Adoración “cristiana” al falso dios de la política

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    Millones de cristianos “evangélicos” estadounidenses han sido adoctrinados con la idea de que deben adorar a los políticos y burócratas israelíes. Ésto es así porque predicadores como John Hagee les enseñan que la Biblia dice que Dios bendecirá a aquéllos que bendigan a la nación de Abraham. Lo absurdo de todo ésto es que los religiosos pop como Hagee confunden falsamente al Israel de la Biblia, con los políticos y burócratas actuales del gobierno de setenta y seis años del país de Israel. Pero no tienen nada que ver el uno con el otro. Los políticos de Israel pueden ser tan sórdidos, inmorales, corruptos, criminales y asesinos como cualquier político de cualquier lugar. De ahí el espectáculo de los cristianos evangélicos estadounidenses aplaudiendo el asesinato de hermanos cristianos en Gaza por parte del ejército israelí –y del asesinato de aún más hermanos cristianos de Rusia al apoyar a Ucrania en su guerra con Rusia.

    ¿Qué adoran exactamente los cristianos evangélicos cuando adoran tan servilmente al gobierno de Israel? No están adorando a Dios ni a la Divinidad –todo lo contrario. Están adorando al tipo de personas descritas por George Washington en su discurso de despedida, como “hombres astutos, ambiciosos y sin principios”. En otras palabras, políticos comunes y corrientes.

    Cuando los políticos de cualquier país utilizan los poderes coercitivos del estado para confiscar la propiedad de las personas, dar una parte a sus partidarios políticos y quedarse con otra, están incurriendo en robo. Llamarla “democracia”, “gobierno de la mayoría”, o “la única democracia en Medio Oriente”, no la hace menos robo y, por tanto, menos pecaminosa.

    Para ser elegidos, todos los políticos, en todas partes, prometen robar dinero a quienes se lo han ganado, y dárselo a otros –y a ellos mismos, p ara empezar–, los que no tienen ningún derecho moral a ello. Llamarlo “impuestos progresivos” no lo hace menos pecaminoso.

    Todos los políticos hacen promesas de asignar a sus partidarios políticos la propiedad robada a otras personas, la mayoría de cuyas promesas saben que no pueden cumplir. En otras palabras, mienten. Como escribió una vez Murray N. Rothbard, un maestro político es un maestro mentiroso, conspirador y manipulador. Ésa es la razón por la que tan pocas personas morales son elegidas para cargos políticos. Y si lo son, por lo general son rápidamente derrotados por duras críticas y condenas, o ignorados y marginados.

    Cuando F. A. Hayek tituló uno de los capítulos de Camino a la servidumbre “Por qué los peores llegan a la cima”, se refería a las sociedades socialistas totalitarias, pero lo mismo puede decirse de cualquier democracia en cualquier lugar. Basta con mirar la composición actual del “liderazgo” de la Cámara y el Senado de Estados Unidos.

    En gran medida, los políticos se convierten en tales porque pueden enriquecerse solicitando y aceptando sobornos. El difunto Yuri Maltsev, quien desertó de la Unión Soviética a los Estados Unidos después de trabajar para Mikhail Gorbachov, comentó una vez cuán parecido era el gobierno estadounidense al gobierno soviético porque, en sus palabras, “el gobierno se trata de aceptar sobornos”.

    Es una práctica común de los políticos en Washington proponer impuestos o regulaciones onerosas para una industria, luego sentarse y cobrar millones de dólares en sobornos, eufemísticamente llamados “donaciones de campaña”; y luego, una vez que haya recolectado suficiente botín, cancelar todo el asunto. Llaman a esta legislación propuesta “proyectos de ley de ordeño”, porque ordeñan al sector privado. El jurista Fred McChesney incluso escribió un libro completo de Harvard University Press sobre este fenómeno, titulado Money for Nothing.

    Todos los políticos de todo el mundo, incluido Israel, son escaparates de los siete pecados capitales. Para empezar, el orgullo propio triunfa sobre la humildad. ¿Qué miembro del Congreso no es un ególatra? La envidia envenena el corazón de todos los defensores de planes de “redistribución del ingreso”, la piedra angular del “estado de bienestar” en todas partes.

    La ira es lo que uno experimenta cuando se opone al estado. Pregúntenle a todos los médicos a los que se les canceló la licencia médica, luego de cuestionar las “vacunas” contra el covid. Incluso Tucker Carlson fue tildado de “activo ruso” por oponerse al financiamiento estadounidense de Ucrania en su guerra con Rusia.

    La pereza siempre ha estado asociada con la burocracia gubernamental. A nadie le gusta que lo llamen “burócrata”. Luego, por supuesto, está la codicia. La codicia por el poder y el dinero anima a las capitales nacionales y estatales en todas partes. Ninguna institución en ningún lugar está más ávida de dinero que los sindicatos, por ejemplo, o los miles de otros “grupos de intereses especiales” que planean sin cesar robarse el tesoro.

    La gula también se manifiesta en todas partes, en los estilos de vida ostentosos y la riqueza conspicua de las clases dominantes. Los políticos tampoco son ajenos al pecado de la lujuria, especialmente el ansia de poder sobre los demás, denominado por el juez Andrew Napolitano como libido dominande [lujuria dominante] o “deseo de dominar”.

    Cristianos evangélicos: ustedes han sido engañados por el “liderazgo” de su iglesia para que “adoren” todo ésto, cuando les dicen que deben adorar a los políticos de Israel si quieren ir al Cielo. ¡Qué pecado!

     

     

     

    Traducción: Ms. Lic. Cristian Vasylenko

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