Los izquierdistas todavía quieren abolir la familia

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    A principios del mes pasado, los Socialistas Demócratas de América (DSA) patrocinaron un panel sobre la familia en la Conferencia de Socialismo 2025, de su organización. La organización describió el asunto de esta manera: “¿Cómo debería la izquierda relacionarse con la familia? El análisis socialista deja claro que la familia nuclear es una institución inherentemente represiva, racista y heterosexista, que refuerza y reproduce funcionalmente el capitalismo”.

    La mesa redonda contó con la participación de Olivia Katbi, copresidente de Portland DSA; Eman Abdelhadi, profesora adjunta y socióloga de la Universidad de Chicago; y Katie Gibson, profesora asociada de la Universidad de Chicago. Las observaciones clave de las panelistas incluyeron:

    • “Cuando hablamos de la abolición de la familia, hablamos de la abolición de la unidad económica … todas nuestras necesidades materiales cubiertas por el colectivo”.
    • “Abogamos por la abolición de la familia en general … la institución familiar actúa como parte del sistema carcelario”.

    Naturalmente, estos izquierdistas quieren –en parte– abolir la familia porque coinciden con Karl Marx en que es una institución “burguesa” que debe ser destruida para allanar el camino a la utopía socialista. Otro elemento de oposición a la familia proviene de la peculiar obsesión de la izquierda por mercantilizar el sexo. Resulta irónico que estos “anticapitalistas” busquen con tanta vehemencia convertir el sexo en mercancía con valor económico. Pero éste parece ser un principio clave del pensamiento izquierdista en las últimas décadas. Por lo tanto, buscan normalizar el trabajo sexual. Ésto se debe, en parte, a que la izquierda considera el matrimonio como un tipo de trabajo sexual en sí mismo. Después de todo, la familia es “inherentemente represiva”, y toda relación sexual dentro del matrimonio es esencialmente violación. Por lo tanto, es “progreso” abolir el sexo marital, y reemplazarlo por “trabajo sexual”.

    Un par de citas de la mesa redonda que reflejan esta actitud incluyen:

    • “El trabajo sexual y el matrimonio no pueden existir el uno sin el otro; son dos caras de la misma moneda”.
    • “La única diferencia real entre el matrimonio y la prostitución, es el precio y la duración del contrato”.

    Estos izquierdistas también creen que la crianza de los hijos debe ser gestionada y controlada por el estado. Es decir, la crianza de los hijos debe ser colectivizada, y el vínculo padre-hijo debe ser reemplazado por la relación hijo-colectivo.

    Esta idea le resulta familiar a Sophie Lewis, otra ponente de la conferencia, quien ha escrito un libro que promueve el uso generalizado de la gestación subrogada para el nacimiento de niños. En concreto, Lewis sostiene que la gestación subrogada es una herramienta útil para romper el vínculo biológico entre padres e hijos, y destruir las nociones tradicionales de género y familia.

    En parte, Lewis tiene razón. La gestación subrogada, sin duda, socava la institución familiar, y su generalización resultará ser un pilar fundamental para la pesadilla distópica post-humanista que individuos como Elon Musk intentan construir.

    En el centro de todo ésto se encuentra la oposición a la familia como institución independiente, y la afirmación izquierdista de que debe estar totalmente bajo el control del estado.

    Independientemente de lo que diga la izquierda sobre los mecanismos económicos que supuestamente subyacen a la familia, lo cierto es que su odio hacia la familia se debe principalmente a que es un obstáculo para el poder estatal.

    Como señalé en esta conferencia el año pasado, la familia es una institución anterior a todos los estados, y natural a la condición humana y a todas las sociedades humanas.

    Izquierdistas como los presentes en la conferencia de la DSA buscan abolir cualquier vestigio restante de gobernanza independiente no estatal. Aunque lo nieguen, los “socialistas democráticos” están a la vanguardia de la lucha por un poder estatal sin trabas, administrado por una oligarquía gobernante “ilustrada”. Por lo tanto, los socialistas democráticos buscan reorientar todas las lealtades humanas hacia el estado, creando una relación directa entre el estado y la ciudadanía para todos, y estableciendo al estado como el dios que satisface todas las necesidades humanas. A diferencia de cada familia, cuyo poder es relativamente débil y siempre temporal, en la visión de la izquierda el poder del estado debe ser abrumador y permanente.

    Esta idea de la familia como obstáculo, fue central para los defensores de la construcción del estado a lo largo de los siglos XIX y XX. Los marxistas, defensores a ultranza del poder estatal, también percibieron el “problema” de la familia. Por ejemplo, según la visión marxista en la Europa del siglo XIX, las empresas familiares extensas constituían un espacio de poder independiente, fuera del estado, y muchas de estas familias buscaban conscientemente mantener su independencia económica. La visión del historiador marxista Eric Hobsbawm de la “familia burguesa” capta parte del papel central de la familia en la sociedad del siglo XIX: “La ‘familia’ no es simplemente la unidad social básica de la sociedad burguesa, sino su unidad básica de propiedad y empresa comercial”.

    Pero incluso esta competencia institucional informal con el estado no podía ser tolerada por los defensores de un mayor poder estatal. En el siglo XIX, la oposición del estado a las instituciones independientes alcanzó un nuevo nivel con el estado de bienestar. Ésto ocurrió primero en Alemania, donde el nacionalista conservador Otto von Bismarck introdujo por primera vez un verdadero estado de bienestar burocrático (si bien es cierto que Bismarck era conservador, implementó el estado de bienestar –impulsado por los socialistas– como una forma de cooptar políticamente a éstos). En cualquier caso, al igual que los socialistas, Bismarck impulsó el estado de bienestar como un esfuerzo deliberado por acabar con la independencia financiera de la población respecto del estado.

    El economista Antony Mueller concluye que el estado de bienestar estableció “un sistema de obligaciones mutuas entre el estado y sus ciudadanos”. Ésto también representó una poderosa forma de eludir la función de la unidad familiar como barrera institucional entre el estado y los individuos. Ciertamente, el alivio de la pobreza había existido en el pasado. Pero casi siempre era administrado a nivel doméstico familiar. Antes del estado de bienestar de Bismarck, el estado aún no había penetrado por completo la unidad familiar para tratar directamente con los individuos.

    El mismo plan ha sido copiado en todo el mundo, y ha tenido un enorme éxito en la cooptación de la familia por parte del estado. Naturalmente, la izquierda moderna quiere más de esto –mucho más.

    Ésto ha sido clave para la consolidación del poder estatal, y la marginación de la familia es tan importante para la izquierda, porque la resistencia al estado ha tendido a centrarse en alguna lealtad institucional cultural o local. Históricamente, ésto a menudo se materializaba en redes locales de familias y sus aliados. Alexis de Tocqueville señaló que estos grupos proporcionaban un nexo fácil en torno del cual organizar la oposición a los abusos del gobierno. Escribe:

    Mientras se mantuviera vivo el sentimiento familiar, el antagonista de la opresión nunca estaba solo; miraba a su alrededor y encontraba a sus clientes, sus amigos hereditarios y sus parientes. Si este apoyo faltaba, sus antepasados lo sostenían y su posteridad lo animaba.

    Sin estas instituciones, o instituciones similares, concluyó Tocqueville, la oposición política al estado se vuelve ineficaz. En concreto, sin instituciones que permitan construir una resistencia práctica al poder estatal, ni siquiera la ideología antirrégimen tiene forma de ser llevada a la práctica. Continúa:

    ¿Qué fuerza puede conservar la opinión pública, cuando no hay veinte personas unidas por un lazo común; cuando ni un hombre ni una familia … tienen el poder de representar esa opinión; y cuando cada ciudadano igualmente débil, igualmente pobre, e igualmente dependiente sólo tiene su impotencia personal para oponerse a la fuerza organizada del gobierno?

    La reducción de los individuos a unidades impotentes y aisladas –que interactúan principalmente con agentes del estado– es el resultado final de los esfuerzos de la izquierda, independientemente de sus objetivos declarados. En lugar de grupos familiares independientes, unidos por la biología y las antiguas formas naturales de afecto y lealtad humana, como “norma” debemos tener trabajadoras sexuales reguladas por el estado, y niños asignados por el estado, concebidos mediante fecundación in vitro y gestados en vientres de alquiler. Ésto, nos dice la izquierda, nos liberará de la “esclavitud” del matrimonio y de la familia, y reemplazará al capitalismo con la “libertad” de estar completamente solos, atomizados y sin vínculos sociales o económicos por fuera del estado.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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