Por fin he vuelto a escribir en el blog. De hecho, volví el Martes con la firme intención de escribir sobre los crecientes problemas políticos de Friedrich Merz y el colapso del gobierno francés, pero no me atrevo a escribir sobre esos asuntos ahora mismo. Tengo que sacarme algo de la cabeza primero, y este algo tiene que ver con el asesinato de esa joven en Charlotte, North Carolina, y los embustes que los medios de comunicación relatan sobre la delincuencia negra en Estados Unidos. Disculpen si esta publicación molesta a alguna gente, pero tengo que decir cosas ciertas, y se las voy a decir.
Como todos saben, Iryna Zarutska huyó de la guerra en Ucrania con gran parte de su familia inmediata, e ingresó en los Estados Unidos en Agosto de 2022. Exactamente tres años después, el 22 de Agosto de 2025, Zarutska viajaba en tren a casa desde su trabajo en una pizzería, cuando un hombre negro de 34 años, con extenso historial criminal y al menos catorce arrestos previos, llamado Decarlos Dejuan Brown Jr., le cortó el cuello con un cuchillo, la degolló.
Zarutska murió en cuestión de segundos; las cámaras de seguridad capturaron el asesinato. Puede ver la divulgación de las escenas editadas para televisión aquí:
Ese video apareció el Viernes pasado y ha provocado una ola de indignación por el dudoso y liberal enfoque de la justicia penal que prevalece en muchas ciudades estadounidenses. Gran parte de esta indignación ha sido expresada en redes sociales. La prensa del establishment estadounidense primero intentó ignorar la noticia. La silenciaron tan exhaustivamente que, al menos a partir del Lunes, el alemán promedio en un continente completamente diferente, estaba posiblemente mejor informado sobre este asesinato.
Por supuesto, la supresión contundente se vuelve contraproducente en poco tiempo. A última hora del Lunes, el periódico de referencia favorito de todos, The New York Times, finalmente cedió, dignándose a informar a sus lectores NO que un violento y desquiciado hombre negro había asesinado por la espalda a una indefensa joven refugiada ucraniana en Charlotte, sino que “un espantoso asesinato en North Carolina ha desatado una polémica en la derecha”.
El artículo es típico de la cobertura del establishment, es decir, es extremadamente malo. Más allá de los párrafos iniciales, sus autores apenas mencionan a Zarutska. Están mucho más interesados en la “problemática historia” del asesino, asegurándonos que Brown padece una “enfermedad mental”; que según su madre padece esquizofrenia; y que vivía en la calle. Las excusas esgrimidas a lo largo de todo ésto son tan contundentes, que es difícil considerarlas implícitas.
Y luego llegamos a los engaños estadísticos. The New York Times pretende hacernos creer que la delincuencia no es un problema en Charlotte específicamente, ni en Estados Unidos en general, porque está en declive:
… En Charlotte, la delincuencia general disminuyó 8% en el primer semestre de este año en comparación con el mismo período del año pasado, según la policía, mientras que los delitos violentos se redujeron 25%.
… Hoy, los críticos del Sr. Trump temen que utilice la muerte de la Sra. Zarutska para justificar el envío de tropas federales a ciudades estadounidenses, como ya lo ha hecho en Washington, a pesar de que las estadísticas muestran una disminución de la delincuencia violenta en todo el país.
El embuste es perceptible a simple vista. En realidad, independientemente de la tendencia actual de las estadísticas, Estados Unidos tiene una tasa de criminalidad extremadamente alta en comparación con muchas otras naciones occidentales. La tasa de homicidios de Charlotte alcanzó su punto más alto en tres años en 2024, superada en la historia reciente sólo por el extremadamente violento Verano de Floyd en 2020. En 2025, los homicidios en la ciudad han vuelto a la media, pero aún rondan entre 9 y 12 por cada 100.000 habitantes. A modo de comparación, esta cifra es al menos 11 veces superior a la tasa de homicidios de Alemania. Son cifras desorbitadas.
Y por si fuera poco, al final de su artículo nuestros autores –eminentemente progresistas– no pueden evitar incluir una referencia gratuita a un “levantamiento de supremacía blanca en Wilmington, North Carolina, en 1898, en el que murieron al menos 60 hombres negros”. El subtexto, desagradable aunque plausiblemente negable, es que es culpa de los blancos que apuñalaran a Zarutska en el tren. Si tan sólo todo ese racismo del siglo XIX no hubiera ocurrido, la pobre chica podría seguir viva.
Una cobertura como ésta no sólo es mala: es abiertamente desquiciada, sobre todo dadas las tendencias histriónicas que invariablemente vemos cuando son intercambiadas las razas. En 2020, The New York Times y el resto de la prensa anglófona perdieron la cabeza por la muerte de un hombre desarmado (¡supuestamente!) a manos de la policía, algo que ocurre unas dos docenas de veces al año en un país de 340 millones de habitantes. Aproximadamente la misma cantidad de estadounidenses muere cada año en extraños accidentes con rifles de aire comprimido. Asesinatos como el de Zartuska son mucho más frecuentes, y la prensa sólo espera enterrarlo.
Lo que vemos aquí es una reacción ideológica y psicológica a una realidad muy oscura en el corazón de la sociedad estadounidense. Esta realidad es que la población negra estadounidense perpetra crímenes violentos a tasas tan altas, que muchos refugiados ucranianos estarían más seguros quedándose en casa, que huyendo a ciertas ciudades estadounidenses.
Consideren lo siguiente: además de Mariupol, la guerra en Ucrania ha causado directamente alrededor de 11 muertes de civiles por cada 100.000 personas cada año desde la invasión rusa en 2022. Esta cifra es inferior a la tasa de homicidios intencionales de la ciudad donde Zarutska fue asesinada en Agosto[*]:

Y Charlotte está lejos de ser el lugar más peligroso al que nuestra joven ucraniana podría haber huido. Detroit (32/100.000), Baltimore (35/100.000), San Juan (37/100.000), Memphis (48/100.000) y New Orleans (54/100.000) son muchísimo peores. Para decirlo con la mayor franqueza posible, y con la menor sensibilidad racial posible, la población negra estadounidense es en gran medida responsable de imponer en muchas ciudades estadounidenses una tasa de homicidios de civiles equivalente o muy superior a la observada en un país moderno que libra una guerra en su propio territorio.
Este hecho ha enloquecido al establishment político progresista estadounidense, que ha desarrollado todo un sistema ideológico para evitar enfrentarse a esta terrible y despiadada realidad. Silencian las historias de violencia negra, y promueven desesperadamente casos bastante raros y excepcionales de crímenes entre blancos y negros, para revertir las odiadas verdades que tienen ante sí. Cuando se ven obligados a reconocer historias incómodas como el asesinato de Zarutska, insisten en que también son culpa de los estadounidenses blancos, por cosas que supuestamente sucedieron hace generaciones, y sobre las que ninguna persona viva tiene responsabilidad alguna. Toda esta vil propaganda de excusas, estos ensayos ciegos de panaceas ideológicas antirracistas, y estas búsquedas incesantes y desesperadas de responsables y factores más allá de los obvios: todo ésto son reacciones psicológicas derivadas de la disonancia cognitiva, finalmente sublimadas en una ideología patológica.
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[*] La tasa total de homicidios intencionales en Ucrania actualmente (muertes de guerra más homicidios de civiles) es difícil de calcular, ya que las estadísticas no son publicadas desde la invasión. Antes de Febrero de 2022, Ucrania tenía una tasa de homicidios intencionales de casi 4/100.000. Desde la guerra, diversos indicios indirectos sugieren que se ha caído drásticamente. Ésto es lo que cabría esperar, dado que gran parte de la población masculina joven ha sido enviada a combatir, y que muchas ciudades se encuentran ahora bajo un régimen de seguridad reforzado. Es muy probable que Ucrania tenga un nivel de homicidios intencionales similar al de Charlotte.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko








