La realidad NO es un constructo social

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    El comportamiento humano es, en gran medida, un constructo social. Las personas a menudo actúan en función de normas sociales, expectativas o hábitos, en lugar de intentar determinar la naturaleza de la realidad misma. En ese contexto, es cierto decir que las percepciones de la realidad por parte de las personas son un constructo social, como queda explicado por el teorema de Thomas:

    Otra forma de ver este concepto es a través del notable teorema de Thomas de W. I. Thomas, que afirma: “Si los hombres definen situaciones como reales, son reales en sus consecuencias” (Thomas y Thomas 1928). Es decir, el comportamiento de las personas puede estar determinado por su construcción subjetiva de la realidad, en lugar de por la realidad objetiva.

    En “Praxeología: La Metodología de la Economía Austriaca”, Murray N. Rothbard define la praxeología como “las implicaciones lógicas del hecho formal universal de que las personas actúan, que emplean medios para tratar de alcanzar fines elegidos”. Las personas intentan tomar decisiones basadas en su mejor evaluación de la realidad de la situación. Si tenemos una buena comprensión de esa realidad, es probable que nuestras decisiones nos lleven hacia nuestros objetivos. Una comprensión débil de la realidad puede dar lugar a decisiones desastrosas. Rothbard observa que “todo lo que afirma la praxeología es que el actor individual adopta metas y cree, ya sea errónea o correctamente, que puede llegar a ellas mediante el empleo de ciertos medios” (énfasis añadido). Nuestra percepción de la realidad puede ser errónea o correcta. Cuando cometemos un error, hacemos todo lo posible por revisar y corregir nuestra percepción de la realidad, para tomar mejores decisiones en el futuro. Este principio queda reflejado en el popular slogan FAFO: “FAFO es un acrónimo de ‘juegue y descúbralo’. Es una forma descarada de decirle a la gente que si juega con fuego, puede quemarse –o de anunciarle que ya se quemó”.

    La visión de que nuestras decisiones están influidas por las normas culturales y sociales es a menudo exagerada, para transmitir la idea errónea de que no existe tal cosa como la realidad objetiva: la realidad en sí es un constructo social, que depende de cómo la percibamos o definamos. Ésto refleja en parte una forma de imprudencia –abandono del esfuerzo por investigar o distinguir lo verdadero de lo falso–; a veces porque la investigación es considerada demasiado costosa, y a veces por un deseo de evitar conflictos interpersonales o intergrupales, proclamando que todos tienen razón. Conviene al ethos igualitario de nuestro tiempo declarar que todos tienen la respuesta correcta. Yo tengo “mi verdad”, y tú tienes la tuya. En matemáticas se ha instado a los profesores a ser inclusivos, enseñando a los alumnos que no hay respuestas correctas o incorrectas.

    La cultura de la supremacía blanca aparece en las aulas de matemáticas cuando el foco está en obtener la respuesta “correcta”… El concepto de que las matemáticas son puramente objetivas es inequívocamente falso, y su enseñanza lo es aún mucho menos. Defender la idea de que siempre hay respuestas correctas e incorrectas perpetúa la objetividad, así como el miedo al conflicto abierto.

    Si todos tienen diferentes percepciones subjetivas de la realidad y no está claro qué percepciones son correctas y cuáles son erróneas, a menudo parece más fácil afirmar que nadie está en lo correcto o incorrecto. Si todas las “realidades” son constructos personales y sociales, cada persona puede elegir su propia realidad, y todos ganan. Por lo tanto, debemos aceptar que si alguien dice que es mujer porque se siente mujer, entonces esa es su realidad. Realmente es una mujer.

    Esta idea de que la realidad es un constructo social prevalece en el discurso público y en todos los campos de investigación académica. Además, el hecho de que las percepciones subjetivas de la realidad estén influidas por factores como la inteligencia, la cultura y las experiencias de vida de una persona, lleva a muchos a la conclusión errónea de que no hay nada evidente en el mundo. Todo es discutible, y lo mejor que podemos hacer es describir nuestras “experiencias personales vividas”.

    De ahí viene el remedio milagroso “no creas lo que ven tus ojos mentirosos” –después de todo, puedo afirmar que veo algo diferente de lo que Ud. ve y, por lo tanto, no debería creer que algo existe sólo porque lo ve ahí frente a Ud. Las percepciones pueden ser erróneas; por lo tanto, nadie sabe qué es real. Se necesitarían décadas de estudios académicos empíricos revisados ​​por pares para descubrir qué es real.

    Por ejemplo, por lo que Ud. sabe, puede que no sea un hombre, sino una mariposa que sueña que es un hombre. ¿Qué prueba tiene Ud. de que no es una mariposa? ¿Qué credenciales lo califican para distinguir entre un hombre y una mariposa?

    Una historia cuenta que Zhuang Zhou vez soñó una que era una mariposa, revoloteando y revoloteando, feliz y haciendo lo que quería. Como mariposa, no sabía que era Zhuang Zhou. De repente, se despertó y descubrió que era Zhuang Zhou, sólido e inequívocamente humano. Pero entonces no supo si era Zhuang Zhou soñando que era una mariposa, o una mariposa soñando que era Zhuang Zhou.

    En última instancia, Zhuang Zhou debe aceptar la evidencia de sus propios ojos, ya que no es posible que una persona sensata se mienta a sí misma de manera persistente.

    Por supuesto, una persona puede decir que niega la existencia de principios evidentes u otras verdades establecidas del mundo real, pero esta mera afirmación no tiene validez epistemológica. Como señaló Toohey: “Un hombre puede decir lo que quiera, pero no puede pensar ni hacer lo que quiera. Puede decir que vio un cuadrado redondo, pero no puede creer que vio un cuadrado redondo. Puede decir, si quiere, que vio un caballo montado sobre su propio lomo, pero sabremos qué pensar de él si dice tal cosa.

    Quienes están actualmente embarcados en estudios empíricos para demostrar la existencia de los noventa y nueve sexos y géneros diferentes, ya han trazado el espectro:

    La designación sexual de su cerebro y su cuerpo puede no ser tan blanca y negra como los científicos creían que era. En cambio, el género puede caer en algún lugar de una escala de grises. Los científicos están tratando de desentrañar las complejas desintegraciones biológicas del género y, a medida que aprenden más, se vuelve más evidente que no sólo hay hombres y mujeres entre nosotros.

    Un análisis científico de lo que una mujer es, titulado “Microestructura de la sustancia blanca en transexuales de sexo femenino antes del tratamiento hormonal cruzado. Un estudio de imágenes con tensor de difusión”, nos informa que “el patrón de microestructura de la sustancia blanca en transexuales FtM [mujer a hombre] no tratados, está más cerca del patrón de sujetos que comparten su identidad de género (hombres), que de aquéllos que comparten su sexo biológico (mujeres). Nuestros resultados proporcionan evidencia de una diferencia inherente en la estructura cerebral de los transexuales FtM”.

    Ésto explica por qué, cuando se le preguntó “¿Qué es una mujer?”, la juez Ketanji Brown Jackson respondió que ella no es bióloga, y que por lo tanto no podía responder la pregunta. Si un juez de la Corte Suprema afirma públicamente que no sabe qué es una mujer, la implicación es que es mejor dejar esta cuestión en manos de expertos acreditados.

    El objetivo de los ideólogos de que “la realidad es un constructo social” es persuadir a la gente común y corriente de que no puede conocer o comprender la realidad sin sumergirse en estudios académicos de alto nivel, que actualmente –y convenientemente– se encuentran bajo el estricto control de los socialistas. Por ejemplo, no se puede conocer ni comprender el significado de justicia hasta que se hayan dedicado años a estudiar el trabajo del experto en justicia John Rawls. Cuando se publicó Una teoría de la justicia de Rawls, Ayn Rand observó:

    Permítanme decirles que no he leído ni tengo intención de leer ese libro … ¿Es probable que Una teoría de la justicia sea ampliamente leído? No. ¿Es probable que sea influyente? Sí, precisamente por esa razón … Si desea propagar una idea escandalosamente malvada (basada en doctrinas tradicionalmente aceptadas), su conclusión debe ser descaradamente clara, pero su prueba ininteligible. Su prueba debe ser un lío tan enredado, que paralizará la facultad crítica del lector: un lío de evasiones, equívocos, ofuscaciones, circunloquios, non sequiturs, oraciones interminables que no conducen a ninguna parte, cuestiones secundarias irrelevantes, cláusulas, subcláusulas y subsubcláusulas, una demostración meticulosamente larga de lo obvio, y grandes trozos de lo arbitrario, agregados como referencias eruditas y evidentes a las ciencias, a las pseudociencias, a las que nunca serán ciencias, a lo imposible de rastrear y a la aprobación … Todo ello, descansando sobre un cero: la ausencia de definiciones.

    Lo mismo puede decirse de muchas grandes obras que son tratadas como marca no oficial de credibilidad para cualquiera que quiera comentar sobre temas de actualidad o acontecimientos políticos. Debe estudiar a John Maynard Keynes para descubrir si hay inflación y, de ser así, si la inflación es buena para usted –no se limite a creer las mentiras de su billetera. Debe estudiar los ocho volúmenes de la Historia General de África de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura, antes de poder comentar si el socialismo funcionará en África, y estudiar Das Kapital de Karl Marx para formarse una opinión sobre si el comunismo funcionará en África si se lo “hace correctamente”.

    Si bien la complejidad de la ciencia es evidente y adquirir una comprensión integral de cualquier disciplina requiere muchos años de estudio, de ello no se sigue que los seres humanos no puedan conocer o comprender la realidad hasta que un experto acreditado les informe sobre la visión “correcta” de la misma. hechos. Además, como ilustra David Gordon en su ensayo “Butler, Butt Out”, los expertos teóricos que niegan la existencia de principios objetivos, llevan a menudo a sus lectores por el sendero del jardín:

    A menudo resulta bastante difícil entender lo que dice. Aquí hay un pasaje de muestra, de ninguna manera el más oscuro del libro: “Un deslizamiento fantasmático –lo que [Jacques] Lacan llama “glissement”– ocurre en medio de los tipos de argumentos considerados anteriormente. ¿Son incluso argumentos? ¿O debemos ver la forma en que la sintaxis del fantasma ordena y descarrila la secuencia de un argumento?

    Ante una prosa de este tipo, me vienen a la mente las conocidas palabras de Juvenal: Difficile est satiram non scribere [Es difícil no escribir sátira].

    Diferentes interpretaciones de la verdad, o la verdad como constructo social

    En esta era de relativismo, en la que a menudo se escuchan referencias a “tu verdad” y a “mi verdad”, hay tantas interpretaciones diferentes de la verdad, que el concepto de verdad en sí parece carecer de significado. Está de moda ver el concepto de verdad como indistinguible de opiniones o preferencias. Por ejemplo, Mari Fitzduff escribe:

    Para muchos de nosotros, lejos de que nuestras creencias sean “verdaderas”, en realidad nacen de un contexto social particular, aliado a necesidades fisiológicas como una sensibilidad neuronal diferente a las amenazas y la mayor certeza que un grupo puede proporcionar. Por lo tanto, las creencias son a menudo lo que se denomina “grupales”, en lugar de ser necesariamente verdaderas.

    La tarea de decidir qué grupo tiene la versión “verdadera” de los hechos, queda entonces en manos de “verificadores expertos”, los que se pronunciarán sobre lo que es verdadero o falso.

    Desde ese punto de vista, es fácil ver por qué quienes actualizan los diccionarios buscan reflejar el uso común de las palabras, en lugar de reflejar lo que es verdad. Las definiciones de los diccionarios no pretenden ser verdaderas, ni pretenden reflejar ninguna verdad universal subyacente que respalde las palabras definidas. Son simplemente declaraciones sobre cómo son convencionalmente utilizadas las palabras. Por ejemplo, el Diccionario de Cambridge define a una mujer como “un adulto que vive y se identifica como mujer, aunque se haya dicho que tenía un sexo diferente al nacer” –así es como ahora es comúnmente utilizada la palabra “mujer”, y es definida como tal. De esa manera, según el diccionario no significa que cualquiera que viva y se identifique como mujer sea, en verdad, una mujer.

    Aristóteles definió la verdad como hechos que se corresponden con la realidad: “Decir que lo que es, no es; o que no es lo que es, es falso; mientras que decir que es lo que es, y que no es lo que no es, es verdadero”. En “Mises y lo Disminuido a Priori”, David Gordon define una proposición a priori como:

    una proposición que se puede saber que es verdadera con sólo pensar en ella: no es necesario examinar el mundo para ver si es cierta. “2 + 2 = 4” es cierto a priori: una vez que se entiende lo que expresa la proposición, se puede comprender que es cierto. No es necesario seguir contando objetos para ver si la igualdad afirmada es cierta.

    ¿Qué significa describir una proposición como verdadera en ese sentido? Al describir los axiomas praxeológicos como verdaderos, la palabra “verdad” es utilizada para significar que “si A implica B, y A es verdadero, entonces B también debe ser verdadero”. La ciencia se esfuerza por lograr la precisión, y prueba sus proposiciones empírica o lógicamente para garantizar que sean precisas y válidas, y busca establecer los hechos correctos. En lenguaje corriente, decimos que es cierto que 2 + 2 = 4, pero en ese contexto, “verdad” sólo significa exactitud. Expresa un principio científico que es verdadero, en el sentido de que equiparar 2 + 2 con 4 es la única fórmula que funciona. Cualquiera que acepte la sugerencia de las matemáticas descolonizadas de que 2 + 2 puede ser = 5, o incluso cualquier número que queramos, pronto se encontraría con sus aviones cayendo del cielo y su infraestructura colapsando.

    Más allá de eso, la cuestión de qué significaría decir que la ciencia se esfuerza por alcanzar la “verdad”, es discutida entre los filósofos. De hecho, muchos filósofos dirían que no existe una verdad última, en el sentido de que lo que se dice que es verdad, siempre está abierto a dudas. En Los intelectuales y el socialismo, Friedrich von Hayek explica por qué los intelectuales tienden a cuestionarlo todo:

    La ortodoxia de cualquier tipo, cualquier pretensión de que un sistema de ideas es definitivo y que debe ser aceptado sin cuestionamientos como un todo, es la única visión que necesariamente antagoniza a todos los intelectuales, cualesquiera que sean sus puntos de vista sobre temas particulares. Cualquier sistema que juzgue a los hombres por la integridad de su conformidad con un conjunto fijo de opiniones, por su “solidez”, o por el grado en que se puede confiar en que mantendrán puntos de vista aprobados en todos los puntos, se priva de un apoyo sin el cual ningún conjunto de ideas puede mantener su influencia en la sociedad moderna. La capacidad de criticar puntos de vista aceptados, explorar nuevos panoramas y experimentar nuevas concepciones, proporciona la atmósfera sin la cual el intelectual no puede respirar.

    En Acción Humana, Ludwig von Mises también explica que ni las ciencias naturales ni las sociales se preocupan por la verdad en el sentido filosófico: “Admitiendo que la ciencia no puede darnos la verdad –y quién sabe qué significa realmente la verdad–, en cualquier caso es seguro que trabaja para llevarnos al éxito”. Por tanto, la praxeología, la ciencia de la acción humana, no busca la verdad en el gran sentido del “sentido de la vida” que caracteriza a muchas perspectivas filosóficas, y quizás a todas las religiones. En opinión de von Mises, la praxeología no “pretende revelar información sobre el significado verdadero, objetivo y absoluto de la vida”. En cambio, la praxeología “es neutral respecto de todos los juicios de valor y de la elección de fines últimos. Su tarea no es aprobar ni desaprobar, sino sólo establecer los hechos”.

    Muchos liberales también desconfían del concepto de “verdad” y lo evitan por completo, no sólo porque son relativistas que rechazan la noción de verdad objetiva, sino también porque en el discurso popular el concepto “verdad” es asociado con cosas que la gente debe hacer. Mucha gente piensa que si algo es cierto, entonces lógicamente se deduce que otros deben ser obligados a aceptarlo y creerlo. Por ejemplo, pensarían que tan pronto como se establece que es cierto que algo es perjudicial para la salud, se deduce que debe ser prohibido, para obligar a las personas a promover la buena salud. Así, los enemigos de la libertad a menudo marchan bajo la bandera de la verdad, armados con principios verdaderos sobre lo que es necesario para promover la salud humana. La libertad queda en el camino. Es cierto que fumar es perjudicial para la salud y, basándose en ello, el Partido Conservador del Reino Unido quiere prohibirlo. Como advirtió Rothbard:

    Y recuerda, si hoy vienen por el fumador, mañana vendrán por ti. Si hoy te agarran el cigarrillo, mañana te confiscarán la comida chatarra, los carbohidratos, las calorías ricas pero “vacías”… ¿Estás preparado para el Reino Nutricional de Izquierda, en el que todos se verán obligados a limitar su comida a yogur, tofu y brotes de soja? ¿Estás listo para estar confinado en una jaula, para asegurarte de que tu dieta sea perfecta y de que hagas el ejercicio obligatorio prescrito?

    Rothbard advierte contra esta combinación “neopuritana” de la búsqueda teológica de la verdad, con la búsqueda estatista de poder: el poder del estado de decirle a todos lo que deben hacer.

    En la era posmoderna, lejos de dedicarse a la búsqueda de la verdad, los estatistas promueven la ideología de que la verdad es cualquier cosa que quieras y que, por lo tanto, cada uno de nosotros puede tener su propia versión de la verdad. No se dedican a la búsqueda de la verdad, sino a la versión de la “verdad” que creen que promoverá sus objetivos políticos. Como observa Lew Rockwell: “Clase tras clase, el mensaje posmoderno es el mismo: lo que llamamos verdad es totalmente subjetivo, lo que llamamos ciencia es meramente el consenso profesional momentáneo, y lo que llamamos realidad, es una ficción inventada para calmar nuestra necesidad psicológica de orden en el universo”.

    Lejos de estar diseñado para abrazar la verdad, el posmodernismo rechaza la noción misma de que algo sea verdad.

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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