No hubo tal “pandemia”

    0

    En Noviembre de 2023 publicamos una “postura revisada sobre las vacunas” que, aunque estaba basada en el trabajo que habíamos efectuado en los últimos años, nos llevó a lo que muchos consideran una posición radical, sobre todo en comparación con la posición que habíamos adoptado un año antes.

    Es bien sabido que nuestro material hasta la fecha es muy crítico con las acciones de los gobiernos en los últimos cuatro años. Sin embargo, la mayoría de nuestros artículos –especialmente los escritos antes del año pasado– aceptaban explícita o implícitamente la proposición de que se había producido un acontecimiento que justificaba el uso de la palabra “pandemia”, y que ésta había sido causada por “el virus”.

    En nuestra posición revisada sobre las vacunas, afirmamos inter alia que, en nuestra opinión, las “vacunas contra el covid” simplemente no fueron necesarias porque, según cualquier definición razonablemente útil o sensata de la palabra, no hubo pandemia.

    Esta declaración de posición pretende exponer con más detalle cuál es nuestro pensamiento actual en relación con esta posición relativamente nueva.

    ¿Qué queremos decir con “no hubo tal ‘pandemia’”?

    La comprensión convencional y la percepción pública de una pandemia se asocian con la propagación de una enfermedad que a) incrementa el riesgo de muerte para muchas personas, incluidas las que anteriormente estaban sanas, y b) causa directamente un gran número de muertes que de otro modo no habrían ocurrido.

    De hecho, las autoridades gubernamentales y los funcionarios de salud pública dieron a entender que todos, independientemente de la edad y del estado de salud, éramos susceptibles al nuevo virus, cualquiera podía morir a causa del mismo, y que la infección creaba inmunidad deficiente, la que debía ser reforzada con nuevas inyecciones terapéuticas.

    Sin embargo, se hizo rápidamente evidente en 2020 que, fuera lo que fuese “el covid”, no parecía afectar a las personas sanas más que otras varias infecciones respiratorias comunes, dejaba intactas enormes franjas del planeta (incluso con una gran sobreatribución), y no tenía efectos discernibles en la mortalidad global por todas las causas.

    Por lo tanto, según cualquier comprensión razonable y común del significado de la palabra “pandemia”, no estábamos experimentando una. Ésto es así, independientemente de que haya surgido o no un nuevo virus en algún momento antes de 2020 que causara una nueva enfermedad denominada “covid-19”.

    Muchos de los que insisten en que hemos experimentado una pandemia, han pasado a confiar en un significado de pandemia que no exige que implique un gran número de muertes, sino sólo enfermedades.

    Sin embargo, una ola de enfermedades respiratorias en gran medida no mortales y anodinas que afectaron principalmente a los ancianos y a otras personas frágiles, NO fue la base sobre la que el establishment justificó la instauración de lo que resultaron ser medidas extraordinariamente dañinas, incluida la administración forzada de terapias novedosas a miles de millones de personas.

    Independientemente de que lo que ocurrió coincidiera o no con la definición de pandemia de cualquier entidad, lo que está claro es que las autoridades engañaron al mundo –con consecuencias catastróficas– sobre la existencia de una emergencia sanitaria mundial repentina, incluidos los acontecimientos que precedieron y siguieron a la declaración de “pandemia”.

    Muchos han caracterizado los acontecimientos de la era del covid como una reacción exagerada a un nuevo virus, el que resultó ser menos grave que lo que fue afirmado, y que fueron cometidos muy graves errores en la respuesta.

    Sin embargo, como explicaremos más adelante, vamos más allá. Cuestionamos la suposición central que sustenta la mayor parte del discurso sobre el asunto.

    Entonces, si no fue “pandemia”, ¿estaba seguramente propagándose algo nuevo?

    Parece haberse convertido en una verdad aceptada que:

    Algo nuevo se propagó de persona a persona desde algún punto, causando directamente oleadas de una enfermedad nueva.

    En 2020, la narrativa que se promovió fue la de un virus de origen zoonótico que surgió en Wuhan, antes de propagarse por todo el mundo causando una pandemia global.

    Más recientemente, parece haber ganado fuerza la idea de que la historia del origen zoonótico es falsa, y que fue utilizada como encubrimiento para la peligrosa investigación de ganancia de función (GdF), la que en realidad “causó la pandemia”. Puede ser significativo que, mientras que en otros aspectos los medios de comunicación tradicionales parecen todavía extremadamente reacios a informar sobre material contrario al establishment en relación con la era del covid, la teoría de la fuga de laboratorio no parece estar ya sujeta a la misma censura.

    En nuestra opinión, las narrativas de la “fuga de laboratorio” y del “efecto zoonótico”, son dos partes constitutivas de una falsa dicotomía: la presentación de estas dos opciones, y la promoción de un debate animado únicamente entre las mismas, pero no fuera de esos parámetros, está actuando como distracción de una serie de cuestiones muy importantes sobre la naturaleza esencial del episodio pandémico, especialmente durante sus primeras semanas y meses.

    En la actualidad, aunque existen diferencias de creencia en cuanto a dónde se originó exactamente “el virus”, y qué tan grave habría sido la enfermedad que habría causado si las autoridades hubieran “respondido mejor”, existe una aceptación casi universal de la siguiente narrativa central, incluso por parte de algunos de los que se han opuesto a la mayoría o a todas las políticas gubernamentales recientes contra el covid:

    Hubo una nueva enfermedad causada por un virus que se originó en un laboratorio donde estaban siendo llevadas a cabo investigaciones sobre ganancia de función, antes de propagarse de persona a persona por todo el mundo, causando una pandemia global.

    PANDA no solo argumenta en contra de que haya habido una pandemia, sino que tampoco acepta que se haya demostrado que algo nuevo se propagó de persona a persona desde algún punto, causando directamente oleadas de una nueva enfermedad.

    ¿“Hubo una fuga de laboratorio”, es la pregunta correcta?

    Aparentemente hay cientos de fugas de laboratorio cada año. Curiosamente, ninguna de ellas ha parecido capaz de causar un evento significativo de muerte masiva, y mucho menos una pandemia global.

    Entonces, la pregunta pertinente no es “¿hubo una fuga de laboratorio?”, sino más bien “¿acaso una fuga de laboratorio de una fuente puntual dio lugar a que un virus se propagara por todo el mundo, provocando de repente que muchas personas enfermaran con una nueva enfermedad?”

    En la evaluación de PANDA, no hay ninguna evidencia convincente que respalde esta narativa. Es importante señalar que la narrativa del establishment requiere que estos tres elementos sean ciertos:

    1. Que los virus puedan ser diseñados de manera tal que tengan un potencial pandémico peligroso.
    2. Que las olas de muertes y enfermedades graves estén vinculadas con la propagación de ese virus.
    3. Que el virus y la enfermedad que cause sean nuevos, bajo cualquier significado racional de esa definición.

    1. ¿Pueden ser diseñados los virus de manera que tengan un peligroso potencial pandémico?

    Las relaciones entre la secuencia, la estructura y la función de los virus son complejas y poco entendidas. No aceptamos que los científicos puedan predecir qué efecto tendría cambiar un número de pares de bases, o insertar algún material genético adicional en un virus cuando se enfrenta a la presión de selección en la naturaleza.

    En realidad, dudamos de que sea posible crear virus diseñados en un laboratorio que, en el mundo real, sean capaces de replicarse a gran escala.

    Sin embargo, incluso si fuera posible crear virus diseñados que fueran capaces de replicarse, dudamos de que pudieran añadir una carga significativa adicional de enfermedad o muerte a la población humana, y mucho menos hacerlo en un período de tiempo tan corto.

    Además, incluso si fuera posible crear virus diseñados capaces de replicarse, de forma que pudieran ocasionar enfermedades significativas, y debido a la relación inversa entre capacidad de contagio y virulencia por la que todos los virus nuevos se atenúan rápidamente, es probable que tales efectos sean sumamente limitados y localizados.

    Por lo tanto, creemos que es infinitesimal la probabilidad de que un virus diseñado, que sea capaz de replicarse de manera que pueda propagarse de persona a persona en todo el mundo, cause una pandemia peligrosa para la población humana a nivel mundial.

    2. ¿Hubo oleadas de muertes y enfermedades graves vinculadas con la propagación de un virus de ese tipo?

    No existen evidencias de grupos u ondas de enfermedad que caracterizarían la propagación de un peligroso patógeno contagioso desde una fuente puntual.

    Los “resultados de la pandemia” difirieron enormemente entre países y regiones vecinos, y parecieron obedecer a límites nacionales, políticos y administrativos. Las diferencias en las formas en que se propagaron el pánico, el miedo y la histeria subsiguiente, y las formas en que fueron aplicadas dañinas intervenciones farmacéuticas y no farmacéuticas, son explicaciones mucho más simples y probables para tales observaciones, que la propagación de un patógeno.

    Respecto del tiempo, el comienzo del estado de “pandemia” es congruente con la declaración de una pandemia, sin signos previos de anormalidad en ninguna parte. Además, hay evidencia de que la misma señal (detectada mediante pruebas de PCR) utilizada para afirmar la propagación viral, en realidad estuvo presente a nivel mundial durante meses antes de la emergencia.

    Los modelos desarrollados y utilizados para predecir el curso de la “pandemia”, e informar a los gobiernos sobre las medidas que deben adoptar, se sustentan en múltiples y no debidamente fundamentadas suposiciones sobre cómo se propagan los virus. En verdad, la base de evidencia sobre los mecanismos de transmisión de los patógenos virales respiratorios es extraordinariamente escasa. Ésto es especialmente cierto en el caso de los patógenos para los que la población posee sustancial inmunidad previa.

    3. ¿Hubo un virus nuevo que causó una enfermedad nueva, según cualquier significado racional de “nuevo”?

    Es simplista utilizar esta palabra para referirse a “genéticamente nuevo”, ya que eso significaría que cada gripe es nueva. También significaría que cada vez que hubiera una mutación de un virus (algo que sucede con gran regularidad, incluso dentro de la misma persona infectada), el resultado sería “un virus nuevo”.

    El uso de la palabra “nuevo” por parte de los funcionarios y organismos gubernamentales que promovieron la narrativa de “la pandemia” transmitió la noción engañosa de que no había un reconocimiento inmunológico adecuado, y de que el virus era capaz de causar una enfermedad nueva con características o firmas únicas.

    Sin embargo, cualquiera que haya sido el SARS-CoV-2, en realidad había una inmunidad previa sustancial y efectiva, correlacionada con el grado de exposición reciente a coronavirus similares. Casi todas las personas sanas generaron una respuesta inmunitaria suficiente como para prevenir una enfermedad grave. Ésto es incompatible con cualquier comprensión razonable o útil del significado de “novedad”.

    No aceptamos que exista evidencia convincente de una nueva entidad patológica causada por un nuevo virus. Cada característica del covid, y todos los daños atribuidos a “la pandemia”, pueden ser explicados por una combinación de: las características de enfermedades infecciosas respiratorias conocidas; sesgo de observación y confirmación; maltrato, abandono del paciente o tratamiento inadecuado; y otros daños consecuentes a la respuesta hacia la percepción (falsa, en nuestra opinión) de que estaba circulando un nuevo virus mortal.

    Entonces, ¿qué se propagó, si es que se propagó algo?

    El punto de partida para comprender los acontecimientos de 2020 es reconocer que, cualquiera que fuera el “nuevo virus”, se había extendido silenciosamente meses antes del inicio de “la pandemia”.

    En opinión de PANDA, la noción de que algo se propagó durante la “fase pandémica” no fue impulsada por la propagación patógena de persona a persona, sino por un aumento extremadamente rápido de las pruebas de PCR que encontraron un número cada vez mayor de “casos positivos”.

    Los análisis retrospectivos de muestras de sangre (y otras) recogidas meses antes de la era del covid, encontraron constantemente evidencia del “virus” en una amplia zona geográfica. Sorprendentemente, dicha propagación se produjo sin que se informara sobre ningún grupo de enfermedades inusuales o exceso de muertes; éstas sólo comenzaron cuando se instituyó la respuesta a la suposición de que algo nuevo estaba circulando.

    PANDA cree que la rápida implementación de las inapropiadas pruebas PCR, excesivamente sensibles e inespecíficas, creó la ilusión de que estaba propagándose algo nuevo, cuando en realidad lo único que realmente estaba propagándose eran las pruebas en sí. En muchos casos, las pruebas permitieron detectar otros virus conocidos o desconocidos, incluidos los asociados con las olas estacionales normales de coronavirus, enteros o fragmentados, infecciosos o no.

    A medida que fueron siendo encontrados estos casos positivos, una serie de incentivos perversos crearon un ciclo de retroalimentación positiva, lo que implicó que se realizaran cada vez más pruebas (especialmente de “contactos”), se encontraran más “casos”, se exigieran más pruebas, se encontraran más “casos”, y así en rizo reforzador negativo.

    PANDA cree que esta combinación de la propagación de lo que puede ser considerado la mera señal de un observador, con la propagación de una enfermedad peligrosa, se encuentra en el centro de las diferencias conceptuales clave entre individuos y grupos que, de otro modo, comparten una pasión por los derechos humanos fundamentales y la libertad frente a la tiranía médica y política.

    PANDA sostiene que los daños a la salud que hemos presenciado son de naturaleza iatrogénica y/o consecuencias de la respuesta a la detección de esa nueva señal y que, de no haber sido detectada, no se habría notado nada inusual.

    Si bien aceptamos que los médicos de primera línea percibieron la presencia de una enfermedad mortal y novedosa, ésto no explica lo que se habría observado si la interacción de las personas con la atención médica no hubiera cambiado tan drásticamente, y no se hubiera visto aumentada por la incesante campaña de miedo lanzada por los gobiernos. Cabe destacar que el supuesto agente causal se había propagado ampliamente por varias áreas sin causar tales efectos, mucho antes de que fuese declarada la emergencia de “la pandemia”.

    ¿Por qué PANDA cree que éste es un asunto tan importante?

    PANDA sostiene que es un error culpar a “un virus”, cuando los verdaderos culpables son quienes crearon y propagaron una narrativa falsa y engañosa. Utilizando la analogía de John Snow y el brote de cólera de Broad Street en 1854, es esta narrativa falsa y engañosa –y no “un virus”– la que constituye el detonador del explosivo que debemos quitar.

    Como se describe a continuación, existen peligros inherentes a la narrativa falsa y engañosa que actualmente está siendo incrustada con entusiasmo en la psique de la humanidad. PANDA cree que la mejor manera de aislarnos de estos peligros es mostrar que “la pandemia” fue, esencialmente, un truco de magia: una vez que los métodos de los magos quedan al descubierto, el poder inductivo de la ilusión se pierde para siempre.

    Muchos se beneficiaron económicamente, políticamente y de otras maneras, con la narrativa falsa y engañosa de “la pandemia del covid”, y su capacidad para continuar haciendo lo mismo para “la próxima pandemia” no depende de identificar si el origen fue zoonótico o una fuga de laboratorio. Los perpetradores pueden continuar argumentando la necesidad de una “industria de preparación para pandemias”, cualquiera que sea la solución preferida respecto del “misterio sobre cómo se produjo la pandemia”.

    Sin embargo, lo que sería fatal para el futuro de esta lucrativa industria, es darse cuenta de que no tuvimos una pandemia en absoluto, bajo ninguna definición razonable de esa palabra. De ahí la reacción extrema hacia cualquiera que cuestione la base subyacente para suponer que realmente hubo una pandemia, en contraste con la tolerancia mostrada hacia aquellos que debaten su origen.

    La creencia de que la investigación GoF resultó en un patógeno mortal que se propagó por todo el mundo para crear enfermedades y muertes masivas, está siendo utilizada –y seguirá siendo utilizada– para justificar la existencia y la proliferación de las industrias de preparación para pandemias y bioterrorismo.

    Muchos exigen que, para “evitar el escape de otro virus GoF generador de pandemias”, debemos prohibir la investigación GoF. Para ser claros, creemos que la empresa GoF carece de ética y es derrochadora, independientemente de lo que haya o no producido.

    Sin embargo, la historia nos dice que los intentos por hacer cumplir las moratorias no serán más sencillos que los intentos anteriores por prohibir algo, una vez que el conocimiento de ello se haya difundido ampliamente. Ésto es especialmente así porque a menudo se afirma que cualquier laboratorio puede hacerlo ahora, y la era del covid ha demostrado –como hemos argumentado anteriormente– que nada tiene por qué escapar de ningún laboratorio de todos modos. La mera siembra de la narrativa del escape, la implementación de pruebas, y el contagio social resultante, es todo lo que se necesita para perpetrar y perpetuar la percepción de una “pandemia”.

    Por lo tanto, si la afirmación subyacente y falsa de que la investigación de GoF puede crear una pandemia global no es enfrentada, el espectro de “la próxima pandemia causada por la investigación de GoF” se cernirá perpetuamente sobre la humanidad como una espada de Damocles.

    Ésto, predecimos, dará como resultado una marcha implacable hacia medidas cada vez más draconianas y programas generalizados, los que serán instituidos en nombre de “hacerlo mejor la próxima vez”. Estas medidas implicarán inevitablemente la vigilancia de la bioseguridad, tratados internacionales para garantizar una respuesta global, coordinada con poderes centralizados más fuertes y ejecutables, capacidades de vacunación de 100 días y similares, todas las cuales están siendo actualmente promocionadas como medidas necesarias.

    Posiblemente sea innecesario revisar los daños y perjuicios potenciales de esas medidas supuestamente necesarias, más allá de señalar que su implementación en los últimos años fue responsable de la transferencia de riqueza por varios billones de dólares desde los individuos hacia manos de corporaciones privadas y otras instituciones, así como una variedad de otras ganancias no financieras por parte de muchos actores en el ámbito de la política, la ideología y el control totalitario.

    No es de extrañar que quienes se han beneficiado con todos los aspectos de la narrativa del covid, quieran conservar los derechos de esta lucrativa franquicia.

    Lo que esta declaración NO dice ni quiere significar

    En primer lugar, esta declaración no debe ser interpretada como un cuestionamiento respecto de la existencia per se de virus de origen natural. Ésto no significa negar que claramente hay muchas incógnitas respecto de los virus, y la magnitud de lo que no sabemos parece ser inconmensurablemente mayor que lo que los virólogos estarían dispuestos a admitir. Cómo se transmiten los virus, cómo y por qué infectan a ciertas personas en ciertos momentos y no a otras, de dónde provienen, cómo mutan, y si pueden desaparecer o no, son aspectos no suficientemente conocidos ni comprendidos –si es que se los entiende.

    En segundo lugar, afirmar que dudamos que un virus diseñado que se escapó de un laboratorio, haya causado una pandemia mortal llamada “covid”, no dice nada sobre ninguna creencia en torno de la existencia de armas biológicas. Nuestros artículos, comentarios y esta declaración de posición, no contienen ninguna afirmación sobre armas biológicas como categoría general. Las armas bacterianas, bioquímicas, de gas nervioso y toxicológicas parecerían ser potencial y extremadamente peligrosas, y todas merecen nuestra atención, pero no porque puedan causar pandemias, sino porque sus efectos son localizados.

    En tercer lugar, esta afirmación no dice nada sobre lo que experimentaron los médicos y los pacientes, la naturaleza de las enfermedades o afecciones que estuvieron tratando, o la eficacia de los tratamientos administrados. Sin embargo y en nuestra opinión, las numerosas inconsistencias entre estas observaciones específicas, en lugares específicos, y la historia de “un nuevo virus que se está propagando por todo el mundo” exigen un examen mucho más detallado.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

    DEIXE UMA RESPOSTA

    Por favor digite seu comentário!
    Por favor, digite seu nome aqui