A menudo me he preguntado por qué los cristianos conservadores siguen siendo los amigos más fieles de los judíos estadounidenses, aunque su amistad es reiteradamente rechazada en favor de una alianza judía con la izquierda cultural y política. Así escribió Paul Gottfried, editor de la revista Chronicles, publicación mensual conservadora. La reciente guerra en Gaza comenzó con la masacre de 1.200 israelíes, pero hasta el momento la respuesta ha sido más de 55.000 palestinos asesinados y más de 80.000 heridos. Una cifra de víctimas civiles que mortificaría al mismísimo Gengis Kan. La más mínima mención de estas muertes de inocentes causadas por los indiscriminados bombardeos israelíes, hace que los neoconservadores y el AIPAC, por no mencionar mi periódico favorito, el New York Post, afirmen que los nazis han vuelto y que un nuevo Holocausto está a punto de comenzar. Tan sólo la semana pasada, 463 palestinos muertos y 600 heridos fueron despedidos como si un exterminador hubiera eliminado insectos indeseados en una zona residencial. Cualquiera que proteste tiene más probabilidades de ser llamado nazi, que escuchado. En Gran Bretaña, The Daily Telegraph y el Daily Mail, dos periódicos conservadores, apenas mencionaron las víctimas del atentado. Columnista tras columnista elogiaron la moderación de Israel ante los 1.200 muertos, como si la cifra de 1.200 superara con creces a los 55.000.
¿Son las vidas judías mucho más valiosas que las palestinas? En Estados Unidos y Gran Bretaña es un hecho que Las Vidas Negras Importan [Black Lives Matter]. Bueno, sí importan en Estados Unidos y Gran Bretaña, pero no importan en absoluto en África. Las vidas palestinas tampoco importan, al menos no lo suficiente como para ser mencionadas en Estados Unidos y en Gran Bretaña. Los sionistas han utilizado la historia como arma, e invocan el Holocausto para silenciar cualquier crítica a Israel. Mientras escribo, otras 85 moscas ‒perdón, palestinos‒ han muerto. Al ver esto en pantalla, veo a un padre sosteniendo a su niño de dos años asesinado, y exigiendo saber: ¿Qué le ha hecho mi niño a Israel? ¿Es culpable de qué?
Netanyahu ordenó suspender el suministro de alimentos, combustible y medicamentos a 2,3 millones de gazatíes, justo antes de la reanudación de las hostilidades. Si ésto no fuera un crimen mayor, me llamo Adolf Hitler. Los medios occidentales describen correctamente el ataque de Hamas del 7 de Octubre como de una barbarie sádica. Lo que me indigna es que esos mismos medios no denuncian la hambruna, las atrocidades ni el bombardeo de mujeres, niños y ancianos con bombas de 900 kilos proporcionadas a Israel por los estadounidenses.
Cualquier crítica a las brutalidades israelíes es inmediatamente calificada como antisemita, siendo éste uno de los trucos más antiguos de los neoconservadores, esos tipos amables que nos dieron la guerra de Irak; gente como los Podhoretz, los Kristol, los Feith, los Wolfowitz y los Kagan. Sabían lo que hacían. Las dudosas acusaciones de antisemitismo eran reservadas para paleoconservadores como mi amigo Pat Buchanan, gran patriota estadounidense que no se dejaba engañar por lo que se escondía tras la guerra: Israel estaba preocupado por Saddam Hussein, y necesitaba que el Tío Sam le quitara el piso.
Y luego están Mearsheimer y Walt, dos brillantes intelectuales que criticaron al lobby judío y escribieron excelentes libros sobre su influencia en Estados Unidos. El nivel de odio descontrolado y feroz hacia sus libros, carente de cualquier prueba de antisemitismo, era histérico y venenoso. Si hubieran tenido parentesco con Hitler y hubieran participado en el encarcelamiento de judíos en campos de concentración, los ataques contra ellos no habrían sido peores. Pero lo que realmente me molesta es la falta de interés de los medios de comunicación por las muertes y lesiones palestinas. Solíamos pensar que diversos sujetos humanos, como los esclavos, gladiadores y bárbaros de Roma, no merecían consideración moral. Con el tiempo corregimos eso, o al menos eso creíamos. El emperador romano Domiciano pasó su juventud cazando y matando moscas. Se convirtió en un tirano anciano, el más cruel de todos. A veces me pregunto si Netanyahu pasó su juventud arrancando alas a los insectos.
Los defensores de Israel están indignados por una “campaña global orquestada” contra la guerra de Israel en Gaza. No hay tal campaña, sólo indignación por la violencia y la brutalidad de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) contra un pueblo indefenso. Israel ha asesinado, cegado y mutilado a miles y miles de mujeres, niños y ancianos inocentes. Si hubiera existido una campaña global orquestada contra Israel, la guerra se habría detenido hace mucho tiempo. A nadie le importan los palestinos, y a cualquiera que sí le importan, se le tacha de antisemita. Créanme, soy de los primeros en saberlo.
No queda nada más que un desierto de escombros. Un cementerio donde los haya. Ah, sí, casi lo olvido. También hay huérfanos, lisiados, ciegos y personas sin hogar. Una Riviera Palestina, sin duda.
Traducido por: Ms. Lic. Cristian Vasylenko