Tras las elecciones europeas, los swaps de incumplimiento crediticio franceses se han disparado hasta alcanzar un record posterior a 2020 de 39 puntos. Muchos analistas culpan al ascenso del Frente Nacional por las turbulencias del mercado, que han hecho subir los diferenciales de todas las zonas del euro. Sin embargo, nada de ésto habría sucedido si la deuda de Francia fuera baja, las finanzas fueran sólidas, y las economías de la zona del euro disfrutaran de un crecimiento económico saludable.
Francia es el ejemplo mundial del estatismo. El mismo estatismo que algunos políticos pretenden imponer en Estados Unidos ha devastado económicamente a Francia, un país maravilloso con un excelente capital humano y empresarios excepcionales.
Francia nunca ha aplicado la austeridad. Tiene el gobierno más grande del mundo en relación con el tamaño de la economía. El gasto público supera 58% en relación con el PBI –el mayor del mundo. Los sindicatos son extremadamente poderosos. Su capacidad para organizar huelgas paralizantes les da un nivel de poder económico que supera con creces su representación real. Según Eurostat, el estado francés es tan grande, que el sector público emplea a 5,3 millones de personas (21,1% de la población activa), una relación de 70,9 empleados públicos por cada 1.000 habitantes. Francia tiene uno de los sistemas tributarios más gravosos de la OCDE. En Francia, según la OCDE el impuesto sobre la renta y las contribuciones a la seguridad social de los empleadores representan en conjunto 82% de la carga fiscal total. Las alícuotas de los impuestos corporativos en Francia son también extremadamente elevadas, de 26,5%, y las empresas con ganancias de más de € 500.000 euros pagan una tasa de 27,5%. Las regulaciones del mercado laboral en Francia son tan restrictivas, que el número de empresas con 49 empleados es 2,4 veces mayor que el de las que tienen 50, debido principalmente a las importantes cargas que enfrentan las empresas una vez que alcanzan el umbral de 50 empleados. Según Bloomberg, una empresa de 50 empleados debe crear “tres consejos de trabajadores, introducirles su participación en los beneficios, y presentar planes de reestructuración a los consejos si la empresa decide despedir a los trabajadores por razones económicas”.
Si usted es un estatista keynesiano, debe estar haciéndosele agua la boca. Las características mencionadas anteriormente apuntan a una sociedad socialista perfecta, un estado gigantesco, impuestos extremadamente altos y progresivos, y una enorme red social. Debería ser la economía óptima. ¿O no?
Pues no. Francia ha estado en estancamiento económico durante décadas; no ha tenido un presupuesto equilibrado desde fines de los años 1970, y el descontento es ahora la norma. Las empresas y los contribuyentes se han cansado del drenaje de sus recursos, y el sistema de subsidios ha engendrado un grupo de ciudadanos dependientes e iracundos, que se sienten abandonados y luchan por comprender su situación. El aclamado estado de bienestar social ha fracasado, porque la masiva maquinaria de subsidios y gastos ha ignorado el cálculo económico, convirtiendo al país en una pesadilla para los creadores de empleo y riqueza, así como una pesadilla para quienes buscan una red social que brinde oportunidades. Francia ha demostrado que la promesa de una redistribución socialista sólo crea estancamiento. A pesar de sus afirmaciones de una desigualdad extremadamente baja, con un coeficiente de Gini de 31,5%, es uno de los países europeos con el mayor nivel de descontento, inseguridad y empobrecimiento arraigado entre los ciudadanos que se pudren en ghettos.
El socialismo siempre hace caso omiso del cálculo económico, y de la necesidad de promover el crecimiento y la riqueza para avanzar. Cuando el mantenimiento de un estado inflado y la redistribución se convierten en los únicos objetivos, la economía se estanca y todo el mundo está enfadado.
El problema con Francia se extiende más allá de estas elecciones. Los votantes tienen la opción de decidir entre el estatismo, más estatismo, o el comunismo puro y duro. Fascinante.
Décadas de angustiosas subidas de impuestos y políticas de inmigración equivocadas, que han alejado incluso a los admitidos en el país, han dejado a los contribuyentes exhaustos y a los ciudadanos respetuosos de la ley, aterrorizados. La economía está experimentando un crecimiento bajo o nulo, y un crecimiento decreciente de la productividad, lo que resulta en un crecimiento debilitado de los salarios reales, una mayor inseguridad, e impuestos paralizantes. ¿Qué está leyendo en los medios? “La amenaza es la extrema derecha”. No. La amenaza es el estatismo.
Según Bloomberg, ninguna de las tres alternativas posibles al gobierno reducirá la deuda ni frenará el deficit. Ninguna de ellas abordará el problema del tamaño inflado del gobierno. Dos de ellas quieren un control estatal aún mayor de la economía, mientras que una quiere impuestos más bajos como la única política evidente a favor del crecimiento. Sin embargo, es poco probable que esos recortes impositivos atraigan mucha actividad, cuando las cargas administrativas y burocráticas sigan pesando sobre la economía.
Francia tiene el potencial de ser un líder económico global. Tiene el talento, el espíritu emprendedor y la experiencia empresarial para crear líderes globales. Sin embargo, el sistema simplemente los expulsa del país. Muchos de los más brillantes de Francia han emigrado a otras naciones donde pueden prosperar. Desafortunadamente, la élite política está extremadamente feliz de mantener a los llamados campeones del estado llenos de políticos, y a un pequeño grupo de sectores clientelares que tienen demasiado miedo de alzar la voz contra el estado inflado, porque podrían sufrir la ira del gobierno. Una raza selecta de intelectuales y empresarios valientes está tratando de cambiar el sistema desde dentro y, lamentablemente, está fracasando.
La lección que podemos aprender de Francia es que intentar el socialismo nunca funciona, y una vez que los resultados desastrosos son evidentes, es casi imposible corregir el problema. Francia es un problema enorme en la eurozona, y el BCE no puede disfrazarlo. Pero no crea que este es un ejemplo único. Francia se encuentra ahora en la punta del iceberg. El desastroso Fondo de Próxima Generación de la UE y una Comisión Europea sorda están encubriendo actualmente los problemas estructurales mucho peores en España y otras naciones de la zona del euro.
Francia demuestra por qué nadie debería probar el socialismo. La zona del euro demuestra por qué nadie debería imitar el modelo estatista que imponen los políticos franceses.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko