Posiblemente una de las frases más absurdas que haya sido enunciada sobre los gobiernos, es la frase de Oliver Wendell Holmes, citada a menudo: “Los impuestos son lo que pagamos por una sociedad civilizada”.
Ésto refleja la visión ingenua, impulsada a menudo desde los siglos XVIII y XIX, del llamado “contrato social”. Según esta idea, pagamos impuestos y, a cambio, el estado proporciona orden, protección, y todas las bendiciones de la civilización.
Es de suponer que entre todos esos “servicios” de civilización que prestan los gobiernos, financiados por los pagadores de impuestos, se encuentra la “extinción de incendios”. Pero no lo sabría al ver a decenas de miles de residentes huir de sus hogares en el sur de California y el condado de Los Ángeles, mientras los incendios asolan el país. Hasta el Miércoles al mediodía, todavía no estaban completamente contenidos cinco incendios diferentes en el sur de California. Y no se trata de una zona rural de difícil acceso, con pocas carreteras y poca infraestructura. Estos incendios están justo en medio de ciudades y pueblos suburbanos. Sin embargo, parece que todo ésto es demasiado como para que las agencias gubernamentales −las que cuentan con generoso financiamiento− puedan manejarlo.
De hecho, las autoridades gubernamentales del condado de Los Ángeles y de California habían descuidado la infraestructura hasta el punto de que se volvió inútil en muchas áreas para combatir los incendios. En las primeras horas del incendio de Palisades, los bomberos se vieron paralizados por la falta de agua en las bocas de incendio. A pesar de los años de advertencia sobre la creciente amenaza de incendios en la región, los burócratas de California no se molestaron en mejorar el sistema de agua para garantizar un suministro de agua confiable y presión en caso de un incendio importante.
Desde 2022, los bomberos de California se jactan de haber estado enviando equipos de extinción de incendios a Ucrania. Ésto no fue pagado por los bomberos, por supuesto. Fue financiado por los pagadores de impuestos.
Mientras tanto, la alcaldesa de la ciudad de Los Ángeles, que cobra más de U$S 300.000 al año, se encuentra en un viaje financiado por los pagadores de impuestos, a Ghana para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente de ese país del oeste de África. Qué posible beneficio podría traer ésto a la gente común de Los Ángeles, sigue siendo un misterio, pero los residentes sin duda están pagando por lo que son esencialmente vacaciones para la alcaldesa.
Sin embargo, antes de partir de vacaciones, la alcaldesa apoyó grandes recortes presupuestarios a los servicios de extinción de incendios, así como a otros servicios básicos, como el saneamiento y las obras públicas. Ésto fue necesario debido a la crisis presupuestaria de la ciudad, derivada de años de despilfarro, mala gestión y acuerdos legales. A 2024, la ciudad debe U$S 47 millones a los residentes que han sufrido lesiones por la infraestructura en ruinas de la ciudad y la incompetencia policial.
¿Toda esta infraestructura deficiente es resultado de los recortes de los impuestos en la ciudad? Por supuesto que no. Los impuestos en Los Ángeles están entre los más altos del país. Y todo ésto se suma a los debilitantes impuestos sobre la renta de California, que incluyen los impuestos sobre la renta estatales progresivos más altos. California tiene la carga fiscal más alta del país.
Además, es difícil contratar suficientes trabajadores de extinción de incendios, cuando los bomberos sindicalizados ganan salarios gubernamentales escandalosamente inflados. Como informó The Daily Mail en 2024, el capitán de bomberos de Los Ángeles, Jason Getchius, ganó U$S 823.000 en 2023. En California, no es inusual encontrar empleados del gobierno que ganan cifras de seis dígitos, aprovechando el sistema de horas extras del gobierno.
La policía también es conocida por hacer ésto. Naturalmente, estos enormes salarios para la policía no se traducen en bajas tasas de criminalidad.
La mujer a cargo del agua y las obras públicas en Los Ángeles, Janisse Quinones, gana al menos U$S 750.000. Como la mayoría de los funcionarios del gobierno, su salario no se correlaciona con su competencia.
Ésta es la verdadera razón por la que pagamos impuestos: para que la élite dirigente (los altos funcionarios) y la clase parásita más amplia (los empleados y contratistas del gobierno) vivan estilos de vida de relativa opulencia y comodidad, mientras los trabajadores del sector privado se esfuerzan para producir toda la riqueza real. Si parece peor en California, es porque la estafa está en una etapa mucho más avanzada allí. Por ejemplo, son recortados servicios gubernamentales, como la extinción de incendios y la infraestructura, para financiar pensiones lujosas para los empleados estatales. Ésto es así en muchos estados, pero es especialmente malo en California.
Hidrantes secos. Bomberos millonarios. Alta tasa de criminalidad. Infraestructura en ruinas. ¿Es ésta la “civilización” de la que hablaba Oliver Wendell Holmes? Posiblemente. Sin embargo, contra el despistado Holmes, definitivamente los impuestos no son el precio que pagamos por la civilización. En todo caso, los impuestos _destruyen_ la civilización, al canalizar recursos a órganos estatales extractivos, que operan principalmente para enriquecerse a sí mismos y a la oligarquía gobernante.
¿Y por qué la gente común debería esperar algún servicio real a cambio de todos esos enormes impuestos que paga año tras año? No debería. El estado cuida de sí mismo y de sus cómplices más cercanos. No cuida de la gente que paga las facturas, excepto en ocasiones y por accidente, en busca de buenas relaciones públicas. En cambio, las organizaciones estatales −como la ciudad de Los Ángeles− dedicarán interminables horas y montañas de recursos a recompensar a grupos de interés con conexiones políticas, y a interminables reuniones sobre microagresiones y contrataciones que favorezcan la diversidad, y a censurar a los críticos. ¿Apagar incendios? Eso es una mera ocurrencia de último momento.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko