Repudio de la deuda de Argentina

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    Cuando Javier Milei asumió como presidente de Argentina en Diciembre de 2023, la deuda pública bruta del país rondaba los U$S 370.000 millones, lo que representaba entonces casi 60% del PBI argentino. La deuda se reparte entre el sector público, el sector privado y organismos bilaterales y multilaterales, entre ellos el Fondo Monetario Internacional (FMI). De hecho, con un historial de 21 acuerdos, Argentina es el mayor deudor del FMI. Y el último programa del FMI, del que la administración de Milei recibió algunos desembolsos, comenzó en 2022.

    Deuda pública

    Cuando se produce una operación de crédito, un acreedor transfiere una suma de dinero a un deudor a cambio de la promesa de que se la devolverá en un plazo determinado, con un interés. Pero si el deudor no completa la operación y no paga a tiempo, el deudor incurre en mora y el acreedor puede recurrir a los términos contractuales acordados para recuperar el capital y los intereses. Sin embargo, cuando el gobierno pide dinero prestado, los funcionarios gubernamentales no comprometen su propio dinero ni su honor para pagar la deuda. El gobierno recibe dinero de los acreedores, y ambas partes saben que el dinero que será devuelto provendrá de los bolsillos de los pagadores de impuestos.

    Por lo tanto, los acreedores públicos están dispuestos a entregar dinero ahora, para recibir a cambio una parte del botín fiscal más tarde. Al hacer acuerdos sobre la propiedad de otras personas, ambas partes participan en la violación de los derechos de propiedad. Ésto no es un contrato legítimo. Y es un principio común del derecho contractual civil y romano que un acuerdo que implica una obligación que debe ser cumplida por alguien que no es parte del contrato, es nulo y no puede hacerse cumplir contra ese “deudor”. Por lo tanto, el marco de la propiedad privada y los contratos no pueden ser aplicados al crédito público. Pero para que la propiedad privada y la justicia triunfen en esta materia, la gente simplemente debe defender los principios del derecho privado y exigir que también sean respetados contra la deuda pública.

    Sin embargo, para obtener financiamiento, los gobiernos recurren al mercado financiero y emiten títulos de deuda. Los riesgos suelen ser muy bajos para los compradores de estos títulos, debido a la posibilidad prácticamente infinita de que los gobiernos estafen a sus propios ciudadanos, lo que hace que los títulos sean una forma segura de inversión para los individuos que prestan dinero al gobierno, y luego obtienen rendimiento con el beneficio de los intereses. Además, el banco central controlado por el gobierno también puede comprar títulos del Tesoro del mismo gobierno, y así monetizar directamente la deuda pública. En consecuencia, por lo general nunca hay un problema de iliquidez en el mercado de títulos gubernamentales. Aun así, los títulos gubernamentales no están libres de riesgos. Un gobierno puede repudiar sus obligaciones, o diferentes administraciones gubernamentales pueden negarse a honrar cualquier documento que pruebe la existencia de una deuda. Sea como fuere, el efectivo para el vencimiento de todos los títulos gubernamentales sólo puede provenir de impuestos o inflación. Y al final, en el mercado de títulos gubernamentales sólo hay injusticia.

    Contradicciones y confusión de ideas

    Según lo ha visto Milei a lo largo de los años, el problema de la deuda pública es que debe ser pagada con superavits futuros; es decir, con impuestos futuros, a costa de las generaciones futuras, lo que considera inmoral y estafa contra las generaciones futuras. Pero en el mes electoral (Octubre de 2023), cuando se le preguntó sobre la posibilidad del default de la deuda en pesos, Milei se refirió a sus conversaciones con el FMI y a su promesa de “honrar” la deuda, asegurando que se respetarían “los contratos y los derechos de propiedad”. Y, sin embargo, en Junio de 2024, Milei se pronunció una vez más contra la deuda pública al decir que el endeudamiento es una “forma absolutamente inmoral de abordar la situación”.

    En primer lugar, como mínimo, la generación actual ya paga rutinariamente intereses anuales sobre diversas deudas gubernamentales. En segundo lugar, parece que Milei estaría argumentando que contraer deuda pública es inmoral, pero pagar la deuda no lo es, porque el pago significa respetar los contratos y los derechos de propiedad. Sin embargo, ésto es contradictorio: de hecho, dado que una transacción crediticia legítima tiene lugar cuando las partes acuerdan voluntariamente los términos del contrato, el reembolso es simplemente la finalización de una transacción que comenzó respetando los derechos de propiedad en el propio contrato de crédito. Pero en un contrato de crédito público, los derechos de propiedad no son respetados y, por lo tanto, no hay un contrato justo. Por lo tanto, considerar el cumplimiento de la deuda pública como una obligación moral, choca con considerar su contratación como inmoral; más bien, todo el proceso es inmoral e ilegítimo.

    Endeudamiento y carga de la deuda

    Sea cierto o no el argumento moral de Milei para no endeudarse, Argentina recibió la aprobación de un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Julio de 2024, y otro préstamo fue confirmado en Octubre de 2024. A pesar de los superavits de Milei, y aunque la deuda externa disminuyó en U$S 5.000 millones hasta el tercer trimestre de 2024, la deuda pública bruta había aumentado en U$S 72.000 millones hasta Junio de 2024, mes en el que Milei recordó que Argentina se había convertido en el mayor moroso de la historia moderna, pero señaló que estaban cambiando eso. Y, de hecho, no sólo está cambiando eso, sino que también está apuntalando su mercado financiero para el beneficio de unos pocos, a expensas de los contribuyentes y obligándolos a financiar, con obligaciones de capital y divisas incluidas, la revaluación relativa de una moneda que ya había sido rechazada por los argentinos durante muchos años.

    De hecho, la historia de décadas de inflación crónica y reiteradas crisis sociales de Argentina, ha hecho que sus ciudadanos prefieran el dólar para ahorrar y hacer cálculos, tanto que a fines de 2023, los ciudadanos locales tenían alrededor de U$S 278.000 millones fuera del sistema financiero nacional.

    Es cierto que el aumento de la deuda pública bruta puede ser explicada en gran medida por la transferencia de la mayor parte de las deudas del banco central al Tesoro, lo que aseguró que el banco central dejara de imprimir una enorme cantidad de pesos recién creados para pagar esas deudas a los bancos comerciales. Y si se consideran las deudas de ambas agencias gubernamentales, la deuda total disminuyó en U$S 19.000 millones al comparar Octubre de 2024 con Noviembre de 2023, que es el mes anterior a la llegada de Milei. Pero aún así, la carga de deuda pagadera por el Tesoro, que se espera que sea pagada con superavits, ha aumentado. Mientras tanto, el método de la administración de Milei para equilibrar el presupuesto, se basa en asegurar ante todo la capacidad de pagar los intereses y el capital de las obligaciones de deuda.

    Hace un tiempo, Milei destacó que 2024 sería el primer año de superavit fiscal sin default en la historia argentina, y recordó que la última vez que las cuentas públicas tuvieron un saldo positivo fue en 2014, enfatizando que eso fue logrado mediante el no pago de los vencimientos de deuda. Y, sin embargo, el hecho de que Argentina haya sufrido crisis y malestar social con tanta frecuencia no se debe a los defaults, sino a las políticas que llevaron a su dirigencia política a buscar crédito en primer lugar, y es el endeudamiento y el pago de las deudas lo que hace que los pagadores de impuestos y la economía sufran aún más.

    Milei y el repudio

    Dados los años de Milei despotricando contra el estado, y citando al economista y libertario Murray N. Rothbard, uno esperaría que Milei hubiera aplicado y difundido las enseñanzas de Rothbard sobre la deuda pública, y que propusiera al menos algún repudio significativo de las deudas estatales durante su campaña. Y, sin embargo, la promesa de Milei de pagar las deudas y rescatar los pesos del sistema bancario –lo que él llamó un “rescate de mercado”– implicaba ayudar a los acreedores públicos a beneficiarse con las obligaciones de deuda emitidas por el mismo estado al que supuestamente odia como anarcocapitalista. Además, si la propiedad extranjera y privada de la deuda pública ya estaba frenada por la baja confianza y los defaults previos, debería quedar claro que la promesa de Milei no beneficiaba a los contribuyentes argentinos.

    En años anteriores, Milei había advertido sobre la “insolvencia” del estado argentino. En Febrero de 2023, dijo que el estado argentino estaba “en quiebra”. Sin embargo, en Agosto de 2023 Milei aseguró que la deuda nacional era pagable, y destacó que el mayor acreedor del estado era el banco central. Para él, lo que hace que la deuda sea pagable es la existencia de superavit fiscal del gobierno. Pero ¿por qué los pagadores de impuestos deben pagar las deudas contraídas por la casta política, a la que tanto denunció Milei? ¿Por qué se debe obligar a los pagadores de impuestos a pagar deudas creadas a su costa y sin su consentimiento? Son los funcionarios del gobierno quienes contraen esos préstamos, mientras que los pagadores de impuestos pagan los costos.

    En cualquier caso, el problema de la deuda pública no debe ser abordado aludiendo a la quiebra, porque los gobiernos obtienen dinero por coacción, por lo que nunca son insolventes como los individuos privados. Así, la preocupación por reducir la deuda pública a menudo distrae a la población del hecho de que la deuda sólo puede ser reducida −cæteris paribus− incementando, al menos por un tiempo, los impuestos y/o la inflación por parte del gobierno. E incluso la reducción del gasto público para obtener superavits con los que pagar las deudas, no beneficia directamente a los pagadores de impuestos, si no son reducidos los tipos impositivos. Además, el pago de las deudas a los bancos −como suele suceder− seguirá siendo inflacionario en el sistema monetario actual.

    Además, pagar la deuda pública mediante la creación de nuevo dinero, ya sea en papel o en dinero bancario, es altamente inflacionario y destruye la moneda de la que depende la gente para tomar sus decisiones económicas. Sin embargo, el peso ya estaba destruido antes de Milei y, contrariamente a él, Rothbard propuso el repudio total de la deuda. Y para lidiar con la deuda pagadera al banco central, Rothbard recomendó simplemente cancelarla, ya que es una ficción contable que enmascara la realidad y proporciona un medio para multar a los pagadores de impuestos. ¿Cómo? Porque todo el dinero que un banco central ha prestado alguna vez imprimiendo nuevo dinero para que su gobierno lo gaste, acumulando así deuda pública, ya ha sido pagado por los ciudadanos con precios más altos a través de la pérdida del poder adquisitivo de su dinero.

    Algunos argumentan que el repudio sería malo porque nadie volvería a prestarle dinero a un gobierno que incumple sus deudas. Pero ¿por qué debería el gobierno exprimir aún más a los contribuyentes y destruir más capital privado? En realidad, el agotamiento del crédito futuro es uno de los argumentos a favor del repudio, ya que bloquea un canal para el despilfarro del dinero de los pagadores de impuestos. Además, arruinar el endeudamiento público futuro también es bueno desde el punto de vista del libre mercado, porque el gobierno ya no podría desviar aún más dinero de los pagadores de impuestos para usos gubernamentales. Sin embargo, Argentina siguió recibiendo préstamos de vez en cuando a pesar de su historial de defaults, el que sólo es comparable con el de unos pocos países en el mundo. Milei podría haber traído unos días de gloria para dejar de revictimizar con la deuda pública a los pagadores de impuestos, al menos hasta que otra administración reanudara los pagos.

    En defensa de Milei, otros argumentan que es necesario considerar los costos políticos del repudio los que, según estos defensores de Milei, “bien podrían ser críticos, especialmente en un país como Argentina que incurrió en defaults tan a menudo sin resucitar realmente”. Por lo tanto, aparentemente, argumentan que Milei meditó sobre esos costos y decidió no repudiar. Sin embargo, Milei nunca se molestó en defender el repudio de ninguna deuda, e incluso legitimó con retórica libertaria el pago de la deuda pública a pocas semanas de las elecciones. Además, si Argentina no resucitó después de haber caído en default antes, fue porque sus líderes políticos siguieron cometiendo errores que los llevaron a endeudarse o arruinar su moneda una y otra vez, algunos de los cuales estos defensores citan y explican muy bien: “… el banco central monetizó los deficit fiscales. Desde 2002, los políticos argentinos utilizaron la inflación como medio para financiar el consumo público y el despilfarro por encima de los impuestos legislados, externalizando costos sobre los ahorristas, los acreedores, los perceptores de ingresos fijos y los asalariados bajos”. De modo que si Milei debía ser el hombre que dejara de cometer tantos errores, y de hecho ya dejó de cometer varios, es precisamente con Milei con quien debería haber valido la pena el default para resucitar esta vez. Además, habría que preguntarle a los defensores de Milei cuáles son exactamente esos costos políticos, porque defender a Milei sobre la base de los costos políticos sin citar ningún costo político específico, es más bien un sofisma. Y, sin embargo, el costo político más relevante e inequívoco es, en realidad, dejar a las clases políticas y financieras sin una manera de robar a los pagadores de impuestos y beneficiarse con la manipulación gubernamental del dinero y del crédito. Así, dejar sin valor los títulos de deuda pública no equivale a expropiar los pagarés legítimos de nadie, sino a detener un modo de expropiación contra los pagadores de impuestos, la que sólo es posible a través de los impuestos o la inflación.

    Por otro lado, si repudiar las deudas no era políticamente factible, abolir el banco central sí lo era para Milei, porque lo propuso, aunque todavía no lo haya hecho. Por lo tanto, si Milei no hubiera propuesto abolir el banco central −y algunos afirmarán hoy que no ha logrado o propuesto un objetivo coherente con los ideales de Rothbard como la abolición de la banca central−, un defensor de Milei podría decir que tal objetivo simplemente no era políticamente factible, y que esa es la razón por la que Milei no optó por él, dado que el libertarismo no necesariamente vincula al político o estratega libertario con una agenda de todo o nada, sino al menos con tratar de lograr objetivos en la dirección correcta. Sin embargo, el propio Milei invalida cualquier defensa de ese tipo a su favor porque, en sus propias palabras, él no pone a ciertas personas a su alrededor para que le digan que algo no es factible, sino para que le digan cómo lograrlo. Y ésto, por razonamiento inductivo, significa que Milei no se ha preocupado por la viabilidad de repudiar cualquier deuda, porque si hubiera querido repudiar cualquier deuda, la viabilidad no hubiera sido una razón para no intentarlo ni declarar el objetivo del repudio, ya que él sí da sus razones para objetivos declarados que aún no ha alcanzado.

    Pero, dados los hechos, surge una pregunta: ¿por qué un libertario defendería a Milei, y con razones que nunca dio, de no haber hecho algo que no sólo nunca propuso ni defendió, sino que era algo contrario a sus propias promesas y acciones gubernamentales en la materia?

    Sin embargo, si Milei hubiera abogado por el repudio, al menos podría haber intentado un repudio significativo para liberar a los pagadores de impuestos de una cantidad equivalente o sustancial de impuestos. El pueblo argentino podría haber quedado exento de todos los pagos relacionados con esas deudas, y el repudio podría haber contribuido en gran medida a reducir el impacto negativo de los asuntos gubernamentales sobre los pagadores de impuestos y sobre la economía, además de ayudar a la solidez fiscal que Milei quería.

    El FMI y Argentina

    Aunque el FMI presta a los gobiernos con la condición de que hagan cambios en sus políticas, la suspensión de los préstamos podría inducir a los gobiernos a implementar mejores políticas que las que posiblemente recomendaría el FMI. Y cuanto más rescata el FMI a los gobiernos, mayor es su incentivo para no implementar mejores políticas, y más esperan que el FMI los rescate si las cosas se ponen demasiado malas.

    Además, como los prestatarios deben estar al día con los préstamos ya contraídos para poder pedir prestado más, alimentar el ciclo de endeudamiento obstaculiza la corrección del mercado y el surgimiento de mejores formas de enfrentar las crisis. Pero si las clases dominantes no estuvieran tan protegidas de las consecuencias de sus políticas, habría pocas alternativas a la introducción de reformas rápidas y mejores.

    Sin prestamistas de última instancia como el FMI o los bancos centrales en casos de iliquidez o insolvencia, los acreedores y deudores harían lo que suelen hacer: refinanciar la deuda en el mercado o declararse en quiebra. Pero como los bancos centrales crean dinero de la nada, y los gobiernos no pueden declararse en quiebra o volverse insolventes como los pueblos a los que oprimen, la deuda pública es simplemente un medio de volver a victimizar a los pagadores de impuestos. Ésto es obviamente irrelevante para la administración de Milei, que ya está en conversaciones con el FMI para obtener otro préstamo.

    Un futuro libertario

    En 2016, bajo la presidencia de Mauricio Macri, el gobierno pagó a algunos acreedores que habían rechazado una reestructuración propuesta por el kirchnerismo, lo que le permitió recuperar el acceso a los mercados internacionales de crédito. Y cuando Macri perdió ante el candidato kirchnerista en las elecciones primarias de 2019, ésto desencadenó una caída del peso, así como de las acciones y los títulos públicos. Hoy, el gabinete de Milei cuenta con varios nombres de la administración Macri, y el repunte del mercado financiero argentino ha estado acompañado por una caída general del índice de riesgo país, tendencia que el propio Milei celebra.

    Con tanta deuda acumulada durante tanto tiempo, el pago, el refinanciamiento, los nuevos préstamos y la reactivación del mercado de títulos públicos, refuerzan la continuidad de la carga de la deuda sobre las espaldas de los pagadores de impuestos, y la administración Milei favorece así a las clases política y financiera, en Argentina y en el exterior, las que se benefician con la deuda pública. De esta manera, en lugar de repudiar toda deuda pública como hubiera apreciado Rothbard, la administración de Milei ha apuntalado la estafa de la deuda pública. Pero incluso si se hubiera logrado una enorme reducción de la deuda pública durante el gobierno de Milei, todo ésto habría costado un enorme e injusto sacrificio a los pagadores de impuestos, lo que es inherentemente malo para la economía.

    Milei podría haber hecho historia y haberse comprometido a no pagar más deudas, y los argentinos podrían haber aprendido −al menos por un tiempo− que tienen todo el derecho de exigir que sus gobernantes de hoy y de mañana hagan lo mismo. Al despertar a la verdad, el pueblo argentino podría haber inspirado a otros pueblos del mundo a exigir el repudio de las deudas gubernamentales, y el fin de todos los mercados de valores gubernamentales en sus países. Pero Milei no preparó a los argentinos para este “ajuste” y, como indican los hechos, ha demostrado ser un gran aliado de una casta como la élite bancaria. Por tanto, a la luz de los acontecimientos, defender a Milei en la cuestión de la deuda pública, más que defender su reputación libertaria, significa renunciar hoy a un futuro más verdaderamente libertario.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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