Ha llegado el momento decisivo para los Socialistas Democráticos de América y sus simpatizantes. Con la victoria de Zohran Mamdani en las elecciones a la alcaldía de New York el Martes por la noche, los DSA cuentan con una figura atractiva que se suma a sus filas a nivel nacional, alguien que complementa a la representante Alexandria Ocasio-Cortez y al senador Bernie Sanders, mientras el socialismo avanza hacia su inevitable triunfo en todo Estados Unidos.
Como alguien que creía que Estados Unidos se encaminaba hacia una verdadera revolución de libre mercado y libertad individual con la elección de Ronald Reagan a la presidencia en 1980, y posteriormente con su arrolladora reelección en 1984, comprendo que los simpatizantes de los DSA, que ahora rebosan de entusiasmo y están listos para la acción, experimentarán la inevitable decepción, al igual que los partidarios del libre mercado de Reagan hace 40 años. Sin embargo, antes de que llegue ese momento –y llegará– los socialistas causarán mucho daño.
Las elecciones pueden ser complicadas, pero los gobiernos no lo son. Como escribió Murray Rothbard:
Si la mayoría de la población estuviera realmente convencida de la ilegitimidad del estado, si estuviera convencida de que el estado no es más que una banda de delincuentes a gran escala, entonces el estado pronto colapsaría y no tendría más status ni alcance que otra banda mafiosa.
Dadas las actitudes públicas actuales, los votantes no están convencidos de que el estado sea ilegítimo, sino que simplemente está haciendo un mal trabajo, y que los DSA pueden solucionarlo. Los miembros del movimiento MAGA también consideran el poder estatal como la máxima prioridad, y su agenda estatista refleja la creencia de que la intervención gubernamental resultará en una mejor economía y una mejor vida para ellos, incluso mientras Donald Trump continúa exigiendo más inflación e impulsando aranceles que sólo pueden deprimir aún más la economía.
Los socialistas, por supuesto, ven la implementación del socialismo como el ideal supremo de la sociedad. Llegar a ese ideal ha sido otra historia. Es un claro reflejo de nuestra era mediática que el socialismo estadounidense dependa ahora de los rostros jóvenes y atractivos de figuras como Mamdani o AOC. La única excepción es el octogenario Bernie Sanders, quien aún conserva la apariencia del trotskista de Brooklyn que fue en su juventud. Antaño se creía que sólo los más despiadados podían hacer funcionar al socialismo; por lo tanto, el asesinato en masa de un Lenin, Stalin, Mao o Pol Pot era necesario para establecer el estado socialista ideal. Hoy, sin embargo, el socialismo se presenta con la palabra de moda “democracia” y una imagen atractiva.
A pesar de las exageradas celebraciones y predicciones de que el futuro de Estados Unidos es el socialismo democrático, sigue siendo un movimiento urbano que se centrará en las grandes y ricas ciudades, lugares que aún dependen en gran medida de los mismos ricos a quienes los socialistas afirman querer expulsar. Mamdani, AOC y Sanders son todos de la ciudad de New York, e incluso con todo el discurso sobre su victoria aplastante, Mamdani sólo obtuvo un poco más de la mitad de los votos, en una elección en la que sus votantes fueron, por mucho, los más entusiastas.
A los DSA les irá bien en ciudades como Portland, Oregón; Seattle, Washington; media docena de ciudades ricas de California; y Chicago. Los demócratas que gobiernan esas ciudades han tolerado durante mucho tiempo la violencia, tanto de delincuentes comunes a quienes se niegan a encarcelar, como de los manifestantes vestidos de negro que afirman saberlo todo sobre economía, pero que nunca han desempeñado la responsabilidad de un trabajo. Tanto los manifestantes como los delincuentes violentos son vitales para los esfuerzos de gobierno de los socialistas, ya que sirven como la fuerza de choque del movimiento, dado que la filosofía de gobierno de los DSA es la anarcotiranía.
Sin embargo, tener éxito se refiere únicamente a ser elegido y tener cierto control de los ayuntamientos, ya que los demócratas que gobiernan como socialistas, inevitablemente llevan a sus ciudades a estados de decadencia y ruina. Por ahora, los socialistas y sus simpatizantes son muy hábiles para hacer promesas y usar una retórica conmovedora, pero su creencia de que pueden simplemente imponer un estado de cosas mejor es, y siempre será, errónea. No es que más de un siglo de fracaso los desanime, ya que el socialismo no se trata de un estado de cosas, sino de una mentalidad; por lo tanto, para personas como Mamdani, AOC y sus seguidores, el éxito del socialismo está demostrado porque han ganado elecciones.
En cuanto al resto del país, está por verse qué tan bien les irá a los socialistas en las elecciones fuera de New York y la Costa Oeste. Los DSA no quieren ser vistos simplemente como la fuerza política dominante en unas pocas grandes ciudades, y sus miembros están en proceso de convertirse en la fuerza motriz del propio Partido Demócrata. Olivia Reingold escribe:
Ésto es solo el principio. El Free Press revisó miles de páginas de documentos internos de los Socialistas Democráticos de América (DSA), que demuestran que los líderes de la organización ven a Mamdani como una herramienta en su agenda para abolir las cárceles y las fronteras y, en última instancia, llegar a lo que ellos denominan el “orden bárbaro del capitalismo”. Los DSA, fundados en 1982, es una organización política dedicada a la doctrina del socialismo democrático, una variante del socialismo que simplemente especifica cómo desea que se produzca la revolución: pacíficamente, mediante la subversión de la democracia. Mamdani, miembro de los DSA desde 2017, es la punta de lanza de esa ideología.
Continúa:
Los DSA celebraron su convención anual en Agosto, con el lema “Renacimiento y más allá: Reflexionando sobre una década de crecimiento de los DSA y preparándonos para una década de consolidación del partido”. Allí, los delegados votaron a favor de una resolución titulada “Principios para la Construcción del Partido”, que declaraba que el propósito de los DSA es “unir a los trabajadores para ganar la batalla por la democracia e instaurar el socialismo, no buscar una coalición de gobierno con un supuesto mal menor dentro del actual sistema político antidemocrático”. La resolución afirmaba que los objetivos trascendían la Casa Blanca. “Un partido socialista en Estados Unidos”, decía el documento, “debe formar parte del movimiento político global de la clase trabajadora”.
Desafortunadamente para los DSA, esa tan alabada “clase trabajadora” no constituye la base de apoyo para este movimiento, del mismo modo que los “trabajadores” no impulsaron a los bolcheviques hace un siglo. La base política de los DSA –al igual que la del socialismo en todas partes– proviene de las élites económicas y educativas, cuyas concepciones abstractas de cómo debería ser una sociedad dominan la agenda política. Por supuesto, la supuesta utopía que crean estas élites socialistas no se parece en nada al mundo que afirman haber construido, pero ni siquiera un siglo de fracaso socialista en Europa y Asia ha logrado mermar el entusiasmo de las élites. Sin duda, las imágenes de los seguidores de Mamdani vitoreando tras las elecciones lo demuestran.
Esta situación no cambiará pronto. Mamdani declaró en su discurso de victoria:
“Demostraremos que no hay problema demasiado grande para que el gobierno lo resuelva, ni preocupación demasiado pequeña para que no le importe. Durante años, los del Ayuntamiento sólo han ayudado a quienes podían ayudarlos. Pero el 1° de Enero inauguraremos un gobierno municipal que ayude a todos”.
Sin embargo, dado que basó su campaña en la idea de que los supuestos oligarcas roban a todos los demás, y que los “ricos” deben afrontar grandes aumentos de impuestos para pagar los bienes y servicios gratuitos que ha prometido al resto de la ciudad, sería imposible que el gobierno de New York ayude a “todos”. Los socialistas a menudo han recurrido a demonizar a una minoría de la población y, en algunos casos, a asesinar a muchos de sus miembros y expropiar sus propiedades en nombre de la “igualdad”. Si bien Mamdani y sus seguidores aún no han incitado al asesinato de nadie (aunque sí celebraron los asesinatos de Charlie Kirk y Brian Thompson), es dudoso que muestren alguna compasión por las familias de las víctimas del socialismo, del mismo modo que demonizaron a las familias de Kirk y Thompson.
Una perspectiva electoral
Como fue anteriormente mencionado, Mamdani apenas obtuvo la mitad de los votos, y los dos principales candidatos a los que derrotó –el caído en desgracia ex gobernador Andrew Cuomo, y el novato político Curtis Sliwa– no representaban un desafío formidable. A pesar de las afirmaciones de que Mamdani derrocó a una oligarquía, los resultados electorales no habrían sido muy diferentes si se hubiera enfrentado a dos personas elegidas al azar en la calle.
De hecho, mientras Mamdani ganaba en New York, otro miembro musulmán de los DSA, Omar Fateh, perdía las elecciones a la alcaldía de Minneapolis, frente al alcalde progresista Jacob Frey, quien no se ha distinguido precisamente por ser un líder fuerte en los últimos cinco años. Si bien es cierto que los simpatizantes de los DSA no van a desaparecer, tendrán que obtener victorias en elecciones competitivas si desean completar su toma de control del Partido Demócrata.
Hay algunos factores que juegan a favor de los DSA. El primero es que, a medida que la economía estadounidense se desmorona lentamente ante la inflación y la destrucción de oportunidades económicas, los socialistas sin duda intentarán ocupar ese vacío. Las promesas de alquileres más bajos, alimentos gratuitos, atención médica gratuita y empleo para todos, pueden resultar tentadoras para quienes están desempleados y a punto de perder su hogar. Asimismo, los aranceles del presidente Trump están contrayendo inevitablemente la economía, y su retórica beligerante y el cierre del gobierno no ofrecen una imagen atractiva a los votantes potenciales.
Pero, contrariamente a lo que afirman Robert Reich y otros, la victoria de Mamdani en una ciudad demócrata no prueba que el socialismo democrático esté a punto de extenderse por todo el país. El socialismo puede ser popular entre algunos, pero sigue siendo una ideología fallida que invariablemente implosiona en un fracaso económico. Nada, ni siquiera candidatos jóvenes y atractivos, puede cambiar esa dura realidad. Lamentablemente, si bien la elección de Mamdani no significa que la hoz y el martillo estén a punto de suplantar a la bandera estadounidense, tampoco significa que no debamos preocuparnos de que los socialistas arruinen nuestro futuro. Lo harán si los votantes lo permiten.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko








