[Carta de Rothbard sobre el libro Los fundamentos de la libertad de Friedrich A. Hayek, enviada el 11 de junio de 1960 a Kenneth S. Templeton de la Volker Fund.]
Estimado Ken:
Los fundamentos de la libertad de F. A. Hayek es una obra monumental en su alcance e invaluable por la extensión de su erudición.[1] De los veinticinco capítulos de la obra completa, revisé catorce en detalle en forma de borrador. (Véase mi memorándum confidencial del 21 de enero de 1958 y mi crítica a Hayek que le envié el 24 de enero de 1958). El principal cambio en esos capítulos es la amplitud mucho mayor de las notas al pie, que ahora se convierten en una fuente de referencia invaluable para las personas que desean profundizar en la literatura sobre la libertad.
El trabajo de Hayek se puede dividir en tres partes: aplicaciones filosóficas, históricas y económicas. Su objetivo es erigir una base para una teoría y un enfoque sistemático de la libertad; desafortunadamente Hayek falla en este objetivo, en los tres departamentos.
Filosóficamente, Hayek basa la libertad únicamente en la caña temblorosa de la ignorancia del hombre. Hay buenos argumentos para dejar todos los caminos abiertos para que el conocimiento se expanda, pero esto no merece la confianza exclusiva que Hayek deposita en él. Tan preocupado está Hayek por colocar al racionalismo como la amenaza a la libertad que abandona cualquier intento por una base racionalista para la libertad. Si bien Hayek ha mejorado ligeramente su borrador anterior, en la riqueza del material y en la calificación de pasajes particularmente pobres, no hay ningún cambio sustancial en su posición. Como antes, Hayek comienza muy bien en el primer capítulo al definir la libertad en el sentido de la «ausencia de coerción», pero falla estrepitosamente al definir «coerción». Para Hayek, «coerción» se define como actos arbitrarios, específicamente dañinos; por lo tanto, el término se usa de manera mucho más amplia y, sin embargo, más estrecha que su definición correcta: «el uso de la violencia». En consecuencia, Hayek puede decir que para una fábrica despedir a un trabajador en un lugar donde el desempleo es alto —o amenazar con despedirlo— es un acto de «coerción», al mismo nivel que los actos reales de violencia.
El único principio de no coerción de Hayek para el gobierno es el «Estado de derecho», en el que confía exclusivamente. En un capítulo como el 16, «La decadencia de la ley», Hayek es excelente al atacar a los filósofos modernos del derecho que empujan al Estado en una dirección socialista más allá de la regla: como Kelsen y los positivistas legales, y Harold Laski.[2] Sin embargo, Hayek pone prácticamente el mismo énfasis en atacar a aquellos que reducirían la regla para limitar la actividad del gobierno a la defensa de la vida, la libertad y la propiedad. Hayek ataca esto como una visión «extrema», indebidamente estrecha, etc., del papel del gobierno. Para Hayek, el laissez-faire es una consecuencia del «racionalismo» casi tan mala como lo es el socialismo.
Este libro me deja claro, como no lo hicieron los primeros catorce capítulos del borrador, que los límites del Estado de derecho de Hayek son aún más flexibles de lo que había pensado. Porque no solo admite en un punto que el Estado de derecho no puede definirse con precisión y que debe suspenderse en casos de emergencia, sino que también solo aplicaría la regla a lo que Hayek llama actividades «coercitivas» del Estado. Existe una vasta área de actividad del Estado que Hayek llama «no coercitiva» y donde el Estado puede actuar de manera perfectamente legítima. Las actividades «coercitivas» se limitan así a actos directos de tiranía tales como controles de precios, fijación de la producción, planificación socialista, etc. Pero la provisión gubernamental de un servicio —como la vivienda pública, etc.— no es considerada coercitiva y, por tanto, según Hayek, no puede establecerse una oposición basada en principios. Para tales actividades «no coercitivas», dice Hayek, la actividad propuesta debe ser considerada caso por caso, ad hoc, de manera pragmática y utilitaria.
Además, incluso aquellas actividades claramente coercitivas del gobierno como el servicio militar obligatorio no son consideradas realmente coercitivas por Hayek porque son reglas generales que se aplican a todos en una determinada categoría definida (aunque, como Hayek admite a veces, estas categorías pueden ser ampliadas y reducidas de manera flexible). Todos saben de antemano que serán reclutados, pueden predecirlo, etc. (Por supuesto, en la práctica, el reclutamiento no es universal ni predecible, pero ese es otro problema).
La devoción de Hayek por el principio relativamente poco importante del Estado de derecho y su hostilidad hacia el racionalismo distorsionan sus secciones históricas hasta el punto de dejarlas virtualmente sin valor alguno (aunque, como dije antes, las referencias a pie de página son lo más importante). De este modo, Hayek intenta erigir las categorías de la «tradición inglesa» (buena) y la «tradición francesa» (mala). Jefferson, Paine, Price, etc. —todos buenos liberales— son descartados hostilmente por pertenecer a la mala tradición francesa, mientras que el antepasado directo de ellos, John Locke, es aclamado como un «buen» empirista inglés. En realidad, había poca diferencia entre ellos. Condorcet, seguramente, un racionalista francés «malo» según los estándares de Hayek, de alguna manera resulta «bueno» porque favorecía una constitución para Francia y, por tanto, se supone que está a favor del Estado de derecho. Y si bien favorece la Constitución de los Estados Unidos, la Declaración de Derechos y la Novena Enmienda como defensa de la libertad, Hayek considera equivocadamente que la Revolución americana sea realmente conservadora, y mucho peor, defiende a la Corte Suprema del New Deal por corregir las posturas «extremistas» de la antigua Corte Suprema al prohibir las medidas intervencionistas, etcétera.
La omisión más grave de todas, para un análisis histórico del pensamiento liberal, es el completo fracaso en analizar a los pensadores franceses realmente liberales del siglo XIX: Bastiat, Molinari, Dunoyer, etc.[3] Para estos racionalistas, los liberales puros habrían revelado el error de Hayek en identificar el racionalismo y la tiranía, y en depositar tanta fe en los antiguos whigs ingleses del siglo XVIII. Incluso los economistas clásicos ingleses del siglo XIX son demasiado «franceses» para el gusto de Hayek, aunque es imposible ver cómo el utilitarismo de Bentham puede ser «francés»; fue originario con Bentham. Las desafortunadas tradiciones «francesas racionalistas» versus las «británicas de estilo whig» de Hayek hacen que descuide todos los problemas realmente importantes en una historia del pensamiento liberal: por ejemplo, la división entre las tradiciones de la libertad de los derechos naturales y la utilitaria. Ambas escuelas de pensamiento son virtualmente ignoradas.
Este libro es, por tanto, un fracaso trágico, pese a los muchos pasajes profundos dispersos a lo largo del libro, pese a la riqueza de referencias y a los capítulos aislados que tienen mucho valor neto (estos son el capítulo 1, que define la libertad y ataca las definiciones socialistas; el capítulo 8, sobre el empleo, la independencia y el papel de los intelectuales; el capítulo 16, sobre el declive moderno del Estado de derecho; el capítulo 20, que, aunque aboga por una tributación proporcional falaz, es valioso en general por sus buenas críticas a la tributación progresiva; y la posdata, que tiene una crítica muy aguda del «conservadurismo», aunque su posición positiva sea un «whiggismo» débil y, en última instancia, pragmático).
Es, en resumen, un fracaso trágico porque, al proponerse en este gran libro establecer una base y un sistema para la libertad, esto es precisamente lo que Hayek no logra hacer y lo cual constituye su principal error. No tiene ningún principio para la libertad. Su único principio es el «imperio de la ley», y este, débil de todos modos, está tan viciado y matizado que, al final, prácticamente no queda ningún principio.
Esta falta de principios puede mostrarse mejor con una lista que he compilado del libro, que expone los sesgos parciales de Hayek, sesgos que se derivan de su extraño concepto de las actividades «no coercitivas» del Estado, y de su definición peculiar de «coerción» para incluir los «efectos vecindarios» sobre la propiedad de otros, etc. La siguiente es la lista de los sesgos parciales específicos de Hayek en las aplicaciones económicas de su teoría.
Hayek favorece lo que sigue:
- Requerir al «monopolista» que no discrimine en precio entre sus clientes
- Saneamiento gubernamental
- Carreteras del gobierno
- Servicio de jurado obligatorio (que él considera «no coercitivo»)
- Sustitución obligatoria de alguaciles (también, como he dicho, el servicio militar obligatorio es «no coercitivo»)
- Aplicación gubernamental de la conformidad religiosa en una era en la que la gente cree que la comunidad colectiva es responsable de las acciones de todos contra Dios (por ejemplo, si la gente cree que los homosexuales traerían la ira de Sodoma y Gomorra sobre ellos, la homosexualidad debería prohibirse)
- Aplicación gubernamental de «reglas de conducta» en lugares públicos (un respaldo vago)
- Suspensión de la libertad en «emergencias» (por ejemplo, el derecho de hábeas corpus), en el «interés público»
- La invasión del «peligro claro y presente» de la libertad de expresión
- Subsidios gubernamentales en el «interés público» (por ejemplo, para la «defensa»)
- Provisión gubernamental de un sistema monetario.
- Provisión gubernamental de estándares de pesaje y medidas
- Provisión gubernamental de estadísticas
- Encuestas gubernamentales
- Servicios sanitarios gubernamentales
- Servicios de salud gubernamentales
- Servicios municipales
- Obras públicas del gobierno; por las que las personas no pagarían
- Numerosas empresas gubernamentales, siempre que no sean obligatoriamente «monopolistas»
- Leyes de «fábrica», y otras regulaciones gubernamentales de la producción
- Interferencia con la propiedad privada absoluta sobre terrenos
- Fracaso del gobierno para hacer cumplir los contratos de lotería
- Ayuda del gobierno a los indigentes, hasta un «mínimo de subsistencia» para todos; y este «mínimo» se mantiene en aumento junto al nivel general de vida (!)
- Subsidios gubernamentales para la investigación científica y otros «experimentos»
- Parques del gobierno municipal
- Museos del gobierno municipal
- Teatros del gobierno municipal
- Instalaciones deportivas del gobierno municipal
- Prohibición de huelgas secundarias pacíficas y boicots
- Negociación colectiva, sobre reglas de trabajo; que Hayek falla por completo en darse cuenta de que son obstáculos en la producción y en la administración de la propiedad privada, y que él identifica como extensiones del Estado de derecho a la industria (!?)
- Negociación colectiva sobre diferenciales salariales (Nota: la negociación colectiva no debería estar prohibida, pero un economista debería darse cuenta de sus males económicos y su falta de ventajas)
- Prohibición de los contratos voluntarios de «perro amarillo»[4] y requisito sindical.
- Seguro de vejez obligatorio
- Seguro de desempleo obligatorio; Hayek favorece la obligación federal de que todos contraten un seguro, en lugar de que el gobierno «asegure» a todos directamente; sin embargo, complementaría esto con ayuda federal «temporal» y subsidio a las compañías de seguros privadas para dicho seguro (todo esto lo haría en la línea del seguro obligatorio de automóviles existente, que también favorece)
Además, aunque se opone al programa federal de seguridad social existente, Hayek está en contra de eliminarlo por completo, ahora que está instalado, y solo apoya una transformación gradual del sistema actual en su sistema propuesto.
Hayek también está en contra de una política monetaria tan «apretada» como para conducir a un desempleo prolongado (incluso aunque vea que los sindicatos serían los responsables de este desempleo).
- Un singular límite máximo a la tributación proporcional que sería solamente el porcentaje de la renta nacional extraída por el gobierno; de ese modo, si el gobierno decide extraer el 50 por ciento del ingreso nacional, su máximo propuesto sería del 50 por ciento
Hayek favorece la banca central y se opone a un dinero de libre mercado.
Está en contra del retorno al patrón oro; en cambio, favorece la estabilización gubernamental del nivel de precios, incluyendo en tales medidas un «estándar de reserva de materias primas».
Hayek también cree que los derechos absolutos de propiedad privada son inválidos en las ciudades y aboga por una mayor propiedad municipal. Él favorece lo siguiente:
- Urbanismo gubernamental para coordinar barrios, etc.
- Urbanistas
- a) gravar a los propietarios que «ganan» con sus medidas aunque el propietario individual pueda oponerse a la medida
- b) subsidiar a los «perdedores»
- El derecho de expropiación de la propiedad privada por parte del gobierno (derecho de dominio eminente, etc.) siempre que sea con una «compensación justa»; la «compensación justa», por supuesto, ha de ser determinada por… el gobierno
Admite que el plan de impuesto único de Henry George estaría bien si solo se pudiera separar claramente en la práctica el valor del sitio del valor de mejora de la tierra;
Está a favor de
- Códigos de construcción gubernamentales y regulación de seguridad mínima
- Expropiación forzosa de la tierra
- Parques del gobierno federal y «reservas naturales»
- Difusión del conocimiento agrícola a los agricultores por parte del gobierno federal
- Educación mínima obligatoria para los niños, con el gobierno, por supuesto, estableciendo los estándares mínimos
- Ayuda gubernamental para la educación de los pobres; parece adoptar el plan de Friedman para la financiación gubernamental de cada padre, que puede elegir su propia escuela privada, eliminando así la necesidad de escuelas públicas (por supuesto, las escuelas privadas tendrían que cumplir con los «estándares mínimos» del gobierno); sin embargo, no llega tan lejos como el plan Friedman, porque Hayek
- a) quiere retener las escuelas públicas en distritos aislados donde las escuelas privadas no compensarían
- b) en retrospectiva, favorece las escuelas públicas para los Estados Unidos del siglo XIX, cuando el transporte era más precario y donde se necesitaban escuelas públicas para «americanizar» a los inmigrantes obligatoriamente
- «libertad académica» y «titularidad» en las universidades
- Ayuda del gobierno federal a la educación superior especialmente de científicos y académicos en general
- Impuestos especiales del gobierno sobre la propiedad de los barrios marginales
Cordialmente,
Murray.
Traducción: Oscar Grau
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Notas
[1] F. A. Hayek, The Constitution of Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1960).
[2] Harold Laski (1893-1950) fue un teórico político inglés y profesor de ciencias políticas en la London School of Economics de 1926 a 1950. Estaba convencido de que el socialismo en Inglaterra había sido más influenciado por John Stuart Mill que por Karl Marx, y enseñó una especie de marxismo modificado. Fue miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Laborista entre 1937 y 1949 e influyó significativamente en su política. Fue presidente del Partido Laborista de 1945 a 1946. Escribió A Grammar of Politics (1925); Liberty in the Modern State (1930); Reflections on the Revolution of Our Time (1943); y The American Democracy (1948).
[3] Charles Dunoyer (1786–1862) estudió derecho en París, donde estuvo ligado intelectualmente a Charles Comte. En 1814, junto con Comte, fundó la revista Le Censeur, que luego fue prohibida por el emperador. Dunoyer fue condenado a un año de prisión y expulsado de París durante cinco años. Desde Vitré, publicó Le Censeur européen de manera intermitente hasta 1820. Se opuso a la restauración borbónica y defendió la libertad absoluta en la política y en la vida social y económica. Estaba convencido de que el sistema industrial se desarrollaría sin ninguna intervención por parte del Estado. Entre las obras de Dunoyer, véanse Nouveau traité d’économie sociale (1830) y L’industrie et la morale considérées dans leur rapports avec la liberté (1825).
[4] Nota del traductor: Es un contrato de trabajo que compromete al trabajador a la no afiliación sindical.