Conocí al profesor Hoppe en 2002 en una universidad de verano organizada por el Mises Institute en Auburn, Alabama. Me impresionó de inmediato la fuerza monumental y la lógica implacable de sus argumentos. Entonces, y aún hoy, sus artículos y conferencias sobre ética, economía, cuestiones sociales y el método científico, me impresionan con su mensaje entusiasta y empoderador: que la verdad, lo más importante, es algo que ni siquiera el gobierno más opresivo puede arrebatar a quienes la aprecian y la buscan. Desde aquel primer encuentro, he tenido el honor de disfrutar de la compañía del profesor Hoppe en numerosas conferencias públicas y reuniones privadas, incluyendo la reunión inaugural y otras reuniones iniciales de la Sociedad de la Propiedad y la Libertad.[[1]] En cada una de estas ocasiones, siempre me sentí en presencia de una persona excepcional, cuyo carácter combinaba verdadero heroísmo con genuina humildad. Estoy seguro de que este es un sentimiento experimentado por todos los que conocieron a Hans-Hermann y su universo intelectual. Aquí me gustaría relatar dos interacciones personales con él que ilustran estos dos aspectos de su notable carácter.
El profesor Hoppe me contactó a principios de 2011 con la solicitud de mejorar la traducción al francés de una entrevista sobre fiscalidad para la revista Philosophie. Esta revista mensual, que se describe como imparcial, tiene como objetivo popularizar la filosofía en Francia. Me entusiasmó mucho que las opiniones del profesor Hoppe llegaran a un público más amplio y pudieran fundamentar un debate más serio en un país en el que las finanzas públicas estuvieron equilibradas por última vez en 1974, y el gasto público rondaba 55% del PBI (y cerca de 60% en la actualidad). Con entusiasmo, me esforcé para asegurarme de que los lectores franceses comprendieran el contenido y el estilo de los argumentos con la misma precisión que aparecían en la versión original en inglés. Le envié al profesor Hoppe la traducción mejorada y no recibí respuesta durante un tiempo. Unos meses después, recibí un correo electrónico suyo disculpándose por el desafortunado resultado: que, hasta donde él sabía, la entrevista no sería publicada. ¡Al parecer, el periodista simplemente desapareció sin dar explicaciones!
Por supuesto, me sentí decepcionado. Sin embargo, no me arrepiento ni un sólo segundo por haberme dedicado a comprender el texto cuidadosamente elaborado del profesor Hoppe, y a reformularlo en otro idioma. Fue una experiencia increíblemente gratificante en sí misma. Mi decepción fue que se le negara implacablemente al público el acceso a la expresión de la verdad, simplemente porque no fueron apreciadas sus implicancias. Esta entrevista[[2]] sigue siendo, hasta la fecha, la exposición más concisa y clara sobre la naturaleza y la ética de la tributación. Es una explicación coherente y detallada de por qué los impuestos deben ser considerados robo, por qué ningún impuesto es justo y, en consecuencia, por qué no es injusto evadir impuestos. Estoy convencido de que al periodista le disgustaron muchas de las conclusiones lógicas, especialmente aquellas que socavaban los fundamentos de la política fiscal igualitaria y redistributiva; por ejemplo, que un impuesto progresivo no está más justificado que un impuesto de alícuota fija, o que los ricos no necesitan pagar más impuestos que los pobres. Sin embargo, dudo que esta fuera la razón principal por la que fue rechazada la entrevista. Al fin y al cabo, existen diferentes sistemas tributarios en cada país. Ésto ya sugiere una falta de consenso entre economistas y políticos respecto de cuál es el “mejor” sistema tributario o una pluralidad de soluciones, dependiendo de objetivos políticos concretos u otras circunstancias específicas.
Creo que la parte verdaderamente “problemática” de esta entrevista fue otra implicancia lógica que el profesor Hoppe no dudó en explicitar. Es decir, la tributación divide a la sociedad en dos clases: los explotados pagadores netos de impuestos, y los explotadores cobradores netos de impuestos.[[3]] Es improbable que quienes dependen de los impuestos para su sustento, es decir, los cobradores netos, apoyen una reforma que promueva una reducción de impuestos y, en su lugar, el financiamiento voluntario. Dado que la gran mayoría de los intelectuales contemporáneos vive de los impuestos, es fácil adivinar qué defenderían.
Ahora bien: ¡esta implicancia sobre el contenido más probable de los escritos de los intelectuales actuales es una observación igualmente importante! Revela una verdad más amplia y bastante desagradable: siempre que los gobiernos otorgan ventajas especiales a una actividad económica –y en algunos casos, a toda una profesión–, la naturaleza de esa actividad o profesión se corrompe y distorsiona. Existe una diferencia esencial entre un economista y un analista de números financiado por el estado;[[4]] un músico y un diseñador de sonido financiado por el estado; un médico y un recetador financiado por el estado, etc. En resumen, los gobiernos provocan una inevitable perversión del talento humano.[[5]] Ésto no es nada menos que una progresiva descivilización y destrucción de la humanidad misma. Esta conclusión –que los gobiernos son el verdadero enemigo del pueblo– debió provocar la exclusión de la entrevista de las páginas de la revista Philosophie. Sin embargo, el profesor Hoppe no se desanimó ni ofreció a la revista una versión más adaptada del texto, con el objetivo de llegar a un público más amplio. ¡No, le habría parecido inaceptable semejante autocensura! Para mí, éste fue un ejemplo de lo único que le importa a Hans-Hermann: que sus argumentos estén elaborados con el máximo cuidado en la precisión y la claridad. Esta lealtad inquebrantable a la validez lógica y la integridad de un argumento, independientemente de cualquier posible sesgo personal, lo convierte en un verdadero héroe de la verdad.
Se podría pensar que una convicción tan firme en la primacía de la verdad, junto con la consecuente conciencia de tener siempre la verdad de su lado, iría de la mano de una actitud de marcada hipocresía y, por consiguiente, de cierto grado de arrogancia intelectual. Por lo que puedo ver, ¡en el profesor Hoppe ocurrió exactamente lo contrario! Me impresionó profundamente el tacto con el que lo vi tratar a sus interlocutores y su delicado cuidado por no avergonzarlos con una aparente superioridad en conocimiento o inteligencia. Quizás este grado de humildad sea una cualidad innata, o quizás sea el resultado de una comprensión profunda y filosófica de nuestro mundo, adquirida progresivamente. En cualquier caso, me atrevo a decir que ésta es ahora la forma natural de ser de Hans-Hermann.
Experimenté la notable humildad del profesor Hoppe en una conversación personal tras una conferencia que impartí en Bodrum sobre la ubicuidad de la política monetaria. El profesor Hoppe pareció complacido y me obsequió con su característica sonrisa mientras pronunciaba unas breves pero edificantes palabras. Señaló que debería haber descrito la colusión inflacionaria internacional entre los principales bancos centrales como un acto de conspiración en lugar de cooperación, ya que los economistas deberíamos reservar este último concepto exclusivamente para los compromisos voluntarios. En la conversación subsiguiente, le comenté lo valiosos que me parecían los fundamentos austriacos de la teoría monetaria y sus propias contribuciones en este ámbito, tanto para comprender las principales tendencias sociales como para comprender los desarrollos sectoriales en las finanzas. Sobre este último punto, el profesor Hoppe me confesó que ellos, los mentores reconocidos, no podían ampliar el ámbito de aplicación práctica de la teoría porque desconocían los aspectos técnicos precisos del funcionamiento de la banca moderna.
En aquel momento, esta afirmación me sorprendió por al menos dos razones. En primer lugar, era un claro reconocimiento de cierta limitación en mis conocimientos. Como sabemos, gran parte del juego intelectual habitual consiste, en cambio, en ocultar cualquier indicio de dicha limitación. Pero el profesor Hoppe no es el profesor universitario moderno y trivial que invierte más energía en ocultar sus debilidades que en ampliar sus conocimientos. En segundo lugar, esta observación me hizo reflexionar sobre las verdaderas limitaciones de la teoría monetaria y bancaria austriaca. ¿Acaso los economistas austriacos tenían una comprensión deficiente de las finanzas modernas debido a la falta de un profundo conocimiento de algunos detalles técnicos? Por lo tanto, ¿deberían los austriacos invertir más tiempo y energía en familiarizarse e incluso dominar estos detalles técnicos? En aquel momento, no tenía respuestas a estas preguntas. Resulta que, desde aquella conversación con el profesor Hoppe en Bodrum, mi carrera profesional ha dado un giro que me ha expuesto de cerca a muchos aspectos concretos de la banca comercial y central, así como de la regulación bancaria. Basándome en esta experiencia personal, me gustaría compartir brevemente dos observaciones generales, y así continuar un diálogo que comenzó hace aproximadamente una década.
En primer lugar, lo que llamamos detalles técnicos son, de hecho, los aspectos concretos a través de los cuales un fenómeno social natural, o una política económica impulsada por un gobierno, se desenvuelve en un lugar (aquí) y en un momento dado (ahora). Desde esta perspectiva, los aspectos técnicos son de suma importancia para el análisis aplicado o para cualquier debate político práctico. Hasta cierto punto, la elección misma de los conceptos teóricos adecuados para comprender un fenómeno específico depende de la identificación previa de los aspectos técnicos relevantes. Por ejemplo, el análisis económico del llamado Instrumento de Protección de la Transmisión del BCE, el ajuste monetario actualmente definido y aplicado por la Reserva Federal, o la morosidad en relación con la capacidad de los bancos para expandir el crédito en un contexto de aumento de los tipos de interés, requiere una comprensión histórica relativamente profunda de los parámetros específicos y del funcionamiento real de estos mecanismos e instrumentos monetarios. Si bien este tipo de conocimiento pertenece más a la tecnología y la historia que a la economía, es indispensable para una correcta aplicación de la teoría económica al mundo actual. Por lo tanto, para cumplir con sus propios altos standards de realismo, los economistas austriacos deben familiarizarse con los aspectos técnicos actuales relevantes.
En segundo lugar, si bien la historia y la tecnología son cruciales para el uso práctico de la teoría, esta sigue siendo fundamental para discernir las relaciones de causa y efecto, tanto obvias como menos obvias, en nuestro mundo. Naturalmente, el concepto de teoría aquí no se refiere a un modelo matemático formalista con un alcance especializado e intencionalmente limitado. Más bien, se refiere a un corpus científico amplio, como el de la economía austriaca. La pregunta relevante aquí es si ser austriaco influye en el ámbito profesional, entre los técnicos. Basándome en mi propia experiencia, por limitada que sea, puedo afirmar que los economistas austriacos no sufren ninguna desventaja, e incluso tienen una clara ventaja en comparación con otros profesionales y analistas. Normalmente, al enfrentarse a una acción política específica o a un detalle institucional, los no austriacos no logran ubicarlo en un contexto más amplio que también aclare algunas ramificaciones más amplias en la economía. Los economistas austriacos, en cambio, no tienen dificultad para conectar los puntos y ver a través del bosque, precisamente porque se basan en un corpus teórico más amplio, cuyos elementos son válidos siempre y en todas partes, y por lo tanto también aquí y ahora. Es cierto que los austriacos primero deben aprender una jerga específica, y luego traducirla a una noción familiar. A pesar de lo laborioso que puede ser este proceso, he comprobado que a menudo ha dado lugar a observaciones más pertinentes, e incluso a comentarios reveladores para mis colegas.[[6]] Finalmente, la economía austriaca ofrece una protección única e infalible contra los malentendidos de todo tipo, tan comunes entre los profesionales.[[7]] De hecho, sus adeptos a menudo creen ser quienes realmente saben cómo funcionan las cosas.[[8]]
Como economistas austriacos, no deberíamos rehuir la interacción con profesionales, técnicos y consultores. No sólo tenemos algún truco para impresionarlos, sino que también podemos demostrar la validez, y a veces incluso la superioridad práctica, de nuestro corpus teórico. Esta es también una forma de honrar los magníficos logros de grandes intelectuales como el profesor Hoppe.
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[[1]] Cualquiera que haya asistido a una reunión de la PFS daría fe de que esta sociedad privada es, en una palabra, exquisita. Recuerdo que el profesor Hoppe dijo una vez en Bodrum que quienes aman la libertad tienden a superar a sus oponentes también en belleza. Sin duda, esta afirmación concreta surgió del aspecto tan satisfactorio del entorno. Sin embargo, el argumento es mucho más profundo. De hecho, la libertad es la condición necesaria para la exitosa búsqueda de la belleza y la consiguiente prosperidad de la estética.
[[2]] Puede ser encontrado en la página https://www.hanshoppe.com/2011/03/philosophie-
revista-entrevista-sobre-tributação/, así como en la colección de ensayos que el profesor Hoppe publicó bajo el título The Great Fiction (www.hanshoppe.com/tgf).
[[3]] Véase también Hans-Hermann Hoppe, “Marxist and Austrian Class Analysis”, en The Economics and Ethics of Private Property, 2nd ed. (Auburn, AL: Ludwig von Mises Institute, 2006; www.hanshoppe.com/eepp).
[[4]] En este punto en particular; deben confiar en mí cuando digo que un “economista de escritorio” profesional, un “pronosticador” especializado, o un “especialista en reformas estructurales” con una burocracia nacional o internacional, practica la economía tanto como un astrólogo practica la astronomía.
[[5]] Ésto no significa que no haya personas diligentes en la administración pública que se esfuercen por ser buenos economistas, músicos o médicos. La cuestión, más bien, es que sus talentos no prosperan en la misma medida ni en la misma dirección que con el financiamiento voluntario basado en el mercado.
[[6]] Sin embargo, debemos ser humildes y reconocer que, a pesar de su relevancia, tales observaciones no influyen en las políticas reales. Si bien muchos factores contribuyen a este desafortunado resultado, el factor principal podría ser la propia naturaleza de la formulación de políticas modernas. Las medidas políticas ya no son decididas en función de sus consecuencias, dentro de un marco coherente de medios y fines. En cambio, son implementadas en función de su, a menudo asumida, contribución a un objetivo político superior el que, en una progresión infinita, sólo en última instancia puede ser un objetivo beneficioso. En estos círculos, se escuchaba a menudo: “Lo sabíamos, pero teníamos que hacerlo”, lo que implicaba que una medida política cuestionable desde la perspectiva de un experto, y que podría haber sido reconocida como tal, debía ser implementada por necesidad; por ejemplo, para salvar el planeta, salvar especies en peligro de extinción, salvar la democracia, salvar el euro, salvar la Unión Europea, etc. De hecho, ésto conduce a una actitud delirante, bastante común entre los actores políticos de todos los niveles, a la que yo llamaría “síndrome de Jesús”, simplemente porque carezco de la formación suficiente para el diagnóstico adecuado de los trastornos mentales. La referencia bastante reciente en el discurso público a la formulación de políticas “informadas por evidencia” o “basadas en evidencia”, es un reconocimiento bastante explícito de que, hasta ahora, las políticas reales se basan en cualquier cosa menos en la realidad y el conocimiento de la misma.
[[7]] Como escribe el profesor Hoppe:
Si bien la previsión económica será siempre un arte sistemáticamente imposible de ser enseñado, también es cierto que todas las previsiones económicas deben ser interpretadas como limitadas por la existencia de conocimiento a priori sobre las propias acciones …
Por lo tanto, la teoría cuantitativa del dinero no puede interpretar ningún evento económico específico, ya sea cierto o probable, basándose en una fórmula que utilice previsiones constantes. Sin embargo, la teoría restringiría el rango de posibles previsiones correctas. Y lo haría no como una teoría empírica, sino como una teoría praxeológica, actuando como una restricción lógica en la creación de nuestras previsiones. Las previsiones que no se alinean con este conocimiento (en nuestro caso: la teoría cuantitativa) son sistemáticamente erróneas, y su realización conduce a un aumento sistemático en el número de errores de previsión. Ésto no significa que alguien que basa sus previsiones en un razonamiento praxeológico correcto, necesariamente haga mejores previsiones de eventos económicos futuros que alguien que las haga mediante raznamiento y una deliberación lógicamente defectuosos. Significa que, a largo plazo, las predicciones basadas en la praxeología, en promedio, serán mejores que las no praxeológicas.
Es posible que alguien haga una predicción errónea, aunque haya identificado correctamente el evento “aumento de la oferta monetaria”, y aunque utilice un razonamiento praxeológicamente correcto de que este evento está, por necesidad lógica, conectado con el evento “disminución del poder adquisitivo del dinero”. Alguien puede equivocarse al predecir lo que sucederá con el evento “demanda de dinero”. Alguien puede haber predicho una demanda constante de dinero, pero en la práctica, la demanda puede aumentar. Por lo tanto, la inflación prevista podría no ocurrir como se esperaba. Y, por otro lado, es igualmente posible que alguien pudiera hacer una predicción correcta –es decir, que no habrá una disminución del poder adquisitivo– a pesar de estar erróneamente convencido de que un aumento en la cantidad de dinero no tendría ningún efecto sobre el poder adquisitivo del dinero. Puede ser que se produjera otro cambio simultáneo (el aumento de la demanda de dinero) que anulara su evaluación incorrecta de las causas y consecuencias, haciendo que su predicción fuera correcta.
Sin embargo, y ésto nos lleva a mi punto, la praxeología limita lógicamente nuestras predicciones de eventos económicos: ¿Qué pasaría si asumiéramos que todos los pronosticadores, incluyendo aquellos con y sin sólidos conocimientos praxeológicos, están igualmente capacitados para anticipar otros cambios simultáneos? ¿Y si todos fueran adivinos igualmente afortunados del futuro económico y social? Evidentemente, nos vemos obligados a concluir que quienes efectúan predicciones de acuerdo con las leyes praxeológicas, como sobre la teoría cuantitativa del dinero, tendrán más éxito que quienes ignoran la praxeología.
Es imposible idear una fórmula de pronóstico que utilice el concepto de causas eficientes atemporales que nos permita predecir científicamente los cambios en la demanda de dinero. La demanda de dinero depende necesariamente del estado futuro de conocimiento de las personas, y el conocimiento futuro es impredecible. Por lo tanto, el conocimiento praxeológico tiene utilidad muy limitada para las predicciones.
Hans-Hermann Hoppe, Economic Science and the Austrian Method (Auburn, Alabama: Mises Institute, 1995; www.hanshoppe.com/esam), p. 44 y ss. (énfasis añadido; citas omitidas). Véanse también los comentarios relacionados de otros austriacos en Stephan Kinsella, “Verstehen y el papel de la economía en la previsión, o: si eres tan rico, ¿por qué no eres inteligente?”, StephanKinsella.com (1º de Septiembre de 2009; www.stephankinsella.com).
[[8]] Me gustaría compartir tres ejemplos de conversaciones con otros simpatizantes. El colega A, con amplia experiencia gerencial en un importante banco francés, cree firmemente que los bancos comerciales y centrales no tienen el monopolio de la producción de medios de intercambio. Considera que la capacidad de los clientes bancarios para emitir cheques por cantidades discrecionales a su elección demuestra que cualquier titular de una cuenta bancaria puede producir dinero. El colega B cree poder calcular el precio que un gobierno debería cobrar a un banco por el capital que le inyecta, de forma que no se distorsione la competencia en el sector bancario. El colega C cree que la reputación internacional del euro no alcanza su potencial debido a la insuficiencia de activos de alta calidad denominados en euros, a pesar de que los gobiernos de la eurozona han emitido cantidades sustanciales de bonos gubernamentales durante la última década. Para remediarlo, continúa, sería necesario ampliar el conjunto de activos en euros de alta calidad disponibles para los inversores extranjeros, en particular convenciendo a los estados miembros de la Unión Europea para que acepten emitir deuda común de forma centralizada.
Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko








