Javier Milei y la Escuela Austriaca

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    Introducción

    Uno de los políticos más comentados en la actualidad es el presidente argentino, Javier Milei. Es descripto, y él mismo se describe, como libertario y seguidor de la Escuela Austriaca, invocando específicamente a von Mises, Rothbard y Hoppe, entre otros. Fue la lectura de Rothbard sobre el monopolio lo que llamó la atención de Milei hacia la Escuela Austriaca, y ha leido repetidamente Acción Humana, de von Mises, y la ha subrayado tanto que ha tenido que comprar un segundo ejemplar legible.  Durante un tiempo, incluso restringió al mínimo su consumo de otros bienes para poder comprar tantos libros sobre economía austriaca como le fuera posible. Ha narrado esta historia de conversión en repetidas ocasiones, en el Hayek Meeting de Hamburgo y en el prólogo de Milei Era, de Philipp Bagus.

    Es una historia muy atractiva, pero aún está por verse qué tipo de economía propaga realmente Milei a sus seguidores, y utiliza como guía para sus políticas. Su programa político general y su retórica han revelado cada vez más que Milei es poco más que un conservador corriente, en lugar de un revolucionario libertario, como lo demuestran el aumento del gasto militar, la reforma y el aumento del tamaño de la policía Argentina, y el establecimiento de relaciones muy estrechas con el estado estadounidense. Quizás lo mismo ocurre con su economía: que el Austrianismo de Milei, al igual que su libertarismo, no es más que una fina capa sin base en la realidad.

    Aunque las políticas económicas de Milei han sido muy criticadas hasta ahora, pocos han examinado críticamente su relación con la Escuela Austriaca[1], y algunos incluso han celebrado esta supuesta relación. Pero, ¿está su economía realmente inspirada en von Mises y Rothbard, como su retórica nos lleva a creer? Como probablemente sea bien sabido en esta reunión, cuando el año pasado el Profesor Hoppe criticó el programa político de Milei, la respuesta fue una avalancha de insultos que equivalían a afirmar que Hoppe no sabe de economía. Esta afirmación fue repetida el 8 de Junio de este año en el Foro Económico de Madrid, y de nuevo en Twitter, donde Milei añadió que Rothbard no estaría de acuerdo con Hoppe.

    No voy a entrar aquí en demasiados detalles sobre la disputa entre Milei y Hoppe, la que principalmente se centra en la naturaleza de la banca central, sino que voy a examinar una cuestión más general: ¿es Milei un economista austriaco? ¿Es un fiel representante de nuestra tradición, es decir, la de Ludwig von Mises y Murray N. Rothbard, y es justo y razonable asociar a la Escuela Austriaca, para bien o para mal, con la economía de Milei? Me centraré principalmente en los escritos y discursos de Milei sobre Economía, y sólo de forma secundaria en sus políticas. Un defensor de Milei podría afirmar que en realidad es “uno de los nuestros”, pero que su poder político es limitado, que no puede hacer todo lo que quiere, etc. Pero tal vez su programa económico no sea austriaco por la sencilla razón de que Milei no es Austriaco, y su compromiso con la escuela es sólo superficial.

    Pensamiento económico de Milei

    Crecimiento Económico

    El punto de partida para examinar la economía de Milei, es su teoría del crecimiento económico. Ésto es debido a dos razones: en primer lugar, Milei era y se presentaba a sí mismo como economista del desarrollo antes de descubrir la Escuela Austriaca, y fue el fracaso de la economía del desarrollo dominante a la hora de explicar el crecimiento económico de los últimos siglos, lo que le hizo tomar conciencia de los problemas de la economía neoclásica y le llevó a recurrir a Rothbard; y, en segundo lugar, por lo que he podido averiguar, el único escrito académico[2] de Milei desde su giro hacia la Escuela Austriaca, describe precisamente este fracaso de la economía neoclásica y la solución que encontró en Rothbard y la Escuela Austriaca.

    Cuando se preparaba para su primera presentación en Davos en 2014, Milei utilizó el trabajo de Angus Maddison[3] para obtener una visión general del desarrollo económico mundial. De Maddison aprendió que hasta 1800 básicamente no hubo desarrollo: la gente era tan pobre en 1800 como lo había sido en el año 1. Luego, en los siguientes 200 años, la riqueza se multiplicó. Ésto significa que hubo un período de rendimientos crecientes, pero los rendimientos crecientes no encajan en los modelos de crecimiento neoclásicos; de hecho, como veremos, la economía neoclásica es claramente hostil a la explicación de Milei. Milei recurre primero a Adam Smith[4] en busca de respuestas, como haría cualquier economista. A pesar de la conocida crítica de Rothbard hacia Smith, ésto también parece aceptable desde el punto de vista austriaco, pero es fundamental examinar lo que Milei encontró en Smith.

    En su lectura, Smith identifica cinco causas del desarrollo económico: la acumulación de capital, los mercados libres, la innovación tecnológica y el aprendizaje empírico, y los rendimientos crecientes a escala, algo que Milei ve como la realidad tras el famoso ejemplo de la fábrica de alfileres (o parábola, como lo llama Milei). De hecho, Milei resume aún más las ideas clave de Smith:

    [E]l modelo del Padre de la Economía está basado en dos ideas fundamentales: la fábrica de alfileres (rentabilidades crecientes a escala) y el concepto de la mano invisible (cooperación social bajo orden espontáneo).[5]

    ¿Cuál es entonces la fuente de las rentabilidades crecientes a escala? Aquí, la interpretación que Milei hace de Smith se vuelve idiosincrásica. Adam Smith pretendía destacar la importancia de la división del trabajo con su ejemplo de la fábrica de alfileres, pero Milei no encuentra aquí la fuente de las rentabilidades crecientes. En cambio, las rentabilidades crecientes sólo pueden provenir de “estructuras de mercado concentradas”, es decir, de monopolios. Aquí es donde Milei ve la crisis de la economía neoclásica: el monopolio explica las rentabilidades crecientes y, por lo tanto, el desarrollo económico, pero el monopolio es una externalidad negativa que debe ser prevenida mediante la intervención para alcanzar el resultado óptimo de Pareto.[6]

    En esta crisis del neoclasicismo, Milei recurre al análisis de Rothbard sobre el monopolio en Man, Economy, and State[7]. Citando la definición de Lord Coke del monopolio como privilegio legal, Milei concluye que no hay nada malo en el monopolio, a menos que sea el resultado de una intervención violenta, y que el libre intercambio frente a la intervención violenta es la distinción importante a la hora de analizar un mercado, no el número de vendedores.[8] Todo ésto es cierto y es una fiel representación de la posición de Rothbard, pero deja intacto el análisis de Milei sobre el desarrollo económico: el monopolio genera rentabilidades crecientes y, por lo tanto, progreso. Sólo descarta la connotación negativa del monopolio, y luego afirma que las intervenciones destinadas a romper los monopolios conducirán a un ciclo de intervencionismo que finalmente terminará en el socialismo. Este análisis del intervencionismo es bien conocido por la obra de von Mises[9], pero Milei sólo cita El camino hacia la servidumbre, de Hayek, y Planificación para la Libertad, de von Mises, sin entrar en ninguna descripción o análisis del proceso por el que la legislación antimonopolio conduce al socialismo.

    El modo exacto en que los monopolios conducen a rentabilidades crecientes tampoco queda claro, más allá de su necesidad matemática en el modelo neoclásico tal como lo interpreta Milei. Se sospecha que son cruciales para la introducción de nuevas tecnologías, ya que la innovación es la explicación standard del crecimiento en la economía dominante moderna, ya sea en los modelos exógenos de la tradición de Solow[10] o, posiblemente, también en los modelos endógenos que defiende[11] Milei. Esta impresión se ve reforzada cuando Milei destaca la innovación en su interpretación de Adam Smith.

    Huelga decir que no es ”Austriaco” afirmar que los monopolios son los motores del desarrollo económico. Las explicaciones Austriacas standard sobre el desarrollo son muy ”clásicas” en sus argumentos: la división del trabajo puede impulsar el aumento de las rentabilidades, pero la acumulación de capital es especialmente clave. Según von Mises, la diferencia entre un país rico y uno pobre se reduce a la diferencia en el capital acumulado por persona, que a su vez determina la productividad por persona.

    Somos los afortunados herederos de nuestros padres y antepasados, cuyos ahorros han acumulado los bienes de capital con cuya ayuda trabajamos hoy en día. Nosotros, los hijos predilectos de la era de la electricidad, seguimos beneficiándonos con los ahorros originales de los pescadores primitivos los que, al fabricar las primeras redes y canoas, dedicaron parte de su tiempo de trabajo a proveer para un futuro más lejano … Estamos mejor que las generaciones anteriores porque contamos con los bienes de capital que ellos acumularon para nosotros[12].

    La tecnología tampoco es una explicación alternativa, ya que el conocimiento técnico no es un factor limitante en la producción, sino que son la cantidad de capital y los bienes de capital disponibles, los que determinan cuál de los posibles planes técnicos de producción será seguido.[13]

    La importancia de la acumulación de capital es negada hoy en día por la economía neoclásica dominante, como se desprende de los modelos de crecimiento con los que Milei está familiarizado. Economistas clásicos como Smith y Ricardo hicieron hincapié en este punto, y hoy en día los Austriacos son prácticamente los únicos que mantienen este punto de vista “clásico”. Sin embargo, Milei no lo ha aprendido ni de Smith ni de von Mises.

    El problema de las rentabilidades decrecientes que Milei encontró en los modelos neoclásicos tampoco es aplicable al análisis Austriaco, ya que la ley de las rentabilidades sólo es aplicable a los factores individuales de producción, no al capital como tal. A medida que se acumula capital, éste es invertido en diversos bienes de capital concretos, cuyo empleo está sujeto a la ley de las rentabilidades decrecientes. Sin embargo, ésto sólo significa que la rentabilidad del trabajo aumentará y, a medida que se acumula capital, serán posibles nuevas combinaciones de producción y una mayor división del trabajo, lo que conducirá a rentabilidades crecientes.[14] Todo ésto apunta a la teoría del capital distintivamente Austriaca, pero Milei no analiza el capital. Aquí, su interpretación –o al menos su aplicación– de la Economía Austriaca parece inexistente. Escribe en términos puramente neoclásicos, y sólo acepta la opinión de Rothbard sobre el monopolio. En realidad, no ha escapado a la trampa neoclásica.

    La economía del desarrollo de Milei no sólo tiene interés académico. También ha difundido estas ideas públicamente, sobre todo en su discurso de Davos en Enero de 2024.

    Teoría Monetaria

    La teoría monetaria de Milei es quizás la más conocida de sus desviaciones de la tradición austriaca que afirma seguir. Su programa de reforma monetaria captó una gran atención, y fueron las críticas del profesor Hoppe a sus políticas reales al respecto las que provocaron los primeros arrebatos de ira de Milei contra Hoppe. Milei propuso un programa de dolarización seguido de la abolición del banco central[15]. El programa de dolarización presenta dos deficiencias: supone una gran confiscación de la riqueza privada, y es subóptimo en comparación con una reforma más simple.

    En primer lugar, el programa de dolarización con el que Milei jugó durante su campaña y que, por lo que sé, podría seguir guiando la política monetaria, exige que el banco central de Argentina primero acumule reservas en dólares. Una vez que las reservas sean suficientes, los dólares estadounidenses reemplazarán al peso y el banco central argentino podrá dejar de existir. Sin embargo, la acumulación de reservas en dólares sólo puede ser lograda mediante algún tipo de impuesto, a menos que los argentinos entreguen voluntariamente sus tenencias de dólares al banco central. El gobierno argentino tendría que usar los ingresos fiscales para comprar dólares, lo que difícilmente sería viable, ya que presionaría al alza el tipo de cambio; o bien, obligar a las empresas exportadoras a entregarle sus ganancias en dólares a un tipo de interés reducido. También podría, como ya lo ha hecho, prestar los dólares del FMI y otras instituciones internacionales, pero ésto sólo es una medida provisional, ya que estos préstamos suelen tener que ser devueltos a corto plazo.

    En segundo lugar, incluso si la dolarización fuera mejor que el peso inflacionario, el dólar estadounidense en sí mismo no es una buena moneda. Es cierto que la dolarización imposibilitaría la política monetaria en Argentina, pero los argentinos seguirían sufriendo gran pérdida de poder adquisitivo, ya que la inflación estadounidense redistribuye la riqueza de todos los tenedores de dólares del mundo hacia los receptores privilegiados de los nuevos dólares en Washington y New York. Una solución superior y más sencilla sería sencillamente cerrar el banco central argentino y, si ésto resultara políticamente imposible, obligarlo a dejar de emitir nuevos pesos y permitir completa libertad en la elección de la moneda. Si la tasa de creación de dinero cayera al mínimo o incluso a cero, las expectativas inflacionarias de la gente posiblemente desaparecerían de la noche a la mañana, y la calidad del peso mejoraría sustancialmente. Los argentinos también podrían optar por usar otra moneda en lugar del peso, y dada la amplia tenencia de dólares en Argentina, el dólar sería el primero en la fila, pero ésto no es segueo en absoluto. Más bien, a medida que aumentaba la percepción de la calidad del peso, la gente comenzaba a deshacerse de sus tenencias de dólares, ya que resulta mucho más conveniente mantener el patrimonio en la misma moneda utilizada para las transacciones diarias[16].

    Que Milei no aboliera por completo el banco central no es simplemente una consecuencia de su programa de dolarización ni de sus limitadas posibilidades políticas. Cuando se le cuestionó al respecto, afirmó –infamemente– que el banco central es necesario para respaldar la moneda. El peso es un pasivo del banco central, por lo que si es eliminado, pierde su valor. Esta es la llamada teoría del respaldo monetario, según la cual, lejos de ser un motor de inflación, el banco central es necesario para salvaguardar el valor del dinero. Desde esta perspectiva, la inflación se debe a que el banco central posee el tipo incorrecto de activos de baja calidad, que en el caso de Argentina serían, presumiblemente, bonos del gobierno argentino en lugar de bonos del gobierno estadounidense. Esta teoría es una evolución de la falaz doctrina de las letras reales, según la cual la expansión del crédito bancario no es inflacionaria siempre que los bancos sólo presten dinero contra letras de cambio que representen actividad económica real. De igual manera, los bancos centrales no son inflacionarios mientras posean activos de alta calidad. Sin embargo, los argumentos de la escuela monetaria contra la doctrina de las letras reales también es aplicable a la teoría del respaldo: el valor de los activos que respaldan una moneda no es independiente de la cantidad de dinero en circulación ni del aumento de dicha cantidad. El supuesto límite a la inflación es perfectamente elástico.

    No debería sorprender que esta teoría no tenga nada que ver con la teoría monetaria de Ludwig von Mises y Murray N. Rothbard. El dinero es un bien económico que es valorado únicamente por su poder adquisitivo[17]. No es un derecho sobre otros bienes, sino un bien económico en sí mismo, y su valor es determinado según la demanda (basada en el poder adquisitivo esperado) y la oferta. En el mundo moderno, los bancos centrales crean dinero. En 1949, von Mises los llamó “meras herramientas de expansión crediticia e inflación”[18], y en 1959, en una conferencia impartida en Argentina, los describió como un simple motor de inflación[19]. Rothbard argumentó que “el propósito esencial de la banca central es utilizar los privilegios gubernamentales para eliminar las limitaciones … a la inflación monetaria y del crédito bancario”[20]. Si bien los activos del banco central son importantes en lo que respecta a su capacidad para dirigir la política monetaria, son en sí mismos irrelevantes para el valor del dinero. La tasa de creación de dinero y las valoraciones y expectativas del público son aquí los únicos factores decisivos[21].

    Políticas Económicas de Milei

    Si analizamos ahora la actuación de Milei, es difícil verlo como un implementador de políticas austriacas o libertarias. Si bien puede ser más radical que el eurócrata o la élite gerencial estadounidense para un país en desarrollo y en particular para Argentina, no es inusual. Consideremos al presidente “peronista” Carlos Menem, quien gobernó Argentina entre 1989 y 1999. Cuando llegó al poder, la hiperinflación destrozó Argentina. En lugar de sencillamente hablar de dolarización y motosierras, abolió la antigua moneda argentina, el austral, e introdujo un nuevo peso vinculado con el dólar. También desreguló la economía y supervisó un vasto programa de desnacionalización, que convirtió los ferrocarriles estatales, las compañías telefónicas y los servicios públicos, en empresas privadas. Sin duda, la liberalización de Menem tiene límites: las empresas privadas a menudo recibieron concesiones y monopolios durante décadas, y su política monetaria se volvió rápidamente inflacionaria. Su desafío a los sindicatos también fracasó. Sin embargo, no está claro que su programa sea desfavorable en comparación con el de Milei.

    De hecho, Javier Milei quizás sea mejor visto como un implementador del consenso neoliberal de Washington que como un defensor libertario. El consenso de Washington es el conjunto de políticas que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el gobierno estadounidense han patrocinado en todo el mundo en desarrollo. Esta agenda política no es del todo negativa, ya que incluye la desregulación de la economía, la privatización, la garantía de los derechos de propiedad y la apertura al comercio. Sin embargo, su objetivo fundamental es más bien fortalecer la solidez financiera de los estados, que promover economías libres y saludables; ésto último es, en realidad, un medio para lograr lo primero en la agenda de Washington. Las reformas fiscales de Milei son, de hecho, típicas de una política washingtoniana: ha recortado algunos impuestos, pero al mismo tiempo ha ampliado la base imponible y ha trabajado para mejorar la eficiencia de la tributación. Estas políticas equivalen al aumento de impuestos de facto y son perjudiciales para el desarrollo económico sólido, pero ayudan a asegurar un flujo de ingresos estable y confiable para el estado, lo que a su vez lo convierte en un mejor cliente para los acreedores internacionales.

    La retórica de Milei sobre impulsar la confianza en Argentina apunta en la misma dirección. En realidad se refiere a la confianza en los bonos del gobierno argentino, pero si se desea atraer inversión extranjera a Argentina, no es necesario convertir al gobierno argentino en un buen deudor. De hecho, ésto es claramente perjudicial. El gobierno compite directamente con la empresa privada a la hora de atraer capital, lo que es conocido como efecto desplazamiento [crowding-out]. Si el gobierno demuestra ser mejor “inversión” desde el punto de vista de los financistas internacionales, éstos desviarán sus fondos desde la inversión privada hacia los bonos del gobierno, lo que a su vez frenará el desarrollo de la economía del sector privado. Si el objetivo es atraer capital internacional (y convencer a los argentinos de invertir en actividades productivas, en lugar de simplemente mantener grandes saldos de efectivo), entonces todo lo que se necesita es seguridad de la propiedad, libertad de asociación, impuestos bajos o preferiblemente nulos, y un sistema de justicia justo y eficiente. Milei podría haber aprendido ésto de Adam Smith:

    Poco más se requiere para llevar a un estado al más alto grado de opulencia desde la más baja barbarie, excepto paz, baja presión impositiva y administración de justicia tolerable; todo lo demás se logra por el curso natural de las cosas[22].

    Si analizamos su política monetaria, el panorama es desalentador. La oferta monetaria medida por M2 fue duplicada en 2024, y ha seguido creciendo en 2025 a una tasa mensual de aproximadamente 5%. La tasa mensual de alza de precios ronda 2%. Es difícil celebrar ésto como éxito, a pesar de la relativa caída desde el altísimo nivel de 2023, cuando la oferta monetaria fue triplicada. En Abril de este año, el Banco Central de la República Argentina anunció la fase 3 del plan económico. Finalmente, fueron eliminados muchos controles de capital y de cambios, y fue permitido que el tipo de cambio fluctuara libremente entre bandas cada vez más amplias de entre 1.000 $/U$S y 1.400$/U$S. Al asumir el cargo, Milei ya había devaluado el peso de aproximadamente 365 $/U$S ​​a 800 $/U$S, y la trayectoria descendente ha continuado desde entonces. De hecho, inmediatamente después de anunciar la fase 3, el peso cayó a casi 1.200 $/U$S, y se ha depreciado lentamente desde entonces. Ahora (16 de Septiembre) está empujando el límite superior a 1.465 $/U$S.

    El enorme préstamo por U$S 42.000 millones que Argentina recibió del FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, ha sido destinado a facilitar a los argentinos el acceso al mercado cambiario, mientras que el banco central y Milei aún afirman en ocasiones que están acumulando reservas. Al mismo tiempo, tiene efecto disuasorio sobre la economía productiva. Las exportaciones argentinas están excluidas del mercado global, y si bien la puerta al capital extranjero está teóricamente abierta, es improbable que alguien invierta en este entorno inflacionario. Más bien, hemos presenciado salidas masivas de capital desde Abril, propiciadas por el levantamiento de los controles y financiadas por el préstamo del FMI.

    Es importante destacar que la depreciación no es un fenómeno inexplicable. El principal factor es la inflación de la oferta monetaria, ya que es posible que el cambio en el valor del dinero sea primero registrado en el mercado cambiario. Milei ha hablado de estabilizar las expectativas como primer paso para controlar la inflación. Las expectativas inflacionarias son un fenómeno real, pero al igual que la mayoría de los banqueros centrales que siguen la misma idea, Milei parece no comprender la causa de las expectativas inflacionarias. Es la inflación continua de la oferta monetaria la que las genera, y ninguna política ni discurso puede cambiar estas expectativas mientras la inflación persista. Lo único que la política actual logra es vender dólares baratos a los inversores, a la vez que interrumpe el comercio y los flujos de capital.

    La política económica y monetaria argentina, por lo tanto, no es particularmente austriaca, y para ser justos, Milei y su gobierno no parecen afirmarlo. Más bien, es otra ronda del viejo consenso de Washington, patrocinado por el FMI y, en última instancia, financiado por los contribuyentes argentinos. Si bien es posible implementar una política monetaria efectiva de esta manera –ya sea dolarización, moneda fija o cualquier otra opción–, la trayectoria actual de la política de Milei apunta al fracaso total. Dado que el tipo de cambio se encuentra ahora en su límite superior, la pregunta es si el banco central argentino corregirá su política inflacionaria antes de agotar sus reservas. También es posible que en un futuro próximo sean restablecidos los controles de capital.

    Conclusión: Milei y la Escuela Austriaca

    ¿Es Milei austriaco? Sin duda, cree en el libre mercado, pero también lo creen muchos economistas no austriacos, si no la mayoría, al menos en teoría. Ha adoptado terminología sobre cooperación social y orden espontáneo más propiamente austriaca, y ha aprendido de Rothbard a no temer a los monopolios. Sin embargo, hasta aquí llega su adhesión a la escuela austriaca, y en lo que respecta a cuestiones sustanciales, a lo que Peter Klein ha llamado “economía mundana”[23], Milei sigue siendo un neoclásico que propaga las ideas dominantes e implementa políticas ampliamente “neoliberales”.

    Estas políticas no son del todo malas, pero en el asunto clave en el que las perspectivas austriacas son más distintivas y en el que una política austriaca sería más radical –es decir, el dinero–, Milei sigue atrapado en su paradigma neoclásico, y el dinero le resulta completamente incomprensible. Ésto es a la vez comprensible y lamentable ya que, citando a Jesús Huerta de Soto, “las relaciones sociales que involucran al dinero son decididamente las más abstractas y difíciles de comprender … lo que a su vez hace que la intervención en este ámbito sea, con mucho, la más dañina”[24]. Así que no pretendamos que Milei pertenece a la escuela austriaca. En el crucial campo del dinero y la banca, está a años luz de von Mises, Rothbard y Hoppe, y sus políticas inflacionarias son claramente antiaustriacas.

     

     

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    [1]Octavio Bermudez es una excepción: https://mises.org/power-market/deconstructing-mileinomics.

    [2] Javier Gerardo Milei, ‘Capitalismo, Socialismo y la Trampa Neoclásica’, en La Emergencia de una Tradición: Ensayos en Honor de Jesús Huerta de Soto, Volumen II: Filosofía y Política Económica, ed. David Howden and Philipp Bagus (Palgrave Macmillan, 2023), https://doi.org/10.1007/978-3-031-17418-6.

    [3] Angus Maddison, Contours of the World Economy, 1-2030 AD: Essays in Macro-Economic History (Oxford University Press, 2007).

    [4] Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, ed. Edwin Cannan, 2 vols (Methuen & Co., Ltd., 1904), https://www.econlib.org/library/Smith/smWN.html.

    [5] Milei, ‘Capitalismo, Socialismo y la Trampa Neoclásica’, 212.

    [6] Milei, ‘Capitalismo, Socialismo y la Trampa Neoclásica’, 216–17.

    [7] Milei, ‘Capitalismo, Socialismo y la Trampa Neoclásica’, 217

    [8] Murray N. Rothbard, Man, Economy, and State with Power and Market, Scholar’s edition, 2nd edition (Ludwig von Mises Institute, 2009), ch. 10.

    [9] Ludwig v. Mises, A Critique of Interventionism, Traducción revisada de 1976, trad. Hans F. Sennholz (Ludwig von Mises Institute, 2011); Ludwig v. Mises, Interventionism: An Economic Analysis, ed. Bettina Bien Greaves (Liberty Fund, Inc, 2011).

    [10] Robert M. Solow, ‘A Contribution to the Theory of Economic Growth’, The Quarterly Journal of Economics 70, no. 1 (1956): 65, https://doi.org/10.2307/1884513.

    [11] Robert E. Lucas, ‘On the Mechanics of Economic Development’, Journal of Monetary Economics 22, no. 1 (1988): 3–42, https://doi.org/10.1016/0304-3932(88)90168-7; Michael Kremer, ‘Population Growth and Technological Change: One Million B.C. to 1990’, Quarterly Journal of Economics 108, no. 3 (1993): 681–716; cf. Robert J. Barro and Xavier Sala-i-Martin, Economic Growth, 2nd edition (MIT Press, 2004).

    [12] Ludwig v. Mises, Human Action: A Treatise on Economics, The Scholar’s Edition (Ludwig von Mises Institute, 1998), 489.

    [13] Mises, Human Action, 492–94.

    [14] Cf. Rothbard, Man, Economy, and State, 561.

    [15] Cf. mis propios artículos sobre el pensamiento monetario de Milei: https://mises.org/mises-wire/will-dollarization-work-argentina and https://mises.org/mises-wire/hoppe-versus-milei-central-banking-breaking-down-differences. también son importantes las críticas de Nicolás Cachanosky sobre Milei en su blog Economic Order: https://economicorder.substack.com/.

    [16] En un próximo artículo, analizo la relación entre la calidad del dinero y la demanda de medios de intercambio secundarios.

    [17] Ludwig v. Mises, ‘The Position of Money among Economic Goods’, en Money, Method, and the Market Process, por Ludwig v. Mises, ed. Richard M. Ebeling (Praxeology Press of the Ludwig von Mises Institute; Kluwer Academic Publishers, 1990).

    [18] Mises, Human Action, 457.

    [19] Ludwig v. Mises, Economic Policy: Thoughts for Today and Tomorrow, 3a edición (Ludwig von Mises Institute, 2006), ch. 4.

    [20] Murray N. Rothbard, The Mystery of Banking, 2a edición, con Douglas E. French y Joseph T. Salerno (Ludwig von Mises Institute, 2008), 125.

    [21] Los activos del banco central pueden influir indirectamente en el valor del dinero si el público los considera factores importantes.

    [22] Smith, The Wealth of Nations, xxxv.

    [23] Peter G. Klein, ‘The Mundane Economics of the Austrian School’, The Quarterly Journal of Austrian Economics 11, nos 3–4 (2008): 165–87, https://doi.org/10.1007/s12113-008-9045-3.

    [24] Jesús Huerta de Soto, The Austrian School: Market Order and Entrepreneurial Creativity (Edward Elgar, 2008), 104.

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