Ha sido envenenado el mundo entero

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    El geógrafo e historiador griego Estrabón contó la famosa historia de Cleopatra, quien se suicidó acercándose un áspid (una cobra egipcia) al pecho.

    La “Muerte de Cleopatra” ha sido el tema de decenas de pinturas, incluyendo la de Guido Cagnacci, exhibida en el Met.

    El veneno de cobra está compuesto por un fascinante cocktail de proteínas tóxicas, entre las que se encuentran las siguientes:

    • Toxinas de tres dedos (3FTx): Esta es una familia dominante de proteínas en el veneno de cobra, especialmente en elápidos. Son neurotoxinas que se unen a los receptores nicotínicos de acetilcolina en las uniones neuromusculares, interrumpiendo las señales nerviosas y causando parálisis.
    • Fosfolipasa A2 (PLA2): Estas enzimas contribuyen a diversos efectos, como neurotoxicidad, miotoxicidad e inflamación. También pueden alterar las membranas celulares y causar daño tisular.
    • Metaloproteinasas del veneno de serpiente (SVMP): Las SVMP pueden causar hemorragias, al dañar los vasos sanguíneos e interrumpir la coagulación sanguínea.
    • Citotoxinas: Estas proteínas son responsables del daño y de la muerte celular, lo que provoca necrosis tisular.
    • Otras proteínas: El veneno de cobra también contiene enzimas como la L-aminoácido oxidasa, serina proteasas y lectinas de tipo C, así como otros péptidos y moléculas bioactivas, según un estudio publicado por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH).

    Si está preguntándose cómo es que se forman todas estas proteínas tóxicas en el veneno de serpiente, no está solo. Es una de las millones de cosas de la naturaleza que los humanos realmente no comprendemos.

    El veneno de cobra actúa rápidamente sobre las células vivas, y sus efectos nocivos son espectaculares. Sin embargo, según estamos descubriendo, otras proteínas pueden actuar de forma lenta e insidiosa, deteriorando gradualmente la salud del organismo de una forma que podría ser percibida como un envejecimiento acelerado.

    Casi no pasa un día sin que sepa de que alguien de mi extensa red de amigos, de entre cuarenta y cincuenta años, padece una enfermedad que normalmente esperaríamos que nos afectara a los setenta u ochenta. En el último mes he recibido mensajes o llamadas sobre los siguientes casos:

    • Un viejo amigo estadounidense expatriado en París (53 años) desarrolló un dolor de pecho insoportable, y le diagnosticaron miocarditis.
    • Una vieja amiga de Londres (43 años) detectó una masa extraña y de rápido crecimiento en su rectus abdominis (músculo abdominal “six pack”). Los médicos del NHS con los que ha consultado sospechan que se trata de un sarcoma, pero no encuentran tiempo para programar una biopsia.
    • A una vieja amiga de New York (48 años) le diagnosticaron recientemente cáncer de mama.

    Todos las mencionados recibieron la vacuna covid-19.

    Esta mañana leí un nuevo manuscrito de N. Nathaniel Mead, Peter A. McCullough, Paul Marik, Nic Hulscher, et al., titulado “Efectos adversos compuestos de la vacunación ARNm covid-19 y la infección por coronavirus: Convergencia de extensos daños de la proteína de espícula sobre el cuerpo humano”.

    Es asombroso que sólo un pequeño grupo de académicos de alto nivel ‒ siendo quizás Peter McCullough y Paul Marik los más destacados‒ estén investigando seriamente lo que ha sido hecho con la humanidad desde 2020.

    En los últimos años he hablado con algunas de las personas más ricas del país sobre lo que hacemos en la Fundación McCullough, y a menudo tengo la impresión de que no terminan de creer lo que les cuento.

    Algunos de ellos han experimentado un rápido avance de cáncer, parkinson o alzheimer desde aproximadamente el año 2021. A la hora de considerar la etiología, sus médicos nunca mencionan las inyecciones de terapia génica experimental que recibieron en 2021.

    Lo más sorprendente es que nuestras autoridades de salud pública aún no quieren hablar de la detección y el análisis de la extraña y tóxica proteína que nos ha contaminado a todos, ya sea a través de la infección covid-19, la inoculación con vacunas covid-19 ARNm, o una combinación de ambas.

    Curiosamente, un método standard establecido desde hace tiempo para la detección de proteínas ‒llamado ELISA (ensayo inmunoabsorbente ligado con enzimas)‒ puede ser utilizado para detectar la presencia de la proteína de espícula del SARS-CoV-2 en una muestra determinada.

    Y, sin embargo, nadie en los NIH habla siquiera de utilizar ésta y otras pruebas que están siendo desarrolladas para efectuar estudios poblacionales a gran escala sobre la presencia de la proteína de espícula y su correlación con diversos síndromes y enfermedades clínicas.

    He visto esta historia una y otra vez. La forma más fácil de ocultar un crimen es evitar investigarlo. Mientras no sean encontradas pruebas, no se estará obligado a ocultar lo descubierto ‒al menos no activamente.

    No mienta al respecto; simplemente evite investigarlo. Cuando surgen sospechas, incluso sospechas graves, la estrategia es simplemente negarse a investigar, y esperar que la gente se canse de preocuparse por el problema.

    El problema para quienes ocultan información es que las mentiras extremadamente dañinas no desaparecen. Como un supuesto cáncer que no es rápidamente tratado, estas mentiras crecen y se vuelven cada vez más malignas y metastásicas.

    En la Fundación McCullough estamos preocupados por esta catástrofe, pero no vamos a dejar de investigarla.

    El Dr. McCullough utiliza con frecuencia una prueba en su práctica clínica para detectar anticuerpos contra la proteína de espícula SARS-CoV-2. Detecta con frecuencia niveles muy altos de anticuerpos contra la proteína de espícula en pacientes, incluso en aquellos que nunca se vacunaron y que no han presentado síntomas agudos de covid-19 durante más de un año. Un nivel alto de anticuerpos contra la proteína de espícula en la sangre se correlaciona frecuentemente con los síntomas del llamado “covid largo”, el que está frecuentemente presente en personas que han recibido múltiples vacunas y han sufrido múltiples casos de covid-19.

    De una forma u otra, todos hemos estado expuestos a la proteína de espícula tóxica que Ralph Baric, Shi Zhengli, et al., desarrollaron en sus laboratorios. La única pregunta es cuánto tiempo tardará nuestro cuerpo en eliminarla. El Dr. McCullough señaló que, al igual que los patógenos que causan la sífilis y la enfermedad de Lyme, la proteína de espiga es capaz de resistirse a ser eliminada del organismo. Incluso si no causa enfermedades clínicas evidentes como miocarditis, accidentes cerebrovasculares o coágulos sanguíneos, posiblemente nos siga afectando a todos en cierta medida, disminuyendo la vitalidad.

    A menudo pensamos en los venenos como sustancias que provocan inmediatamente una angustia espectacular y la muerte, como el veneno de serpiente, la ricina, la toxina botulínica y el cianuro. Si bien la proteína de espiga inducida por las vacunas covid-19 puede matar rápidamente a algunas personas, para la mayoría de nosotros es un “sutil ladrón de vitalidad” (parafraseando la descripción del tiempo de Milton como “un sutil ladrón de juventud”).

    La metáfora de Milton es útil porque parece que la proteína de espiga es un veneno que acelera la senectud (envejecimiento).

    Para la mayoría de nosotros, los síntomas van desde zumbido de oídos y alteraciones del sueño, hasta una disminución general de la vitalidad. Somos más propensos a sentir fatiga y letargo. Sufrimos confusión mental, indecisión y depresión. No nos movemos con la misma rapidez, y parecemos experimentar dolores y molestias asociados con la inflamación.

    En otras palabras, el mundo entero ha sido envenenado.

    Actualmente, el mayor obstáculo para encontrar una solución a este gigantesco problema es que todo nuestro sistema médico, con la excepción de disidentes prominentes como Paul Marik y Peter McCullough, defendía las inyecciones y las recomendaba a sus pacientes.

    La situación me recuerda el ensayo “Sobre la estupidez” del disidente alemán Dietrich Bonhoeffer, quien lo escribió en 1943 mientras estaba encarcelado en la prisión de Tegel bajo sospecha de estar involucrado en actividades antinazis. Como señaló:

    Pero también queda claro que no se trata de un acto de instrucción, sino de un acto de liberación, lo que puede superar la estupidez. Al hacerlo, habrá que aceptar que, en la mayoría de los casos, la verdadera liberación interior sólo es posible después de que se haya producido la liberación exterior.

    En otras palabras, es poco probable que obtengamos apoyo del sistema médico oficial hasta que desaparezcan todos los líderes institucionales actuales. Sólo después de que se jubilen, nos liberaremos de su férreo control sobre la investigación y el discurso sobre esta catástrofe.

    A riesgo de parecer arrogante, creo que nuestro equipo de la Fundación McCullough, en colaboración con otros investigadores creativos y disidentes de todo el mundo, podría encontrar una solución si destinamos al menos una millonésima parte de los recursos de los pagadores netos de impuestos al Cartel de las Vacunas.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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