Vale la pena luchar por la libertad de expresión

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    No tenemos libertad de expresión para hablar sobre el clima. Nuestros Padres Fundadores, en particular James Madison, quien redactó la Carta de Derechos, entendieron que nuestros derechos no son privilegios otorgados por el gobierno. No: desde la fundación, se entendió que estos derechos naturales básicos, esbozados por Madison, fueron otorgados por nuestro Creador y, por lo tanto, ningún simple mortal puede arrebatárnoslos. Y el primero de ellos es la Primera Enmienda, que reconoce el más básico de nuestros derechos naturales: el derecho a expresarnos como queramos.

    Desafortunadamente, el gobierno de Estados Unidos no siempre ha estado de acuerdo con este principio y, en muchas ocasiones a lo largo de nuestra historia, ha estado en guerra con nuestra libertad de expresión. Desde las leyes de extranjería y sedición al comienzo de nuestra república, hasta la guerra de Abraham Lincoln contra la libertad de expresión, el encarcelamiento de activistas pacifistas durante ambas guerras mundiales, y la Universidad Estatal de Kent, la clase política está totalmente a favor de la libertad de expresión, a menos que suponga una amenaza para sí misma.

    Recientemente se ha abierto un nuevo frente en la guerra contra la libertad de expresión, frente que los estadounidenses deben tomar en serio. En campus universitarios de todo el país, estudiantes, tanto estadounidenses como extranjeros, han protestado contra el apoyo de Estados Unidos a las acciones de Israel en Gaza, donde decenas de miles de civiles inocentes han sido asesinados.

    La clase política estadounidense está decidida a defender a Israel de sus críticos, y ha respondido a estas protestas amenazando y chantajeando a las universidades si no reprimen la libertad de expresión que desagrada a quienes gobiernan. Tanto el presidente Biden como el presidente Trump han utilizado el poder de financiamiento del gobierno estadounidense para exigir la represión de la libertad de expresión que no les agrada. Recientemente el presidente Trump amenazó con retirar U$S 400 millones de fondos federales a la Universidad de Columbia si no silencian a los manifestantes.

    El verdadero escándalo radica en que casi todas las universidades estadounidenses, tanto públicas como privadas, están financiadas por el gobierno. Pero que los políticos utilicen el poder del dinero para negar a los estudiantes el derecho a expresarse, siempre que sea de forma pacífica, es simplemente añadir sal a la herida.

    La semana pasada, una estudiante turca de doctorado de la Universidad de Tufts fue arrestada en la calle por agentes del gobierno vestidos de civil, supuestamente por el simple hecho de escribir un editorial en el periódico de su universidad, expresando su opinión sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Se enfrenta a la deportación del país. Y no está sola. El secretario de Estado, Marco Rubio, se ha jactado abiertamente de enviar a cientos de estudiantes a casa por expresar una postura política con la que él no está de acuerdo. Otros, incluidos ciudadanos estadounidenses, han sido expulsados ​​de sus universidades e incluso se les han anulado sus títulos. Por expresar pacíficamente una postura política con la que personas poderosas en Washington no están de acuerdo.

    Puede que usted tampoco esté de acuerdo con la postura política de estos estudiantes. Pero aplaudir su castigo por parte del gobierno estadounidense es dar la espalda a los principios fundacionales de este país. La libertad de expresión es un derecho natural no reservado a los ciudadanos estadounidenses, sino a toda la humanidad. Y ha sido un derecho natural que vale la pena defender durante casi 250 años.

    Primero fueron por los estudiantes extranjeros que expresaban posturas controvertidas, y muchos estadounidenses aplaudieron porque ellos no eran extranjeros y no les gustaban sus opiniones. Pero no se equivoquen: esta guerra contra la libertad de expresión no terminará con sólo castigar a los extranjeros. Nunca terminará.

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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    Ron Paul
    é médico e ex-congressista republicano do Texas. Foi candidato à presidente dos Estados Unidos em 1988 pelo partido libertário e candidato à nomeação para as eleições presidenciais de 2008 e 2012 pelo partido republicano. É autor de diversos livros sobre a Escola Austríaca de economia e a filosofia política libertária como Mises e a Escola Austríaca: uma visão pessoal, Definindo a liberdade, O Fim do Fed – por que acabar com o Banco Central (2009), The Case for Gold (1982), The Revolution: A Manifesto (2008), Pillars of Prosperity (2008) e A Foreign Policy of Freedom (2007). O doutor Paul foi um dos fundadores do Ludwig von Mises Institute, em 1982, e no ano de 2013 fundou o Ron Paul Institute for Peace and Prosperity e o The Ron Paul Channel.

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