Las personas con vidas sin sentido buscan poder sobre los demás

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    Una de mis discusiones más memorables con un estudiante ocurrió en una clase de Principios de Economía. Parte de la tarea de esa semana consistía en algunos capítulos de The Rational Optimist de Matt Ridley. Ridley comparó los niveles de vida de un trabajador promedio actual, con los del Rey Sol, Luis XIV, en 1700. Algunos de mis estudiantes más ahistóricos se mostraron incrédulos ante la descripción que hizo Ridley de la pobreza extrema de la persona promedio hace apenas unos siglos.

    El rey tenía un estilo de vida opulento en comparación con los demás. Louis tenía la asombrosa cifra de 498 empleados preparando cada una de sus comidas. Sin embargo, su nivel de vida era todavía una fracción del que experimentamos hoy.

    Ridley describió los milagros de la especialización y el intercambio en nuestro tiempo –un cuerno de la abundancia cotidiana en el supermercado, comunicaciones y transportes modernos, ropa para todos los gustos. Si nos quitamos las vendas y vemos cuántas personas nos sirven, Ridley concluye que tenemos “muchos más que 498 sirvientes a nuestra disposición inmediata”.

    Entonces tuvo lugar la memorable discusión. Un estudiante dijo que preferiría vivir en el siglo XVIII si tuviera más dinero que los demás, y poder sobre ellos. Mi primera reacción fue de diversión. Pensé que el estudiante estaba siendo irónico. No lo era. Para él, tener poder era un atributo que daba sentido a la vida. Si la mentalidad de mi estudiante fuese tan sólo un caso de excepción.

    Durante el reinado de Luis XIV, el matemático y filósofo francés Blaise Pascal diagnosticó por qué algunas personas desean el poder. En su Pensées, Pascal escribió: “Siempre he dicho que la única causa de la infelicidad del hombre, es que no sabe estar tranquilo en su habitación”. Pascal explicó que de la incapacidad de sentarse solo, surge la tendencia humana para buscar el poder como una diversión.

    Pascal nos pide que imaginemos a un rey con “todas las bendiciones que puedan serle otorgadas”. Un rey, dijo Pascal, si no tiene “desviaciones” en su pensamiento, “meditará y reflexionará sobre lo que es”. El hipotético rey de Pascal se sentirá miserable, porque “es probable que comience a pensar en todas las amenazas que enfrenta, en posibles revueltas y, finalmente, en muertes y enfermedades ineludibles”.

    “Lo que la gente quiere no es una vida fácil y pacífica que nos permita pensar en nuestra infeliz condición”. Por eso “la guerra y los altos cargos son tan populares”, argumentó Pascal.

    Pascal sostiene que los individuos buscan “ser distraidos de pensar en lo que son”. Yo diría que una mejor elección de palabras, es lo que ellos hicieron de sí mismos.

    Dejaré que el lector decida si a los políticos se les aplican las ideas de Pascal. Con la visión de Pascal, entendemos por qué el conflicto es una característica de la política, y no un error.

    Pascal no escatima en los sentimientos de nadie. Algunos “buscan diversión y ocupación externas, y ésto es el resultado de su constante sensación de miseria”. Para ellos, “el descanso resulta intolerable, debido al aburrimiento que produce. [Ellos] deben alejarse de eso y anhelar la emoción”.

    Asimile esta idea. Una persona capaz de ejercer un poder coercitivo, puede utilizar su mente “desdichada”, moralmente subdesarrollada, para crear miseria sin fin para los demás, simplemente porque el ejercicio del poder la distrae de sus fracaso como ser humano.

    Muchos de los fundadores de Estados Unidos tuvieron una educación clásica y comprendieron los peligros del poder. John Adams escribió: “En todos los hombres hay peligro. La única máxima de un gobierno libre, debe ser no confiar en que ningún hombre que ocupe el poder ponga en peligro la libertad pública”.

    Podemos superar nuestra “sensación de miseria” y nuestra necesidad de “emoción” dándole sentido a nuestras vidas, no buscando poder.

    Viktor Frankl, autor del libro seminal En Busca de Significado, comprendió la importancia de tener una vida con sentido, y lo dañino que es cuando el impulso de significado se ve frustrado. Observóó lo fácil que es “desesperarse ante la aparente falta de sentido de la vida”.

    No es de extrañar que aquellos que no están satisfechos con no tener sentido en la vida, quieran ser desviados de lo que han hecho con sus vidas. Lo que Frankl observó es consistente con Pascal: “A veces, la voluntad de significado frustrada es compensada indirectamente por la voluntad de poder”.

    Frankl añadió: “En otros casos, el lugar de la voluntad frustrada de significado lo ocupa la voluntad de placer”. Del mismo modo, “la principal alegría de ser rey”, observó Pascal, es estar rodeado de gente “que intenta continuamente distraerlo y darle todo tipo de placer … e impedirle pensar en sí mismo”. Pascal y Frankl entenderían por qué alguien contestaría el teléfono cada pocos minutos. El comportamiento desadaptativo es un intento de aliviar la picazón existencial.

    Frankl también entendió por qué la gente se convertía en seguidora de líderes autoritarios. Los movimientos de masas atraen seguidores que no pueden dar sentido a sus vidas, y buscan significado tomado de un líder destructivo.

    Entre las formas en que Frankl creía que podíamos dar sentido a la vida, estaban las acciones intencionales, los esfuerzos creativos y el amor hacia los demás. La actividad empresarial –la búsqueda de nuevas formas de satisfacer las necesidades más urgentes de los consumidores– es un terreno fértil para darle sentido a la vida. Aunque el capitalismo es un mecanismo de creación de significado, incluso el término en sí resulta repugnante para algunos; y por lo tanto, no aprovechan las oportunidades.

    Frankl vio con perspicacia: “Hoy en día, cada vez más personas tienen los medios para vivir, pero no tienen sentido para vivir”. Frankl escribió:

    “Durante mucho tiempo soñamos un sueño del que ahora estamos despertando: el sueño de que si mejoramos la situación socioeconómica de la gente, todo estará bien, la gente será feliz. La verdad es que, a medida que la lucha por la supervivencia disminuyó, surgió la pregunta: ¿supervivencia para qué?”

    Frankl llamó a la falta de significado “vacío existencial”, y advirtió que está “aumentando y extendiéndose hasta el punto de que, de hecho, podría llamarse una neurosis de masas”.

    Lo que observó Frankl lo vemos como una crisis de nuestro tiempo. Muchas personas con vidas sin sentido creen que son víctimas, y los expertos las alientan a pensar de esa manera. Frankl llamó a ésto “fatalismo neurótico”.

    El fatalismo neurótico oculta un hecho básico de la vida humana: las personas que dan sentido a sus vidas, no buscan “liberarse de las condiciones”, sino que se dan cuenta de que tienen la “libertad de adoptar una postura en relación con las condiciones”.

    El rey autoritario de Pascal, o los políticos, no tienen sentido en sus vidas, pero encuentran un sentido falso de significado corrompido al ejercer poder sobre otros, iniciar guerras, emitir decretos, castigar enemigos, etc. Del mismo modo, quienes participan en el cumplimiento de sus órdenes no tienen ningún significado en sus vidas, más allá del que toman prestado de quienes los dirigen. Este círculo ruinoso amenaza la libertad. En un círculo virtuoso, con vidas significativas, no se exige que los líderes impongan su voluntad al público.

    Entonces, ¿dónde nos deja ésto? ¿Estamos dispuestos a encontrarle sentido a nuestras vidas, adoptando una postura ante las condiciones y los desafíos que enfrentamos?

    El imperativo de Frankl es responder al llamado de lo que la vida nos exige. Sus experiencias le enseñaron que “realmente no importa lo que esperamos de la vida, sino lo que la vida espera de nosotros”.

    La gente buscará el poder, pero depende de sus seguidores. Las personas que dan sentido a sus propias vidas, son inmunes a los cantos de sirena.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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