Por qué las vacunas se han convertido en una religión

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    Cómo las vacunas se convirtieron en el agua bendita de la civilización occidental

    A medida que más personas se dan cuenta de los peligros de las vacunas, gradualmente descubren un problema con el que los defensores de la seguridad de las vacunas han tenido que lidiar durante décadas –hablar con los fanáticos de las vacunas es como hablarle a un muro y, con independencia de las pruebas que les sean presentadas, no es posible llegar a ellos (a veces parece como si se estuviera hablando con un fanático religioso, el que ni siquiera está dispuesto a considerar la “blasfemia que Ud. está escupiendo”).

    Por ejemplo, en 2009, después de que la nefróloga Dra. Suzanne Humphries notara que los pacientes (sobre todo los hospitalizados) seguían desarrollando insuficiencia renal después de las vacunas contra la gripe, se encontró con una resistencia significativa al intentar retrasar la vacunación hasta el alta:

    Antes, cuando me consultaban sobre casos de insuficiencia renal y decía: “¡Ah, fue la estatina/antibiótico/diurético lo que causó eso!”, suspendían el medicamento al instante, sin hacer preguntas. Sin embargo, ahora era aplicado un nuevo standard a las vacunas. No importaba que las notas del internista en las historias clínicas dijeran: “No se encontró una etiología obvia de insuficiencia renal tras una evaluación exhaustiva”.

    La siguiente vez que el jefe de personal médico y yo nos encontramos en el pasillo, una oncóloga estaba presente. En un momento dado, le pregunté al jefe: “¿Por qué nadie más ve el problema? ¿Por qué soy yo sola? ¿Cómo puede pensar que todo ésto está bien? ¿Por qué ahora es considerado normal vacunar a personas muy enfermas en su primer día de hospitalización?” La oncóloga dio una respuesta que me sorprendió. Dijo: “¡Religión médica!” Se dio la vuelta y se marchó.

    Pasaron varios meses y el comité ejecutivo médico se reunió para tratar mis preocupaciones, sin permitirme estar presente. Me informaron por escrito que el personal de enfermería se estaba confundiendo porque yo había interrumpido las órdenes de vacunación, y que debía atenerme a la política del hospital. Me pareció extraño, dado que las enfermeras no están acostumbradas a dar el mismo tratamiento a todos los pacientes, y son perfectamente capaces de interpretar órdenes individualizadas.

    Con el paso del tiempo, fue interesante observar la división en el personal del hospital. Las enfermeras me rescataban en rincones tranquilos y me contaban historias que corroboraban plenamente lo que yo veía. Me apoyaban con cautela cuando sus superiores no podían ver ni oír.

    Escribí todos los casos y preparé un informe exhaustivo para la administración del hospital, pero fue en vano. Ni siquiera la ciencia logró convencerlos, ya que los charlatanes seguían negando mis hallazgos.

    Seguí presentando a la administración hechos a los que no podían responder, con la esperanza de obtener una revelación enceguecedora de lo obvio. Finalmente, reclutaron a la Fundación para la Calidad de la Atención Médica del Noreste, la “organización para la mejora de la calidad” de Maine, New Hampshire y Vermont, para que los dejara en paz. El Dr. Lawrence D. Ramunno envió una carta invocando la falacia de autoridad, en la que categóricamente me informaba que la vacunación hospitalaria contra el virus de la gripe se convertiría en una medida global para todos los ingresos en 2010 [debido al Obamacare], y que mi evidencia de daño no era significativa, porque 10 organizaciones profesionales avalan la vacunación.

    Esta carta condescendiente e insulsa … ilustraba la cruel indiferencia de los médicos al más alto nivel, y la ceguera voluntaria dispuesta a ignorar casos claramente documentados y su propia literatura médica. No satisfechos con exigirme una obediencia automática a los dictados superiores, iniciaron una observación en la sombra por la que, a partir de entonces, todo lo que hice y escribí en el hospital fue observado y escrutado.

    [Nota: Antes de que el Obamacare obligara a vacunarse contra la gripe a los profesionales sanitarios, muchos médicos que conocía no vacunaban, porque consideraban que los beneficios de la vacuna eran insignificantes, y que los riesgos potenciales eran reales y altos, y pensaban que la nueva orden no tenía sentido. No creo que mi muestra estuviera sesgada, ya que otras fuentes lo corroboraron (por ejemplo, el siguiente segmento de CNN de 2009 trató sobre los profesionales sanitarios de New York que protestaron contra una ley estatal que les exigió la vacunación anual contra la gripe). Resulta sorprendente la rapidez con la que una simple orden logró cambiar el pensamiento crítico sobre este asunto, a una aceptación irracional de la vacunación (sobre todo teniendo en cuenta que he conocido a personas que contrajeron el síndrome de Guillain-Barré a causa de una vacuna)].

    Link to video 1: https://youtu.be/6aIDxklch28

    Peor aún, décadas de propaganda han consagrado una serie de standards y justificaciones ridículas para defender las vacunas, contra las que siempre se espera que uno argumente si tanto las cuestiona.

    [Nota: La propaganda es una herramienta utilizada para convencer a la población de que algo que va en contra de sus intereses y no puede ser lógicamente justificado es, en realidad, “bueno para ellos”. Por esta razón, la propaganda es de naturaleza emocional más que lógica, y con frecuencia utiliza argumentos emocionales los que, a primera vista, parecen lógicos, pero que, al profundizar, no lo son].

    Por qué la gente cree en las vacunas

    Una vez que la gente se da cuenta del problema de las vacunas, una de las preguntas más frecuentes que surge es por qué el campo de la medicina tiene un apego ideológico tan rígido a las mismas. Diría que se debe a tres razones interrelacionadas:

    En primer lugar, la sociedad humana siempre se ha definido por grupos que compiten por status y riqueza, y lo que muchos no aprecian es que, históricamente, es un desarrollo muy reciente que los médicos hayan atraído el prestigio y el salario que la profesión conlleva. En mi opinión, ésto fue, en última instancia, el resultado de dos factores:

    • La monopolización del mercado (a través de la Asociación Médica Estadounidense) y los avances tecnológicos que dieron origen a una industria médica increíblemente rentable, que generó el financiamiento para promover en todo el país una nueva fe en aquélla, y requirió que los médicos (y la fe en los médicos) sirvieran como piedra angular de la industria.
    • La medicina crea la mitología de que nos rescató de la era oscura de las enfermedades y, por lo tanto, merece su supremacía en la jerarquía social actual. Dado que “las vacunas acaban con las enfermedades infecciosas” es parte central de esa mitología, para mantener su prestigio actual, quienes pertenecen al sistema médico convencional se ven obligados a redoblar sus esfuerzos en la supremacía absoluta de las vacunas, independientemente de la evidencia en su contra o del hecho, como lo demuestra brillantemente el Secretario Robert F. Kennedy Jr., de que no hay evidencia real de que las vacunas fueran responsables de la disminución de las enfermedades infecciosas que la industria médica falsamente se atribuyó.

    [Nota: Cuando la Dra. Humphries planteó su preocupación por la insuficiencia renal ocasionada por las vacunas contra la gripe, sus colegas utilizaron la mitología de las vacunas más apreciadas de la medicina para desestimarla (por ejemplo, “[el jefe de medicina interna] me recordó que ‘la viruela fue erradicada con vacunas, y la polio fue erradicada en Estados Unidos con vacunas'”). Ésto motivó a Humphries a analizar esa mitología y a crear el libro fundamental “Disolviendo Ilusiones”, el que demostró con precisión por qué eso es un embuste mayúsculo].

    En segundo lugar, existe un fenómeno bien conocido en psicología, el efecto Dunning-Kruger: cuanto menor sea la competencia o el conocimiento de las personas en un área, más sobreestimarán su competencia y conocimiento (por ejemplo, a medida que la serie sobre DMSO que he escrito ha atraído más atención, han sido escritos cada vez más artículos difamatorios sobre el asunto, y ​​he descubierto que cuanto más absurdos, erróneos o desinformados son los argumentos presentados, mayor seguridad y agresividad ostentan sus defensores, y mayor es la resistencia a considerar datos contradictorios).

    En medicina existe una enorme cantidad de información que aprender por lo que, en la mayoría de los casos, los médicos se ven obligados a tomar atajos a lo largo de su formación, asumiendo una y otra vez que si A es cierto, entonces B también lo es, sin comprender exactamente por qué A lleva a B, cuán provisional puede ser el vínculo, y en qué situaciones no aplica. Del mismo modo, cuando el público (especialmente los medios de comunicación) evalúa la información médica, en lugar de intentar comprender cómo A se convierte en B, suele tomar la afirmación de un experto (por ejemplo, un médico) de que “A siempre conduce a B” como la única afirmación posible.

    Dado que a menudo A no conduce realmente a B, y a que a las personas no les gusta admitir que están equivocadas (especialmente si, como los médicos, les requirió una increíble inversión personal para alcanzar el status social que ostentan), al enfrentarse con inconsistencias en sus creencias, la respuesta típica será insistir en su postura, en lugar de intentar comprender críticamente los datos adicionales.

    Todo ésto resume lo que observo habitualmente cuando veo a médicos –o a personas afines a la ciencia– defender aspectos (en esencia, indefendibles) de la vacunación.

    [Nota: Otro mecanismo psicológico común, la disonancia cognitiva (no querer admitir que algo en lo que uno se ha involucrado estuvo mal), es particularmente aplicable a los médicos, ya que reconocer que ha sido perjudicado un número significativo de personas, las fueron voluntariamente vacunadas, supone una pesada carga].

    En tercer lugar, se puede argumentar con fuerza que las sociedades no pueden funcionar sin algún tipo de fe o espiritualidad unificadora (sobre todo porque, en ausencia de una, con frecuencia la gente busca adoptar la que sea). En nuestra cultura surgió una situación bastante peculiar: la religión fue expulsada por amplios sectores de la sociedad, y reemplazada por la ciencia (con la creencia de que crearía una sociedad más justa y racional), pero nunca fue abordada la necesidad subyacente de una fe generalizada.

    Debido a ésto, gran parte de la ciencia fue gradualmente transformada en la religión de la sociedad, lo que la llevó a afirmar haberse constituido en árbitro objetivo de la verdad. Pero en realidad, con frecuencia es altamente dogmática e irracional, buscando establecer su propio monopolio sobre la verdad (lo que ha llevado a muchos a etiquetar la actual institución social de la ciencia como “cientificismo”). Por ello, cuando se habla de ciencia, sus defensores suelen utilizar terminología religiosa (por ejemplo, “Creo en la ciencia”, “Creo en las vacunas”, “cualquiera que niegue el cambio climático es reprensible negacionista, y debe ser silenciado”).

    La religión de la medicina

    A lo largo de los años muchos han observado que, al reclamar el dominio sobre la vida y la muerte (y crear milagros modernos, como revivir a los muertos mediante reanimación cardíaca, o asombrar al público con su capacidad de ver a través de la carne con rayos X), la medicina se ha convertido en el fundamento de la nueva religión de la ciencia.

    La medicina moderna no puede sobrevivir sin nuestra fe, porque no es ni un arte ni una ciencia. Es una religión… La Iglesia de la Medicina Moderna se ocupa de los fenómenos más desconcertantes: el nacimiento, la muerte y todas las artimañas que nuestro cuerpo nos juega –Robert S. Mendelsohn

    Una de las primeras personas que me alertó sobre esta idea fue el mismo Dr. Mendelsohn, quien en su libro de 1979, Confesiones de un Médico Hereje, argumentó que la medicina es una institución dogmática que prioriza la autoridad, el control y las prácticas ritualistas (consideradas doctrinas infalibles que exigen obediencia ciega de los pacientes) por encima del bienestar del paciente, la transparencia de los datos, y la atención basada en la evidencia. El Dr. Mendelsohn:

    • Destacó las “reglas no escritas” en la medicina, como la compulsión de los médicos por recetar nuevos medicamentos antes de que sean completamente conocidos sus efectos secundarios, como ejemplo de esta rígida y ciega fe en el protocolo, por encima de la ciencia (sobre todo porque los desastres siguen rutinariamente a esta fe ciega en los nuevos fármacos).
    • Demostró cómo muchas prácticas y procedimientos rutinarios ocasionan significativamente más daño que beneficio (por ejemplo, radiografías para amigdalitis, las que posteriormente ocasionan cáncer de tiroides), pero no pueden ser cuestionados debido a la naturaleza dogmática de la medicina, lo que conduce a debacles similares que se repiten en cada década posterior.
    • Demostró que muchas enfermedades que son rutinariamente tratadas con (perjudiciales) intervenciones, se curan por sí solas, especialmente si son complementadas con prácticas curativas naturales sencillas.
    • Argumentó que la tendencia de la medicina a ocultar al público información médica fundamental (obligándolo así a confiar en la opinión del médico, en lugar de en su propio juicio) es fundamentalmente poco ética.

    [Nota: Esta crítica fue planteada en la era pre-Internet, cuando la información de las revistas médicas no estaba ampliamente disponible para el público. Creo que ésto explica en parte por qué los artículos publicados en revistas en esa época (muchos de los cuales cito en este boletín) eran mucho más sinceros, mientras que en décadas posteriores la información que potencialmente incriminaba a la profesión médica, rara vez era publicada].

    • Argumentó que la compulsión de la medicina por “hacer algo” es un impulso basado en la fe, en lugar de la atención racional, equiparando la extralimitación médica con el celo religioso que perjudica a los creyentes.
    • Señaló que, además de que los pacientes son atacados por desafiar la fe, los médicos que lo hacen son tratados como herejes y expulsados ​​(por ejemplo, al ser obligados a renunciar a los hospitales en los que trabajan).

    En ningún otro ámbito, la Inquisición de la Iglesia emerge con tanta claridad como a través de la drogadicción infantil como medio de control … La medicina moderna establece su Inquisición para definir el comportamiento que no se ajusta a la norma como enfermo.

    El trabajo del Dr. Mendelsohn tuvo gran impacto y jugó un papel fundamental en la transformación de la medicina, del modelo paternalista a uno en el que los pacientes comenzaron a recibir datos y a participar en la decisión sobre la atención óptima para ellos. Por ejemplo, realizó numerosas apariciones de gran impacto en programas de televisión nacionales, como este debate de 1983 sobre los peligros de las vacunas.

    [Nota: Durante el último mes recopilé otros 54 segmentos de noticias emitidos sobre los peligros de las vacunas, los que ahora nunca serán emitidos (y que pueden ser vistos aquí).

    Sin embargo, muchos de los problemas que el Dr. Mendelsohn destacó, persisten hasta la actualidad. Por ejemplo, los médicos que, desviándose de los ineficaces protocolos de remdesivir, intentaron evitar que los pacientes con covid murieran, fueron expulsados ​​de sus hospitales. Las experimentales vacunas ARNm fueron adoptadas con un celo religioso imparable por la comunidad médica, a pesar de que en ese momento se sabía muy poco sobre las mismas, y los datos sobre la seguridad o eficacia de las vacunas covid fueron ocultados al público, a pesar de los continuos esfuerzos y demandas para obtenerlos.

    En su libro también destacó técnicas específicas utilizadas por la medicina, como:

    • Los médicos reemplazaron a los sacerdotes en la iglesia, existiendo muchos deliberados paralelismos entre ambos (por ejemplo, en las visitas médicas se esperaba que uno confesara sus pecados confidencialmente, y las batas blancas que usaban los médicos como emisarios de la ciencia eran las túnicas modernas de un sacerdote, mientras que los estetoscopios servían como insignias religiosas). Debido a ésto, “el médico-sacerdote se sale con la suya en muchos aspectos, porque puede afirmar que se enfrenta con las mismas fuerzas del mal”.
    • La investigación es el interminable trabajo ritualista que las personas utilizan para jurar lealtad a la fe (“Investigar está bien, siempre y cuando no se actúe en consecuencia”).
    • Los hospitales funcionaban como templos de la iglesia de la medicina.
    • El seguro médico era funcionalmente similar a las indulgencias que los miembros pagaban para apoyar una religión.
    • Independientemente los daños que ocasionan, las drogas son tratadas como hostias, y las cirugías innecesarias son, en realidad, mutilaciones rituales; ambas cosas generan lealtad a la iglesia de la medicina moderna.
    • La fórmula infantil es un alimento “bendecido”, para justificar la privación de las madres de la lactancia materna (mucho más saludable).
    • Las vacunas son el agua bendita que utilizada para bautizar a la gente en la fe.

    Sea testigo del vigor con el que el estado promueve las Aguas Benditas de la Medicina Moderna … Todos necesitan –y reciben– las Aguas Benditas: rutinario nitrato de plata en los ojos del recién nacido, rutinarios fluidos intravenosos para las madres en trabajo de parto y otros pacientes hospitalizados, rutinarias inmunizaciones, fluoración del suministro de agua potable … Esa misma feroz compulsión motiva a los sacerdotes de la Medicina Moderna a aplicar sus Aguas Benditas a sus pacientes.

    Hay que someterse a la Iglesia para poder ir a la escuela. No le dejarán entrar a menos que pueda demostrar que ha recibido todas las sacramentales vacunas.

    En este caso, las vacunas simbolizan la iniciación y la devoción constante, y negarse conlleva el riesgo de ser excluido o acusado de negligencia.

    De estos puntos, dediqué la mayor parte del tiempo a reflexionar sobre su argumento de que las vacunas son el agua bendita de la medicina, ya que:

    • Todos los estudiantes de medicina (y ahora también los profesionales sanitarios) deben estar completamente vacunados, lo que margina y excluye a quienes no se alinean con los dogmas de la medicina, y hace que quienes se someten a los mismos sean mucho más propensos a imponerlos a los pacientes.
    • Las vacunas aumentan considerablemente la posibilidad de enfermedades crónicas (normalmente entre 3 y 10 veces), lo que provoca que quienes las reciben se conviertan en adictos de por vida a la medicina y a los medicamentos que ésta proporciona para controlar esos síntomas.
    • Las vacunas son una de las primeras experiencias traumáticas que experimentan los bebés y, en cierta medida, reconfiguran su sistema nervioso, llevándolos a un estado de shock y desconexión, en el que les resulta más difícil tener una conexión plena con la vida y con quienes los rodean (lo que los hace más propensos a buscar la salvación en el paradigma materialista que ofrece la ciencia).

    Durante mucho tiempo, la naturaleza religiosa de la vacunación ha sido un tema relativamente desconocido y tabú, pero afortunadamente, en los últimos tiempos eso ha cambiado. Por ejemplo, Tucker Carlson y Cheryl Hines dieron a millones de espectadores una de las explicaciones más conmovedoras que he visto sobre por qué la vacunación es, en última instancia, un ritual religioso:

    Link to video 2: https://youtu.be/8F9FK9_irWQ

    [Nota: el mural de Diego que deifica la vacunación al que se refirió Tucker es éste de Detroit, creado entre 1932 y 1933].

    Vacunas Amén

    Recientemente Aaron Siri publicó “Vacunas Amen”, excelente libro el que, según tengo entendido, ofrece la mejor comparación entre medicina y religión desde la obra del Dr. Mendelsohn de 1979 (aunque se centra en la religión en torno de las vacunas, ya que el dogma en otras áreas ha disminuido ligeramente desde la época del Dr. Mendelsohn).

    Este libro intentó brevemente destacar la naturaleza religiosa de las vacunas mostrando cómo, una y otra vez:

    • Las palabras de un pequeño número de autoridades de confianza son tomadas como verdad dogmática que todos los demás en el ámbito médico copian, a pesar de que la mayoría de sus afirmaciones no están respaldadas por pruebas ni por lógica. Sorprendentemente, Siri logró destituir al padrino del actual programa de vacunas de Estados Unidos (quien influyó en la mayoría de los portavoces de la vacunación en todo el país, como Paul Offit), y durante esa declaración, mostró las graves lagunas en su razonamiento engañoso, el que llegó a definir la práctica de la vacunación.

    [Nota: Siri también señaló que la mayoría de los grandes maestros de la vacunación (quienes repiten una y otra vez los mismos argumentos) sólo llegaron donde están gracias al financiamiento farmacéutico, el que es selectivamente asignado a quienes refuerzan la ortodoxia. Asimismo destacó cómo la profesión médica, los medios de comunicación y los organismos reguladores gubernamentales tratan a personas como Offit con confianza ciega, lo que permite que las creencias ilógicas que promulgan, como toda buena propaganda, queden completamente protegidas del escrutinio].

    • Cómo son adoptadas posturas ilógicas y manifiestamente inconsistentes, para argumentar que las vacunas son seguras y eficaces, de modo que sean aceptados casi idénticos tipos de evidencia si respaldan esa creencia, pero que son rechazados si la refutan, lo que hace que la evidencia que sustenta este sistema de creencias sea tan subjetiva que carece de valor. Siri destaca a su vez las flagrantes contradicciones (o las posturas extremadamente importantes que son repetidamente adoptadas sin ninguna evidencia que la respalde) con la frase “Vacunas, amén”, la que resume a la perfección la situación.

    [Nota: “Vacunas Amén” es también utilizada para destacar otras facetas del fanatismo vacunal, como censurar a quienes las cuestionan, u obligar a las personas a vacunarse en lugar de convencerlas con argumentos lógicos].

    • Cómo la investigación sobre la seguridad de las vacunas se basa en un sinfín de suposiciones: que las vacunas deben ser completamente seguras (lo que oculta todos los daños que realmente causan), pero que esa investigación (que nunca demostró su seguridad) es presentada como prueba irrefutable de que las vacunas son seguras y eficaces.

    La ausencia de evidencia no es evidencia de la ausencia

    Debido a la alta toxicidad de las vacunas, es casi imposible diseñar estudios que no demuestren que las vacunas enferman a sus receptores. Por ello, la estrategia de la comunidad médica ha sido impedir que sean realizados estudios que comparen a personas vacunadas con personas no vacunadas.

    Por ejemplo, siempre que se intentan realizar ensayos clínicos controlados con placebo de vacunas, el sector médico los rechaza vehementemente por considerarlos poco éticos, ya que niegan a los niños del (pequeño) grupo placebo una vacuna que “salva vidas” –a pesar de que es mucho menos ético inyectar a todos los niños del país con una vacuna de seguridad o eficacia desconocida (para las que existen verdaderas preocupaciones de seguridad).

    Por el contrario, siempre que es realizado un estudio (“ético”) (por ejemplo, comparando retrospectivamente la salud de personas vacunadas con la de personas no vacunadas, dentro de grandes conjuntos de datos), y queda demostrado que las lesiones ocasionadas por las vacunas son reales, el estudio es rechazado por ser “no controlado”, argumentando que se necesita un ensayo controlado para evaluarlo, a pesar de que dichos ensayos están prohibidos por razones “éticas”. Para ilustrar aún más este absurdo:

    • Cuando las bases de datos (no controladas) muestran algo que demuestra la seguridad de las vacunas, ésto es siempre considerado prueba de que las vacunas son seguras.
    • Existen grandes conjuntos de datos que permiten comparar (éticamente) a personas vacunadas con personas no vacunadas. En todos los casos, el público nunca tiene acceso a los conjuntos de datos, a pesar de que personas como Siri se esfuerzan por obtenerlos (el argumento común es que no es ético compartir información médica personal, a pesar de que ésto nunca ha sido un problema para los investigadores pro-vacunas que evalúan grandes bases de datos).
    • Cuando individuos realizan estudios de forma independiente que comparan a niños vacunados con niños no vacunados y demuestran efectos perjudiciales, esos estudios se retractan y los investigadores suelen ser objeto de críticas por parte de las juntas médicas (por ejemplo, Paul Thomas perdió su licencia médica en Oregon por ésto).
    • Sería muy fácil demostrar que las vacunas son “seguras y eficaces” realizando un estudio que compare a personas vacunadas con personas no vacunadas; sin embargo –a pesar de décadas de peticiones y a la creciente pérdida de confianza en las vacunas–, éstos nunca son realizados; o si son realizados, nunca son publicados.

    [Nota: Recientemente conocimos una de las pruebas más contundentes de ésto: un médico de inmenso prestigio y con una trayectoria de desafiar intereses arraigados, aceptó realizar un estudio comparando a personas vacunadas y personas no vacunadas, para demostrar la seguridad de las vacunas y luego publicar los resultados independientemente de lo que mostraran (ya que estaba seguro de que demostrarían la seguridad de las vacunas). Una vez que los datos demostraron irrefutablemente que las vacunas eran extremadamente peligrosas, se negó a publicar el estudio y, disculpándose ante una cámara oculta, admitió que lo hizo para protegerse].

    Dado que la propaganda se basa en argumentos que parecen lógicos pero que son emocionales, este statu quo ha sido mantenido como la norma social durante generaciones, y ha sido mantenido al margen de cualquier argumento en su contra. Por ello, dos cruciales puntos de lógica rara vez entran en discusión.

    En primer lugar, al no haber surgido evidencia de daños causados ​​por vacunas a pesar de ser “el producto médico más estudiado que existe”, es generalmente asumido que ello significa que son completamente seguras –cuando en realidad, esa ausencia de evidencia (ampliamente aceptada) se debe enteramente a la negativa a buscarla. A su vez, ésto evoca la famosa frase “la ausencia de evidencia no es evidencia de la ausencia” (algo que escucho constantemente en mi mente cuando los fanáticos de las vacunas recurren a este argumento).

    En segundo lugar, he observado durante mucho tiempo que muchos problemas en la ciencia son originados en la interpretación errónea de un concepto filosófico. Por ejemplo, la FDA moderna surgió de una ley de 1962 que estipulaba que los medicamentos debían ser aprobados mediante una investigación “bien controlada”. Tras ésta, “bien controlado” (lo que nunca fue definido) fue habitualmente interpretado como ensayos costosos que sólo la industria podía permitirse realizar. Como resultado, los reguladores y la comunidad médica descartan sistemáticamente los ensayos (precisos) que podrían realizar partes independientes, mientras que los grandes ensayos “ciegos” que son altamente inexactos y sesgados (debido al financiamiento que requieren de la industria), en la práctica están completamente protegidos del escrutinio (por ejemplo, numerosos participantes e investigadores clínicos testificaron que tanto los ensayos de HPV como los de covid-19 fueron manipulados, pero la FDA nunca hizo nada).

    [Nota: El fundamentalismo de los ECA (la negativa a considerar cualquier cosa que no sean ensayos controlados aleatorios) es muy erróneo, ya que los ensayos observacionales no ciegos más pequeños suelen arrojar los mismos resultados que los ECA grandes (no corruptos) (como lo demuestra esta Revisión Cochrane de 2014), especialmente si el efecto de un fármaco es significativo (en lugar de uno pequeño que sólo puede ser detectado en un estudio controlado de gran escala y, por lo tanto, posiblemente irrelevante). En paralelo con esta revisión Cochrane, he constatado sistemáticamente que las personas más exitosas en la vida son aquellas capaces de detectar señales en datos preliminares y actuar en consecuencia, en lugar de esperar a que la mayoría apruebe la decisión (por ejemplo, los mejores médicos que conocí reconocieron que las vacunas contra el covid eran increíblemente peligrosas al mes de su comercialización –mientras que muchos médicos que conozco aún no lo reconocen).

    Reconociendo que la medicina se ha convertido en una ideología dogmática, incapaz de revertir prácticas nocivas, los disidentes médicos intentan transformar la medicina inculcando el marco de que la práctica médica debe regirse por la evidencia científica y no por la opinión de expertos, algo muy necesario, lo que logró que numerosas prácticas médicas disfuncionales fueran finalmente descartadas].

    Desafortunadamente, la industria farmacéutica se dio cuenta rápidamente de que ésto significa obtener enormes ganancias si invierte en monopolizar la evidencia, mediante:

    • Adquirir las revistas médicas, imposibilitando así la publicación (y la constitución en evidencia) de cualquier cosa que amenace sus intereses, al tiempo que permite la publicación de cualquier cosa que apoye los intereses de la industria, independientemente de su mala estructura (por ejemplo, numerosos artículos que utilizan conjuntos de datos completamente absurdos son publicados en las principales revistas médicas, y han sido utilizados para detener los ensayos globales de tratamientos contra el covid sin patente –finalmente, se retractaron cuando un número suficiente de nosotros señaló que sus conjuntos de datos eran clara e inequívocamente falsos).
    • Inculcar la creencia de que debemos confiar en el resumen de datos elaborado por otros, en lugar de examinarlos nosotros mismos (por ejemplo, durante el covid, insistieron en que los datos demostraban la seguridad y eficacia de las vacunas, pero se negaron a dárnoslos, y en los casos en que finalmente lo hicieron por orden judicial o por puro azar, vimos que mintieron sobre la información real contenida en los datos sin procesar).
    • Usar los medios de comunicación para consolidar la creencia social de que el pronunciamiento de un “experto” sobre la evidencia, equivale a la evidencia misma.

    Así pues, reflejando la tendencia general de la ciencia en nuestra cultura, el marco de la medicina basada en la evidencia se transformó en una creencia, y gradualmente ha retornado al sistema dogmático que lo precedió. Por esta razón, creo que es muy valioso examinar su definición original (1996):

    La medicina basada en la evidencia es el uso concienzudo, explícito y juicioso de la mejor evidencia actual disponible para la toma de decisiones sobre la atención médica de cada paciente. La práctica de la medicina basada en la evidencia implica integrar la experiencia clínica individual con la mejor evidencia clínica externa disponible, procedente de la investigación sistemática. Por experiencia clínica individual nos referimos a la competencia y el criterio que los profesionales clínicos adquieren a través de la experiencia y la práctica clínica.

    Una mayor experiencia se refleja de muchas maneras, pero especialmente en un diagnóstico más eficaz y eficiente, así como en una identificación más reflexiva y un uso más compasivo de las dificultades, derechos y preferencias de cada paciente al tomar decisiones clínicas sobre su atención. Por mejor evidencia clínica externa disponible nos referimos a la investigación clínicamente relevante, a menudo procedente de las ciencias básicas de la medicina, pero especialmente de la investigación clínica centrada en el paciente, sobre la exactitud y precisión de las pruebas diagnósticas (incluido el examen clínico), la potencia de los marcadores pronósticos, y la eficacia y seguridad de los regímenes terapéuticos, rehabilitadores y preventivos. La evidencia clínica externa invalida las pruebas diagnósticas y los tratamientos previamente aceptados, y los sustituye por otros más potentes, precisos, eficaces y seguros.

    En mi opinión, existen dos interpretaciones erróneas importantes de ésto. En primer lugar, como muchos han señalado, imponer una terapia (por ejemplo, las vacunas) es incompatible con el respeto a las dificultades, derechos y preferencias de cada paciente.

    En segundo lugar, se redefinió la “mejor evidencia disponible” para referirse a datos “altamente creíbles” obtenidos mediante ensayos controlados aleatorios extensos (costosos) y avalados por expertos, en lugar de los mejores datos disponibles actualmente sobre un asunto. Por lo tanto, creo que el argumento de que “no pueden ser aceptados todos los estudios observacionales que demuestran que las vacunas causan daño, porque no son ensayos sólidos controlados con placebo”, es una grave distorsión de la intención (explícita) de la medicina basada en la evidencia.

    Más bien, la interpretación correcta es que, actualmente, los estudios observacionales que comparan a niños vacunados con niños no vacunados constituyen la mejor evidencia disponible (ya que no ha sido hecho nada “mejor”), y su conclusión debe ser el standard para determinar la práctica médica hasta que sean realizados ensayos “mejores” (por ejemplo, controlados con placebo) que refuten los estudios observacionales. Como podemos ver, en el asunto de la seguridad de las vacunas, ésto tiene enormes consecuencias, ya que esta redefinición ha permitido a los promotores de las vacunas obstaculizar la investigación fundamental sobre las vacunas y, al mismo tiempo, afirmar que todo lo que ya existe “no cuenta”.

    O, para citar a Vaccines Amen:

    No es sorprendente que los productos farmacéuticos, incluidas las vacunas, puedan ocasionar daños. Lo que es profundamente preocupante es que a menudo los defensores de las vacunas afirman que una vacuna no ocasiona un daño declarado, sin evidencia que respalde su afirmación. Incluso cuando millones de personas informan sobre un daño específico asociado con una vacuna, el Dr. Plotkin y sus seguidores sostienen que las vacunas no ocasionan ese daño, a pesar de carecer de evidencia que sustente su postura.

    Volviendo al ejemplo anterior, cuando le pregunté al Dr. Plotkin si la vacuna contra la hepatitis B puede causar encefalitis, respondió: “No, yo diría que definitivamente no”. Sin embargo, al ser confrontado con el informe del Instituto de Medicina (IOM) que no respalda su conclusión, no se retractó. En cambio, insistió en su postura poco científica. Al ser presionado, reconoció que demostrar un resultado negativo requiere más datos que demostrar un resultado positivo, pero ésto no justifica afirmar sin pruebas que una vacuna no ocasiona un daño comúnmente reportado. Mantuvo esta postura incluso después de admitir que un ensayo clínico bien diseñado podría determinar si una vacuna causa un daño específico.

    De igual manera, cuando Siri intentó obtener los datos que demuestran la seguridad de las vacunas:

    Después de años de preguntar, solicitar, exigir, declarar y demandar a entidades y figuras clave de la industria de las vacunas y agencias federales de salud, no queda nadie a quien recurrir para la supuesta “montaña de estudios” que afirma que las vacunas infantiles no causan autismo. La afirmación de tal vasta evidencia es increíble, pero los funcionarios de salud que afirman que existe tal cantidad, no pueden identificar un solo estudio que respalde la afirmación de que las vacunas infantiles no causan autismo. No existe ni un solo estudio. Sin necesidad de un acto de fe, lo que está claro es que la afirmación de que las vacunas no causan autismo no está basada en la ciencia, sino en creencias ideológicas. Ésto me recuerda lo que el ex representante de la Cámara de Representantes, Dr. Dave Weldon, escribió en 2007: “Cuando encargué a mi personal la investigación sobre la seguridad de las vacunas a nivel federal, recibimos respuestas confusas y miradas vacías de los funcionarios federales. La FDA nos dirigió a los CDC, indicando que éstos realizan la mayor parte de la investigación sobre la seguridad de las vacunas. Los CDC nos remitieron a los NIH, los que a su vez nos remitieron de vuelta a los CDC.

    Increíblemente, el único estudio identificado por los CDC que examinó una vacuna administrada durante el primer año de vida, fue uno que identificó una asociación entre la vacuna DTaP y el autismo.

    [Nota: El Instituto de Medicina (IOM) es una organización privada que es a menudo considerada como el standard de oro para evaluar controversias científicas (aunque generalmente encubren el asunto en cuestión), y ha escrito numerosos informes ampliamente citados sobre la seguridad de las vacunas (siendo los informes de 1994 y 2012 dos de los más conocidos). Estos informes indican que no hay pruebas suficientes como para respaldar definitivamente una relación entre las vacunas y las lesiones graves, y que es preocupante que esta investigación no hubiese sido realizada. Sin embargo, dado que esta ausencia de evidencia fue ampliamente interpretada como evidencia de ausencia (aun cuando el IOM señaló que un estudio mostró un vínculo entre las vacunas y el autismo), los informes del IOM han sido presentados como prueba de que las vacunas son seguras, a pesar de que eso dista mucho de lo que el IOM realmente afirmó].

    Enterrando la evidencia

    Uno de los puntos clave del libro de Siri son los prolongados esfuerzos que efectúa la industria de las vacunas para manipular los datos sobre la seguridad de las mismas.

    Por ejemplo, los ensayos clínicos de vacunas siempre son realizados durante períodos muy cortos (por ej.: los estudios sobre las vacunas contra la hepatitis B que administramos a todos los recién nacidos sólo monitorearon los efectos secundarios durante 4-5 días), lo que imposibilita la detección de efectos secundarios de largo plazo. En lugar de probar la vacuna contra placebos salinos, en casi todos los estudios son probadas contra sustancias nocivas asumidas como seguras, tras lo cual es evaluada la seguridad comparando las tasas de lesiones entre los dos grupos. Para ilustrar la enorme estafa que ésto representa, considere los siguientes escenarios:

    Falsos “placebos”

    En ocasiones, una nueva vacuna es probada contra un placebo “inerte” que contiene el adyuvante nocivo de la vacuna. Si la vacuna presenta una tasa de 10% de lesiones graves, y el placebo una de 9%, la diferencia de 1% se encuentra dentro del margen de error y, por lo tanto, es asumido que se debe al azar y no a la vacuna.

    A modo de ejemplo, son presentados a continuación algunos datos del ensayo de la vacuna contra el HPV (utilizó un adyuvante de aluminio nocivo como placebo):

    De manera similar, en los ensayos iniciales de Gardasil (supuesta vacuna contra el HPV), de 21,458 participantes, fallecieron 10 vacunados y 7 que recibieron placebo, incluyendo 7 por accidentes automovilísticos (los que pueden ser provocados por el síndrome de taquicardia postural ortostática (POTS) que causa desmayos en los conductores). Sin embargo, a pesar de que la tasa de mortalidad del Gardasil (8,5 por 10.000) y la del placebo (7,2 por 10.000) fueron casi el doble de la tasa de mortalidad de referencia en niñas y mujeres jóvenes (4,37 por 10.000), la FDA no mostró preocupación.

    [Nota: dado que estos ensayos reclutan selectivamente a participantes sanos, la tasa de mortalidad esperada debería haber sido incluso inferior a 4,37 por 10.000 en un grupo placebo real].

    Placebos de vacunas

    Antes de la autorización de comercialización, el grupo de control del estudio principal de Prevnar 7 (supuesta vacuna contra neumococos) recibió otra vacuna experimental, en lugar de un placebo. Ambas vacunas provocaron efectos adversos similares, lo que redujo la capacidad de detectar diferencias en los resultados de seguridad entre los dos grupos.

    Es habitual que el “placebo” administrado para una vacuna durante un ensayo clínico sea otra vacuna, en lugar de un placebo real, lo que crea una situación en la que la vacuna probada sólo puede ser demostrada como dañina si es más dañina que una “vacuna segura”, la que ya presenta una alta tasa de lesiones. Si es analizado en perspectiva, ésto es particularmente absurdo, ya que el argumento previamente existente de que “es poco ético negar a los niños una vacuna que salva vidas” (lo que sería necesario para realizar un ensayo controlado con placebo) se desvanece, ya que la vacuna sustitutiva no puede prevenir la enfermedad objetivo que se desea prevenir (ya que es para otra enfermedad).

    [Nota: En muchos casos, las vacunas aumentan la probabilidad de contraer enfermedades, ya que crean una supresión inmunitaria temporal que reduce la capacidad de resistir infecciones, además de aquéllas contra las que las vacunas hiperactivan el sistema inmunitario (de ahí que las personas con frecuencia contraigan gripe después de ser vacunadas). Durante mucho tiempo me he preguntado si ésto es parte de la razón para usar vacunas como placebos, ya que también infla artificialmente la eficacia de la vacuna probada, debido a que el grupo de comparación es convertido en una población inmunodeprimida con tasas más altas de enfermedades infecciosas].

    Asimismo, en muchos casos estos placebos de vacunas son combinados para normalizar y ocultar una alta tasa de lesiones y muertes. Ésto da lugar a situaciones similares a la siguiente:

    • Primer estudio: Vacuna A (8% de tasa de lesiones), sin comparación –pero la vacuna A simplemente es asumida como “segura”.
    • Segundo estudio: Vacuna B (10%) vs. Vacuna A “segura” (8%) –es asumido que la vacuna B tiene una tasa de lesiones de 2% y, por lo tanto, es “segura”.
    • Tercer estudio: Vacuna C (11,5%) vs. Vacuna B “segura” (10%) –es asumido que la vacuna C tiene una tasa de lesiones de 1,5% y, por lo tanto, es “segura”.
    • Cuarto estudio: Vacuna D (14%) vs. Vacuna C “segura” (11,5%) –es asumido que la vacuna D tiene una tasa de lesiones de 2,5% (14-11,5) y, nuevamente, es “segura”.

    Considerando cualquiera de las situaciones, es obvio que son absurdas, ya que posiblemente se observaría una tasa de lesiones de 1-3% si fuese utilizado un placebo real, y cualquier valor superior (por ejemplo, 14%) sería un daño claramente atribuible a la vacuna. Sin embargo, esa es la situación actual que hemos tenido durante décadas (y la razón por la que la comunidad médica reaccionó con tanta histeria cuando RFK Jr. decidió que las futuras vacunas deben ser probadas con placebo para su aprobación).

    [Nota: Del Bigtree ofrece un excelente ejemplo de ésto en el video anterior. Asimismo, debido a la frecuente necesidad de impugnar en los tribunales la afirmación de que “las vacunas son completamente seguras”, el equipo de Aaron Siri ha revisado los estudios de licenciamiento y ha logrado demostrar cómo este esquema piramidal de “placebo” subyace a la seguridad de muchas vacunas ampliamente utilizadas, y que carecemos de datos reales para establecer la seguridad de muchos de los productos que inyectamos a nuestros hijos].

    Lamentablemente, manipular los ensayos clínicos es un arte bien desarrollado y, como resultado, las mismas tácticas fraudulentas son repetidamente utilizadas en toda la industria farmacéutica. Por lo tanto, además de tener un margen limitado para monitorear los efectos secundarios (ocultando así las enfermedades crónicas que causan las vacunas), y de que las vacunas sean comparadas con una línea base en la que una gran cantidad de enfermedades y lesiones no es motivo de preocupación, también observamos repetidamente:

    [Nota: Se puede argumentar con fundamento que una parte significativa del supuesto beneficio de la vacuna covid se debió al diseño de ensayo sesgado].

    [Nota: En muchos casos, también ocultan los eventos adversos, lo que imposibilita determinar la magnitud del daño (por ejemplo, en los datos del ensayo del Gardasil, Merck reveló que 49,6% de los participantes de la vacuna desarrollaron una “nueva afección médica”, de la que 2,3% fue categorizada como “potencialmente indicativa de un trastorno autoinmune sistémico”)].

    Los investigadores tienen la facultad discrecional de determinar si una reacción estuvo relacionada con el producto de prueba, y si consideran que no está relacionada, es aceptada como tal (por ejemplo, existen muchos documentados ejemplos impactantes de ésto en los ensayos del Gardasil y de las vacunas covid, en los que enfermedades incapacitantes y muy inusuales inmediatamente después de la vacunación, son consideradas “no relacionadas”).

    Como fue anteriormente mencionado, lamentablemente estos problemas no son exclusivos de las vacunas. Por ejemplo, recientemente, el secretario Kennedy compartió una publicación que destaca las décadas de evidencia suprimida de que los SSRI (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina, medicamentos antidepresivos) pueden causar comportamiento violento:

    https://x.com/SecKennedy/status/1985820976852988221

    Un comentario en el hilo (de un médico de mente bastante abierta) me llamó la atención, ya que decía efectivamente: sí, el comportamiento violento con SSRI ocurre durante los ensayos clínicos, pero a pesar de que los ensayos son el lugar en el que se supone que debemos evaluar si realmente ocurre una correlación, aún así no consideraremos que los eventos estén vinculados con los SSRI.

    https://x.com/DrHirschfield/status/1986054006750278129

    [Nota: Los investigadores principales son quienes tienen la autoridad para determinar si las lesiones están relacionadas con el medicamento analizado].

    Captura Regulatoria

    Se supone que existen diversas salvaguardias (por ejemplo, el escrutinio del ámbito científico, o la decisión de los consumidores de boicotear un producto defectuoso) para evitar que sea impuesto a todo el público algo nocivo. Sin embargo, como hemos podido observar, la confianza y el cabildeo sistemático que respalda a la industria de las vacunas han permitido que sean eludidas todas las salvaguardias, y que sean sustituidas por la creencia dogmática de que “las vacunas son seguras y eficaces”, y por leyes que consagran el monopolio de la industria (por ejemplo, los mandatos de vacunación).

    Un punto clave que Siri planteó fue que, desde que la Ley Nacional de Lesiones por Vacunas Infantiles de 1986 eliminó la supervisión standard que enfrenta una industria (la amenaza de demandas por responsabilidad civil que incentiva el desarrollo de productos más seguros), el Departamento de Salud y Servicios Humanos asumió esa función y, como tal, fueron incorporadas diversas disposiciones a la ley que le permitieron realizar la supervisión que garantizaría la comercialización de vacunas más seguras. Sin embargo:

    El 24 de Mayo de 2014, el Dr. Thompson declaró que los CDC están paralizados ante cualquier asunto relacionado con el autismo, por temor a descubrir asociaciones. Este temor podría deberse al hecho de que el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) ha concedido, o ha sido obligado por el tribunal de vacunas, a pagar una compensación económica en al menos una docena de casos en los que niños desarrollaron disfunciones cerebrales, neurológicas o inmunitarias, diagnosticadas como autismo tras recibir vacunas del calendario infantil del HHS. Algunas de estas indemnizaciones por daños y perjuicios alcanzaron millones de dólares. Si un solo estudio del HHS descubriera que uno de cada cinco casos de autismo estaba relacionado con las vacunas, podría resultar en una responsabilidad civil de aproximadamente U$S 1,3 billones. Para contextualizar, el presupuesto federal total en 2017 fue de U$S 3,3 billones. Si fuese descubierto que ciertas vacunas causan una proporción significativa de los casos de autismo, el posible daño a la reputación del HHS constituye un fuerte incentivo para que el HHS evite financiar investigación científica básica para determinar si su calendario de vacunación infantil contribuye al autismo.

    Desafortunadamente, casi todas esas disposiciones de la Ley de 1986 quedaron, en última instancia, a discreción del Secretario de Salud y Servicios Humanos. No es sorprendente que, una y otra vez, esas requeridas disposiciones no fuesen implementadas (lo que, en muchos casos, Siri pudo demostrar mediante demandas), y que haya sido hecho muy poco para desarrollar vacunas más seguras (un ejemplo perfecto es la vacuna ARNm increíblemente peligrosa y experimental que es impuesta a toda la población, a pesar de la evidencia científica existente que la desaconseja).

    Por ejemplo, en Vaccines Amen, Aaron Siri demuestra que:

    • Correos electrónicos amparados por la Ley de Libertad de Información (FOIA) mostraron que el director de la Oficina de Seguridad de la Inmunización de los CDC se comunicaba rutinariamente con la industria farmacéutica para ayudar a establecer la política nacional de vacunas (al mismo tiempo que obstaculizaba a los grupos de ciudadanos que abogaban por la seguridad de las vacunas).
    • Los informes (fidedignos) que publican los CDC son sometidos a un riguroso escrutinio interno para garantizar que sólo publiquen datos que respalden la idea de que las vacunas son seguras, eficaces y necesarias.
    • Muchos miembros de los CDC y de los paneles asesores independientes que evalúan las vacunas ven a las autoridades de la industria de la vacunación (en particular a Stanley Plotkin) con tanta reverencia, que sus afirmaciones son rara vez sometidas al escrutinio básico, por absurdas que sean.
    • Dado que existen standards deficientes para garantizar la seguridad de las vacunas comercializadas (por ejemplo, no son realizados ensayos con placebo, debido a las cuestiones “éticas” que conllevan), la solución propuesta para abordar ésto es la vigilancia post-comercialización (por ejemplo, robustos sistemas de monitoreo, capaces de identificar vacunas peligrosas, para que puedan ser retiradas del mercado). Desafortunadamente, dado que todo ésto queda a discreción de los CDC y de la FDA, y ellos “saben” que las vacunas son seguras, prácticamente nunca ocurre que una vacuna sea retirada del mercado, ya que es descartada cualquier señal de daño (como lo demuestra lo que presenciamos durante el episodio covid-19).
    • Cuando surgen ejemplos irrefutables de daños ocasionados ​​por vacunas, la prioridad habitual es encontrar maneras de encubrir la mala publicidad, en lugar de abordar los problemas (por ejemplo, Siri citó la colaboración de UNICEF con los CDC para encubrir la reacción negativa ante los datos que mostraban que su programa de vacunación estaba matando a niños, en lugar de cambiar el programa de vacunación en sí). De igual manera:

    Los datos de covid de Escocia revelaron que la población de personas vacunadas tenía el doble de casos que el de no vacunadas. En lugar de abordar las posibles deficiencias de las vacunas, las autoridades sanitarias escocesas dejaron de publicar estos informes. Estaban dispuestas a publicar los datos cuando mostraban tasas de infección más altas entre las personas no vacunadas, pero cuando los datos indicaron que las personas vacunadas tenían mayor probabilidad de infectarse, contradiciendo su narrativa, dejaron de publicarlos.

    Destruyendo ilusiones

    Al intentar analizar la mitología de las vacunas (sobre todo al cuestionarlas en los tribunales), uno se topa con tantas posiciones contradictorias, que a menudo resulta imposible encontrarles una lógica coherente. Sin embargo, Siri argumenta con solidez: el hilo conductor es la suposición a priori de que las vacunas siempre son seguras (dogma que sirve como premisa fundamental de la que se derivan todos los demás argumentos y datos sobre la vacunación).

    Una de las mejores pruebas que he visto recientemente proviene del excelente libro de Gavin DeBecker, Forbidden Facts, que mediante registros filtrados trae a la luz que el informe del IOM sobre la seguridad de las vacunas demostró que a los miembros del “panel independiente” de expertos le fue dicho desde el principio que no debían aportar pruebas de que las vacunas fueran dañinas. Como tal, el comité se esforzó repetidamente por inventar formas de descartar la evidencia existente de daño sin mentir directamente (de ahí que cosas como la táctica de la “ausencia de evidencia” fueran tan populares, ya que les estaba permitido insinuar la seguridad de las vacunas sin afirmar directamente una falsedad), y en esas transcripciones reconocieron abiertamente la deshonestidad de lo que estaban haciendo.

    Debido a la alta tasa de lesiones de las vacunas (y, a la inversa, su beneficio tan pequeño), durante mucho tiempo he creído que la única manera de sostener el paradigma actual es lograr que la mayoría de la población crea que las vacunas son “seguras y eficaces”, y prohibir cualquier debate al respecto, ya que en el momento en que surge dicho debate, las absurdas contradicciones utilizadas para justificarlo, se hacen evidentes de inmediato.

    [Nota: A modo de paralelismo, al principio de esta publicación intenté llamar la atención sobre la sólida evidencia que vincula los antidepresivos SSRI con los tiroteos masivos, ya que consideré que defender esta idea tenía muchas probabilidades de viralizarse (lo que finalmente ocurrió gracias a que el equipo de Tucker Carlson la vio y la debatió en Fox News). Tras ello, más de un millón de personas vieron ese artículo, y muchos influyentes conservadores importantes promovieron la idea. Una vez que ésto sucedió, el asunto se politizó, momento en el que la gente empezó a interesarse en justificar sus posturas. Los claros peligros de los SSRI (que son mucho más comunes que los asesinatos provocados por los mismos) finalmente se convirtieron en un asunto de debate abierto. La percepción cultural sobre los SSRI cambió rápidamente a un nivel que jamás imaginé].

    Considere Ud. por un momento lo absurdo del paradigma actual, por el que nuestra sociedad ha sido llevada a aceptar que las vacunas son “tan seguras” que:

    • No pueden demandar al fabricante si sufren lesiones por un producto defectuoso.
    • Pueden ser obligados a aceptarlas si no consideran que sean lo suficientemente “seguras y eficaces” como para aceptarlas voluntariamente.
    • No pueden ver los datos que demuestran su seguridad y eficacia.
    • ​​No pueden solicitar que sean realizados ensayos con placebo “poco éticos” para determinar su seguridad y eficacia.

    Sin embargo, a pesar de todas las jugarretas que estos individuos han hecho en torno de las vacunas para justificar esta situación, hay un hecho innegable que aún no pueden superar –una vez que alguien (o un familiar directo) sufre una lesión grave por una vacuna, ninguna propaganda puede borrar la realidad de la lesión ocasionada por la vacuna, especialmente si muchas personas con las que hablan tienen la misma experiencia (por ejemplo, en una entrevista reciente con Mary Talley Bowden, vista por millones de personas, Tucker Carlson comentó que su hijo contrajo el síndrome de Guillain-Barré por una [innecesaria] vacuna contra la gripe).

    Para vender las terapias génicas experimentales productoras de proteína de espiga, decidieron comercializar estas inyecciones como “vacunas” y utilizar la confianza en la marca de la vacuna para superar el escepticismo racional que el público tendría ante un producto de esta naturaleza. Ésto “funcionó” (de ahí que 81 % de la población haya recibido al menos una vacuna covid, y las inyecciones covid se hayan convertido en uno de los productos más rentables de la historia).

    Charlie Kirk denuncia los daños ocasionados por la vacunación.

    Sin embargo, esta codicia fracasó, ya que la alta tasa de lesiones ocasionadas quebró la inquebrantable confianza en la marca de vacunas, en la que la industria ha confiado durante décadas. Por ello, la gente (incluidos los legisladores) finalmente está denunciando las absurdeces que han sido utilizadas para vender vacunas a todo el mundo.

    https://x.com/TheChiefNerd/status/1978997723371081739

    Nunca hemos tenido en nuestras vidas una oportunidad como ésta y, por eso, creo que es fundamental hacer todo lo posible para difundir este mensaje y apoyar a quienes realizan una excelente labor para cambiar esta situación (por ejemplo, escribí este artículo en parte por la labor vital que Aaron Siri ha realizado a lo largo de los años para promover la seguridad de las vacunas, y en parte porque su libro combina aspectos cruciales sobre el ritual religioso de la vacunación con la cobertura de aspectos cruciales del asunto de las vacunas que no había descubierto a pesar de mi propia investigación exhaustiva).

    Conclusión

    En última instancia, siempre hay dos maneras de vender un producto a alguien. La opción más común es convencerlo de que lo compre, y luego utilizar la presión social y la propaganda para presionarlo a seguir la corriente; mientras que la otra es suministrarle los datos que le permitirán decidir racionalmente si tiene sentido adoptar su postura.

    Siempre he defendido ésto último (por eso este boletín busca atraer a lectores independientes con información clara, en lugar de presionar emocionalmente para que adopten mis creencias), y durante mucho tiempo he buscado a los miembros de la población que se esfuerzan por ver las cosas como son, en lugar de como se les ha dicho que deben verlas.

    Sin embargo, debido al uso de la propaganda para vender las perjudiciales vacunas, se catalizó un cambio en nuestra cultura que nos llevó a priorizar la autodeterminación de la verdad. Sorprendentemente, ésto ocurrió al mismo tiempo que se abrieron plataformas sin censura para los medios alternativos, lo que permitió que surgiera algo que nunca imaginé: el interés público en los medios alternativos, los que rápidamente desplazaron a los medios masivos y comenzaron a cubrir ampliamente asuntos previamente prohibidos, como los daños de la vacunación.

    Ese cambio ha sido catalizado directamente por cada uno de ustedes, y les agradezco profundamente tanto el apoyo que han brindado a autores independientes como yo, como la amplia gama de asuntos previamente tabú que este apoyo está permitiendo que finalmente emerjan a la conciencia pública.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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