Al considerar la posibilidad de un estado mínimo o incluso inexistente, muchos se preocupan comprensiblemente por cómo funcionaría la sociedad. ¿Acaso el gobierno no proporciona servicios vitales “entre bastidores”, que mantienen a la sociedad en funcionamiento? ¿No habría caos y desorden sin esos servicios?
Son aprensiones legítimas que vale la pena tomar en serio. Saltar a un sistema de gobierno muy diferente podría causar serios problemas por lo, antes de dar el salto, que debemos tener la seguridad de que no estamos saltando a una distopía. Afortunadamente, el razonamiento económico nos da buenas razones para ser optimistas. El hecho de que los mercados respondan de manera fiable a la demanda de los consumidores, puede darnos la seguridad de que los servicios esenciales “entre bastidores” serán proporcionados por empresas privadas en ausencia del gobierno.
Para demostrar cómo podría funcionar ésto, consideremos algunos de los elementos comunes que son enumerados como ejemplos del “gobierno que mantiene a la sociedad en funcionamiento en segundo plano”. Como veremos, cada uno de estos elementos cae inevitablemente en una de dos categorías: cosas que el gobierno ha monopolizado y que el sector privado podría fácilmente abordar, y cosas que no deberían ser hechas, en primer lugar.
Licencias y certificación de productos
Uno de los elementos que la gente suele tener en mente cuando piensa en las funciones gubernamentales que mantienen en funcionamiento a la sociedad, son las leyes de protección al consumidor. Estas incluirían cosas como la concesión de licencias profesionales a médicos, abogados e ingenieros, y la certificación de productos para cosas como alimentos y productos farmacéuticos. Si el gobierno no proporcionara estas funciones, mucha gente imagina que no habría forma de confiar en la competencia de los profesionales, en la seguridad de los alimentos y de los medicamentos, etc.
Pero el razonamiento económico pinta un panorama considerablemente diferente. Si los consumidores quieren garantías de que los productos y servicios que compran cumplen determinados standards de calidad y seguridad, ¿no habría una oportunidad para que un empresario ganara dinero proporcionando esa garantía? ¿No surgirían empresas para satisfacer esa demanda de los consumidores, como ocurre con cualquier otra demanda?
No necesitamos especular; ¡esas empresas ya existen! Muchas profesiones tienen asociaciones profesionales que funcionan como organismos de concesión de licencias voluntarias, precisamente porque existe una demanda de los consumidores para estas organizaciones. Del mismo modo, las empresas privadas como Underwriters Laboratories certifican miles de productos cada año.
El gobierno impone su monopolio obligatorio sobre la concesión de habilitaciones profesionales, licencias y certificación en ciertas industrias. Pero, en ausencia de tal monopolio, está claro que el sector privado intervendría, y como las empresas privadas se enfrentan a la competencia, es muy altamente probable que estas asociaciones y certificadores privados hagan un mucho mejor trabajo para satisfacer las necesidades de los consumidores, que lo que hace actualmente el gobierno.
El dinero
Otro elemento que la gente suele señalar como ejemplo de cómo el gobierno “mantiene a la sociedad en funcionamiento” es el sistema monetario. Dado que el dinero es tan fundamental para el mercado, razonan, y necesitamos que el gobierno proporcione dinero, está claro que los mercados colapsarían sin la ayuda del gobierno en esta área. Pero la suposición errónea aquí es que el dinero tiene que venir del gobierno.
“El dinero no es una invención del estado”, señaló Carl Menger en su tratado de 1871 Principios de economía. “No es el producto de un acto legislativo. Ni siquiera la sanción de la autoridad política es necesaria para su existencia. Ciertas mercancías llegaron a ser dinero de forma bastante natural, como resultado de relaciones económicas independientes del poder del estado”.
Servicios de emergencia
Otra función que la gente supone que debe realizar el gobierno es la respuesta a emergencias, como los servicios de policía, bomberos y ambulancias. Pero, ¿son las empresas privadas incapaces de contratar paramédicos, bomberos y guardias de seguridad, y de proporcionar una línea directa a la que se pueda llamar si se tiene problemas?
A algunos les puede preocupar que estas empresas cobren una fortuna, aprovechándose de alguien en apuros desesperados. Pero es mucho más probable que sigan el modelo de los seguros: se paga una prima mensual y luego se les llama para “hacer un reclamo” cuando se necesita. Como todos los demás tipos de seguros, la competencia mantendría las primas razonablemente bajas y la calidad del servicio alta (tiempos de respuesta rápidos, empleados competentes, etc.), y habría una gama de precios y niveles de servicio disponibles según lo que quiera el cliente y lo que pueda pagar.
Los más pobres de la sociedad que no pueden permitirse ningún seguro de emergencia podrían obtener cobertura de una organización benéfica, de forma similar a como un banco de alimentos proporciona alimentos a los necesitados. Ésto puede sonar radical, pero eso sólo es porque nos hemos acostumbrado a que el gobierno cumpla esta función. No pedimos que el gobierno proporcione alimentos gratuitos para todos sólo porque algunos de los más pobres no pueden permitirse alimentos del sector privado.
Protección de las industrias nacionales
En nuestro mundo globalmente conectado, el comercio internacional es un componente clave de una economía próspera. Pero en la mente de muchas personas, el gobierno cumple la tarea vital de proteger a las industrias nacionales de los vientos de la competencia global. Se trata de una tarea que el sector privado no podría llevar a cabo. Pero tampoco es algo que deba ser hecho. Las barreras comerciales crean ventajas injustas para ciertos productores nacionales, a expensas de los productores extranjeros y de los consumidores nacionales. Al proteger a las empresas ineficientes, conducen a una economía más débil y a un nivel general de vida más bajo que el que sería posible de otro modo.
Es cierto que, en ausencia de barreras comerciales, algunas personas pueden perder sus empleos y algunas empresas pueden hundirse, pero así es como la economía se reorganiza para convertirse en una forma más fuerte. Lejos de “mantener a la sociedad en funcionamiento”, esta función del gobierno es mejor entendida como “frenar a la sociedad”. El hecho de que el sector privado no pueda lograr ésto es una característica del libre mercado, no un defecto.
El correo
Muchas personas también señalan al correo como un servicio gubernamental que ayuda a mantener a la sociedad en funcionamiento. Pero, una vez más, no es que no hubiera entrega de correo si el gobierno de repente dejara de proporcionar este servicio. Empresas como FedEx y UPS seguramente entrarían en el juego (¡actualmente es ilegal que entreguen correo!). Algunos podrían decir que el correo es demasiado importante como para dejarlo en manos del libre mercado. Pero la realidad es que es demasiado importante como para dejarlo en manos del gobierno. ¿O confía usted más en el USPS para entregar su paquete, que en FedEx?
Aprendiendo a confiar en el mercado
En su libro Por una nueva libertad, 1973, Murray N. Rothbard aborda esta cuestión del sector privado que reemplaza las funciones gubernamentales, utilizando un ejemplo cómico que involucra a la industria del calzado:
El libertario que quiere reemplazar al gobierno por empresas privadas en las áreas mencionadas anteriormente es tratado de la misma manera que si el gobierno hubiera estado, por diversas razones, suministrando zapatos como un monopolio financiado con impuestos desde tiempos inmemoriales … Sin duda sería tratado de la siguiente manera: la gente gritaría: “¿Cómo pudo? ¡Está en contra de que el público y la gente pobre usen zapatos! ¿Y quién suministraría zapatos al público si el gobierno se retirara del negocio? ¡Díganoslo! ¡Sea constructivo! Es fácil ser negativo y presuntuoso respecto del gobierno; pero díganos quién suministraría zapatos? ¿Qué personas? ¿Cuántas zapaterías habría disponibles en cada ciudad y pueblo? ¿Cómo se capitalizarían las empresas de calzado? ¿Cuántas marcas habría? ¿Qué material utilizarían? ¿Qué hormas? ¿Cuáles serían los acuerdos de precios para los zapatos? ¿No sería necesaria una regulación de la industria del calzado para garantizar que el producto sea bueno? ¿Y quién suministraría zapatos a los pobres? Supongamos que una persona pobre no tuviera dinero para comprar un par”.
La preocupación por la necesidad de que el gobierno “mantenga las cosas funcionando”, dice Rothbard, surge en realidad de la falta de imaginación. A la gente le cuesta imaginar cómo funcionaría el Servicio X si fuera privatizado y, sobre esa base, concluye que no podría funcionar. Pasan de “nunca lo he visto funcionar”, o “no puedo imaginar cómo funcionaría,” a “por lo tanto, no puede funcionar”.
Pero debemos tener más fe en el mercado, o en la ética de la propiedad privada y del intercambio voluntario al menos. Es cierto que no podemos predecir exactamente cómo se satisfarán ciertas necesidades, pero si la historia nos ha demostrado algo, es que el mercado encontrará la manera. Impulsados por el afán de beneficios, los empresarios encontrarán soluciones creativas a nuestros problemas, las que en todos los casos serán ciertamente mejores que las que actualmente ofrece el gobierno.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko