[Reseña del libro The Fake China Threat and Its Very Real Danger, de Joseph Solis-Mullen, Libertarian Institute, 2023; vii + 145 pp]
Se afirma a menudo que China, que aspira a la hegemonía mundial, planea librar una guerra contra Estados Unidos. Tanto los demócratas como los republicanos advierten sobre una guerra inminente. Joseph Solis-Mullen, libertario que escribe a menudo para antiwar.com y sabe mucho sobre China (aunque afirma que no es un sinólogo), discrepa. En su opinión, China no supone ninguna amenaza para Estados Unidos. La dificultad en las relaciones entre los dos países se debe más bien al hecho de que China ha acumulado suficiente capacidad militar como para tener buenas posibilidades de derrotar un ataque estadounidense destinado a defender Taiwán, lo que difícilmente es una prueba de agresión china. Solis-Mullen sostiene que Estados Unidos debería retirarse de Taiwán, que en su opinión es claramente una zona que está bajo la soberanía china. Hacerlo, piensa, mejoraría enormemente las posibilidades de que haya buenas relaciones entre los dos países.
El argumento de Solis-Mullen contra una política agresiva hacia China no depende de las intenciones de China. Por hostil que sea China, piensa, carece de la capacidad para invadirnos.
Solis-Mullen aduce una serie de dificultades que dificultarían la invasión china, entre ellas la geografía de Estados Unidos y el continuo colapso demográfico de China, las limitaciones de recursos, los grupos minoritarios descontentos, y los vecinos hostiles. ¿Por qué, entonces, el gobierno estadounidense se esfuerza por convencer a la gente de que el peligro de invasión es sustancial? La respuesta de Solis-Mullen es que le conviene hacerlo. Es una forma del estado de convencernos de que renunciemos a nuestras libertades, y el estado aumente su propio poder.
Llama la atención sobre una observación de William F. Buckley Jr., agente de la CIA que afirmaba ser libertario:
“Al considerar que el poder soviético es una amenaza para la libertad estadounidense … tendremos que reorganizar, sensatamente, nuestros planes de batalla; y ésto significa que tenemos que aceptar un Gobierno Grande mientras dure [la contienda de la Guerra Fría] … porque ni una guerra ofensiva ni una defensiva puede ser librada … excepto a través del instrumento de la burocracia totalitaria dentro de nuestras costas”.
“Idealmente … la Plataforma del Partido Republicano debería reconocer un enemigo interno: el estado. Pero ese ‘idealismo’ debe ser dejado de lado en nombre de la ‘seguridad nacional’”.
En resumen, quienes controlan el estado nos dicen que debemos renunciar a la libertad para defenderla. Citando a Robert Higgs y Randolph Bourne, Solis-Mullen dice:
“Esta relación entre la guerra, la preparación para la guerra, y la pérdida de la libertad individual a manos del gobierno, es tan obvia, que se pueden encontrar muchas citas en ese sentido, aunque esta sabiduría de sentido común, en el ajetreo diario de la vida y las miles de decisiones que conlleva, a menudo se pierde, se relega a un segundo plano, y las disposiciones que violan nuestros derechos más fundamentales se introducen en las notas a pie de página de proyectos de ley de miles de páginas, y son apruebadas sin que nadie las haya leído”.
Para comprender el argumento de Solis-Mullen, es esencial entender una suposición fundamental suya que los rothbardianos encontrarán agradable. Los estadounidenses tienen interés vital en defensa sólo en proteger nuestras propias fronteras de la invasión. Podemos deplorar lo que sucede en otros lugares, pero no es nuestra preocupación tratar de remediar los problemas en el extranjero. Dice sobre el trato que el gobierno chino da a la minoría uighur:
¿Se está discriminando a los uighur? Tal vez. Tal vez incluso posiblemente. Pero ¿debería servir eso como base de la política hacia Pekín? Seguramente no. Este tipo de discriminación no es algo único, como tampoco lo es el hecho de tener un pésimo historial en materia de derechos humanos. Ésto no impide que países como Egipto o muchos otros estados autoritarios se sienten cómodamente en la nómina de Estados Unidos. Es obvio para todos, aliados y enemigos por igual, por qué Washington ha decidido convertir a los uighur en un problema: sirve a sus intereses.
La conclusión de Solis-Mullen de que Estados Unidos no debe involucrarse en lo que no nos amenaza directamente es correcta, pero el argumento que acabamos de presentar tiene un problema. Se basa en la premisa de que si a uno le preocupan las violaciones de los derechos humanos, debe actuar contra todas esas violaciones o contra ninguna. ¿Por qué no puede uno preocuparse por algunas violaciones y no por otras, según sus intereses? Preocuparse por algunas violaciones no implica lógicamente que uno deba preocuparse por otras.
La presentación que hace Solis-Mullen de las relaciones entre Estados Unidos y China es informativa. Subraya que los chinos han respondido a menudo a las provocaciones estadounidenses, y los lectores se beneficiarán de su relato experto. Sin embargo, discrepo con él en un aspecto. Dice:
Conforme con dejar que los beligerantes japoneses y chinos se desangraran mutuamente durante los años 1930 y principios de los 1940, no fue hasta cerca de la conclusión de la campaña del teatro del Pacífico de Estados Unidos contra los japoneses que la ayuda real comenzó a fluir a las fuerzas corruptas, ineficaces y nominalmente republicanas. Aunque la ayuda continuaría en los años posteriores a la rendición japonesa, estaba claro, particularmente para George Marshall, quien visitó China para alentar una reconciliación entre el Kuomintang (KMT) y el PCC, que se estaba desperdiciando dinero bueno tras dinero malo.
Por el contrario, Cómo se perdió el Lejano Oriente de Anthony Kubek, 1963, argumenta con acierto que gran parte de la llamada ayuda a Chiang Kai-shek estaba diseñada para destruir su sistema monetario, y que Marshall fue engañado por asesores que eran simpatizantes comunistas. Los lectores deben tener en cuenta que los defectos del KMT no deben hacernos olvidar los defectos del KMT.
A pesar de algunos puntos de desacuerdo, recomiendo encarecidamente La falsa amenaza de China y su peligro muy real. Al igual que Murray N. Rothbard, Solis-Mullen es plenamente consciente de los peligros que plantean los intelectuales de la corte, los que defienden posiciones que les darán poder y riqueza. En cuanto a los conflictos de intereses, dice: “En lo que respecta a los conflictos de intereses, es fácil para cualquier persona interesada descubrir quién paga a quienes escriben estos libros [que afirman que China amenaza a los Estados Unidos]. Difícilmente sean el producto de ciudadanos simplemente preocupados o académicos sinceramente interesados; casi invariablemente, son producidos por personas con interés financiero o profesional directo en el conflicto entre grandes potencias, específicamente con China”.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko