¿Es la medicina moderna una farsa?

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    Vivimos en un momento histórico en el que muchos, si no todos, los pilares fundamentales de nuestra sociedad están siendo cuestionados. En algunos casos, estos pilares están siendo dejados casi por completo de lado. Antaño pilares de la columna vertebral estadounidense, nos encontramos dudando de todo, mientras nos preguntamos a nosotros mismos y a los demás: ¿Es realmente tan corrupto el gobierno? ¿Están realmente comprometidos los tribunales? ¿Son los grandes medios de comunicación simplemente portavoces de la propaganda? ¿Es la medicina moderna una farsa?

    Es difícil para las personas cuestionar lo que todas sus vidas han sabido que es “bueno”, “honesto” o “confiable”. ¿Por qué dudar de lo que todos a nuestro alrededor (incluidos nuestros amigos de confianza y familiares queridos) nos dicen que es verdadero, puro y bueno? Por supuesto que el gobierno está ahí para protegernos. Por supuesto que el sistema legal está diseñado para defender nuestras leyes justas y la libertad. Por supuesto que el presentador de noticias en la televisión nos dice la verdad. Por supuesto que los medicamentos que nos recetan nuestros médicos están ahí para ayudarnos a mejorar.

    Por difícil que sea cuestionar las normas sociales, es aún más difícil hacer algo al respecto. La autora india Arundhati Roy ha dicho:

    El problema es que una vez que Ud. lo ve, no puede dejar de verlo. Y una vez que lo ha visto, callar, no decir nada, se convierte en un acto tan político como alzar la voz. No hay inocencia. De cualquier manera, es responsable.

    Al cuestionar las instituciones tradicionales y sólidas, nos encontramos al borde de una madriguera tan grande y profunda, que se asemeja más a un cráter meteórico que a un simple agujero. Hay tantos cráteres a nuestro alrededor: el cráter gubernamental, el cráter legal, el cráter médico, el cráter mediático, etc. Estos cráteres aparecen uno tras otro, en formación paralela, y como fichas de dominó, si una empieza a caer, la reacción en cadena del colapso a gran escala es innegable.

    Miremos por un momento la cresta de uno de estos cráteres mientras nos preguntamos …

    ¿Es la medicina moderna una farsa?

    Primero, veamos la norma social aprendida … Cuando la mayoría de la gente escucha la palabra “medicina”, inmediatamente forma una opinión positiva y piensa: “Ésto me ayudará a sentirme mejor y a recuperarme”. Como el perro de Pavlov, nos han enseñado a relacionar la medicina con lo que cura la enfermedad cuando está enfermo. Tiene una enfermedad, va al médico, le dan un medicamento y éste curará su enfermedad y le devolverá la salud. ¿Verdad? Bueno, no exactamente. Lamentablemente, en el mundo actual, “salud” se ha convertido en sinónimo de “medicina”, y la medicina se ha convertido en una industria, y no en cualquier industria. ¡Es un gigante!

    ¿Sabía que el mayor grupo de presión que tenemos en Estados Unidos es la industria farmacéutica? Es el más grande, con diferencia, ya que domina con creces a todas las demás. Permítame compartir algunas cifras. La industria farmacéutica gasta aproximadamente U$S 380 millones (trescientos ochenta millones) al año en lobby ante el Congreso. Para darles una perspectiva, la segunda industria de lobby más grande de nuestro país es la de fabricación de productos electrónicos, que gasta unos U$S 250 millones al año en el Congreso. La tercera es la de seguros, que gasta unos U$S 150 millones al año en lobby ante el Congreso. Todas las demás industrias que hacen lobby son insignificantes en comparación. Estas estadísticas por sí solas revelan muchísimo.

    Y así, la salud (que antes significaba el buen funcionamiento del cuerpo en relación con otras interacciones y fenómenos naturales, como la luz solar suficiente, el consumo de agua fresca, el aire limpio, el descanso suficiente, lo que comemos y la cantidad de ejercicio que hacemos) ahora significa medicina. Cuando vamos al médico, ¿nos preguntan cuánta agua bebemos y cuánta luz solar absorbemos diariamente, o qué pastillas tomamos? Ya sea por la debacle del C-19 o quizás por ósmosis, la industria médica se ha ganado recientemente la reputación de ser poco fiable e ineficaz, dos adjetivos que sin duda pueden hundir a toda la industria una vez que alcance un punto crítico en el número de incrédulos.

    Veamos un ejemplo real como caso práctico. Veamos el mío. Una breve advertencia: por supuesto, no estoy ofreciendo ningún tipo de consejo médico, sino simplemente compartiendo mis experiencias recientes.

    Hace aproximadamente una semana tuve que operarme. Me informaron que el procedimiento requería anestesia general y un par de semanas de inactividad posterior para facilitar la recuperación. Así que el día de la cirugía, mientras estaba en preoperatorio y la enfermera me preparaba, parte de esa preparación consistió en explicarme todos los medicamentos que tomaría después de la cirugía … los seis. Después, el anestesiólogo vino a hablar conmigo, y finalmente vino mi cirujano para ver si estaba lista para ir. Me preguntó: “¿Lista? ¿Cómo se siente?” A lo que respondí que me sentía bastante nerviosa por la cantidad de medicamentos que la enfermera me había dicho que tomaría durante varios días después de la intervención. Había un analgésico, otro para el dolor intenso, otro para el crecimiento bacteriano, otro para las náuseas, un par de tópicos más, etc. Eso, por supuesto, además de la anestesia y el antibiótico que me administrarían durante la cirugía. Así que le dije a mi cirujano que no quería ningún medicamento postoperatorio. Me preguntó por qué no … después de todo, se supone que le hacen sentirse mejor.

    Seamos conscientes de que, a estas alturas, la mayoría de la gente se habría doblegado ante la “autoridad” de su médico y la medicina, y habría aceptado la batería de medicamentos que le estaban recetando. Admito que yo también habría cedido si no fuera porque, poco antes, había experimentado la mano dura de la industria en un postoperatorio, lo que me causó terribles resultados. Así que le expliqué a mi cirujano que la última vez que me operaron, el médico me había recetado nueve medicamentos para el posoperatorio durante una o dos semanas. Le expliqué que en ese episodio fui una “buena paciente” y tomé una cantidad colosal de medicamentos que me recetaron para el dolor, las náuseas, el crecimiento bacteriano, la respuesta inmunitaria, etc., lo cual causó estragos en mi cuerpo. Todo mi organismo se sobrecargó al ser atacado por un tsunami de problemas: sarpullido, letargo muscular, hormigueo, hinchazón, molestias articulares, problemas intestinales, etc. El debilitamiento fue tan grande que fui dejando los medicamentos uno por uno, a pesar de que mi cirujano y/o su enfermera me repetían insistentemente, con su tono “de verdad deberías escucharme”, que “de verdad debería seguir con estos medicamentos hasta completar el tratamiento”.

    Al final de mi relato, mi cirujano me miró y, sin el menor atisbo de sarcasmo ni elitismo, dijo: ¨No hay problema. Si no quiere tomar la medicina que le receto, no la tome. Usted decide¨. Me quedé atónita. En lugar de culparme o darme advertencias severas (como mi anterior cirujano), me estaba diciendo con sinceridad que podía elegir qué medicamentos tomar, si es que tomaba alguno. El marcado contraste me impactó de inmediato. ¿Era una admisión disimulada de que sabía que los medicamentos no eran necesarios, sino un claro ejemplo de la influencia de la industria farmacéutica en la medicina moderna? ¿O era porque esta cirugía no fue tan larga ni tan invasiva como la anterior? ¿O era algo completamente distinto? No lo sé. Pero sí sé que mi experiencia postoperatoria de la semana pasada fue pan comido comparada con la de la cirugía anterior, con tanta medicación.

    Reitero que no estoy dando consejos médicos ni sugiriendo que ignoren los consejos de su médico. No estoy en posición de hacer ninguna de esas dos cosas. En cambio, les comparto una experiencia real para explicarles cómo vi algo que no puedo olvidar: un profesional médico me presionó para que tomara una cantidad exorbitante de medicamentos posoperatorios (y sufrí mucho), mientras que otro profesional médico me dijo que no necesitaba tomar ningún medicamento posoperatorio (y solo usé dos tópicos, con moderación, y no sufrí nada).

    Algunos dirán que es suerte. Otros, intervención divina. Y otros dirán que es tan obvio que ya está escrito. Así que pregunto: ¿creen que la medicina moderna es una farsa?

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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