Mises vs. Hayek: ¿Es el socialismo un problema de propiedad o de conocimiento?

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    Uno de los mayores logros de Joseph Salerno fue haber des-homogeneizado las teorías económicas y sociales de Ludwig von Mises y de Friedrich A. Hayek, ya que ambos suelen ser considerados como “iguales”. En particular, Salerno demostró que el enfoque de ambos sobre el socialismo es marcadamente diferente, y argumentó que la tesis original de von Mises (que el problema del socialismo está relacionado con la imposibilidad del cálculo económico) resultó ser correcta desde el principio, y se convirtió en la última palabra; mientras que la contribución distintiva de Hayek al debate sobre el cálculo socialista, estuvo equivocada desde el principio, y sólo sirvió para agregar más confusión al debate. El siguiente artículo proporcionará apoyo adicional a la tesis de Salerno.

    El conocido argumento de von Mises sobre el problema del cálculo económico en el socialismo puede ser resumido de la siguiente manera: si no hay propiedad privada sobre la tierra, los bienes de capital y otros factores de producción, entonces es imposible que haya un mercado de los mismos. Si no hay mercado de los mismos, entonces no hay formación de precios para los mismos. Sin formación de precios, es imposible efectuar previsiones y cálculos económicos. Por lo tanto, el cálculo económico –es decir, la comparación entre los ingresos y los costos esperados, todos expresados ​​en términos de un medio de intercambio común (que permita operaciones contables cardinales)– es literalmente imposible en una economía nacionalizada. El irremediable error del socialismo reside en la ausencia de propiedad privada sobre la tierra y los factores de producción; y, por tanto, la imposibilidad del cálculo económico.

    Según Hayek, el problema del socialismo no es la ausencia de propiedad, sino la ausencia de conocimiento. Su tesis es totalmente diferente de la tesis de von Mises.[[1]] Según Hayek, el defecto fundamental del socialismo es que el conocimiento –en particular, “el conocimiento de las circunstancias específicas de cada tiempo y lugar”– existe sólo en una forma muy dispersa, dentro de las mentes de muchos individuos distintos. Por lo tanto, en la práctica es imposible reunir y procesar todo el conocimiento existente y colocarlo en la mente de un único planificador central socialista. La solución de Hayek no es la propiedad privada, sino la descentralización del uso del conocimiento.

    Sin embargo, esta tesis es ciertamente absurda. En primer lugar, porque si el problema realmente radica en el uso centralizado del conocimiento, entonces resulta difícil explicar por qué existen familias, clubes y empresas, y por qué estas instituciones no enfrentan los mismos problemas que el socialismo. Las familias y las empresas también tienen planificación centralizada. El jefe de familia y el propietario del negocio también hacen planes que restringen el uso que otros pueden hacer de su conocimiento privado. Y, sin embargo, hasta donde sabemos, las familias y las empresas no experimentan los mismos problemas que el socialismo.

    Según von Mises, esta observación no presenta ningún desafío: bajo el socialismo, la propiedad privada está ausente. Las familias y las empresas, por el contrario, se basan exactamente en la institución de la propiedad privada. Sin embargo, según Hayek el funcionamiento armonioso de familias y empresas es algo enigmático pues, en su concepción, una sociedad totalmente descentralizada es aquélla en la que cada persona toma sus propias decisiones basándose en su propio y exclusivo conocimiento de las circunstancias que le rodean, sin sufrir ninguna restricción impuesta por algún planificador central, o por alguna norma supraindividual (como la institución de la propiedad).

    La segunda razón por la que esta tesis es absurda es porque, si la aspiración es simplemente el uso descentralizado del conocimiento en la sociedad, entonces resulta difícil explicar por qué los problemas del socialismo son fundamentalmente distintos de los que enfrenta cualquier otra forma de organización social. Al estar compuestas por individuos distintos, todas y cada una de las organizaciones humanas hacen inevitablemente un uso constante del conocimiento descentralizado. En el socialismo el conocimiento descentralizado es utilizado tanto como en las empresas privadas o las familias.

    La planificación central existe tanto en el socialismo como en la empresa y, dentro de las limitaciones de esta planificación, los trabajadores socialistas y los empleados de la empresa utilizan su propio conocimiento descentralizado de las circunstancias específicas de cada momento y lugar para implementar y ejecutar el plan determinado por el jefe de la organización. Según von Mises, todo ésto es irrelevante. Según Hayek –si consideramos su marco analítico– no hay diferencia entre el socialismo y una gran empresa privada. Ambos sufren el mismo mal funcionamiento. Por tanto, una empresa privada tiene el mismo defecto que el socialismo. O, dicho de otra manera, el socialismo no tiene más defectos que una empresa privada.

    Evidentemente, la tesis de Hayek sobre el problema central del socialismo es absurda. Lo que distingue categóricamente al socialismo de las empresas privadas y de las familias, no es la existencia de conocimiento centralizado o la ausencia de uso de conocimiento descentralizado, sino más bien la ausencia de propiedad privada y, por tanto, de precios. De hecho, en referencias ocasionales a von Mises y a su argumento sobre el problema del cálculo, Hayek parece a veces darse cuenta de ésto también. Sin embargo, su intento por integrar su propia tesis con la de von Mises y crear así una nueva y más eminente síntesis teórica, fracasa.

    La síntesis hayekiana consiste en la siguiente conjunción proposicional: “Básicamente, en un sistema en el que el conocimiento de los hechos relevantes está disperso entre varias personas, los precios pueden servir para coordinar las diferentes acciones de varias personas”, y “el sistema de precios” puede servir como “un mecanismo de transmisión de información”. Aunque la segunda parte de esta proposición parece vagamente misesiana, no está del todo claro cómo puede relacionarse con la primera, excepto a través de la elusiva asociación que efectúa Hayek de los términos “precios”, con “información” y “conocimiento”.

    Sin embargo, esta asociación es más un truco semántico que un argumento riguroso. Por un lado, es inocuo hablar de los precios como transmisores de información. Los precios nos informan sobre los valores de cambio pasados, pero de ello no se sigue que el problema central del socialismo sea la falta de conocimiento. Tal conclusión sólo sería válida si los precios fueran en realidad información. Sin embargo, ésto no es cierto. Los precios transmiten conocimiento, pero son sólo una especificación de cuáles son los valores de cambio de diversos bienes. Además, los precios resultan de las interacciones voluntarias de diferentes individuos que realizan transacciones bajo la premisa de que sus bienes son propiedad privada. Sin la institución de la propiedad privada, la información transmitida por los precios simplemente no existe. La propiedad privada es una condición necesaria para que el conocimiento se comunique a través de los precios. De lo cual se desprendería que, como hizo von Mises, la ausencia de la institución de la propiedad privada constituye el problema del socialismo. Decir que el problema del socialismo es la falta de conocimiento, como dijo Hayek, es confundir causa y efecto, o premisa y consecuencia.

    Por otra parte, la identificación de Hayek entre “precios” y “conocimiento” implica una ambigüedad engañosa. Hayek no sólo no distingue entre lo que podríamos llamar conocimiento institucional ‒información que, para su existencia, requiere una institución (así como el conocimiento de los precios requiere de la propiedad privada)‒ y conocimiento bruto o extrainstitucional ‒como “ésto es un roble”, “me gustan los maníes” o “los pájaros pueden volar”. Además, Hayek no menciona que el conocimiento transmitido por los precios no es en absoluto el mismo tipo de conocimiento cuya existencia, según él, es responsable de la “imposibilidad práctica” del socialismo y la planificación central. Lo que hace imposible la planificación central, según Hayek, es el hecho de que una parte del conocimiento humano existe sólo como información esencialmente privada:

    Prácticamente cada individuo tiene alguna ventaja comparativa sobre los demás, porque posee información única sobre qué tipos de usos beneficiosos pueden hacerse de determinados recursos; usos que sólo ocurrirán si la decisión de cómo utilizarlos es dejada en manos de ese individuo, o es efectuada con su activa cooperación.[[2]]

    Si bien es cierto que dicha información existe, y si bien también es cierto que el conocimiento exclusivamente privado nunca puede ser centralizado (sin que se pierda información), ciertamente no es cierto que el conocimiento transmitido por los precios caiga en esta categoría de información exclusivamente privada. Por supuesto, los precios son “precios pagados en lugares específicos y en momentos específicos”, pero eso no los convierte en información privada en el sentido hayekiano. Por el contrario, la información transmitida por los precios es información pública, ya que los precios ‒como valores de cambio objetivos‒ son acontecimientos reales. Puede ser difícil saber todos los precios pagados en fechas y lugares específicos, así como puede ser difícil saber la ubicación física de todas las personas en un momento determinado. Sin embargo, no sería imposible conocer al menos uno de ellos (y con la tecnología informática actual eso sería fácil). En cualquier caso, si bien es cierto que yo nunca sabré todo lo que tú sabes, y viceversa, lo cierto es que es perfectamente posible suponer que ambos podamos poseer simultáneamente la misma información de precios, del mismo modo que ambos podamos conocer simultáneamente los mismos resultados de fútbol.

    Por lo tanto, lo cierto es que el conocimiento transmitido por los precios sí puede ser centralizado. Sin embargo, si la información sobre los precios es información pública y, por lo tanto, puede ser centralizada, entonces según la tesis de Hayek ‒de que el problema del socialismo surge de la ineficiencia de intentar centralizar el conocimiento privado genuinamente no centralizable‒ la ausencia de precios, y en consecuencia de propiedad privada, no tiene nada que ver con el problema del socialismo. De lo contrario, si estamos de acuerdo con la teoría de von Mises de que la ausencia de propiedad privada y de precios está de hecho relacionada con el problema del socialismo, entonces la contribución de Hayek al debate sobre el socialismo debe ser descartada como incorrecta, engañosa e irrelevante.

    Esta concepción errónea que tenía Hayek sobre el socialismo, es sintomática de una falla fundamental en su pensamiento, falla que permeaba no sólo su pensamiento económico, sino también, y en particular, su filosofía política: su ultrasubjetivismo. Como lo señalaron y citaron hasta la saciedad sus numerosos seguidores, Hayek estaba convencido de que “posiblemente no sea exagerado decir que cada avance importante logrado en la teoría económica en los últimos cien años, ha sido un paso adelante en la aplicación consistente del subjetivismo”.[[3]] Si bien ésto puede ser cierto, no se sigue lógicamente que cada avance en la dirección del subjetivismo conduzca también a un avance en la teoría económica. Sin embargo, Hayek parece haber llegado a esta conclusión y, al hacerlo, se convirtió en el principal ejemplo de la ilustración de la falsedad de esta teoría.

    Von Mises, y en su estela aún más claramente Murray Newton Rothbard, conciben la economía como la ciencia de la acción humana. La acción tiene dos aspectos inseparables: un aspecto subjetivo (la acción es racional e inteligible) y un aspecto objetivo (actuar es siempre actuar utilizando cosas reales y materiales físicos). En consecuencia, la filosofía económica y política de von Mises y de Rothbard es siempre sólida, y sus teorías y categorías tienen invariablemente un significado real y funcional: propiedad privada, división del trabajo basada en la propiedad privada, producción, intercambio directo e indirecto, e interferencia obligatoria en la propiedad privada, la producción y el intercambio a través de impuestos, inflación monetaria, legislación y regulación.

    En marcado contraste, Hayek ‒y, engañados por éste en distintos grados, también Israel Kirzner y Ludwig Lachmann‒ ve la economía como una especie de ciencia del conocimiento humano. Así, las teorías y categorías de Hayek se refieren a fenómenos puramente subjetivos, y son invariablemente ambiguas o incluso ilusorias. No le preocupa la acción física, sino el conocimiento y la ignorancia, la división, dispersión y difusión del conocimiento, estar alerta, el descubrimiento, el aprendizaje, la coordinación, y la divergencia de planes y expectativas. El mundo externo (físico) y los acontecimientos reales (materiales), han desaparecido casi por completo de esta visión. Las categorías de Hayek se refieren a la descripción mental de acontecimientos y relaciones, algo completamente neutral e incompatible con cualquier descripción física real de los acontecimientos.

    Aún más notable y perturbador fue el giro ultrasubjetivista en la filosofía política de Hayek. Según una antigua y respetada tradición político-filosófica compartida por von Mises y por Rothbard, la libertad es definida como la libertad de poseer la propia propiedad y poder controlarla como uno desee; y la coerción es el inicio del daño físico a la propiedad privada de otros. En marcado contraste, Hayek define la libertad como “un estado en el que cada uno puede usar su propio conocimiento para sus propios fines”[[4]]; y coerción significa “el control del entorno o las circunstancias de un individuo por otro, de modo que, para evitar un daño mayor, se ve obligado a actuar no de acuerdo con un plan coherente de su propia elaboración, sino de manera que sirva a los fines de otro”[[5]]; o, alternativamente, “la coerción ocurre cuando las acciones de un hombre son controladas y determinadas de manera que sirvan a los deseos de otro hombre, para el propio propósito de ese hombre”[[6]]. Es claro que la definición de Hayek no contiene ninguna referencia a bienes escasos ni a propiedades tangibles, y no proporciona ningún criterio físico ni ningún indicador sobre la existencia o inexistencia de ninguno de estos acontecimientos. Más precisamente, la coerción y la libertad se refieren a configuraciones específicas de deseos subjetivos, planes subjetivos, ideas subjetivas o expectativas subjetivas. Como predicados mentales, las definiciones de libertad y coerción de Hayek son compatibles con cualquier suceso físico real.[7]

    Está más allá del alcance de este artículo ofrecer una crítica y refutación detallada del ultrasubjetivismo de Hayek. Sin embargo, más allá de la cuestión fundamental sobre si es posible una ciencia del conocimiento en el sentido imaginado por Hayek (es decir, si puede haber otra ciencia del conocimiento separada, por una parte, de la lógica y la epistemología; y por otra, de la historia de las ideas), dos conclusiones se vuelven dolorosamente claras. Incluso si la ciencia del conocimiento de Hayek fuera posible, parece, en el mejor de los casos, irrelevante, puesto que carece praxeológicamente de sentido. En el peor de los casos, es intelectualmente pernicioso, ya que promueve el relativismo.

    En cuanto al mundo real, en el que se actúa utilizando la propiedad física, y en el que hay producción e intercambio, dinero y mercados, pérdidas y ganancias, acumulación de capital y quiebras, no puede haber duda de la existencia de leyes generales, y de que hay una tendencia incesante hacia el equilibrio general (coordinación de acciones). De la misma manera, no puede haber duda de que existen tendencias desequilibradas que operan dentro del mundo de los impuestos, la inflación monetaria, la legislación y la regulación. De hecho, sería extremadamente costoso, incluso prohibitivo, no reconocer esas leyes y tendencias, y adoptar puntos de vista relativistas. Por el contrario, al retirar sigilosamente la atención del mundo tangible de la acción y de la propiedad, y desviarla hacia el mundo etéreo del conocimiento, las ideas, los planes y las expectativas, las visiones relativistas se vuelven atractivas y baratas. Aparentemente, no hay regularidades ni tendencias en el mundo del conocimiento hayekiano. De hecho, es difícil incluso imaginar qué podrían significar “ley” y “equilibrio” en el contexto de fenómenos puramente subjetivos. En cambio, parece que no hay nada más que constantes cambios caleidoscópicos.

    No es sorprendente, por tanto, que Hayek y sus seguidores pudieran proclamar lemas relativistas como: “”No podemos hacer nada para mejorar nuestra condición, excepto confiar en la evolución espontánea”; “Nuestro futuro es totalmente misterioso”; “Lo único que nos queda es participar en una cadena interminable e ilimitada de conversación”. En lo que se refiere al alcance de los fenómenos puramente subjetivos, si tal consejo se dirigiera exclusivamente a un ser desencarnado y puramente espiritual, podría parecer prudente. Pero ¿qué beneficio puede obtener de ellos un ser con existencia corpórea? En lo que respecta al mundo real y material de la acción y de la propiedad, ese consejo es una tontería contraproducente.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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    [1] En particular, véase su ampliamente aclamado artículo de 1945, El uso del conocimiento en la sociedad.

    [2] Idem.

    [3] F. A. Hayek, The Counterrevolution of Science (New York: Free Press, 1955), p. 21.

    [4] F. A. Hayek, Law, Legislation, and Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1973), vol. 1, pp. 55-56.

    [5] F. A. Hayek, The Constitution of Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1960), pp. 20-21.

    [6] Ibid., p. 133.

    [7] Ver também Hans-Hermann Hoppe, “Hayek on Government and Social Evolution”. Review of Austrian Economics 7, no. 1 (1994): esp. 70ff.

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