El partido belicista se ha quedado sin munición ideológica

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    Los detractores de Tucker Carlson mienten porque no les queda más remedio. Mark Levin, el senador Lindsey Graham (republicano de Carolina del Sur) y compañía se suben a sus escenarios, y se ponen frente a sus micrófonos para afirmar que es un antisemita despiadado, intentando que cualquier asociación con él sea permanentemente tóxica y dañe la reputación y el prestigio de los demás.

    Como dijo Levin en su discurso en la cumbre de la Coalición Judía Republicana el fin de semana pasado, esta táctica solía funcionar, y la están usando con todas sus fuerzas ahora. Posiblemente también estén asustando a sus propios seguidores sinceros, sólo por el efecto que causan. Pero su problema es que todo el mundo conoce a Tucker Carlson. Lleva en la televisión desde siempre. Solía ​​trabajar con Bill Kristol y el equipo de The Weekly Standard; CNN, MSNBC, Fox News, etc. Proviene de una familia WASP algo elitista, con modales refinados (le costó una eternidad dejar de usar eso maldito moño). Ahora, como todos saben, ha decidido compensar su apoyo a la Segunda Guerra de Irak, oponiéndose a todas las siguientes. ¿Pero se supone que debemos creer que se ha convertido en una especie de líder de una banda carcelaria de la Nación Aria? Es como llamar a Donald Trump agente ruso, o supremacista blanco, para el caso. ¿Donald Trump, el de la tele? ¡Por favor!

    Como sabrán, tuve la oportunidad de conocer y pasar un rato con Tucker el pasado Julio, cuando me dejó quejarme en su programa sobre el Partido de la Guerra, liderado por los neoconservadores estadounidenses. El papel de Israel y su partido Likud en la desastrosa política estadounidense en Oriente Medio fue, obviamente, un tema central de la conversación. He mantenido una postura firme sobre el conflicto israelí-palestino desde al menos finales de los ‘90, y especialmente después de que los neoconservadores nos engañaran para que entráramos en la Segunda Guerra de Irak en 2002 y 2003, como detallo en mi libro “Ya Basta” y en muchos otros. Y, francamente, todavía me molesta bastante. Puede que haya dicho “Israel” más veces que nadie en ese divertido montaje de gente diciéndolo en su programa que circuló hace un par de meses. Pero no soy antisemita en absoluto. Cualquiera que no pueda diferenciar entre Richard Perle y su grupo y quienes no son como ellos, por ejemplo, o son ignorantes que ni siquiera participaron en la discusión, o acusadores hipócritas que ponen palabras en boca ajena.

    Pero cené y hablé con Tucker hasta altas horas de la noche y, por supuesto, también hablamos de estos mismos temas fuera del aire. Es una vil mentira que odie a los judíos, que quiera que otros los odien, o que haya intentado convencer a alguien de hacerlo. Pueden ver su programa en YouTube y X (nos hemos hecho amigos desde entonces, y lo mismo se aplica a nosotros). Al contrario, el Partido de la Guerra está tan molesto con Tucker porque saben que es una persona decente y sincera, y saben que todos lo sabemos. Y saben que cada vez que expresa su preocupación por la implicación de Estados Unidos en la horrible violencia de Israel, les está dando “licencia” a otras personas decentes, no tan de derecha, para que se unan a él y le retiren su apoyo.

    Los israelíes y sus seguidores han mantenido una narrativa poderosa: que todos los derechistas de bien son sionistas, hasta llegar a las facciones abiertamente fascistas y antisemitas. Tucker demuestra a diario que eso no es cierto. Así que lo único que pueden hacer es intentar, sin mucho éxito, insistir en que está incluido. Cualquiera que haya visto la entrevista de Tucker con Nick Fuentes –en lugar de sólo criticar– podría confirmarlo. Tucker dejó muy claras sus opiniones, y éstas no eran para nada ofensivas. De hecho, insistió en que su religión cristiana le prohíbe odiar a alguien o culpar colectivamente a individuos por cualquier cosa; razón por la cual también se opone a financiar y apoyar la matanza de inocentes en Palestina por parte de Israel.

    Para quienes estén genuinamente confundidos, y no sólo provocando, podría añadir este contexto: Tucker había denunciado previamente a Nick Fuentes en su programa, acusándolo de ser gay, agente federal, y de estar involucrado en operaciones tipo COINTELPRO contra él y la derecha pacifista, para hacernos quedar como racistas. Pero perdió esa batalla estrepitosamente. Fuentes ya contaba con una gran audiencia y, de hecho, no hay motivos para creer que sea un infiltrado. Así que Tucker fracasó en su intento y tuvo que retractarse al invitarlo a explicarse.

    La gente también está molesta porque Tucker no mencionó todas las cosas más hirientes que Fuentes dijo para confrontarlo, pero yo lo interpreté como que Tucker le dio al joven la oportunidad de retractarse y acercarse, en lugar de congraciarse o simplemente humillarlo. Tucker dejó claras sus posturas, y eran las mismas de antes.

    Tucker Carlson y el movimiento no intervencionista van a ganar esta batalla, porque nuestros enemigos del Partido de la Guerra ya se quedaron sin argumentos. Sólo les quedan mentiras y difamaciones. Y ya no les funcionan.

     

     

     

    Traducido por: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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