La semana pasada, el presidente Trump tomó medidas para cambiar el nombre del Departamento de Defensa a “Departamento de Guerra”. El presidente explicó las razones del cambio: “Antes se llamaba Departamento de Guerra y tenía un sonido más fuerte. Queremos defensa, pero también ataque … Como Departamento de Guerra lo ganamos todo … y creo que … tenemos que volver a eso”.
Al principio, parece una idea terrible. Un “Departamento de Guerra” bien podría aumentar la probabilidad de guerra; ese “sonido más fuerte” podría animar al gobierno estadounidense a involucrarnos en aún más guerras. Ya no habría necesidad del pretexto de que llevamos a la nación a la guerra para defender a este país y sus intereses, y sólo como último recurso.
Como Madeleine Albright, funcionaria de la administración Clinton, le preguntó al jefe del Estado Mayor Conjunto, Colin Powell, cuando impulsaba la guerra estadounidense en los Balcanes: “¿De qué sirve tener este magnífico ejército del que siempre hablas, si no podemos usarlo?”
Así que sí, ese es un peligro real. Pero, al mismo tiempo, Estados Unidos ha estado en guerra casi constantemente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, así que no es que el “Departamento de Defensa” haya sido un departamento defensivo en absoluto.
Con ésto en mente, volver del Departamento al Defensa al Departamento de Guerra, que es como empezó, puede que no sea tan mala idea después de todo, siempre y cuando seamos honestos sobre el resto de los términos relacionados con nuestra guerra.
Si volvemos a un “Departamento de Guerra”, entonces también deberíamos regresar al requisito constitucional de que cualquier actividad militar realizada por ese departamento, salvo la defensa contra un ataque inminente contra Estados Unidos, requiere de una declaración de guerra del Congreso. Esa era la práctica seguida cuando se llamaba Departamento de Guerra, y deberíamos volver a ella.
Abandonar la idea de que tenemos un “Departamento de Defensa” nos libraría de la farsa de que nuestro enorme presupuesto de gasto militar era cualquier cosa menos un presupuesto de guerra. Se acabaron los proyectos de ley de “asignaciones de defensa” en el Congreso. Llamémoslos proyectos de ley de “asignaciones de guerra”. Que el pueblo estadounidense entienda a qué se destina tanto de su dinero duramente ganado. No es “defensa”. Es “guerra”. Y nada de ésto ha beneficiado al pueblo estadounidense.
Sin embargo, Trump malinterpreta algo muy importante en su declarado deseo de volver a un “Departamento de Guerra”. Un nombre más contundente no ganó las guerras. Antes del cambio de nombre, ocurrido tras la infame Ley de Seguridad Nacional de 1947 que creó la CIA y el estado de seguridad nacional permanente, ganábamos guerras porque, en general, respetábamos la Constitución y contábamos con una declaración de guerra del Congreso. De esa manera, la guerra tenía objetivos claros, un principio y un fin. Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no ha declarado la guerra, a pesar de haber estado en continuo estado de guerra. No es casualidad que ninguna de estas “guerras” haya sido ganada. Desde la de Corea en 1950 hasta la de Yemen en 2025, y todas las guerras intermedias.
Así que adelante, cámbienlo de nuevo a “Departamento de Guerra”. Pero dejemos también de fingir que mantener el imperio militar global de Estados Unidos es “defensa”. No lo es.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko








