Nota del editor: Este artículo es la declaración inicial efectuada por el editor gerente del Libertarian Institute, Keith Knight, en su debate en Zerohedge con el autor James Holland sobre los méritos de luchar en la Segunda Guerra Mundial, el que tuvo lugar el 6 de Noviembre de 2025.

Para sintetizar la postura antibélica:
- Los costos de la guerra son extremadamente altos.
- Estos altos costos recaen a menudo sobre participantes renuentes.
- Los resultados de la guerra son altamente inciertos.
- Los principales responsables de la toma de decisiones ‒los políticos‒ tienen pocos incentivos para obtener resultados beneficiosos, ya que a menudo tienen acceso al trabajo involuntario de los reclutas, y pueden financiar sus operaciones involuntariamente mediante impuestos.
Con estas métricas generales en mente, quiero argumentar que Gran Bretaña y Estados Unidos no deberían haber entrado en la Segunda Guerra Mundial.
Consideremos la guerra desde el punto de vista alemán:
Su enemigo oriental, el régimen bolchevique, continuó realizando actos de agresión.
En 1917, dieron un golpe de estado contra el gobierno provisional y conquistaron Rusia, lo que desencadenó una guerra civil de cuatro años que cobró la vida de millones de personas.
En 1918, los bolcheviques ayudaron a Rosa Luxemburgo en la Revolución de Noviembre, que intentaba anexionarse Alemania. En 1919, los bolcheviques invadieron Polonia, asesinando a cientos de miles de personas, y establecieron un estado títere en Hungría bajo el mando de Béla Kun.
En 1920, los bolcheviques ocuparon Azerbaiyán, el mismo año en que ocuparon Armenia. En 1921, invadieron Georgia.
En 1932, sometieron a millones de ucranianos a la muerte por hambre en el Holodomor. En 1934, los bolcheviques invadieron Xinjiang, China. En 1935, los alemanes se vieron rodeados por el Pacto Franco-Soviético, seguido del Tratado de Alianza Checo-Soviético. En 1939, los bolcheviques invadieron Finlandia y Polonia.
En 1940, el régimen bolchevique ocupó y anexó Letonia, Estonia, Lituania, Rumania, Besarabia (hoy Moldavia) y Bucovina (hoy Ucrania/Rumania).
Para 1941, los nacionalsocialistas alemanes lucharon contra la Internacional Socialista rusa con el pretexto de oponerse a la “conspiración internacional y mundial” bolchevique, como la denominó Adolf Hitler en su discurso del 22 de junio de 1941.
[Winston] Churchill comprendió la amenaza soviética y, en un artículo de 1920 titulado “Sionismo contra bolchevismo”, afirmó que el bolchevismo es un “sistema de moral y filosofía, tan malévolo como benévolo era el cristianismo… [y una]… conspiración mundial para el derrocamiento de la civilización y la reconstitución de la sociedad sobre la base de un desarrollo estancado, una malevolencia envidiosa y una igualdad imposible”.
En la frontera occidental de Alemania se encontraba el Imperio Británico, que abarcaba casi una cuarta parte de la superficie terrestre y más de una cuarta parte de la población mundial; sin embargo, es a Alemania a quien se acusa de querer “apoderarse del mundo”.
En el caso de Japón, los comunistas chinos habían estado luchando contra los nacionalistas chinos desde 1927. Estados Unidos libró una guerra a 9.600 kilómetros de distancia en Corea y a 12.800 kilómetros en Vietnam, con el pretexto de detener la expansión del comunismo. Podemos entender por qué Japón, separado de China únicamente por el Mar de China Oriental, vio una victoria comunista china como una posible amenaza para su seguridad.
Así como no se puede analizar racionalmente un juicio basándose únicamente en los argumentos de la fiscalía (hay que considerar la defensa), también debemos considerar el punto de vista de las potencias del Eje.
Esta visión matizada al menos nos aleja de la tesis de que los alemanes eran malhechores sin provocación, empeñados en conquistar el mundo, y por lo tanto, no se podía negociar con ellos y debían ser bombardeados hasta la rendición incondicional.
Pasemos al caso del Imperio Británico.
El primer ministro Neville Chamberlain y el presidente francés Albert Lebrun declararon la guerra a Alemania el 3 de septiembre de 1939, argumentando explícitamente que Alemania violó la independencia de Polonia el 1 de septiembre cuando Hitler invadió Polonia buscando reunificar Danzig con Alemania, una ciudad que era 95% alemana y que formaba parte del Reino de Prusia desde 1793.
Dos semanas después, el 17 de septiembre, la Unión Soviética invadió Polonia, sin que Francia ni Gran Bretaña emitieran una declaración de guerra en su contra. Esto implica que la justificación original para la entrada de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial fue completamente fraudulenta y simplemente una excusa para declarar la guerra al mayor competidor de Gran Bretaña en el continente.
Para 1945, esta guerra por la independencia de Polonia había causado la muerte de aproximadamente cinco millones de polacos y la ocupación de toda Polonia —no solo Danzig— por el gobierno soviético de Lublin.
En el prefacio de las memorias de Churchill de 1948, tituladas “La tormenta que se avecina”, Churchill afirma:
La tragedia humana alcanza su clímax en el hecho de que, tras todos los esfuerzos y sacrificios de cientos de millones de personas y las victorias de la Causa Justa, aún no hemos encontrado la Paz ni la Seguridad, y nos encontramos al borde de peligros aún peores que los que hemos superado.
En sus memorias, “Triunfo y tragedia”, Churchill resume el estado de la Europa de posguerra diciendo:
“Los territorios bajo control ruso incluirían las provincias bálticas, toda Alemania hasta la línea de ocupación, toda Checoslovaquia, gran parte de Austria, toda Yugoslavia, Hungría, Rumania y Bulgaria…”
Esta situación no justificaba matar y reclutar a millones de personas, en su mayoría inocentes.
Consideren las numerosas atrocidades cometidas por el Imperio Británico durante la guerra.
J.M. Spaight fue el Subsecretario Principal del Ministerio del Aire [y] en su libro de 1944, Bombing Vindicated, afirma:
“En mayo de 1940, Churchill envió los primeros bombarderos contra la población civil alemana… Las represalias eran inevitables si llevábamos la guerra a Alemania… Sin embargo, debido a nuestras dudas sobre el efecto psicológico de la distorsión propagandística de la verdad de que fuimos nosotros quienes iniciamos la ofensiva estratégica, nos hemos abstenido de dar a nuestra gran decisión de mayo de 1940 la publicidad que merecía”.
El Blitz alemán no comenzó hasta el 7 de septiembre de 1940. ¿Suena esto como un país empeñado en una guerra contra los británicos? Los británicos declararon la guerra a Alemania por Danzig en septiembre de 1939 y Alemania esperó un año para comenzar a bombardear ciudades británicas.
El 3 de julio de 1940, Churchill autorizó la Operación Catapulta, donde asesinó intencionalmente a 1297 militares franceses, alegando temor a que los alemanes capturaran el barco frente a las costas de Argelia.
El 14 de febrero de 1942, el vicemariscal del aire Norman Bottomley envió un memorando al oficial del aire, el mariscal Baldwin, en el que escribía:
“Ha sido decidido que el objetivo principal de sus operaciones debe centrarse ahora en la moral de la población civil enemiga y, en particular, de los trabajadores industriales”.
El 30 de marzo de 1942, Frederick Lindemann, jefe de la Rama Estadística designado por Churchill, escribió el memorando de “desalojo”, que decía:
“Si incluso la mitad de la carga total de 10 000 bombarderos fuese lanzada sobre las zonas urbanizadas de estas cincuenta y ocho ciudades alemanas, la gran mayoría de sus habitantes (aproximadamente un tercio de la población alemana) se verían obligados a abandonar sus hogares”.
El 19 de octubre de 1943, un informe del Ministerio de Seguridad Nacional indicaba:
“La Tabla IV (4) resume los efectos de los daños a las viviendas… Personas cuyas casas quedaron inhabitables… 931.000… Otras personas cuyas casas resultaron dañadas… 1.150.000”.
El Mariscal de la Real Fuerza Aérea, Arthur Harris, escribió un libro titulado “Despacho sobre Operaciones de Guerra”, en el que afirmaba:
“El objetivo de los ataques a zonas urbanas ya había sido definido en un Documento del Estado Mayor del Aire (fechado el 23 de Septiembre de 1941) de la siguiente manera: “El objetivo final del ataque a una zona urbana es quebrantar la moral de la población que la ocupa. Para garantizarlo, debemos lograr dos cosas: primero, debemos hacer que la ciudad sea físicamente inhabitable y, segundo, debemos concientizar a la población del peligro personal constante”.
El despojo y asesinato de civiles era política británica oficial.
En cuanto a la intervención estadounidense, esto también era injustificable, además de que los costos superaban los beneficios.
El ataque a Hawaii ‒que no fue estado estadounidense hasta 1959‒ fue provocado intencionalmente para que Roosevelt pudiera implementar una política exterior de distracción después de que su New Deal provocara la doble recesión de 1937.
Un documento del capitán Arthur McCollum, fechado el 7 de Octubre de 1940, establece ocho maneras en que Estados Unidos puede provocar a Japón. El memorando termina así:
“Si por estos medios se pudiera inducir a Japón a cometer un acto de guerra manifiesto, mucho mejor”.
Roosevelt apoyó la política de provocar a las potencias del Eje. Un artículo de The New York Times, publicado el 2 de enero de 1972 y titulado “Planes de entrada a la guerra presentados a Roosevelt”, describe la reunión entre Churchill y Roosevelt en agosto de 1941. El artículo cita a Churchill diciendo:
Él [Roosevelt] obviamente estaba decidido a que entraran… El presidente había dicho que haría la guerra, pero no la declararía, y que se volvería cada vez más provocador. Si a los alemanes no les gustaba, podían atacar a las fuerzas estadounidenses… Se haría todo lo posible para forzar un incidente.
El 25 de Noviembre de 1941, el Secretario de Guerra Henry Stimson escribió en su diario:
“El presidente planteó la posibilidad de que fuéramos atacados, quizás el próximo Lunes… La cuestión era cómo debíamos maniobrarlos para que dispararan primero sin arriesgarnos demasiado…”
La guerra con Japón no fue inevitable debido a los males de Hirohito, sino una política intencionada de la administración Roosevelt.
Los resultados de esta guerra elegida fueron resumidos por Robert S. McNamara, estadístico en aquel entonces bajo el mando del general Curtis LeMay. En su documental “La Niebla de la Guerra”, McNamara afirma:
“La proporcionalidad debería ser una guía en la guerra… Matar entre 50% y 90% de la población de 67 ciudades japonesas, y luego bombardearlas con dos bombas atómicas, no es proporcional, según algunos, a los objetivos que pretendíamos alcanzar”.
Luego resume la Operación Meetinghouse:
“Estaba en la isla de Guam en Marzo de 1945; en esa sola noche, quemamos vivos a 100.000 civiles japoneses en Tokio: hombres, mujeres y niños…”.
La rendición incondicional de Japón significó que Estados Unidos ya no tenía un bastión contra la China de Mao. Japón también se retiró de Corea, que había ocupado desde 1910, y de Vietnam, que había ocupado desde septiembre de 1940. Esto provocó que los vacíos de poder comunistas llenaran el vacío, lo que provocó que Estados Unidos continuara librando guerras en Corea y Vietnam, lo que resultó en millones de muertes y victorias comunistas en Corea del Norte y Vietnam. Una lección de la historia es que incluso con los dictadores se puede negociar.
Pregúntese: ¿por qué los esclavistas alimentaban, vestían y alojaban a sus esclavos? Si los esclavistas eran tan malvados, ¿por qué no torturaban a todos sus esclavos hasta la muerte?
La respuesta es que la opción más malvada no siempre es la más rentable.
Por malvado que fuera el régimen nacionalsocialista, no les habría resultado rentable conquistar y subyugar el mundo.
Incluso si conquistaran territorio, a veces el colonialismo beneficia a la población colonizada.
Desde 1865, los estados del sur de Estados Unidos no han sido independientes de la Unión Americana, y las localidades locales no tienen derecho reconocido a oponerse al gobierno federal en Washington D. C. Winston Churchill justificó el dominio británico (Raj) en la India alegando que los indígenas eran los principales beneficiarios, y en su libro “Historia de los pueblos de habla inglesa” menciona cómo la Gran Bretaña moderna se benefició de la conquista del Imperio Romano en el año 43 d. C.
Una afirmación común de mi oposición es que no se puede negociar con los dictadores. Quiero enumerar los dictadores con los que Estados Unidos ha negociado.
En primer lugar, del lado de los aliados, Stalin no fue elegido, el francés Charles DeGalle no fue elegido, Churchill fue nombrado por el rey Jorge, y Roosevelt fue un tirano que envió a 120.000 ciudadanos estadounidenses a campos de internamiento. Roosevelt también escribió una carta a Francisco Franco el 8 de Noviembre de 1942, asegurándole su amistad con España.
En segundo lugar, desde el Tratado Franco-Estadounidense de 1778 con el rey Luis XVI, Estados Unidos ha sido amigo de dictadores.
Gran Bretaña se alió con el zar Nicolás II en la Primera Guerra Mundial.
La OTAN dio la bienvenida al dictador portugués Antonio Salazar en la alianza en 1949.
[John F.] Kennedy negoció con [Nikita] Jruschov durante la Crisis de los Misiles de Cuba.
[Richard] Nixon estrechó la mano del presidente Mao.
[Ronald] Reagan negoció con [Mikhail] Gorbachov en Reikiavik.
Hoy en día, nuestro gobierno mantiene relaciones amistosas con el rey de Kuwait, Arabia Saudita, Baréin, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y Siria, liderada por el exsoldado de Al-Qaeda Abu Muhammed Al-Jawlani.
Podemos, y lo hemos hecho, negociar con dictadores; a menudo son más racionales que los políticos electos, que tienden a ser demagogos que intentan atraer a votantes desinformados.
En la página 466 de las memorias de Churchill, “Cerrando el Círculo”, describe una discusión con Stalin en Teherán, donde Churchill se cita a sí mismo diciendo:
“En tiempos de guerra”, dije, “la verdad es tan valiosa que siempre debe estar acompañada de una guardia de mentiras”. Stalin y sus camaradas apreciaron mucho este comentario…”
Casi todas las guerras se basan en mentiras, sucesos seleccionados fuera de contexto y sensacionalismo.
Es la única manera de engañar a las masas para que envíen a sus hijos al riesgo de morir; la Segunda Guerra Mundial no es una excepción.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko








