El imperialismo americano-sionista y la causa de la paz mundial

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La unión entre Estados Unidos e Israel

El gobierno americano ha ayudado activamente a Israel desde prácticamente siempre. Israel es un país rico que recibe la mayor parte de la ayuda exterior de Estados Unidos (EEUU),[1] incluso ha recibido constante ayuda para los continuos bombardeos de Israel contra no combatientes en Gaza, que han destruido casi todo a su paso. No es casual que el origen ilegítimo[2] de Israel sea visto a nivel mundial como el más claro entre todos los Estados del mundo. Tanto así que incluso una gran parte de la población del mundo que ni siquiera se consideraría libertaria ve a Israel como un Estado ilegítimo, mientras no piensa lo mismo de ningún otro Estado, ni del Estado de su propia nación. Esto se debe a que la mayoría de los Estados ha surgido de manera autóctona, con sus gobernantes erigiéndose mayormente sobre las propiedades particulares ya establecidas. En cambio, la creación y expansión permanente de Israel es principalmente fruto de la expulsión y aniquilación de un pueblo ajeno a la idea constitucional del Estado israelí. Como si todo esto fuera poco, la denuncia del sionismo, es decir, del fenómeno israelí, está estrechamente vinculada con la denuncia de la mayor parte del establishment estatista internacional de Occidente de hegemonía americana-sionista (de imperialismo militar y monetario). Ya sea progresista o conservador, el establishment occidental —gobernado por el Primer Mundo— es principalmente sionista. En EEUU, el sionismo es uno de los aspectos más característicos del establishment bipartidista. En el contexto actual, dejando de lado la historia del sionismo como movimiento político, lo podemos definir brevemente como el apoyo virtualmente sin frenos al Estado de Israel, a su creación y continua expansión, que incluye su política exterior de intervencionismo en Medio Oriente.

Este sionismo bipartidista en EEUU se vio claramente, como se ha visto muchas veces, cuando tras los ataques de Hamás del 7 de octubre pasado (7/10) muchos políticos americanos se apresuraron para proclamar su total apoyo a la ayuda americana inmediata a Israel. Joe Biden anunciaba el envío de ayuda militar y el congreso redactaba una ley para enviar millones a Israel. Incluso la mayor parte del creciente número de congresistas que ya se oponían a los millones para Ucrania apoyaban entonces ayudar igualmente con millones a Israel. Otro ejemplo relevante, esta vez como ejemplo ideológico, se dio cuando el congresista Thomas Massie votó en solitario contra un proyecto de ley que equiparaba el antisionismo con el antisemitismo. La resolución, que fue aprobada por 412 votos a favor y 1 en contra, decía que negar el «derecho a existir» del Estado de Israel equivalía al antisemitismo.[3] La resolución afirmaba que el pueblo judío es «nativo de la Tierra de Israel», sin ninguna mención de que Israel fue fundado principalmente por judíos europeos emigrados en pocas décadas, cuyos líderes, guerreros y complicidad general provocaron la expulsión de más de centenares de miles de árabes palestinos nativos en un solo año.

Sin duda, hay algo muy en especial en la relación americana con Israel que no existe con otros países, incluso cuando la mayoría de los países del mundo votaría contra Israel, el gobierno americano está allí para defenderlo. Al tener esta relación, EEUU ha puesto en riesgo su reputación en distintos países, especialmente en Medio Oriente, donde este riesgo ha pasado a ser un hecho hace bastante tiempo. Y no es cierto que en estos países las cosas hubieran sido iguales de todas maneras. De hecho, en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, en Siria, a la pregunta de qué país quisieras que te gobernara como mandato de la Liga de las Naciones, la mayoría respondía EEUU. En esos tiempos, la opinión era ampliamente favorable para los americanos. Quienes no podían presumir lo mismo eran los franceses y los británicos. Fue entonces cuando EEUU empezó a actuar como los franceses y los británicos imperialistas que este también empezó a recibir un rechazo importante.[4] EEUU tenía una buena reputación en Medio Oriente hasta mediados del siglo pasado, precisamente hasta que el imperialismo americano protector del sionismo comenzó a surgir y a volverse una característica inequívoca de la política exterior americana hasta la fecha.

Esta relación particular entre el imperialismo, la política americana y el sionismo, va desde políticos hasta asociaciones evangélicas. Incluso existe una organización especializada en la promoción del sionismo entre los cristianos americanos, la CUFI, por sus siglas en inglés, que significa «Cristianos Unidos por Israel». El famoso pastor John Hagee es su fundador. En este sentido, políticos famosos como Ted Cruz han dicho en el pasado: «Si ustedes no se pondrán del lado de Israel y los judíos, entonces yo no estaré de su lado». Como también: «Aquellos que odian a Israel, odian a EEUU. Y aquellos que odian a los judíos, odian a los cristianos». Se percibe así una intención de inculcar la defensa de Israel en los americanos como si fuese un dogma cristiano-nacionalista. En otro ejemplo, el pastor Jim Staley dice: «La oposición a Israel es oposición a Dios». Asimismo, ya hace varios años, el mencionado John Hagee se atrevería a predicar frente a sus partidarios en CUFI la idea de favorecer ataques militares «preventivos» contra Irán para evitar un «holocausto nuclear» en Israel y un ataque nuclear en EEUU.[5]

Por otra parte, cito también otras declaraciones clarificadoras como la de Benjamín Netanyahu hace varios años: «Israel está agradecido por el apoyo del pueblo americano y de los presidentes americanos, desde Harry Truman hasta Barack Obama». Y dijo Obama en otra ocasión: «De hecho, estoy orgulloso de decir que ninguna otra administración americana ha hecho más en apoyo de la seguridad de Israel que la nuestra. Ninguna. No dejen que nadie les diga lo contrario».

Sin duda, tanto demócratas como republicanos, sean presidentes o congresistas, vienen demostrando un consenso y apoyo general y habitual sin parangón cuando se trata de Israel desde hace décadas. El proyecto no acabado del sionismo de un país que no deja de extenderse sigue hasta la fecha recibiendo ayuda y protección de élites y gobernantes enriquecidos por el dinero y crédito fiduciarios. En este aspecto, Saifedean Ammous dijo alguna vez que en cualquier conflicto o debate, «el impresor de dinero fiduciario siempre está del lado malo y equivocado». Si bien esto suele darse desde cualquiera de los bandos en un conflicto, las diferencias de grado pueden ser abismales. Ammous añade que «si tu lado se financia devaluando el dinero de otras personas, estás equivocado y eres malvado».[6] Así, en el caso palestino-israelí, es de nuevo el lado israelí el claro ganador en este criterio de maldad. De hecho, el Estado de Israel y su particular historia expansionista, respaldada por la sucia élite bancaria, es un gran ejemplo de un proyecto impulsado por el dinero fiduciario.

La naturaleza de los conflictos en Medio Oriente y sus consecuencias

Una cosa es que algún extremismo islámico haya existido siempre y otra que haya sido siempre lo que es hoy cuando leemos noticias del terrorismo islámico. Lo segundo es definitivamente falso. La extensión y el nivel actual de ese problema han sido provocados principalmente por el imperialismo americano-sionista. En relación con este fenómeno, no por mera coincidencia, los regímenes de Egipto y Arabia Saudí, que han llegado a colaborar distinta y significativamente con EEUU en las últimas décadas, siguen en pie (en especial el saudí). En cambio, como cuenta Scott Horton, «las guerras de EEUU en Irak, Somalia, Yemen, Libia, y especialmente la guerra encubierta contra el gobierno sirio de 2011 a 2017, han contribuido a extender el radicalismo político y religioso bin ladenista y el conflicto violento por toda la región y en el norte y oeste de África».[7]

Cuando EEUU respondió indiscriminadamente tras los sucesos del 11 de septiembre de 2001, esto «sólo sirvió para hacer avanzar la causa del enemigo y aumentar exponencialmente su número».[8] Lo que ejemplifica que cada vez que el imperialismo americano, o el sionismo, comete ataques injustificados e indiscriminados contra inocentes en Medio Oriente, los extremistas islámicos reciben más aceptación y legitimidad y son más las personas capaces de incorporase a ellos. Al final del día, sucederá lo que dijera entonces Ron Paul del 7/10, suceso que avivó aún más el deseo sionista por la sangre y destrucción de los palestinos:

El resultado del ataque de Hamás será el fortalecimiento de los elementos más extremistas de ambos bandos del conflicto.[9]

Luego, las mayores víctimas de este fortalecimiento no son precisamente los líderes de uno u otro bando, sino los no combatientes, es decir, la población civil. En este sentido, como cuenta Ryan McMaken, no hay nada único en la forma general de estos conflictos:

Todos los elementos son bastante familiares en innumerables épocas y lugares: una población nativa minoritaria se ve cada vez más acorralada y empobrecida dentro de un territorio limitado; facciones de hombres jóvenes dentro del grupo recurren a la violencia —lo que ahora llamamos «terrorismo»— como venganza en respuesta a una larga lista de crímenes reales cometidos por los colonos y sus gobiernos; la población mayoritaria de colonos reacciona a esto con una fuerza abrumadora y una mayor destrucción de los territorios y derechos legales del grupo minoritario; las mujeres y los niños de ambos bandos suelen ser los que más sufren.[10]

Por otra parte, la capacidad americana de desestabilizar la región es innegable. Basta recordar, por ejemplo, el derrocamiento de Sadam Huseín, cuya caída con la de Muamar el Gadafi a manos de la OTAN (liderada, por supuesto, por EEUU), creó en su momento «vacíos de poder en Medio Oriente que fueron ocupados por el Estado Islámico y otros grupos yihadistas».[11] Asimismo, se puede mencionar el apoyo americano a los yihadistas sirios contra el gobierno de Bashar al-Assad.

Una vez que Bagdad fue conquistada por las tropas americanas y el gobierno de Sadam Huseín dejó de existir, se estableció un gobierno americano en Irak. Ahora, el juez supremo era el ejército americano. Pero para perdurar en el tiempo, este gobierno debía ganar legitimidad entre los iraquíes. Contrariamente a la propaganda americana, la invasión y ocupación de Irak no había sido un acto de liberación. Hans-Hermann Hoppe lo explica:

Si A libera a B, que es rehén de C, este es un acto de liberación. En cambio, no es un acto de liberación si A libera a B de las manos de C para tomar él mismo a B como rehén. No es un acto de liberación si A libera a B de las manos de C matando a D. Tampoco es un acto de liberación si A toma por la fuerza el dinero de D para liberar a B de C.

En consecuencia, a diferencia de la auténtica liberación, que es acogida por los liberados con un asentimiento unánime, la ocupación americana ha sido recibida con un entusiasmo mucho menos que universal por los iraquíes «liberados». Incluso muchos de los oponentes de Sadam Huseín, que vieron con alegría su derrocamiento, siguen considerando a EEUU un invasor no invitado.[12]

Sadam Husein no era una amenaza para los consumidores americanos, ni para unos intereses nacionales bien entendidos, pero suponía ciertamente una amenaza para el Estado de Israel. El resto es historia. Los neoconservadores y los lobistas de Israel, si acaso no son lo mismo, mintieron al pueblo americano y llevaron a EEUU a una segunda guerra en Irak.

Estos son solo algunos ejemplos del intervencionismo americano en una región de la que nunca salió ejército alguno que haya pisado suelo americano en todo ese tiempo. Pero el imperialismo americano no aprende ni aprenderá jamás, porque no está en sus planes cambiar. Llevar la democracia liberal a todo Medio Oriente a costa de fuego y destrucción, no solo es verdaderamente antiliberal, sino también la causa principal de tanta muerte y destrucción en la región. Al final, como Jeremy E. Powell dice, si los derechos humanos le importan tanto a Washington, entonces que «no le dé a nadie en Medio Oriente un cheque en blanco, ya sea judío o musulmán». Pues nunca fue factible ni ético mediar por la fuerza en las controversias de la región e intentar «llevar a cabo un programa masivo de ingeniería social para establecer la democracia allí».[13]

Y para que no quede duda de la intención y la capacidad americana respecto a su papel en mantener el fuego de las guerras, Biden decía en el programa de televisión 60 Minutes que EEUU puede ocuparse de las guerras de Ucrania e Israel y seguir manteniendo su defensa general. Para rematar, expresaba: «Tenemos la capacidad de hacerlo y tenemos la obligación de hacerlo». ¿Pero cómo funciona esta financiación bélica? En parte, básicamente como lo explica Jonathan Newman:

El hecho de que la Reserva Federal pueda conseguir billones de dólares no niega que las guerras son caras. Hacer la guerra requiere una enorme cantidad de recursos reales como acero, textiles, alimentos, mano de obra humana y ordenadores. Estas cosas no aparecen por arte de magia una vez que el gobierno decide emitir un nuevo bono que finalmente es comprado por la Reserva Federal con dinero recién impreso. Cuando estos recursos son requisados para la guerra, los americanos pagan por ello en forma de precios más altos. Este impuesto inflacionista, aunque sutil, cumple la misma función que otros impuestos: extrae recursos de la economía privada para los fines del Estado.[14]

Es decir, la riqueza también se confisca indirectamente con inflación en vez de hacerlo directamente con más impuestos. Nada nuevo bajo el sol.

Por otro lado, tampoco es nuevo cuando algunos analistas e intelectuales, supuestamente dedicados a las ideas de la libertad, opinan sobre el conflicto palestino-israelí y les pasa lo que Ted Galen Carpenter expresaba un tiempo atrás al escribir sobre la postura blanda y demorada del Instituto Cato en EEUU respecto a la última crisis en Medio Oriente:

Lo que resultó especialmente notable fue la falta de contexto sobre el prolongado maltrato de Israel a los palestinos. No hubo ni una sola palabra sobre las violaciones sistemáticas de los derechos humanos en Gaza, que han llevado a respetadas organizaciones de derechos humanos a describir el territorio como la «mayor prisión al aire libre del mundo». Tampoco hubo una palabra sobre el robo descarado de tierras palestinas por parte de gobiernos y colonos israelíes en la Cisjordania ocupada durante décadas, que Amnistía Internacional condena como una forma de apartheid.[15]

Más allá de las palabras de Carpenter, lo cierto es que casi todo lo malo de la situación actual de la malamente multicultural Europa y el conflictivo Medio Oriente fue promovido y causado —con la aprobación pública necesaria— por el estatismo occidental asistencialista, imperialista y protector del sionismo en el último medio siglo. La mayor de las culpas no ha sido musulmana. Un resumen que explica buena parte de la situación referida es el siguiente párrafo de McMaken:

En los últimos 30 años, EEUU y sus aliados han seguido un patrón predecible en política exterior: obligar a los pagadores de impuestos a pagar las guerras de sus regímenes, que consisten en bombardear varios países extranjeros pobres para «devolverlos a la Edad de Piedra». Entonces, una vez que los refugiados empiezan a llegar —y los americanos han perdido la guerra, por supuesto— los regímenes occidentales piden a los pagadores de impuestos que paguen aún más dinero para reasentar a todos esos refugiados cuyos países fueron destruidos innecesariamente por las bombas lanzadas por Washington y sus aliados.[16]

De hecho, aparte de los millones de muertos, se ha llegado a estimar que al menos 37 millones de personas se han convertido en refugiados por la «Guerra contra el Terrorismo» liderada por EEUU.[17] ¿Y a dónde ha ido toda esta gente?[18] Obviamente, millones y millones han ido a los países más ricos de Occidente, mayormente a Europa, pues la cuestión geográfica evita a los americanos sufrir una carga todavía peor de la que ya le impone su gobierno con el imperialismo y los refugiados. Desde que George W. Bush lanzara su «guerra global contra el terror» tras los atentados de Al Qaeda de 2001, asumiendo que sucedieron como dice el gobierno americano, EEUU ha librado guerras ininterrumpidamente durante más de dos décadas y en más de 20 países.

Mientras tanto, en la reciente guerra entre Ucrania y Rusia, cada vez que los gobiernos de Europa y EEUU ayudan al ucraniano con armas y dinero, contribuyen realmente a la muerte innecesaria de miles al alimentar una guerra provocada por el fraude de protección y paz de la OTAN. Y así sucede también con la continua financiación y ayuda extranjera recibida por Israel.

Los «libertarios» defensores del intervencionismo militar y las alianzas como la OTAN deberían empezar a considerar más seriamente la idea de un gobierno mundial. ¿Pues no se acabarían así las guerras entre los países? Ya no habría entonces la necesidad de neutralidad y la torcida libertad que defienden se aseguraría para siempre. Esta sería quizá la propuesta más delirante de un supuesto libertario: un mundo «pacífico» de donde nadie podría escapar hacia rincones de mayor libertad.

Los Estados como máquinas de matar

Los gobiernos utilizan, según estatus y conciencia, a millones de personas para la lucha y el sacrificio en guerras iniciadas e impulsadas por hombres de trajes caros, ansiosos de poder y riquezas mal habidas, que poco o nada se preocupan por sus compatriotas. Si uno realmente detesta las guerras, uno debe sumarse a la verdadera causa por la paz. Aquella que reconoce la naturaleza maligna del gobierno del poder, aboga por el desmantelamiento de todo Estado y no se deja engañar por la ideología colectivista de la defensa nacional. Y quien quiere la paz, no debe caer en la teoría de la disuasión, que es en realidad una excusa estatista para la guerra, no para la paz, que se apoya en la ilegítima y antieconómica carrera armamentista, en la perversión de las armas de destrucción masiva y en el crecimiento y enriquecimiento ilícitos del complejo militar-industrial. No obstante, la tendencia humana a la cooperación es tan obvia que basta con la simple constatación diaria de que el conflicto interpersonal es raro y no una característica predominante de la vida social.

Los ejércitos estatales son las mayores máquinas asesinas que hayan existido jamás. Las guerras del siglo XX son el mayor ejemplo que podamos imaginar. ¿Qué ciudadano común compra bombas y mísiles tan costosos y devastadores? ¿Quién contrata, obliga o convence a centenares de miles para formar ejércitos? ¿Quién construye bases militares alrededor del mundo? Obviamente, ninguno. Son los Estados los que causan una situación imposible sin ellos.

La defensa privada se vincula a la comprensión correcta de la justicia como individual, aleja la necesidad o el incentivo de armamento militar que se destina a la mayor destrucción antes que al ajusticiamiento individual. Solo los Estados acumulan las mayores armas de destrucción y solo mediante la financiación que proporcionan los impuestos y el sistema monetario inflacionista, desviándose así los recursos de la sociedad a las iniciativas armamentistas. Solo a causa de los Estados se establecen y prosperan industrias especializadas en tecnología y armamento para la obliteración masiva, porque son los Estados sus únicos o principales clientes. Empresarios del mundo entero se aprovechan de esto, el gran complejo militar-industrial es el resultado de esto. La ayuda de los bancos centrales, el sistema financiero imperante y la ideología estatista extendida, permiten a los gobiernos esconder aún mejor lo que hacen.

En cambio, en el común entendimiento de nuestras relaciones interpersonales, donde aún no hemos olvidado cómo vivir en paz, prácticamente nadie o ninguna empresa privada se ha planteado nunca la fabricación de armas de destrucción masiva para uso privado. Ya que la necesidad de evitar daños colaterales, la preocupación por la justicia personal, la búsqueda de rentabilidad de las empresas y la financiación privada y voluntaria de clientes, con ganas de vivir en paz y sin amenazas latentes de destrucción total, suceden con naturalidad. De hecho, la existencia de armas de destrucción masiva debe considerarse una empresa ilegítima no solo por su financiación, incluso para la defensa, pues dada la común convivencia no aislada, cualquier arma de destrucción masiva usada para la defensa personal contra agresores específicos lleva consigo la inevitable consecuencia de afectar personas inocentes o bienes ajenos, lo cual imposibilita su consideración de uso legítimo en aras de la justicia. Lamentablemente, en pocas palabras, la proliferación de estas armas implica una amenaza constante y terrible para toda la humanidad.

¿Cuál es el deber que tenemos los libertarios en este asunto?

Es difícil sobrestimar la importancia de reconocer la singularidad de la relación entre EEUU e Israel. Además del imperialismo americano, la creación y continua expansión de Israel deben denunciarse junto con el genocidio de los gazatíes.[19] En consecuencia, el antisionismo, como el antiimperialismo, adquiere una posición de suma trascendencia en la gran causa libertaria a nivel mundial. Y como libertarios, debemos ser capaces de denunciar a nuestros propios gobernantes cuando demuestran pleitesía y parcialismo tanto por Israel como por la política exterior americana.

Por otra parte, necesitamos no solo libertarios que difundan las ideas correctas, sino también que las apliquen correctamente a los sucesos más importantes no solo de la actualidad, sino también del pasado. Para ser relevantes, debemos tomar partido, así sea solo en la opinión, siempre que los hechos ameriten. Debemos ofrecer la visión más informada en la historia y en la teoría que nos sea posible y rivalizar con las visiones estatistas dominantes del mundo actual. En este aspecto, el revisionismo histórico puede ser crucial para encausar la lucha narrativa. De hecho, la teoría y la historia ya nos permiten, sin lugar a dudas, reconocer quiénes son, con gran diferencia, los mayores enemigos de la paz mundial.

Por lo tanto, si los libertarios creemos realmente en la lucha contra el mal del estatismo que perturba la paz y la vida de billones de personas en el mundo, si creemos en un deber moral de oponernos a este mal, entonces, a nivel internacional, estamos moralmente obligados a concentrar nuestros mayores esfuerzos en oponernos firmemente a los mayores enemigos de la paz mundial y difundir consecuentemente las ideas hacia este fin. Los mayores enemigos no son China, Rusia, ni Irán, ni siquiera el estadística y relativamente diminuto terrorismo islámico, sino EEUU (con más de 700 bases militares por el mundo), su banda occidental de la OTAN y el gobierno genocida de Israel.

Los muertos siguen muertos, los muchachos que perdieron piernas todavía carecen de ellas, las viudas de guerra siguen sufriendo el mal humor de sus segundos maridos y los contribuyentes siguen pagando, pagando, pagando. En las escuelas se enseña a los niños que la guerra se libró por la libertad, la patria y Dios.

—H. L. Mencken.

 

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[1] Véase Lipton Matthews, «Israel: una nación rica recibiendo la mayoría de la ayuda exterior de EEUU», Mises.org, 6 de diciembre de 2023.

[2] Véase Stephen P. Halbrook, «The Alienation of a Homeland: How Palestine Became Israel», The Journal of Libertarian Studies, volúmen 5, número 4 (Invierno de 1981).

[3] Véase Dave DeCamp, «Rep. Massie Casts Lone No Vote Against Bill Equating Anti-Zionism With Antisemitism», Antiwar.com, 28 de noviembre de 2023.

[4] Sobre esto, véase esta charla entre Thomas Woods y Dave Smith.

[5] Estas citas y más información en relación con lo tratado brevemente en este párrafo y el siguiente, se pueden encontrar en imagen y sonido con sus propios protagonistas en el documental de 2015 titulado «Marching to Zion». Este documental puede resultar bastante revelador para los cristianos.

[6] Publicado originalmente en inglés en su cuenta de X.

[7] Véase Scott Horton, Enough Already: Time to End the War on Terrorism, The Libertarian Institute, 2021.

[8] Véase Connor O’Keeffe, «¿Es una guerra justa o una matanza injustificada de inocentes?», Mises.org, 11 de octubre de 2023.

[9] Véase Ron Paul, «Victoria de Hamás», Mises.org, 17 de octubre de 2023.

[10] Véase McMaken, «La historia americana es una vista previa del fin de juego Israel-Palestina», Mises.org, 27 de octubre de 2023. Ryan también comenta que cuando «el Estado israelí bombardea barrios civiles o expulsa a la población de ciudades enteras, tales actos no son fundamentalmente diferentes de las reacciones americanas a los ataques tribales contra aldeas de colonos en el siglo XIX». Finalmente comenta que muchos reconocían que no había a quien apoyar mientras ambos bandos siguieran matando a civiles inocentes; que en estos casos, «un buen punto de partida es negarse a animar a cualquiera de los bandos».

[11] Véase Tho Bishop, «Hamás, Israel y el colapso del orden global fiat», Mises.org, 12 de octubre de 2023.

[12] Véase Hans-Hermann Hoppe, «Natural Order, State, and Looting», LewRockwell.com, 23 de mayo de 2003.

[13] Véase Jeremy E. Powell, «Escalar la situación en Israel también tendrá catastróficas consecuencias para los EUA», Mises.org, 10 de octubre de 2023.

[14] Citado en Connor O’Keeffe, «No, no podemos permitirnos financiar otra guerra más», Mises.org, 18 de octubre 2023.

[15] Véase Ted Galen Carpenter, «La postura demorada, blanda, del Instituto Cato sobre la última crisis en Oriente Medio», Mises.org, 25 de octubre 2023.

Con relación a los dichos de Carpenter, tenemos el caso de los artículos favorables a Israel en el Instituto Juan de Mariana de España a lo largo de los años, donde, sin embargo, la búsqueda de «Israel» en su página web arroja apenas dos artículos relacionados desde el 7/10. Si no es una cuestión aleatoria de los resultados mostrados al principio, no parece haber en este instituto muchos escritores preocupados por el sionismo, el genocidio contra los gazatíes y la paz mundial. En cambio, el caso del Instituto Mises de EEUU es el opuesto, pues el tono de los artículos es marcadamente contrario a los intereses de Israel y la misma búsqueda arroja por lo menos 20 veces más artículos relacionados desde el 7/10. Si bien una diferencia importante podemos atribuir al hecho de que España no es EEUU, el tono de los artículos es definitivamente distinto.

[16] Véase Ryan McMaken, «Estás pagando por la guerra de Israel. También pagarás por los refugiados.», Mises.org, 14 de noviembre de 2023.

[17] Véase «At least 37m people made refugees by US ‘war on terror’», The Middle East Monitor, 11 de septiembre de 2020. El artículo se hace eco del siguiente informe.

[18] Sobre el problema de los refugiados, McMaken recuerda que «los inmigrantes que disfrutan del estatuto jurídico de refugiados no son inmigrantes normales». Los normales que llegan a EEUU lo hacen por sus propios medios, la mayoría debe encontrar trabajo por su cuenta para obtener ingresos. Añade que «tienen derecho a pocas prestaciones sociales» y que los que buscan la residencia legal «deben pasar por un largo proceso administrativo». No reciben ayuda de las agencias de refugiados financiadas por el gobierno «para encontrar trabajo, apartamentos y otros regalos del gobierno». Sin embargo, todo esto se acelera para los considerados «refugiados» por el gobierno federal, y la mayoría de estos «son inmediatamente elegibles para una amplia gama de beneficios financiados por los pagadores de impuestos».

[19] Sobre esto, véase, por ejemplo, John Mearsheimer, «Genocide in Gaza», Antiwar.com, 8 de enero de 2024; Brett Wilkins, «Draft UN Report Finds Israel Has Met Threshold for Genocide», Antiwar.com, 27 de marzo de 2024; Ilana Mercer, «Why Genocide?: Every Law of War Has Been Violated in Gaza», Mises.org, 4 de abril de 2024.

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