Feudalismo: Un Sistema de Leyes Privadas

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Un libro muy olvidado sobre la historia del estado y su desarrollo es The Sovereign State and Its Competitors, de Hendryk Spruyt. Si bien muchos de quienes han escrito sobre el estado han señalado la naturaleza coercitiva de éste, pocos se han tomado el tiempo para explorar realmente las distinciones entre el tipo de gobierno civil conocido como “estado” y otros tipos de gobierno civil. Los críticos del anarcocapitalismo a menudo suponen erróneamente que la ausencia de estado significaría la ausencia de gobierno civil, pero los defensores serios del anarquismo nunca han afirmado que el gobierno civil pueda o deba desaparecer. Quienes se oponen al estado simplemente afirman que el gobierno civil que se basa en el monopolio de la coerción es ilegítimo. Obviamente, ésto es muy diferente de afirmar que todo tipo de gobierno civil es ilegítimo.

De hecho, toda sociedad ha tenido algún tipo de gobierno civil, pero no todas han utilizado al estado como parte de su sistema de gobierno civil. El derecho puede existir en un sistema anárquico, y ésto lo vemos todos los días en la esfera internacional, la que es anárquica y, sin embargo, también se rige, –aunque imperfectamente– por el derecho y el arbitraje de terceros (quienes se burlan de este sistema por considerarlo “demasiado violento”, naturalmente ignoran la realidad diaria de la guerra civil y los conflictos que ocurren continuamente dentro de los estados).

La contribución de Spruyt radica en el hecho de que se toma el tiempo para examinar los sistemas de gobierno civil no estatales para definir verdaderamente qué los diferencia de los sistemas estatales. Martin Van Creveld ha hecho ésto hasta cierto punto, pero en gran medida se centra en un examen del ascenso del propio estado en The Rise and Decline of the State. The Sovereign State and Its Competitors de Spruyt se mantiene fiel a su título, al examinar tanto al estado (al que él llama “estado soberano”) como a los competidores, incluidas las ciudades-estado, las ligas de defensa –como la Liga Hanseática– y el sistema feudal.

Pero ahora sólo quiero echar un vistazo al estudio de Spruyt sobre el sistema feudal, el que era un sistema de gobierno civil no estatal. Spruyt señala: “Las características básicas del feudalismo en Europa occidental son una fragmentación de la autoridad política, el poder público en manos privadas, y un sistema militar en el que una parte esencial de las fuerzas armadas se asegura mediante contratos privados”.

Cuando los libertarios efectúan tales afirmaciones (Spruyt no es libertario), con demasiada frecuencia tales puntos de vista son descartados como imaginaciones fantasiosas o intentos desesperados de encontrar lagunas en el hecho (aparentemente) universalmente conocido de que “los estados son la única alternativa al caos”. Además, si se afirma que en la Edad Media el gobierno civil era un sistema viable, se nos dice que “todo el mundo sabe” que la Edad Media estuvo marcada por el gobierno centralizado y despótico de reyes hiperpoderosos. O, si uno logra demostrar que los monarcas medievales eran en realidad bastante débiles, el crítico cambiará de táctica y afirmará que la falta de estados fuertes es la culpable de todas las deficiencias del período, incluidas la superstición, el entusiasmo por la pena de muerte, e incluso por la economía agraria, lo que naturalmente significaba que para la mayoría la economía ofrecía un estilo de vida de subsistencia.

Aquéllos no familiarizados con la literatura sobre la Edad Media confían principalmente en lo que ven en las películas, para llegar a la conclusión de que todo lo relacionado con la Edad Media debe haber sido horrible. Pero al menos sabemos que la falta de estados soberanos no impidió el crecimiento económico ya que, como señala Spruyt, “en las últimas etapas del siglo XI la economía comenzó a expandirse dramáticamente”, y que las ciudades y el comercio también comenzaron a expandirse rápidamente.

Spruyt señala que no se necesitaron estados para proteger estas nuevas fuentes de capital, y que la Liga Hanseática –por ejemplo– que no era territorial, no tenía un sistema de jerarquía centralizada, y se basaba en un modelo de defensa para sus miembros, lo que los condujo a un alto grado de prosperidad y éxito económico. Los conflictos entre miembros no eran decididos ningún estado que gozara del monopolio de la coerción, sino mediante la negociación y el arbitraje.

El sistema feudal era similar, en el sentido de que el poder estaba descentralizado, y los conflictos eran resueltos mediante complejos sistemas de contratos y arbitraje. La guerra era costosa y dependía de caballeros valiosos y altamente especializados, cuyos términos de servicio estaban restringidos por acuerdos privados.

Dejaré que Spruyt explique el resto. No estoy intentando anotar ningún punto retórico particular aquí, sino simplemente proporcionar alguna información sobre un sistema de gobierno civil que no era un estado, y que dependía de acuerdos privados. Lo más importante es que si una de las partes del acuerdo (por ejemplo, el señor que comprometió la defensa contra los enemigos) no cumplió sus promesas, entonces la otra parte podía anular unilateralmente el contrato:

Feudalismo: Gobierno por Vínculos Personales

Sostengo que el feudalismo es un sistema de organización política altamente descentralizado, basado en vínculos personales. Por lo tanto, sigo esencialmente a Strayer al definir el feudalismo como un modo de organización política. “En resumen, las características básicas del feudalismo en Europa occidental son la fragmentación de la autoridad política, el poder público en manos privadas, y un sistema militar en el que una parte esencial de las fuerzas armadas es asegurada mediante contratos privados”.

 “…una explicación común ve el surgimiento del feudalismo como una respuesta a amenazas ubicuas y repentinas que requerían la presencia de una defensa local. Los ejércitos permanentes, muy distantes, no sirvieron de nada. Los individuos buscaron y encontraron protección por parte de los hombres fuertes locales. Estas fortalezas locales eran los caballeros que habían constituido la caballería pesada de Carlos Martel, Pipino y Carlomagno en sus conquistas. Ahora los caballeros brindaban protección local con la presencia de sus fortalezas. El feudalismo surgió de una élite guerrera ya existente…”

 “Otros ven una fuerte influencia germánica. Al igual que los antiguos jefes germánicos que lucharon contra las legiones imperiales romanas, los reyes francos eran vistos como líderes en la guerra. Estos líderes tenían una relación recíproca con sus seguidores. Tal como lo describe Tácito, el come era un guerrero libre que voluntariamente, por una obligación solemne (sacramentum), accedió a convertirse en un devoto seguidor de un jefe militar (princeps), compartiendo sus fortunas incluso hasta la muerte, a cambio de sustento, equipo y una parte del botín obtenido en la guerra”. El séquito de esta clase esperaba entonces botín por su servicio militar. El quid pro quo que encontramos en la relación señor-vasallo tiene su origen en una antigua costumbre”.

Cualquiera sea la explicación que querramos aceptar, debe quedar claro que la realeza franca evolucionó en torno de caballeros montados que esperaban alguna forma de recompensa por sus servicios. De hecho, si el jefe no podía cumplir su parte del trato, el vasallo podía renunciar a su obligación para con el superior, siempre que lo hiciera explícitamente y ante testigos.

 “El feudalismo, por tanto, colocó la fuerza militar directamente en manos del vasallo. Sin embargo, la tendencia descentralizadora de la fuerza militar localizada fue inicialmente mitigada por una variedad de políticas. Los carolingios lograron controlar la fragmentación del gobierno político hasta el final del reinado de Carlomagno. Mientras el imperio todavía existía, y el comercio y la acuñación todavía estaban disponibles, el servicio se recompensaba con pagos monetarios. El pago monetario de este centro limitó las tendencias descentralizadoras del feudalismo …

Aunque había centros administrativos establecidos, como Aquisgrán, el rey recorría sus dominios mientras residía en los castillos e iglesias de sus inferiores. En otras palabras, el rey intentaba mantener una supervisión directa sobre sus vasallos.

“Sin embargo, con la decadencia del imperio y las incursiones de vikingos, sarracenos y asaltantes magiares, el comercio y la disponibilidad de moneda disminuyeron. Las obligaciones militares recíprocas debían ahora ser pagas en especie con tierra. Fue este pago en especie lo que tuvo tal efecto descentralizador, y lo que condujo al feudalismo propiamente dicho”.

El sistema normativo resultante consistía en dos conjuntos de obligaciones, cuya descripción tomamos de [Marc] Bloch. El feudalismo es, en primer lugar, el conjunto de obligaciones militares recíprocas, en las que el más débil busca la protección del más fuerte, a cambio de un servicio militar cuando el superior lo exige. A veces la garantía de protección era suficiente, pero normalmente el servicio militar era recompensado por el superior en forma de un beneficio, un regalo, que más tarde solía convertirse en un land grand, es decir, un feudo. Cuando el vasallo se convertía en propietario de tierras bajo su propia jurisdicción, ésto daba lugar al segundo conjunto de obligaciones. Estas relaciones eran jerárquicas, no recíprocas, y no involucraban relaciones militares. Estas eran las relaciones señoriales. Al principio, el cultivo de la tierra era principalmente efectuado por hombres libres, pero gradualmente se hizo más frecuente la servidumbre. Los campesinos labrarían la tierra y transferirían [una] parte de las cosechas al propietario señorial.

En resumen, puede decirse que el feudalismo “tiene analogías con la economía del trueque: sus deberes, protecciones y servicios se intercambian en lugar de comprarse o venderse. Se trataba de una relación explícitamente bilateral, con deberes y obligaciones específicas. Debido al surgimiento de recompensas en especie, esta lógica de organización condujo a la fragmentación del gobierno político.

Hay tres diferencias principales entre la lógica de la organización feudal y la organización basada en la territorialidad soberana [es decir, el estado]. En primer lugar, el gobierno feudal carecía de jerarquía. En segundo lugar, el dominio territorial no era excluyente. En tercer lugar, el dominio feudal del territorio era imperfecto. Las relaciones señoriales se parecían en algunos aspectos más al dominio territorial. Uno estaría sujeto a la jurisdicción de un señor por su residencia en un área determinada. Sin embargo, visto en un sistema de gobierno político más amplio, las posesiones territoriales de los señores dependían de las relaciones personales específicas en las que estaban inmersos. Las relaciones feudales reemplazaron a las relaciones de señorío o señoriales.

La lógica de la organización feudal carecía de un soberano, una fuente final de autoridad y jurisdicción. Se debía servicio a aquéllos con quienes se había entrado en vasallaje. No era raro poseer tierras de varios señores, todos los cuales tenían derecho a recibir servicios de ese vasallo por las tierras que les correspondían. Así, uno podía ser simultáneamente vasallo del emperador alemán, del rey francés, y de varios condes de obispos, ninguno de los cuales necesariamente tenía precedencia sobre el otro. Por ejemplo, el conde de Luxemburgo era un príncipe del imperio y, por tanto, nominalmente sujeto al emperador; pero también poseía un feudo monetario (una pensión) del rey francés y, por tanto, también estaba sujeto a él. Un vasallo podría reconocer diferentes superiores en diferentes circunstancias.

No sólo la jerarquía era difusa, sino que uno podría preguntarse si realmente existía alguna jerarquía después de todo. Por ejemplo, el rey de Francia fue confiado en feudo a varios obispos por las tierras que les correspondía. Sólo más tarde, por el principio de ligesse, la superioridad de algunos tipos de homenaje sobre otros, comenzó a establecerse la jerarquía.

Como ilustración final de los vínculos personales y voluntarios que mantuvieron unidos a los actores políticos en este período (a diferencia de los vínculos burocráticos y obligatorios), podemos leer el ensayo de Dorothy Sayers sobre la guerra en la Edad Media, de la edición Penguin Classic de The Song of Roland. Como señala Spruyt, el servicio militar y el vasallaje eran gobernados mediante acuerdos específicos y personales entre el señor y el vasallo. Sayers exploró la realidad de ésto en la batalla. Dado que estos vínculos se basaban en acuerdos personales, las obligaciones quedaban anuladas en caso de fallecimiento de una de las partes del acuerdo. De este modo:

Bajo el sistema feudal era deber de todo gran señor servir al rey en la batalla, trayendo consigo muchos vasallos armados, cada uno de los cuales traía consigo muchos vasallos menores, y así sucesivamente a lo largo de toda la escala jerárquica. Cada vasallo estaba obligado por juramento de lealtad a su señor y sólo a su propio señor, “mientras durara su vida”; en consecuencia, si un gran señor moría en batalla, sus seguidores quedaban automáticamente liberados de su lealtad; podían (y algunos lo hicieron) retirarse del conflicto y no volver a participar en el msmo.

 

 

Traducido por el Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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