Como estudiante de historia estadounidense, no puedo evitar notar la sorprendente similitud entre lo que sucede hoy en Gaza, con lo que sucedió hace unos 160 años en los EE. UU. En 1861, Abraham Lincoln agradeció a su comandante naval, Gustavus Fox, por ayudarlo a engañar a los confederados de Carolina del Sur para que disparen contra Fort Sumter [operación de falsa bandera], colocando buques de guerra en el puerto de Charleston. Nadie resultó herido y mucho menos muerto por el bombardeo del fuerte, pero Lincoln lo utilizó como excusa para enviar un ejército inicial de 75.000 hombres para invadir once estados del sur, y librar una guerra total contra la población civil durante cuatro años.
Hoy se supone que debemos creer que el alardeado Mossad de Israel, asistido por la CIA y la enorme “comunidad de inteligencia” estadounidense, el Pentágono y todo el poder del complejo militar-industrial estadounidense, fueron totalmente sorprendido por palestinos en motocicletas y a pie, quienes fácil y convenientemente rompieron las “impenetrables” barreras hacia Israel. Según informes de prensa, fue tan fácil como con los manifestantes del 6 de Enero de 2021 que, después de ser invitados por la policía, ingresaron al edificio del Capitolio de Estados Unidos. Los palestinos en motocicleta hicieron algunas cosas bárbaras y reprensibles, disparando y matando al azar a cientos de ciudadanos israelíes inocentes (aunque ahora hay evidencia de que muchas de las víctimas israelíes fueron víctimas del “fuego amigo” de su propio ejército). Como todo el mundo sabe ahora, el gobierno de Israel, al igual que Lincoln, utilizó este evento como una razón para librar una guerra total contra todos los palestinos en Gaza, mujeres y niños incluidos.
A mediados del siglo XIX, el derecho internacional había evolucionado hasta el punto en que todos entendían que atacar intencionalmente a civiles era un crimen de guerra que merecía el castigo más severo, y esos castigos efectivamente ocurrieron. Lincoln, por sí solo, le dio la vuelta a todo eso al librar una guerra total contra la población civil del Sur desde el comienzo mismo de su guerra. De hecho, su plan inicial de guerra fue llamado “Plan Anaconda”, porque buscaba rodear y bloquear todo el Sur y literalmente matar de hambre a su población, privándola de alimentos, medicamentos y mucho más. Historiadores de la corte estadounidense –como James McPherson y Stephen Oates– han utilizado palabras como “brillante” y “acto de genio” para describir la guerra contra civiles del sur por parte del ejército estadounidense (con la ayuda de miles de nuevos inmigrantes de Europa).
McPherson ha escrito que unos 50.000 civiles del sur, incluidos mujeres y niños, fueron asesinados por los ejércitos de Lincoln. Viniendo de James McPherson, ésto sea posiblemente una gran subestimación. La población actual es más de diez veces mayor que en la década de 1860, por lo que eso sería el equivalente a que el gobierno de Estados Unidos asesinara hoy a más de 500.000 ciudadanos estadounidenses. Como escribió Robert Penn Warren en su libro El legado de la Guerra Civil, todas estas masivas matanzas en y la destrucción de ciudades enteras, habían creado un “tesoro de virtud” dentro del gobierno de Estados Unidos, hasta el punto de que –cualquiera que fuese el gobierno– lo que hiciera en el futuro sería –por definición– virtuoso, porque era el gobierno de Estados Unidos el que lo estaba haciendo. Y si ésto no funciona, siempre existe la ocurrencia del general Sherman de que “la guerra es el infierno”. Su objetivo es decirle al público que cierre la boca sobre todos los crímenes de guerra que perpetró Sherman. En la medida en que el público se calle, será más probable que tales crímenes se repitan una y otra vez, como ha ocurrido.
Tenga en cuenta que en su primer discurso inaugural, Lincoln prometió su apoyo a la Enmienda Corwin a la Constitución, la que habría prohibido al gobierno interferir alguna vez con la esclavitud. De hecho, Lincoln fue el verdadero autor de la enmienda, sobre la que ordenó a William Seward que lograra su aprobación en el Senado, y así lo hizo. Había sido aprobado por la Cámara de Representantes y el Senado, controlados por los republicanos antes del día de la toma de posesión, cuando Lincoln mintió al respecto diciendo que había oído hablar de la misma, que no la había visto, pero que aun así la apoyaba. Es altamente improbable que el abogado litigante Abe desconociera el texto de una enmienda constitucional para consagrar la esclavitud en la Constitución, la que había sido aprobada por su partido en la Cámara de Representantes y en el Senado. Luego está la Resolución sobre Objetivos de Guerra del Congreso de los Estados Unidos de 1861 (Resolución Crittenden-Johnson), que declaró al mundo que la invasión de los estados del Sur no tenía nada que ver con la esclavitud. Como dijo Lincoln en su primer discurso inaugural, era su deber “cobrar los derechos e impuestos” (aranceles proteccionistas, que se habían más que duplicado dos días antes), pero más allá de eso “no habrá invasión de ningún estado”. La guerra, como Lincoln anunció al mundo en Marzo de 1861, tenía como objetivo obligar a los estados del sur a volver a pagar impuestos federales al gobierno de Washington.
El repudio de Lincoln a las prohibiciones del derecho internacional de ejecutar una guerra intencional contra civiles, abrió la puerta a los peores horrores del siglo XX y sus guerras mundiales. Se convirtió en el espectáculo de los estadounidenses celebrando cosas como el bombardeo de Dresden, ocupada por civiles, y el lanzamiento de bombas atómicas sobre civiles japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Estas atrocidades y crímenes de guerra fueron justificados por ese “tesoro de la virtud”, que se transformó en “excepcionalismo estadounidense”. Lanzar bombas atómicas sobre civiles fue realmente excepcional, ya que nadie más lo ha hecho antes ni después.
Lo que está sucediendo hoy en Gaza es sólo el último episodio de la sangrienta matanza masiva de miles de civiles por parte de un estado bajo el pretexto de la “defensa nacional”. Chris Hedges, de The Real News Network, recopiló innumerables informes de noticias de reporteros sobre el terreno en Gaza y otras fuentes, y describió los efectos del estilo de guerra de Lincoln que libraba allí William Tecumseh Netanyahu. Sólo que Netanyahu está haciéndolo con tecnología militar moderna, gran parte de la cual es suministrada por contratistas estadounidenses de defensa.
Hedges informa que 77% de todas las instalaciones sanitarias en Gaza han sido destruidas junto con 68% de la infraestructura de telecomunicaciones, la mitad de todas las carreteras, 60% de todas las viviendas, y 68% de todos los edificios residenciales. Todas las universidades y otras instalaciones educativas fueron bombardeadas y cerradas. Más de 200 sitios patrimoniales y 208 mezquitas e iglesias han sido destruidos. Hasta ahora, los israelíes han arrojado 25.000 toneladas de explosivos en este terreno de 40 por 8 kilómetros, el equivalente a dos bombas nucleares. Lanzaron bombas de 2.000 libras sobre campos de refugiados. Ésa es una manera de deshacerse del “problema de los refugiados”.
Según Hedges, actualmente hay 1,7 millones de personas sin hogar en Gaza, 32.705 palestinos habían sido asesinados en el momento de su informe, y otros 75.000 quedaron lisiados de por vida a causa de las municiones y bombas. Cientos de médicos y enfermeras murieron en todos los bombardeos, y la gente hambrienta come hierba y alimentos para animales. La enfermedad está rampante.
Aparentemente todo ésto es parte del propio “Plan Anaconda” de Israel. Hedges cita al Ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, cuando declaró que su objetivo es que en Gaza “no haya electricidad, ni alimentos, ni agua, ni combustible”. En Israel incluso se habla de lanzar bombas nucleares para terminar el trabajo.
Según la esposa de Lincoln, su socio legal William Herndon y su guardaespaldas personal, Abe era ateo. Sin embargo, le gustaba citar “las escrituras” para hacer pensar a los Boobus Americanae de su época que lo que estaba haciendo –librar una guerra que pudo haber matado a unos 850.000 estadounidenses, equivalentes a casi 9 millones de hoy en día– era la voluntad de Dios.
Netanyahu también ha invocado recientemente lenguaje bíblico para “justificar” su matanza masiva de palestinos. En un discurso público citó Samuel 15:3 que dice: “Debéis recordar lo que Amalec os ha hecho, dice nuestra Santa Biblia”. Y, citando “Nuestra Santa Biblia”: “Ahora ve y ataca a los amalecitas y destruye totalmente todo lo que les pertenece. No los perdonéis; matad a hombres y mujeres, niños y bebés, vacas y ovejas, camellos y asnos”. Ese es el plan de guerra israelí según su comandante en jefe.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko