La defensa de la libertad de expresión por parte del vicepresidente J. D. Vance en München, Alemania, ha provocado un pánico abierto en la izquierda que lucha por mantener la censura europea y la criminalización de la libertad de expresión. La respuesta de la prensa y de los expertos estadounidenses fue aplastantemente familiar. Desde CBS News hasta miembros del Congreso, Vance (y cualquiera que apoye su discurso) fue acusado de utilizar tácticas nazis. Es la demonización de la disidencia.
En uno de los ejemplos más extraños, la presentadora de CBS Margaret Brennan confrontó al Secretario de Estado Marco Rubio por el apoyo de Vance a la libertad de expresión, dado el hecho de que estaba “en un país donde la libertad de expresión fue utilizada como arma para llevar a cabo un genocidio”.
La sugerencia de que la libertad de expresión allanó el camino para el genocidio judío dejó a muchos rascándose la cabeza, pero es un viejo dicho utilizado por la comunidad contraria a la libertad de expresión, particularmente en Alemania.
Cuando llegaron al poder, los nazis actuaron inmediatamente para acabar con la libertad de expresión y criminalizar la disidencia. Sabían que la libertad de expresión no sélo era el “derecho indispensable” para un pueblo libre, sino la mayor amenaza para el poder autoritario.
Figuras como Brennan parecen culpar a la libertad de expresión por el ascenso de los nazis, porque la Constitución de Weimar protegía el derecho de los alemanes −incluidos los nazis− a hablar. Sin embargo, el derecho a la libertad de expresión estaba mucho más restringido que en nuestra propia Primera Enmienda. De hecho, tenía muchos de los elementos que la izquierda ha impulsado en Europa y los Estados Unidos, incluida la posibilidad de tomar medidas enérgicas contra la desinformación y las noticias falsas.
El artículo 118 de la Constitución de Weimar garantizaba la libertad de expresión, pero añadía que debía estar “dentro de los límites de las leyes generales”. No protegía las declaraciones que el gobierno consideraba falsas desde el punto de vista fáctico, y la libertad de expresión estaba regulada activamente.
De hecho, a Hitler se le prohibió hablar en público. No fue la libertad de expresión lo que utilizaron los nazis para impulsar su movimiento, sino la negación de la libertad de expresión. Presentaron al gobierno como tan temeroso y frágil, que no podía permitir que se expresaran públicamente opiniones opuestas.
Esta interpretación ridícula y ahistórica también ignora el hecho de que otros países como Estados Unidos tenían movimientos fascistas y libertad de expresión, pero no sucumbieron a ese extremismo. En cambio, la libertad de expresión permitió a los críticos denunciar a los camisas pardas como individuos odiosos y peligrosos. Culpar a la libertad de expresión por el ascenso de los nazis es como culpar al uso del dinero de los crímenes de Bernie Maddoff.
Sin embargo, antes de las últimas elecciones, la izquierda fue implacable en acusar de ser nazis o fascistas a quienes tenían opiniones opuestas. Durante las elecciones, parecía una prueba de Rorschach de una sola respuesta, en la que los demócratas veían un nazi en cada mancha de tinta política.
Si bien la narrativa fracasó de manera espectacular, el guión no ha cambiado. El representante Seth Moulton (demócrata por Massachusetts) expresó su simpatía por el “absoluto shock, absoluto shock de nuestros aliados europeos” al ser confrontados de esta manera. En lugar de abordar los ejemplos de ataques sistemáticos a la libertad de expresión, Moulton recurrió nuevamente a su tema de conversación favorito: “Si escuchas, si escuchas con atención, en realidad es mucho más profundo y oscuro. Estaba hablando del enemigo interno. Ésto es parte del mismo lenguaje que Hitler utilizó para justificar el Holocausto”.
Al igual que Brennan, Moulton advierte que la libertad de expresión puede ser un camino al genocidio. Sin embargo, su opinión es que cualquiera que afirme ser víctima de la censura está copiando una página del manual nazi. La lógica es simple −aunque no sencilla. Los nazis se quejaron de la censura. Usted se quejó de la censura. Por lo tanto, ipso facto, usted es nazi.
Otros se unieron a la multitud para denunciar a Vance y apoyar a los europeos. Bill Kristol, un habitual de la CNN, calificó el discurso como “una humillación para Estados Unidos y una confirmación de que esta administración no está del lado de las democracias”.
Al defender la libertad de expresión, ahora se te considera antidemocrático. Es parte del mensaje orwelliano del movimiento contra la libertad de expresión. La democracia exige censura, y la libertad de expresión invita al fascismo.
No es un argumento nuevo. Fue la misma lógica utilizada en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial para imponer lo que ahora es uno de los sistemas de censura más extensos del mundo. Inicialmente fue justificada como una medida antinazi, pero luego, como ha ocurrido repetidamente en la historia, se convirtió en un apetito insaciable por controles de la expresión. De hecho, el país volvió a perseguir cualquier cosa que el gobierno considere desinformación y noticias falsas.
El resultado ha silenciado a muchos, pero no a los neonazis que están floreciendo en Alemania. Encuestas anteriores a ciudadanos alemanes encontraron que solo 18% de los alemanes se sienten libres de expresar sus opiniones en público. Sólo 17% se sintió libre de expresarse en Internet. Como en la Constitución de Weimar, los grupos fascistas se presentan como víctimas, mientras buscan formas alternativas de difundir su mensaje.
Sin embargo, los medios estadounidenses siguen difundiendo la misma desinformación sobre el valor de la censura. Después de que su presentadora hiciera la afirmación ampliamente ridiculizada de que la libertad de expresión conduce al genocidio, 60 Minutes emitió una entrevista con funcionarios alemanes que ensalzaban el éxito de la censura.
Sharyn Alfonsi, de CBS, comparó cómo Estados Unidos permite el discurso “lleno de odio o tóxico”, mientras que Alemania está “tratando de traer algo de civilidad a la red mundial, vigilándola de una manera que la mayoría de los estadounidenses nunca podrían imaginar”.
Los fiscales alemanes (Dr. Matthäus Fink, Svenja Meininghaus y Frank-Michael Laue) detallaron cómo realizan redadas regulares en hogares para reprimir opiniones prohibidas, con la obvia aprobación de la CBS.
Reconocieron que “la gente está sorprendida de que ésto sea realmente ilegal, publicar este tipo de palabras … No creen que fuera ilegal. Ellos dicen: ´No, esa es mi libertad de expresión´, y nosotros decimos: ´No, ustedes tienen libertad de expresión, pero también tiene sus límites´”.
Alfonsi explicó que la ley penaliza todo lo que el gobierno considere incitador “o insultante”. Luego preguntó: “¿Es un delito insultar a alguien en público?”. Los fiscales afirmaron con entusiasmo, pero añadieron que el castigo es aún mayor si se insulta a alguien en Internet.
Meininghaus empezó a explicar que “si estás en Internet, si te insulto a ti o a un político …” Alfonsi ni siquiera pudo esperar al final de la frase, y la completó por él: “Se queda para siempre”.
Mientras CBS completaba las frases de los reguladores de la libertad de expresión, muchos en Europa celebraban el discurso de Vance como un nuevo aliento de la libertad de expresión para la asediada comunidad. Lo más sorprendente es cómo la prensa y los expertos no pudieron evitarlo. Están demostrando con entusiasmo el punto de Vance. Ésta es una lucha existencial por el “derecho indispensable”.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko