Las fuerzas de la centralización y la lucha por la libertad

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    El concepto de centralización es generalmente considerado como consecuencia de ciertas decisiones políticas, o la causa de ciertas estructuras sociales. Sin embargo, la centralización y su opuesto, la descentralización, también pueden ser interpretadas como procesos históricos opuestos que deben ser tenidos en cuenta en la larga lucha por la libertad.

    Fuerzas de centralización

    La centralización es un proceso histórico de naturaleza centrípeta. Es el conjunto de fuerzas sociales que desplazan la riqueza económica y el poder político hacia uno o unos pocos centros o polos. Este proceso debe ser considerado no sólo en sentido geográfico, sino también organizativo. De hecho, a medida que mejoran los medios de comunicación, la centralización podría incluso ser principalmente institucional.

    Existe una tendencia natural en la sociedad humana a la centralización. Las personas son más eficientes y están más protegidas en grandes comunidades, en lugar de dispersarse como individuos aislados o pequeños grupos. El evidente interés por compartir libre y voluntariamente información e intercambiar bienes, incentiva naturalmente a las personas a reunirse en el proverbial “mercado”. Los grupos de personas permiten la división del trabajo, fundamental para el desarrollo social y económico. Estos incentivos, a su vez, impulsan la mejora de las comunicaciones y la armonización de normas y leyes. Como escribiera Ludwig von Mises en Nación, Estado y Economía (1919):

    La necesidad del comercio urge a la unidad. Ya no se puede permitir que continúe la fragmentación en el derecho, los sistemas monetarios, las comunicaciones y el transporte, y en muchos otros campos. En todos estos ámbitos, los tiempos exigen la unificación, incluso más allá de las fronteras nacionales.

    Como resultado, los centros urbanos crecieron lentamente, lo que condujo a una centralización del poder económico y político. La fusión de sociedades a largo plazo es testimonio de este proceso, que se prolongó mucho antes del surgimiento del estado moderno. Europa pasó de cientos de estados en la Edad Media, a decenas de estados en la actualidad, a medida que los estados más fuertes se apropiaban de cada vez más territorio mediante guerras y anexiones. China se centralizó (y unificó) políticamente mucho antes, cosechando beneficios económicos gracias a la uniformidad de leyes y normas. Nuevamente von Mises: “[La libertad] aspira a la mayor unificación posible de la ley”.

    Este desarrollo de estados nacionales que buscaban activamente el control legal y económico sobre territorios cada vez más extensos, añadió un componente menos orgánico a la centralización. Un ejemplo de ello es el espectacular crecimiento territorial de Estados Unidos durante el siglo XIX, a medida que el poder fluía con el tiempo hacia el gobierno federal a expensas de los estados. Otro ejemplo es la transformación de la Unión Europea, de un bloque de libre comercio que garantizaba la libertad de circulación en Europa en 1958, a un supuesto superestado político con mayores ambiciones de poder.

    Existe, por lo tanto, una tendencia natural hacia la centralización en la sociedad humana, necesaria para el capitalismo de libre mercado. Pero también existe una centralización más artificial y nefasta, impulsada por la acumulación de poder del estado. Este proceso continúa hoy en día en forma de globalización política. El punto final teórico de esta centralización política es un gobierno mundial único. Es el “Fin de la Historia” en la cosmovisión hegeliana; es decir, la culminación del proceso histórico-mundial en el estado universal homogéneo. Es la antítesis de la libertad.

    Fuerzas de descentralización

    En contraposición a la centralización se encuentra el proceso histórico de descentralización. Este proceso es de naturaleza centrífuga; tiende a dispersar la riqueza económica y el poder político desde uno o unos pocos centros o polos. Las fuerzas centralizadoras y descentralizadoras coexisten con distinta intensidad en distintos momentos, impulsando a la sociedad en direcciones opuestas, aumentando y disminuyendo a medida que cambian las condiciones.

    La descentralización se basa en el hecho de que la sociedad se beneficia enormemente de la toma independiente de decisiones del individuo. Como escribió von Mises en Acción Humana (1949), “el estado ‘anárquico’ de la producción resulta en un mejor abastecimiento de la población, que las órdenes de un gobierno centralizado y omnipotente”. La idea de von Mises era que la fijación descentralizada y sin trabas de precios en el mercado es crucial, ya que son señales que comunican información a compradores y vendedores. Ésto es lo que von Mises denominó “democracia del mercado”.

    Entre las naciones, la descentralización se basa en el hecho de que el libre comercio optimiza la riqueza de las naciones, como demostró Adam Smith. Por lo tanto, el comercio libre de aranceles y de otras barreras comerciales impuestas desde los centros políticos, no puede ser fácilmente resistida con el tiempo, a medida que los beneficios de la libertad económica se hacen cada vez más evidentes. La reducción progresiva de los aranceles a lo largo del tiempo, aunque con altibajos ocasionales, es prueba de ello.

    La humanidad vivió inicialmente completamente atomizada. Por lo tanto, la descentralización permaneció latente durante la mayor parte de la historia, a medida que las fuerzas centralizadoras consolidaban y armonizaban lentamente las comunidades de todo el mundo. Sin embargo, como se vio anteriormente, si es llevada demasiado lejos, la centralización obstaculiza, en lugar de favorecer, la creación de riqueza y la acumulación de capital en la sociedad. Así, a medida que continúa la consolidación del poder, la centralización tiende a encontrar resistencia por parte de la mayoría dominada, a medida que se distancia geográfica o jerárquicamente. En otras palabras, cuando la centralización se vuelve contraproducente para el desarrollo político o el crecimiento económico de la sociedad, como un resorte comprimido, las fuerzas descentralizadoras se acumulan y comienzan a oponerse a este proceso.

    La lucha por la libertad

    La lucha por la libertad debe ser entendida en el contexto del marco construido anteriormente: este complejo flujo y reflujo de las fuerzas históricas de centralización y descentralización. La libertad económica y política actual depende claramente de que la descentralización prevalezca por sobre la centralización.

    En las últimas décadas, el mundo ha atravesado un período de centralización política con el aclamado “momento unipolar” y la ideología destructiva de la globalización política. La élite financiera y política occidental ha logrado imponer con bastante éxito sus planes globalistas mediante su control del sistema bancario internacional y las instituciones supranacionales. La centralización en Occidente está llevando a las sociedades al declive, ya que el intervencionismo estatal, la toma de decisiones verticalista y la fiscalidad asfixiante no dan señales de disminuir, a pesar de las claras señales de oposición popular. La creciente resistencia al fervor centralizador de Occidente hacia el resto del mundo, también explica en parte la conflictiva situación internacional actual.

    Sin embargo, es importante comprender que los resultados de la oposición entre las fuerzas de la centralización y la descentralización no son inevitables ni predestinados; aquéllos pueden verse influenciados, exacerbados o atenuados por ideas y acciones. Por ello, von Mises insistió a menudo en el impacto de las ideas en la dirección de la sociedad, y enfatizó la importancia de involucrarse “en la gran lucha histórica, la batalla decisiva en la que nos ha sumido nuestra época”. Por lo tanto, es más importante que nunca difundir y explicar las ideas de la libertad económica y política, para inclinar decisivamente a la sociedad hacia la descentralización y la libertad.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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