Cuando hace un par de años Bobby Kennedy habló sobre escribir este libro, le pregunté por qué. Consciente de cómo se estaba guardando en la memoria la verdad sobre todo lo relacionado con el covid (y mucho más), dijo que quería crear para el futuro un registro histórico preciso de lo que sucedió.
Pensé que era una buena respuesta. Necesitamos desesperadamente una comprensión clara y precisa de muchas cosas que han estado sucediendo en los últimos años, o debería decir décadas; y todos necesitamos guardar copias impresas o PDF en discos duros de los fragmentos importantes de la historia que desenterramos.
Bobby hizo la parte difícil: recopiló esos fragmentos y los entretejió en una narrativa que muy pocas personas conocen. En pocas palabras: hay una camarilla que hace 30 años tomó el concepto de guerra biológica, y lo puso en marcha para crear nuevas industrias, ganancias masivas, y controlar el mundo utilizando el miedo a la muerte por contagio. Creó una historia que también nos hace pasar la página, permitiéndonos comprender de una manera mucho más profunda lo que acabamos de vivir.
No es broma, él tiene los recibos. Tony Fauci es sólo un peón en el tablero de ajedrez de este libro. Hay muchos otros y mencionaré sólo algunos. Robert Kadlec es uno de ellos. Sir Dr. Jeremy Farrar es un verdadero caballero, a pesar de haber desempeñado un papel fundamental en la sobredosis de hidroxicloroquina de más de 2.500 pacientes en el Reino Unido/Oxford, y en los ensayos clínicos de la OMS que supervisó y financió.
Están los financiadores; los científicos que harían cualquier cosa por otra subvención; la enorme red controlada por un sindicato: los hombres y mujeres con dinero de los numerosos institutos del NIH, especialmente el NIAID, el mejor financiado; la NSF, cuyo ex director estaba en la junta directiva de EcoHealth Alliance; el Wellcome Trust, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Rockefeller; y otras organizaciones benéficas profundamente enredadas con las que acabo de mencionar. Hay grupos de expertos que ayudan a orientar la dirección que toma la financiación. Un Departamento de Defensa de Estados Unidos que aporta miles de millones para encubrir y ocultar sus investigaciones sobre guerra biológica. Y una enorme burocracia y medios de comunicación que protegen a todos estos individuos de la exposición y el castigo.
En realidad, nadie quiere pensar en armas biológicas. Son extremadamente desagradables de contemplar. No deberían existir. Desafían todo nuestro concepto de que la medicina es sacrosanta, y que el conocimiento de la medicina nunca debe ser utilizado para hacer daño. Ésto está en el juramento hipocrático.
Lamentablemente, sobre esta cuestión no podemos esconder la cabeza en la arena. Nuestra falta de conocimiento al respecto, nuestra repulsión hacia ella, y nuestros temores profundamente arraigados al respecto, han permitido que el espectro de la guerra biológica nos lleve por un camino largo y sinuoso hacia el infierno.
Las cartas de ántrax de 2001, enviadas en el momento adecuado a los senadores adecuados, dieron lugar a la Ley Patriota, una industria de biodefensa enormemente rentable, y al surgimiento del Estado de Vigilancia.
En 2005 teníamos la Ley PREP, aparentemente para permitir que el Departamento de Defensa siguiera utilizando vacunas contra el ántrax, a pesar de la revocación de la licencia de la vacuna en 2004. ¿Sabía alguien en aquel entonces que la Ley PREP sería utilizada para dar luz verde a inyecciones de terapia genética contaminadas para miles de millones en todo el mundo? ¿Por qué los científicos que diseñaron estas inyecciones no predijeron algunos, si no todos, sus daños, después de haber gastado cientos de millones para estudiar los coronavirus beta durante dos décadas? ¿O lo hicieron?
Sin la Ley PREP –que elimina la responsabilidad de los fabricantes de vacunas covid–, los inyectores y los planificadores gubernamentales que diseñaron el programa y regalaron miles de millones de dólares de los contribuyentes en bonificaciones por cada inyección administrada, nunca habrían sido administradas tales vacunas no probadas, sin licencia y mortales,
Estas Leyes Patriota y PREP fueron aprobadas porque el Congreso y el público estadounidense fueron manipulados como un violín, inducidos al terror. El Congreso intentó inmunizarse de las críticas, arrojando dinero al problema, gran parte de él destinado a Fauci; mientras que, por ignorancia, el Congreso empeoró mucho el problema de la guerra biológica.
Muchos estadounidenses tomaron las inyecciones experimentales de covid de buena gana, por terror e ignorancia. La mitad que se contuvo fue en su mayoría golpeada, avergonzada o engatusada para que cumpliera, mediante el quinto asalto general de control mental más increíble que el mundo haya experimentado jamás, financiado con fondos federales.
Acabamos de vivir al menos tres eventos de armas biológicas: el coronavirus original de Wuhan, la variante omicron, y la viruela simica, todos los cuales seguramente vinieron de laboratorios.
Es obvio que todavía hay muchos más virus y otros microorganismos desagradables en los laboratorios, muchos de ellos patrocinados por agencias militares y de inteligencia, que utilizan el dinero de nuestros impuestos. Es absolutamente fundamental que el público actúe de manera mucho más inteligente que la última vez, si es que hay una próxima vez. Es fundamental saber a qué nos enfrentamos. Y es fundamental comprender que HAY formas por fuera de la ventana Overton prescrita por el gobierno, en las que podemos salvarnos.
El encubrimiento de Wuhan le brinda los hechos, la historia y la comprensión que necesita para captar lo que realmente está sucediendo en este momento. Si muchos de nosotros lo leemos, obtendremos el conocimiento y la fuerza para detener y desfinanciar la industria de la guerra biológica, revocar estas terribles leyes, y dejar de lado nuestros miedos profundos e inconscientes respecto del contagio.
[Comunicado: Ayudé a editar este libro. Fui la primera persona en el mundo en estudiar una epidemia (epizoótica), y demostrar que se debía a una guerra biológica].
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko