El circo covidiano antilibertario

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    Escrito en coautoría con Virna Vega

    En la verdadera y coherente defensa de la libertad y la justicia es ineludible la búsqueda y el reconocimiento de la verdad.

    No hay «accidentes» en la historia, y sí hay acciones cuidadosamente planificadas que dan lugar a consecuencias inesperadas, imprevistas y no premeditadas. Pero la historia no es solo una secuencia de accidentes y sorpresas. La mayor parte de ella ha sido concebida y diseñada intencionalmente. No por la gente común, por supuesto, sino por las élites del poder en el control del aparato estatal. Si quisiéramos evitar que la historia siga su actual y previsible curso rumbo a un desastre económico sin precedentes, entonces, es realmente imperativo provocar la indignación pública exponiendo, sin descanso, los perversos motivos y maquinaciones de las élites del poder, no solo de quienes trabajan en el aparato estatal, sino especialmente de los que estando afuera, entre bastidores, tiran de las cuerdas.[1]

    —Hans-Hermann Hoppe.

    Habiéndose superado largamente el asunto de los inútiles y perjudiciales confinamientos masivos impuestos por la mayoría de los gobiernos,[2] coyunturalmente, no ha habido en el último año un asunto más importante para los defensores de la libertad y la justicia que aquel que atañe a la implementación del pase sanitario[3] y la vacunación forzosa o extorsiva amparada por fuerza legal en varios países. Para tratar estos temas y otros relacionados a la pandemia de estatismo desenfrenado que ha azotado al mundo, será necesario mirar con suficiente detalle casi cada aspecto técnico, empírico, científico, económico y ético relevante para dar cuenta de lo que hemos presenciado hasta ahora.

    La experimentación médica, el pase sanitario y el papel de los gobiernos en la vacunación masiva anticovid

    Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y con el objetivo de impedir en el futuro los horrores de la experimentación médica en seres humanos practicada en campos de concentración, surge un Código Ético Universal para la investigación, en donde se establece la necesidad del consentimiento informado para la experimentación médica. Así, el Código de Núremberg de 1947 señala explícitamente:

    Es absolutamente esencial el consentimiento voluntario del sujeto humano. Esto significa que la persona implicada debe tener capacidad legal para dar consentimiento; su situación debe ser tal que pueda ser capaz de ejercer una elección libre, sin intervención de cualquier elemento de fuerza, fraude, engaño, coacción u otra forma de constreñimiento o coerción; debe tener suficiente conocimiento y comprensión de los elementos implicados que le capaciten para hacer una decisión razonable e ilustrada.

    Sin embargo, y a razón del surgimiento del COVID-19 y la supuesta pandemia, este código ético ha sido totalmente violado y menospreciado. Y se sigue violando y menospreciando día a día respecto a personas en todo el mundo que, enajenadas por la narrativa del miedo de los medios masivos de comunicación y bajo la influencia de una gigantesca propaganda global y gubernamental sin precedentes históricos, se someten a procedimientos experimentales casi sin cuestionamiento, asumiendo —de buena fe o por ausencia de pensamiento crítico— que la única o principal motivación de los gobiernos y las grandes farmacéuticas involucradas en este asunto es velar por la salud y el bienestar de los ciudadanos.

    Creemos importante destacar que la caracterización de ‘pandemia’ (lo sucedido en el mundo alrededor del coronavirus) es aún un debate abierto con suficientes motivos para desestimar por completo la idea de que haya habido en realidad tal cosa como una pandemia,[4] que no es lo mismo que negar la enfermedad, las muertes y la existencia del virus. También sobre esto, han jugado un papel importante las pruebas de PCR que se han utilizado en todo este tiempo para justificar la alarma y las políticas liberticidas de los gobiernos, pruebas de las cuales se sabe de su ineficacia y dificultad para diagnosticar correctamente una infección covid.[5]

    No obstante, y como se mostrará más adelante, ni la vacunación obligatoria ni los pases sanitarios (permisos otorgados por distintos gobiernos para el disfrute de actividades sociales comunes luego de las dosis de vacunación requeridas) están basados en criterios éticos ni científico-epidemiológicos: su implementación obedece meramente a mecanismos de control de masas, extracción de ganancias contrarias al libre mercado e invasión de la privacidad y de los derechos de las personas. Si bien las autoridades gubernamentales, en la mayoría de los países, dicen —astutamente y para evitar responsabilidades posteriores— que la vacunación es «voluntaria», el hecho de que se restrinja la movilidad y otras garantías individuales básicas (incluidas en las mayorías de las constituciones de los países que han implementado estas medidas) de los que deciden no inocularse con vacunas experimentales es sencillamente una maniobra extorsiva, consistente en elevar los costos de ejercer un determinado derecho (no vacunarse) en el sentido contrario al deseo de los extorsionadores (los gobernantes).[6]

    Y es que si el gobierno toma medidas[7] que fuerzan al individuo a vacunarse para gozar de su ya limitada esfera de libertad y tener una vida normal y un sustento; y si los costos derivados de no vacunarse que le imponen desde el gobierno[8] son insostenibles para él (aun cuando ya paga sus impuestos); entonces el gobierno está haciendo efectivamente lo contrario de su supuesta razón de ser: proteger los derechos individuales (derechos de propiedad). En este caso, no solo el derecho de no vacunarse, sino todos aquellos que ahora dependen de que se vacune y no de su mera condición humana como ciudadano; es decir, los mismos derechos de las personas que anteceden a los gobiernos y por los cuales los gobiernos son instituidos para protegerlos en primer lugar (supuestamente).

    También destacamos el pase sanitario como la usurpación del derecho de admisión de los propietarios y oferentes de bienes y servicios. Una imposición estatal de discriminación forzosa distinta a la discriminación voluntaria natural y éticamente permisible, que si bien criticable, repudiable y técnicamente inútil, debe estar protegida por la ley como legítima (ser legal).

    Lo que el libertarismo y el mundo en que vivimos nos dicen

    Si no puedes decir claramente «Todo lo que hay debajo de la piel soy yo; esta es la línea que nadie tiene derecho a cruzar sin permiso», entonces no hay fundamentos para los derechos individuales o el libertarismo.[9]

    —Wendy McElroy.

    La primera propiedad de una persona es su propio cuerpo, es decir, la autopropiedad. Todas las decisiones sobre él deberían ser, en principio, voluntarias, al menos si adherimos a las reglas básicas de la ética de la propiedad privada para la convivencia social pacífica.[10] Desconocer este principio fundamental de la propiedad sobre el propio cuerpo significa desconocer o menospreciar la fuente de los derechos individuales: significa apoyar la idea de que unos pueden disponer del cuerpo de otros contra su voluntad sin justificación legítima.

    La base del derecho, es decir, del conjunto de normas y principios para la paz y el castigo y disuasión del crimen es el derecho al propio cuerpo. Si no tengo jurisdicción sobre él y lo que ingresa en él, ¿qué razones tengo para decir que nadie tiene derecho a usarlo contra mi voluntad y afectar su integridad?

    Algunos libertarios osarían decir que poner en riesgo o implicar un supuesto riesgo a la salud de otro violaría el principio de no agresión (PNA). Pero tal violación es solo posible en virtud de la iniciación de la fuerza o la amenaza de hacer daño, en este caso, mediante el acto comprobable e intencionado del portador de un patógeno de transmitirlo para causar un daño en la integridad física de alguien más. La razón de esto se hará enseguida evidente. Debe decirse que, respecto a la transmisión y la supuesta violación del PNA, nadie puede ser, prima facie, un riesgo para la salud de otro solamente en función de la ineludible probabilidad latente y constante de contraer un virus o bacteria en cualquier momento y luego transmitirlo circunstancialmente: uno primero debe contraer efectivamente el agente infeccioso y, siendo ya portador, buscar transmitirlo de manera consciente e intencionada, y esta intención y contagio debe, además, ser comprobable. Si esto no fuera así, ya estaríamos todos «violando» el PNA prácticamente todo el tiempo por el mero hecho de estar vivos y socializar, y la tarea de diferenciar una agresión[11] del resto de los actos humanos pacíficos sería imposible.

    El mundo es un lugar de contactos y peligros biológicos (hasta microscópicos) que resultan imposible de evadir por completo. Normalmente, esta situación está naturalmente fuera del alcance del control humano, más allá de que típicamente haya sido posible saber cada vez más de estos contactos y peligros biológicos.

    Volviendo al asunto de la «pandemia», hablemos de la vacunación anticovid como supuesta condición sine qua non de no ser un riesgo para los demás. Consideremos la presunción de que un no vacunado (o no ‘protegido’) representa —respecto al patógeno en cuestión y por el mero hecho de no estar vacunado— un riesgo para un vacunado (o ‘protegido’). Esta presunción es lógicamente falsa, porque para que tal cosa fuese cierta, debería cumplirse la falsa equivalencia de que no estar vacunado es necesariamente igual a ser portador del patógeno en cuestión, contra el cual uno se vacunaría de manera preventiva. Sin embargo, para que alguien se convierta en un riesgo de contagio, primero debe contraer el patógeno para poder transmitirlo y entonces suponer algún riesgo al respecto. Por tanto, de no estar vacunado, no solo no se sigue ser necesariamente portador del patógeno determinado, lo que supondría el riesgo, sino que, además, quien acuse este hecho lleva consigo la carga de la prueba de probar primero que uno es portador y posible transmisor.[12]

    Además, cuando se coloca la carga de la prueba en el acusador, también este último debería poder probar si, llegado el caso de acusar una agresión, hubo intención deliberada del acusado —conociendo su condición de portador— de transmitir el patógeno y causar un daño.

    Por otra parte, debe decirse que, en todas las relaciones interpersonales que establecemos voluntariamente, estamos aceptando implícitamente el riesgo de compartir accidentalmente patógenos a través del aire o el contacto físico, sin ser conscientes de si esto pudiera tener un efecto nocivo inmediato o futuro en nuestras vidas. Y es que vivir es en verdad un «riesgo» constante auto asumido y autogenerado por el simple hecho de vivir, un hecho imposible de deshacer mientras estemos vivos, ya que siempre existirá la posibilidad de que sucedan eventos imprevistos, tanto desde de la naturaleza como desde quienes nos rodean.

    En resumen, solamente las acciones objetivamente comprobables e intencionadas respecto a ser portador de un determinado patógeno y buscar transmitirlo y haberlo logrado pueden dar lugar a un reclamo justo de invasión de derechos de propiedad, es decir, cuando alguien trasmite un patógeno intencionalmente y a sabiendas de que dañará a otro sin su consentimiento. Sobre la cuestión de la responsabilidad, la agresión y lo objetivo y subjetivo del acto agresivo (por ejemplo, la transmisión intencional de un patógeno) haría falta una última apreciación esclarecedora que, en este caso, es dada por Hans-Hermann Hoppe:

    Claramente, mientras los criterios «objetivos» (externos, observables) deben jugar un papel importante en la determinación de la propiedad y la agresión, tales criterios no son suficientes. En particular, definir la agresión «objetivistamente» como una «invasión física evidente» parece deficiente porque excluye la trampa, la incitación y los intentos fallidos, por ejemplo. Tanto el establecimiento de los derechos de propiedad como su violación surgen de acciones: actos de apropiación y expropiación. Sin embargo, además de la apariencia física, las acciones también tienen un aspecto subjetivo interno. Este aspecto no puede ser observado a través de nuestros órganos sensoriales. Más bien, debe ser comprobado por medio del entendimiento (Verstehen). La tarea del juez no puede reducirse —por la naturaleza de las cosas— a una simple regla de decisión basada en un modelo cuasi-mecánico de causalidad. Los jueces deben observar los hechos y entender a los actores y las acciones involucradas con el fin de determinar la falta y la responsabilidad.[13]

    Lo que la ciencia y el criterio de los riesgos y beneficios realmente nos dicen

    Cuantas más personas se vacunen, más efectos secundarios se descubrirán. Este es un enorme problema ético para la vacunación obligatoria. Si se exige que todos se vacunen, no habrá un grupo de control para comparar la seguridad y la eficacia.[14]

    —Gilbert Berdine, MD.

    Además de las implicancias de carácter ético, lógico, empírico y político-jurídico ya expuestas, también existe información actualizada sobre el virus SARS-CoV-2 para evaluar y poner en tela de juicio la supuesta conveniencia de la vacunación masiva y, por tanto, de todas las medidas legales para forzarla en quienes no adhieran voluntariamente a tal cometido. Son presentados a continuación algunos datos, y también factores y conclusiones inferidas de nuestra parte (informadas por profesionales y los datos), que delatan la escasa o nula solidez de la conveniencia de la vacunación masiva[15] contra el coronavirus:

    • Bajísimo riesgo de mortalidad: Estudios recientes sobre revisión de riesgo de muerte por infección (IFR, Infection Fatality Risk; relación de proporción entre cantidad de infectados y muertes) en 14 países concluye que estimaciones iniciales de este índice en mayores de 85 años, son en realidad aún más bajos que los calculados inicialmente y que IFR en rangos etarios más jóvenes es extremadamente bajo, arrojando resultados de mediana 0,0013%, 0,0088%, 0,021%, 0,042%, 0,14% y 0,65%, en rangos etarios 0-19, 20-29, 30-39, 40-49, 50-59 y 60-69, respectivamente.[16] A pesar de esto, puede mencionarse que estos números pudieron ser ligeramente superiores en etapas iniciales o anteriores de la «pandemia».
    • Récord histórico de efectos adversos reportados: Según el Sistema de Reporte de Eventos Adversos de Vacunas VAERS (Estados Unidos), en cuanto a las vacunas anticovid, tras más de un año de vacunación, se han reportado más efectos adversos en Estados Unidos —incluidas más de 23 mil muertes y 130 mil hospitalizaciones hasta la última actualización referenciada en este artículo— que con cualquier otra vacuna en la historia de VAERS, convirtiéndola en la vacuna más peligrosa de la historia.[17] Si bien no se puede afirmar con total seguridad que todos y cada uno de los reportes son debidos a la vacunación, otros medicamentos han sido anteriormente retirados de circulación por muchísimo menos; hecho que demuestra la incoherencia de los gobiernos, las farmacéuticas y los controles de calidad como agentes comprometidos con la prudencia y responsabilidad para la vacunación masiva.
    • Miocarditis, pericarditis y otros problemas cardiacos: Un estudio realizado en Estados Unidos mostró la estrecha relación entre la vacunación y el riesgo de pericarditis y miocarditis,[18] sobre todo en adolescentes varones, sobre los que también se ha llegado afirmar que corren más riesgo por el efecto secundario de la inyección de Pfizer que por el covid.[19] El primer estudio mencionado concluye que estas vacunas son determinantes para los casos de miocarditis observados después de la inyección.[20] Por otro lado, en el caso de los niños, los reportes de estos casos son raros y de carácter leve, la mayoría de los infectados se curan por sí solos o responden bien al tratamiento. Esto último no es un motivo a favor de la vacunación en niños, sino solamente un hecho a comentar. Pues, además, estudios publicados en Nature concluyen que la tasa de mortalidad por covid en niños sanos es prácticamente cero;[21] lo cual, por sí solo, desaconseja por completo la vacunación en niños.

    Luego, en un análisis presentado en una reunión de la Asociación Estadounidense del Corazón, el Dr. Steven Gundry, pionero en la cirugía de trasplante de corazón infantil, dijo que las vacunas anticovid de ARNm ponen a muchos pacientes en mayor riesgo de sufrir un nuevo síndrome coronario agudo (como un ataque cardíaco).[22]

    • Inoculación versus inmunidad natural: La evidencia es clara y contundente, la inmunidad natural es más fuerte y duradera en contraste a la adquirida por la vacunación, que es leve y breve,[23] al menos así lo presentan más de 123 artículos científicos resumidos en octubre del año pasado.[24] Un último estudio de The Lancet (noviembre de 2021) concluye que la inmunidad natural persiste por más de 10 meses, y menciona los resultados de estudios en diferentes países, entre ellos, el riesgo de repetición de la infección disminuyó entre un 80,5-100% para quienes habían tenido COVID-19 y que solo el 0,7% se reinfectaba. Además, en Estados Unidos, los que no se habían infectado anteriormente tenían una tasa de incidencia de 4,3 por 100 personas, mientras que los que se habían infectado anteriormente era de 0 por 100 personas. Por último, para estos casos, en Austria se encontró que la frecuencia de hospitalización por una infección repetida fue de 0,03% y la muerte fue de un 0,01%.[25]
    • La vacunación no previene el contagio: No solo se ha demostrado que la carga viral entre vacunados y no vacunados es bastante similar,[26] sino que se ha reconocido científica y mundialmente que la vacunación no impide el contagio, y una muestra clara de esto es que incluso el mandamás de la OMS reconoce que nuevos picos de contagios se han visto tanto países con bajos porcentajes como con altos porcentajes de vacunación.[27] De hecho, un estudio publicado en The Lancet,[28] encontró en una muestra que la carga viral en contagiados doblemente vacunados resultó ser incluso 251 veces superior a la medida en infectados por SARS-CoV-2 con las primeras cepas del virus, cuando no había vacunas. Los datos reales obtenidos en algunos países también revelan algo similar. El último informe de vigilancia vacunatoria de Reino Unido,[29] por ejemplo, muestra que las tasas de infección para los casos de variante Delta en grupos etarios mayores a 30 años son mayores en los vacunados con dos dosis que en los no vacunados. De este modo, se desprende que, si los vacunados pueden contagiar —y hasta pueden llegar a contagiar más que los no vacunados— no hay razón científica alguna para limitar la movilidad de los no vacunados.

    Por lo tanto, el certificado de vacunación anticovid no sirve técnicamente como criterio sanitario preventivo de la propagación del virus, sino solo es una «licencia para contagiar», ya que un certificado de vacunación anticovid no es un certificado de estar libre de covid. Incluso puede darse el caso de que esta política favorezca a infectados a pesar de la vacunación en detrimento de personas no infectadas sin estar vacunadas.

    • La presencia de grafeno y otros componentes no declarados y la ocurrencia de otros problemas médicos relacionados con la vacunación anticovid: Información sobre estas variadas afirmaciones puede ser encontrada en las investigaciones de Dr. Pablo Campra[30] (cuestión abordada en enero de este año en el parlamento europeo)[31] y en otros trabajos hechos por unos argentinos,[32] como también en conferencias científicas como la que es anotada[33] en este párrafo y que contaron con la presencia de profesionales como el Dr. Arne Burkhardt,[34] Walter Lang[35] y el Dr. Werner Bergholz.[36] Estos cuestionamientos necesitarían una aclaración de los fabricantes o una investigación pertinente de las autoridades gubernamentales y sanitarias de los países teniendo en cuenta el alto número comparativo de efectos adversos reportados en los países. Aclaración e investigación que guardan especial importancia y relación con el asunto del consentimiento informado referido al comienzo de este artículo.

    Otro problema relacionado con la vacunación es presentado por un análisis de datos que reveló una incidencia acumulada de aborto espontáneo de 7 a 8 veces más alta que otros cálculos originales, incidencia estadísticamente más alta que el promedio típico de pérdida de embarazo durante el período de tiempo equivalente.[37]

    • La vacunación en niños y adolescentes: Además de las consideraciones e informaciones ya expuestas en el punto ‘Miocarditis, pericarditis y otros problemas cardiacos’, debe tenerse en cuenta que el sistema inmunológico de casi cualquier niño o adolescente corriente en condiciones de salud normales ya evita la muerte en más de un 99,99% de los casos frente al accidental covid.[38] Los beneficios de la vacunación en ellos serían generalmente nulos y los posibles riesgos específicos conocidos y los desconocidos a largo plazo serían, por decirlo de alguna manera, efectivamente adquiridos. Pero además, ¿no son estas vacunas experimentales de las que no se sabe suficiente de los efectos a largo plazo? ¿No están apenas autorizadas para el uso de emergencia? Entonces, ¿cuál es la emergencia en niños y adolescentes? Ninguna. No hay razón sensata para promover y llevar a cabo la vacunación anticovid en ellos. No hay necesidad alguna de arriesgar a niños y adolescentes sabiendo todo esto. Y si no hubo antes motivos suficientes para alarmarse sobre ellos y el virus, ahora menos con la presencia de una variante predominante mucho más leve.

    En algunos países sí han seguido parcialmente el análisis científico y médico correcto en este sentido, es decir, la no necesidad de arriesgar, por ejemplo, a los niños con la vacunación anticovid. Por ejemplo, autoridades en Suecia[39] y Noruega no recomiendan la vacunación anticovid en niños. Lamentablemente, no ha sido el caso de muchos otros países que sí han llevado a cabo la vacunación en niños.

    • Debilitamiento del sistema inmunológico: Si el objetivo es promover el fortalecimiento general del sistema inmune de las personas para enfrentarse al covid (o a cualquier otro patógeno), no se debería requerir vacunar a la población general tan seguido. Repetir las dosis de refuerzo[40] cada cuatro meses podría eventualmente debilitar la respuesta inmunológica y cansar a las personas, advirtió recientemente la Agencia Europea de Medicamentos.[41]

    La falsa panacea vacunal anticovid

    Se ha hecho común que los grandes medios de comunicación, los gobiernos y una parte importante de la opinión pública alaben los supuestos grandes resultados que la vacunación masiva ha tenido para paliar las muertes y hospitalizaciones a raíz del virus. Pero en este afán no destacan ni reconocen que las nuevas y sucesivas variantes más contagiosas y menos graves, los mejores tratamientos y cuidados,[42] la inmunidad natural[43] y el proceso natural y cíclico del virus, pueden explicar (sin necesidad de las vacunas) los ‘grandes resultados’ —es decir, el menor porcentaje de muertes y hospitalizaciones relativo al ritmo de nuevos casos— que atribuyen principalmente a la falsa explicación reduccionista de vacunas que ni siquiera evitan muertes ni hospitalizaciones completamente, y mucho menos contagios. Otra arista es que normalmente no se diferencian grupos etarios, la supuesta importancia de las vacunas para toda la población es así exagerada por sus promotores. Y como si todo esto fuera poco, faltará por verse con seguridad si en términos de salud general, estas vacunas no estarían trayendo en realidad más problemas que soluciones a los vacunados, teniendo en cuenta no solo su ya reconocida y baja eficacia contra el covid (además de su disminución con el paso del tiempo), sino también toda la información presentada en este trabajo (y todavía el futuro nos deparará con ulteriores estudios y descubrimientos que, a la luz de los hechos acontecidos hasta ahora, solo tenderán a empeorar aún más la reputación y valoración médica de la vacunación masiva anticovid).

    El negocio antilibertario y contrario al libre mercado de las farmacéuticas

    Sin embargo, fuera del aparato estatal también se ha puesto de manifiesto una tendencia a la concentración relativa por la misma razón. No, como ya debería estar claro, por algún rasgo inherente al capitalismo, sino porque la clase dominante ha expandido su dominio en medio de la sociedad civil a través de la creación de una alianza entre el Estado, la banca y las empresas y, en particular, el establecimiento de un sistema de banca central. Si se produce entonces una concentración y centralización del poder estatal, es natural que esto vaya acompañado de un proceso paralelo de concentración y cartelización relativa de la banca y la industria. Junto con el aumento de los poderes del Estado, aumentan los poderes de los establecimientos bancarios y empresariales asociados para eliminar o poner en desventaja a los competidores económicos mediante expropiaciones no productivas y/o no contractuales. La concentración empresarial es el reflejo de una «estatización» de la vida económica.[44]

    —Hans-Hermann Hoppe.

    Los Estados se financian mediante impuestos que son pagados en última instancia a so pena de una sanción legal, como multa o privación de libertad. Es decir, está muy claro que los Estados no son empresas privadas que compiten libremente por la satisfacción de clientes de bienes y servicios, sino que ofrecen bienes y servicios como contraprestación del cobro forzoso de los impuestos.

    En este caso, los Estados compran millones de vacunas a las farmacéuticas a un precio acordado por ambos (como pasó en prácticamente todo el mundo, las vacunas solo han sido proveídas mediante el Estado). Estos precios no han sido precios los precios reales de mercado determinados por las valoraciones subjetivas, la propiedad privada, el intercambio libre y voluntario y la intermediación de un medio de intercambio generalmente aceptado (dinero); que es la manera en que las valoraciones de los agentes económicos dan lugar a la asignación de los recursos donde más valorados sean por los consumidores. En el mercado de las vacunas anticovid, esto ha desaparecido virtualmente por completo, las farmacéuticas se lanzaron a producir millones y millones de dosis a velocidades inusuales sabiendo que tenían prácticamente asegurada la venta de estas. Mientras que los compradores, los Estados, tenían incluso todavía más asegurada la capacidad de comprarlas, ya sea por la financiación disponible en las arcas presupuestarias o el endeudamiento. Pero como se ha visto en todo el mundo, no todos habrían comprado estas vacunas en un mercado libre. De hecho, millones y millones de personas alrededor del mundo han rechazado la vacunación anticovid ofrecida por sus gobiernos y, sin embargo, han financiado mediante el vehículo estatal, como pagadores de impuestos, el negocio de las farmacéuticas, añadiéndose así el insulto a la ya espuria alianza supraestatal (y supranacional) de élites empresariales y políticos durante la «pandemia».[45]

    La extracción de ganancias de este tipo son contrarias a los principios más básicos del libre comercio: la libre elección (en ocasiones, las personas forzadas a vacunarse no han podido elegir las marcas), la libre competencia y entrada (cosa inexistente en el mercado mundial de productos farmacéuticos viciado por los problemas de la propiedad intelectual y los distintos organismos regulatorios nacionales e internacionales)[46] y la igualdad de reglas justas para todos (una cosa imposible de lograr con la ubicua concesión de privilegios empresariales por parte del poder político). Por lo tanto, ningún defensor de la libertad y el capitalismo de libre mercado puede valorar positiva y coherentemente este negocio infame entre políticos y élites empresariales que se ha llevado a cabo con la vacunación masiva anticovid.

    Conclusiones e ilustraciones relacionadas

    Las necesidades humanas son constantes, independientemente de lo que piensen o digan los intelectuales, y la necesidad de la libertad renace con cada generación a pesar de las tiranías que la humanidad pueda sufrir.[47]

    —Nicholas Dykes.

    Respecto a la inmunización, se podría resumir que hay dos argumentos técnico-científicos principales: primero, que la vacuna no impide el contagio, por lo que vacunados y no vacunados transmiten el virus de modo similar; y segundo, que el virus no va a desaparecer. Entonces, enfocarse en alcanzar la inmunidad de rebaño con variantes menos mortales, como la actual predominante Ómicron (incluso menos mortal que la anterior Delta), es la mejor estrategia a seguir.[48] Como bien señala el Dr. Martin Kulldorf, epidemiólogo y Profesor de Harvard Medical School: «La inmunidad de rebaño es inevitable, así que no hay razón para posponerla a propósito».[49] Relacionado con ello, resulta propicio mencionar el caso sueco. Al comienzo de la «pandemia», Suecia anunció una estrategia de mayores libertades para la ciudadanía en comparación con la mayoría de los países de Europa, apelando a la responsabilidad individual, y con el objetivo de alcanzar pronto la inmunidad de rebaño. Dicha estrategia fue severamente criticada por la comunidad internacional. Sin embargo, transcurrido un tiempo, se ha llegado a presentar la siguiente situación: sin cuarentenas, sin vacunación obligatoria ni pase sanitario, sin cerrar colegios e incluso sin mandatos de mascarillas, Suecia ha llegado a ser hace no mucho tiempo el país con menor cantidad de personas en la UCI en toda Europa con respecto al virus.[50] Si contrastamos con Portugal o Israel, en donde existen altos niveles de vacunación (e incluso con dosis de refuerzo extendidas como en el caso israelí), estrictos mandatos de pase sanitario y uso de mascarillas, y que siguen exhibiendo altísimos números relativos de casos nuevos; la conclusión reafirma el hecho de que no existe sustento científico serio para justificar medidas liberticidas con el fin de obtener mejores resultados en el combate contra la propagación del virus.

    Sobre el asunto de la «responsabilidad social» o la individual tan repetida por los promotores de la vacunación masiva de emergencia más innecesaria, infundada, ineficaz y dañina de la historia, es necesario aclarar ciertas cuestiones. Una persona es responsable (no como sinónimo de ‘culpable’) cuando se hace cargo de las consecuencias de sus actos o al incurrir en obligaciones y actuar conforme a ellas. Pero vacunarse no es una obligación. Y no hacerlo no implica estar contagiado y que necesariamente contagiarás a otro. Y siendo que la vacunación no evita contagios, el discurso de la irresponsabilidad carece aún más de sustento. Aparte de las falsas equivalencias implícitas en quienes repiten este discurso, estos tienen muchas veces el tupé de acusar gravemente a personas inocentes en el hecho de no vacunarse e intentan así promover el escarnio público inmerecido contra quienes no hacen daño a nadie para ser perseguidos por sus gobiernos.[51]

    Lamentablemente, muchos ciudadanos en el mundo, y en especial de Europa, ante el avasallamiento sistemático de sus derechos durante estos últimos dos años, han tenido que escapar de sus países para gozar o encontrar un respeto más aceptable de su derecho a ser libres, algo que le pertenece naturalmente a cada ser humano. Aun así, al menos varios han encontrado rincones en lugares distintos para hacer sus vidas de la manera más libre y placentera posible sin quebrantar derechos de otros.[52]

    Ahora bien, por un momento, supongamos que las vacunas fuesen totalmente efectivas y seguras y evitaran contagios, igualmente ningún encierro ni atropello de derechos de no vacunados podría justificarse sin avalar la clara injusticia contra inocentes, y todavía menos razones tendrían los vacunados para preocuparse por los no vacunados, ya que ahora ellos sí estarían completamente protegidos contra el virus. En verdad, sin importar cuántas variantes ni qué tan graves sean, la libertad ha de respetarse. La gente muere y se enferma siempre. Nuestros derechos no dependen de ese hecho ineludible de la realidad diaria. Argumentar lo contrario es omitir que para argumentarlo te han respetado el marco de derechos suficiente para manifestar tu contrariedad y la muerte o enfermedad de nadie te lo ha impedido.

    Finalmente, ha quedado claro que, además de la éticamente injustificable violación de derechos y de códigos éticos reconocidos internacionalmente, la vacunación coercitiva o extorsiva a través de pases de obediencia y otros mandatos gubernamentales carece incluso de justificación técnica, es decir, aquella que la ciencia informaría para la posterior implementación de tales medidas liberticidas con el fin de obtener ciertos resultados.

    Pero de encima de todo esto: si el covid es una gripe más, si normalmente millones se contagian y mueren de gripe cada año, y si hay tiempos de mayor incidencia que otros, ¿por qué nunca antes fue necesario todo este circo que aún se resiste en acabar? ¿Ven? El engaño fue descomunal.

    ¡Bienvenidos al circo covidiano antilibertario!

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    Notas

    [1] En una entrevista con Anthony Wile, publicada originalmente en The Daily Bell con el título de «Dr. Hans-Hermann Hoppe on the Impracticality of One-World Government and the Failure of Western-style Democracy», marzo de 2011. La entrevista traducida puede encontrarse aquí.

    [2] Sobre los inútiles confinamientos y restricciones, véase «Ni los confinamientos ni las restricciones han tenido efecto en la reducción de la mortalidad por Covid-19», ABC, febrero de 2022:

    Una investigación realizada por miembros de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore (EE.UU.) concluye que los confinamientos y las restricciones de movilidad han tenido poco o ningún efecto en la salud pública, y una baja efectividad en cuanto a la reducción de la mortalidad por Covid.

    Además, reporta el estudio que tales medidas en Europa y EE.UU. solo redujeron un 0,2% la mortalidad. Lo que, comparado con los daños que estas medidas provocaron y propiciaron en el resto de las actividades y vidas humanas (incluidas las muertes por la desatención generalizada del resto de los problemas de salud), resultó ser un precio demasiado alto. Aparte de esto, ya solo según principios básicos de justicia como la carga de la prueba y la presunción de inocencia, las medidas eran completamente injustas.

    Por otra parte, el razonamiento más básico ayuda a revelar la debilidad lógica de algunas medidas liberticidas de la dictadura sanitaria, por ejemplo, la obligatoriedad casi total de las mascarillas. Si las mascarillas funcionan, ¿por qué el distanciamiento? Si el distanciamiento funciona, ¿por qué las mascarillas? Y si ambos funcionan, ¿por qué las cuarentenas forzosas?

    [3] También conocido como «pasaporte covid» o «pase de movilidad».

    [4] Reportajes de hace 12 años del canal Cuatro de España y la internacional CNN cuentan una historia alrededor de la anterior gripe aviar, el protagonismo de las farmacéuticas y los gobiernos y los cambios que la OMS realizó en su momento en la definición de ‘pandemia’.

    [5] Según confirma un estudio realizado por científicos de la Universidad de Oxford, un tercio de las pruebas PCR positivas son falsos positivos. Véase Sarah Knapton, «‘Shambolic’ Covid PCR testing rules meant one in three who isolated were never contagious», The Telegrah, febrero de 2022. E incluso pueden encontrarse otras informaciones de carácter científico que arrojan todavía más implicancias técnicas que necesariamente disminuirían aún más la eficacia de estas pruebas.

    Por otro lado, para notar aún más la problemática y poco seria utilización de tales pruebas para atentar contra la libertad de las personas, se ha dado el caso de un estudio del ISGlobal que informa que las vacunas de Pfizer y Moderna pueden dar falsos positivos de covid. Sobre esto, véase «Vacunas de Pfizer y Moderna pueden dar falsos positivos de covid, según ISGlobal», Agencia EFE, noviembre de 2021.

    Para saber aún más sobre las pruebas PCR y su poca fiabilidad respecto a su utilización en el diagnóstico del coronavirus, recomendamos investigar el trabajo y la opinión profesional de Kary Mullis, bioquímico conocido por la invención del PCR.

    [6] Sobre el asunto de la abstención vacunal y los problemas ético-jurídicos de las medidas sanitarias relacionados con la vacunación, véase José Hernández Cabrera, «En defensa del abstencionismo vacunal», josehdezcabrera.blogspot.com, agosto de 2021.

    [7] Es oportuno comentar la falta de perspicacia de quienes equiparan la inoculación de una vacuna con una regla de vestimenta o cualquier regla general sin notar las diferencias; puesto que uno no puede ‘desvacunarse’. Por eso, toda imposición gubernamental sobre la vacunación adquiere un nivel de intervención estatal máximo al implicar directamente la integridad y el ingreso de una sustancia en lo más íntimo del individuo: su propio cuerpo.

    [8] Sobre los mandatos de vacunación, los certificados covid (como indicador de posible venalidad) y el tipo de presiones que hacen a las personas desviarse o no de sus principios, véase Jovana Diković, «Mandatos de vacunación: ¿quién cumplirá y por qué?», Mises.org, septiembre de 2021.

    [9] Véase Wendy McElroy, «Abortion», wendymcelroy.com.

    [10] En resumen, estas reglas son las siguientes: a) cada persona es dueño exclusivo de su propio cuerpo; b) cada persona es el dueño legítimo de los bienes que en la naturaleza percibe como escasos y valiosos y de los que se apropia antes de cualquier otra persona; c) cada persona con sus bienes apropiados original y legítimamente, que produce nuevos productos, se convierte así en el propietario correcto de estos productos siempre que en el proceso no dañe físicamente la propiedad o integridad de otros sin consentimiento; d) habiéndose obtenido un bien según b) y c), la propiedad de tal bien solo puede adquirirse mediante la transferencia contractual voluntaria de un propietario anterior de un título de propiedad a otro propietario posterior.

    Para una justificación de estas reglas, véase Hans-Hermann Hoppe, The Great Fiction, Mises Institute, 2021, pp. 9-26.

    Téngase presente la posibilidad del control de los padres sobre los niños como autoridad legítima reconocida normalmente por el tipo de relación interpersonal en este marco de reglas mediante el vínculo y los derechos de propiedad de los padres. Los niños, con el privilegio legal de una responsabilidad trasladada parcialmente a los padres, y mientras no salgan de la tutela de los mismos, están sometidos a cierta coacción parental que la experiencia humana ha entendido como necesaria para la formación del individuo independiente y responsable.

    [11] Véase Hans-Hermann Hoppe, A Theory of Socialism and Capitalism, Mises Institute, 2010, p. 22. Hoppe define «agresión» así:

    Si, por otro lado, se realiza una acción que sin ser solicitada invade o cambia la integridad física del cuerpo de otra persona y le da un uso a este cuerpo que no es del gusto de esta misma persona, esta acción, según la posición natural respecto a la propiedad, se llama agresión.

    [12] Si los no vacunados ya supusiesen un riesgo, dándose por hecho que ya poseen el patógeno por no estar vacunados, entonces todos los vacunados se habrían vacunado con la intención de hacer frente a la misma eventualidad que ya habría estado presente en sí mismos antes de vacunarse (la portación del patógenos), convirtiéndolos en portadores ‘protegidos’ realmente no protegidos de lo que buscaban protegerse, hecho que implicaría el mismo y supuesto riesgo que denuncian, es decir, que ellos no dejaron de ser un riesgo para el resto por haberse vacunado. Esto significaría que jamás podían haberse protegido en primer lugar según sus mismas presunciones iniciales contra los no vacunados.

    [13] Véase Hans-Hermann Hoppe, «Property, Causality, and Liability», Quarterly Journal of Austrian Economics (invierno 2004), volúmen 7, número 4, pp. 87-95. Traducción al español publicada aquí.

    [14] Véase Gilbert Berdine, MD, «La vacunación obligatoria de covid-19 no es ética ni científica», Mises.org, noviembre de 2020. Berdine concluye su artículo de esta manera:

    Las vacunas son una maravillosa protección contra los riesgos de enfermedades contagiosas. Somos afortunados de tener vacunas como opciones. Sin embargo, la vacunación obligatoria nunca puede ser justificada. Si una vacuna fuera claramente 100 por ciento eficaz y 100 por ciento segura, no habría necesidad de coerción; la gente se pondría en fila voluntariamente para tomar la vacuna. Las verdaderas vacunas nunca son 100 por ciento eficaces o 100 por ciento seguras. Los juicios sobre el riesgo versus el beneficio solo pueden ser hechos por individuos que enfrentan el riesgo. Las personas que rechazan las vacunas no son estúpidas, ni están mal informadas, ni tienen una cruel indiferencia hacia sus vecinos. Los defensores de las vacunas que se sienten decepcionados por el número de personas dispuestas a aceptar la vacuna deben dejar de culpar a los que la rechazan y reevaluar su escasa capacidad de persuasión. Los escépticos de las vacunas son necesarios como controles en la evaluación continua de la eficacia y la seguridad. Los escépticos de las vacunas son necesarios como protección contra los errores catastróficos de los expertos.

    [15] En esta redacción no haremos repetidas diferenciaciones entre las marcas y los distintos tipos de vacunas que se han utilizado en todo este tiempo contra el covid. Dependiendo de cada país o de cada aclaración contenida en los trabajos referidos en este artículo, se podrá saber la predominancia o elección de una u otra marca o método de «inmunización» que ha sido considerado.

    [16] Véase Cathrine Axfors y John P. A. Ioannidis, «Infection fatality rate of COVID-19 in community-dwelling populations with emphasis on the elderly: An overview», diciembre de 2021.

    [17] Véase «VAERS COVID Vaccine Adverse Event Reports», febrero de 2022.

    [18] Véase «VAERS COVID Vaccine Myo/Pericarditis Reports», febrero 2022.

    [19] Véase «Boys more at risk from Pfizer jab side-effect than Covid, suggests study», The Guardian, septiembre de 2021.

    [20] Véase Jessica Rose y Peter A. McCullough, «A Report on Myocarditis Adverse Events in the U.S. Vaccine Adverse Events Reporting System (VAERS) in Association with COVID-19 Injectable Biological Products», noviembre de 2021. También puede revisarse el apartado de los reportes de efectos adversos registrados en VAERS (de Estados Unidos) respecto a la miocarditis y la pericarditis.

    [21] Véase Heidi Ledford, «Deaths from COVID ‘incredibly rare’ among children», Nature, julio de 2021.

    [22] Véase Sharyl Attkisson, «Pfizer, Moderna Vaccines ‘Dramatically Increase’ Heart Attack Risk, Renowned Cardiologist Warns», The Defender (Children’s Health Defense), noviembre de 2021.

    [23] Véase Sivan Gazit, Roei Shlezinger, Galit Perez, Roni Lotan, Asaf Peretz, Amir Ben-Tov, Dani Cohen, Khitam Muhsen, Gabriel Chodick y Tal Patalon, «Comparing SARS-CoV-2 natural immunity to vaccine-induced immunity: reinfections versus breakthrough infections», agosto de 2021.

    [24] Véase Paul Elias Alexander, «123 Research Studies Affirm Naturally Acquired Immunity to Covid-19: Documented, Linked, and Quoted», Brownstone Institute, octubre 2021.

    [25] Véase Noah Kojima y Jeffrey D. Klausner, «Protective immunity after recovery from SARS-CoV-2 infection», noviembre de 2021.

    [26] Véase Charlotte B. Acharya, John Schrom, Anthea M. Mitchell, David A. Coil, Carina Marquez, Susana Rojas, Chung Yu Wang, Jamin Liu, Genay Pilarowski, Leslie Solis, Elizabeth Georgian, Maya Petersen, Joseph DeRisi, Richard Michelmore y Diane Havlir, «No Significant Difference in Viral Load Between Vaccinated and Unvaccinated, Asymptomatic and Symptomatic Groups Infected with SARS-CoV-2 Delta Variant», septiembre de 2021.

    [27] Véase el siguiente video.

    [28] Véase «Transmission of SARS-CoV-2 Delta Variant Among Vaccinated Healthcare Workers, Vietnam», octubre de 2021.

    [29] Véase «COVID-19 vaccine surveillance report – week 45», UK Health Security Agency.

    [30] Véase Pablo Campra, «Detección de grafeno en vacunas COVID19 por espectroscopía Micro-RAMAN», noviembre de 2021.

    [31] Véase «Parliamentary questions», 24 de enero de 2022.

    [32] Véase la presentación de las afirmaciones relativas al grafeno y las vacunas aquí.

    [33] Véase la conferencia «Cause of death after COVID-19 vaccination and undeclared components of the COVID-19 vaccines», septiembre de 2021. En esta conferencia se discuten cuestiones como reacciones autoinmunes, muestras de sangre de vacunados e imágenes microscópicas de muestras de vacunas. Para más información visite este sitio web.

    [34] Del sitio web de la nota anterior (traducción de Google): «El Prof. Dr. Arne Burkhardt cuenta con muchos años de experiencia docente en las Universidades de Hamburgo, Berna y Tübingen, así como con cátedras visitantes/visitas de estudio en Japón (Universidad de Nihon), EE. UU. (Instituto Nacional de Brookhaven), Corea, Suecia, Malasia y Turquía. Dirigió el Instituto de Patología en Reutlingen durante 18 años, después de lo cual trabajó como patólogo en ejercicio. El Prof. Burkhardt ha publicado más de 150 artículos en revistas y como contribuciones a manuales. También ha certificado institutos patológicos».

    [35] Del sitio web de la nota 22 (traducción de Google): «El Prof. Dr. Walter Lang trabajó como patólogo en la Escuela de Medicina de Hannover de 1968 a 1985. Posteriormente, durante 25 años, dirigió un instituto privado de patología en Hannover, que él mismo fundó, especializándose en patología de trasplantes, citología extraginecológica, tumores tiroideos y patología pulmonar/pleural. Realizó diagnósticos de consulta para 12 clínicas pulmonares importantes y realizó exámenes de patología hepática para numerosas clínicas. En el período 1985-2020 realizó exámenes de consulta para el departamento de patología de la clínica pulmonar en Herner».

    [36] Del sitio web de la nota 22 (traducción de Google): «El Prof. Dr. Werner Bergholz es un ex profesor de ingeniería eléctrica con especialización en calidad y gestión de riesgos en la Universidad Jakobs de Bremen. Antes de su nombramiento, el Prof. Bergholz trabajó durante 17 años en la gestión de producción de chips en Siemens».

    [37] Véase Niel A. Karrow, Umesh K. Shandilya, Steven Pelech, Lauraine Wagter-Lesperance, Deanna McLeod, Byram Bridle, y Bonnie A. Mallard, «Maternal COVID-19 Vaccination and Its Potential Impact on Fetal and Neonatal Development», noviembre de 2021.

    [38] Véase la nota 10.

    [39] Véase «Sweden decides against recommending COVID vaccines for kids aged 5-11», Reuters, enero de 2022.

    [40] Por cierto, un panel asesor de la propia FDA incluso había desaconsejado la primera dosis de refuerzo para la población general a excepción de los mayores de 65 años y otros casos especiales. Los miembros mencionaron en tal ocasión la falta de datos de seguridad sobre dosis adicionales y además plantearon dudas sobre el valor de los refuerzos masivos. Sobre esto, véase «FDA advisory panel rejects widespread Pfizer vaccine booster shots», PBS News Hour, septiembre de 2021.

    [41] Véase Irina Anghel, «Frequent Boosters Spur Warning on Immune Response», Bloomberg, enero de 2022.

    [42] Véase el ejemplo del uso de la ivermectina en los siguientes reportajes de enero y febrero de 2022.

    [43] Véase, «Inmunidad natural fue más fuerte que las vacunas durante la ola Delta, según estudio de los CDC», El American, enero de 2022.

    Sobre la inmunidad natural y otras perspectivas sanitarias poco favorecidas por los políticos, véase también Ryan McMaken, «Por qué la “inmunidad natural” es un problema político para el régimen», Mises.org, septiembre de 2021. McMaken nos dice que, a estas alturas

    sería vergonzoso para el régimen admitir lo que la investigación científica real ha demostrado: que la inmunidad natural es generalmente superior a recibir la vacuna. Al régimen no le gusta que lo avergüencen, ni tampoco a los innumerables médicos y enfermeras que han seguido durante mucho tiempo la línea política del régimen. Así que esperen más de lo mismo.

    [44] Véase Hans-Hermann Hoppe, The Economics and Ethics of Private Property, Mises Institute, 2006, p. 133. Traducción al español publicada aquí.

    [45] Sobre las organizaciones supranacionales interconectadas que ven en la crisis covidiana una oportunidad para avanzar en sus agendas, véase Philipp Bagus, «Mandatos de vacunas y el “gran reinicio”», Mises.org, agosto de 2021. Bagus comenta:

    Por lo tanto, el programa de vacunación coordinado a nivel mundial puede interpretarse como un bloque de construcción en una estrategia supranacional de un gran reajuste. Se están estableciendo estructuras de vacunación global que pueden utilizarse para posteriores campañas de vacunación global. Desde la perspectiva de los defensores de un gran reajuste, la vacunación coordinada globalmente contra el covid-19 subraya la necesidad de estructuras y organizaciones globales que puedan ser utilizadas para otros propósitos globales, como la lucha efectiva contra el «cambio climático» y el impulso de un gran reinicio. En resumen, el Estado, los medios de comunicación, la industria farmacéutica y las organizaciones supranacionales están estrechamente entrelazados y tienen un interés común en la narrativa de la vacunación. Desde esta perspectiva, la creciente presión sobre los que no se vacunan no es sorprendente.

    [46] Para más sobre esto, véase Gilbert Berdine, MD, «El caso contra los monopolios de patentes farmacéuticas», Mises.org, noviembre de 2018. Berdine escribe:

    En un mundo sin la FDA, los nuevos medicamentos tendrían que ser significativamente menos costosos que las alternativas disponibles. Las compañías farmacéuticas podrían muy bien tener que dar nuevos medicamentos gratis o incluso pagar a los pacientes para que los tomen a fin de establecer un registro de seguridad y eficacia. Con el tiempo, los medicamentos establecerían un registro de seguridad y eficacia. Los medicamentos con ventajas significativas para la seguridad o la eficacia permitirían precios superiores para el reconocimiento de la marca. El mercado debe determinar el precio máximo que los consumidores pagan por las mejoras en la calidad.

    [47] Véase Nicholas Dykes, «The Facts of Reality: Logic and History in Objectivist Debates about Government», The Journal of Ayn Rand Studies 7, número 1 (invierno de 2005) p. 130. Traducción nuestra.

    [48] Sobre motivos para desaconsejar la vacunación anticovid frente a la predominancia de Ómicron, véase Geert Vanden Bossche, «Second call to WHO: Please, don’t vaccinate against Omicron», diciembre de 2021.

    Por otra parte, el mismo gran promotor de fama mundial de la vacunación masiva anticovid, Bill Gates ha reconocido recientemente lo siguiente:

    Desafortunadamente, el virus en sí, especialmente una variante llamada Ómicron, es un tipo de vacuna. Es decir, crea inmunidad a las células B y T, y ha hecho un mejor trabajo para llegar a la población mundial que lo que hemos hecho con las vacunas.

    Véase «Bill Gates dice que Ómicron es un tipo de vacuna porque crea inmunidad natural», La República, febrero de 2022. Un video de sus palabras puede encontrarse aquí.

    [49]  Véase Darío Mizrahi y Sofía Benavides, «Martin Kulldorff, epidemiólogo de Harvard: “No hay razones científicas ni de salud pública para mantener las escuelas cerradas”», Infobae, septiembre de 2020.

    [50] Véase la nota 20.

    [51] Distintos gobiernos han presionado a funcionarios públicos y ciudadanos privados a la vacunación mediante distintas políticas extorsivas; obviamente, como se puede notar en la lectura de este artículo, sin ninguna base médica-científica coherente. Para un ejemplo de persecución legal y política, véase, Emilia Mituziene, «La represión de Lituania contra los no vacunados», Mises.org, agosto de 2021.

    [52] Sobre un caso de ciudadanos alemanes, suizos y austriacos que han escapado a Paraguay, véase «Negacionistas del covid alemanes, suizos y austríacos construyen una comunidad antivacunas en un rincón de Paraguay», Infobae, enero de 2022.

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