue siendo profesor en la Universidad Northwestern–, pero su actividad en el movimiento revisionista ha disminuido algo en comparación con sus predecesores. Su principal contribución fue El engaño del siglo XX, publicado originalmente en 1976.[[77]]

    Todo ésto estaría bien si Evans analizara las figuras actuales del revisionismo y citara sus obras. Pero no lo hace. Prefiere centrar su atención en las fuentes más antiguas y menos relevantes, los argumentos más débiles y las personas menos relevantes. En cambio, nuestra investigación en este texto se ha centrado en las fuentes más recientes, los argumentos más sólidos y los principales académicos actuales en el campo. Esta es la única manera de llegar a una conclusión justa sobre el mayor crimen del siglo pasado.

    Para ser claros: en las últimas tres décadas, sólo un puñado de personas ha llevado a cabo trabajos revisionistas serios. Entre los primeros, se incluyen hombres como Carlo Mattogno; Germar Rudolf; Jürgen Graf; Thomas Kues; Friedrich Berg; y Samuel Crowell.[[78]] De estos individuos, Mattogno es el más prolífico, habiendo escrito o coescrito más de una docena de libros tan sólo en los últimos diez años. Las obras más recientes de estos individuos, junto con las de varios otros académicos, son publicadas en la revista en línea Inconvenient History.[[79]] Los libros recientes más importantes son publicados en la serie Holocaust Handbooks, que actualmente consta de 28 volúmenes.[[80]] Las mejores obras de análisis son Lectures on the Holocaust (2010) de Rudolf, y Debating the Holocaust (2009) de Dalton. Para un análisis ligeramente más detallado, pero aún exhaustivo, de todos los temas principales, véase la antología de Rudolf Dissecting the Holocaust (2003).

    Podemos comprobar fácilmente la honestidad de una crítica tradicionalista observando cuántos de los nombres y fuentes recién mencionados son citados por historiadores ortodoxos. Como era de esperar, Evans falla estrepitosamente en este aspecto. Ciertamente, no es casualidad que su capítulo ignore por completo todos los nombres mencionados anteriormente. Con una pequeña excepción, dos nombres –Mattogno y Berg– aparecen, sin comentarios, en tres notas a pie de página (p. 297), pero sólo en referencia al material publicado más antiguo, de la década de 1980. Para un historiador de Cambridge, ésto es absolutamente inaceptable. Evans tiene un desconocimiento ridículo del tema, o bien desinforma deliberadamente al lector al excluir casi toda la información más relevante. En cualquier caso, su credibilidad es prácticamente nula.

    Además de su ataque ad hominem y su presentación distorsionada del revisionismo, Evans emplea una tercera táctica común: el silencio sobre los temas clave en consideración. Por ejemplo, no nos dice nada sobre la larga y desacreditadora historia de los “6 millones”; nada sobre el verdadero significado de palabras alemanas vitales como “Ausrottung” y “Vernichtung“; nada sobre lo que Hitler dijo realmente sobre los judíos; nada sobre planes de deportación como “Nisko” y “Madagascar”; nada sobre las fotografías aéreas de Auschwitz; y nada sobre la ausencia de cuerpos o restos en casi todas las fases del Holocausto.

    Curiosamente, aborda brevemente el tema crucial del gasoducto diesel, aunque sólo insinúa las dificultades que conlleva. Evans escribe:

    Irving también negó que pudieran ser utilizados motores diesel en operaciones de asesinato. “Estos motores”, afirmó, “emiten no letal dióxido de carbono, y sólo pequeñas cantidades de monóxido de carbono tóxico” (p. 131).

    Es cierto, como hemos visto. ¿La respuesta de Evans? Nada. Con altivez declara que el argumento de Irving es “engañoso y derivado” (p. 132), dejando el asunto ahí. Esta postura es en realidad bastante común entre los historiadores ortodoxos. Cuando se ven obligados a discutir un tema inconveniente, lo mencionarán muy brevemente, de manera explícita o implícita, lo considerarán falso, y luego lo abandonarán.

    Finalmente, una cuarta táctica: el argumento del hombre de paja. El último pilar de “negación” de Evans es la afirmación de que el Holocausto es un “mito”, y que la evidencia es “fabricada”. Él explica: “Al leer el trabajo de negadores del Holocausto como Arthur Butz, quedó clarísimo que querían que sus lectores creyeran que toda la evidencia del Holocausto era inventada” (p. 137). Más adelante, Evans se refiere a “la posición común de los negacionistas del Holocausto de que se han fabricado pruebas del Holocausto” (p. 148). Estas afirmaciones son completamente falsas. Como fuera anteriormente mencionado, la afirmación de “fabricación” no es un aspecto clave de ningún trabajo revisionista importante en la actualidad. Así que se convierte en un hombre de paja: Evans presenta un argumento que los revisionistas no apoyan, destruye ese argumento y luego declara la victoria. Esta es una falacia lógica clásica. El hecho de que David Irving –que no es un revisionista serio del Holocausto– hiciera dos o tres comentarios poco meditados, no le da a Evans licencia para difamar, de manera amplia y generalizada, a los verdaderos revisionistas.

    Para aclarar las cosas, es necesario plantear aquí tres puntos. Primero: en toda nuestra investigación de fondo, así como en los muchos asuntos que rodean los ghettos, los fusilamientos y los campos, nunca nos hemos basado en la afirmación de que las pruebas fueran fabricadas. Este hecho por sí sólo es suficiente para rechazar la acusación de Evans. En segundo lugar existen, de hecho, casos de manipulación de pruebas, y esos casos no pueden ser negados. La cámara de gas del campo principal de Auschwitz (Krema 1) ha sido modificada sustancialmente, como admiten incluso los tradicionalistas; “todo lo que hay allí es falso”. La cámara de gas de Dachau también fue modificada significativamente, y tal vez incluso construida después de la guerra.[[81]] Las declaraciones de los testigos nacionalsocialistas en Nüremberg, obtenidas mediante abusos y torturas, constituyen manipulación de testigos. Ciertas letras clave en los furgones de gas parecen ser falsificaciones. Y en los últimos años han aparecido misteriosamente agujeros en el techo de las ruinas del Krema 2 en Auschwitz. Pero estas son las excepciones. La gran mayoría de los argumentos de los revisionistas no tienen nada que ver con la alegación de pruebas fabricadas. Y tercero, hemos visto evidencia de que los historiadores ortodoxos, incluido el propio Evans, engañan activamente a los lectores. Ésta es otra técnica fundamentalista común: atribuyen falsamente a sus oponentes las mismas tácticas nefastas que ellos mismos utilizan.

    El único punto menor en defensa de Evans es que su libro fue publicado en 2002, antes de los muchos trabajos revisionistas importantes de los últimos diez años. Pero no se puede decir lo mismo de Deborah Lipstadt. Profesora de teología y judía sionista, se ha promocionado durante mucho tiempo como una experta en el Holocausto y en su negación. En 2010, Lipstadt publicó un capítulo, “Negación”, en el libro de referencia de Oxford University Press, Oxford Handbook of Holocaust Studies. El libro es un tomo de 776 páginas dedicado a todos los aspectos del Holocausto. Aquí, si en algún lugar, esperaríamos encontrar un tratamiento racional, lógico y desinteresado de las muchas cuestiones problemáticas.

    Una vez más quedamos decepcionados. En la primera frase, Lipstadt logra utilizar no una, ni dos, sino tres falacias argumentativas. Los “negacionistas” (calumniadores) están liderados por un pequeño grupo de hombres, entre ellos “Faurisson, Butz e Irving” (nombres engañosos), que “difunden la noción de que el Holocausto (…) nunca ocurrió” (argumento de hombre de paja y mentira descarada). Un mal comienzo, sin duda.

    Luego ofrece una lista de 12 puntos de supuesta similitud entre todos los negacionistas. Entre estos puntos, sólo cinco son legítimos y relevantes: (1) no ocurrió genocidio; (2) las cámaras de gas homicidas no existían; (3) las muertes judías fueron mucho menores que 6 millones; (4) hay explicaciones no siniestras para muchas cuestiones, incluido el uso de Zyklon-B contra el tifus y el hecho de que ausrotten significa “desarraigar”; y (5) los juicios de Nüremberg fueron un “tribunal de vencedores” que implicó tortura para extraer confesiones falsas. Algunos otros puntos de Lipstadt son ciertos, pero en gran medida irrelevantes, sin importancia, para el argumento revisionista: los judíos estuvieron involucrados en la instigación de la guerra; Rusia era el verdadero enemigo de Occidente; los judíos fueron parte de la insurrección antialemana; y los equipos de investigación aliados/estadounidenses de los vencedores “contenían una preponderancia de judíos”. Los puntos restantes incluyen muchas otras acusaciones engañosas y fraudulentas.[[82]]

    La mayor parte del capítulo de Lipstadt se centra en las “tácticas negacionistas”. La siguiente lista resume estas tácticas, y proporciona algunas respuestas obvias.

    • Los negacionistas a menudo se refieren a “equivalencias inmorales”; es decir, minimizan la persecución alemana de los judíos porque todas las partes involucradas en la guerra hicieron cosas terribles (Irrelevante para el misterio del Holocausto y los argumentos revisionistas.)
    • “Los negacionistas se presentan como académicos comprometidos en una búsqueda racional de la verdad histórica” (p. 563) (Verdadero y preciso. No está claro por qué ésto es un problema, excepto que hace que el trabajo de los tradicionalistas como Lipstadt sea mucho más difícil).
    • El testimonio de los sobrevivientes “es ignorado, desacreditado o descartado a menos que pueda ser interpretado como indicación de que el Holocausto no ocurrió” (Parcialmente cierto. Son descartados los testimonios escandalosos, contradictorios o manifiestamente falsos. Algunos testimonios son útiles, pero siempre deben ser sometidos a escrutinio. En ningún caso es utilizado el testimonio para respaldar la idea de que el Holocausto “no ocurrió”).
    • Los negacionistas recurren a la ofuscación verbal, como al discutir el significado de “solución final” o “trato especial” (No es considerada “ofuscación” referirse a las palabras utilizadas por los alemanes y analizar su verdadero significado en contexto. Cabe destacar que aquí no menciona los problemas con “ausrotten” y “vernicht”).
    • Son utilizados pequeños errores en los testimonios de los nacionalsocialistas o de los supervivientes para desacreditar todo el testimonio (Falso; cada afirmación específica debe ser examinada según sus propios méritos. Sin embargo, una declaración que contenga incluso una falsedad flagrante debería ser inmediatamente sospechosa de contener otras falsedades.)
    • Los negacionistas intentan exonerar a los principales nacionalsocialistas atribuyendo el asesinato de judíos a elementos rebeldes y desviados del ejército alemán o a aliados de los alemanes (Las muertes de judíos fueron resultado de una amplia variedad de causas, ninguna de ellas derivada de órdenes explícitas desde arriba. Llámelo una “exoneración” si lo prefiere).
    • En relación a lo anterior, los negacionistas subrayan que nadie ha encontrado una orden de Hitler para tal asesinato en masa, ni siquiera una referencia a tal orden (Cierto, y un hecho significativo. Lipstadt intenta desestimar esta cuestión incómoda al afirmar que “los historiadores respetables rara vez basan sus conclusiones en la existencia, y mucho menos en la ausencia, de un solo documento” (p. 566). Pero ningún revisionista ha basado jamás su afirmación en este único hecho. Es sólo un hecho entre muchos que apuntan a una deportación masiva, no a un asesinato en masa).
    • Las ruinas del Krema 2 en Auschwitz no muestran evidencia de agujeros en el techo en los que los nazis vertieron pastillas de Zyklon-B. Sin estos agujeros no se habría producido el asesinato en masa en Birkenau. Y la refutación del asesinato en masa en Auschwitz socava toda la historia del Holocausto. De ahí el famoso chiste de Faurisson: “No holes, no Holocaust!” [“¡Sin agujeros, no hay Holocausto!”] (Cierto, y otra dura realidad para Lipstadt y sus colegas. Lipstadt afirma conocer “una amplia variedad de evidencia que atestigua la existencia y ubicación de estos agujeros”. Señala una foto aérea que supuestamente muestra algo en el techo del Krema 2, y una foto terrestre que muestra “chimeneas” en construcción; pero estas fotos no respaldan su argumento. Al final, el persistente hecho permanece: si hubiera habido agujeros en el techo del Krema 2, casi con seguridad habría alguna evidencia tangible hoy. Pero tal evidencia no existe).

    El capítulo de Lipstadt concluye con una discusión irrelevante del diario “fraudulento” de Ana Frank y un breve resumen del juicio de Irving.

    Por lo tanto, vemos aquí las mismas falacias que en el libro de Evans. Abundan los ataques ad hominem: los revisionistas son “negacionistas”, “antisemitas” y “racistas”. Una presentación engañosa del revisionismo y de sus líderes: ninguna mención de Mattogno, Rudolf, Graf, Kues ni Berg, ni de sus numerosas publicaciones importantes hasta 2010. Silencio sobre muchos de los mismos temas clave: nada sobre los “6 millones”; nada sobre las palabras exactas de Hitler; nada sobre los planes de deportación; nada sobre fotografías aéreas incriminatorias; nada sobre la flagrante ausencia de cuerpos o restos. Y argumentos falaces: énfasis en el “engaño”, el “mito”, las pruebas inventadas y la idea de que “el Holocausto nunca ocurrió”.

    Desafortunadamente, quienes no estén familiarizados con este gran misterio de asesinato no detectarán estas falacias. Literalmente, no saben lo que se pierden. Y dado que los fundamentalistas monopolizan por completo los medios de comunicación tradicionales y los círculos académicos, sus mentiras quedan en gran medida impunes. Sólo los investigadores excepcionales e intrépidos profundizarán lo suficiente en el misterio del Holocausto como para acercarse a la verdad o escapar de los engaños. Pero cuando eso suceda, un investigador así será bien recompensado.

    Consideraciones finales

    El control de las ideas y las restricciones a la libertad de pensamiento son cruciales para el éxito del tradicionalismo. El lector no debe hacerse ilusiones sobre el alcance de este control. La industria editorial, por ejemplo, es notoria. Las editoriales tradicionales no aceptan ningún libro que contenga la más mínima alusión a ideas revisionistas. Y, sin embargo, los historiadores ortodoxos tienen un abanico aparentemente infinito de oportunidades de publicación. Como prueba de ello, observamos que una búsqueda en Amazon.com de libros en inglés sobre el Holocausto, tan solo desde el año 2000, arroja 10.130 títulos, aproximadamente dos lanzamientos al día. Y no sólo libros. Están siendo producidas películas con temáticas sobre el Holocausto y antinazis a un ritmo acelerado. Las noticias están plagadas de referencias al tema. Escolares y universitarios son adoctrinados regularmente con ideas falsas, engañosas e interesadas. Los líderes gubernamentales están haciendo todo lo posible por apaciguar al lobby del Holocausto, y se apresuran a hacer obligatorias las visitas a Israel y al museo Yad Vashem. Internet ha ofrecido cierto alivio al tradicionalismo opresivo, pero incluso allí, no todo es bueno. Consideremos Wikipedia: “la enciclopedia libre que cualquiera puede editar”, afirman. Sin embargo, las “páginas especialmente sensibles” son consideradas como “protegidas”. Por supuesto, todas las páginas relacionadas con el Holocausto entran en esta categoría. Se invita a los lectores a realizar cambios en las páginas “Holocausto” o “Negación del Holocausto” para incluir cualquiera de los nombres, fuentes o temas relevantes mencionados en este texto. Los cambios serán visibles durante unas horas como máximo. En algún momento, será activada una función automática de “restauración”, borrando todas las ediciones no autorizadas. Adiós a la libertad en internet.

    En la antigua Grecia, Sócrates se hizo conocido como un hombre sabio que continuamente hacía preguntas incómodas e inconvenientes. Finalmente, ésto le costó la vida. Pero su sociedad, y toda la historia posterior, cosecha una recompensa inconmensurable por sus valientes e incansables esfuerzos. Podemos ser así. La vida de Sócrates puede ser un modelo para la nuestra. Podemos plantear preguntas difíciles, erradicando la corrupción y la ignorancia entre quienes ostentan el poder. Podemos desafiar a quienes manipulan la historia para sus propios fines. Podemos exponer a quienes mienten para obtener beneficios personales, riqueza y poder. Como Sócrates, podemos pagar un alto precio. Pero, como él, nuestros esfuerzos finalmente serán recompensados. De esta manera, la sociedad en su conjunto aún podría resolver el mayor misterio de asesinato del siglo pasado.

    El “Holocausto” fue, sin duda, un gran crimen. Pero no se ha hecho justicia. Sólo mediante la búsqueda incansable de la verdad podemos lograr la reconciliación; castigar a los mentirosos, manipuladores e impostores; purgar la culpa del pasado; y avanzar como naciones civilizadas. Nuestro futuro depende de ello.

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    Notas

    [[1]]  Por ejemplo, el rabino Abraham Cooper (2012) efectuó recientemente la siguiente declaración: “Ningún crimen en los anales de la historia ha sido tan bien documentado como la Solución Final de la Alemania nazi, el genocidio patrocinado por el estado que asesinó sistemáticamente a 6 millones de judíos europeos”.

    [[2]]  http://www.ushmm.org (“What was the Holocaust?”) (“¿Qué fue el holocausto?”). Consultado en Mayo 2014.

    [[3]]  http://www.yadvashem.org (“FAQS: What was the Holocaust?”) (“Sección de preguntas y respuestas frecuentes: ¿Qué fue el holocausto?”). Consultado en Mayo 2014.

    [[4]]  Laqueur (2001: 139).

    [[5]]  En 2002, por ejemplo, Estados Unidos tuvo 2,45 millones de muertes en una población de 288 millones: 0,85%.

    [[6]]  Verificar: DellaPergola (2003).

    [[7]]  Ocasionalmente encontramos un recuento país por país que afirma presentar dicha cifra. Dawidowitz (1986: 403), por ejemplo, enumera 21 países con un total de 5.933.900 muertos. Sin embargo, (a) estas cifras no son verificables, ya que la gente se desplazó por toda Europa durante la guerra, y (b) no abordan la pregunta central: ¿cómo sabemos que todas estas personas murieron?

    [[8]]  He aquí una prueba sencilla: consulte la entrada “Holocausto” en Wikipedia e intente encontrar cifras por causa de muerte que totalicen 6 millones. Wikipedia es, obviamente, notoriamente poco fiable; pero aun así, ofrece una idea del problema en cuestión.

    [[9]]  Casi la única excepción es Hilberg (2003), quien proporciona cifras específicas para estas categorías de muerte. Sin embargo, sus cifras sólo totalizan 5,1 millones, 15% por debajo de la cifra standard. E incluso estas cifras presentan importantes problemas, como veremos.

    [[10]] A menos que sea indicado lo contrario, a partir de este punto todas las citas son del NYT.

    [[11]] Curiosamente, proporcionan detalles por país. Rusia ocupa el primer lugar con 1,3 millones de judíos, 22% del total mundial. Alemania encabeza la lista, con un total de 446.000 judíos (7,4%).

    [[12]] Supuestamente, la decisión fue tomada a mediados de 1941.

    [[13]] Tribunal Militar Internacional, vol. 31, pág. 86. Véase también NYT: “Datos del juicio revelan que murieron 6.000.000 de judíos” (15 de Diciembre, pág. 8).

    [[14]] De la versión en línea en http://www.hitler.org .

    [[15]] “Die Entfernung der Juden überhaupt”.

    [[16]] Memorandum de una conversación con J. Riddleberger el 11 de Agosto de 1936; citado en Tansill (1952: 387).

    [[17]] Para una descripción completa de todas las entradas del diario, véase Dalton (2010).

    [[18]] Una vez más, Goebbels no habría tenido motivos para evitar mencionar las cámaras de gas en su diario privado. Sin embargo, están completamente ausentes, al igual que las referencias a Auschwitz, Treblinka y otros supuestos campos de exterminio.

    [[19]] Difícilmente se trata de la promocionada “obsesión” con los judíos.

    [[20]] Literalmente, “golpeado” o “golpeado hasta la muerte”.

    [[21]] Véase: Longerich (2010: 148).

    [[22]] Citado en Longerich (162).

    [[23]] Diario de Goebbels, entrada fechada el 7 de Marzo de 1942; véase Dalton (2010).

    [[24]] La estimación más grande del ghetto de Varsovia se encuentra en Longerich (167). Los siguientes ghettos en tamaño, según Corni (2003: 195), fueron: Lvov (103.000); Minsk (100.000); Białystok (50.000); Kaunas/Kovno (42.000); Częstochowa (40.000); Lublin (36.000); y Radom (32.000).

    [[25]] http://Yadvashem.org, Centro de Recursos sobre o Holocausto, “Ghetto”.

    [[26]] http://www.ushmm.org, entrada de enciclopedia para “Varsovia”.

    [[27]] Conforme por Longerich (2010: 185).

    [[28]] Longerich (2010: 144).

    [[29]] Verificar: Longerich (2010: 279).

    [[30]] Headland (1992: 106) acepta esta cifra. Yad Vashem afirma 1,25 millones de muertes. El USHMM dice simplemente “más de un millón».

    [[31]] El principal contribuyente a esta cifra durante este período fue el líder del HSSPF, Hans-Adolf Prützmann; según los tradicionalistas, su grupo por sí sólo logró fusilar a 363.000 judíos durante este período de cuatro meses. Véase Longerich (2010: 353) o Headland (1992: 104-105). Para una perspectiva revisionista, véase Mattogno, Kues y Graf (2013: 419).

    [[32]] Aunque incluso eso es una exageración. Imagínese una caja de madera con forma de cubo, abierta en la parte superior, que mide un metro de cada lado. Ahora imaginemos a seis u ocho personas al azar (bajas y altas, delgadas y gordas) tratando de entrar en esa caja.

    [[33]] En unidades inglesas, aproximadamente 9 x 11 metros de superficie y 4,5 metros de profundidad. Por supuesto, si los asesinatos hubieran sido divididos entre los grupos, la tarea de enterrar los cuerpos también habría sido dividida.

    [[34]] Véase el análisis en Dalton (2009).

    [[35]] Recientemente, el sacerdote católico Patrick Desbois afirmó haber encontrado cientos de fosas comunes. Sin embargo, su libro de 2008, “El Holocausto a Balas”, es un engaño. Contiene poco más que anécdotas y afirmaciones sin fundamento. El autor no ofrece detalles sobre excavaciones, análisis forenses, cartografía del terreno ni nada similar. Por lo tanto, no podemos extraer ninguna conclusión de este trabajo.

    [[36]] Véase http://www.nazigassings.com/Railroad.html

    [[37]] Véase: Kogon (2006: 247). Sin embargo, incluso este simple hecho está sujeto a amplias variaciones. El NYT informó recientemente que investigadores del USHMM establecieron que, increíblemente, existían 980 campos de concentración (“El Holocausto se volvió aún más impactante”, 1 de Marzo de 2013). Es suficiente para marear a cualquiera.

    [[38]] En Junio de 2014, se encontraron en línea los siguientes números (U = USHMM; Y = Yad Vashem): Auschwitz (U = “más de 960.000”; Y = 1,1 millones); Belzec (U = 434.000; Y = 600.000); Sobibor (U = “más de 167.000”; Y = 250.000); Treblinka (U = 870.000 – 925.000; Y = 870.000); Majdanek (U = 80.000 – 92.000 en total; Y = 60.000); Chelmno (U = “más de 156.000”; Y = 320.000).

    [[39]] Pronunciado “Mai-DON-ek”. También escrito Maidanek. A veces se hace referencia a éste por el nombre de la ciudad vecina, Lublin.

    [[40]] 27 de Julio de 1943; pág. 9. Nuevamente, no tenemos prueba de esta estimación.

    [[41]] 30 de Agosto de 1944; p. 1.

    [[42]] Véase Dalton (2009: 154) para más detalles.

    [[43]] Véase también: Graf (2007).

    [[44]] Fotografía de primer plano disponible en línea: http://www.fpp.co.uk/docs/Irving/RadDi/2011/100911.html

    [[45]] Este edificio fue demolido por los alemanes en Abril de 1943. Hoy en día sólo quedan partes de los cimientos del mismo.

    [[46]] Para un estudio revisionista detallado de estos vehículos, ver: Alvarez (2011).

    [[47]] Citado en Mattogno (2011: 21).

    [[48]] Los motores diesel han sido utilizados desde hace mucho tiempo en minas y otros espacios reducidos precisamente por esta razón. Es cierto que estos motores pueden “desafinarse” para producir un poco más de gas, pero ésto perjudica gravemente su capacidad de trabajo; y se dice que el mismo motor que mató a los judíos, también los llevó a otra zona.

    [[49]] Para ponerlo en perspectiva: la Torre Eiffel pesa alrededor de 7.300 toneladas. Los alemanes necesitarían, por tanto, el equivalente en madera a casi seis Torres Eiffel para que esos cuerpos fueran completamente consumidos.

    [[50]] En línea: “Operaciones de gaseo”.

    [[51]] Online: “Treblinka”.

    [[52]] En línea: “Cámaras de gas”.

    [[53]] De hecho, incluso hoy en día, los proveedores de carne estadounidenses utilizan gas de monóxido de carbono para tratar su carne, precisamente porque este gas le da a la carne fresca su aspecto “rojo cereza”.

    [[54]] En Dalton (2009: 67–74), este análisis es denominado matriz de la muerte.

    [[55]] Desde Diciembre de 1942 hasta Abril de 1943.

    [[56]] De Abril a Julio de 1943.

    [[57]] Informe citado en Mattogno (2004: 79).

    [[58]] “En Sobibor: Edificio en el corazón de un campo de exterminio”. Publicado en http://www.timesofisrael.com (8 de Marzo de 2014).

    [[59]] Página 129, nota 18.

    [[60]] Citado en Mattogno y Graf (2005: 78–80).

    [[61]] El artículo de Sturdy Colls de 2012, “Arqueología del Holocausto”, por ejemplo, es prácticamente inútil como estudio cuantitativo. Dedica sólo dos páginas a Treblinka, sin mencionar nada valioso. La arqueóloga afirma haber encontrado “más de cien características” del campo utilizando su georradar, aunque no proporciona detalles. Cabe destacar que no menciona las cámaras de gas.

    [[62]] Resulta extraño, entonces, que casi todas las visitas guiadas actuales a Auschwitz sean realizadas en el campamento principal. Pocos turistas llegan a Birkenau para ver las cámaras de gas, verdaderamente significativas, donde prácticamente fueron cometidos todos los supuestos asesinatos. Es cierto: los crematorios de Birkenau están en ruinas; sin embargo, fue allí donde ocurrió toda la acción.

    [[63]] Los kremas 2 y 3 contaban con una sola cámara de 210 metros cuadrados cada uno. Supuestamente, cada cámara podía gasear simultáneamente a más de 2.000 personas, considerando la hipótesis tradicional de 10 personas por metro cuadrado. Los kremas 4 y 5 contaban con tres salas de gas, con un total aún mayor de 236 metros cuadrados.

    [[64]] Esto explica el enorme aumento del número de campamentos durante los meses de Mayo (135.000), Junio (250.000) y Julio (135.000) de 1944.

    [[65]] A pesar de que los cuatro hornos del Krema 4 fallaron después de sólo tres meses de funcionamiento y nunca volvieron ser utilizados.

    [[66]] Esta cifra es muy debatida. Los tradicionalistas afirman que cada horno de mufla podría quemar cinco o incluso diez cuerpos por hora; pero en términos técnicos y prácticos, ésto resulta imposible. Claro que los cuerpos de los niños, al ser más pequeños, podrían ser quemados a una velocidad ligeramente superior a un cuerpo por hora.

    [[67]] Considerando una jornada laboral de 20 horas.

    [[68]] Para que no pensemos que se trata de una exageración, el experto en campos Fransciszek Piper afirma: “Los cadáveres sobrantes eran quemados a un ritmo de unos 5.000 cada 24 horas en las fosas de incineración cercanas a los crematorios, y la misma cantidad era incinerada en las zanjas del Bunker 2 (…)” (1994: 173). En total, eran quemados en el campo la asombrosa cifra de 10.000 cuerpos al día.

    [[69]] Estas fotografías son prácticamente imposibles de ser encontradas en fuentes tradicionalistas, por razones obvias. En las raras ocasiones en que aparecen, el lector no está informado de lo que supuestamente ocurría en ese momento. Las tres fotografías son reproducidas en Dalton (2009: 204-205).

    [[70]] Verificar: Leuchter (2005) y Rudolf (2003b).

    [[71]] Véase Dalton (2013, 2014) para una descripción completa.

    [[72]] Verificar: Graf (2003: 298–299).

    [[73]] Washington Times (17 de Julio de 1990; p. A11).

    [[74]] No es difícil advertir cómo ésto beneficiaría a Israel y a los judíos de todo el mundo.

    [[75]] Analizar el juicio nos alejaría demasiado del tema en cuestión. En resumen, en un libro anterior Lipstadt calificó a Irving de “negacionista del Holocausto”. Irving se opuso y demandó a Lipstadt por difamación. Irving perdió. Diversos aspectos de la historia del Holocausto surgieron durante el juicio, pero el enfoque principal de esta demanda fue el concepto de “negación” y las declaraciones previas de Irving. La historia del Holocausto en sí nunca fue sometida a escrutinio.

    [[76]] Algunos afirman que informes o cartas individuales fueron fraudulentos; pero estos casos son raros y relativamente insignificantes para los revisionistas contemporáneos. Ciertamente, sus argumentos no están fundamentados en tales acusaciones.

    [[77]] En 2003 fue publicada una tercera edición ligeramente actualizada.

    [[78]] David Irving no se encuentra entre ellos; Irving es un destacado revisionista de la Segunda Guerra Mundial, pero sólo marginalmente revisionista del Holocausto, y no muy bien informado, además. Ésta es, en gran medida, la razón por la que perdió el juicio.

    [[79]] Consultar: http://inconvenienthistory.com/columnists/index.php. La lista de columnistas del sitio web actualmente cuenta con 33 nombres.

    [[80]] Consulte: http://www.holocausthandbooks.com. Cabe destacar que todos los volúmenes están disponibles para descarga gratuita en formato PDF.

    [[81]] Véase: Dalton (2011).

    [[82]] Esas acusaciones incluyen que todos los negadores del Holocausto afirman que el Holocausto fue un “engaño”, que la evidencia fue fabricada, que el diario de Ana Frank es una falsificación, y que las cámaras de gas eran en realidad refugios antiaéreos.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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