Joseph Kennedy, Sr. se convirtió en el presidente de banco más joven en la historia de Estados Unidos, con tan solo veinticinco años. Nos han dicho que era un sinvergüenza. Un contrabandista. Que se acostaba con la mafia. Que engañó a su esposa con la actriz Gloria Swanson. Un hombre que usó su fortuna para comprarle la presidencia a su hijo, que no estaba calificado. Como siempre, nos mienten.
En 1937, un joven JFK escribió: “Adolf Hitler es uno de los hombres más grandes. Los mayores confían en él, y los jóvenes lo idolatran. Es la veneración de un héroe nacional que ha servido a su país”. En 1945, a punto de presentarse por primera vez a un cargo político, JFK declaró: “Hitler emergerá del odio que lo rodea actualmente en pocos años como una de las personalidades más importantes que jamás hayan existido”. JFK también afirmó que Hitler “tenía un misterio en su forma de vivir y en su muerte, que perdurará y crecerá después de él. Tenía en sí mismo la esencia de la que se forjan las leyendas”. Ese mismo año, JFK viajó por Europa con James Forrestal, amigo íntimo de su padre, quien se convirtió en Secretario de Defensa de Truman, y posteriormente fue arrojado por una ventana en el Hospital Naval Bethesda. Por una sorprendente coincidencia, Forrestal resultó ser uno de los críticos más acérrimos del recién creado estado de Israel.
A sus veintidós años, en 1939 John F. Kennedy visitó Palestina, la que sin duda existía a pesar de las protestas de los sionistas modernos, y dejó sus impresiones en una carta extraordinariamente perspicaz a su padre. Casi incluí esta carta como apéndice de mi libro American Memory Hole. En su primera línea, JFK revela que él y su padre ya habían hablado de este asunto: “Querido papá: Pensé en escribirte mis impresiones sobre Palestina mientras aún las tenía presentes, aunque sin duda, si conozco a los judíos, conoces la historia completa. Vale la pena analizarla en su totalidad”. JFK escribe: “Por parte judía, existe el deseo de una dominación total, con Jerusalén como capital de su nueva tierra de leche y miel, con el derecho a colonizar Transjordania. Creen que, si se les dieran las oportunidades suficientes, podrían cultivar la tierra y desarrollarla como lo han hecho en la parte occidental. La respuesta árabe a ésto es, dicho sea de paso, que los judíos se han beneficiado con el capital, que si los árabes lo hubieran poseído, habrían realizado milagros similares”. Demostrando una profunda conciencia y madurez intelectual para alguien tan joven, Kennedy continúa describiendo cómo: “La última noche que estuve allí, estallaron 13 bombas, todas en el barrio judío, y todas fueron detonadas por judíos. Lo irónico es que los terroristas judíos bombardean sus propias líneas telefónicas y conexiones eléctricas, y al día siguiente llaman frenéticamente a los británicos para que vengan a repararlas … La simpatía de la gente en el lugar parece estar con los árabes. Ésto no sólo se debe a que los judíos han tenido, al menos algunos de sus líderes, una actitud desafortunadamente arrogante e inflexible, sino que sienten que, después de todo, el país ha sido árabe durante los últimos siglos …”. El viejo Joe era un crítico, como era de esperar, del financiamiento y la creación del moderno estado de Israel. Es imposible imaginar todas esas legendarias conversaciones en la mesa con sus hijos, sin que sus firmes opiniones los influyeran.
El viejo Joe tenía todos los enemigos de verdad, desde Franklin D. Roosevelt hasta Winston Churchill. Como revelé en mi libro American Memory Hole, Roosevelt intentó una vez humillarlo en el Despacho Oval, obligándolo a quitarse los pantalones por alguna razón absurda. Aquí, FDR suena como un guionista novato, además de un conspirador corrupto del Salón de la Fama. El orgullo y la alegría del viejo Joe era su hijo mayor, Joseph P. Kennedy, Jr., quien supuestamente era tan abiertamente antijudío como su padre. Esta información provino de uno de los innumerables libros anti-Kennedy publicados en los últimos cincuenta años, Reckless Youth, de Nigel Hamilton. La élite ha logrado atribuir firmemente la palabra “imprudente” a los Kennedy. Si piensas en imprudente, te imaginas a JFK. RFK. JFK, Jr. Y ahora RFK, Jr. Como señaló Robert F. Kennedy, Jr. en su libro American Values, todas las imágenes negativas de su abuelo provenían de la mafia o de la CIA.
RFK, Jr. describió cómo su abuelo había formado parte de la poco conocida Comisión Hoover, designada por el presidente Truman para investigar las actividades de la CIA. Como escribió RFK, Jr.: “Alan Dulles manipuló la ley y realizó numerosos tratos secretos para obtener enormes presupuestos secretos, y empezó a involucrarse en todos los líos. Mi abuelo formó parte de una comisión que investigó ésto y vio lo que habían hecho. Y cuando estaban derrocando democracias en Guatemala, Irán y en todo el mundo, él (Joe Kennedy, Sr.) dijo: ‘Deberíamos desmantelarla. Deberíamos eliminar la División de Planes’, que era la división de ‘trucos sucios’. Alan Dulles nunca se lo perdonó, ni a él ni a mi familia. Y cuando mi tío llegó y cometió el asesinato de Bahía de Cochinos, despidió a Dulles’”. RFK Jr. también reveló que el Viejo Joe era un auténtico activista contra la guerra, ya que también se había opuesto a nuestra entrada en la Primera Guerra Mundial.
La conmovedora declaración del Viejo Joe en un discurso radiofónico, de que “Estados Unidos debería mantenerse al margen de la guerra”, y que nuestro objetivo debía ser establecer una “paz justa y duradera”, predijo el intemporal discurso de “paz” que pronunció su hijo en Junio de 1963 en la American University, el que prácticamente sentenció su muerte. El Viejo Joe tenía un gran interés personal en ésto, con las vidas de sus tres hijos mayores en juego. Trágicamente, Joe Jr. moriría en un accidente aéreo absurdo y aún inexplicable, tras ofrecerse como voluntario para una misión absurda: bombardear un emplazamiento alemán abandonado hacía tiempo. Su hija Kathleen moriría entonces, increíblemente, en otro accidente aéreo. John casi muere, y se convirtió en un auténtico héroe de guerra al rescatar a un tripulante herido, agarrando la cuerda de su chaleco salvavidas PT109 entre los dientes, y nadando más de cinco kilómetros hasta un lugar seguro. Más tarde, tanto John como Robert morirían asesinados. Cuatro de sus hijos murieron de forma no natural en incidentes separados.
Michael Collins Piper, autor del libro sobre el asesinato de JFK, Juicio Final, durante mucho tiempo olvidado, escribió otro libro antes de su prematura muerte. Titulado Confesiones de un Antisemita, incluye conversaciones entre el entonces embajador en Inglaterra, Joseph Kennedy Sr., y un acaudalado agente, modelo y ejecutivo de televisión de Hollywood, llamado DeWest Hooker, que se centraba en la desproporcionada influencia de los medios judíos y su influencia financiera en Estados Unidos. Piper describió a Hooker como “un hombre extremadamente atractivo, de aspecto aristocrático, con hombros anchos y brillantes ojos azules”, que había aparecido en todas las revistas nacionales como modelo de las camisas Hathaway, y llevaba un parche en un ojo. También era el modelo masculino principal de los cigarrillos Chesterfield. Una de las cosas más explosivas que el Viejo Joe le dijo a Hooker fue: “Nosotros (refiriéndose a los patriotas no judíos) perdimos la Segunda Guerra Mundial, y los judíos ganaron”. A lo largo de 1938, el embajador Kennedy intentó reunirse con Adolf Hitler sin la aprobación del Departamento de Estado.
Gracias a la investigación no deseada de Piper, ahora sabemos que el presidente Kennedy se encontraba enfrascado en una batalla secreta con el presidente israelí David Ben-Gurion al momento de su asesinato. JFK estaba indignado por el desarrollo de armas nucleares por parte de Israel. No fue hasta hace poco que me enteré de que el 22 de Noviembre de 1963 coincidió con el quincuagésimo tercer aniversario del primer encuentro en Hoboken, New Jersey, de los banqueros que conspiraron para crear la Reserva Federal. JFK y su hermano, el fiscal general Bobby Kennedy, habían enfurecido a los líderes sionistas al apoyar una investigación dirigida por el senador William Fulbright (a quien Kennedy había intentado sin éxito nombrar secretario de Estado), destinada a registrar al Consejo Sionista Americano como “agente extranjero”, sujeto a la Ley de Registro de Agentes Extranjeros de 1938, lo que habría dejado a su división de cabildeo, AIPAC, prácticamente sin poder.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko








