Queremos pensar que la línea entre el bien y el mal es clara, y que los individuos caen en un bando u otro. En El archipiélago Gulag, volumen 1, Aleksandr Solzhenitsyn escribió: “¡Ojalá todo fuera tan sencillo! Si tan sólo hubiera gente malvada en algún lugar, cometiendo insidiosamente malas acciones, y fuera necesario sólo separarlos del resto de nosotros y destruirlos”.
Como la línea entre el bien y el mal no es tan clara como desearíamos, un principio esencial para organizar la sociedad es, en palabras de F. A. Hayek, garantizar que “un hombre malo pueda hacer el menor daño posible”.
Muchos conocen estas famosas palabras de Solzhenitsyn en El Archipiélago Gulag, Volumen 2: “La línea que separa el bien y el mal no pasa a través de estados, ni entre clases, ni tampoco entre partidos políticos, sino que atraviesa cada corazón humano, y todos los corazones humanos. ”
Quienes niegan esta verdad de la naturaleza humana a menudo creen que dar a las personas “buenas” –aquéllas que poseen la ideología correcta– suficiente poder para controlar a los demás, resuelve el problema de organizar la sociedad.
La famosa frase de Solzhenitsyn no aparece hasta la página 746, y la mayoría de la gente desconoce el contexto. La famosa frase comienza así: “Poco a poco se me fue revelando que la línea que separa el bien …”. ¿Quién reveló esta verdad a Solzhenitsyn? Fueron sus propias experiencias en el Gulag.
En la misma sección de su libro, escribió: “Mirando hacia atrás, vi que durante toda mi vida consciente no me había entendido ni a mí mismo ni a mis esfuerzos”. Luego dibuja lo que vio en sí mismo:
De mis años de prisión, me fue concedido llevar sobre mi espalda encorvada, que casi se rompe bajo el peso, esta experiencia esencial: cómo un ser humano se vuelve malo y cuán bueno. En la embriaguez de los éxitos juveniles, me había sentido infalible y, por tanto, cruel. En el exceso de poder, fui asesino y opresor.
Perspicazmente, Solzhenitsyn vio la falacia de utilizar las buenas intenciones como guía para la acción: “En mis momentos más malos, estaba convencido de que estaba haciendo el bien, y estaba bien provisto de argumentos sistemáticos”.
Los peores villanos pueden engañarse pensando que están haciendo el bien. No debemos dejarnos engañar creyendo que la libertad puede preservarse confiando en las buenas intenciones de las personas buenas.
Eche un vistazo honesto a su corriente de pensamiento, y observe cuán egoísta es. Sí, observe también sus pensamientos de bondad y generosidad hacia los demás. Pero no hay razón para que la sociedad confíe el poder de controlar a los demás, en sus buenas intenciones –o en las mías.
Para encontrar el bien, Solzhenitsyn tuvo que ver primero su oscuridad. Y luego, al hacerlo, se abrió un camino hacia el bien: “Y fue sólo cuando yacía sobre la paja podrida de la prisión, que sentí dentro de mí los primeros indicios del bien”.
Después de su famosa frase sobre “la línea que separa el bien y el mal”, Solzhenitsyn escribió: “Esta línea cambia. En nuestro interior oscila con los años. E incluso dentro de los corazones abrumados por el mal, se conserva una pequeña cabeza de puente del bien. E incluso en el mejor de los corazones permanece … un pequeño rincón del mal no desarraigado”.
Que la línea entre el bien y el mal oscila, es una verdad que Solzhenitsyn expresó repetidamente. En el Volumen 1, escribió:
Durante la vida de cualquier corazón, esta línea [entre el bien y el mal] va cambiando de lugar; a veces es empujada en una dirección por el mal exuberante, y otras veces se desplaza para dejar suficiente espacio para que florezca el bien. Un mismo ser humano es, en distintas edades, en diversas circunstancias, un ser humano totalmente diferente. A veces está cerca de ser un demonio, a veces de la santidad.
Claramente, Solzhenitsyn quería que entendiéramos que nuestro trabajo nunca termina. Cultivar nuestra bondad es el trabajo de toda una vida.
En los Volúmenes 1 y 2, Solzhenitsyn repite la advertencia de Sócrates: “Conócete a ti mismo”. En el Volumen 2, añadió: “No hay nada que ayude tanto al despertar de la omnisciencia dentro de nosotros como los pensamientos insistentes sobre las propias transgresiones, errores y equivocaciones”.
No es sólo “el otro tipo” sobre el que escribía Solzhenitsyn. El mal puede atravesar a cualquiera de nosotros si no trabajamos para reconocerlo y tomar elección contra él. Solzhenitsyn diría que nos estamos engañando a nosotros mismos cuando pensamos que el mal sólo está ahí fuera. Ésta es una verdad que sigue siendo reivindicada.
Recientemente, Jonathan Mayo recopiló nuevos detalles del ataque terrorista de Noviembre de 2008, cuando diez jóvenes terroristas del grupo paquistaní Lashkar-e-Tayyiba asesinaron a 164 personas en Mumbai, India. Sus objetivos eran residentes comunes y corrientes de Mumbai, personas de un centro judío, y visitantes de un famoso hotel que atiende a turistas.
Lo que resaltó del ataque es que los diez terroristas estaban en comunicación en tiempo real con los controladores, que les enviaban indicaciones y mensajes desde Pakistán.
Mayo informa que mientras los terroristas estaban en el hotel Taj Mahal Palace, recibieron mensajes de que los controladores en Pakistán “están furiosos porque no hay señales de un incendio en el Taj”. Los controladores llamaron a los jóvenes terroristas: “No pasará nada hasta que ustedes inicien el fuego. Cuando la gente vea las llamas, empezará a tener miedo. Y tira algunas granadas, hermano. No hay nada de malo en lanzar algunas granadas”.
Los terroristas en el hotel parecían “abrumados por la opulencia del hotel y [dijeron] a sus encargados: ‘¡Aquí hay computadoras con pantallas de alta tecnología! ¡Es increíble!’ El controlador [insistió] en que ‘iniciaran un fuego adecuado’ inmediatamente”.
Después del ataque, un terrorista en la estación de tren condujo hasta un control policial y dijo: “Por favor, señor, he hecho lo que vine a hacer. Por favor mátame.” El joven dijo a la policía que “su padre, un vendedor ambulante, lo vendió [al grupo terrorista] y le dijo a su hijo: ‘Tendremos dinero, ya no seremos pobres’”.
La línea entre el bien y el mal, incluso entre los jóvenes terroristas, se movía en tiempo real.
El testimonio de Solzhenitsyn nos ayuda a ver que el mal no puede ser eliminado pero, en sus palabras, “es posible restringirlo dentro de cada persona”.
Si Solzhenitsyn tiene razón acerca del potencial para el mal que existe en cada uno de nosotros, entonces en su libro Un conflicto de visiones, Thomas Sowell tiene una advertencia importante:
Cada nueva generación que nace es, en efecto, una invasión de la civilización por parte de pequeños bárbaros, que deben ser civilizados antes de que sea demasiado tarde. Sus perspectivas de crecer como personas decentes y productivas dependen de todo un elaborado conjunto de prácticas, en gran medida inarticuladas, que engendran valores morales, autodisciplina y consideración por los demás.
Steven Pinker se hizo eco de Solzhenitsyn cuando escribió: “Los humanos no son innatamente buenos (así como tampoco son innatamente malos), pero vienen equipados con motivos que pueden orientarlos lejos de la violencia, y hacia la cooperación y el altruismo”.
Sería una apuesta tonta esperar que cada persona crezca civilizada y ejerza su albedrío moral para orientarse hacia el bien. La cooperación y el florecimiento humanos son posibles gracias a las tradiciones morales y al estado de derecho que restringe el mal.
Cuando la ideología ilimitada triunfa sobre los derechos y la moralidad, rápidamente descubrimos con qué rapidez el mal triunfa sobre el bien.
Por el contrario, el orden social ampliado creado por el libre mercado amplía nuestras oportunidades de cooperar con otros y, fundamentalmente, acepta la naturaleza humana tal como es. Cuanto más cooperamos, más vemos que nuestro bienestar depende de los demás. Cuanto más profunda sea la interdependencia, mayores serán los incentivos para cultivar el lado bueno de nuestra naturaleza humana.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko