El sospechoso del asesinato de Charlie Kirk es descrito como el orgullo de su familia, un estudiante con promedio 10 de calificaciones en la escuela secundaria, y becario. Un hombre mormón de 22 años que ahora asiste a una escuela técnica vocacional en el sur de Utah. The Wall Street Journal informa: “Como muchos chicos de esta zona, [el sospechoso] creció cazando, y era experto en el uso de armas de fuego, según las autoridades. Fotos compartidas en redes sociales muestran a la familia disparando rifles”. Supuestamente, era lo suficientemente experto como impactar en el cuello de Kirk desde 158 metros y con un solo disparo.
Murray N. Rothbard hablaba a menudo en clase en la UNLV sobre la “teoría del loco solitario”, cuestionando si los numerosos asesinos políticos actuaban solos. En 1972, Rothbard escribió:
John F. Kennedy; Malcolm X; Martin Luther King; Robert F. Kennedy; y ahora George Corley Wallace: la letanía de asesinatos e intentos de asesinato políticos en la última década continúa. Y podríamos añadir: el general Edwin Walker y George Lincoln Rockwell. En cada una de estas atrocidades, nos alimentan con una línea de hipocresía de los liberales y de los medios de comunicación del establishment. En primer lugar, se supone que cada uno de estos asesinatos fue perpetrado, debe haber sido perpetrado, por “un loco solitario” –a lo que podemos añadir el loco solitario que asesinó a Lee Harvey Oswald en el sótano de la prisión.
La preocupación en la televisión es constante por la oscuridad que se ha apoderado de Estados Unidos. La división nunca ha sido tan aguda. “La expresión ‘guerra civil’ fue mencionada el Miércoles más de 129.000 veces en la plataforma social X, según un análisis de The New York Times. El Jueves, fue mencionada al menos 210.000 veces. Ésto representa un enorme aumento respecto del promedio diario de alrededor de 18.000 en los meses anteriores”, informa The New York Times.
Todo ésto suena familiar a los estudiantes de Rothbard. Escrito en el Foro Libertario y republicado en Mises.org,
No basta con que nuestra inteligencia sea sistemáticamente insultada con la teoría del “loco solitario”; también tenemos que ser bombardeados con los inevitables temas de conversación del liberalismo: petición del control de armas, jeremiadas sobre nuestra “sociedad enferma” y nuestro “clima de violencia” y, un nuevo truco, culpar a la guerra de Vietnam por este clima y, por lo tanto, del ataque a George Wallace. Sin entrar en los innumerables detalles del revisionismo de asesinatos, ¿acaso nadie ve un patrón en nuestra letanía de asesinados y heridos, un patrón que debería saltar a la vista de cualquiera dispuesto a creer lo que ven sus ojos? Porque todas las víctimas tienen algo en común: todas fueron, en mayor o menor medida, importantes figuras antisistema y, lo que es más, hombres con la capacidad carismática de movilizar a grandes sectores de la población contra nuestros gobernantes.
Al escribir sobre los dos intentos de asesinato contra Donald Trump, Lew Rockwell escribió que se supone que debemos descartar un intento de asesinato coordinado por un grupo, pero en cambio: “Los medios de comunicación de izquierda nos dicen que no debemos pensar así. Cada intento de asesinato fue obra de un loco solitario, y estos locos no tenían ninguna conexión entre sí. Pensar lo contrario sería producto de una teoría conspirativa de la historia, y eso es señal de paranoia”.
Rockwell continúa:
Algunas personas, aunque mis lectores no estarán entre ellas, podrían objetar: “¿Pueden los estadounidenses ser realmente tan malvados como para usar el asesinato como herramienta política?” Curiosamente, estos mismos estadounidenses no tienen dificultad en aceptar que los asesinatos políticos en otras partes del mundo son producto de conspiraciones. Pero, de alguna manera, Estados Unidos es diferente. Esta es la ilusión del excepcionalismo estadounidense. Esta noción es falsa. Los estadounidenses se rigen por las mismas leyes políticas que todos los demás, y una de estas leyes es que el estado es una banda criminal. Los políticos estadounidenses no se guían por un idealismo altruista.
Si Murray estuviera aquí, preguntaría: “¿Qui bono?”
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko
