Cómo Estados Unidos e Israel destruyeron a Siria, y lo llamaron paz

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    En las famosas líneas de Tácito, el historiador romano: “A la devastación, a la matanza, a la usurpación bajo falsos títulos, lo llaman imperio; y donde hacen un desierto, lo llaman paz”.

    En nuestra época, son Israel y los EE. UU. los que hacen un desierto y lo llaman paz.

    La historia es sencilla. En una flagrante violación del derecho internacional, el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y sus ministros, reivindican el derecho a gobernar a más de siete millones de árabes palestinos. Cuando la ocupación israelí de tierras palestinas conduce a una resistencia militante, Israel etiqueta la resistencia como “terrorismo”, y llama a los EE.UU. a derrocar a los gobiernos de Oriente Medio que apoyan a los “terroristas”. Bajo la influencia del lobby israelí, los EE.UU. van a la guerra en nombre de Israel.

    La caída de Siria esta semana es la culminación de la campaña israelí-estadounidense contra Siria, la que se remonta a 1996 con la llegada de Netanyahu al cargo de Primer Ministro. La guerra israelí-estadounidense se ha convertido en una guerra de proporciones gigantescas. La guerra contra Siria se intensificó en 2011 y 2012, cuando Barack Obama encargó encubiertamente a la CIA que derrocara al gobierno sirio en la Operación Timber Sycamore. Ese esfuerzo finalmente “fructificó” esta semana, después de más de 300.000 muertos en la guerra siria desde 2011.

    La caída de Siria se produjo rápidamente debido a más de una década de sanciones económicas aplastantes, las cargas de la guerra, la confiscación del petróleo sirio por parte de Estados Unidos, las prioridades de Rusia respecto del conflicto en Ucrania y, más inmediatamente, los ataques de Israel a Hezbollah, que era el principal respaldo militar del gobierno sirio. Sin duda, al-Assad jugó a menudo mal sus propias cartas, y se enfrentó a un grave descontento interno, pero su régimen fue el blanco del colapso durante décadas por parte de Estados Unidos e Israel.

    Antes de que la campaña de Estados Unidos e Israel para derrocar a al-Assad comenzara en serio en 2011, Siria era un país de ingresos medios en funcionamiento y en crecimiento. En Enero de 2009, el Directorio Ejecutivo del FMI dijo lo siguiente:

    Los directores ejecutivos aplaudieron el sólido desempeño macroeconómico de Siria en los últimos años, manifestado en el rápido crecimiento del PBI no petrolero, el cómodo nivel de reservas extranjeras, y la baja y decreciente deuda gubernamental. Este desempeño reflejó tanto una sólida demanda regional, como los esfuerzos de reforma de las autoridades para pasar a una economía más basada en el mercado.

    Desde 2011, la guerra perpetua de Israel y Estados Unidos contra Siria, la que incluye bombardeos, jihadistas, sanciones económicas, la confiscación de los yacimientos petrolíferos de Siria por parte de Estados Unidos y más, ha hundido al pueblo sirio en la miseria.

    En los dos días siguientes al colapso del gobierno, Israel llevó a cabo alrededor de 480 ataques en toda Siria, y destruyó por completo la flota siria en Latakia. Siguiendo su agenda expansionista, el Primer Ministro Netanyahu reclamó ilegalmente el control sobre la zona de amortiguación desmilitarizada en los Altos del Golán, y declaró que los Altos del Golán serán parte del estado de Israel “por la eternidad”.

    La ambición de Netanyahu de transformar la región a través de la guerra, que data de hace casi tres décadas, se está desarrollando ante nuestros ojos. En una conferencia de prensa el 9 de Diciembre, el primer ministro israelí se jactó de una “victoria absoluta”, justificando el genocidio en curso en Gaza y la escalada de violencia en toda la región:

    Les pido que piensen, si hubiéramos accedido a quienes nos dijeron una y otra vez: “La guerra debe detenerse”, no habríamos entrado en Rafah, no habríamos tomado el Corredor de Filadelfia, no habríamos eliminado a Sinwar, no habríamos sorprendido a nuestros enemigos en el Líbano y en todo el mundo en una audaz operación-estratagema, no habríamos eliminado a Nasrallah, no habríamos destruido la red subterránea de Hezbollah, y no habríamos expuesto la debilidad de Irán. Las operaciones que hemos llevado a cabo desde el comienzo de la guerra están desmantelando el eje ladrillo por ladrillo.

    La larga historia de la campaña de Israel para derrocar al gobierno sirio no es ampliamente entendida, pero el registro documental es claro. La guerra de Israel contra Siria comenzó en 1996 con los neoconservadores estadounidenses e israelíes, que diseñaron una estrategia de “ruptura limpia” para Oriente Medio para Netanyahu cuando llegó al poder. El núcleo de la estrategia de “ruptura limpia” exigía que Israel (y los EE.UU.) rechazaran la “tierra por paz”, la idea de que Israel se retiraría de las tierras palestinas ocupadas a cambio de la paz. En cambio, Israel conservaría las tierras palestinas ocupadas, gobernaría al pueblo palestino en un estado de apartheid, limpiaría étnicamente el estado paso a paso, e impondría la llamada “paz por paz”, derrocando a los gobiernos vecinos que se resistieran a las reclamaciones territoriales de Israel.

    La estrategia de ruptura limpia afirma: “Nuestra reivindicación de la tierra –a la que nos hemos aferrado con esperanza durante 2000 años– es legítima y noble”, y continúa diciendo: “Siria desafía a Israel en suelo libanés. Un enfoque eficaz, con el que Estados Unidos puede simpatizar, sería que Israel tomara la iniciativa estratégica a lo largo de sus fronteras septentrionales y se enfrentara a Hezbollah, Siria e Irán, como principales agentes de agresión en el Líbano …”

    En su libro Fighting Terrorism (Combatiendo al terrorismo), publicado en 1996, Netanyahu expuso la nueva estrategia. Israel no lucharía contra los terroristas, sino contra los estados que los apoyan. Más exactamente, conseguiría que Estados Unidos hiciera lo que Israel hacía por él. Como explicó en 2001:

    Lo primero y más importante que hay que entender es lo siguiente: no hay terrorismo internacional sin el apoyo de estados soberanos … Si se elimina todo ese apoyo estatal, todo el andamiaje del terrorismo internacional se derrumbará.

    La estrategia de Netanyahu estaba integrada en la política exterior estadounidense. Eliminar a Siria siempre fue una parte clave del plan. Ésto le fue confirmado por Netanyahu al general Wesley Clark después del 11 de Septiembre. Se le dijo, durante una visita al Pentágono, que “atacaremos y destruiremos a los gobiernos de siete países en cinco años: empezaremos con Irak, y luego pasaremos a Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán”. Irak sería el primero, luego Siria y el resto (la campaña de Netanyahu para la guerra de Irak es explicada en detalle en el nuevo libro de Dennis Fritz, Deadly Betrayal. El papel del lobby israelí es explicado en el nuevo libro de Ilan Pappé, Lobbying for Zionism on Both Sides of the Atlantic). La insurgencia que afectó a las tropas estadounidenses en Irak retrasó el cronograma de cinco años, pero no cambió la estrategia básica.

    Hasta ahora, Estados Unidos ha liderado o patrocinado guerras contra Irak (invasión en 2003), Líbano (financiamiento y suministro de armas a Israel por parte de Estados Unidos), Libia (bombardeos de la OTAN en 2011), Siria (operación de la CIA durante la década de 2010), Sudán (apoyo a los rebeldes para dividir Sudán en 2011), y Somalia (apoyo a la invasión de Etiopía en 2006). Una posible guerra de Estados Unidos con Irán, buscada ardientemente por Israel, está todavía pendiente.

    Por extraño que parezca, la CIA ha respaldado repetidamente a los jihadistas islámicos para que luchen en estas guerras, y los jihadistas acaban de derrocar al régimen sirio. Después de todo, la CIA ayudó a crear Al Qaeda en primer lugar al entrenar, armar y financiar a los mujahidines en Afghanistan desde fines de los años ´70 en adelante. Sí, Osama bin Laden luego se volvió contra Estados Unidos, pero su movimiento fue de todos modos una creación estadounidense. Irónicamente, como confirma Seymour Hersh, fue la inteligencia de al-Assad la que “avisó a Estados Unidos sobre un inminente ataque de Al Qaeda con explosivos contra el cuartel general de la Quinta Flota de la Marina estadounidense”.

    La Operación Timber Sycamore fue un programa encubierto de la CIA de U$S 1.000 millones lanzado por Obama para derrocar a Bashar al-Assad. La CIA financió, entrenó y proporcionó inteligencia a grupos islamistas radicales y extremistas. La operación de la CIA también incluía una “línea de ratas” para llevar armas desde Libia (atacada por la OTAN en 2011) a los jihadistas en Siria. En 2014, Seymour Hersh describió la operación en su artículo “La línea roja y la línea de ratas”:

    “Un anexo altamente clasificado del informe, que no fue hecho público, describía un acuerdo secreto alcanzado a principios de 2012 entre las administraciones de Obama y Erdoğan. Se refería a la línea de ratas. Según los términos del acuerdo, la financiación provenía de Turquía, así como de Arabia Saudita y Qatar; la CIA, con el apoyo del MI6, era responsable de hacer llegar armas de los arsenales de al-Gaddafi a Siria”.

    Poco después del lanzamiento de Timber Sycamore, en Marzo de 2013, en una conferencia conjunta del presidente Obama y el primer ministro Netanyahu en la Casa Blanca, Obama dijo: “Respecto de Siria, Estados Unidos sigue trabajando con aliados y amigos y con la oposición siria para acelerar el fin del régimen de al-Asad”.

    Para la mentalidad sionista estadounidense-israelí, un llamado a la negociación por parte de un adversario es considerada una señal de debilidad del adversario. Quienes piden negociaciones del otro lado normalmente terminan muertos, asesinados por Israel o por agentes estadounidenses. Hemos visto que ésto es lo que se ha desarrollado recientemente en el Líbano. El ministro de Asuntos Exteriores libanés confirmó que Hassan Nasrallah, ex secretario general de Hezbollah, había acordado un alto el fuego con Israel días antes de su asesinato. La disposición de Hezbollah a aceptar un acuerdo de paz según los deseos del mundo árabe-islámico de una solución de dos estados, es de larga data. De manera similar, en lugar de negociar para poner fin a la guerra en Gaza, Israel asesinó al jefe político de Hamas, Ismail Haniyeh, en Teherán.

    De manera similar, en Siria, en lugar de permitir que surgiera una solución política, Estados Unidos se opuso al proceso de paz en múltiples ocasiones. En 2012, la ONU había negociado un acuerdo de paz en Siria que fue bloqueado por los estadounidenses, que exigieron que al-Assad se fuera el primer día del acuerdo de paz. Estados Unidos quería un cambio de régimen, no la paz. En Septiembre de 2024, Netanyahu se dirigió a la Asamblea General con un mapa de Oriente Medio dividido entre “bendición” y “maldición”, con Líbano, Siria, Irak e Irán como parte de la maldición de Netanyahu. La verdadera maldición es el camino de caos y guerra de Israel, que ahora ha envuelto al Líbano y Siria, con la ferviente esperanza de Netanyahu de arrastrar a Estados Unidos a una guerra también con Irán.

    Estados Unidos e Israel se felicitan por haber logrado derrotar a otro adversario de Israel y defensor de la causa palestina, y Netanyahu se atribuye el “mérito de haber iniciado el proceso histórico”. Lo más probable es que Siria sucumba ahora a la guerra continua entre los numerosos protagonistas armados, como ha sucedido en las anteriores operaciones de cambio de régimen de Estados Unidos e Israel.

    En resumen, la interferencia estadounidense, a instancias del Israel de Netanyahu, ha dejado a Oriente Medio en ruinas, con más de un millón de muertos y guerras abiertas en Libia, Sudán, Somalia, Líbano, Siria y Palestina, y con Irán al borde de un arsenal nuclear, siendo empujado contra sus propias inclinaciones a esta eventualidad.

    Todo ésto está al servicio de una causa profundamente injusta: negar a los palestinos sus derechos políticos, al servicio del extremismo sionista basado en el Libro de Josué del siglo VII a. C. Sorprendentemente, según ese texto (en el que se basan los propios fanáticos religiosos de Israel), los israelitas ni siquiera eran los habitantes originales de la tierra. Más bien, según el texto, Dios ordena a Josué y a sus guerreros que cometan múltiples genocidios para conquistar la tierra.

    En este contexto, las naciones árabes e islámicas y, de hecho, casi todo el mundo, se ha unido repetidamente en el llamado a una solución de dos estados y a la paz entre Israel y Palestina.

    En lugar de la solución de dos estados, Israel y los Estados Unidos han creado un desierto y lo han llamado paz.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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