La semana pasada, Estados Unidos y China estuvieron a punto de iniciar una guerra comercial a gran escala, cuando China impuso aranceles de hasta 15% a importantes exportaciones agrícolas estadounidenses. Ésto fue en represalia al aumento de los aranceles del presidente Trump a las exportaciones chinas hacia Estados Unidos de entre 10% y 20%.
Los aranceles de represalia de China muestran cómo las industrias que dependen de la exportación se ven perjudicadas por las políticas proteccionistas. Incluso si otros países se abstienen de imponer aranceles de represalia, los exportadores aún pueden sufrir una reducción de la demanda de sus productos en los países afectados por los aranceles estadounidenses. Las empresas que dependen de materiales importados para fabricar sus productos, también sufren un aumento de los costos de producción debido a los aranceles. El presidente Trump reconoció cómo los aranceles perjudican a los fabricantes estadounidenses al acceder a la solicitud de los fabricantes de automóviles estadounidenses por el retraso de un mes en la aplicación de nuevos aranceles a las importaciones desde México y Canadá.
Muchos consumidores estadounidenses que enfrentan altos precios temen que la política arancelaria del presidente Trump aumente aún más los precios. Y tienen razón en estar preocupados. Contrariamente a la creencia popular, las empresas extranjeras no pagan aranceles. Los aranceles son pagados por las empresas estadounidenses que desean vender productos importados. Cuando aumentan los aranceles, las empresas importadoras intentan recuperar el aumento de costos incrementando sus precios. Los consumidores deben entonces elegir entre pagar el precio más alto, buscar una alternativa local más económica, o prescindir del producto. Sea cual sea su elección, los consumidores saldrán perjudicados, porque no podrán gastar su dinero como prefieran.
Los aranceles pueden brindar un beneficio de corto plazo a las empresas protegidas. Sin embargo, podrían mantener a flote a empresas que deberían haber fracasado, para que sus dueños y trabajadores puedan dedicar su talento a otras actividades que beneficiarían aún más a la economía en su conjunto.
Los defensores de los aranceles, incluido el presidente Trump, afirman que los ingresos provenientes de los aranceles pueden ser utilizados para compensar los ingresos que el gobierno pierde por las reducciones de impuestos. Algunos incluso llegan a afirmar que los aranceles pueden generar suficientes ingresos como para permitir al gobierno derogar el impuesto sobre la renta. El problema es que un arancel genera más ingresos para financiar reducciones de impuestos, sólo en la medida en que no provoque que los consumidores dejen de comprar productos arancelados. Por lo tanto, para generar ingresos para el gobierno, los aranceles deben no ser lo suficientemente altos como para disuadir a los estadounidenses de comprar productos extranjeros arancelados. Cuanto más aumenten los aranceles los ingresos del gobierno, más tenderán a fracasar en el logro de otro objetivo arancelario frecuentemente promovido: el aumento en la compra de bienes nacionales –que no son competitivos y “necesitan ser protegidos”.
Según la Tax Foundation, si el plan arancelario del presidente Trump para China, México y Canadá fuese implementado en su totalidad, aumentaría la recaudación fiscal federal en U$S 142.000 millones este año, un aumento promedio de impuestos de más de U$S 1.000 por hogar. Los aranceles también reducirían la producción económica. Ésto no tiene en cuenta la disminución de la satisfacción del consumidor ocasionada por el hecho de que se ve obligado a modificar sus decisiones de consumo debido a los aumentos de precios impuestos por el gobierno. Tampoco tiene en cuenta los nuevos negocios, productos y empleos que podrían haber sido creados si el gobierno no hubiera drenado recursos de la economía productiva mediante los aranceles.
Los efectos económicos son razón suficiente para oponerse al aumento de aranceles. Sin embargo, la principal razón para oponerse a los aranceles es que, como todos los impuestos (incluido el impuesto inflacionario), los aranceles son robo.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko