Sobre la inmoralidad y la ilegalidad de las colonias israelíes

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Al mostrar el terrible problema del terrorismo llevado a cabo por palestinos contra ciudadanos israelíes, los principales medios corporativos occidentales nunca exponen las razones y motivos detrás de estas atrocidades. Lo que hacen los principales medios de prensa respecto de cualquier tema relacionado con el conflicto entre Israel y Palestina, es siempre colocar a Israel en la posición de pobre e inocente víctima, y retratar a los palestinos como un pueblo inherentemente perverso y sórdido, que diariamente salen de sus casas comprometidas únicamente con hacer el mal. Por lo tanto, todos y cada uno de los niveles de control impuestos a estas personas, son necesarios por razones de seguridad.

Ésta, sin embargo, es una visión excepcionalmente simplista de la situación. Es muy fácil ver que hay una narrativa preestablecida en este contexto, que los grandes medios de prensa siguen inflexiblemente y rara vez están dispuestos a cuestionar. Por tanto, corresponde a los sensatos ir tras los hechos, verificar la realidad que fomenta el conflicto.

Cuando analizamos la cuestión en profundidad, una cosa queda muy clara: la violencia llevada a cabo por palestinos radicales contra ciudadanos israelíes, además de estar motivada por la desesperación, no es la causa principal del problema, sino su consecuencia. La violencia perpetrada por los palestinos no es la enfermedad, sino más bien el síntoma natural de una terrible situación política. Y, contrariamente a lo que informan los principales medios de comunicación, ésto no es violencia gratuita. Es, ante todo, violencia reactiva, llevada a cabo como resultado de las políticas descaradamente tiránicas y arbitrarias del gobierno israelí contra los palestinos.

Obviamente, los ataques terroristas –especialmente los cometidos contra civiles inocentes– son y siempre serán un crimen. Pero cuando analizamos las políticas israelíes practicadas contra los palestinos, resulta mucho más fácil entender por qué en Israel siempre han sido recurrentes los ataques terroristas. Y, sobre todo, es fácil ver por han ocurrido, por qué siguen ocurriendo, y por qué es muy probable que sigan ocurriendo. Pero echemos un vistazo más de cerca a este asunto.

Desde la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel ha controlado los Territorios Palestinos. Estos territorios incluyen la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Israel también controla los Altos del Golán, que técnicamente son territorio sirio. Y lo que Israel hace a gran escala contra los palestinos (y también contra los sirios, aunque en una escala proporcionalmente menor) es excepcionalmente preocupante. Aún más preocupante, sin embargo, es el hecho de que la gran mayoría de la gente, los líderes políticos mundiales y los medios de comunicación corporativos, persisten en ignorar deliberadamente la raíz del problema: las injustas y despiadadas políticas del gobierno israelí, y la continua colonización israelí de los territorios palestinos.

El problema es particularmente grave en Jerusalén Este, donde a los palestinos se les confiscan continuamente sus casas, para proporcionar alojamiento a los colonos judíos que a menudo vienen de fuera del país. Con el estallido de la controversia en Sheikh Jarrah –barrio de Jerusalén Este, epicentro de una terrible disputa legal sobre bienes raíces, propiedades y tierras entre palestinos, israelíes y el gobierno israelí–, los árabes se han dado cuenta de que tendrán que luchar duramente por su derecho a permanecer en Jerusalén.

Desgraciadamente, como muchos palestinos pueden ser expulsados ​​de sus hogares mediante decretos arbitrarios y completamente unilaterales de un gobierno extremadamente parcial –lo que tiende a beneficiar demasiado a una de las partes–, los árabes de Jerusalén ven su libertad, sus derechos de residencia y su permanencia en la ciudad como, si estuvieran permanentemente amenazados.

Un caso en particular cobró considerable repercusión internacional hace aproximadamente dos años, y ocurrió precisamente en el barrio residencial de Sheikh Jarrah. Un judío de New York, llamado Yakov Fauci, recibió autorización del gobierno local para ocupar la residencia de una mujer palestina. Entonces grabó un video, en el que dice explícitamente que lo que hace es robar propiedad. En el video a continuación, se puede ver a la mujer diciendo: “Estás robando en mi casa”. A lo que el judío neoyorquino responde: “Si no te la robo, otro te la robará”.

Actualmente, innumerables residentes palestinos de Jerusalén Oriental luchan duramente en los tribunales por el derecho a permanecer en sus hogares. Cuando organizan protestas pacíficas, a menudo los manifestantes terminan siendo víctimas de la violencia y la brutalidad policial. Como es fácil ver, a los palestinos ni siquiera se les respetan sus derechos básicos. Imagínese vivir en un país en el que el gobierno tiene el “derecho” de expulsarlo de su propio hogar, porque Ud. no pertenece a la raza, etnia o cultura privilegiada por el gobierno. Ahora dígame, con toda sinceridad, si no se sentiría abiertamente indignado por una situación como esa.

Pero eso no es todo. Jerusalén Este ha sido escenario de una creciente ola de violencia contra los palestinos. Lamentablemente, ni siquiera los niños y adolescentes escapan a la matanza. En Marzo, un soldado israelí mató a un niño de doce años, Rami al-Halouli, en un campo de refugiados en Jerusalén Este, simplemente porque estaba jugando con fuegos de artificio con sus amigos.

Itamar Ben-Gvir, Ministro de Seguridad de Israel, afirmó que el niño de doce años era un “terrorista de doce años”, y que el soldado que lo mató merecía ser condecorado. Exactamente ese mismo día, las fuerzas de seguridad israelíes mataron a otros cinco palestinos.

Aunque la situación en Jerusalén Oriental es sumamente preocupante, la situación es lamentablemente mucho peor en la Ribera Occidental –el mayor de los territorios palestinos.

Cisjordania está fragmentada en áreas no contiguas, clasificadas en tres zonas distintas: Área A, Área B y Área C. El Área A es donde la Autoridad Palestina ejerce una supuesta soberanía, disfrutando de un amplio nivel de control. Esta es un área donde, técnicamente, los israelíes tienen prohibido ingresar (pero muchos ingresan de todos modos). En la zona B existe una división político-administrativa. Mientras la Autoridad Palestina ejerce control sobre los asuntos civiles, Israel tiene pleno control militar. La zona C –la más grande de ellas y que cubre aproximadamente 60% del territorio– está bajo estricto y total control del ejército israelí. Sin embargo, el ejército israelí está presente (en distintos grados) en las tres zonas.

En Cisjordania hay un número abundante de colonias israelíes (la mayoría ubicadas en la zona C). Hay colonias de todos los tipos y tamaños, desde condominios residenciales de lujo, hasta familias aisladas que viven modestamente. El gobierno israelí no considera legales todas las colonias. Generalmente las más precarias e irregulares son demolidas por orden del gobierno israelí.

Sin embargo, el número de colonias judías en Cisjordania es tan grande que hace completamente inviable el establecimiento de un estado palestino libre, autónomo e independiente. Y parece que el establecimiento de colonias y asentamientos judíos es llevado a cabo precisamente con este fin. Daniela Weiss, activista sionista radical responsable de fomentar la creación de colonias israelíes en Cisjordania, habló en una entrevista que concedió a The New Yorker en Noviembre del año pasado:

El mundo, especialmente Estados Unidos, piensa que existe una opción para la creación de un estado palestino (…) si continuamos construyendo comunidades, bloquearemos la opción para la creación de un estado palestino. Queremos poner fin a la opción de un estado palestino, y el mundo quiere dejar abierta la opción. Es algo muy sencillo de entender.

En la práctica, Cisjordania es un protectorado israelí, en el que se tolera a los palestinos –en el mejor y más prometedor de los casos. Con innumerables puestos de control, puntos de verificación, muros de separación y la división del territorio en una vasta proliferación de áreas no contiguas (categorizadas en A, B y C, como ya se mencionó), Cisjordania es un verdadero laberinto. La configuración de la región en una gran profusión de divisiones, clasificadas en zonas políticas y administrativas diferenciadas, acabó creando un archipiélago de “islas”, lo que tuvo el efecto de provocar que los palestinos acabaran viviendo aislados en enclaves dentro de su propio territorio, lo que terminó restringiendo severamente su libertad de movimiento. Además, se están construyendo muchas infraestructuras, como puentes y carreteras, exclusivas para colonos y ciudadanos israelíes.

En total, Cisjordania tiene más de medio millón de colonos israelíes. Y ésto crea numerosos problemas. No todos los colonos respetan la propiedad privada de los palestinos. Muchas colonias en expansión construyen nuevas viviendas y terminan invadiendo tierras privadas de los palestinos, sin ninguna consideración hacia éstos. Cuando ciertas colonias se vuelven muy grandes, terminan monopolizando ciertas calles, caminos y avenidas, prohibiendo en consecuencia –a menudo de manera agresiva– el movimiento de palestinos en esas carreteras.

Muchos colonos israelíes son agresivos, beligerantes y frecuentemente atacan a los palestinos y destrozan sus propiedades, con la clara intención de expulsarlos de la región. Lamentablemente, estos colonos actúan bajo la protección del ejército israelí. A los soldados israelíes se les ordena nunca actuar contra un colono israelí, incluso cuando sea agresivo y violento con los palestinos. Los soldados israelíes siempre deben estar dispuestos a actuar para proteger a los colonos, y ésto incluye proteger incluso a aquéllos que son agresivos y tienen conducta deplorable.

Lamentablemente, la violencia perpetrada por los colonos israelíes contra los palestinos es recurrente en la Ribera Occidental. Éste no es un simple problema crónico. Se ha normalizado desde hace mucho tiempo, y se lo considera un hecho rutinario. Los palestinos son atacados, sus propiedades vandalizadas, y los colonos imprudentes –que a menudo están armados– construyen extensiones de asentamientos ilegales en sus tierras. En muchas zonas, las agresiones a residentes palestinos, seguidas de muerte, se han convertido en hechos relativamente comunes.

En gran medida, los colonos israelíes se comportan como si fueran los dueños y propietarios legítimos de todo el territorio. Muchos creen que tienen el “derecho divino” a estar allí. Y los palestinos son simplemente intrusos, que deben ser expulsados ​​por cualquier medio. A menudo, los colonos israelíes de mentalidad religiosa se refieren a Cisjordania por su nombre bíblico –Judea y Samaria.

En el documental anterior, aproximadamente 54 minutos después un colono judío efectúa una declaración muy interesante. Dice:

De hecho, los árabes tienen razón. El sionismo es el agresor. El resurgimiento del pueblo judío en la Tierra de Israel es una invasión del espacio árabe-musulmán. Es el miedo a esta invasión lo que impulsa la dinámica aquí. ¿Cómo empiezan las guerras? Porque temen que sigamos expandiéndonos (…) Nos obligan a capturar territorio que nunca planeamos ocupar. En 1947 estábamos satisfechos con la mitad del territorio. Nos apegamos a las fronteras de 1948, y estábamos contentos con ellas. Los árabes comenzaron una guerra, por lo que nos quedan las fronteras de 1967. Salimos de Gaza, pero siguen empujándonos de regreso allí (…) Crean la expansión israelí con su propia resistencia.

Es un hecho indiscutible que el proyecto sionista de ocupación y colonización de Cisjordania no tiene la más mínima consideración por la población nativa del territorio. Los colonos simplemente ocupan áreas y tierras, como si estuvieran vacías y no fueran propiedad de nadie. Un comportamiento tan frívolo y descuidado convierte en inevitables los conflictos con la población árabe del territorio.

Políticamente, todo empeora mucho, debido al hecho de que los derechos de los palestinos son constantemente ignorados y sus demandas completamente ignoradas. Todo este proceso progresivo de cantonización de Cisjordania ha aplastado a los palestinos, relegándolos a áreas y territorios cada vez más pequeños. Ésto se hace sin la más mínima consideración hacia estas personas, sus propiedades privadas, sus terrenos, sus residencias, y el derecho intrínseco a la libertad de circulación de cada uno de ellos. Una situación tan deplorable obviamente generará actos de agresión y violencia por parte de palestinos desesperados por su condición.

Sin ninguna duda, es fácil constatar que los palestinos son víctimas de políticas tiránicas y opresivas, que son consecuencia de un etnonacionalismo supremacista judío feroz e implacable, de carácter expansionista, que ha sido cultural y socialmente institucionalizado. Pensar que un pueblo cruelmente oprimido no reaccionará ante la opresión de la que es víctima, es ser extremadamente ignorante respecto de la naturaleza humana.

Nunca en la historia un pueblo oprimido ha permanecido sin reaccionar contra sus verdugos. Es necesario entender que sólo es posible oprimir a las personas hasta cierto punto. Con el tiempo, las víctimas de la opresión se hartan; y los más resentidos darán rienda suelta a todo su resentimiento, normalmente de forma muy agresiva. Incluso los judíos polacos se levantaron contra los verdugos nazis en el valiente levantamiento del ghetto de Varsovia de 1943. Judíos valientes y decididos resistieron a los nazis durante más de un mes. Aunque fueron derrotados, resistieron hasta agotar la última fibra de coraje.

Al analizar las deplorables políticas de las que son víctimas los palestinos –como el racismo institucionalizado, el vandalismo y la demolición de propiedades, la invasión y confiscación de tierras, las restricciones a la libertad de movimiento, la continua marginación territorial y política, y las detenciones arbitrarias–, es muy fácil comprender qué motiva realmente los ataques terroristas. Son una reacción a la opresión y la injusticia sistémicas. Y la injusticia siempre ha servido como catalizador de la desesperación y el resentimiento. Y la desesperación y el resentimiento combinados a menudo producen una reacción violenta.

Evidentemente, no es el propósito de este artículo justificar actos de terrorismo. Pero sí mostrar las causas, orígenes y condiciones responsables de desencadenar la violencia cometida por los palestinos contra los israelíes. Muchos periodistas de los principales medios corporativos y activistas fanáticos pro-israelíes se han acostumbrado a demonizar a los palestinos, contentándose con decir que hacen lo que hacen porque son criaturas perversas y malvadas. Pero lo que estas personas nos dan es una visión simplista del conflicto: Israel siempre tiene razón y nunca hace nada malo –y, por lo tanto, es una pobre víctima inocente. Sin embargo, los palestinos son el epítome del mal. Se trata de personas crueles y agresivas que, impulsadas por un odio ciego, se obsesionan con matar a ciudadanos israelíes.

Ésto, sin embargo, no es más que reduccionismo burdo y falaz, saturado de motivaciones ideológicas, incapaz de explicar honestamente las causas de la violencia.

Como ha señalado este artículo, la violencia palestina no es gratuita; es fundamentalmente reactiva. La investigación honesta de la situación muestra que la violencia cometida por los palestinos es, ante todo, la reacción desesperada a un problema mayor, que no es debartido, ni discutido, ni siquiera es oficialmente expuesto, sino que se lo esconde constantemente debajo de la alfombra.

La situación que enfrentan los palestinos –siendo enérgicamente oprimidos por la ocupación permanente de una potencia extranjera– explica perfectamente el incesante ciclo de violencia que aflige a Israel y los territorios ocupados.

Los palestinos forman una masa de personas que han sido privadas de sus derechos fundamentales, y tratadas como insectos y microbios por el gobierno israelí, los colonos israelíes y también por la comunidad internacional. Son como plagas que hay que contener y exterminar, y el ejército israelí es el pesticida cuyo trabajo es combatir la pestilencia.

Ahora, es obvio que lo que enfrentan los palestinos es una condición crónica de opresión y tiranía. Y es demasiado irreal creer que personas en condiciones tan degradantes no reaccionarán. Y las personas que no tienen nada que perder, a menudo se ven impulsadas a cometer actos de violencia extrema (que serán proporcionales a la desesperación que los motiva).

La inconveniente e incómoda verdad que surge de este análisis (y que muchos prefieren ignorar) muestra que las políticas israelíes llevadas a cabo contra los palestinos son directamente responsables de la condición de inseguridad que afecta a la región. Son estas políticas deplorables –que han institucionalizado un patrón circular de injusticias institucionalizadas–, las que motivan actos de agresión, violencia y ataques terroristas por parte de los palestinos.

Tan importante como abordar el problema del terrorismo es analizar sus causas. Al fin y al cabo, analizando las causas descubrimos qué es lo que realmente ocasiona el problema. Al descubrir qué ocasiona el problema, llegamos a los posibles culpables. Al llegar a los posibles culpables, podemos hacer un diagnóstico preciso. Y haciendo un diagnóstico preciso, es posible idear una solución. Es imposible poner fin al terrorismo si sus principales causas no son analizadas, expuestas, sometidas a escrutinio detallado, y combatidas adecuadamente.

No tiene ningún sentido intentar explicar el problema, reduciéndolo a una conveniente descalificación moral de los palestinos, y dando explicaciones genéricas del terrorismo. Es necesario reconocer que Israel es la causa de un enorme problema, y que los palestinos tienen demandas territoriales y de soberanía que son legítimas.

Desafortunadamente, ésto es algo que los principales medios corporativos se niegan categóricamente a hacer. Después de todo, es mucho más fácil retratar a los palestinos como criaturas bestiales y animales, que llevan a cabo actos recurrentes de violencia, motivados únicamente por una hostilidad gratuita, sin causa o motivo. Los principales medios de comunicación occidentales parecen tener un miedo grotesco a manchar la reputación de Israel.

La más relevante de las desagradables verdades que los medios se niegan a exponer, es la de la responsabilidad directa de Israel en la situación. Después de todo, al actuar como agente causante de políticas injustas, aplicadas contra los palestinos, el gobierno israelí termina creando las circunstancias que alientan el terrorismo. Lo que no es más que una reacción criminal contra la injusticia, que es consecuencia de un problema que las autoridades políticas de Israel se niegan a debatir, resolver, o incluso reconocer que existe.

Además, es esencial enfatizar que los miembros del gobierno israelí que alientan y promueven políticas ilegales de ocupación y colonización (y descuidan los problemas causados ​​por ellas), como Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir –ellos mismos colonos residentes en Cisjordania–, están traicionando abiertamente a las personas a las que se suponía que debían servir.

Son estos individuos los que contribuyen a perpetuar una condición política y social que propaga la inseguridad interna, e indirectamente fomenta las condiciones para futuros ataques que matarán a personas inocentes. Son estas políticas deplorables las que contribuyen a hacer de Israel el lugar más peligroso del mundo para los judíos. ¿Quiere enviar judíos a la muerte? Envíelos a Israel. Allí tienen más probabilidades de ser asesinados que en cualquier otro lugar del mundo. Como declaró el rabino Elhanan Beck, “el Estado de Israel es el lugar más peligroso del mundo para el pueblo judío”.

Dicho ésto, la verdad es que es muy fácil culpar a los palestinos radicales que –motivados por el dolor y el resentimiento– cometen atrocidades contra ciudadanos israelíes. Sin embargo, analizar las causas que actúan como motor de esta violencia, es algo a lo que la mayoría de la gente se niega a hacer. Desafortunadamente, además de la ceguera ideológica, existe otra razón muy específica para ello.

Muchas personas que se han dado cuenta del injusto sistema de tiranía y opresión que se ha institucionalizado contra los palestinos, deciden guardar silencio porque, actualmente, cualquier crítica dirigida contra la sociedad o el gobierno israelí es suficiente para acusar a una persona de antisemitismo. En la sociedad israelí contemporánea, ésto puede significar la pérdida del empleo, acciones legales e incluso penas de prisión. Si se decide desafiar o criticar públicamente al estado de Israel, se sufrirá algún tipo de intimidación y represalia.

Para citar un ejemplo de esta situación, a finales del año pasado el profesor israelí Meir Baruchin fue despedido de la escuela donde enseñaba, por compartir historias de palestinos en sus redes sociales. Luego, el Ministerio de Educación suspendió su licencia de profesor. Posteriormente, la policía de Jerusalén lo citó a declarar. Poco después, fue acusado de dos delitos: intención de cometer actos de traición contra el estado de Israel, e intención de alterar el orden público.

Como se puede ver en un incidente de esta naturaleza, luchar contra el supremacismo judío no será, de ninguna manera, la tarea más fácil de realizar. Luchar contra el despotismo sionista es algo que definitivamente requiere un alto nivel de coraje y determinación. Afortunadamente, hay un coro significativo de judíos (tanto religiosos como seculares) que protestan en nombre de los palestinos, y crece cada día que pasa.

Lamentablemente, como nos han demostrado las últimas décadas, se trata de un problema cuya solución será difícil de implementar. Israel disfruta del apoyo incondicional de Estados Unidos, de un lobby excepcionalmente poderoso, y de una masa de nacionalistas, entusiastas y activistas ideológicos, que no están en absoluto interesados ​​en reconocer las demandas de los palestinos, ni en considerarlos como víctimas oprimidas por un patrón cíclico de injusticias sistémicas. De hecho, si lo hicieran, estas personas se verían obligadas a reconocer los crímenes perpetrados continuamente por el estado de Israel. Y entonces se verían obligados a revisar sus creencias, convicciones personales y posiciones ideológicas. Algo que la mayoría ciertamente no está dispuesta a hacer.

Lo más probable es que todos los crímenes y transgresiones descritos en este artículo, perpetrados por el gobierno israelí y los colonos israelíes contra los palestinos, continúen durante mucho tiempo. Los sionistas tienen suficiente poder para mantener el statu quo y preservarlo en su beneficio. El hecho de que esta situación se prolongue durante décadas, es una prueba irrefutable de ello.

Ciertamente, el proceso de ocupación de Cisjordania no sólo continuará, sino que muy probablemente se expandirá. Hace unas semanas salió a la luz un escándalo cuando se descubrió que numerosas sinagogas en Estados Unidos y Canadá estaban celebrando eventos de venta de bienes raíces exclusivamente para judíos en Cisjordania.

Afortunadamente, algunos judíos valientes protestaron enérgicamente contra esto, e incluso aprovecharon la oportunidad para hablar sobre el genocidio en la Franja de Gaza. Sin embargo, la conciencia sobre la difícil situación de los palestinos necesita mucha más exposición y debate. Y ésto depende en gran medida de la valentía de los judíos antisionistas, que a menudo acaban siendo marginados por su propia comunidad por manifestarse contra la tiranía de la ocupación israelí.

Evidentemente la descripción que he hecho de las terribles injusticias que afectan a los palestinos, es sólo un resumen de los tormentos y graves aflicciones que miles de ellos tienen que afrontar a diario en Cisjordania y Jerusalén Este (la situación en la Franja de Gaza es una caso aparte, y merece un artículo dedicado).

Décadas de colonización y ocupación ilegal han institucionalizado un sistema arbitrario de injusticias sistemáticas, que está protegido por una fuerte estructura política, de naturaleza vertical y autocrática. Por tanto, cambiar la situación actual es bastante difícil. Dadas estas circunstancias tan desfavorables, es fácil ver que las perspectivas de futuro para los palestinos no parecen prometedoras. ¿Pero y cuándo lo fueron? Como siempre, tendrán que afrontar el futuro con la misma valentía, resignación y resiliencia que han demostrado durante las últimas décadas.

Los palestinos son posiblemente el pueblo más agraviado, marginado y oprimido de la historia contemporánea reciente. Desafortunadamente, la distorsión de las narrativas promovidas por los principales medios corporativos –que invierten la posición de opresor y víctima– hace que la opresión de los palestinos por parte del gobierno israelí no parezca tan obvia o evidente.

Sin embargo, cuando dejamos de racionalizar, ciertos hechos nos molestan. Después de todo, Israel es la potencia política y militar regional. Palestina, por otra parte, ni siquiera es un país. A diferencia de Israel, no tiene una fuerza militar significativa. No tiene poder político real ni gran influencia en la comunidad internacional. ¿Desde cuándo el más débil puede ser opresor del más fuerte? ¿Por qué los palestinos harían todo lo posible para atacar a un adversario al que no pueden derrotar?

Quizás no quieran “vencer” a los israelíes, sino recuperar el territorio, los derechos y la dignidad perdidos. Y tal vez recurran a la violencia porque la situación política que les impone el poder sionista dominante no les ofrece otra alternativa. Sin embargo, aceptar la humillación de la sumisión con pasividad, es una condición que ningún pueblo que haya sido subyugado arbitrariamente puede tolerar por mucho tiempo.

De hecho, un estudio exhaustivo de la condición de los palestinos muestra que el gobierno israelí no está en absoluto preocupado por ellos. Para colmo, las explicaciones genéricas y superficiales que los medios convencionales ponen a disposición del gran público, ponen en entredicho la comprensión real y objetiva de la situación.

La narrativa fabricada y descaradamente repetida por los grandes medios de comunicación, muestra un brutal cambio de roles –los palestinos se han transformado en villanos despiadados, y la nación de Israel es siempre la pobre víctima inocente.

Como dice el activista estadounidense Malcolm X (expresándose precisamente sobre la cuestión Israel-Palestina): “Si no tienes cuidado, los periódicos te harán odiar a las personas que están siendo oprimidas, y amar a las personas que practican la opresión”.

 

 

 

 

Traducido por el Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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