Al presidente estadounidense Joe Biden le gusta hablar de “puntos de inflexión” cuando da conferencias sobre asuntos mundiales y la supuesta superioridad de Estados Unidos. Este año es, de hecho, un punto de inflexión. Fue el año en que el mundo entero vio la naturaleza verdaderamente espantosa y criminal del poder estadounidense.
El hecho de que Washington alimente el inútil conflicto en Ucrania y la despreciable matanza en Gaza, es una llamada de atención para el mundo entero. Estados Unidos se presenta descarada y grotescamente como el principal proveedor de la guerra. No puede haber ninguna duda al respecto. Para muchos es impactante, escandaloso y aterrador.
Al parecer, para el mundo es trágico que el final de cada año sea una ocasión para presenciar y lamentar los conflictos, las guerras y el sufrimiento de los 12 meses anteriores. A menudo las causas de las guerras y del sufrimiento parecen insondables.
Sin embargo, este año parece ser único. El año termina con una horrenda masacre sin precedentes, perpetrada por Israel en Gaza, con el pleno apoyo de Estados Unidos. La magnitud de las matanzas masivas deliberadas en Gaza las convierte en un genocidio. El hecho de que esta abominación esté ocurriendo en Navidad, cuando se supone que el mundo debe celebrar el nacimiento divino de Jesucristo –el Príncipe de Paz–, en el mismo lugar donde Jesús nació hace unos 2.000 años, hace que la abominación sea aún más profana y condenatoria.
Lo que es particularmente lamentable es que el atroz asesinato de niños esté ocurriendo a la vista de todo el mundo. No hay remordimiento ni fingimiento. Es un asesinato premeditado en toda regla, cometido con crueldad y repugnante impunidad.
Prácticamente todo el mundo está horrorizado por la violencia devastadora e implacable, y la absoluta violación del derecho internacional. La carnicería perpetrada por el régimen israelí no puede de ninguna manera ser racionalizada basándose en el anterior ataque a Israel perpetrado por militantes palestinos el 7 de Octubre. Esas matanzas perpetradas por Hamas han sido utilizadas cínicamente como pretexto para la posterior y continua aniquilación de civiles palestinos.
Este genocidio no podría ocurrir sin el apoyo crucial de Estados Unidos al régimen israelí. Desde el punto de vista financiero, militar y diplomático, Washington está patrocinando el horror en Gaza, así como en la Cisjordania ocupada.
Estados Unidos obstruyó una vez más los llamados en las Naciones Unidas para un alto el fuego, y el suministro urgente de ayuda humanitaria a más de dos millones de personas. El Programa Mundial de Alimentos ha declarado una hambruna catastrófica en el enclave costero, tras más de 70 días de bombardeos y bloqueo por parte del régimen israelí. Más de 20.000 personas –principalmente mujeres y niños– han sido masacradas, y 7.000 más están desaparecidas, presumiblemente muertas. Según observadores de derechos humanos de la ONU, las tropas israelíes están llevando a cabo asesinatos masivos de seres humanos aterrorizados y traumatizados.
Estados Unidos está armando a Israel hasta el límite y habilitándolo. El presidente estadounidense, Joe Biden, se ha negado rotundamente a sumarse a las demandas internacionales de un alto el fuego. Las Naciones Unidas han votado por abrumadora mayoría a favor del cese de la violencia. Washington ha rechazado repetidamente las súplicas del mundo, porque la administración Biden está amplificando obscenamente las mentiras y distorsiones israelíes. “Apoyo firme e inquebrantable” es como la Casa Blanca se jacta arrogantemente de ello, sin una pizca de vergüenza de que sea autoincriminante.
Decenas de miles de toneladas de municiones han sido enviadas por avión a Israel para llevar a cabo “bombardeos indiscriminados” (como admite el propio Biden). Se han lanzado deliberadamente bombas antibunker de una tonelada sobre campos de refugiados y hospitales. Y aún así, el Pentágono se niega descaradamente a imponer líneas rojas al uso de sus municiones.
Este genocidio tiene la mano de Israel en el gatillo, pero en última instancia es un genocidio patrocinado por Estados Unidos. Según los principios de Nüremberg, Joe Biden y Benjamin Netanyahu estarían en el banquillo, acompañados por Antony Blinken, Jake Sullivan, Lloyd Austin y sus homólogos en Tel Aviv.
Si antes había dudas internacionales sobre la criminalidad sistemática de Washington, ahora todo el mundo lo sabe con certeza.
Es significativo también que los ciudadanos estadounidenses también sientan repulsión por la barbarie, y el hecho de que su gobierno sea cómplice de un crimen histórico contra la humanidad. Las encuestas muestran que Biden es uno de los presidentes más impopulares de todos los tiempos, y su culpabilidad por el genocidio en Gaza es una de las razones principales del disgusto generalizado, especialmente entre los estadounidenses más jóvenes.
Tal como están las cosas, hay muchas probabilidades de que el demócrata de 81 años pierda las elecciones presidenciales en 2024, dentro de menos de 11 meses. No es que ninguno de los contendientes republicanos sea cualitativamente mejor. La política estadounidense se encuentra en una crisis de caos.
Pero no se trata sólo de Biden u otros políticos estadounidenses individuales. El gobierno de los Estados Unidos y muchos de los medios de comunicación controlados por las corporaciones, respaldan plenamente los crímenes de Israel. Ese ha sido siempre el caso desde que se formó el Estado de Israel en 1948, gracias a las artimañas de Washington en las recién creadas Naciones Unidas, junto con la antigua potencia colonial, Gran Bretaña, autora de la infame y traicionera Declaración Balfour, que instigó el despojo sionista de los pueblos autóctonos en Tierra Santa, o lo que Londres llamó su Mandato Palestino.
Décadas de duplicidad y disimulo como mediador de paz en Oriente Medio han quedado desbaratadas por la horrenda masacre que culminó a finales de 2023. Israel está llevando a cabo una Solución Final comparable con las atrocidades de la Alemania nazi. El régimen sionista ha utilizado cínicamente el Holocausto contra los judíos como tapadera de su genocidio contra los palestinos. Y muchos judíos decentes de todo el mundo, incluidos los sobrevivientes del Holocausto están, con razón, mortificados por la depravada asociación explotada por el régimen sionista.
Lo que está sucediendo en Gaza puede ser visto como una revelación impactante de proporciones históricas para el mundo. Es una revelación de la violencia y la anarquía en las que el emperador estadounidense ha estado involucrado sistemáticamente desde que se convirtió en la potencia mundial dominante hace casi un siglo. Tras la Segunda Guerra Mundial y la derrota del fascismo europeo –en gran parte a manos de la Unión Soviética–, Estados Unidos ha asumido el manto fascista, aunque de forma tácita y disfrazado con pretensiones de virtud democrática. Ninguna otra nación ha librado tantas guerras y conflictos en las últimas ocho décadas como Estados Unidos. La cifra de muertos a causa del imperialismo estadounidense asciende a decenas de millones de personas, con víctimas en todos los continentes.
El conflicto que estalló en Ucrania en febrero de 2022 es otra manifestación de las maquinaciones imperialistas de Washington. Esa guerra se acerca a su tercer año, y no muestra señales de terminar porque Estados Unidos continúa armando al régimen neonazi de Kiev, un régimen que Washington y sus aliados europeos de la OTAN instalaron en 2014 mediante un golpe de estado. Las hostilidades en Ucrania –las mayores en Europa desde la Segunda Guerra Mundial– fueron fomentadas por Estados Unidos como una guerra indirecta para derrotar a Rusia. La guerra podría haberse evitado si Estados Unidos y sus vasallos europeos hubieran negociado una solución diplomática a la amenaza expansionista de la OTAN a Rusia.
El presidente ruso Vladimir Putin no quería una guerra en Ucrania. Respetados comentaristas estadounidenses como John Mearsheimer, Jeffrey Sachs y Scott Ritter han confirmado con amplios análisis que Washington y sus aliados europeos son los principales responsables de crear el conflicto, que ha costado la vida a casi 400.000 soldados ucranianos, y el desplazamiento de 10 millones de civiles en toda Europa. Hasta ahora se han desperdiciado casi U$S 200.000 millones de dinero público occidental. Biden y la Unión Europea quieren “donar” otros U$S 100.000 millones para prolongar esta guerra inútil.
Las guerras de Estados Unidos siempre fueron oficialmente racionalizadas con alguna causa o misión aparentemente plausible. En las primeras décadas de la Guerra Fría, Washington afirmó estar defendiendo al “Mundo Libre” contra la agresión comunista en Corea, Vietnam, África y América Latina. Cuando la Guerra Fría supuestamente terminó en 1990-91 después del colapso de la Unión Soviética debido a sus problemas políticos internos, asistimos a una serie de guerras estadounidenses en todo el mundo contra las drogas, el terrorismo, las armas de destrucción masiva y, lo que es más absurdo, la defensa de los derechos humanos.
La última guerra en Ucrania supuestamente tiene como objetivo defender la democracia y la soberanía (¡de un régimen nazi que adula a las Waffen SS en Kiev, instalado por la CIA!).
Sin embargo, el genocidio en Gaza es la culminación, el acto final. Aquí es donde finalmente se desmorona toda la historia de crímenes y fraudes de Estados Unidos como “noble líder democrático excepcional”.
Es un clímax infernal para una potencia global, posiblemente la primera y la última hegemonía imperialista global del mundo. Toda la humanidad puede ver ahora que toda la retórica y la vanidad estadounidenses no son más que una horrible mentira. El emperador está desnudo en todos sus crímenes. La sangre de niños en sus manos, su boca babeando mentiras. Siempre fue así, pero ahora es universalmente evidente.
Uno podría preguntarse: ¿hacia dónde vamos a partir de ahora? A pesar de la abominable crueldad, el sufrimiento y la miseria, todavía podemos esperar que la humanidad finalmente encuentre una manera de vivir en coexistencia pacífica. Respetando a todos aquéllos que respetan el derecho internacional y los preceptos morales básicos. Podría decirse que la mayor parte de la humanidad está dispuesta y es capaz de vivir en paz.
Pero para lograr esa paz, no debe haber ilusiones ni mentiras. Debe haber rendición de cuentas y una expiación genuina.
El poder imperial estadounidense está condenado. No hay vuelta atrás ni reforma. El sistema económico capitalista –evolucionado como fascismo oligárquico y su espectáculo de títeres bipartidista– que impulsa la barbarie imperialista, debe ser denunciado y derrocado. Biden está condenado, y Trump y demás son simplemente más falsos profetas.
Ver la verdad desnuda suele ser el primer paso antes de que podamos darnos cuenta de la verdad de la belleza y de la decencia. Podríamos esperar –en aras de la paz y de poner fin a gran parte del sufrimiento– que el mundo esté dando ese primer paso.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko