Por qué el complejo militar-industrial siempre gana

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    International Man: Durante la reciente guerra entre Irán e Israel, Estados Unidos utilizó hasta 20% de su arsenal mundial de interceptores de misiles balísticos del Sistema de Defensa Terminal de Área a Gran Altitud (THAAD), cada uno con un costo superior a los U$S 18 millones. El THAAD no es eficaz contra los misiles hipersónicos, que tanto Irán como los Houthi de Yemen poseen actualmente.

    ¿Qué opina de ésto?

    Doug Casey: A la larga, la guerra es una cuestión económica. Si no se puede permitir librar una guerra, se pierde. Los misiles son ahora el arma preferida para eliminar objetivos enemigos, y el único contraataque eficaz son los misiles antimisiles. El problema es que ambos son extremadamente caros. ¿Se pueden mantener bajos los costos para que la guerra sea más … asequible?

    Sin embargo, a los generales, políticos y contratistas de “defensa” les encantan los juguetes caros de alta tecnología. Pero si uno se va a permitir una guerra, el arma más rentable es un adolescente ignorante ‒algo que abunda en el Tercer Mundo, especialmente el mundo musulmán. Son sistemas de lanzamiento baratos y sigilosos, mucho más efectivos que los multimillonarios misiles. Hay un suministro inagotable, y pueden ser empleados de innumerables maneras. Desde un punto de vista económico, no tiene sentido que países tecnológicamente avanzados (como Estados Unidos) utilicen armas ultra caras para atacar a países primitivos, como hemos hecho durante los últimos 75 años.

    Independientemente de las armas utilizadas, lo importante es recordar que la guerra equivale a incendiar la riqueza. Los misiles consisten en tomar bienes reales, fabricados a un alto costo, y utilizarlos para destruir otras riquezas reales; puede tener una lógica perversa. Sin embargo, a pesar de su retórica en contra, no estoy seguro de que a los gobiernos les preocupe demasiado la muerte de tantos jóvenes. Un exceso de hombres jóvenes desempleados es desestabilizador, especialmente en los países pobres.

    Incluso un país tan grande como Estados Unidos acabará colapsando bajo el peso de la guerra. Ésto es mucho más cierto en el caso de Ucrania. Y mucho más cierto en el caso de Israel. Israel se arruinará aún más al derribar misiles con antimisiles ultracaros. Con una deuda gigantesca, enormes gastos y pérdidas bélicas, viviendo de la asistencia social estadounidense y sin perspectivas de mejora, el pronóstico no es alentador. Se dice que alrededor de un millón de los siete millones de ciudadanos judíos de Israel han huido recientemente, y a los que quedan no se les permite salir. Creo que Israel tiene un problema casi insoluble. Darles más dinero y misiles no ayudará.

    International Man: El presidente Trump reveló recientemente un plan para construir un escudo antimisiles “Cúpula Dorada” sobre Estados Unidos, inspirado vagamente en la Cúpula de Hierro israelí. Los críticos cuestionan su viabilidad, eficacia y costo. Analistas independientes estiman que el costo a largo plazo podría alcanzar los U$S 800 000 millones.

    ¿Cuál es su opinión?

    Doug Casey: Casi todos los sistemas de armas importantes acaban combatiendo en la última guerra, y eso será cierto en el caso de la llamada Cúpula Dorada. Me parece una idea absurda y criminal, que agrava la bancarrota del gobierno estadounidense y del propio país, sin tener ningún propósito realmente útil. Si se quiere atacar a Estados Unidos, no se deben usar misiles.

    En primer lugar, no tenemos una amenaza militar importante. Estados Unidos está aislado de potencias hostiles por dos inmensos océanos. Si alguien lanzara un ataque con misiles nucleares ‒de lo que se supone que debe defender la Cúpula Dorada‒, sabríamos exactamente de dónde provienen. El enemigo podría esperar una represalia masiva de la tríada nuclear estadounidense, lo que hace que el ataque sea inútil. Eso por sí solo hace que la Cúpula Dorada sea redundante e innecesaria. Además, si un enemigo quisiera lanzar un ataque nuclear, sería más efectivo con armas nucleares preposicionadas o lanzadas subrepticiamente con buques de carga y aviones.

    La guerra nuclear con misiles asustaba a todos hace 70 años. Pero hoy en día no es una amenaza práctica. Las amenazas probables, creo, provienen de áreas más sutiles: la ciberguerra, la guerra biológica, o un nuevo tipo de guerra de guerrillas.

    La Tercera Guerra Mundial tendrá un gran componente cibernético. Todo funciona con computadoras: el sistema bancario, el sistema monetario, la red eléctrica, la red de comunicaciones, la red de transporte y los servicios públicos. Un ciberataque exitoso convertiría casi todo lo que usamos o necesitamos en un ladrillo, de la noche a la mañana. Sería barato y efectivo, causaría un caos generalizado y muchas bajas, sin causar una destrucción cinética significativa.

    Sin embargo, si el enemigo es realmente serio, usará armas biológicas. Los virus y las bacterias pueden atacar o excluir a ciertas poblaciones. ¿Para qué una guerra nuclear, cuando se puede eliminar fácilmente a quienes constituyen el verdadero problema? Y tanto la ciberguerra como la guerra biológica ofrecen un alto grado de negación plausible.

    La tercera opción fue demostrada el 11 de Septiembre de 2001. El ataque con aviones comerciales fue ultrabarato, supereficaz y difícil de contrarrestar. Sospecho que veremos numerosas mutaciones sobre este asunto. Es un nuevo tipo de guerra de guerrillas. Millones de hombres en edad militar ‒adolescentes baratos‒ se han infiltrado en Estados Unidos durante la última década aproximadamente. Por lo que sabemos, muchos podrían estar organizados como ejércitos guerrilleros informales, que se activarán en cualquier momento. Podrían causar estragos subrepticiamente.

    No existe una defensa real contra este tipo de ataques.

     

    Pero el verdadero enemigo no es ninguna potencia extranjera, sino el hecho de que Estados Unidos se ha convertido en un imperio doméstico multicultural disfuncional, que probablemente sufrirá graves problemas financieros, económicos, sociales y políticos en los próximos años.

    Gastar un billón de dólares en una inútil Cúpula Dorada es una distracción descabellada. ¿A quién se le ocurren estas ideas absurdas?

    International Man: El F-35 es el sistema de armas más caro de la historia de la humanidad, con un costo proyectado de más de U$S 1,7 billones a lo largo de su vida útil, según la Oficina de Auditoría Gubernamental (GAO) de Estados Unidos.

    ¿Vale la pena el precio del F-35, o es un despilfarro del complejo militar-industrial?

    Doug Casey: El F-35 es un perfecto ejemplo de la lucha en la última guerra; como tener regimientos de caballería antes de la Primera Guerra Mundial, o acorazados antes de la Segunda Guerra Mundial. Los portaaviones y los aviones de combate de alta tecnología son sus equivalentes de la Tercera Guerra Mundial.

    ¿Para qué está construido el F-35? ¿Otros aviones de combate? Pero la próxima generación de aviones de combate no tendrá piloto, será altamente sofisticada y mucho más barata. Serán drones controlados por inteligencia artificial, que no necesitarán llevar a cuestas un piloto pesado, caro y limitado. El F-35 es un dinosaurio.

    Sin embargo, el verdadero enemigo aquí no son los cazas rusos ni chinos. El verdadero enemigo son los contratistas militares estadounidenses: las llamadas empresas de defensa. Han aprendido a librar guerras contratando cabilderos en lugar de ingenieros. Tardan décadas en construir aviones como el F-35, que ya están obsoletos cuando entran en producción.

    Me sorprende que durante la Segunda Guerra Mundial, el P-51 ‒uno de los cazas más efectivos de la guerra‒ pasara de la nada a la producción en seis meses, y fuese vendido a U$S 50.000 por aeronave, lo que equivale a unos U$S 600.000 actuales. El F-35 ha tardado 30 años en entrar en producción; empezó en 1995. Y cuesta ‒quién sabe, porque las cifras son abstracciones flotantes, sepultadas bajo montañas de contabilidad fraudulenta y corrupción‒ entre U$S 100 y U$S 200 millones por avión. Suficiente dinero para que casi no se pueda permitir perder uno. Y eso sin contar los enormes costos directos e indirectos de mantenimiento.

    International Man: Recientemente, Israel y Ucrania utilizaron drones relativamente baratos, introducidos de contrabando en Irán y Rusia, para evadir las defensas aéreas avanzadas y atacar objetivos estratégicos con facilidad.

    ¿Cómo están transformando los drones la guerra y su economía?

    Doug Casey: Los drones están transformando por completo la naturaleza de la guerra. La próxima generación de drones, que ya están siendo fabricados, son del tamaño de abejorros o incluso moscas. Pueden ser producidos por millones y desplegados en el campo de batalla o en una ciudad.

    A partir de ahí, tendremos drones cuadrúpedos como el BigDog y, por supuesto, Terminators reales y realistas. Tesla prevé fabricar robots bípedos impulsados por IA por tan solo U$S 10.000 cada uno. Oscar Wilde no sabía cuánta razón tenía cuando dijo que la vida imita al arte.

    No me gustaría ser un soldado luchando contra drones de todo tipo. Los soldados humanos son carne muerta en el campo de batalla en la próxima generación de tecnología militar, que ya está aquí.

    International Man: Parece que el complejo militar-industrial estadounidense está más centrado en producir hardware ultracaro, que en construir sistemas que realmente ganen guerras.

    ¿Cuáles son las implicancias geopolíticas y de inversión de esta tendencia?

    Doug Casey: Todo el mundo conoce la advertencia de Eisenhower sobre el complejo militar-industrial. Eso fue hace 65 años, toda una vida, y ha mutado y crecido como un cáncer desde entonces. Hoy en día, cualquier película con temática militar moderna probablemente sea propaganda para el gobierno o para las empresas que fabrican sus armas. En cualquier caso, los congresistas no piensan en la efectividad de las armas; piensan en la cantidad de dinero que será gastado en su distrito, y en la cantidad de personas que los fabricantes de armas pueden emplear.

    Sin embargo, las innovaciones son creadas por pequeñas empresas o inventores individuales, no por empresas gigantescas dirigidas por administradores y ejecutivos. Nadie quiere ser dueño de las Lockheed o General Dynamics. Quiere ser dueño de pequeñas empresas, dirigidas por innovadores, no por ejecutivos.

    Es curioso que, después de la Segunda Guerra Mundial, el Departamento de Guerra cambiara su nombre a Departamento de Defensa. Es curioso porque el Departamento de Defensa no tiene nada que ver con la defensa. Es un nombre completamente inapropiado. Estados Unidos no ha tenido ninguna guerra defendiendo su independencia ‒ni la “libertad”, palabra que siempre usan‒ que se recuerde. A medida que Estados Unidos se transformaba en un imperio, muy parecido a la antigua Atenas en muchos aspectos, sus numerosas guerras han sido ofensivas, no defensivas. Han sido guerras de palabras y mentiras, así como guerras de armas.

    En cualquier caso, la mejor defensa para Estados Unidos, o para cualquier país, es la fortaleza económica y la libertad, no una gigantesca burocracia militar/industrial.

    Además de la fortaleza económica, los países exitosos tienen una ciudadanía que comparte valores comunes y ama su cultura. Estas características prácticamente desaparecieron cuando Estados Unidos se transformó en un estado de bienestar y de guerra.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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