Activismo artificial: cómo de la nada el gobierno estadounidense y ONGs inventaron el “orgullo gay”

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    Al crecer en Estados Unidos durante las décadas de 1980 y 1990, existía un sentimiento general de “vivir y dejar vivir” entre las generaciones X e Y que realmente definió la época y nuestras nociones sobre cómo debería ser una sociedad. Todos sabíamos que las personas homosexuales eran un  elemento  permanente  en  la  sociedad.  En  general,  nadie  los  molestaba  y  mantenían  su homosexualidad en secreto ‒¡y lejos de los niños! Francamente, funcionaba a la perfección.

    Hubo algunas protestas y marchas, pero el único “derecho individual” que tenían las personas heterosexuales ‒y que ellos no tenían‒ era el derecho al matrimonio legal. La mayoría de la gente pensaba que, una vez que eso cambiara, no habría nada por lo que protestar. Lo que no entendíamos en aquel momento era que el aparentemente inofensivo auge del “orgullo gay” en los años ‘90 y principios de los 2000 se convertiría en el preludio de la locura progresista que se extendió como la pólvora a partir de 2014.

    Como ya sabemos, gran parte de esa locura tuvo su origen en programas financiados por el gobierno estadounidense. Sin embargo, es importante recordar que el gobierno es una herramienta, no la mano que la sostiene. A través de ONG y centros de investigación como la Fundación Ford y la Fundación Rockefeller, los intereses elitistas fueron el verdadero impulso para la creación del movimiento progresista. Dedicaron décadas a construir la dinámica de puertas giratorias que circuló el dinero de los pagadores de impuestos a través de agencias como USAID y a los bolsillos de las ONG.

    En otras palabras, es un error pensar que el gobierno federal es el cerebro. Más bien, el gobierno y sus políticos reciben pagos [o extorsiones] de globalistas adinerados para apoyar leyes que financian y potencian proyectos globalistas con el dinero de los pagadores de impuestos.

    La expansión internacional del activismo queer o del orgullo ha sido un objetivo de las élites desde la época del Instituto Kinsey, financiado por la Fundación Rockefeller, el que se convirtió en el origen de la invasión de la ideología lgbt en el mundo académico moderno a partir de 1947. La Fundación Rockefeller aún se jacta de financiar el auge de la “revolución sexual” y la noción de “sexualidad no binaria”.

    El movimiento transgénero está vinculado en gran medida a los estudios intelectualmente deshonestos y perturbadores de John Money, efectuados en las décadas de 1950 y 1960. Sus experimentos fueron financiados a través de la Escuela de Estudios Superiores de la Universidad Johns Hopkins, fundada y financiada en gran medida por la Fundación Rockefeller.

    Haciéndose pasar por ciencias sociales, una vez que estas ideologías infectaron los pasillos de la alta academia, los estudiantes se convirtieron en adeptos de la secta. Posteriormente se extendieron como una plaga a la política y la burocracia federal. Continuarían expandiendo el irresponsable sistema burocrático que ahora transfiere el dinero de los pagadores de impuestos desde las agencias federales hacia las arcas de las ONG. La gran estafa fue puesta en marcha: utilizar dinero de los estadounidenses para financiar la desaparición de la civilización occidental.

    Gran parte de esta agenda está basada en la mafiosa aplicación de la normalización lgbt en todos los ámbitos de la sociedad, incluso en las escuelas públicas, en las que los maestros ahora cuelgan banderas del orgullo, y exponen a los niños a perversas teorías de género fluido, sin fundamento científico.

    En el ámbito internacional, una agencia poco conocida llamada USAID fue fundada en 1961, con el propósito de brindar apoyo material a poblaciones extranjeras en extrema necesidad ‒y para combatir la amenaza del comunismo. Sin embargo, a partir de la década de 1990 USAID se involucró cada vez más en la propaganda izquierdista con interés específico en la DEI. El aparato construido para detener al comunismo fue reorganizado para promoverlo. Avanzando rápidamente hasta la década de 2020, lo que tenemos hoy es una toma de poder hostil, una revolución de color financiada por el gobierno y las ONG que pretende aniquilar los valores occidentales, la moral cristiana y el respeto generalizado que los estadounidenses tienen por la libertad de expresión y la libertad de pensamiento. El movimiento progresista no es sólo marxismo cultural ‒aunque forma parte‒, sino una maquinaria ideológica masivamente financiada. Una nueva religión que busca aniquilar los principios fundamentales que mantienen unida a nuestra sociedad.

    Para el mundo occidental, el péndulo oscila de izquierda a derecha, pero con el tiempo se inclina cada vez más hacia la izquierda y cada vez menos hacia la derecha. Algunos lo llaman “Ventana de Overton”. En otras palabras, las ideas y principios conservadores o tradicionalistas que eran aceptables hace 20 años, se ven sofocados lenta y gradualmente por presiones sociales y legales artificiales, hasta que ya no están presentes en la siguiente generación.

    Las ideas y valores progresistas que el establishment PRETENDE que el público adopte, son ampliamente promovidos, lo que requiere un gigantesco respaldo financiero. Las campañas de ingeniería social son costosas y tardan muchos años en dar resultados.

    Con las revelaciones en torno de USAID y al menos una docena de otras instituciones, parece que la agencia fue un impulsor clave de la rápida expansión de la DEI en todos los rincones de nuestro país, por no mencionar a muchos otros. Sus operaciones lgbt son particularmente interesantes, y me atrevería a afirmar que fue USAID la que inyectó específicamente el culto progresista en el sistema escolar público.

    Fue esa la organización que animó a los funcionarios escolares y al profesorado a adoctrinar a los niños con la ética progresista y las políticas transgénero, y también instó activamente al profesorado a ocultar estas actividades a los padres.

    Un documento que describe la agenda básica es “Integración de Consideraciones lgbtqi+ en la Programación Educativa”, de USAID. El PDF fue redactado y distribuido a los empleados de campo y trabajadores de su Centro de Desarrollo Inclusivo y Centro para la Educación. Explica cómo introducir propaganda DEI y lgbt en diversas instituciones educativas públicas, utilizando a profesores y funcionarios escolares como “defensores”.

    Al investigar algunas de las actividades de USAID a partir de 2014, se observó un claro aumento en el financiamiento de programas lgbt para profesores y administradores. Debido al reciente cierre y las auditorías, es necesario usar el sitio web Wayback Machine para ver gran parte de esta información, pero sigue ahí. El documento afirma:

    El propósito de este documento es apoyar al personal de USAID que trabaja en el sector educativo para integrar las consideraciones sobre lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, queer e intersexuales (lgbtqi+) en la programación y a lo largo del ciclo del programa …”

    La declaración de misión de USAID utiliza la misma justificación que la mayoría de los promotores de la DEI: afirman que los entornos educativos en todo el mundo “no son seguros” para el alumnado y profesorado lgbt. ¿Su solución? Utilizar abrumador poder de financiamiento para incentivar (sobornar) a gobiernos e instituciones educativas a introducir propaganda gay en el curriculum educativo.

    Es decir, intentaron evangelizar a las organizaciones educativas con el sistema de creencias progresistas en nombre de “salvar vidas”. La directora de USAID, Samantha Power, vincula directamente la “wokeificación” de la cultura con la “lucha por la democracia”, creando así una cruzada progresista. Es decir, las élites enmarcan el adoctrinamiento lgbt como un imperativo existencial para salvar al planeta (minuto 24:40 del video).

    Me recuerda un poco a la película “La invasión de los ladrones de cuerpos”: extraterrestres que se apoderan del mundo lenta y estratégicamente, secuestrando a cada persona y absorbiéndola en el colectivo. Podría pensarse que es una exageración paranoica afirmar que USAID pretendía convertir a todos en homosexuales, pero eso sería equivocado. Considere por un momento el argumento predominante a favor de los homosexuales en la década de 1990:

    “Nacieron así y no pueden cambiarlo, al igual que una persona no puede cambiar su etnia. Así que déjenlos en paz …”

    ¿Cuál es el argumento predominante ahora? El mismo, presentado en la propia documentación de USAID.

    “El género y la sexualidad son completamente fluidos y cualquier persona, incluidos los niños de 3 a 5 años, puede cambiar sus preferencias en cualquier momento y por cualquier motivo. Las personas heterosexuales sólo existen porque se ven obligadas a ser así a través de construcciones sociales …”

    En otras palabras, el movimiento gay coincide ahora con sus antiguos adversarios cristianos: la homosexualidad es una elección personal de estilo de vida, no una condición permanente con la que se nace. Cuando el movimiento por los derechos de los homosexuales se transformó en el “movimiento del orgullo”, el objetivo ya no era la igualdad de derechos, sino la erradicación de la realidad biológica y objetiva. Como señala USAID:

    “El desarrollo y la realización de la propia orientación sexual e identidad de género es un proceso, más que un evento único. Ésto implica que la autoidentificación de la orientación sexual y la identidad de género puede cambiar con el tiempo y no ser congruente, y los jóvenes pueden necesitar distintos niveles de apoyo, espacio y atención durante este proceso …”

    USAID ha mantenido un enfoque preciso en las escuelas, la educación y la infancia. Admiten que se dirigieron a 120 directores de escuelas en Kosovo para brindarles capacitación sobre inclusión lgbt. Sensibilizaron a educadores en Honduras sobre la inclusión lgbt. Desarrollaron programas universitarios en Jamaica sobre discriminación lgbt; etc.

    En el Reino Unido, un grupo llamado Stonewall advierte que podría tener que cerrar tras perder el financiamiento de USAID. Stonewall es conocido por atacar a niños con propaganda trans en las escuelas, y por financiar propaganda del orgullo en todo el Reino Unido y en otros países.

     

     

    Junto con otras agencias y ONGs, USAID no solo invadió las escuelas con sectas lgbt, sino que las encuestas indican que han tenido bastante éxito. Diversas encuestas públicas muestran que la Generación Z ‒la generación más atacada‒ se identifica como lgbt en una tasa de entre 7% y 28%, según la encuesta que se consulte. Un aumento generacional de 7% al 28% es científicamente imposible. Sólo puede ser logrado mediante ingeniería social.

    No es que estos jóvenes sean realmente homosexuales. No es que ahora sea más aceptable hablar abiertamente de ello (de todas formas, las encuestas siempre fueron anónimas). Ni siquiera es que ser homosexual esté de moda para la Generación Z. Más bien, les han lavado el cerebro para creer que ser heterosexual es una forma de opresión social.

    A través de programas financiados por USAID y ONGs, se les ha enseñado a aceptar el relativismo de género como algo socialmente consciente y moralmente superior. Nunca serán de género fluido ni sentirán atracción por personas del mismo sexo, pero quieren estar en el lado correcto de la historia. Por lo tanto, se identifican como lgbt para sentirse buenas personas. Identificarse como gay no se trata de una preferencia sexual, sino de una “señal de virtud”.

    Se puede teorizar sobre los motivos más profundos detrás de los esfuerzos de USAID: existe la teoría de que el movimiento del orgullo está diseñado para reducir el crecimiento poblacional con el fin de alcanzar los objetivos de emisiones netas cero de carbono ‒los gays suelen no tener hijos, y los niños trans suelen ser esterilizados mediante terapia hormonal.

    También existe la teoría de que el orgullo es precursor de la normalización del acoso sexual infantil y la legalización de los pedófilos como “grupo marginado” ‒al grupo globalista de la Isla de Epstein le encantaría. Es una de las principales razones por las que muchas personas gay se oponen a la agenda trans: no quieren ser asociadas con el evidente matiz de acoso sexual del activismo transgénero.

    Y no olvidemos la conexión entre el adoctrinamiento lgbt, y las organizaciones políticas progresistas que buscan crear un bloqueo permanente del voto. Los partidos políticos de izquierda utilizan la presión social para atrapar a los “grupos marginados” en plantaciones de votantes. No está permitido ser gay y votar en contra de los demócratas, por ejemplo. El gay que lo haga es considerado traidor y hereje.

    Creo que la evidencia respalda todo ésto hasta cierto punto. Mi teoría personal es que el “orgullo” y el movimiento progresista en general son los precursores de una nueva religión secularista de autoadoración y adoración al gobierno. Una teología globalista, en la que la mayor virtud es negar la realidad objetiva y abrazar el relativismo en todo, desde el sexo biológico hasta la brújula moral.

    ¿Existió alguna vez un verdadero “movimiento del orgullo”? ¿Fue sólo algo fanfarrón financiado por el establishment desde el principio? Sin duda lo parece.

    A medida que los recortes DOGE sigan su curso y muchas de estas agencias y ONGs sean finalmente desfinanciadas, predigo que veremos un rápido descenso en la cantidad de jóvenes que se identifican como lgbt. También predigo que la mayor parte de la actividad del desfile del orgullo que se ve cada Junio se desvanecerá, y que el activismo trans prácticamente desaparecerá, salvo por un puñado de locos. El movimiento del orgullo nunca fue de base. Fue una invención creada mediante el puro poder del dinero de los pagadores de impuestos y la manipulación de las ONGs.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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