Hoppe y el “orden espontáneo” de Hayek

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    Introducción

    En este artículo busco presentar la idea de Hayek del “orden espontáneo” y, a continuación, presentar a algunos pensadores claramente antiigualitarios, tanto antiguos como nuevos, con ideas que contrastan con las de Hayek, incluyendo una contribución propia, antes de presentar una alternativa verdaderamente hoppeana a la cosmovisión hayekiana.

    A Friedrich A. Hayek se le atribuye ampliamente el impulso del programa de investigación de Carl Menger sobre la evolución de las instituciones sociales, e incluso a menudo se le atribuye la autoría de la totalidad del mismo.

    Entonces, ¿qué es un “orden espontáneo”? La idea de Hayek del “orden espontáneo” postula que las estructuras sociales complejas surgen orgánicamente de las acciones individuales, sin una fuerza de planificación centralizada o vertical. Las sociedades y comunidades complejas no pueden ser diseñadas de arriba hacia abajo. Sin embargo, ésto no significa que las estructuras e instituciones sociales operen en el vacío y carezcan de elementos virtuosos y exclusivamente humanos, como la previsión, el coraje y la visión, durante su surgimiento.

    El orden espontáneo de Hayek y sus deficiencias

    Esta teoría del “orden espontáneo” celebra la naturaleza autorreguladora de los mercados y las sociedades. Sin embargo, un análisis crítico, basado en diversas tradiciones intelectuales, revela importantes puntos ciegos en la teoría de Hayek, al igual que la bien documentada omisión de Adam Smith sobre el papel central del capitalista-empresario en la dinámica económica.

    El orden espontáneo de Hayek sugiere que la interacción de las decisiones individuales, impulsadas por el conocimiento y las preferencias personales, conduce naturalmente a un sistema social coherente y funcional. Según Hayek, este proceso evita la necesidad de planificación o control vertical. Incluso pensadores como T. Sandefur, en “Cuatro problemas con el orden espontáneo”, critican la teoría de Hayek, centrándose en su ambigüedad conceptual, la dificultad de distinguir entre órdenes espontáneos y construidos, la dificultad de identificar y abordar las injusticias dentro de dicho orden, y la problemática dependencia ciega de la tradición. Sandefur argumenta que estas cuestiones socavan la aplicabilidad práctica de la teoría, y su capacidad para orientar la reforma social o criticar los acuerdos sociales efectivamente construidos.

    Se trata de una visión bastante simplista de la organización social, que roza lo “inconsciente” o lo completamente instintivo. Siguiendo a Carl Menger, explica el surgimiento de ciertas instituciones sociales, como el dinero, la ley (producida por los jueces, no por decreto) y los derechos de propiedad, pero no llega a defenderlas –para empezar, ni a distinguirlas– de las actividades agresivas o mafiosas que las rodean (también conocidas como los orígenes y la legitimidad de los estados-nación). La supervivencia en sí misma no mide la justicia o la legitimidad de algo.[[1]] De hecho, todo el programa de análisis social de Hayek está arbitrariamente detenido en el surgimiento de los derechos de propiedad, los que nunca más son adecuadamente incorporados a su análisis social, para distinguir la agresión (contra la propiedad propia y otras propiedades) de la “coerción”, con consecuencias que son no sólo éticas (libertarias), sino que también conducen a una perspectiva altamente distorsionada del análisis social, y a la creación del análisis social de la Escuela Austriaca hacia un idealismo y un estancamiento excesivos.

    Lo mismo ocurre con la definición de Hayek de libertad como la ausencia de coerción, definida como “cambios de reglas suficientemente anunciados y suficientemente lentos”, que anunciarán lenta y “suficientemente” cualquier sistema político en la dirección de Cuba y Corea del Norte. Es una incapacidad, definida arbitrariamente, para ver cómo las instituciones emergentes configuran aún más el análisis moral, desde la propiedad en adelante. Aparentemente, todo ha evolucionado, incluida la moral, pero una vez que está ahí, debemos ignorarla. Podríamos llamar a ésto el veneno evolutivo de Hayek.

    “Motores Invisibles” Paralelos o Vacío Paralelo: F. A. Hayek y Adam Smith

    Aquí podemos establecer un sorprendente paralelismo entre F. A. Hayek y Adam Smith. Considerado aún ampliamente el padre de la economía moderna, Adam Smith enfatizó la “mano invisible” que guía los mercados libres hacia la eficiencia mediante el equilibrio de la oferta y la demanda. Sin embargo, la narrativa de Smith presenta al empresario predominantemente como un mero gerente, incluso confundiendo la forma original de ingreso en las sociedades humanas con “salarios” en lugar de ganancias y pérdidas, como dictan la teoría y la historia correctas, descuidando el papel crucial del empresario en la coordinación social y la innovación. Este profundo vacío en la teoría de Adam Smith refleja la subestimación vulgar del propio F. A. Hayek hacia las fuerzas sociales dirigidas (intencionalidad, virtud) y, por lo tanto, del liderazgo natural en la configuración del orden social.

    Así, la economía de Smith carece de emprendedores (su último elemento clave, o motor), ya que conceptualmente éstos son reemplazados por gerentes en su obra, al igual que la sociedad de Hayek carece tanto de tendencias aristocráticas naturales como (irónicamente, de nuevo) de moralidad y virtudes prácticas.

    Estas lagunas conceptuales en sus obras son, de hecho, de enorme importancia, distorsionando el pensamiento económico y social durante varias generaciones, debido al impacto global de las obras de ambos autores.

    En el caso de Hayek, podemos hablar de las élites “invisibles” o ausentes que destacan y sobresalen en todas las comunidades y esfuerzos humanos, en paralelo con la aterradora metáfora de Adam Smith de la “mano invisible”.

    En cuanto al liderazgo, podemos observar a Tannenbaum y sus colegas (1961), quienes lo definieron como “la influencia interpersonal demostrada en una situación y dirigida, mediante la comunicación, para lograr objetivos específicos”.

    Por cierto, el papel del empresario capitalista como la gigantesca pieza faltante de Adam Smith se vio aún más subrayado por el hecho de que fue recién en la década de 1950 que Ronald Coase convirtió las Escuelas Británicas en la corriente principal para estudiar y tomar en serio la empresa, y por ende el emprendimiento, la gestión y el liderazgo.

    Otros pensadores anti-igualitarios sobre el papel de las jerarquías meritorias y las élites naturales

    Antes de pasar a una respuesta hoppeana a la cuestión del “vacío social hayekiano” o las “élites invisibles”, examinemos las ideas de varios pensadores, entre ellos De Maistre, Carlyle, Spengler, Robert Nisbet y Thomas Jefferson, quienes contrastan con los escritos de Hayek sobre un orden emergente cuasi-consciente o “reserva espontánea”.

    Estos pensadores ofrecen profundas perspectivas sobre la influencia estructurada de las jerarquías naturales, los valores tradicionales, el liderazgo heroico, y los ciclos históricos en el desarrollo social. Joseph de Maistre enfatiza la necesidad de estructuras jerárquicas y el papel de las instituciones establecidas para preservar la estabilidad social, cuestionando la noción de un orden social puramente espontáneo. Thomas Carlyle celebra el impacto transformador de líderes visionarios con talentos y virtudes extraordinarios, enfatizando la importancia del liderazgo intencional para guiar a las sociedades en períodos de cambio. La teoría cíclica de la historia de Oswald Spengler cuestiona la idea del progreso lineal, destacando la naturaleza estructurada del desarrollo histórico.

    El enfoque de Nisbet en la importancia de la comunidad y las estructuras sociales tradicionales, sugiere que el orden social a menudo surge de las jerarquías establecidas y de las acciones intencionales de los líderes dentro de dichas estructuras. El concepto de Jefferson de una “aristocracia natural” destaca aún más el papel del liderazgo ilustrado en la guía de las sociedades democráticas, indicando una interacción más compleja entre los órdenes sociales espontáneos y estructurados que lo que la teoría de Hayek sugiere.

    Robert Nisbet y Thomas Jefferson[[2]] ofrecen perspectivas que desafían la noción del orden social puramente espontáneo. El énfasis de Nisbet en la comunidad y las estructuras sociales tradicionales sugiere que el orden a menudo surge de jerarquías y vínculos sociales establecidos. La defensa de Jefferson de una “aristocracia natural” de virtud y talento, destaca el papel indispensable del liderazgo ilustrado en la dirección de las sociedades, señalando una interacción más compleja entre los órdenes sociales emergentes o puramente instintivos, y los estructurados o, al menos, parcialmente intencionales.

    La filósofa y novelista Ayn Rand también analiza un principio de la Pirámide de Habilidades, según el cual la división vertical del trabajo se basa en que las élites controlan más recursos y talentos extraordinarios a cambio de elevar a todos los que están “por debajo” (no políticamente en las sociedades más capitalistas, sino meramente administrativamente) mediante la visión, el plan, las herramientas, el personal y la ejecución. Ahora que abordamos el tema del igualitarismo austriaco, desde cualquier perspectiva la relación capitalista-asalariado es todo menos igualitaria (de nuevo, contrariamente a las descripciones igualitarias o imprecisas de Hayek y Adam Smith). La relación se basa en que el capitalista aporta lo que yo llamo el Excedente de Say, un impulso adicional de productividad para ambas partes, pero que beneficia principalmente al asalariado. En otras palabras, no se trata sólo de una relación en la que todos ganan, sino de una en la que el capitalista aporta –ubicación, maquinaria, métodos, división interna del trabajo y la gestión, clientela y marca– mucho más que el asalariado. El Excedente de Say es la productividad adicional (valor añadido por hora, no sólo cantidad) que el capitalista proporciona al asalariado, mucho más que lo que éste podría lograr por sí solo (no es el salario del trabajador lo que se divide entre las ganancias, sino el Excedente de Say, lo que beneficia simultáneamente a ambas partes). El asalariado no es explotado, sino empoderado por la relación. No se trata sólo de una situación en la que todos ganan; el capitalista-empresario es el mayor y mejor contribuyente.

    Si la contratación de mano de obra capitalista no es explotadora, ni siquiera un simple “ganador”, sino esencialmente benévola y virtuosa, lo mismo ocurre con la propia acumulación de capital y todas las diferencias sociales pacíficas que erivan de ella.

    Y, por supuesto, debemos mencionar la exhaustiva obra de Murray N Rothbard en “El igualitarismo como rebelión contra la naturaleza” y otros textos, en la que describe claramente la idea de que los seres humanos tienden a especializarse no sólo “horizontalmente”, sino también “verticalmente” en torno a individuos de extraordinario talento, virtud o visión, que lideran equipos y empresas de todo tipo, en todos los proyectos humanos exitosos. Según estos pensadores, las sociedades humanas exitosas son relativamente más un jardín que una jungla.

    Algunas reflexiones anti-igualitarias contemporáneas o populares

    En cuanto al análisis contemporáneo de los órdenes sociales heterogéneos, podemos citar a Malcolm Gladwell en la literatura popular (véase su obra “El punto de inflexión” para un análisis de los tres roles humanos generalmente presentes o necesarios para que cualquier nueva tendencia social se generalice, y cómo este “punto de inflexión” de actividades/ideas/innovaciones excéntricas logra una aceptación masiva) o, si se me permite, mi propia descripción de los círculos concéntricos de la innovación social y de mercado, que muestran cómo cada individuo desempeña un papel diferente, entre influenciador e influenciado, en diferentes tendencias de la acción y el conocimiento humanos.

    El concepto de Malcolm Gladwell de la “curva de adopción temprana” destaca la influencia estructurada de ciertos individuos y grupos en la adopción y difusión de innovaciones. Este fenómeno, crucial para comprender las tendencias sociales y de mercado, sugiere un mecanismo de organización social más sutil que las interacciones puramente espontáneas.

    Una respuesta hoppeana al surgimiento de élites naturales en un orden social: propiedad, preferencia temporal e influencia constructiva

    Considero que la(s) pieza(s) faltante(s) se ha(n) encontrado en la obra del profesor Hans-Hermann Hoppe.

    Como devoto misesiano, Hoppe sigue a von Mises, quien en Acción Humana enfatizó el papel de la acción humana con propósito y la planificación racional en las actividades económicas. Ésto contrasta con el énfasis de Hayek en la naturaleza emergente de los órdenes sociales, con clara ausencia de actores clave y visionarios (empresarios y otros) en la formación del capital cultural. La propia obra de Hoppe es pionera en lo que podríamos llamar la Sociología Austriaca de la Preferencia Temporal.

    En primer lugar, Hoppe enfatiza la escasez, y por ende la propiedad, como base de la cooperación humana avanzada. Ésto sienta las bases para el análisis económico, ya que la “riqueza” no existe en abstracto, sino que es una apreciación subjetiva de una serie de posesiones, propiedades y títulos de propiedad. Así, toda política económica se formula para/sobre la propiedad ajena, lo que convierte a la mayoría, si no a todas, las políticas públicas en una fuente permanente de injusticia (el incumplimiento del dictamen de Ulpiano) y en el surgimiento de élites artificiales (políticas, privilegiadas, fiduciarias) en la sociedad.

    En segundo lugar, las contribuciones originales de Hans-Hermann Hoppe al análisis de la preferencia temporal social, la valoración de los bienes presentes por sobre los futuros, refinan aún más esta crítica. Ésta, estimado lector, es posiblemente la mayor fuente de desigualdad de méritos –justamente– en las sociedades humanas, ya que las actividades y prácticas de inversión adultas y sabias (providenciales y de baja preferencia temporal) recompensan a cada individuo, linaje familiar y comunidad de forma muy diferente. Si la familia A ahorra e invierte, y la familia B organiza fiestas y disfruta de viajes de lujo, sus diferencias en la preferencia temporal serán una causa importante de la desigualdad de la riqueza —justa y natural.

    Las menores preferencias temporales entre las élites naturales[[3]] y los emprendedores los predisponen a inversiones de largo plazo en cultura, infraestructura y filantropía, esenciales para el desarrollo social sostenido y de largo plazo que los rodea. En definitiva, el egoísmo bien entendido es extraordinariamente generoso. La nobleza obliga. La verdadera nobleza de espíritu es generosa.

    Esta perspectiva cuestiona el énfasis de Hayek en las acciones individuales espontáneas y de corto plazo como únicos impulsores del orden social. No existe una “mano invisible” que cree un orden social, y no hay nada de caprichoso ni “espontáneo” en él, sino la planificación virtuosa y de largo plazo de muchas familias y organizaciones privadas (“clubes” en la literatura económica), a menudo a lo largo de muchas generaciones. Así es como se forma el capital cultural, mediante contribuciones socialmente desiguales de visión, comprensión y liderazgo.

    Mi contribución al análisis: Hacia un nuevo modelo de interacción humana

    En lugar de una simple curva de comportamiento del consumidor, como la describen los campos de la Administración o el Comportamiento del Consumidor (Gladwell), e inspirado por el trabajo de Hoppe, introduje la noción de círculos concéntricos de innovación social, los que distinguen aún más los roles humanos en todos los ámbitos posibles. No somos iguales en el sentido de ser idénticos; seguimos diferentes señales de diferentes personas en diferentes momentos, y no hay nada igualitario ni meramente “espontáneo” en ésto. Todos somos diferentes en talentos, intereses o disposiciones innatas y, en última instancia, en elecciones.

    Las tendencias, modas, comportamientos, etc., irradian desde el primer círculo, que difiere en cada tendencia humana, y llega a diferentes personas con distintos niveles de interés en participar. Desde 1) el innovador/excéntrico, hasta 2) el adoptante temprano que es el primero en imitar a los excéntricos o visionarios aparentemente “locos”; luego a 3) el participante normal en cualquier tendencia o moda; a 4) el conservador que participa a regañadientes en las señales sociales y lo hace muy tarde; a 5) el reactivo que simplemente se niega a participar en cualquier tendencia.

    Los círculos concéntricos de la innovación social

    Un ejemplo muy sencillo sería el estreno de una nueva obra o experiencia de un director o artista famoso, o cualquier evento con pocas entradas. Algunos podrían acampar la noche anterior, otros esperarían en la fila dos horas, otros se presentarían sólo si alguien más los esperaba, y otros no se presentarían ni siquiera con “sobornos” adicionales en forma de refrigerios, bebidas y otras comodidades.

    Otro buen ejemplo de este modelo de círculo concéntrico de innovación social es el uso de teléfonos celulares. Algunos pagaron un precio notable o extraordinario para tener un teléfono celular antes que otros; podrían ser considerados innovadores, pero más precisamente, pioneros. Pero para llegar al siguiente “círculo concéntrico” de personas con preferencia menos intensa por el teléfono celular en ese momento, el productor reducirá el precio mediante reinversión y economías de escala para llegar a aquéllos. Y así, el teléfono celular llega al usuario promedio o normal. El proceso continúa hasta que “todos”, incluidos los participantes reticentes o conservadores, tengan un teléfono celular, excepto los reactivos o quienes han decidido no participar en esta invención o actividad.

    El corolario de esta concepción o modelo de interacción social es que los precios caen en una sociedad capitalista (que es un entorno monetario duro y deflacionario) incluso en ausencia de competencia, ya que al capitalista-empresario le interesa llegar a segmentos cada vez más amplios de la población –los círculos concéntricos externos–, los que tienen menor intensidad de demanda y sólo comprarán a un precio subsiguientemente menor. El modelo reconoce la desigualdad no sólo en el talento humano, el conocimiento/sabiduría y los intereses como productores y creadores de tendencias, sino también como consumidores y creadores de tendencias, de una manera que destruye el modelo neoclásico de “competencia perfecta” desde su propia esencia igualitaria e inhumana.

    Un tercer ejemplo del modelo de círculos concéntricos sería el uso de la vajilla moderna, inspirada en la aristocracia italiana para la corte francesa y, de ahí, para todo el mundo a través de la elegancia, la influencia cultural y la diplomacia.

    Innovador/Excéntrico

    Adoptador temprano

    Participante normal

    Participante reticente

    Reactivo

    Al fusionar los tres elementos: a) propiedad, b) preferencia temporal y c) círculos concéntricos de (talentos e) innovación social, podemos realmente formar una perspectiva sobre cómo surgen las élites naturales en culturas suficientemente avanzadas y complejas. Como escribió el profesor Hoppe, estas élites naturales[[4]] poseen virtudes extraordinarias que las distinguen y las convierten en portadoras comunitarias de virtud, belleza, buenos modales y elegancia en general (debo añadir que las aristocracias formadas naturalmente están generalmente compuestas por mujeres de extraordinaria elegancia natural y hombres de carácter extraordinario). Sin tomar en cuenta la suerte, las diferencias en la virtud respecto de la propiedad o en su tratamiento, la hipermetropía (baja preferencia temporal) y las actividades filantrópicas generarán algunas de las principales diferencias en los resultados de largo plazo.

    A propósito, el mismo proceso concéntrico configura el surgimiento de las propias instituciones sociales (mengerianas). En otras palabras, las propias instituciones –reglas, prácticas humanas complejas– que coordinan las sociedades numéricas posteriores a Dunbar[[5]] siguieron el patrón de círculos concéntricos para emerger, pues es materialmente imposible que todos los seres humanos, en todas partes y al mismo tiempo en el pasado, hayan comenzado a participar en prácticas humanas que se institucionalizaran (es decir, se convirtieran en instituciones) mediante la repetición social. Incluso las instituciones mengerianas surgieron a través de patrones sociales desigualitarios, y no hay nada meramente espontáneo en ello. Y al dilucidar este asunto, habremos eliminado otra fuente de “igualitarismo austriaco”, por así decirlo.

    Es a través de la propiedad, la baja preferencia temporal y la influencia constructiva en la sociedad, que las élites naturales se convierten en élites naturales.

    Consideraciones finales

    Este artículo ofrece una crítica de la noción de “orden espontáneo” de Hayek como tal, integrando perspectivas de diversas tradiciones intelectuales, y presentando una alternativa inspirada en la obra de Hans-Hermann Hoppe. Al destacar los roles estructurados de las jerarquías naturales, el liderazgo visionario y las inversiones estratégicas de largo plazo, esta crítica cuestiona la visión simplista de Hayek sobre la organización social, que roza lo inconsciente o lo puramente instintivo.

    Al cuestionar la visión simplista de Hayek sobre la organización social y adoptar una comprensión más matizada de la dinámica social, arrojamos luz sobre los roles estructurados de las jerarquías naturales y el liderazgo visionario en la configuración del complejo entramado de las sociedades humanas. A través de acciones humanas deliberadas, allanamos el camino para una comprensión más profunda de la evolución y el progreso social.

     

     

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    [[1]] De hecho, la justicia no es una mera convención o un constructo social (“útil, pero no le demos demasiada importancia”), como afirman los relativistas morales y los igualitaristas extremos. Es una profunda contribución humana al mundo, al igual que la amistad, el amor basado en la admiración o la búsqueda deliberada de la belleza son contribuciones exclusivamente humanas. Con el mismo espíritu con el que celebramos las instituciones sociales (costumbres, propiedad, bancos, corporaciones, etc.) como riqueza de la civilización o capital cultural, podemos reconocer las virtudes mismas como contribuciones humanas apropiadas y únicas para toda la vida.

    [[2]] En una carta a John Adams fechada el 28 de Octubre de 1813, Thomas Jefferson analizó el concepto de “aristocracia natural” que, según él, se basaba en la virtud y el talento, más que en la riqueza y el linaje. La contrastó con una “aristocracia artificial”, y argumentó que la aristocracia natural es esencial para el gobierno y la instrucción de la sociedad. Jefferson enfatizó que dicho sistema garantiza que lideren quienes poseen verdadera capacidad y moralidad, lo cual consideraba crucial para una sociedad sana. Para más detalles sobre las opiniones de Jefferson, puede visitar el sitio web de la Constitución de los Fundadores, de University of Chicago Press, que incluye esta correspondencia: Thomas Jefferson a John Adams, 28 de Octubre de 1813.

    https://press-pubs.uchicago.edu/founders/documents/v1ch15s61.html

    [[3]] Irónicamente, para el programa de investigación “evolutivo-igualitario” de Hayek, se han observado juegos de status desiguales que añaden valor, así como “modas” y otras señales sociales, en otras especies de primates avanzados. Müller y Thalmann (2000) examinan el origen y la evolución de la organización social de los primates, ofreciendo una base para comprender la dinámica del status humano. Su investigación destaca la complejidad de las jerarquías sociales, su papel en el bienestar grupal y las interacciones en primates, lo que fundamenta las teorías sobre los orígenes evolutivos de los juegos humanos de status. El libro “In Primate Social Systems” (1988) de R. I. M. Dunbar, ofrece una visión general completa de las estructuras sociales en primates, ofreciendo perspectivas sobre la base evolutiva del comportamiento social y las jerarquías.

    [[4]] No debe confundirse con la élite artificial –o injusta– del actual orden global socialdemócrata o “globalista”. Véase Hoppe, H.-H. (21 de Julio de 2006), Élites naturales, intelectuales y el estado”.

    [[5]] 150. El número aproximado de individuos en una sociedad personal u “orden íntimo” (u orden primitivo) en el que pasamos la mayor parte de nuestra historia como primates avanzados, protohumanos y humanos. Además, necesitamos “instituciones” impersonales o mecanismos de coordinación, como el dinero, la propiedad de la tierra, las costumbres, los negocios privados, etc., para sobrevivir y prosperar como sociedades humanas extendidas.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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