Retórica, persuasión y holocausto

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    El llamado revisionismo del holocausto está ganando terreno en ciertos círculos de la derecha disidente. Ésto es exhibido en diversas plataformas y en ciertos rincones de Internet. Las declaraciones del artista marcial mixto y podcaster Jake Shields evidencian esta tendencia, en particular la aparición de Germar Rudolf en el podcast “Jack Shields Fights Back”. Por otro lado, el controvertido ensayo de este autor, “Denunciar a Hitler por diferentes razones”, fue criticado y reprendido por algunos por no abrazar el revisionismo del holocausto. El asunto es brevemente abordado al principio, exponiendo suscintamente mi postura. Retomando la caracterización del holocausto del difunto Jean Marie Le Pen como un “mero detalle histórico”, el ensayo afirma que no hay nada verdaderamente único en el holocausto. De hecho, “más de 100 millones de personas fueron asesinadas por diversos poderes estatales en el siglo XX”. Ésta es sólo una de las muchas razones por las que “sin duda nunca debería haber sido permitido que [el holocausto] fuera utilizado como herramienta de presióm y de extorsión por diversos organismos judíos, como lo documentó y expuso Norman Finkelstein en The Holocaust Industry”. Estas y otras afirmaciones fueron insuficientes para acallar las críticas y reproches por no caer en el llamado revisionismo o negacionismo del holocausto, a pesar de que no tiene nada que ver con los errores estratégicos ni tácticos de Hitler, y no debería ser el foco de su condena por su violencia y brutalidad desenfrenadas contra diferentes pueblos europeos. En un plano más amplio, lo que muchos consideran revisionismo del holocausto [[1]] ‒de hecho, lo que grupos judíos y otros denuncian a menudo como “negacionismo del holocausto”‒ ha cobrado auge entre algunos círculos de derecha disidentes. A pesar de su creciente atractivo y popularidad, el revisionismo del holocausto ‒a falta de una expresión mejor‒ es una estrategia ineficaz para contrarrestar el poder y la influencia judíos. Es innecesario y, en gran medida, contraproducente.

    Para determinar la ineficacia y la superfluidad de este movimiento, conviene hacer algunas consideraciones. Sin duda, existen irregularidades en la narrativa del holocausto. La cifra oficial de muertos en Auschwitz fue revisada de entre 3,5-4 millones a 1,5 millones [[2]]. Historias sobre pantallas de lámparas y similares han sido retractadas incluso por los defensores más fervientes y odiosos del activismo judío centrado en el holocausto. También cabe destacar que los otros 5 millones de presuntas víctimas no judías del holocausto, parecen haber sido inventados para granjearse la compasión de los gentiles [[3]]. Los intereses que inventan o mienten sobre las estadísticas en estos asuntos tienen dudosa credibilidad en otros asuntos. Ésto recuerda a un fenómeno en los procedimientos judiciales conocido como “impeachment of the witness” (impugnación del testigo), en el que un testigo es interrogado durante el contrainterrogatorio por una mentira o una declaración incoherente. El establecimiento de una “declaración inconsistente”, caracterizada ya sea por memoria defectuosa o engaño, es utilizada entonces para “impugnar la credibilidad” de ese testigo ante los investigadores, generalmente el jurado. Los innumerables casos de retractaciones y revisiones, tanto de detalles como de cifras, impugnan la credibilidad de la defensa del holocausto precisamente de la misma manera.

    El holocausto es peculiar en otros aspectos. Es curioso que hubiera tan pocos sobrevivientes de la Unidad 731, una horrible instalación japonesa en China continental que realizó horrendos experimentos humanos con cautivos chinos e incluso algunos prisioneros de guerra estadounidenses. Por el contrario, los nazis dejaron bastantes sobrevivientes. Estas y otras consideraciones son interesantes, pero poco relevantes.

    En primer lugar, la narrativa del holocausto puede ser refutada mucho más eficazmente admitiendo las afirmaciones sobre el número de muertos, afirmaciones cuya refutación es ilegal en la mayoría de las jurisdicciones occidentales. Admitir estas afirmaciones, como muchos están legalmente obligados a hacer, no altera en absoluto el análisis sobre cómo los intereses judíos ejercen poder e influencia tan desmesurados sobre Europa y los gentiles blancos. Ésto es particularmente cierto considerando cómo dichos poder e influencia son utilizados para extorsionar a los países gentiles con pagos aparentemente interminables de cientos de miles de millones a Israel y diversos intereses judíos [[4]]. La extorsión se ve agravado por la forma en que el holocausto es utilizado como propaganda para infundir culpa blanca en la conciencia colectiva blanca, así como la noción de que los intereses judíos son, de alguna manera, de mayor importancia no sólo para los judíos, sino también para los gentiles blancos. En Estados Unidos, esto incluye un verdadero conjunto de industrias en publicaciones, educación y otros esfuerzos establecidos para hablar incesantemente sobre el holocausto. Ésto incluye expansivos currículos en escuelas estadounidenses y europeas de secundaria y preparatoria o sus equivalentes.

    Monumento conmemorativo del holocausto en Berlín, junto al Reichstag y la Puerta de Brandeburgo: una abominación que refuerza el complejo de culpa psicológica que se apodera del carácter nacional alemán y, cada vez más, de todos los pueblos europeos.

    Como ha sido dicho, más de 100 millones de personas fueron asesinadas en el siglo XX. Si bien ésto incluye la Revolución Cultural en la China maoísta, así como la Camboya de Pol Pot ‒asesinatos masivos que afligieron a pueblos extranjeros en otros continentes‒, gran parte de estas cifras corresponde a la Unión Soviética bajo el mando de Iosif Stalin, incluyendo el Holodomor. Stalin asesinó a muchos millones incluso antes de que Hitler comenzara. Además, estos crímenes tienen un matiz particularmente kosher, como ha documentado Kevin MacDonald en “Stalin’s Willing Executioners”. La población alemana también ha sido victimizada [[5]], mediante los asesinatos en masa y las violaciones masivas a manos del Ejército Rojo, los ataques deliberados contra centros de población civil alemanes por parte de las fuerzas aéreas británicas y estadounidenses, y las muertes deliberadas de prisioneros de guerra alemanes, especialmente durante su cautiverio soviético, aunque algunos historiadores argumentan que hubo un número excesivo de muertes incluso durante el cautiverio aliado. Incluso admitiendo las cifras oficiales, nada en el holocausto justifica la extorsión de la industria del holocausto, ni como instrumento de extorsión ni como propaganda que genere culpa blanca entre los gentiles: aparato de propaganda que también promueve la presunción de que los intereses judíos tienen, de alguna manera, una importancia elevada a nivel universal. Ésto incluye la desfiguración de la capital alemana y otras ciudades alemanas con proyectos favoritos deshonestos a instancias de grupos judíos internacionales. Las naciones y los pueblos de Europa se enfrentan a sus propias crisis existenciales, incluyendo un invierno demográfico y la infusión de hordas de personas negras y morenas que no tienen derecho a pisar el continente sagrado, y mucho menos a reasentarse allí. Ésta debería ser, y debe ser, la prioridad absoluta. El judaísmo se define por esta preferencia de grupo, lo que MacDonald ha descrito como “particularismo moral”. Es un factor clave detrás de su desmesurado nivel de influencia y poder. Adoptar esa misma preferencia de grupo obliga a los pueblos europeos a priorizar el sufrimiento europeo y las amenazas a la posteridad europea, y a centrarse en las amenazas existenciales que enfrentan la identidad europea y la existencia de nuestra posteridad. Aisladamente, el revisionismo del holocausto no trata de este imperativo categórico de priorizar el interés propio europeo y las preferencias de grupo, sino que se centra en el objetivo de refutar o desacreditar los registros históricos los que, a su vez, son utilizados para promover los intereses, el poder y la influencia judíos.

    Este problema se ve agravado por varias limitaciones y desventajas prácticas graves que hacen que el revisionismo del holocausto sea ineficaz, independientemente de cómo sea evaluado el mérito, o la falta del mismo, de las afirmaciones históricas que son presentadas en contravención del consenso histórico. Estas limitaciones son devastadoras y fatales. La principal razón que convierte al llamado revisionismo en una estrategia ineficaz es que una masa crítica de personas en la corriente dominante descartará de plano tales argumentos, independientemente de cómo sean presentados, o de cualquier argumento que pueda ser presentado. La naturaleza técnica y esotérica de tales argumentos, sean válidos o no en última instancia, no es un asunto que la mayoría esté dispuesta a abordar o siquiera a considerar.

    Ésto es aún más condenatorio porque repudiar la industria del holocausto no requiere en absoluto cuestionar las cifras que son afirmadas. Sencillamente, no es necesario el revisionismo del holocausto para repudiar cómo es utilizado el holocausto con ciertos nefastos fines. Para ilustrar ésto, consideremos cómo funciona el juicio sumario en el derecho civil estadounidense. El juicio sumario es un proceso mediante el cual un juez dicta un veredicto a favor del demandante o del demandado, como cuestión de derecho. Ésto puede ser hecho después de la presentación de los alegatos, o puede ser dictado antes o después del juicio. Cuando un juez concede un juicio sumario, concede todas las cuestiones de hecho en disputa de la manera más favorable a la parte contra la que es solicitado el juicio sumario. La concesión de una sentencia sumaria se basa en la conclusión jurídica de que, incluso si los hechos son tan alegados como los sostiene la parte perdedora, ésta sigue perdiendo independientemente del área del derecho a la que corresponda ese asunto.

    El mismo principio es aplicable al holocausto. Incluso considerando la cifra de 6 millones ‒o 5,7 millones‒ y todo lo que es alegado, la forma en que ha sido permitido que los intereses judíos extorsionen a las naciones de Europa por incontables miles de millones, es anatema. Es repugnante, independientemente de a quién mataron o no Hitler y los nazis. El holocausto, las acusaciones de antisemitismo y similares, tampoco pueden ser utilizadas como plataforma para incubar y difundir nociones de culpa blanca, ni la idea de que la propensión judía al conflicto intergrupal está, de alguna manera, prohibida como legítimo asunto de conversación educada.

    La simple refutación de que el holocausto no debería ni debe dar a los grupos judíos licencia para actuar como lo han hecho, es mucho más eficaz y eficiente que cuestionar el registro histórico del holocausto. Este simple pero eficaz repudio del holocausto como precursor de las extorsiones judías y como instrumento contundente para silenciar la disidencia, puede ser enunciado de forma elegante y concisa en pocas frases. Compare y contraste con los argumentos y argumentos engorrosos de los defensores del revisionismo del holocausto. Esta comparación y contraste proporciona un importante recordatorio sobre cómo la retórica y la persuasión comparten un principio fundamental con el ajedrez y, de hecho, con todos los juegos de estrategia por turnos: el tempo. El tempo se refiere sencillamente a la economía de movimientos que rige la estrategia en ajedrez, y también en otros juegos. La misma posición, alcanzada en siete movimientos y que podría ser alcanzada en cuatro, cede en efecto tres movimientos “libres” al oponente o, más precisamente, pierde tres movimientos libres para un jugador que desperdicia el tempo de esa manera. Ésta es una analogía obviamente imperfecta, pero aplicable a la mayoría de los puntos relacionados con cómo contrarrestar la instrumentalización del holocausto. Ésto es particularmente cierto dada la profunda propaganda que ha recibido. Las décadas de propaganda, ejemplificadas por ejemplo por la chica de la chaqueta roja en La lista de Schindler, convierten este asunto en algo a la vez emocional e irracional para muchos, a menudo con una aversión reflexiva como respuesta pavloviana. Ésto se ve agravado por una aguda estigmatización del revisionismo del holocausto.

    Debido a este aspecto emocional e irracional sobre cómo una masa crítica de personas se siente sobre el holocausto, cualquier intento de persuasión de las masas sobre este asunto implica limitaciones significativas de tiempo, capacidad de atención, y otros factores. Dichas limitaciones están casi siempre presentes en mayor o menor medida, pero son particularmente agudas en relación con este asunto por las razones que acabamos de exponer. Estas limitaciones indican que posiblemente sólo exista tiempo y espacio para un método retórico de persuasión que cuestione e impugne cómo es utilizado el holocausto como herramienta de extorsión y como instrumento contundente para silenciar las críticas al comportamiento judío a nivel colectivo. Una estrategia implica un número mucho mayor de maniobras, y presenta numerosas debilidades y desventajas, como la responsabilidad penal o la pérdida de la posibilidad de viajar a Europa, una fuerte propensión a repeler a amplios sectores del público general, todo ello mientras se pierde en debates sobre las dimensiones técnicas de las puertas de las cámaras de gas, el grado de indelebilidad, o no, del Zyklon B al ser expuesto a la intemperie, y otros puntos de discusión. Éstos y otros factores se contraponen a las decenas de miles de millones de dólares aportados por la industria del entretenimiento, los grupos de interés judíos, la educación superior, y diversos regímenes legales de Europa Occidental, Canadá y Australia, que imponen sanciones penales por tales declaraciones. Esta consideración, a su vez, invoca otro axioma tanto de la estrategia y de la táctica militar, como de toda la gama de juegos de estrategia, desde el ajedrez hasta los grandes juegos de estrategia: no atacar a un enemigo en un punto fuerte, a menos que sea absolutamente necesario. En su lugar, maniobrar alrededor de los puntos fuertes, evitándolos, centrándose en los puntos débiles. Este axioma explica por qué, por ejemplo, las fuerzas armadas alemanas no lanzaron un asalto frontal a la Línea Maginot, sino que simplemente la rodearon. El registro histórico cuenta con el pleno respaldo de un sindicato de intereses judíos (similar a un sindicato del crimen), Hollywood y la industria del entretenimiento, y el respaldo aparentemente unánime de los departamentos de historia y de otros organismos de educación superior. Desde un punto de vista puramente práctico, es temerario ir en contra de las decenas de miles de millones de dólares donados por estas instituciones, independientemente de sus méritos o falta de los mismos, cuando un ausnto es opaco, sumamente complejo y técnico, y cuando existe un consenso casi unánime en contra de tales teorías. Por el contrario, ¿qué respuesta podría darse al reconocimiento y posterior desestimación del holocausto, seguido de una rápida y suscinta negación de que sea permitido su uso como instrumento de extorsión o como herramienta contundente para silenciar las críticas a los intereses judíos colectivos, y fomentar la Kriegschuld (culpa de guerra), los complejos de culpa blanca, y otras patologías que los intereses judíos buscan engendrar en el alma europea?

    Si bien muchos se resistirán cualquier crítica al holocausto y a las muchas formas nefastas en que es utilizado tanto para promover los intereses judíos como para perjudicar los intereses de los gentiles europeos blancos [[6]], esta estrategia no invoca la misma respuesta pavloviana programada en amplios sectores de la población. Tampoco conlleva responsabilidad legal. Esta estrategia equivale a afirmar: “El holocausto es un mero detalle histórico”. La forma en que una estrategia retórica desestima la importancia y singularidad del holocausto puede variar desde lo obtuso hasta lo delicado, pasando por afirmar con brusquedad y ligereza “No me importa”, hasta un lenguaje más diplomático que expresa una consideración mesurada por la pérdida de vidas, antes de situar este tema lúgubre y morboso en su contexto adecuado: el contexto de la incomprensible escala de matanzas y asesinatos que tuvo lugar durante gran parte del siglo XX. Redireccionar y limitar este asunto a su contexto adecuado permite otras posibilidades, como preguntarse por qué los Ferrocarriles Franceses fueron extorsionados por U$S 30 millones, por sobre los aproximadamente U$S 6.000 millones pagados por el gobierno francés, para beneficiar a cada sobreviviente (y a quienes se benefician con una herencia) con unos U$S 400.000 dólares [[7]], mientras que quienes sobrevivieron a las violaciones, asesinatos y saqueos del Ejército Rojo en Prusia Oriental, Silesia y el resto de los territorios perdidos, no se llevaron nada.

    Por muy obtuso o delicado que se quiera ser, no es de suma importancia el grado en que es afirmado que ocurrió el holocausto; ya sea que murieran 6 millones de judíos, 270.000 judíos, o algo intermedio, la principal preocupación siempre debe ser cómo los pueblos europeos se encuentran en una trayectoria acelerada hacia el suicidio racial y la ruina de la civilización, debido al invierno demográfico, la infusión de pueblos extranjeros del tercer mundo y otros fenómenos en el mundo moderno: fenómenos que son resultado directo de la hegemonía estadounidense y de la forma de proceder de los Aliados. Esta última consideración permite analizar cómo los elementos judíos del marxismo cultural y la “marcha a través de las instituciones” son un factor determinante de los peligros existenciales que enfrentan los pueblos de Europa.

    En muchos sentidos, quienes se interesan en la negación del holocausto y el revisionismo reaccionan a los argumentos judíos, de la misma manera que los conservadores tradicionales suelen aceptar los términos del discurso al adoptar nomenclaturas, palabras de moda y slogans izquierdistas sobre “racismo”, “sexismo” y similares. Abordan el argumento en los términos establecidos por sus enemigos ideológicos. Descartar el holocausto como un “mero detalle histórico”, o incluso afirmar: “Realmente no me importa si sucedió o no, me importa el futuro de mi propio pueblo”, es un contraataque audaz que desplaza a la oposición de cualquier base sólida y la obliga a reaccionar a esta retórica, ya sea con argumentos sobre por qué el pueblo judío merece consideración especial, o con otra retórica que huele a preferencia judía.

    Como suele ocurrir, la mejor estrategia retórica y persuasiva implica una firme negativa a abordar el tema en cuestión en los términos que insisten los enemigos ideológicos. Cualquier alternativa que no sea la indiferencia absoluta o la negativa a ceder a la retórica manipuladora característica de la industria del holocausto y del sindicato de grupos de interés judíos, sigue abordando los problemas en los términos establecidos por éstos. Ésto es cierto incluso en un inútil intento por refutar el consenso histórico establecido. Ignorar estos términos y centrar la atención en los que exige la derecha populista disidente toma la iniciativa, establece nuestros propios términos como parámetro, y desequilibra a los cómplices. Las cifras en las que insiste el consenso histórico sólo importan mientras la gente considere que el holocausto tiene inmerecida importancia. Independientemente de la historia, independientemente de cuántos judíos fueron asesinados (o no), estos elementos insidiosos de la influencia y el poder judíos, deben ser combatidos y detenidos.

     

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    Notas

    [[1]] A los efectos de este ensayo, en adelante nos referiremos a este movimiento para cuestionar el consenso histórico sobre el holocausto como “revisionismo del holocausto”. Describir el consenso histórico como tal no es necesariamente un respaldo, sino simplemente una descripción de “los hechos sobre el terreno”.

    [[2]] Para empezar, consulte estos artículos en The Washington Post y The Chicago Tribune.

    [[3]] Las consultas en Internet indican que Simon Wiesenthal presentó una cifra de 11 millones, con 6 millones de judíos y 5 millones de no judíos fabricados, para ganarse la simpatía de los gentiles. El Museo y Centro Educativo del holocausto de Illinois admite rotundamente que la cifra de 5 millones es inventada, pero luego afirma que muchos millones más murieron a causa de los nazis.

    [[4]] Además de los casi U$S 90.000 millones destinados a los sobrevivientes del holocausto, sólo Alemania ha dado a Israel casi U$S 30.000 millones. El Acuerdo de Luxemburgo, ajustado a la inflación, asciende a unos U$S 18.000 millones que Alemania Occidental dio a Israel, seguidos de otros U$S 6.000 a U$S 8.000 millones en ayuda militar. The Israel Lobby and U.S. Foreign Policy, de John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, documenta que Estados Unidos había proporcionado a Israel aproximadamente U$S 154.000 millones (no ajustados por la inflación) en ayuda total entre 1948 y 2006. Ese libro fue publicado hace casi 20 años, por lo que a esta suma puede ser añadida una estimación de más de U$S 80.000 millones (entre U$S 100.000 y U$S 110.000 millones, ajustados por la inflación).

    [[5]] Para una introducción básica a este asunto, el autor recomienda Alfred-Maurice de Zayas, A Terrible Revenge: The Ethnic Cleansing of the East European Germans, 2ª ed. (New York: St. Martin’s Griffin, 2006); Thomas Goodrich, Hellstorm: La muerte de la Alemania nazi, 1944-1947 (Sheridan, CO: Aberdeen Books, 2010); y la primera mitad de Giles MacDonogh, Después del Reich: la brutal historia de la ocupación aliada.

    [[6]] El artículo 130 del Código Penal alemán (Strafgesetzbuch, StGB) penaliza en general la denegación, la aprobación o la trivialización grave. ¿Equivaldría la expresión de indiferencia, ya sea absoluta o relativa, a una burda trivialización? Ésto no está claro, pero los intentos por perseguir opiniones que conceden consenso histórico establecido, y luego expresan indiferencia relativa o absoluta, podrían ir demasiado lejos en las mentes de muchos de las tendencias más dominantes. La negación o el repudio de lo que (correctamente o incorrectamente) ha sido establecido como un hecho, tiene algún nexo en doctrinas legales como la difamación, la publicidad engañosa y similares. Los intentos de procesar a aquellos a quienes no les importa en el grado deseado, están en un nivel completamente diferente. Por supuesto, el estado títere de Alemania ha estado procesando a quienes denuncian con razón la afluencia de inmigrantes y otros crímenes de pensamiento, pero eso ha generado considerable controversia, a pesar de la culpa de guerra y décadas de lavado de cerebro.

    [[7]] Ésto, entre muchas otras cosas, fue discutido en Holocaust Industry, de Finkelstein. Es de señalar que cualquier noción de culpabilidad en tales circunstancias va en contra de la doctrina del derecho penal, al menos en el sistema angloamericano. En el derecho penal estadounidense, si una persona es obligada a punta de pistola a actuar como conductor de fuga de un ladrón de bancos que resulta en un asesinato grave, dicha coerción es una defensa absoluta. El pueblo francés y el ferrocarril francés estaban, evidentemente, bajo ocupación alemana. No puede haber mayor argumento a favor de la coerción que mirar por el cañón de un rifle Mauser.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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