Washington se enfrenta con los BRICS

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    La Casa Blanca y las camarillas políticas tardaron bastante en percatarse siquiera de la existencia de los BRICS, el grupo de naciones no occidentales que lleva por nombre las iniciales de sus primeros miembros.

    Después de que Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica se unieran en los últimos años del siglo pasado para formar esta asociación flexible pero formidable, durante muchos años pareció que Washington intentaba borrar de la existencia al grupo y todo lo que representaba.

    Y ahora veamos. Lo primero que hace Estados Unidos al reconocer a los BRICS, cuyos miembros actualmente suman 11 y siguen en aumento, es anunciar que castigará a las naciones que pertenecen al grupo … por pertenecer al grupo.

    A principios de este mes, el presidente Donald Trump ‒siempre el más indicado para este tipo de jerga‒ anunció que impondría aranceles generales de 10% a todos los miembros del BRICS, amenaza que reiteró dos semanas después, con la amenaza de imponer más si los miembros del grupo deciden ejercer su soberanía en aras de intereses comunes.

    Al respecto, El trumpista dijo el 6 de julio:

    “Cuando me enteré de este grupo de los BRICS, seis países, básicamente, los ataqué con mucha fuerza. Y si alguna vez se forman de forma significativa, terminará muy rápido. Nunca podemos dejar que nadie juegue con nosotros”.

    ¿Qué tal eso para la política de una nación segura de sí misma?

    Esta muestra de impetuosidad juvenil coincidió con la inauguración de la 17ª cumbre del grupo BRICS, celebrada los días 6 y 7 de Julio en Río de Janeiro, mientras Brasil ostenta la presidencia rotatoria del grupo.

    La agenda incluyó los asuntos habituales en estas ocasiones: comercio e inversión, gobernanza global inclusiva, y una arquitectura de seguridad global. La cumbre de este año también condenó los bombardeos israelíes-estadounidenses contra Irán tres semanas antes de la sesión, como “violación del derecho internacional”.

    Quizás Trump, por una vez, leyó los documentos informativos que la CIA entrega en el Despacho Oval cada mañana y lo previó, pues se apresuró a atacar con mucha fuerza por segunda vez. Aquí está en Truth Social, su megáfono digital, incluso antes de que los líderes de los BRICS hubieran salido de sus hoteles:

    “Cualquier país que se alinee con las políticas antiamericanas de los BRICS deberá pagar un arancel ADICIONAL de 10%. No habrá excepciones a esta política”.

    Tan torpe, tan desacertado, tan completamente inconsciente de dónde están las manecillas del reloj de la historia. Es curioso con qué frecuencia lo que el imperio pretende como demostraciones de fuerza en su fase final, resultan ser demostraciones de incertidumbre, debilidad e impotencia.

    Aquí debo corregir, y no por primera vez, un malentendido entre funcionarios estadounidenses, tan común que concluyo que es intencional. No hay absolutamente nada que los BRICS como grupo hayan dicho, hecho o defendido que sea antiamericano.

    Este grupo se centra en la construcción de un orden mundial basado en la paridad, el bien común y el derecho internacional. Acogería con agrado la participación de todas las naciones en este proyecto histórico mundial; en particular, dado su capital y tecnología, de Estados Unidos y las demás potencias occidentales.

    Es antiestadounidense sólo en la medida en que se opone al poder hegemónico y, dicho de otro modo, en la medida en que Estados Unidos se opone rotundamente a los tres principios mencionados.

    Me sorprende el grado de inseguridad de Washington a medida que los BRICS avanzan, especialmente dada la tibia crítica que recibió la cumbre de Río por parte de todos los comentaristas.

    Lydia Polgreen, columnista del The New York Times, calificó las declaraciones de la cumbre de Río como “pusilánimes”. El grupo condenó los atentados de Irán, pero no mencionó nombres, argumentó Polgreen.

    Por otro lado, Chas Freeman, el distinguido embajador emérito, dio una interesante entrevista con Glenn Diesen hace diez días bajo el título: “El Viejo Mundo está muriendo, y el Nuevo Mundo lucha por nacer”.

    Freeman elogió a los BRICS por sus logros, entre ellos su labor en la creación de sistemas financieros alternativos y el Nuevo Banco de Desarrollo, lanzado en 2012, un logro excepcional. Sin embargo, según mi interpretación de sus comentarios, Freeman criticó al grupo por no actuar de forma más coordinada, por no tener mayor presencia en asuntos geopolíticos.

    El acuerdo nuclear entre Rusia e Irán

    En este sentido, me impactó un artículo publicado por The Times de Londres el 13 de Julio bajo el titular: “¿Por qué Putin presiona a Teherán para que acepte el acuerdo nuclear de Trump?” “Rusia presiona a Irán”, informó Tom Parfitt, “para que acepte un acuerdo que le niega el derecho a enriquecer uranio para cualquier propósito”.

    Es una buena pregunta, que surge apenas un mes después de lo que ahora llamamos la Guerra de los Doce Días contra Irán.

    Citando un informe anterior de Axios, Parfitt señaló: “Los expertos afirmaron que Moscú estaba presionando para lograr un acuerdo, posiblemente porque teme que Irán se desintegre bajo un nuevo ataque, lo que podría amenazar los intereses económicos de Rusia”.

    En aquel momento no estaba claro qué opinaba Irán del consejo de Moscú sobre este punto, pero ahora parece más claro: Irán se prepara para reanudar las conversaciones sobre sus programas nucleares este Viernes con el Reino Unido, Francia y Alemania, signatarios del acuerdo que Estados Unidos abandonó durante el primer mandato de Trump en 2018. Ésto debe ser tomado simplemente como una sesión exploratoria para ver si es posible reanudar las conversaciones con Washington.

    Dado que Irán es miembro de los BRICS, y que Moscú y Teherán firmaron una amplia asociación estratégica el pasado Enero, las preguntas que se plantean son obvias. ¿Qué son los BRICS y qué no son, o qué no son todavía? ¿Qué esperan mutuamente y qué debería esperar el resto del mundo de los BRICS? Con su membresía actual, y excluyendo a una docena de “países socios”, los miembros BRICS representan algo más de 40% de la población mundial, y una proporción aproximadamente similar de la producción mundial, medida según la paridad de poder adquisitivo (PPA). Tres de sus miembros ‒China, India y Brasil‒ se encuentran entre las 10 economías más grandes del mundo.

    Bien, pero aclaremos desde el principio: éste es un grupo cuyos intereses compartidos son fundamentalmente económicos, no estratégicos ni geopolíticos. Ésto ha sido así desde sus inicios. El nombre BRICS se debe, precisamente, a un economista de Goldman Sachs especializado en países de ingresos medios, también conocidos como mercados emergentes.

    Diversos modelos económicos

    Cuando empecé a pensar en los BRICS, mi mente se remontaba al antiguo Movimiento de Países No Alineados, aquellas naciones que se unieron en torno de los famosos Cinco Principios de Zhou Enlai: integridad territorial y soberanía, no agresión, no injerencia en los asuntos internos de otros, cooperación para el beneficio mutuo, coexistencia pacífica, a finales de la década de 1950 y principios de la de 1960.

    El MPNA tenía una naturaleza fundamentalmente política, es justo decirlo, no económica. Los BRICS comparten algunos de estos valores pero, en comparación, carecen de política, también es justo decirlo.

    Esta época es diferente. El MPNA fue una respuesta a las disyuntivas binarias de la Guerra Fría. Reflejaba la aspiración común de sus miembros, muchos de los cuales eran recién independizados, de una u otra variante de la socialdemocracia. Un papel importante del estado en el proceso de desarrollo, por ejemplo, era prácticamente un hecho.

    En contraste, existe un conjunto muy diverso de modelos económicos entre los BRICS. Existe alguna forma de capitalismo de estado ‒como China y Rusia‒, pero ninguno de sus miembros es abiertamente socialista. Además, mucha ideología neoliberal ha circulado bajo el puente desde la época del MPNA.

    Michael Hudson, economista con gran capacidad de esclarecimiento, concedió una entrevista de una hora el otro día, también con Glenn Diesen, titulada “La economía del conflicto de civilizaciones”.

    En la misma, Hudson nos recordó que los miembros de los BRICS suelen albergar élites capitalistas bien desarrolladas, a menudo educadas en instituciones estadounidenses, a menudo partidarias del libre mercado, y profundamente comprometidas con el orden liberal.

    Hablando personalmente, Hudson puso fin a mi nostalgia: no sirve de nada interpretar a los BRICS ‒intenciones, propósitos, determinaciones‒ que simplemente no existen. La gobernanza global, la autoridad del derecho internacional, el Nuevo Banco de Desarrollo, los esfuerzos por desdolarizar el comercio: sí, sí, sí y sí. Todo bien, todo al servicio, fundamentalmente, del interés nacional de cada miembro.

    Veo muchas cosas positivas que surgen de los BRICS a medida que contribuyen a la creación de un nuevo orden mundial. Pero no veo un “bloque”, por mucho que quienes conocen poco del grupo se refieran al mismo como tal. No veo una secretaría, ni alianzas estratégicas (en contraposición con asociaciones), pactos de defensa mutua, ni muchas insinuaciones de ayuda mutua.

    No espero oír de estas naciones esa maravillosa palabra antigua: “Solidaridad”, “solidarity”, “solidarité”, o como sea en cualquier otro idioma.

    Espero algo más, sí, pero aún no puedo decirles qué es. Hay que mirar hacia adelante, ahora, el pasado sirve de poco como guía.

    Este algo más hará su aparición, el mejor resultado: el curso de la historia así lo sugiere. Pero hay pocos indicios de ello ahora, incluso entre las naciones no occidentales.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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